SALVACIÓN
SALVACIÓN
Su Necesidad Su Provisión Su Objetivo
El tema
que tenemos delante de nosotros es elemental, básico e indispensable. Toda
disputa concerniente a asuntos teológicos es un desperdicio de tiempo, si el
hombre, después de una breve y atribulada existencia durante unos pocos y
fugaces años, desciende a la muerte y acaba en el polvo. Si no hay liberación
del pecado y sus terribles consecuencias, entonces todo es vanidad. Precisar de
salvación implica que la persona esté “perdida”. Precisar de ser librado
implica que la persona se halla en esclavitud o en peligro. Descubrir que
“ningún hombre puede redimir” ni a sí propio ni a su hermano, hace con que la
pregunta “¿Qué debo hacer para ser salvo?” sea la pregunta más imperativa que
el hombre mortal pueda proferir.
Israel, el
pueblo escogido de Dios, se representa como siendo “la oveja perdida”
(Mat.10:6) y Cristo dijo de Sí Mismo y de Su misión:
“El Hijo
del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10).
Los
Gentiles también se hallan en la misma categoría:
“Si
nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está
encubierto” (2ª Cor.4:3).
El mundo
está considerado como “perdido”, pues la palabra “pérdida” en Juan 3:16 es la
misma en el original. Por otro lado, aquellos que creen y son salvos, “nunca
perecerán” (Juan 10:28). Esto es salvación elemental. El propósito de este
estudio es rellenar en alguna medida sus necesarios detalles y vivificar el
tema.
LA SALVACIÓN IMPLICA UN SALVADOR
Ocho día
después de que un Niño llamado Jesús naciese en Belén hace unos 2000 años
atrás, un anciano llamado Simeón, el cual aguardaba por la consolación de
Israel, fue al templo en Jerusalén bajo la influencia del Espíritu Santo en el
instante cuando este Niño era traído “para hacer con él según la costumbre de
la ley”, y tomándole en sus brazos, bendijo a Dios y dijo:
“Ahora,
Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a Tu Palabra; porque han visto mis
ojos Tu salvación” (Lucas 2:25-30).
Salvación
es un término abstracto, sin embargo aquí tenemos el nombre dado a un niño de
ocho días de edad, una Persona, un Salvador.
Lucas
1:26-35 revela el mensaje del ángel a María, y dice concerniente al Niño que
estaba para nacer,
“…y llamarás Su nombre Jesús”. Leyendo Lucas 1:26-35 junto con Mateo 1:18-23 aprendemos que este Niño Jesús fue concebido milagrosamente, siendo que su madre aún era virgen, y que este nacimiento virginal cumplía una promesa pronunciada años antes por Isaías (7:14) y anticipada en Génesis 3:15. El propósito de esta milagrosa intervención debemos considerarlo posteriormente; aquí tan solo estamos reuniendo algunos hechos importantes relativos a la salvación.
“…y llamarás Su nombre Jesús”. Leyendo Lucas 1:26-35 junto con Mateo 1:18-23 aprendemos que este Niño Jesús fue concebido milagrosamente, siendo que su madre aún era virgen, y que este nacimiento virginal cumplía una promesa pronunciada años antes por Isaías (7:14) y anticipada en Génesis 3:15. El propósito de esta milagrosa intervención debemos considerarlo posteriormente; aquí tan solo estamos reuniendo algunos hechos importantes relativos a la salvación.
En Mateo
1:21 se nos dice que este Niño fue llamado “Jesús”:
“Porque Él
salvará a Su pueblo de sus pecados”.
En adición
se le da también un segundo nombre, “Emmanuel”, que al interpretarlo significa:
“Dios con nosotros” (Mat.1:23). Antes hemos referido Isaías 9:6 y 7:14, donde
leemos:
“Porque un niño
nos es nacido,
Hijo nos es dado…
Y se llamará Su nombre…
Dios
fuerte.
“Emmanuel (es decir, Dios con nosotros)”
Con estos extraordinarios pasajes expuestos, es evidente
que la salvación requiere algo más que fuerza. Tiene que tener envuelta la
legalidad y el derecho. En el nacimiento de este Niño, lo que vemos es el
inexplicable don de Dios, Su propio sacrificio de amor, y al mismo tiempo un
reconocimiento del clamor de justicia que no puede borrarse ni dejar de lado.
La legalidad por derecho, y no la fuerza, es lo triunfante. A Dios se le
representa como “Un Dios justo y un Salvador” (Isaías 45:21). El plan del
Evangelio se halla así compuesto para que: “Él sea el justo, y el que justifica
(Justificador) al que es de la fe de
Jesús” (Rom.3:24-28).
Antes de embarcar en el gran tema de la Persona del
Salvador, hagamos una pausa para considerar algunas de las vías en las cuales
se habla de la Salvación en relación al pecado y sus consecuencias. La
Salvación de; para, y por:
La Salvación libra ‘de los pecados’ (Mat.1:21).
La Salvación libra ‘de la ira’ (Rom.5:9).
La Salvación es ‘por gracia’ (Efesios 2:5).
La Salvación es ‘por fe’
(Efesios 2:8).
La Salvación es ‘por esperanza’ (Rom.8:24).
La Salvación es ‘a perpetuidad’ (Heb.7:25).
Las Escrituras nos hacen sabios “para la salvación” (2ª Tim.3:15).
“Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor será
salvo” (Rom.10:13).
No hay salvación en otro nombre.
“Y en ningún otro hay salvación: porque no hay otro
nombre bajo el cielo dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos
4:12).
No hay mucho provecho en que sigamos multiplicando
referencias; las que hemos ya citado dejan ver claramente que la Salvación proviene de Dios, se media a través de Cristo, se da a
conocer a través de las Escrituras, se recibe
por fe, y es un acto enteramente de gracia inmerecida por aquel que la reciba.
EL EVANGELIO Y SU CONEXIÓN CON EL
SACRIFICIO
“Ninguno de ellos podrá de manera alguna redimir al
hermano, ni dar a Dios su rescate” (Salmo 49:7).
“Porque de tal
manera amó Dios al mundo” (Juan 3:16).
Tal vez el texto más repetido en toda la Biblia sea Juan
3:16. Tenemos además que prestar atención a la importancia del empleo de las
partículas lógicas. Juan 3:16 comienza con la palabra “Porque”, que lo asocia
con los versículos 14 y 15, y nos recuerda el símbolo de la serpiente de
bronce, levantada en el desierto. No
hay sombra de duda de que el propio Salvador está citando esta referencia de
vuelta a Moisés y a la serpiente, pues cada una de las ocurrencias en Juan de
la palabra “levantar” se refiere a la muerte de Cristo. Vamos a verlas una por
una:
El Tipo: “Como Moisés levantó…así el Hijo del Hombre”
(Juan 3:14).
El Hecho: “Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre”
(juan 8:28).
El Propósito: “Si Yo fuere levantado de la tierra” (Juan
12:12).
“Dando a entender de qué muerte iba a morir” (Juan 12:33).
La Cuestión: “¿Qué es necesario que el Hijo del Hombre
sea levantado?”
¿Quién es este Hijo del Hombre?” (Juan 12:34).
DE TAL MANERA AMÓ
El segundo aspecto de importancia en Juan 3:16 es la
verdadera importancia de las palabras “de tal manera”: “de tal manera amó Dios al mundo”. Aquí damos agunas de las maneras
en las cuales se emplea esta expresión:
“Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo” (Juan 4:6).
Cuando Juan escribió su primera epístola, reforzó esta
misma idea empleando unas palabras ligeramente diferentes:
“En esto”.
“En esto se
mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios entregó a Su Hijo
unigénito al mundo, para que vivamos por Él” (1ª Juan 4:9).
“En esto
consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos
amó a nosotros, y envió a Su Hijo en
propiciación por nuestros pecados” (1ª Juan 4:10).
“En esto hemos
conocido el amor, en que Él puso Su vida por nosotros” (1ª Juan 3:16).
Es un requisito básico, y la salvación depende sobre el
hecho de que:
“De tal
manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, sino tenga vida
eterna”.
Los requisitos están muy claros. Sin embargo hay algunos
que discuten las bases del sacrificio de salvación instituidas por las
Escrituras, y cuestionan algo similar a lo siguiente:
“¿Alguien podría creerse que un Padre amoroso demandaría
un sacrificio de sangre antes que pudiese perdonar a Sus queridos hijitos?”.
Este es un apelo a las emociones y sentimientos, y está
basado sobre una idea equivocada. Dios es el Creador de todos los hombres, sin embargo es tan solo Padre de aquellos que son contados
entre Sus hijos en la familia de la fe (Juan 1:12). Nuestro Salvador mismo en
Su día habló diciendo que algunos eran hijos del Diablo (Juan 8:44), y Pablo
nos dice que antes de ser salvos, nosotros, que ahora nos regocijamos en el
supremo llamamiento, “éramos hijos de ira, al igual que los demás” (Efesios
2:3). Además, es una perversión de la verdad decir simplemente que Dios
“demandó” un sacrificio de sangre. El hecho sobrecogedor es que el Dios que lo
demandó, es el Dios Quien suplió el tal
sacrificio también.
“El Padre envió al Hijo para ser el Salvador del mundo”
(1ª Juan 4:14).
“Aquel que no escatimó ni a Su propio Hijo, sino que lo
entregó por todos nosotros” (Rom.8:32).
Resulta fatal que inventemos atributos a Dios
provenientes de nuestros propios motivos y vidas. Aparte de lo revelado,
podemos convencernos de lo que “Dios sea”, pero no tenemos otro medio de añadir
a estas dos palabras “Dios es…”. Tan solo las Escrituras pueden hacerlo:
“Dios es Luz”. “Dios es Amor”. Dios es Espíritu”. “Dios
es fuego consumidor”. “Dios es justo”. “Dios es santo”. “Dios es misericordioso”.
“Terrible cosa es caer en las manos del Dios viviente”. “Dios no puede mentir”.
“Dios no puede negarse a Sí Mismo”. “Dios no puede soportar la iniquidad”.
Leemos tanto de la ira de Dios como del amor de Dios. El
mismo Dios que es amor es además un “fuego consumidor” (Hebr.12:29). Redención,
Rescate y Expiación son necesarios puesto que Dios tiene que ser tanto justo
como al mismo tiempo “Un Dios Justo y
un Salvador” (Isaías 45:21); y Romanos 3:23-26 deja claramente ver que no
solamente debe el salvo ser “justificado” sino que ¡también debe serlo Dios!
“Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la
gloria de Dios, siendo justificados
gratuitamente por Su gracia mediante la redención que es en Cristo Jesús, a
Quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en Su sangre, para
manifestar Su justicia, a causa de haber pasado por alto en Su paciencia los
pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo Su justicia, a fin de que Él sea el justo, y el que justifica
al que es de la fe de Jesús.” (Rom.3:23-26).
Bien podremos observar que Romanos 3:23-26 es crucial, y
una vez que lo hemos leído y ha sido escrito, no podemos seguir adelante sin
una cuidadosa apreciación.
EL TESTIMONIO DE ROMANOS 3:23 A 26
Romanos 3:23-26 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, (24) siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, (25) a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, (26) con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.
Antes de observar y examinar atentamente y en detalle estos versículos, será provechoso que veamos los siguientes aspectos de la enseñanza del apóstol en Romanos de 1 a 5.
Antes de observar y examinar atentamente y en detalle estos versículos, será provechoso que veamos los siguientes aspectos de la enseñanza del apóstol en Romanos de 1 a 5.
1.
La
justicia revelada. Poder para salvación (Rom.1:17, 16)
2.
Justicia
requerida. Todos culpables. (Rom.1:19 a 3:20)
3.
Justicia
por medio de la Redención. Enviado (3:21-28)
4.
Justicia
por Reconocimiento. Contados por. (Rom.41-25)
5.
Justicia y
Reconciliación. Paz. Acceso (Rom.5:1-11)
Romanos 3:22 retoma la línea de Romanos 1:16, 17 después
de haber “probado que tanto los Judíos como los Gentiles están bajo pecado”
(Rom.3:9). Los versículos veintidós a veintiséis están ocupados con la idea de
la justicia de Dios; en primer lugar, la
justicia que se imputa y que es por la fe de Jesucristo, y en segundo lugar, la
justicia que no puede ser puesta en causa o llamada en cuestión. Él tiene que
ser al mismo tiempo Aquel que justifica, y esto no se basa sobre acto alguno o
promesa hecha por el pecador, sino que se basa exclusivamente sobre la
“Redención que es en Cristo Jesús” (Rom.1:24).
NO HAY DIFERENCIA
Si bien la Escritura mantiene en muchos pasajes la
diferencia que existe entre el Judío y el Gentil, “no hay diferencia” en cuanto
al pecado concierne, y “no hay diferencia” en cuanto a la salvación dice
respecto (Rom.3:22; 10:12). No hay diferencia por cuanto todos pecaron (en el
pasado) y están destituidos de la gloria de Dios (en el presente).
PECARON Y ESTÁN DESTITUIDOS
La palabra hebrea para pecado es chata, y su significado primitivo podemos verlo en Jueces 20:16,
donde se habla de los hombres de Benjamín que “tiraban una piedra con la honda
a un cabello, y no erraban”.
Apreciaremos mejor la definición si quitando nuestros preconceptos damos lugar
al símbolo de justicia en el Antiguo Testamento. No es ni más ni menos que “mil
gramos para el quilo” (“dieciséis onzas para la libra” en el original).
¿Cuántos dardos acusativos no se han lanzado hacia la “primitiva salvajería
sangrienta” en la ley de “ojo por ojo, y diente por diente”? Sin embargo,
¿podrá alguno reprender a la madre de familia que, en la carnicería o el
supermercado, insista en los “mil gramos por el Kilo”? ¿Podría alguien
acusarla de estar perpetuando un “credo salvaje y sanguinario”? Esta similitud
no ha salido de mi imaginación, puesto que el símbolo de justicia en el Antiguo
Testamento es una Balanza de peso o una Plomada de medida. El propio
Shakespeare a través de los labios de Portia nos recuerda que “En lo que al curso
de la justicia respecta, ninguno de nosotros debería merecer salvación”. Si
todos nosotros estamos “destituidos”, ¿Qué puede venir a seguir? – o bien Dios
rebaja Su estándar y acepta de vuelta el dividendo, o entonces, mantiene su
inmaculada justicia, Él Mismo provee el Sacrificio que honre la ley, y le
permite a Dios que sea el justo y al mismo tiempo Quien justifica al impío.
Visto que sea Dios Quien demanda y Dios Quien suple el “sacrificio de sangre”,
será causa de ciega blasfemia recriminarle Su inexplicable don a la cara y
acusarle de falta de amor.
DESTITUIDOS DE LA GLORIA DE DIOS
¿Qué significa estar destituidos de “la gloria” de Dios?
Gloria en castellano al igual que la latina Gloria
incluye fama, esplendor, y magnificencia, pero ninguno de estos términos se
acopla bien a Romanos 3:23. Viendo cada referencia a la palabra “gloria”, que
se traduce de la griega doxa, vemos
que acompaña la idea subyacente de examen,
prueba, especialmente la examinación de un metal: de ahí que el verbo dokimazo, se traduzca examinar o probar, tal como en:
“La prueba de vuestra fe…más preciosa que
el oro…la cual es probada con
fuego…sea hallada para…gloria” (1ª Pedro 1:7).
Tanto si somos como el Fariseo, que se gloriaba de sus
buenos actos, o como Pablo y decir “EN CUANTO A LA JUSTICIA DE LA
LEY…IRREPRENSIBLE”, o tanto da si somos “el más grande de los pecadores”; es
todo una cuestión de grado o nivel,
pues todos llegamos a quedarnos
cortos y a estar “destituidos”. Nuestra única esperanza se halla en Él, no
teniendo nuestra propia justicia, que es por la ley, sino la que es a través de
la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe.
Tratar de resolver ahora el gran misterio de la Piedad,
“Dios manifiesto en la carne”, supondría ir más allá de todas nuestras capacidades,
y además no es ese el objetivo que tenemos en mente con este estudio, el cual
sería más bien dirigirnos a quienes estén procurando la salvación y no estén
todavía seguros, o aquellos que sepan ya que han pasado de la muerte a la vida,
y precisen ahora de edificar su propia fe. Así que pasaremos por alto el
“misterio de la Piedad” y consideraremos tan solo algunas de sus implicaciones.
EL ÚNICO MEDIADOR
El libro de Job tal vez sea el libro más antiguo del
mundo, y aunque sea difícil de seguir, tiene uno o dos pasajes ilustrativos con
los cuales podremos iniciar nuestra investigación:
“Porque no es hombre como yo, para que yo le responda, y
vengamos juntamente a juicio. No hay entre nosotros árbitro que ponga su mano
entre nosotros dos” (Job 9:32, 33).
Aquí tenemos a Job clamando por “el Árbitro entre Dios y
los hombres, el Hombre Cristo Jesús” (1ª Tim.2:5). Algo del significado de este
“Árbitro” podemos ver en la referencia de Isaías 1:18, “Venid luego, dice Jehová,
y estemos a cuentas”, o en la intervención de Eliú cuando dice:
“Respóndeme si puedes: Ordena tus palabras, ponte en pie.
Heme aquí EN LUGAR DE DIOS, conforme a tu dicho. De barro fui yo también
formado” (Job 33:5, 6).
Si tuviere cerca de él algún elocuente mediador muy escogido, que anuncie al hombre su deber,
que le diga que Dios tuvo de él misericordia, que lo libró de descender al
sepulcro, que halló redención” (Job 33:23, 24).
“Un mediador” o
“mensajero”. Esta palabra (Hebr. Malak)
significa:
(1)
Un
embajador. (2) Un ángel. (3) Un mensajero.
En el Nuevo
Testamento la palabra mensajero es angelos,
el Evangelio es un “buen mensaje”, predicar es evangelizar, y al predicador se denomina un evangelista. Este es el mensaje y el mensajero que habla con Job.
“Un intérprete”. Esta palabra (Hebr. Luts) coloca a quien precise de un intérprete en una posición
individual, o como dice Pablo:
“En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados…ajenos…sin esperanza…lejos” (Efesios 2:12, 13).
El primer cometido de este mensajero o intérprete es:
“Mostrarle al hombre Su suprema justicia”; esto es lo que sucede en Job 42:5,
6:
“Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y
ceniza”.
Observemos las implicaciones de estos dos pasajes. Job es
descrito en el capítulo uno como alguien siendo “perfecto y recto”. Era tan
proverbialmente “recto” que Ezequiel 14:14 declara:
“Si estuvieren en medio de ella estos tres varones: Noé,
Daniel y Job, ellos por su justicia librarían únicamente sus propias vidas,
dice Jehová el Señor”.
Una cosa es tener la rectitud o justicia que libra a
alguno del “hambre” y la “peste” (Ezequiel 14:13, 19), pero otra y muy distinta
es poseer una justicia que resista el escrutinio del Dios Viviente y provea una
perfecta aceptación en Su Presencia. Tenemos un paralelo provisto en Filipenses
tres. Cuando es una cuestión de comparación entre Pablo y los otros hombres
para gloriarse en la carne, el apóstol pudo decir: “Yo más todavía”, puesto que
“en lo referente a la justicia que es por la ley” bien pudo escribir que él era
“irreprensible”. Esto va más allá
que la común disculpa que repetidamente se confiesa: “Yo soy tan buena persona
como mi vecino”. Sin embargo, este mismo irreprensible Pablo, tal como Job
antes de él, continúa diciendo:
“Estimo todas las cosas como pérdida…por basura…y ser
hallado en Él, no teniendo mi propia justicia,
que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de
Dios por la fe” (Filip.3:8, 9).
Ahora debemos seguir en frente y considerar algunos de
los resultados de esta salvación que Dios ha provisto. La Salvación incluye (1)
El perdón de los pecados. (2) Una justicia que permanezca válida delante de
Dios. (3) El don de la vida eterna. (4) La esperanza de inmortalidad en la
resurrección. Se recibe por fe y se manifiesta por un cambio de vida. Estas son
algunas de las consecuencias de ser salvos. Consideremos ahora el testimonio de
las Escrituras con estos puntos en mente. “Escudriñemos”, para ver si estas
cosas son “así”.
EL PERDÓN DE LOS PECADOS
Probablemente este punto no sería lo primero que Dios
tuviese en cuenta, sin embargo, su peso ocupa en larga medida la conciencia
avivada del pecador a la hora de procurar su salvación. Pagar la multa es el mismo término derivado de distintos lenguajes.
La idea que conlleva esta expresión castellana es alguna pena que pueda ser demandada por la justicia pagar, por eso el
Salvador pudo decir – anda y haz lo que
debes: “pues Yo te pagué a ti todo lo que tú debías” (Mat.18:32).
Antes de seguir adelante con este estudio, vamos a
intentar desvendar una objeción habitual que surge con facilidad en la mente de
algunos individuos. Si es cierto que el “Perdón” signifique realmente “Perdón”;
¿a qué se debe toda esta procura? Algunos actúan así cuando firman ciertos
documentos, contratos, actos de acuerdo, y al fin y al cabo vienen muy tarde a
descubrir, posteriormente, cuán sabio sea comprender los términos de cualquier
asunto, especialmente cuando se trata de algo tan vital como sea la salvación
del pecado y de la muerte.
Nuestra primera observación, la cual se hace patente en
el momento que la hacemos, es, que si bien estemos agradecidos porque la
Palabra de Dios sea accesible en el lenguaje en el cual nacimos, fue sin
embargo otorgada originalmente en Hebreo y Griego; y que si bien sea cierto que
nadie se salve debido a sus habilidades lingüísticas, no en tanto sería una
necedad que ignorásemos la oportunidad para considerar cuáles fueron las palabras que fueron “dadas por inspiración de
Dios”. Esto esperamos hacer en la medida que nos sea posible y evitando a toda
costa los tecnicismos, sino exhibiendo el lenguaje de inspiración para que “El
hombre forastero, aunque sea necio, no tenga que errar”.
El Perdón traduce tres palabras hebreas, y son kaphar, nasa y salach, y tres palabras griegas: charizomai, aphiemi, y apoluo.
Veamos si podemos hacer más comprensible estas palabras.
Primero las hebreas.
Kaphar, significa primariamente “cubrir”. Cubrir por encima,
como un “tejado” (Gén.6:14), como una protección contra el Diluvio. Esta
palabra se emplea para “hacer una expiación” (Lev.5:18). Tenemos que ser muy
cuidadosos a la hora de distinguir entre “cubrir por cancelamiento” y “cubrir
por conciliación”. Esto lo veremos
actualmente.
Nasa significa primariamente “cargar o llevar”. Esta palabra
se emplea en Isaías 53:12: “Habiendo Él llevado
el pecado de muchos”. En el pensamiento de Dios llevar el pecado significa
el perdón del pecado, de ahí que esta palabra se traduzca “perdonaste” en el
Salmo 32:5. Este hecho bendito provoca algunas dificultades de traducción. Por
ejemplo Caín dice:
“Grande es mi pecado para ser soportado”
“Mi
iniquidad es más grande de lo que yo
pueda perdonar” Tal como la A.V. pone
al margen.
El reverso de la iniquidad es el castigo, y el reverso
del pecado cargado es el perdón del pecado.
Salach. El significado primario de esta palabra es “pasar por
alto”, “no tener en cuenta”, “remitir”, de ahí “perdonar” (Salmo 103:3).
Salmos 103:3 El es quien perdona todas tus iniquidades,
El que sana todas tus dolencias;
Esta
es la palabra que se traduce “enviará” en Levítico 16:22 donde el macho cabrío
carga consigo las iniquidades del pueblo
y se las “lleva”.
Levítico 16:22 Y aquel macho cabrío llevará sobre sí todas las iniquidades de ellos a tierra inhabitada; y dejará ir el macho cabrío por el desierto.
No tenemos intención aquí de hacer una exhibición
extensiva del empleo de estas palabras; nuestro propósito es más sencillo, y
suficiente hemos exhibido ya para demostrar que el “perdón” en el Antiguo
Testamento se basa sobra la expiación; es el pecado que tenía que ser cargado,
y consecuentemente remitido.
Ahora tenemos que considerar las tres palabras griegas.
Charizomai.
Charis significa gracia derramada sin mérito
alguno, tal como puede verse en Romanos 11:6:
“Si por gracia, entonces ya no es por obras, de otra
manera no sería gracia”
Charizomai
se traduce “perdonó” en Lucas 7:42, “entregó” en Romanos
8:32 y “perdonándonos” en Efesios 4:32. Sin embargo se diferencia de aphiemi, que no tan solo significa
perdonar, sino además “dejar libre”, y al igual que las referencias en el
Antiguo Testamento, cuyos tipos ya hemos considerado, se basa sobre haber
“nacido en pecado”, puesto que “sin derramamiento de sangre no hay remisión”
(Heb.9:22). Aphesis es la palabra
empleada en la versión griega del Antiguo Testamento para el “Jubileo”, el año
de la “liberación de las deudas” (Deut.31:10).
Apoluo “desatar o librar
de” tan solo se traduce perdonar dos veces, esto es, en Lucas 6:37, pero sus
demás traducciones “dejar en libertad”, “librar”, dejar pasar”, “pasar por
alto” son muy sugestivas. El perdón del pecador no meramente supone “librar2
como si de un acto bondadoso se tratase, tiene consigo algo más profundo
envuelto. De un padre amoroso (acordándose de sus propias limitaciones) podría
esperarse una actitud de “pasar por alto” algún acto menos afortunado del hijo
con un “Mira, no vuelvas a repetirlo de nuevo”, sin embargo Dios debe ser justo al mismo tiempo que sea Quien justifique al impío. El pecado como
pecado tiene que ser tratado rectamente, aun si el amor que se halla por encima
de nuestra comprensión llega a recorrer todo el camino hasta el Calvario
haciendo posible el tal perdón, permanente y sin precio. Esto nos lleva al
segundo encabezado.
LA SALVACIÓN CONLLEVA UN ESTÁNDAR DE
JUSTICIA
El perdón tiene un aspecto negativo, y se exhibe en
símbolo:
“Quitadle esas vestiduras viles” (Zac.3:4).
Aquí vemos que la iniquidad es quitada del pecador
perdonado.
“Yo le revestiré de ropas mudadas”
Aquí al pecador se reviste de salvación y la vestidura de
justicia, y todo esto a la vista de Satán, el acusador. Así sucede además en
Rom.8:31-34.
“Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?, Aquel
que no escatimó a Su propio Hijo sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo
nos dará también con Él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de
Dios? Es Dios Quien justifica. ¿quién los condenará? Es Cristo Quien murió,
Quien volvió a resucitar, Quien está sentado a la diestra de Dios, Quien también
intercede por nosotros.”
Aquellos que son justificados por fe tienen acceso por la
fe en esta gracia en la cual “permanecen” (Rom.5:1, 2). “Ninguna condenación”,
“ninguna separación” (Rom.8:1, 35). Este es el aspecto positivo de la
salvación. Perdón – negativo, justificación – positivo. El pecado es “quitado”,
la justicia “imputada”. Esta transacción es tan maravillosa que, aunque nuestro
espacio sea muy limitado, tenemos que concederle lo suficiente para considerar
este término “imputado”. Si vamos a Romanos cuatro veremos cómo se emplea en
sus dos formas:
(1)
Imputar, logizomai. (2) Imputar con el fin de logizomai eis.
Esta palabra se traduce “contado” en el vers.3, 4, 5, 9 y
10 (“reconocido” en algunas de las Versiones inglesas), “atribuido” en el 6,
“no inculpado” en el 8 y “contada” en el 11, 22, 23, 24. Tenemos que estar
seguros que discernimos el pasaje donde logizomai
eis se emplea:
“Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia” (rom4:3).
1Al que no obra, sino que cree en Aquel que justifica al
impío, su fe le es contada por justicia (Rom.4:5).
“La fe le fue contada
(o reconocida) a Abram por justicia” (Rom.4:9).
El pecado es un hecho. El pecado no se cuenta o reconoce
“para” nada. Tan solo se “reconoce” o “imputa”, pero la justicia no es algo
proveniente de nuestra propia hechura, es nuestra fe en la obra acabada de
Cristo la que se “cuenta” por justicia. Ahora bien, todo esto hubiese sido
imposible aparte del hecho bendito contenido en otra referencia. El Señor Jesús
dijo:
“Os digo que es necesario que se cumpla todavía en Mí lo
que está escrito: y fue contado con los inicuos” (Lucas 22:37)
Esta es una cita de Isaías 53:
“Justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos…y fue (el Justo)
contado con los pecadores, habiendo Él llevado el pecado de muchos” (Isaías
53:11, 12).
Si Dios pudo actuar así para con Su amado y único Hijo en
nuestro respaldo, entonces podrá hacerlo en gracia y amor para con nosotros que
somos indignos.
“Porque también Cristo padeció una sola vez por los
pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1ª Pedro 3:18)
“AL QUE NO CONOCIÓ PECADO, POR NOSOTROS LO HIZO PECADO,
PARA QUE NOSOTROS FUESEMOS HECHOS JUSTICIA DE DIOS EN ÉL” (2ª Cor.5:21).
Una vez más, debemos estar satisfechos con esta pobre
presentación hacia un grandioso tema. Ojalá que cada lector sea capaz de ver
por sí mismo su necesidad, la gratuita provisión de Dios, la justificación de
Dios así como la del hombre, y todo lo que a través de Aquel Quien fue:
“Herido por nuestras rebeliones…molido por nuestros
pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre Él; y por Su llaga fuimos nosotros
curados” (Isaías 53:5).
EL DON DE LA VIDA ETERNA
“La paga del pecado es la muerte, pero el don de Dios es
vida eterna a través de Cristo Jesús nuestro Señor” (Rom.6:23).
Tal vez el más amado y frecuentemente citado texto que
trata con este don de la vida eterna sea Juan 3:16, el cual ya vimos anteriormente.
La vida eterna se equipara con la inmortalidad y abarca el honor y la gloria en
Rom.2:7 y 5:21:
“A los que…procuran Gloria, y honor e inmortalidad, “Dios
proveerá) vida eterna”.
“Porque así como el pecado reinó para muerte, así también
la gracia reine a través de la justicia para vida eterna por Jesucristo nuestro
Señor”.
Aquí, el apóstol resume su enseñanza concerniente al
primer y al último Adán (Rom.5:12-21). El pecado se gana su salario, pero la
vida eterna es el don gratuito de Dios (Rom.6:23). ¿Cómo se introduce y se
recibe esta vida eterna?
“De cierto, de cierto te digo:
1.
El que oye
Mi Palabra, y
2.
Cree al
que me envió,
3.
Tiene vida
eterna, y
4.
No vendrá
a condenación; mas
5.
Ha pasado
de muerte a vida.
Esta vida se halla escondida con Cristo en Dios, y aunque
el hombre exterior perezca, el interior no obstante se renueva de día en día, y
cuando Cristo Quien es nuestra vida se manifieste, entonces nosotros también
seremos manifiestos con Él en gloria (vea 2ª Cor.4:16; Colos.3:1-4). Esto nos
lleva a nuestro cuarto encabezado:
LA ESPERANZA DE VIDA E INMORTALIDAD
“La primera mentira que la Biblia registra se halla en
las palabras del Diablo en Génesis 3:4: Ciertamente
no moriréis, y este concepto inicial, exhibido a los ojos de nuestros
primeros padres, permea la Filosofía, el Paganismo, la Teosofía, el
Espiritismo, el actual Protestantismo y al Papado”
Ahora estamos escribiendo este estudio actual cincuenta años
después, en cuyo transcurso de tiempo hemos seguido siempre el estudio de las
Escrituras, sin embargo, no vemos motivo alguno para alterar o mitigar el
pasaje escrito tan tempranamente, puesto que la mentira del Diablo con
inalterable insistencia, continúa imperando en Libros, Himnos e Ideologías. Tan
arraigada se encuentra la doctrina de “la inmortalidad del alma” en muchos
hijos de Dios, que cualquiera se sorprende viendo que la incongruencia avance
dando como evidencia y “prueba” de que el alma sea inmortal, las palabras de
Ezequiel: “¡El alma del que pecare, morirá!” Se asume en primer lugar que solo
el hombre sea denominado “un alma viviente”, y el apelo se hace a menudo es a
Génesis 2:7 como una prueba de dicha afirmación. Un hermano en el Señor se
acercó a un librero vendedor de Biblias para ver si estaría interesado en
recibir y consultar nuestras publicaciones. Todas fueron recusadas. Él le dijo
al asistente que trataba con esta solicitación:
“Veo que usted tiene copias de la Septuaginta para venta.
Pues bien, en Génesis 1:20, 21, 24 y 2:7 podrá ver que se emplea la misma
palabra hablando de “las criaturas que se mueven que tienen vida”, cada
criatura viviente que se mueve”, incluyendo los “grandes monstruos marinos”,
“las criaturas vivientes”, donde se incluyen las “bestias y serpientes” y “el
hombre llegó a ser un alma viviente”, esto es psuche y zoe. ¡Y sin
embargo usted se recusa nuestras publicaciones por decir exactamente esto
mismo!”
Esto es cierto además del original hebreo, y la A.V. ha
puesto al margen de Génesis 1:20 “alma”, pero todo esto no tiene provecho
alguno, pues la mentira del Diablo continúa “cegando la mente de aquellos que
no creen” aun cuando empleen en su lectura y lean la A.V. con su nota al
margen. El hombre considera el término “un alma viviente” un sinónimo de
inmortalidad, pero no es ese el punto de vista del apóstol:
“Hay un cuerpo natura (psuchicon), y hay un cuerpo espiritual (pneumatikon).Y así está escrito: El primer Adán fue hecho un alma
viviente; el último Adán fue hecho un Espíritu vivificante” 81ª Cor.15:44, 45).
En este mismo capítulo, y siguiendo el argumento, el
apóstol dice:
“No todos dormiremos, pero todos seremos
transformados…pues esto corruptible debe ser mudado en incorrupción, y esto
mortal debe ser mudado en inmortalidad…” (1ª Cor.15:51-54).
Así, pues, la Muerte debe ser absorbida en Victoria, no
porque el hombre posea de manera inherente un alma inmortal, sino porque la
inmortalidad se introduce solamente en la resurrección. “Vida e inmortalidad”
se hacen evidentes “a través del evangelio”, y solamente a través del evangelio
(2ª Tim.1:10).
Nephes, la palabra hebrea para “alma” aparece 754 veces en el
Antiguo Testamento, y su equivalente griega psuche
aparece 103 veces en el Nuevo. El hecho sorprendente es que en ninguna de
las 857 veces dispersas a través de toda la Biblia se encuentre una sola afirmación que sustente la
repetida declaración de “la inmortalidad del alma” o “el alma que nunca muere”.
Somos plenamente conscientes de que muchos recurren al dicho expuesto en Marcos
9:44: “donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga”, pero muy
pocos son los que se den cuenta de que esta sea una citación de Isaías 66:24,
donde el sujeto no es otro sino los “cadáveres de los hombres”.
No es nuestra intención hacer un exhaustivo trato de la
salvación en todos los aspectos que contiene, lo cual debe incluir un cuidadoso
estudio del Antiguo Testamento en cuanto a los tipos tales como la Pascua, las
grandes ofrendas de Levítico 1 a 5, las fiestas de Israel, y los muchos
aspectos del sacrificio por el pecado hecho por nuestro Salvador, tales como
Redención, Rescate, Propiciación, Ofrenda, y la inquebrantable insistencia en
la Ley, los Profetas y los Salmos, en el Evangelio, los Hechos, las Epístolas y
el Apocalipsis, que para el pecador, cualquiera que sea su nacionalidad, y bajo
cualquiera que sea la dispensación que sea llamado, hay una incalificable
reiteración del principio habido en Hebreos 9:22:
“Sin derramamiento de sangre, no hay remisión”.
Considerar obsoleta, o carente de iluminación, o que sea
de poca importancia en el plano espiritual una tal insistencia, es repudiar
todo el Libro. Efesios y Colosenses se consideran comúnmente entre los más
espirituales de todos los libros de la Biblia, sin embargo no precisamos de
leer más que seis versículos en Efesios antes que leamos:
“En Quien tenemos redención por Su sangre, el perdón de
pecados, según las riquezas de Su gracia que hizo abundar para con nosotros”
(Efesios 1:7, 8).
Para ilustrar un poquito de esta abundante gracia
concluiremos este panfleto con una serie de cortos estudios con vista a la obra
del Redentor desde distintos ángulos.
CRISTO NUESTRA CERTEZA
Génesis 43:1-10 y 44:18-34
Nuestros lectores estarán sin duda familiarizados con los
pasajes que refieren nuestro título, y es nuestra intención examinarlos a su
típica enseñanza inherente. La actitud de Israel con respecto a su Mesías se
refleja en este histórico incidente, pues Esteban, en Hechos 7:51, refiriéndose
a Israel como “Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y oídos”, que
resistían siempre al Espíritu Santo, tal como sus padres lo hacían, dice: “Los
patriarcas, movidos por envidia, vendieron a José para Egipto; pero Dios estaba
con él…y en la segunda, José se dio a conocer a sus hermanos” (Hechos 7:9-13).
Hebreos 9:28 nos dice que Cristo “aparecerá por segunda
vez, sin relación con el pecado, para salvar”. Cuando el Señor retorne de
nuevo: “Me verán, a Quien ellos traspasaron, y harán lamentación” (Zac.12:10)
al igual que los hermanos de José hicieron cuando se dieron cuenta que estaban
en la presencia de aquel que había sido tan maltratado por sus manos. No
deseamos, no obstante, enfatizar más el tipo profético sino solo al punto de
llamar la atención a una de las sublimes verdades de la doctrina de la
Expiación que conlleve tipificada, esto es:
LA FIANZA DE CRISTO
Génesis 43:9 “Yo te respondo por Él”. ¿Cuál es el
significado de este “responder”? El término hebreo proviene de una palabra que
significa “mezclar”. A primera vista esto no parece que nos aclare mucho el
sujeto, pero creemos que sí lo hará, después de examinar uno o dos pasajes de
la Escritura. La palabra Hebrea para el “atardecer del día” es literalmente “la
mezcla”, pues es cuando la luz y las tinieblas parecen mezclarse. La misma
palabra se nos da con la “trama” (Lev.13:48 etc.) al tejer los hilos que se
entremezclan con urdimbre en la producción del vestuario. Otro significado más
es el de “mezclarnos o darnos socialmente con otros en el comercio y los
negocios”, y de ahí por su vez proviene el significado de “un lugar para tales
intercambios” – “un mercado”.
Esto nos ayuda para ver que, el gran principio subyacente
de la Fianza, venga de esta forma a identificarse, o se halle entretejida, con
la causa de otro, en cuanto a ser tratado en su lugar, para responsabilizarse
por sus deudas y fraudes, para paliar todas sus deficiencias; en otras
palabras: para cumplir a la letra la maravillosa doctrina envuelta en el
término teológico:
SUSTITUCIÓN
Esta responsabilidad se enfatiza posteriormente por las
palabras de Judá: “A mí me pedirás cuenta” (Gén.43:9). Para ilustración lea
Génesis 31:39: “Nunca te traje lo arrebatado por las fieras; yo pagaba el daño; lo hurtado así de
día como de noche, a mí me lo cobrabas”.
Vea también 2ª Samuel 4:11. Judá a
seguir amplifica esto mismo diciendo que si fracasase en la ejecución recaería
a su cuenta: “seré para ti el culpable para siempre” (Gén.43:9). La palabra
traducida “culpable” se traduce “pecado” 165 veces en el Antiguo Testamento. De
ahí que, viendo el otro lado del Ante tipo de Judá, hallamos que si Cristo,
Quien es nuestra fianza, hubiese fracasado en Su labor, Él propio estaría
todavía cargando con el pecado – un terrible pensamiento – pero bendito sea
Dios, sabemos que esta maldición desapareció de manera efectiva por la
resurrección, puesto que Aquel “que fue entregado debido a (no “por”) nuestras transgresiones, y (fue) resucitado debido a (no “para”) nuestra
justificación” (Rom.4:25). “La muerte ya no tiene dominio alguno sobre Él”
(Rom.6:9). El carácter de sustitución de la obra del Fiador se vuelve a
enfatizar en Génesis 44:33 “Quede ahora tu siervo en sustitución del joven”.
Preciosa palabra es esta de la “sustitución”. Que Aquel “Quien no conoció pecado fue hecho pecado 8una ofrenda de pecado)
por nosotros, o en nuestro respaldo y
sustitución, con el objetivo de que en nosotros
pudiese venir a ser hecha la justicia de Dios en Él” (2ª Cor.5:21 R.V.).
Cristo, al morir en mi lugar y al ser resucitado de la muerte vino a ser causa
de:
IRREVERSIBLE SALVACIÓN
Génesis 44:34 nos da una palabra que nos capacita para
ver que, el paso descendiente desde la gloria del Cielo hasta la vergüenza
Terrenal, dado por el Señor Jesús cuando hizo propia y Suya nuestra causa, es
seguido después por un paso ascendente desde la vergüenza Terrenal hasta la
Gloria del Cielo con Él. Aquel que
se identificó a Sí Mismo con nuestros pesares, nos ha identificado a nosotros
con Su regocijo. ¡Oh, cuán maravilloso es todo esto! Ciertamente “Por gracia
somos salvos”; ciertamente (como alguien dijo) “El Salvo está de nuestro lado”.
Escuchemos a Judá, pero pensemos de Cristo, cuando dice:
“¿Cómo podría volverme (literal - ascender)
a mi padre, y no llevar al joven
conmigo?” ¿Cómo hubiese sido posible que Cristo, Quien sufrió, murió, y volvió
a levantarse, se diese por satisfecho a menos que aquellos por los cuales llegó
a ser Su Fiador estuviesen a salvo y a Su lado en la casa de Su Padre?
“Conmigo”. Cuando somos conscientes de nuestra ruina –
nuestra caída, nuestras tinieblas - ¡Oh, que grande gracia, qué gran amor! ¡Que
Él, el Irreprensible sin mancha Hijo de Dios, descendiese tan bajo y viniera a
identificarse Él propio con nosotros!
Cuando
contemplamos Su gloria, Su plenitud, Su santidad, las maravillas del hogar
celestial, la luz de Su glorioso trono, la cercanía al Padre, qué transcendente
gracia e inexplicable misericordia encontramos en la Escritura, en la cual se
nos dice que, siendo pecadores por naturaleza como somos, alcanzaremos aun así,
en un día venidero, el resultado y fruto de la Redención, hallándonos puestos
con total garantía por toda la Eternidad juntos “con Él”.
Repitamos y enfaticemos haciendo hincapié que todo es de
libre gracia, que Aquel “Quien nos salvó, y nos llamó con un santo llamamiento,
no lo hizo de acuerdo a nuestras obras” sino según Su buen y agradable
propósito, y gracia, todo lo cual se nos dio en Cristo Jesús antes que el mundo
comenzase “antes de los siglos o edades) (2ª Tim.1:9).
Hay algunos que son tan espirituales (¿) que la doctrina
de la Sangra Expiatoria les parece repulsiva. No podemos de dejar de sentir
verdadera lástima por ellos. A los ojos de Dios esa sangre es “preciosa”.
Sobrepuesto en las páginas de la Escritura descubrimos que a través de esa Preciosa
Sangre obtenemos la paz; venimos a ser justificados, somos librados con ella de
la ira. Nosotros conocemos Aquel Quien sea nuestro seguro Fiador, Aquel Quien
murió, pero que ahora ha resucitado de los muertos ya no vuelve a morir jamás.
Antes bien vive por nosotros; antes
bien intercede por nosotros; en
breve vamos a ser manifiestos con Él
en gloria.
Ojalá que aquellos que lean estas palabras sean llevados
a pensar en la bendita verdad contenida en el tipo que tenemos delante, y sin
pestañear y decididamente adhiera luego a la verdad de: Cristo es nuestro Fiador.
LIMPIO EN CADA PORMENOR
NO PRECISA DE NADA SALVO DE LAVAR SUS
PIES
Algunas ideas sobre Santificación de Juan13
El capítulo trece del Evangelio de Juan señala una
importante división. Los primeros doce capítulos tratan con el testimonio
público del Señor, con su recibimiento de parte de los pocos y su repudio de
parte de la mayoría.
El capítulo 1:11 dice: “A los Suyos vino, y los Suyos no
le recibieron”
El capítulo 13:1 dice: “Como había amado a los Suyos que estaban en el mundo,
los amó hasta el fin”. “Los Suyos” del capítulo 13 difieren de los del capítulo
1:11, puesto que aquellos le habían recibido, mientras que sus últimas palabras
en el capítulo 12:48-50, son concernientes a estos que le repudiaban.
El incidente que ocurre en los primeros versículos del
capítulo trece es bien conocido para la mayoría de nosotros, y nosotros
querríamos particularmente enfatizar y llamar la atención a dos impetuosas
observaciones de Pedro y la respuesta que el Señor les da, para nuestra propia
edificación. El Señor, al tomar consigo y ceñirse con una toalla, se ubicó en
el lugar más bajo de todos, el de un esclavo servil. Ciertamente “No vino para
ser servido, sino para servir, y dar su vida en rescate por muchos”
(Mat.20:28). Recordaremos que Lucas 22:24 registra en la última Cena “Hubo
también entre ellos una disputa sobre quién de ellos sería el mayor”. Es
posible que después de ocupar sus asientos para celebrar la Pascua a seguir a
tomar su lugar para la Pascua, surgiese este tema a debate. El Señor Jesús
debió escuchar lo que decían, y en Su maravilloso amor condescendió en darles
una bien viva reprimenda al rebajarse de aquella manera.
Piensa por un momento los provechosos pensamientos que
surgen al leer estos dos versículos, el tres y el cuatro, juntos. Aunque Jesús
sabía bien que el Padre le había entregado en Sus Manos todas las cosas, y que
Él provenía de Dios (El Apóstol) y fue para Dios (El Gran y Altísimo Sacerdote
de nuestra profesión), sin embargo, “Se levantó de la cena, y dejando a un lado
Sus atuendos, se ciñó a Su cintura una toalla.” Aquel, “Quien siendo en la
forma de Dios, no pensó que fuese necesario (como algo que deba ser obtenido)
el ser igualado con Dios; sino que se hizo a Sí Propio en igualdad de hombres:
y siendo hallado en apariencia como un hombre, se humilló a Sí Propio, y llegó
a ser obediente hasta la muerte, aun mismo una muerte de Cruz” (Filip.2:6-8).
Al parecer no había ninguno que voluntariamente hiciese
ese tan bajo oficio de lavar los pies, y en consecuencia el Señor Mismo se
rebajó y se ciñó a Sí Propio; ¡Qué hermoso cuadro de Su maravillosa gracia en
nuestra salvación. En la sala cundió el silencio hasta que tocó en su turno los
pies de Pedro. No pudo quedarse callado: “Señor, ¡Tú no lavarás mis pies! La
diferencia entre el indigno Pedro y la gratuidad Señorial suponía demasiado
para él; sintió, que si los demás no hablaban, lo haría él. El Señor Jesús al
pasar por Pedro en Su humillante oficio, miró a Pedro a los ojos y le dijo: “Si
no te lavo, entonces no tiene parte alguna conmigo”. Toda la calma de Pedro se
debió evaporar viendo que no tendría parte con su Bendito Maestro, y él propio
deshace lo que ha dicho previamente al exclamar: “Señor, no solo mis pies, sino
también mis manos y mi cabeza”, en vez de discutir sus ideas con Él. Una vez
más tiene que aprender la lección de su propia ignorancia. Esta vez coge el
extremo opuesto. El Señor le responde con las palabras: “todo aquel que haya
sido lavado (leloumenos), no tienen
necesidad salvo el lavado (nipsasthai)
de sus pies, pero es limpio en todo” (Juan 13:10 R.V.)
¡Qué gran lección hallamos aquí!
¿Nos damos cuenta que solamente aquellos que hayan sido
lavados por el Señor poseen con ellos
algún tipo de participación con Él? ¡Ojalá que cada lector sepa la plenitud del
lavamiento de una vez y para siempre que resulta de la
aplicación de la Sangre Expiatoria de Cristo. Las palabras de Pedro “No tan
solo mis pies, sino además mis manos y mi cabeza” se repiten en eco diariamente
por muchos creyentes, que viendo su propia indignidad, desprecian la plenitud
que es suya en Cristo y no reposa sobre las gratuitas palabras de que son
“aceptes en el Amado” (Efesios 1:6), que están “completos en Él” (Col.2:10). A
los tales, la réplica del Señor les debe llegar con un poder luminoso: “aquel que haya sido limpio…es limpio en
todos sus pormenores”.
Los dos más importantes aspectos de la santificación se
encuentran en el versículo 10:
(1)
“AQUEL QUE
HAYA SIDO LIMPIO… ES LIMPIO EN CADA PORMENOR”
(2)
“AUN ASÍ,
AQUEL TAL PRECISA LAVAR SUS PIES”.
Muchas veces nos olvidamos que estas dos cosas van
juntas. No tan solo estamos “en los lugares Celestiales en Cristo” (Efesios
1:3), sino que además todavía estamos en el cuerpo sobre la tierra. Algunos,
dándose cuenta que las Escrituras enseñan que el creyente está “completo en Él”
(Cristo)” (Col.2:10), aísla y enfatiza la primera frase, ellos están “limpios
en todo”. Estos, o bien están desarrollando alguna fase de perfección sin
pecado o de irresponsable licencia. Se olvidan de la continua necesidad que tienen
los que “son limpios en cada pormenor”, de lavar sus pies, la parte que viene a
entrar en contacto con el polvo de la tierra, y asociada con el andar
cristiano.
Otros, dándose cuenta que desde su conversión sus pies se
han desviado del camino de la verdad, se olvidan de su inalterable e
inultrapasable perfección en Cristo, y de ahí que no oren solo por el lavado de
sus pies, sino además de sus manos y cabeza. Se olvidan que el Señor nos ha
perdonado “todos los traspasos”
(Col.2:13); que Él nos ha hecho “nuevas criaturas en Cristo Jesús” (2ª
Cor.5:17); y que nuestro andar aquí abajo no puede alterar nuestra posición en
los celestiales en Cristo, sino, antes bien, que nuestra gloriosa posición
“allí” influenciará nuestro caminar “aquí”. La primera clase desarrolla un
orgullo espiritual; la segunda, desespero espiritual.
Tenemos que recordar la perfección de Su limpieza, pero además también la imperfección de
nuestro andar como creyentes. Así, al igual que Pablo, no solo diremos: ¡”Oh,
miserable hombre que soy yo”!
(Rom.7:24), sino además: “Ahora
ya no hay (es decir, al mismo tiempo) ninguna condenación para los que están en
Cristo Jesús” (Rom.8:1).
“Si andamos en la luz, tal como Él está en la luz,
tenemos comunión unos con otro, y la
Sangre de Jesucristo Su Hijo nos limpia
de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos nosotros
propios, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, Él es
fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda injusticia.
Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a Él mentiroso, y Su palabra no está
en nosotros. Hijitos, estas cosas os escribo, para que no pequéis. Y si algún
hombre peca, tenemos un Abogado (Paraclete)
con el Padre, Jesucristo el Justo” (1ª Juan 1:7 a 2:1).
PAZ CON DIOS
¡Paz! ¡Qué gran palabra es esta! ¡Cómo, igual que un bálsamo, es
cremosa y suave! ¡Cómo, a menudo, el apóstol era inspirado en las palabras de
apertura de sus Epístolas a desear que los santos se “apaciguasen”! Paz es una
de las bendiciones del Señor para Su gente (Salmo 29:11). Uno se los títulos de
Cristo que Isaías emplea a menudo es “El Príncipe de Paz”. Una vez más, es en
Isaías que leemos aquel consolador pasaje: “Tú guardarás en completa paz a todo
aquel que en Ti confía (cuyos pensamientos en Ti perseveran)”. Confía EN EL
SEÑOR para siempre: porque en el SEÑOR JEHOVÁ
se halla la fuerza eterna (al margen, “la roca de las edades”) (Isaías 26:3, 4).
Un estudio muy provechoso
sería este de considerar la vía por la cual esta palabra es empleada por el
apóstol Pablo. En la Epístola a los Romanos, es donde encontramos más que en
otra parte el mayor número de usos de la palabra por el apóstol Pablo. Aparece
once veces. Hablando del hombre por naturaleza el apóstol dice así: “El camino
de paz ellos no han conocido” (Rom.3:17) y precede esto con las solemnes
palabras “Destrucción y miseria son sus caminos”. ¡Vaya un contraste! – ¡sus
caminos y el camino de paz!
Cuando volvemos a ver estos
“caminos”, qué gran gracia, qué amor tan grande debe ser ese que asiente
nuestros pies en el “camino de paz”. ¡Cuán exacta es la Escritura! “Ellos están
alejados del camino” (Rom.3:12), (el camino de paz), singular) mientras que
“sus caminos” son plural. Muchos son los caminos de miseria y enemistad, pero
un solo camino es el camino de paz. Si escudriñamos concerniente a este camino,
hallaremos que se declara en el capítulo 5:1: “Siendo justificados por fe,
tenemos paz con Dios”. El camino de paz. Tenemos paz para con Dios”. El camino
de paz no está pavimentado con buenas resoluciones, ninguno se adentra en él
por conversión alguna en nueva torta; la entrada a esta senda que lleva a la
vida y gloria es “La Justificación por Fe”.
Esto nos lleva de vuelta de
nuevo a Romanos tres, y comenzando en el versículo veintitrés leemos: “Puesto
que todos pecaron (en el pasado) y
están (han llegado a estar, en el
presente) destituidos de la gloria de Dios”. Aquí tenemos la desesperación
y y desamparada condición de los incrédulos y creyentes por igual, en sí
mismos. Observe las palabras “estando destituidos”, y la palabra “gloria”.
Ambas se conectan íntimamente con la idea de aprobación. Dios tiene un
estándar, pero nadie llega a alcanzarlo. No menos de 4.000 años tuvieron que
correr su curso desde la creación de Adán, para que pudieran los Cielos ser
abiertos sobre Aquel en Quien el Padre se complació (Mat.3:16, 17).
Es interesante observar que
la palabra “complacido” (eudokeo) se
conecta con la palabra “gloria” (doxa).
Tan solo el Señor Jesús de entre todos los nacidos de madre fue puesto en alto
al Divino Estándar; todo lo demás se queda corto, está destituido. En el caso
de los candidatos para puestos de gobierno, la destitución al cargo por falta
de unos centímetros, resulta igual que si fuera dos metros; los grados podrán
estar en los pecados, pero no en el pecado – “todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios”.
La frase no debería haber
acabado aquí, pues aquí no hay ni una sola palabra de paz para los pecadores.
Continúa diciendo: “Siendo justificados gratuitamente por Su gracia a través de
la redención que se halla en Cristo Jesús”. ¡Ah! ¡Aquí tenemos la base de mi
paz con Dios! No existe intervalo entre Romanos 3:23 y 3:24; no hay lugar para
conjeturas. En el mismo instante que el pecador se halla “destituido”, en ese
mismo instante queda “justificado”. Romanos 4:5 enfatiza la misma bendita
verdad: “Pero aquel que no opera, sino que cree en Aquel que justifica al impío, su fe le es contada
por justicia”. Ciertamente, ahora podemos apreciar las palabras del apóstol
cuando dijo: “Justificados gratuitamente”.
La palabra
“gratuitamente” se traduce “sin causa
alguna” en Juan 15:25. ¡Justificados sin causa alguna! Aquí abunda sin duda la
gracia, y es todo debido “a través de la redención que se halla en Cristo
Jesús”. Aquí tenemos, pues, la base de nuestra paz; esto es la “justificación
por fe” que nos produce “paz con Dios a través del Señor Jesucristo” (Rom.5:1).
Esta gloriosa verdad se expande en Colosenses 1:20-22: “Y habiendo hecho la paz a través de la sangre de Su cruz,
por Él para reconciliar todas las cosas para Él Propio; por Él, digo, tanto
sean las cosas en la tierra, como las cosas en el cielo. Y vosotros, que en otro
tiempos erais ajenos extraños y enemigos (no conociendo la paz) en vuestras
mentes por débiles obras, no en tanto ahora habéis sido reconciliados en el
cuerpo de Su carne a través de la muerte, para presentarte santo y sin mancha e
irreprensible a Sus ojos”.
La paz, que es el bendito
privilegio del creyente aquí, es la anticipación de esa final Dispensación de
la Reconciliación de todas las cosas, cuando el pecado y el pesar hayan
desaparecido, y la paz, la paz perfecta, reine y gobierne (Col.1:20; Efesios
1:10).
La paz no tan solo se
conecta con la Cruz de Cristo, se conecta vitalmente con Su Resurrección.
Romanos 5:1 dice, proveniente de Romanos 4:24, 25: “Quien nos libró de (dia por causa de) nuestras ofensas y fue
resucitado de nuevo para (dia por
causa de) nuestra justificación; siendo por tanto justificados por fe, tenemos
paz para con Dios”. Existe, sin embargo, algo más que aprender de este
versículo. El pasaje podría leerse: “Así que, estando justificados por fe
mantengamos la paz que tenemos con Dios”. Nosotros no podemos “hacer nuestra
paz” con Dios (como algunos equivocadamente confiesan), sino que se nos
exhorta, sobre el fundamento de la perfecta justificación que es nuestra en
Cristo Jesús: ¡“Por fe mantenemos paz con Dios”!
¿Para qué entrometer nada
más ahora? El pecado ha sido tratado, el Sacrificio ha sido entregado y ha sido
acepte; “el fruto de justicia será paz”, “justicia y paz se besan una a la
otra” (Salmo 85:10); por tanto, oh creyente, introdúcete por fe en la paz que
te pertenece. No permitas que nadie te contradiga, cuando el Señor te haya
dicho que la paz ha sido producida por la sangre de Su cruz.
No tan solo hallamos paz a
través de Su sangre, sino que leemos las gloriosas palabras: “Pero ahora en
Cristo Jesús vosotros que en otro tiempo estabais alejados, habéis sido hechos
cercanos por la sangre de Cristo. Puesto que Él es nuestra paz” (Efesios 2:13, 14). Asentemos esto de una vez (no meramente la
doctrina, sino el Propio Cristo), Él
es nuestra paz. Bien pudo el apóstol, desde lo más profundo de su corazón,
decir, y ser “hallado en Él” (Filip.3:9).
Si Él es nuestra paz, qué
fácilmente podemos entender el poder que nos reúne juntamente en la “unidad del
Espíritu”: es el “vínculo de paz” (el vínculo junto de la paz). Los vínculos hechos por el hombre producen fricción,
divisiones, sectarismos; el vínculo de la paz nunca irrita, nunca es áspera.
¡Oh, qué bueno es conocer de cerca su poder! Cuando los hombres dicen “paz”, de
repente surge la destrucción al lado, sin embargo cuando es “Aquel (el Señor)
Quien da reposo, entonces, ¿qué o quién puede atribularnos? (Job 34:29). Observemos
la actitud del Señor tal como se registra en Juan 20:19, 20: “Entonces…vino
Jesús y se puso en pie en el medio, y les dijo: Paz a vosotros. Y al decir esto, les mostró Sus manos y Su costado. Entonces se regocijaron los
discípulos, cuando vieron al Señor”. El Salvador no tan solo les dijo paz, sino que les señaló el
fundamento de paz – Las marcas del Calvario, y de un Resucitado Señor.
¡Ojalá nos demos cuenta de
que nuestra paz toma su sola resurrección proveniente de esta fuente de
misericordia! ¡Ojalá que no persigamos la paz habida en las cañas cascadas de
las “buenas obras” del hombre! La paz, la verdadera paz duradera, se halla tan solo
por la fe en el Señor, Quien, por nuestra causa, murió y resucitó de nuevo.
Esta es la “paz con Dios”.
En estas páginas hemos dado
prominencia a la gran cuestión de la Justificación y de la Justicia. Hemos
aprovechado la oportunidad para presentarle al lector interesado un aspecto
general que, si se estudia en relación al contexto y los paralelos del Antiguo
Testamento, se espera, le den un poco de luz sobre una más maravillosa
consecuencia de la salvación.
DOS ASPECTOS DE LA
SANTIFICACIÓN
“El aceite…sobre el lugar de la sangre”
La lepra le impide y
prohibe al hombre de tener comunión tanto con Dios como con el hombre, y a su
desinfección, y al veredicto que la lepra tenía que separarse, se da un amplio
espacio en el ceremonial del libro de Levíticos. La característica específica
que se nos da a contemplar es la enseñanza envuelta en el tipo con respecto a
la manera cómo ilumina la Santificación. La cita dada anteriormente de Levítico
14:28 nos avisa para no enfatizar la Santificación por el Espíritu a la omisión de la Santificación por la
Sangre de Cristo, como también además nos enseña a ubicar la Santificación por
la Sangre antes de la Santificación por el Espíritu. Algunos de los excesos que
han dañado el testimonio de algunas compañías de creyentes se atribuye a un
indebido énfasis sobre el “Espíritu” sin el balance enfático sobre la “Sangre”,
la sobre estructura más que la fundación.
Pongamos atención al orden
estructural en el cual el gran efecto de la obra Expiatoria de Cristo se halla
referido.
SANTIFICACIÓN POR
SANGRE
“Porque si la sangre de los
bueyes y de los carneros, y las cenizas de una novilla rociando la impureza,
santifica la pureza de la carne: Cuánto más la sangre de Cristo hará: Aquel a
través del eterno Espíritu ofrecido de Sí Mismo sin mancha a Dios, purgando
vuestras conciencias” (Heb.9:13, 14).
“Somos santificados a
través de la ofrenda del cuerpo de Jesucristo de una vez por todas” (Heb.10:10).
“Puesto que con una sola
ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que son santificados” (Heb.10:14).
“La sangre del pacto, en el
cual Él fue santificado” (Heb.10:29).
“Por tanto Jesús también
sufrió, para que Él pudiera santificar al pueblo con Su propia sangre, fuera de
la puerta” (Heb.13:12).
SANTIFICACIÓN POR EL
ESPÍRITU
“Elegido según la
presciencia de Dios para el reconocimiento de Dios el Padre, a través de la
santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociado de la sangre de
Jesucristo” (1ª Pedro 1:2).
“Dios os ha escogido desde
el principio para salvación a través de la santificación del Espíritu y
creencia de la verdad” (2ª Tesal.2:13).
“Cristo también amó a la
Iglesia, y se dio a Sí Mismo por ella; para que Él pudiera santificarla y
lavarla con el lavamiento de agua por la Palabra” (Efesios 5:25, 286).
“El aceite…sobre el lugar
de la sangre” (Lev.14:28).
YA NO MÁS
Hay tres ocurrencias de la
frase “ya no más” en Hebreos diez que nos servirán de provecho para el camino:
Ya no más conciencia de pecado (Heb.10:2)
¿Qué puede producir una tal
condición así? ¿Significa que el apóstol sería un abogado de la doctrina
conocida como la perfección no pecadora? Un cuidadoso estudio de Romanos 7 y
Gálatas 5:16-25, 1ª Juan 1:6-10, y 3:9 proveerá la evidencia de que el creyente
está en posesión de dos naturalezas, una de ellas denominada “carne” y la otra nombrada “espíritu”; una es “nacida Dios”, la
otra “nacida de la carne”; la una está siempre en conflicto con la otra.
¿Cómo entonces podemos
alcanzar la condición antes expuesta de que “no más conciencia de pecados”? La
totalidad del versículo y el contexto splen la razón Escritural y única
respuesta: “PORQUE LA LEY, SIENDO UNA SOMBRA DE LAS BUENAS COSAS VENIDERAS, NO
LA IMAGEN MISMA DE LAS COSAS, NUNCA
PUEDE, POR LOS MISMOS SACRIFICIOS QUE SE OFRECEN CADA AÑO, HACER PERFECTOS
A LOS QUE SE ACERCAN. DE OTRA MANERA, CESARÍAN DE OFRECERSE, PUES LOS QUE
TRIBUTAN ESTE CULTO, LIMPIOS UNA VEZ, NO
TENDRÍAN YA MÁS CONCIENCIA DE PECADOS, HABIÉNDO
SIDO DE UNA VEZ POR TODAS PURIFICADOS” (Heb.10:1-2). Sí, el “ya no más”
depende sobre el “de una vez por todas”. Este bendito estado no se produce por
convertirse en nueva torta, por minimizar el pecado, o por reducir el santo
estándar de Dios; ¡No! Proviene de la mismísima esencia de luz de la Presencia
de Dios; anda a la luz así con Él está en la luz; posee la comunión con Dios, y
sin embargo nunca dice: “Yo no he pecado” o “no tengo pecado”. El secreto de
esta santa valentía es que “la sangre de Jesucristo, Su Hijo, nos limpia de
todo pecado”.
Este es el testimonio de
las otras dos ocurrencias de esta palabra en Hebreos. El ofrecimiento de la
sangre de toros y carneros nunca afectaban la conciencia, “no podían hacer
perfecto a quien servía, en lo referente
a la conciencia” (Heb.9:9). Pero “si la sangre de toros y carneros…
santificaba para la purificación de la
carne: Cuánto más no haría la sangre de Cristo, Quien a través del Espíritu
eterno se ofreció a Sí Mismo sin mancha a Dios, a la hora de purgar nuestras
conciencias de las buenas obras” (Heb.9:13, 14). Por eso Hebreos 10:22 dice:
“Acerquémonos confiadamente con un corazón verdadero en plena certidumbre de
fe, habiendo sido nuestros corazones purificados de una mala conciencia”.
El pasaje bajo
consideración no significa que el creyente nunca venga a ser atribulado por el
pecado nunca más; este no es para nada el caso. A medida que él va creciendo en
gracia, su propia incapacidad inútil aparece de la manera más profunda y
agravada, pero sobre todo es siempre consciente con agrado de que la Sangre de
Cristo ha dejado “de una vez por todas” asentada toda la cuestión del pecado y
los pecados ante Dios.
“No es posible que la
sangre de becerros y carneros quiten los pecados…pero éste Hombre, después de
haber ofrecido una sola vez el sacrificio por los pecados para siempre, se
sentó a la diestra de Dios” (Heb.10:4-12). Querido creyente, Él se sentó, Su obra “acabó”; ¿Será
posible que no podamos confiar en que “finalizó” todo? Ciertamente no hay nada
que sea más necesario; Aquel Quien vino a salvarnos se “ha sentado…por una sola
ofrenda Él ha perfeccionado para siembre (a perpetuidad) todos aquellos que
están santificados” (Heb.10:12, 14).
Nunca más me acordaré (Heb.10:17)
¿Cuál es el maravilloso
resultado de esta ofrenda? Este versículo continúa diciendo inmediatamente a
seguir, “(Añade)…sus pecados e iniquidades jamás volveré a recordar”. ¡Oh qué
gran regocijo hay aquí! para nuestras conciencias, además dice “nunca más” a la
memoria de Dios. “Bendito aquel cuya transgresión se olvida, cuyo pecado es
encubierto” (Salmo 32:1).
No más ofrenda (Heb.10:18)
Pero
es que esto no es todo. La ofrenda es tan completa, tan pleno es el perdón y el
total perdón, tan perfecto el lavado, que el Señor pudo añadir “Ahora bien,
donde esté la remisión de éstos, allí ya no hay más ofrendas por el pecado”
(Heb.10:18). ¡Ninguna conciencia de pecado! ¡Ningún recuerdo más de pecado!
¡Ninguna ofrenda más por el pecado! Esto nos está hablando de perfección. Nunca
más a través de toda la eternidad se ofrecerá una tal única ofrenda, no será
necesario repetirla. Su eficacia abarca todos los extremos. Los pecados
pasados, presentes, y mismo los futuros (los cuales, Oh Señor, Tu das la gracia
para reducir) se reúnen y tratan por la preciosa sangre de Cristo.
PERO AHORA. PERO DIOS.
Las palabras puestas como
encabezado de este estudio difícilmente se organizan como un texto, sin embargo
son de suficiente importancia para justificar una consideración de su peso
sobre el contexto en el cual nos hallamos. “Pero” es una conjunción adversativa
y señala un contraste, y por otro lado una oculta antítesis (vea el Léxico Griego del Dr. Bullinger). Un
lugar adversativo ubica la segunda frase o cláusula en un cierto tipo de
oposición a la precedente. Hay tres especies:
(1)
Exclusiva
adversativa (esto es, pero, también).
(2)
Alternativa
adversativa (esto es, ya sea – o, tanto si – o).
(3)
Cautiva
adversativa (esto es, pero entonces, todavía, no obstante)
Hablando claro y sencillo, “pero” (a) capta la atención, y (b) la dirige hacia una
oposición o contraste. Algunas de estas antítesis o contrastes son de gran
importancia doctrinal, y sin que vayamos a pormenorizar su significado
minuciosamente o que intentemos tratar con cada ocurrencia, pondremos delante,
eso sí, unos pocos pasajes, en la esperanza de que los lectores sean
conscientes de la importancia de esta pequeña pero cautivante palabra “pero” en
sus apropiadas lecturas. “Pero Dios” (Efesios 2:4). “Pero ahora” (Efesios
2:13).
En primer lugar el contraste
de tiempo:
“En tiempo pasado” (Efesios 2:2)
“Pero Dios” (Efesios 2:4).
“En aquel tiempo” (Efesios 2:12).
“Pero ahora” (Efesios 2:13).
El primer pasaje revela la
condición doctrinal del mundo Gentil. La segunda revela su posición doctrinal.
Andaban de acuerdo
a la corriente de éste mundo.
Doctrina y Práctica.
Eran extraños y ajenos
(extranjeros).
Posición Dispensacional.
La mudanza introducida por
las palabras “Pero Dios” enfatiza la gracia de salvación, las palabras “Pero
ahora” la reconciliación de “ambas cosas” para Dios en un solo Cuerpo. La
condición de la primera referencia es la del pecado y muerte, la segunda
referencia está hablando de distancia y proximidad.
Pasando a la sección
práctica de esta epístola encontramos las palabras “Pero vosotros no habéis
aprendido así a Cristo” (Efesios 4:20) puestas en oposición al previo andamiento
“en la vanidad de vuestras mentes”, siguiendo hacia el contraste renovado “en
el espíritu de vuestro entendimiento”, y en Efesios 5:8 leemos:
“Porque vosotros en otro
tiempo estabais en tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor: andad como hijos
de luz”.
Aquí tenemos “en otro
tiempo”, “andar” e “hijos”, las mismas palabras que ya habían aparecido en
Efesios 2:2, 3. “Pero ahora”, en Romanos 3:21, concluye el argumento de los
capítulos de apertura.
(1)
La declaración.
“El Evangelio…es el poder de Dios para salvación a cada uno de los que cree;…puesto
que está en el interior la justicia de Dios revelada (una justicia) desde fe
(dirigida) hacia fe” (Rom.1:16, 17).
(2)
Antes de
seguir adelante con esta declaración, el apóstol se para con el fin de mostrar
que esta justicia es requerida; “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo
contra toda….injusticia”. Una “revelación” se pone en contra de la otra
(Rom.1:18).
(3)
Para
probar su punto de vista, Pablo demuestra que los Gentiles que no tenían la
revelación sino tan solamente el testimonio de la creación y la conciencia,
eran y estaban “sin excusa” (Rom.1:20). A seguir continúa mostrando que los
Judíos, que se gloriaban siendo a quienes les había sido confiado los oráculos
de Dios (Rom.3:2; 2:17-23) eran y estaban equiparados de “inexcusables”
(Rom.2:1).
Es aquí que surge aquel
“Pero ahora” de Romanos 3:21 en toda su fuerza.
“Pero ahora la justicia de Dios sin la ley
(aquí, el apóstol explica lo que la justicia de Dios significa en Romanos 1:17)
se manifiesta” (aquí explica el significado de “se manifiesta” en Romanos
1:17).
“Siendo testigos por la ley y los profetas”
(aquí reitera lo que ha dicho en Romanos 1:2 y 1:17).
A través de las Escrituras
la conjunción adversativa “pero” se emplea para parar en seco al lector, para
que piense, considere el contraste: dicho de otra manera: le capte su atención,
y le incline a observar el contraste de gracia y obras, ley y fe, carne y
espíritu. Dejamos a nuestros lectores con estas pocas observaciones y ejemplos,
y les recomendamos el luminoso estudio de esta pequeña pero muy importante
palabra. Como un incentivo y una exhibición de su empleo y valor, adjuntamos
una concordancia a este breve artículo.
“Pero” en la Epístola a los Hebreos uno y dos.
“Pero en cuanto al Hijo,
dice Él”
(Hebreos 1:8).
“Pero Tu permaneces”
(Hebreos 1:11).
“Pero Tú permaneces siendo
el mismo”
(Hebreos 1:12).
“Pero a cuál de los
ángeles…”
(Hebreos 1:13).
“Pero en cierto lugar
testificó”
(Hebreos 2:6).
“Pero ahora todavía no
vemos que todas las cosas…” (Hebreos
2:8).
“Pero vemos a Jesús”
(Hebreos 2:9).
“Pero cargo en Sí mismo la
simiente de Abraham” (Hebreos
2:16).
No damos la lista completa
de las ocurrencias de esta palabra. La especie anterior revela cuán
próximamente se asocia la doctrina de la epístola con estas recurrencias de
“peros”, y una paciente complexión de esta concordancia probará que estos
“peros” sean de suma importancia y van más allá de toda cuestión.
“Pero éste Hombre”
(Hebreos 9:11).
“Pero habiendo sido
Cristo…”
(Hebreos 9:11).
“Pero Tú Me has preparado
un cuerpo”
(Hebreos 10:5),
Señalando con esto el
camino hacia una gloriosa concepción de la Persona y Obra del Salvador, por
encima de ángeles, por encima de Moisés, por encima de los sacerdotes Levíticos
o los sacrificios, “Su Hijo” (Heb1:2).
Como Él es (1ª
Epístola de Juan).
Como Él es – Cristo
es el centro de todos los propósitos gratuitos de Dios. Él es el Autor, El
Perfeccionador, El Objetivo.
La Equiparación a nuestro Señor Resucitado es
el tema que vamos a ver ahora, tanto durante nuestro caminar aquí, y en aquel
día cuando nos demos por satisfechos viendo que hayamos despertado en Su imagen.
Primero y de manera breve
vamos a considerarle a Él: “Si andamos en la luz, como Él es la luz” (1ª Juan 1:7). El versículo cinco declara que
“Dios es Luz, y en Él no hay tinieblas”. En el mismísimo resplandor de esta
gloria permanece nuestro Salvador. No tan solo se halla Él en Su diestra
propia, sino que además se halla allí debido al perfeccionamiento de Su Obra
Expiatoria. Nada sino una absoluta justicia y perfecta santidad podría soportar
la Luz en la cual nuestro Gran Abogado y Sumo Sacerdote permanece. Sin embargo,
queridos colaboradores creyentes, por muy débiles y caídos que podamos ser en
nosotros mismos, esa, y nada menos,
¡es nuestra posición en Cristo!
El capítulo 2:29 nos dice
que “Él es justo”; 3:3 nos dice que “Él es puro”, resaltando lo envuelto en la
declaración citada encima “Él está en la luz”. 1ª Juan 1:7 comienza con un
“Pero si” – una condición se adjunta por tanto. Antes que consideremos el
aspecto condicional, volvamos a los versículos que revelan la absoluta
naturaleza de la santificación del creyente en Cristo.
Una lectura literal podría
ser la siguiente:
“En esto se ha
perfeccionado el amor con nosotros, para que podamos tener confianza y denuedo
en el día del juicio; que como Él es, también somos nosotros (aunque) en este
mundo” (1ª Juan 4:17).
El amor de Dios es el
sujeto bajo consideración en este versículo. Las palabras traducidas “En esto”
son de constante ocurrencia en la epístola. En este mismo capítulo se traducen
igual “en esto”, en el trece, en el
diez, y en el versículo 9. ¿A qué se refiere el apóstol cuando dice “En Esto”
en el versículo 17? ¿Significa que el amor de Dios se perfecciona en esto – que
el creyente tenga confianza y denuedo en el día del Juicio? Sí – y sin embargo
no – pues esto no deja de ser sino una parte del glorioso objetivo.
Quitando la de algún modo
forzada literal traducción dada arriba, la siguiente podría ser aceptable:
“En esto es el amor con
nosotros perfeccionado (para que podamos tener confianza en el Día del Juicio);
que tal como Él es, así somos nosotros en este mundo”.
El amor se perfecciona en esto – que el
creyente en Cristo es como Él es. El Mismo Dios no conoce nada más alto
objetivo por la eternidad: que el creyente sea como su Señor, y cuando estos
cuerpos de nuestra humillación se muden por cuerpos iguales al del glorificado
Señor, ¡entonces el amor perfecto habrá logrado su objetivo!
¡Que Grande Gracia es esta
en la cual nos hallamos! Cada creyente igualmente perfecto en Cristo. El débil
y el fuerte, el niño y el maduro, todos son equiparados y del todo completos en
Él. Aquí no hay condicionales “Sis” Esto no es más condicional sobre nuestro
andar y vida que nuestra justificación. Obtendrá necesariamente sus resultados;
pero recordemos siempre que vienen después y no antes. Aquel que ES justo (en
Cristo) hace justicia (como un resultado)”. La Raíz debe venir primero: el
fruto vendrá después.
COMO ÉL ES – SOMOS
NOSOTROS 1ª Juan 4:17
COMO Él ES – SEREMOS
1ª Juan 3:2
“Sabemos que cuando Él aparezca, nosotros seremos igual a él”.
Otra vez estamos tratando
con algo absoluto. “Seremos iguales a
Él” – el perfecto amor habrá alcanzado su objetivo. ¿No podemos comprender
mejor la razón del por qué el apóstol introduce este maravilloso objetivo con
las palabras: “He aquí, de qué forma o
manera de amar?” ¿Cuál es el aspecto
de esta gloriosa posición? “Todo aquel (o “cada uno”) que tiene esta esperanza
en Él, se purifica a sí mismo, así como Él es puro”. Según muchos, posiblemente entre estos,
algunos que lean, estas palabras, “ciertamente”, signifique para ellos “permiso
o licencia”. Piensan que es presunción “saber” aquello que Dios ha declarado.
La Escritura no esconde el hecho de que habrá siempre aquellos quienes
“perviertan la gracia de Dios en lascivias”, pero eso de ninguna manera altera
la relación establecida entre 1ª Juan 3:2 y 3.
El lógico razonamiento del
corazón renovado será: “soy yo tal como
Él es, por gracia en Cristo” ¡Oh,
pero también dice: para que cada vez
lo sea más en la práctica! ¿Soy yo tal como Él en el futuro? ¡Oh, pero también
dice: por gracia voy siendo más equiparado a Él actualmente! Manteniendo 1ª
Juan 4:17 en mente, ahora vamos a 1ª Juan 2:5, 6 podremos ver De nuevo leemos
acerca del amor de Dios siendo
perfeccionado: “En esto” conocemos que estamos
en Él. Aquel que dice que está en Él, procura él propio andar, igual, como
Él anduvo”.
Aun mismo en esta
condicional afirmación, el guardar la Palabra es una prueba de nuestra estadía
en Él.
Comparando 1ª Juan 4:17 con 1ª Juan 2:5, 6,
podrá observarse que el amor de Dios hacia nosotros y nuestro amor hacia Dios
se reúnen juntos en el Señor Jesucristo como su objetivo. Ambos señalan
adelante hacia la igualdad a Él. El amor del creyente a Dios le incita a procurar una mayor conformidad a la
imagen de Su Amado Hijo; el amor de Dios
a Su gente mantiene fijo su objetivo – la perfecta igualdad a Cristo en
gloriosa resurrección. Observe que este versículo no dice: “Nosotros procuramos ser como Él es”, sino que
dice: “Nosotros procuramos andar
como Él anduvo”. Muchos han cometido todo tipo de excesos en sus intentos por
“andar como Él anduvo”, olvidándose que 1ª de Juan 1:7 debe ser incluido, y que
por tanto nosotros ya no conocemos a Cristo según la carne. 1ª Juan 1:7 dice
respecto del andar en la luz. Esta es
cómo el Señor Jesús siempre anduvo mientras estaba en esta tierra.
En la mismísima Presencia
de Dios, en la luz del Más Santo de Todos - ¡Qué gran posición es esta en la
cual nos hallamos! ¡Qué bendita posición conlleva! No hay ninguna creativa
preparación o perfeccionamiento que pueda apreciarla; de hecho, cualquier
intento de esa clase tan solo nos muestra el fracaso al apreciar viendo las
alturas de la Santidad demandada por tan terrible Presencia. ¿Cuál es nuestra
garantía por atrevernos a andar en esta luz?
Como Él es – somos
nosotros. ¿Quiere decir esto, perfección sin pecado? No. Si decimos que no
tenemos pecado nos engañamos a nosotros mismos. Si decimos que no tenemos
pecado hacemos de Dios un mentiroso. No se trata de encubrir nuestros pecados,
ni tampoco por imaginarnos que legamos a estar sin pecado nos acercaremos jamás
a la Presencia del Señor. Es por causa de la maravillosa gracia que somos “Aceptes
en el Amado”, por lo que hemos sido “reunidos” para ser coherederos de la
herencia de los santos en la luz. Con todas nuestras imperfecciones todavía a
nuestro cargo, con todos nuestros pecados de omisión y comisión, nosotros
podremos acercarnos al andar en la luz. ¿Menospreciamos el pecado? ¡No! Dios no
hace eso, sino que ha provisto lo necesario. No es nuestro andar o nuestra
confesión que nos hará más apropiados para Su Santa Presencia, pero sin embargo
“si andamos en la luz…la sangre de
Jesucristo Su Hijo nos limpia de todo pecado”.
Así son algunos pequeños
fragmentos de la enseñanza de estos versículos. Demos gloria a Dios por creer
Su Palabra, y visto que en Su gracia somos,
en Cristo, como Él es, y que como Él es seremos nosotros; procuremos
por gracia andar como Él anduvo,
andar en la luz, confesando con gratitud la gloriosa eficacia de la Sangre que
nos limpia, y ejemplifica en alguna medida la completa santificación que
poseemos en Cristo Jesús.
BORRA…LÁVAME
(Salmo 51:1, 2)
El primer versículo del
Salmo cincuenta y uno ha sido impreso como un encabezado en la A.V.; pero hace
parte integrante del Salmo. Pone la totalidad de la prédica de David, sus
oraciones, y su restauración en su histórica asociación con Betsheba y Urías, y
con el Salmo treinta y dos, donde se registra su “tardío” reconocimiento.
Aquí, en el Salmo cincuenta
y uno, su confesión y oración es el aspecto externo de este reconocimiento:
“Pues conozco bien mis transgresiones: y mi pecado mantengo siempre presente”
(Salmo 51:3).
Estamos limitando nuestra
observación en este artículo a la dupla petición de los versículos uno y dos:
“Borra…Lávame”.
Esto no es una mera
repetición por causa del énfasis; hay dos consecuencias vitalmente ligadas de
la redención aquí sugeridas. “Borra” tiene en vista un registro escrito en un
libro, que debe ser cancelado si es que la paz se pueda mantener en vista.
“Lávame” en vez de considerar el pecado en su engañosa natura, lo que hace es representar
al pecador “impuro” y por tanto incapaz de introducirse en el lugar santo.
“Borra…Lávame” tiene en mira la justificación. “Lávame” para santificación.
David era culpable tanto de asesinato como de adulterio, y sabía demasiado bien
que bajo la ley de Moisés no había antídoto o provisión para un asesino.
“No tomaréis precio por la
vida del homicida, porque está condenado a muerte; indefectiblemente morirá”
(Números 35:31).
Sin embargo David pudo orar
por liberación de su culpabilidad de sangre, y declaró que su lengua “cantaría
a voces de Su justicia” (Salmo 51:14). En la apertura de este Salmo, David
habla de la amorosa bondad de Dios y Su tierna misericordia, sin embargo la
justicia como una base para un pecado imperdonable está por encima de todo lo
visto en la ley, y es inexplicable aparte de la ofrenda de Cristo. David es
consciente de la extrema corrupción dejada por su pecado, eso se indica por el
énfasis que pone sobre la necesidad, no solo por ser lavado, sino ser lavado “a
fondo”, la palabra hebrea se lee literalmente “multiplica el lavar”. Esta
conciencia de gran corrupción se ve en las diferentes palabras que emplea:
- “lavar”, “limpiar”, “purgar”, “limpio”.
“Borrar”, tal como ya hemos sugerido, se refiere a la eliminación de un
registro, tal como en Éxodo 32:33:
“A éste raeré Yo de Mi
libro” (Éxodo 32:33)
“El sacerdote escribirá
estas maldiciones en un libro, y las borrará con las aguas amargas” (Números
5:23)
“Sean raídos del libro de
los vivientes” (Salmo 69:28)
“Yo deshice como una nube tus rebeliones”
(Isaías 44:22).
“Yo, Yo soy el que borro
tus rebeliones por amor de Mí Mismo, y no me acordaré de tus pecados” (Isaías
43:25).
Vamos a observar un poco
más de cerca estas palabras que hablan de limpieza. “Lávame”. La palabra hebrea
se emplea en el Salmo 51:2 y 7, es kabas,
que se refiere en cada pasaje al lavamiento de los vestidos, particularmente en
el lavado ceremonial de Levíticos 11:24, 25. En 2ª Reyes 18:17, Isaías 7:3;
36:2 y Malaquías 3:2 se traduce “Lavador”. Lávame a fondo, y seré más blanco
que la nieve. Aquí David ve más allá del limpiado que la ley provee a “la
preciosa sangre de Cristo” que limpia de todo pecado.
“Púrgame” o “Purifícame”. Aquí la palabra
hebrea es chata. Ahora bien, chata se traduce “pecado” 165 veces, sin
embargo la misma palabra se traduce también purga, limpio, hacer
reconciliación, ofrecer por el pecado. La
Companion Bible tiene el siguiente comentario en frente de “purga”:
“Tú me limpias de pecado, o
me despejas de pecado”,
es decir, expiación por la sangre de una
ofrenda de pecado”.
En la mente de Dios, de tal
manera se asocia íntimamente el “pecado” y su “castigo” y el “perdón” y el “soporte” del pecado, que la A.V. y la
R.V. imprimen en el texto de Génesis 4:3, tal como antes ya hemos observado:
“Mi castigo es mayor de lo que puedo soportar”
Sin embargo al margen
ponen:
“Mi iniquidad es
más grande que…pueda ser perdonada”.
Este doble sentido se ve en
Génesis 19:15:
“Para que no perezcas en el
castigo de la ciudad”.
Desde Génesis, a través de
la ley, los Profetas y los Salmos, y desde Mateo, a través de los Evangelios,
Hechos, las Epístolas y el Apocalipsis, las Escrituras testifican a una sola
voz que:
“Sin derramamiento de
sangre no hay remisión” (Heb.9:22).
Tanto en Hebreos 9:14 como
22 la sangre de Cristo se asocia con “purga”. La purga con hisopo no se refiere
al uso de hierbas medicinales, sino a un “rociar”. En Éxodo 12:22 “un manojo de
hisopo” se empleaba para rociar el poste o dintel al lado de la puerta, al
tiempo de la Pascua. En Levíticos y Números, el hisopo se empleaba para la
limpieza del Leproso, y para las impurezas (Lev.14; Núm.19).
“Más blanco que la nieve”
tiene en vista un anticipo de la descripción de la Transfiguración:
“Y Sus vestidos se volvieron
resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que ningún lavador en la
tierra los puede hacer tan blancos” (Marcos 9:3).
“Crea en mí, oh Dios, un
corazón limpio” (Salmo 51:10).
Aquí no hay reforma alguna,
ni tampoco una vuelta de hoja, sino antes bien una nueva creación. La palabra
“limpio” mira atrás, a la “limpieza” de un leproso (Lev.14), la cual, debe
recordarse, restaura al leproso a su lugar como adorador; y además el oro
“puro” y el “puro” incienso, que se requería para la adoración en el
tabernáculo. Por eso David pudo orar por un “limpio corazón” y la restauración
al “gozo” de su salvación.
Una crítica superficial del
Salmo 51:13:
“Entonces enseñaré a los
transgresores Tus caminos, y los pecadores se convertirán a Ti”
, dice, en efecto:
“Ciertamente alguien tan pecador como lo fue David, no podría ser la persona
adecuada para enseñar o pensar siquiera en la conversión de otros” – pero es
que eso no es cierto. La primera cualificación para el Maestro y Predicador de
la Palabra de Dios es que él en sí mismo, el Maestro y Predicador, debería ser
capaz de decir:
“EN OTRO TIEMPO ERA
CIEGO PERO AHORA VEO”.
“Borra”. Esto tiene la
vista puesta en la “Justificación” El Tribunal de la Ley.
“Lávame”. Esto mira a la
“Santificación”. Al Templo.
Y ambas cosas miran a la
sangre de Cristo:
“Siendo ahora justificados
por Su sangre” (Rom.5:9).
“Por lo cual también Jesús,
para santificar al pueblo con Su propia sangre, padeció fuera de la puerta” (Heb.13:12).
MARAVILLOSOS LUGARES
DE REUNIÓN
No es nuestro propósito
discutir los méritos de un cualquier lugar de adoración, ni tampoco defender el
atendimiento, o el no atendimiento en el lugar de reunión de cualquier secta o
denominación; lo que deseamos es “Predicar a Cristo”, y al hacerlo así
aplicaremos un golpe más efectivo y poderoso al sectarismo que por todas las denuncias que podamos reforzar,
y al mismo tiempo alimentamos a la gente del Señor con el Verdadero Pan caído
desde el Cielo.
El maravilloso Lugar de
Reunión al cual desearíamos llamar la atención se encuentra en Isaías cincuenta
y tres, y se halla simbolizado en Éxodo 25:21 y 22. Vayamos a Éxodo 25:16-22.
El Arca del Pacto estaba ocupado con las inquebrantables
tablas de piedra. Recordemos que Israel en realidad nunca recibió los diez mandamientos – Los quebraron antes que le
hubiesen sido entregados. La respuesta de Dios fue: “Hacer un Arca”, no
“Dándoles otra oportunidad”, ni tampoco “dándoles un código más fácil”.
Sobre este Arca se coloca
el Asiento de Misericordia, el propiciatorio, que apropia el Arca exactamente
debajo. Aquí tenemos Romanos 3:21-26, puesto delante de nuestros ojos. La
Expiación tiene una segura base de justicia sobre la cual reposar. La sangre
rociada sobre el Asiento de Misericordia encubre dentro la perfecta e
inquebrantable ley. “Para que Él pueda ser el justo, y el justificador de aquel
que cree en Jesús”.
Este símbolo de la obra
perfecta de Cristo es el fundamento reunido en Éxodo 25:22: “Y de allí me declararé a ti, y hablaré
contigo de sobre el propiciatorio (el Asiento de Misericordia)”. Querido y
colaborador creyente, “Acerquémonos”; ninguno puede decirnos que no lo hagamos
si es que Él nos da la bienvenida. Con este bellísimo tipo en mente, vayamos a Isaías
cincuenta y tres.
En Hechos 8:35, leemos:
“Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando en la misma Escritura, le
predicó a - Jesús”. Isaías cincuenta y
tres es “la misma Escritura”. Hace parte de la confesión de arrepentimiento de
Israel cuando ven poniendo sus ojos en Aquel a Quien traspasaron, cuando el
velo sea quitado y exclamen: “Ciertamente llevó Él nuestras acusaciones, y
cargó consigo nuestros pesares”. “Todos nos descarriamos como ovejas, nos
inclinamos cada uno a nuestro propio camino; y el Señor cargó (al margen, reunió consigo) sobre Él la iniquidad
de todos nosotros”.
Hagamos una pausa y
consideremos este maravilloso Lugar de Reunión. El Sufridor es el Hijo de Dios;
las Manos que idealizaron los Cielos (Heb.1:10) están clavadas al Árbol
Maldito; La Roca que todavía tiene que revestirse “muchas diademas” se corona
con los espinos que crecen debido y en consecuencia del pecado de Adán. ¿A qué
sebe todo esto? ¿No había otro camino? ¡No!
El Señor de Gloria se rebajó desde Su trono exaltado, llegando a ser un hombre,
un siervo, y murió bajo la imputación de culpabilidad que el Señor cargó consigo Mismo. ¡Qué idea tan tremenda reside en esto! ¡De qué
manera nos llama la atención para que recordemos que estamos pisando suelo
santo!
Un solo pecado para un
infinito Santo Ser debe ser suficiente; pero pensar del pecado combinado de
todo el tiempo de mi vida que converge y recae sobre Su Cabeza Sagrada es algo
que el corazón no puede concebir. Sin embargo el escritor no es el único por
quien el Salvador murió. Miles más pueden regocijarse en Aquel como el gran
Cargador de Pecados por ellos también. Pero esto no es todo. Generación a
seguir a generación ha existido, y pecado y muerto, y para muchos de ellos se
ha derramado la sangre del Salvador. Aquí, al igual que Pablo al final de
Romanos 11 (una vez que enumera la múltiple misericordia de Dios), se nos quita
de nuestra profundidad – tan solo podemos bajar nuestras cabezas y decir: “Oh
cuán profundas son, tanto las riquezas de sabiduría como las del conocimiento
de Dios”.
Pero esto, sin embargo, no
es todo; todavía hay “mucho más”. Al final de Isaías 53:12, leemos de un
Segundo Lugar de Reunión, asociado y fundamentado sobre el primero del
versículo seis: “Fue contado con los pecadores; habiendo Él llevado el pecado
de muchos, y orado o hecho intercesión (un lugar
de reunión) por sus transgresiones”. La misma palabra hebrea, paga se emplea en Isaías 53:6: “cargó con Él”, y en Isaías 53:12:
“Habiendo Él llevado o hecho intercesión”. En primer lugar fue hecho un Lugar
de Reunión para las transgresiones, y a seguir, habiendo quitado el pecado por
el sacrificio de Sí Mismo, se
sentó a la Diestra de la Majestad en las Alturas. Donde vive ahora para hacer
intercesión por nosotros, a Quien podemos acercarnos en todo tiempo por un
nuevo y viviente camino. ¡Qué glorioso Lugar de Reunión!
Pero
con todo esto, aun así, no acabamos de ver lo más profundo, ni escalamos la
cima, ni llegamos a comprender el amor que sobrepasa al conocimiento. Nosotros,
quienes por la fe nos volvemos al tal solemne Lugar de Reunión del Calvario,
miramos enfrente en esperanza para
la consumación de la totalidad, tal como se expresa en las palabras del apóstol
a los Tesalonicenses. El saber si 1ª Tesalonicenses 4 debe ser interpretado de
la Iglesia del Misterio es una cuestión que tenemos que tratar en otro lugar,
pero una cosa sabemos ciertamente, y es que el Redentor de todas las edades y
dispensaciones, tanto si por Rapto como por Resurrección; tanto anterior o
posterior a La Gran Tribulación; tanto heredando los Lugares Celestiales, como
el Paraíso Terrenal; todos serán
reunidos al Señor.
1ª
Tesalonicenses 4:17; 1ª Juan 3:1-3; Filipenses 3:20, 21; Colosenses 3:1-4; Tito
2:13; Apocalipsis 20:4; 22:4.
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El escritor de este
panfleto es el autor de muchos volúmenes devotados a la exposición de las
Escrituras, visto desde el punto de vista de la Doctrina, Dispensación y
Profecía. La siguiente lista aquí seleccionada, sus títulos, conllevan también el tema del presente
panfleto:
La Deidad de Cristo.
El Testimonio del Prisionero del Señor. El Justo y el Justificador. La Vida A
Través de Su Nombre.
Por
Charles H. Welch
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