El
Premio
Del Supremo Llamamiento
Los cuatro pasos para su obtención
Charles H. Welch
Traducción: Juan Luis Molina
El Premio
La palabra
griega que se traduce “premio” es brabeion,
y aparece en dos pasajes:
1a Cor.9:24 Todos corren, pero solo uno recibe el
premio.
Y
Filip.3:14 Prosigo a la meta, al premio.
La palabra se deriva de brabeus, el juez o árbitro de los juegos olímpicos que otorgaba el
premio. Brabeuo, presidir en los juegos,
aparece en Colosenses 3:15 donde se traduce “gobierne” (o presida) y Katabrabeuo además aparece en Colosenses
2:18, y significa “destituir o privar de
un premio”, y de ahí, “la decisión tomada por la cual el árbitro se pronuncia
contra el concursante”. La idea subyacente en Colosenses no es bien la de haber
sido destituido de la recompensa, sino la del fracaso del concursante por no
adecuarse a los requisitos pretendidos. La esfera de 1ª Corintios 9:24 y de
Filipenses es la del estadio o arena de los juegos olímpicos, además de la
carrera en competición. En el artículo titulado la Corona hemos demostrado que
“premio” y “corona” están relacionados, del modo que lo están “género” y
“especie”.
Filipenses
3:10-14 revela una serie de pasos hacia la meta en vista.
Primer Paso “El Poder de Su Resurrección”
Cuando el apóstol clamó: a fin de conocerle (a Cristo) y el poder de Su resurrección, es
éste precisamente el aspecto de la resurrección que tenía en mente. Él conocía
los hechos históricos, conocía el carácter fundamental que tenía toda la
doctrina, sabía que toda la predicación y toda la fe serían en vano sin él;
pero además se dio cuenta de que había una faz personal y experimental de la
resurrección que puso por base peculiar sobre el gran tema de la epístola
Filipense. Sigamos ahora la lógica secuencia del apóstol:
(1) A fin de conocerle, y el poder de Su resurrección.
(2) La participación de Sus padecimientos.
(3) Llegando a ser semejante a Él en Su muerte.
(4) Si en alguna manera llegase a la resurrección de
entre los muertos.
Bien podremos
comprobar que esta subdivisión en cuatro partes se da en una introversión.
A Para conocer. Poder.
Resurrección. Algo a obtener o alcanzar.
B La participación de Sus padecimientos.
Algo a soportar.
B Semejante
a Su muerte en el proceso.
A Si
de alguna manera llegase a obtenerla. Resurrección. La Consecuencia.
Es evidente que la oración “a fin de conocerle” dice
respecto a un conocimiento más profundo como pueda ser el histórico o
doctrinal. Una persona puede decir que “conoce” cuando un tema o sujeto pasa a
estar simplemente en la esfera de su percepción, y cuando es este el aspecto de
conocimiento que se tiene en cuenta, se utiliza la palabra griega oida, una palabra que se deriva de eido, ver, o percibir por medio de los
sentidos. Este conocimiento, sin embargo, no es algo profundo, sino que se
queda en lo externo, en lo superficial de las cosas. Pero “conocer” tal como se
representa por la palabra ginosko implica
discernimiento, reconocimiento y comunión personal. Es esta palabra ginosko que el apóstol emplea en
Filipenses 3:10. La relación con el objeto se ve inmediatamente en pasajes
tales como Aquel que no conoció pecado,
no hubo conocido pecado. El uso especial de la palabra “conocer” en Mateo
1:25 y Lucas 1:34 muestra cuán íntimo se considera este tal conocimiento. En
Filipenses 3:10 el apóstol no estaba procurando una plena información acerca de
la Persona o
la historia de Cristo; no tenía por objetivo listar el número de profecías que
ya se habían cumplido para Su venida, sino que deseaba algo mucho más próximo,
un más íntimo reconocimiento, una relación personal aunque eso envolviese
además el sufrimiento y la vergüenza; deseaba una comunión y una conformidad
con Él actual y presente.
Cuando se comprende el pleno significado de este conocimiento, podemos entender mejor la
manera como se encuentra en la división de los caminos justo al principio, en
Génesis 3, y cual sea la grande y gloriosa posesión de los redimidos en las edades venideras (Isaías 11:9). Este
íntimo y personal conocimiento de Cristo, cuando se toma en su más amplio
alcance, es tan vasto, que, al igual que el amor de Cristo, “sobrepasa todo
conocimiento”. Aquí en Filipenses 3:10, el deseo del apóstol se centra sobre un
aspecto de Su gran obra: “el poder de Su resurrección”. Aun así, debemos
recordar que ya había dado evidencias en otras epístolas de ser consciente y
estar al tanto con este gran poder. Se refiere a él en Efesios 1:19; 3:7, 20 y
6:10, en relación a la creencia, a la ministración o servicio, a las respuestas
a las oraciones y a las batallas del cristiano; pero aquí, en Filipenses, él
tiene algo más en vista: desea alcanzar la resurrección
de la muerte (un término que todavía tenemos que examinar) y percibe que
esta particular resurrección tan solo
será posible por un descenso con Cristo, comparable en su grado limitado, a la
gran humillación y exaltación de Filipenses 2:6-11. El gran Sacrificio que el Salvador vino a ofrecer
conlleva todo el plan de salvación, y fue completamente cubierto y cumplido cuando
Él murió: el justo por el injusto.
Para este propósito había nacido y para hacer esta ofrenda un cuerpo fue preparado para Él. En este gran acto, el creyente no
puede tener participación. Fue hecho “por” él (en su sustitución).
Además, al hacer esta
ofrenda, Él puso Su vida de manera voluntaria: Nadie me la quita, declaró Él. A todo esto, sin embargo, la
perversión humana y la enemistad le
añadió la cruz, la vergüenza y los sufrimientos; y en estos aspectos añadidos
de Su gran obra sacrificial, el creyente sí que puede tener alguna
participación o comunión. Cristo dijo haber sufrido siendo tentado; haber aprendido obediencia por las cosas que Él sufrió; siendo afrentado, vino a sufrir “fuera de la puerta” (Hebr.2:18;
5:8; 13:12). Pedro habla de los sufrimientos de Cristo por nosotros, y así, dejándonos un ejemplo, asocia este
sufrimiento con el que soporta el creyente que toma con una clara conciencia
los males inmerecidos de forma paciente, y diciéndole efectivamente que, en
estas cosas, sí que puede seguirle Sus
pasos. Bien podemos ver que éste sea el carácter que va junto a los
sufrimientos de Cristo en el Nuevo Testamento. En
estos sufrimientos, el creyente bien puede ser un participante (2ª Cor.1:5-7; 1a Pedro 4:13) con Él.
El lector ahora podrá comprender bien la referencia del
apóstol diciendo que cumple en su carne
lo que falta de las aflicciones de Cristo (Col.1:24). Debemos observar que
la palabra no es pathema, sino thilipsis, generalmente traducida
“tribulación” (Efesios 3:13; Apoc.7:14), y en muchos pasajes se asocia con la
futura gloria como una consecuencia de dicho padecimiento. El apóstol deseaba
tener “comunión” con estos sufrimientos de Cristo, y por causa de eso, también
deseaba un más profundo reconocimiento y participación con el poder de Su resurrección; sin un tal
poder, la comunión de los sufrimientos de Cristo sería un suicidio.
El Segundo Paso “La Resurrección de
Fuera”
La resurrección no es tan solo una bendita esperanza,
sino que es ineludible para todos. Tanto el injusto como el justo, aquellos que
han hecho el bien, aquellos que han hecho el mal, aquellos que forman el Cuerpo
de Cristo, y aquellos que se hallen en pie delante del Gran Trono Blanco, todos
y cada uno de los provenientes de la semilla de la mujer, Judío o Gentil, todos
tienen que venir a ser levantados de la muerte. El propio hecho de que el
apóstol pudiese hacer su referencia a la resurrección en Filipenses con un
condicional “SI”, después de haber
expresado su completo sometimiento a la gracia de Dios en Cristo, es por sí
mismo una indicación de que no está hablando de la doctrina fundamental de la
resurrección.
Si en
alguna manera llegase a la… No hay
aquí ambigüedad alguna en cuanto al texto original. La simple vía de poner la condición se obtiene por el
empleo de la partícula ei, tal como
en Filip.1:22. En el pasaje que tenemos delante ei se combina con el adverbio pos
“manera” y así significando si de
alguna manera. El término eipos aparece
cuatro veces en el Nuevo Testamento, y en cada uno de los casos la contingencia
es muy real, enfatizando así la posibilidad de venir a fracasar. Los pasajes
son:
Por si pudiesen
arribar a Fenicia (Hechos 27:12).
Que de
alguna manera tenga al fin, por la voluntad de Dios, un próspero viaje (Rom.1:10).
Por si en
alguna manera pueda provocar a celos (Rom.11:14).
Si en
alguna manera llegase a la resurrección (Filip.3:11).
El injerto del Gentil, como olivo salvaje, fracasó a la
hora de provocar a celo a los de Israel. El intento de arribar a Fenicia, acabó
en naufragio. El original de Filipenses 3:11 dice eipos katanteso eis, el original de Hechos 27:12 dice eipos dunainto katantesantes eis. Las
diferencias son puramente gramaticales, siendo que katanteso sea singular, y katantesantes plural, y el término añadido dunainto la adición de la palabra que
significa “ser capaz”.
Las experiencias del apóstol registradas en Hechos 27 y
28 le deben haber dejado una huella firme en su mente, y una vez que escribe
las palabras si de alguna manera llegase
a la resurrección, él sabía que existía la posibilidad de no alcanzarla,
tal como realmente la aventura de arribar a Fenicia acabó en desastre. En el
versículo siguiente, resalta el hecho de que todavía no la alcanzado, aunque “prosigue”, añadiendo después: Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya
alcanzado. Ahora bien, ciertamente sabemos que Pablo no albergaba duda
alguna en cuanto a su posición en la gracia y su aceptación en el Amado: su
esperanza como un ancla firme era más que cierta, y si el emplea palabras que
expresan contingencia e incerteza, entonces es moralmente cierto que no se
estaba refiriendo a la esperanza del creyente. En el versículo 14, revela que
su incerteza tiene que ver y dice respecto a un “premio”, y esta actitud mental
ya la había exhibido también y en relación al mismo tema en 1ª Cor.9:24 –
10:13. La “resurrección”, por tanto, que era objeto del deseo del apóstol aquí
en Filip.3:11, por la cual sufría y estaba dispuesto a soportar, debe ser algo
equivalente a “la primera resurrección” de Apocalipsis 20:4-6, o la “mejor
resurrección” de Hebreos 11:35. Las palabras “primera” y “mejor” se hallan
siempre presentes a través de toda la lectura en los pasajes citados, pero ni la A.V ni la R.V. emplean un tal prefijo
calificativo aquí en Filipenses 3:11. La
A.V dice:
Si de alguna manera pueda alcanzar a la resurrección
de la muerte.
Pero esa es la mera y sola diferencia que hay entre las
dos versiones. El lector debe estar deseoso aquí de consultar el original, y
así lo deseamos también nosotros. El Texto
Recibido dice ten exanastasin ton
nekron, “la resurrección de fuera de, o que se sale de, la muerte”, los
Textos Críticos dicen ten exanastasin ten
ex nekron, “la resurrección de fuera, aquella que sale o proviene del que
está muerto”. Para que podamos deducir y apreciar la intención del apóstol
aquí, será necesario volver a ver la enseñanza del Nuevo Testamento sobre esta
gran cuestión de la resurrección.
Dos sectas
dividían la creencia religiosa de Israel en campos opuestos: los Saduceos y los
Fariseos. De los Saduceos está escrito que confesaban “no hay resurrección”
(Mat.22:23). Cuando el Salvador confrontó la fe de Marta concerniente a la
resurrección de su hermano Lázaro, ella respondió conforme al lenguaje y a la
creencia común actual de aquellos días: “Yo sé que resucitará…en el último día”
(Juan 11:24). La más simple declaración concerniente a la resurrección es la
que fue dada por el apóstol delante de Félix y el Sanedrín, una creencia que
Israel y los que fueran creyentes debían compartir: tener la esperanza puesta
en Dios la cual (esperanza) ellos también
abrigan, de que ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de
injustos (Hechos 24:15). Aquí en las palabras anastasin nekron tenemos la forma más elemental en la cual la resurrección
de la muerte puede ser expresada, una fórmula empleada también por los
Fariseos, y por Pablo, por la hermana de Lázaro y por todo el pueblo en común,
pues el Apócrifo, escrito mucho tiempo antes de Cristo, contiene las palabras anastasin eis zoen, “una resurrección
para vida”.
Así, por tanto, resulta a primera vista desconcertante
que leamos en Marcos 9:10, del discípulo que se cuestionaba con otro diciendo
“¿qué querrá decir aquello de resucitar de los muertos?” ¿Sería posible que los
propios discípulos que habían sido escogidos para testimoniar la Transfiguración
sobre el monte, no fuesen tan maduros en sus convicciones como los inconversos
Fariseos? ¿Sobrepasaba Marta a estos discípulos en este artículo de Fe? Una vez
más, por tanto, debemos volver a las palabras actuales, tal como están
registradas en el original, antes de llegar a cualquier conclusión. Las
palabras que perturbaron a los discípulos fueron aquellas que utilizó el Señor
cuando dijo, sino cuando el Hijo del
Hombre hubiese sido resucitado de los muertos, ek nekron anaste, “resucitado Fuera De los muertos”. Es la
presencia de esta palabra ek la que
causó la pregunta. Era algo adicional a la creencia común. Fue esta
resurrección ek nekron que declaro
ser Cristo el Hijo de Dios con poder (Rom.1:4). El primero a ser resucitado de
la muerte fue Cristo, tal como Pablo testifica en Hechos 26:23:
Que el
Cristo había de padecer, y ser el primero de la resurrección de los muertos.
Ahora damos un paso más adelante y descubrimos una
referencia que está más próxima a la forma en Filipenses 3, tes anastaseos tes ek nekron en Lucas
20:35:
Mas de los
que fueron tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos.
Aquí podemos observar que no solamente tenemos palabras
similares a las empleadas en Filipenses 3:11, sino además en un contexto
similar: tenidos por dignos de alcanzar. Los
creyentes pueden ser tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo y la tal
resurrección de fuera, pueden ser tenidos por dignos de escapar a los terribles
acontecimientos que sucederán en la tierra y de permanecer entre tanto al lado
del Hijo del Hombre, y de estos se dice que fueron considerados dignos de
sufrir la vergüenza por causa de Su nombre; y la persecución que soportaron fue
una señal manifiesta del justo juicio de Dios, para que pudieran ser
considerados dignos del reino de Dios, por el cual sufrieron (Lucas 20:35;
21:36; Hechos 5:41; 2ª Tesal.1:5).
La palabra “alcanzar” en Lucas 20:35 la utiliza el
apóstol en 2ª Timoteo 2:10: para que
ellos también obtengan la salvación
que es en Cristo Jesús con gloria eterna, donde el contexto asocia el sufrimiento con el reinado, y en Hebreos 11:35, a
fin de obtener mejor resurrección,
la cual es claramente paralela con la “resurrección de fuera” de Filip.3:11. Al
mismo tiempo que Pablo está seguro de la "esperanza" de su
llamamiento, él no podía estar tan seguro de alcanzar o haber obtenido el
“premio” de este mismo llamamiento, y asociado con este premio se halla la especial resurrección, la resurrección
de fuera y el deseo de llegar a ser conforme a la muerte de Cristo, que hemos
estado considerando.
En el versículo siguiente, el apóstol deja ver claramente
que esta incerteza es legítima, y una o dos palabras añadidas se emplean para
realzar este hecho: No que lo haya
alcanzado ya, ni que ya sea perfecto (o haya sido hecho perfecto), sino que
prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por
Cristo (Filip.3:12). La A.V.
repitiendo la palabra “alcanzar” aquí en Filip.3:12 le da una continuación al
argumento del apóstol, pero una vez que son dos palabras muy distintas, katantao en el versículo 11 y lambano en el vers.12, la R.V. es preferible. El cambio
de “alcanzar” para “obtener” además, revela una mudanza en el objetivo del
apóstol. Él procura primero “alcanzar” la resurrección de fuera, y después
subsecuentemente “obtener” el premio. Esto se deduce claramente cuando
recordamos que lambano, “obtener”,
aparece en 1ª Cor.9:24, 25, uno solo se lleva el premio; ellos…para recibir una corona corruptible.
Está claro, además, por el lenguaje que utiliza el
apóstol, que aquel que “obtiene” el premio, debe ser considerado como
“perfecto”. Aquí la palabra griega teteleiomai,
“ya sea perfecto” o “ya haya sido perfeccionado” aguarda la triunfante teteleka, “he acabado” de 2ª Timoteo
4:7, donde una vez más tenemos la “carrera” en curso, el conflicto, y la
corona. El lector reconocerá que en ambas palabras griegas hay una raíz común tel lo cual significa que el “final” ha
sido alcanzado, la corrida ha llegado a su fin. Telos “el fin” (Filip.3:19) nos da teleo “alcanzar un fin, y acabar” (2ª Tim.4:7); y de ahí teleioo “hacer perfecto” (Filip.3:12) y teleios “perfectos” (Filip.3:15). El
apóstol dijo “prosigo” o “sigo hacia delante”, y lo que él procuraba era “asir”
aquello para lo cual había él sido “asido” por Cristo. Entretanto su
“confianza” en Filipenses 1 y su “incerteza” en Filipenses 3 nos dan las dos
caras de la verdad que nos presenta una perfecta plenitud.
El Tercer Paso, El Premio en Sí
La figura de una carrera, una lucha con una corona o
premio al final, la utiliza el apóstol en más de un lugar. Si este “premio” es
algo para lo cual hemos sido “asidos” por Cristo, entonces no debería ser por
ninguna otra razón, sino por agradarle, que deberíamos llegar a saber lo que
pueda ser y cómo pueda ser obtenido. Al mismo tiempo que sea correcto que cada
creyente cante:
No por peso de gloria, ni por corona de
laurel,
Nos introducimos en la batalla y
erguimos el Salmo triunfal
Sino por el amor que nos reclama, a
vivir por quienes Él murió
También es correcto para el creyente que crea lo que Dios
haya dicho con respecto al “premio” que está asociado a nuestro “Supremo Llamamiento”,
así como es correcto que deberíamos entender el Supremo Llamamiento en sí
mismo. Cuando alguien entiende las riquezas de gracia que caracterizan al
llamamiento del Misterio, existe una tentación que es muy poderosa de quitar la
mano para mantener el arco de Dios y negar del todo la recompensa expuesta en
las Epístolas en Prisión, no sea que por hacerlo así, piensan muchos, se
reduzca el carácter de la gracia inmerecida. Aunque concordemos con esta
consideración de la gracia, debemos no en tanto confrontarla, pues tenemos una
más alta consideración por la “verdad” de la cual la gracia es una de sus
partes, y la verdad demanda que le demos su justo lugar en la dispensación del
Misterio al ineludible significado de la “corona”, el “premio” y la “recompensa”.
Volvamos a la epístola a los Colosenses, una epístola que
resalta la realidad de la “plenitud” del creyente en Cristo, y observemos lo
que dice respecto a este aspecto de verdad revelado.
En primer lugar, en el
capítulo 2 el apóstol nos da un aviso contra la actitud mental que “priva del
premio”. Nadie os prive de vuestro premio
(Col.2:18).
La palabra que demanda nuestra atención aquí es Katabrabeuo. Kata significa “contra”, y Brabeuo significa ser un juez o árbitro,
y de ahí, el que asigna el premio en una competición pública y abierta. Brabeuo aparece en Colos.3:15 donde de
la paz de Dios se dice que “gobierne siempre en vuestros corazones”, un
precioso pensamiento. Brabeion es un
premio. Se encuentra en 1a Corintios 9:24 y en Filipenses 3:14: Al premio del supremo llamamiento de Dios en
Cristo Jesús. Así que, por tanto, no se nos deja sin una guía segura en
cuanto al tema de esta sección. Tiene que ver con “el premio”. Ahora bien,
Colosenses, aunque corra en paralelo sobre todo con la epístola de Efesios,
tiene mucho que ver en su parte central centrada sobre Filipenses. Filipenses
es la epístola del “premio” y la “perfección”, y si miramos en Colosenses 1
encontraremos bajo la idea de ser “presentados” los dos aspectos de verdad
exhibidos tanto por Efesios como por Filipenses. Debemos distinguir entre
aquello que nunca se puede perder, y
aquello que pueda perderse, y volver
a Colosenses 2 con claridad sobre estos dos aspectos:
La primera “presentación”
En Su
cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de Él (Colos.1:22).
La segunda “presentación”
Amonestando
a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a
todo hombre (Colos.1:28).
La primera presentación se basa exclusivamente sobre la
obra acabada de Cristo; la segunda envuelve la idea, que se halla en la palabra
“perfecto”, de proseguir hasta el final. En la primera ningún esfuerzo de
nuestra parte podría presentarnos “santos”; en la segunda precisamos estar de
“sobre aviso”.
Satanás no desperdicia sus energías intentando privarnos
de nuestra aceptación en el Amado: Vuestra
vida está escondida con Cristo en Dios. La Escritura no dice en
parte alguna “Mirad que nadie os prive de vuestra vida” sino que dice: Retén lo que tienes, para que ninguno tome
(te quite) tu corona (Apoc.3:11). A Satán se le permitió afectar todas las
cosas que pertenecían a Job excepto su vida.
Lo mismo sucede y es verdad de cada redimido. Hay un
premio a ganar, una corona para ser alcanzada, pero ningún hombre es coronado a
menos que luche legítimamente. Así,
pues, si Satán puede privar algunos de los santos de la plenitud de Cristo, y
conseguir que se ocupe con otros medios y caminos, sean sus ordenanzas, días de
fiesta, bebidas o comidas, falsa humildad, negligencia del cuerpo, mediadores
sin base escritural, o cualquier otra cosa que no sea “sujetos a la Cabeza ”, entonces el premio se pierde, el santo queda en
deshonra, y sobre todo, el Salvador es espoliado, pues, ¿Qué significa para
nosotros una corona, sino una corona añadida para Él?
Siervos,
obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que
quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. Y
todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los
hombres; sabiendo que del Señor recibiréis
la recompensa de la herencia,
porque a Cristo el Señor servís. Mas el que hace injusticia, recibirá la
injusticia que hiciere, porque no hay acepción de personas (Colos.3:22-25).
La
recompensa de la herencia. En esta frase se
encuentra la llave del objetivo del apóstol al escribir la epístola. Los
creyentes Colosenses, siendo miembros del Cuerpo de Cristo, estaban ya
potencialmente sentados juntamente en los
lugares celestiales en Cristo; ya habían sido aceptes en el Amado; ya estaban seguros de su presentación santos y sin mancha e irreprensibles a
los ojos de Dios. Por eso el apóstol ya había dicho que daba gracias al Padre, que nos hizo aptos para participar de la
herencia de los santos en luz (Colos.1:12).
Las palabras no pueden ser más claras asegurando la
posición del creyente y la plenitud de esta su aceptación. Sin embargo, antes de
que acabe el capítulo, nos encontramos con Pablo “avisando” y “enseñando” que
debe “presentar a todo hombre perfecto en Cristo Jesús”, y además, al final de
la epístola encontramos a Epafras orando por lo mismo (Colos.4:12). Como es
evidente que, ni Pablo ni Epafras, tuvieran alguna duda de lo que había sido
escrito en cuanto a la posición de los santos en Colosenses 1:12, 13 y 22,
siendo por tanto una inalterable verdad, viene a ser necesario que distingamos
bien entre la “común herencia de los santos en luz” (para la cual todos los
creyentes han sido hechos partícipes), y la “recompensa asociada con la tal
herencia” (la cual se asocia solo con la fidelidad individual): Que es, el premio asociado al supremo llamamiento,
el cual, tal como lo expone Filipenses 3, se asocia con la “perfección”
acabando la carrera (Colos.1:28; 4:12).
Debemos distinguir entre aquella santa, y sin mancha e irreprensible posición que es nuestra debido
al ofrecimiento del cuerpo de Su carne a
través de la muerte, y la posibilidad de venir a ser manchados y
reprendidos por lo que hayamos hecho en el servicio. Si distinguimos y probamos
“las cosas que difieran”, veremos que “la esperanza” asienta sobre una base de
pura gracia inalterable, lo cual excluye toda posibilidad de venir a ganarse o
perderse, correr o servir; y que por otro lado tenemos el “premio”, que se
halla en una base de recompensa, ofrecido tan solamente a los que peleen legítimamente. Conociendo estas
distinciones estaremos a salvo de una multitud de sinsabores, y además, no
seremos hallados falsos testigos de Dios; pues, sin duda alguna, Él nos enseña
que ser miembros del Cuerpo Único y la participación en su esperanza única se
halla fuera del alcance del esfuerzo de nuestra parte. Pero, con igual certeza,
por otro lado nos asegura que el premio del supremo llamamiento, la recompensa
de la herencia, y la corona de justicia, recaen en la categoría de ser alcanzado. Es cierto, nada sino la
gracia lo garantiza también, pero es la gracia empleada fielmente por el
creyente. La razón por la cual el apóstol asegura que nuestra vida está
escondida con Cristo en Dios, es para que sepamos que no es la vida lo que esté
en cuestión. Él no dice en Colosenses 2:18, nadie os prive de vuestra vida, o
de vuestra participación como miembros, o de vuestra posición. Estas cosas
nunca están en cuestión. Pero haciendo eco de las palabras de otra dispensación
dice: tened cuidado, que nadie os quite
vuestra corona.
En 1ª Corintios 9:24-27 el apóstol diserta sobre esta
figura de la corrida y la corona, añadiendo a su inspirada figura el “ejemplo”
provisto por Israel en el desierto (1ª Cor.10:1–13). La gracia se enfatiza en
las epístolas de Pablo escritas antes de Hechos 28 tal como se demuestra por un
examen detallado de Gálatas y Romanos. Ningún otro capítulo repudia con tanta
fuerza a la carne y sus esfuerzos como lo hace el primer capítulo de 1ª
Corintios, y sin embargo, el apóstol no ve con incongruencia resaltar en la
misma epístola, y con igual énfasis, en la participación en una carrera, el
hecho de que tan solo uno reciba el premio, y la necesidad de disciplina y
temperancia de parte del que se inscriba en la competición; y todo esto con el
aviso final de que, él propio, podría también venir a ser “descalificado” (adokimos 1ª Cor.9:27, no “eliminado”),
del mismo modo que sucedió con muchos de Israel, que, aun habiendo sido
redimidos de Egipto, el Señor “no se agradó” (eudokeo 1ª Cor.10:5) de ellos.
En la última epístola que Pablo escribió, no tan solo
refiere la asociación de la “corona” y la “corrida” en conexión consigo propio,
sino que aplica el mismo principio a “todos los que aman Su venida” (2ª Timoteo
4:8); al mismo tiempo, distingue muy claramente entre la inalterable posición
de aquellos que “murieron con” Cristo, cuando comparados con la condición
adjunta a “reinar con Él” (2ª Timoteo 2:11-13). Vivir con Cristo es una cosa,
reinar con Él otra muy distinta.
Confiamos en que el pasaje que hemos puesto delante nos
haya hecho ver claro que la doctrina del Premio, la Corona y la Recompensa no están
ausentes de las epístolas del Misterio. Podemos, por tanto, volver ahora al
pasaje en Filipenses tres que habla del “premio del supremo llamamiento de Dios
en Cristo Jesús” estando seguros de que estamos examinando un pasaje de
Escritura que se aplica en toda su fuerza a nosotros propios.
Hermanos,
yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando
ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo
a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús (Filip.3:13, 14).
Olvidándome…prosigo. ¿Qué es lo que el apóstol desearía “olvidarse”? ¿Qué cosas, si de ellas se acordase,
anularían su carrera y le minarían sus posibilidades de recibir el Premio? No
puede referirse al hecho de que hubiese sido en un tiempo Fariseo y un enemigo
del Evangelio, pues eso lo recordaba él con un profundo agradecimiento de la
gracia en Timoteo 1:11-16, y quiso que él propio lo recordase en 2ª Timoteo 1:3;
3:10-14. En Hebreos 12, en conexión con la “corrida que tenemos por delante” el
apóstol le pide encarecidamente a sus lectores que se “despojen de todo peso”,
lo cual nos lleva de vuelta a Hebreos 6:1 donde dice: Dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la
perfección. Los Hebreos estaban desaprovechando su habilidad para llevar a
cabo su corrida que tenían delante, de
ir a la perfección, por sujetarse a las doctrinas y prácticas de una
dispensación que había caducado.
Por tanto, aun cuando
los Filipenses fueron llamados a la salvación y la predicación registrada en
Hechos 16, y referida en Filipenses 4:15, ellos no en tanto debían tener
cuidado y no volver a poner delante la dispensación Pentecostal que había
quedado en suspense, las doctrinas y prácticas que en un tiempo anterior habían
sido correctas y apropiadas, pero que ahora se habían vuelto ya obsoletas y
eran un obstáculo. Ellos tenían que olvidar
las cosas que se habían quedado para atrás. Para el propio apóstol, las
cosas que habían quedado “atrás”, abarcarían todo lo que consideraba como
pérdida por causa de Cristo, y por cada uno de nosotros, tendrá que haber una
similar y personal decisión, la cual tan solo cada uno podrá tomar. Desde la
prisión donde el apóstol se hallaba en la Colina del Palatinado en Roma (Filip.1:13) él
podía muy bien escuchar los gritos de las multitudes animando a sus jinetes de
cuadrigas y atletas en el estadio. Pablo, aun estando prisionero, también era
un atleta, él también tenía una “meta”, también “se extendía adelante”, tal
como el atleta hacía en la prueba fijando su meta.
Clemente de Roma, que
probablemente sea la misma persona mencionada en Filipenses 4:3, asocia el
“premio” brabeion, con la carrera
apostólica de Pablo. San Pablo (dice
él) ganó el brabeion de la resistencia,
habiendo sufrido el encarcelamiento siete veces por causa de Cristo (haciendo
probablemente una alusión a las siete etapas de la carrera en los juegos antes
de alcanzar la meta)”. Proveniente de esta palabra griega para “premio” brabeion, algunos piensan que se deriva
la palabra castellana “bravo”. Viniendo ahora al premio en sí: ¿Debemos
entender que el apóstol enseña:
(1) El premio, es decir, como el
supremo llamamiento de Dios?
(2) El premio, es decir, como el
llamamiento hacia lo alto?
(3) El premio que se asocia al supremo
llamamiento de Dios?
Si al apóstol se le
permite hablar por sí mismo, entonces el premio brabeion es equivalente con una
corona stephanos, siendo que ambas
palabras se usan en 1ª Cor.9:24-27 y ambas palabras se utilizan en conexión con
una carrera o una lucha. Katabrabeuo es
“ser privado de la recompensa” en la
A.V. y “robarte de tu premio” en la R.V. (Colosenses 2:18), y ho brabeus era el juez o árbitro que
asignaba el premio en los juegos olímpicos. Resulta extremamente difícil
encontrar alguna base en cualquier pasaje de las epístolas de Pablo, para
suponer que el premio fuese en sí mismo el supremo llamamiento. Así como “la
recompensa de la herencia” en Colosenses 3:24, significa la recompensa asociada
a una herencia que ya está asegurada por la gracia (Col.1:12), así también el
premio del supremo llamamiento de Dios significa el premio que se asocia al
supremo llamamiento ya recibido e introducido por gracia.
Hay, sin embargo, una objeción que muchos consideran
aquí. La palabra traducida “supremo” es ano,
un adverbio, y como adverbio que es, muchos dicen que califica un verbo, por lo
cual “llamamiento” debe ser un verbo, y si es así, el pasaje significa “el
premio de la convocatoria en el supremo” y se referiría, dicen estos, a una
especial exención de la muerte garantizada para aquellos que alcancen la resurrección de fuera. Pero es que,
aunque bien sea verdad que ano es un
adverbio, no es cierto que los adverbios Griegos califiquen tan solo los
verbos, como puede demostrarse por el uso de esta misma palabra en los escritos
de Pablo: La Jerusalén de arriba
(Gálatas 4:26), emplea ano para
calificar el nombre Jerusalén; buscad las
cosas de arriba, emplea la frase
ta-ano “las cosas de arriba”; y así
es como Filipenses 3:14 emplea ano para
calificar el nombre “llamamiento”. Klesis
no es un verbo y no puede traducirse de otra manera sino “un llamamiento o
vocación”. Se emplea once veces en el Nuevo Testamento y diez de sus
ocurrencias se hallan en las epístolas de Pablo. Efesios 1:18; 4:1, 4 y 2ª
Timoteo 1:9 nos indicarán la vía por la cual es empleada por el Apóstol.
Fue Sir Robert Anderson quien dijo, que, aquellos que
traducen Filipenses 3:14 “el llamamiento de arriba”, significando una futura
“convocatoria en lo alto”, raramente completan la citación. Pablo no dice “el
premio del supremo llamamiento de Dios”, lo que dice es “el premio del supremo llamamiento de Dios que es EN CRISTO JESÚS”.
La resurrección de fuera segrega al creyente que ha obtenido el premio, pero no
es en sí esta resurrección o llamamiento supremo el premio por el cual el
apóstol estaba corriendo. Cuando al final él pudo decir “acabado”, entonces no
habla ya de manera genérica de un “premio”, sino en términos específicos de
“una corona”, la cual él asocia con “reinar juntamente” en el segundo capítulo
de la misma epístola (2ª Tim.2:12 y 4:8).
El Cuarto Paso
“La Meta ”
puesta delante de aquellos que vengan a ser “perfectos” (Filip.3:17-21)
La mayoría de los comentadores no ven dificultad alguna
en la traducción acepte de Filipenses 3:15: Así
que, todos los que seamos perfectos, o si es que tengan problemas, al menos
no los expresan. La mayoría aquí toma la palabra “perfectos” significando
“maduros”, en contraste con “niños” e inmaduros; y en otros contextos esto es
totalmente cierto (Hebreos 5:14). Pero, no en tanto, si volvemos a mirar
Filipenses 3:12, donde el apóstol dice de sí propio que “todavía no era
perfecto” o “maduro”, nos surge una dificultad en aceptar la traducción usual
del versículo 15. Si Pablo no era entonces “perfecto”, ¿quién entre los
Filipenses o sus lectores a través de los siglos podría esperar serlo? Además,
se refleja y recae en contra de la inteligencia del apóstol que diga, en el
versículo 12, que él no era “maduro”, y sin embargo en el versículo 15 continúe
su argumento con la palabra “por tanto” y asuma que, tanto él como otros fuesen
al mismo tiempo “maduros” o “perfectos”.
Es un axioma que no
requiere ninguna demostración para probar que una cosa no puede ser, y no ser,
una misma cosa al mismo tiempo. Conybeare Howson, queriendo darle sentido a la
dificultad dice “la traducción en la
A.V. de teteleiomai (vers.12)
y teleioi por la misma palabra, hace
conque Pablo parezca contradecirse a sí mismo”. Pero esto solo, sin embargo,
solo concilia y agrava la dificultad para el lector inglés. Macknight es el
único comentador que hemos consultado que le dé sentido a la dificultad. Él
traduce Filipenses 3:15: “Así que, por tanto, los que deseemos ser perfectos”. Hosoi oun teleioi no contiene verbo
alguno. El “ser” se suple en la
A.V. para que haga sentido. Si debemos suplirle un verbo,
¿por qué no guardar la unidad del argumento del apóstol? ¿Para qué hacer con
que se contradiga a sí mismo en el espacio de tres versículos? ¿Por qué
acusarle de usar un término en dos distintos significados sin el menor aviso a
los lectores? “Los que quieran ser” o quienes “deseen ser” “perfectos”, lo
aclara todo de manera correcta. Todos los que quieran imitar al apóstol en sus
deseos y anhelos, deben imitar su “mente”; deben ser “de un mismo sentir” y así
tan solo tenemos que regresar al comienzo del gran argumento en el capítulo 2,
para darnos cuenta que el apóstol está vuelto para la “mente que había en
Cristo Jesus”. El Texto Recibido dice así en el versículo 16:
Por tanto,
donde hayamos llegado, andemos por la misma regla, tengamos el mismo
pensamiento.
El empleo en la
A.V (o la
Reina Valera ) de la palabra “llegar” en Filipenses 3:11, 12 y
16 para representar tres distintas palabras griegas, ha robado a los lectores
ingleses de su significado para apreciar la transición de pensamiento en el
argumento del apóstol. Ya hemos dicho que en el versículo 12, la palabra
debería ser “obtenido” (“alcanzado” en la Reina Valera ”); y
ahora centramos nuestra atención al original del versículo 16, donde phthano es la palabra traducida
“llegado”. El Dr. Bullinger en su Léxico y Concordancia aquí dice: “phthano: venir o ir delante de otro, ser
anterior con, anteceder, venir primero”. Esta es la palabra que se encuentra en
1ª Tesal.4:15 y se traduce “preceder” que proviene del Latín provenio “venir antes”. La
identificación de esta palabra griega con “superación”, aunque se acerque y
asemeje al lenguaje del apóstol, hace con que sea insostenible la traducción
ofrecida por Lewin: “pero donde nos hayamos superado, andemos de la misma
forma”. Al mismo tiempo que sea propio y de la misma natura de una corrida que
los competidores se tengan que “superar” a otros, así pareciera que el premio
de la carrera puesta delante del creyente lo viniese a recibir el último en vez
del primero.
El Gran Ejemplo del capítulo 2, parece desde todos los
puntos de vista que abdica de las ventajas personales. Su humilde seguidor
Pablo, persigue el premio mientras que al mismo tiempo lo considera todo como
basura. ¿Quién alguna vez ganó una corrida, y “estimó los asuntos de los demás
de más importancia que los suyos propios” (Filip.2:3? En esta particular
competición no hay lugar para dejar de lado al hermano débil, sino antes bien
para perder lugares y el ritmo de la corrida para pararnos y darles descanso a
sus pies. El apóstol había exhortado a “dejar de lado todo peso” aunque al
mismo tiempo reveló que la ley de Cristo imponía a cada participante a “cargar
unos los pesos de los demás”. Este de alguna forma paradójico estado tan solo
puede obtenerse en el medio de la gracia. El himno expresa en cierta medida
esta cualidad cuando cantamos:
A través de la derrota
y debilidad,
Ganó la corona de
vida;
Puso a todos Sus
enemigos debajo de Sus pies
Siendo pisado Él
también.
Algunos Manuscritos omiten las palabras “por la misma
regla, pensemos una misma cosa”. Otros omiten la palabra “regla”; mientras que
otros omiten “pensemos una misma cosa”. Griesbach simplemente cancela todo el
pasaje, y muchos críticos toman por garantizado que la referencia a la “regla”
se ha sacado de Gálatas 6:16, lo cual no deja de ser una suposición de estos
mismos críticos. La “regla” kanon se
refiere a “la línea blanca por la cual se delimitaba la carrera en el estadio,
incluyendo todo el espacio entre el lugar de partida y la meta, y aquellos que
se saliesen de la línea vendrían a ser desclasificados por no competir
legítimamente. Los atletas, en el afán de superarse unos a otros, corrían serios riesgos de salirse de
este espacio” (Hammon, citando Julius
Pollux, 180 -238 d.C.). Aquila utiliza la palabra kanon en su versión Griega de Job 38:5. El pensamiento de Pablo en
Efesios es que el espíritu de sabiduría y revelación fue dado “en el
reconocimiento” de Cristo, por eso aquí en Filipenses el apóstol dice: “prosigo
hasta la meta” kata skopon dioko, “y
todos los que quieran ser perfectos” y obtener el premio, que también “piensen
esto mismo”. Hay otras cosas, tales como la observancia de un día por encima de
otros, o el comer o no comer ciertos alimentos, en las cuales habría muy
diferentes opiniones, pero siempre que todos compitiesen en el espíritu cierto,
Dios les revelaría estas cosas a los tales. Nosotros tenemos que “combatir
juntos” por la fe, pero no combatir los unos con los otros (Filip.1:27; 2:3).
El apóstol, por su exhortación, había llamado la atención
de los creyentes sobre el ejemplo tanto del Señor como el suyo propio, y ahora les
resalta la necesidad de observar estos ejemplos tanto de manera positiva: Sed imitadores de mí, como negativa: y mirad a los que así se conducen según el
ejemplo que tenéis en nosotros (Filip.3:17). Las palabras de los versículos
18 y 19 son un paréntesis, y todo el pasaje podría construirse de la siguiente
manera:
Ejemplos
A 17. Positivo. Ser
imitadores de mí…nosotros por ejemplo
B 17 Negativo. Mirad a los que así se conducen.
B 18, 19.
Negativo. Su fin – perdición.
A 20, 21. Positivo. Nuestra ciudadanía se halla en
el cielo…seremos transformados
El apóstol enumera
cinco cosas cuando habla de aquellos cuyos ejemplos deben ser evitados.
(1) Son enemigos de la cruz de Cristo
(vea Hebr.6:6; 10:29).
(2) Su fin era la perdición (Hebr.10:39).
(3) Su dios es su propio vientre (como
Esaú, Hebr.10:39).
(4) Su gloria es su vergüenza.
(5) Sus pensamientos son terrenales.
Es imposible creer que una iglesia tan alta en su
estándar espiritual como la de los Filipenses precisase un solemne aviso a no
seguir los pasos de una multitud mundana, sin embargo y a primera vista una tal
lista como la que se ofrece encima no parece posible de ser aplicada a un
creyente.
Examinemos esta lista un poco más de cerca, y vamos
a comenzar con la última numerada: “Que solo piensan en lo terrenal”. Es fácil
ver después de un breve momento de reflexión que una persona no salva del mundo
no tenga opción, pues no puede pensar en otra cosa que no sea mundano.
Filip.3:15-19
es una sección completa por sí sola, y la palabra phroneo “pensamiento” o “mente”
aparece en ella como sigue:
A 3:15. Así que todos los que quieran ser perfectos
(queriendo alcanzar el premio, vers.13) esto mismo sintamos (o pensemos).
B 3:5 Y si otra
cosa (heteros) sentís.
A 3:16. En aquello que hemos llegado…una misma regla…sintamos una misma cosa.
B 3:19. Que solo
piensan en lo terrenal (ta epigeia).
Así podemos ver que, aquellos cuyos pensamientos son
terrenales, se hallan en correspondencia con los que piensan de distinta manera
que el apóstol en su fijación por alcanzar el premio. Las “cosas terrenales”
por tanto no necesariamente significan cosas positivamente pecaminosas, sino
cosas que se introduzcan entre el atleta que compite en la carrera y su meta:
“Todo peso” tal como Hebreos 12 sugiere. “Las cosas terrenales” son en el
original ta epigeia (Filip.3:19).
“Las cosas en la tierra” son ta epi tes
ges (Colos.3:2). Se habla de las “cosas terrenales” en Juan 3:12, Santiago
3:15, 1ª Cor.15:40, 2ª Cor.5:1 y en Filip.2:10 y 3:19. En cada uno de los
casos, las “cosas terrenales” son contrastadas con las “celestiales”, “de lo
alto”, “del cielo”. Todos los que hayan venido a persuadirse de que la “tierra”
y no el “cielo” sea la esfera de bendición para cada uno de los redimidos
deberían tener en cuenta este aviso: “Nuestra ciudadanía está (huparchei) en los cielos”.
Así que aquellos, por tanto, que piensen cosas
terrenales, son los que no actúan en conformidad con su ciudadanía celestial
(Filip.3:20) y cuyo ejemplo y enseñanza les “privará” de su recompensa. Esto
debe ser repudiado por todos los que procuren el premio del supremo
llamamiento.
El ejemplo de Abraham, tal como se expone en Hebreos
11:8-16, que deseaba un mejor país, “que es celestial”, puede aquí ser añadido
al del apóstol. Si la última de la lista de las cinco cosas a ser abolidas
pueden describir a los que son creyentes, volvamos al principio de la lista
para ponderar las terribles palabras, “los enemigos de la cruz de Cristo”.
Santiago declara que la amistad con el mundo hace con que la persona sea
“enemiga de Dios” (Sant.4:4), pero ¿podremos negar que esa amistad sea posible
para un hijo de Dios? Una persona puede venir a ser considerada enemiga de otra
por hablarle una verdad difícil de aceptar (Gál.4:16), y la enemistad puede ser
exhibida y mantenida por una pared
intermedia de separación (Efesios 2:15). Un creyente puede, por tanto,
adoptar la misma actitud haciéndose un enemigo de la verdad por la cual la cruz
de Cristo permanece firme.
Para muchos, la cruz de Cristo es vista solamente en una
luz evangélica, el testimonio central para los pecadores no salvos. Para
aquellos que no ven más allá que este aspecto de la cruz, los referidos en
Filipenses 3:18 no pueden ser creyentes. Para aquellos que hayan examinado el
lugar que la cruz ocupa en el testimonio de Pablo y hayan visto su mensaje
esencial para el creyente que ya sea salvo, el aviso de estos versículos no le
causará problema alguno. Ya hemos demostrado las muchas vías en las cuales la
epístola a los Hebreos corre en paralelo con la de Filipenses, y la única
referencia a la cruz en aquella epístola se halla en Hebreos 12:2, en directa
conexión con la competición en “la corrida que tenemos delante”. Esta es la
última referencia a la cruz en el Nuevo Testamento, las más tempranas
referencia (Mat.10:38; 16:24) que refieren a la cruz, también hablan de la
disciplina y la futura recompensa. Pablo emplea la doctrina de la cruz para
considerar la sabiduría mundana de los creyentes Corintios (1ª Cor.1:17, 18;
2:2), y enseña a los creyentes Gálatas que por la cruz el mundo y sus deseos
son condenados (Gál.5:11; 6:12, 14), y que la emancipación del creyente,
juntamente con la completa reconciliación del Cuerpo Único, se cumple por la
cruz de Cristo (Efesios 2:16; Colos.1:20; 2:14).
Aquellos que “sienten otra cosa” y cuya asociación con el
mundo y la carne corre en oposición a la “mismo sentir” que caracteriza el
testimonio del apóstol, tienen que ser, aunque sean creyentes, “enemigos” de
todo lo que la cruz de Cristo representa, y por eso llegan a ser los ejemplos
que los Filipenses debían evitar.
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