Santificación
Karen George
Salmo 51:7
(King James Version) - Púrgame con
hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve
Este bello
versículo ejemplifica la verdadera natura de la santificación. En la noche de la primera Pascua, el ángel de la
muerte pasó por alto las casas cuyos dinteles en las puertas habían sido
pintados con la sangre del cordero. El hisopo era el ramaje que como una brocha
se embebía y pintaba sobre la sangre (Éxodo 12:22). Qué maravilloso es que,
tanto David como nosotros, podamos rogarle: púrgame
con hisopo y seré limpio. Lávame y seré más blanco que la nieve por la sangre
del Verdadero Cordero de Dios.
En el
Nuevo Testamento, la palabra “santificado”, hagiazo
y “santificación”, hagiasmos son
ambas provenientes de la palabra griega hagio,
la cual se traduce “santo” en muchos y diferentes contextos. Además, la palabra
griega plural y común para “santos”, hagio,
es también este término griego básico para santo.
La Santidad, por tanto, está en gran medida envuelta en la definición de santificación. Hagio, además, también
significa “separado”, “puesto aparte”, “limpio y hecho apropiado para la
presencia de Dios”. También puede significar “consagrado para Su servicio.
Verdaderamente, no existe sino tan solo Uno en todo el universo que sea
inherentemente Santo por naturaleza, y ese Uno es Dios.
Por
Hebreos 12:29 venimos a saber que nuestro Dios es un fuego consumidor. Por Su propia naturaleza, todo aquello que no
sea apropiado para Su presencia vendrá efectivamente a ser deshecho y consumido
ante Su inultrapasable luz examinadora. “Dios es luz, y en Él ninguna tiniebla
hay” (1ª Juan 1:5). Nosotros, siendo como somos pecadores, caídas criaturas,
estábamos destituidos de la gloria de Dios. Además, tal como Hebreos 12:14 dice: Sin santidad, ningún hombre verá a Dios.
No
obstante, la Biblia claramente declara que el redimido tiene la esperanza del
cielo y está destinado a compartir y participar toda la eternidad con el Señor.
¿Por qué? Ciertamente por Su Sola Gracia nos reunió para hacernos partícipes en la herencia de los santos en luz
(Clos.1:12). No tan solo sabemos bien las acusaciones que teníamos pendientes
en el Tribunal de Dios; sino además, por Su preciosa sangre y Su obra
expiatoria sobre la cruz, sabemos a la par que Él nos vistió en Su justicia. Nos
hizo limpios, lavados, purificados y completamente aceptables para Su
presencia. Todas las leyes y ordenanzas en la ley Mosaica concerniente a la
purificación y aceptabilidad se reúnen y satisfacen por la obra de este Gran
Sumo Sacerdote.
Esta obra
fundamental de hacernos perfectos para Su presencia es total, plena y
completamente la sola obra de Dios. Es la raíz de la santificación. La
Santificación primero que nada es Su obra en nuestro respaldo, no nuestra obra.
El primer grupo de versículos listados explora este aspecto fundamental de la
santificación.
Además,
tal como sucede con muchas doctrinas en la Biblia, tenemos la raíz, la cual es
toda de Su pertenencia, de Dios; y hay también el fruto, el cual es lo poco que
añadimos nosotros. Nuestro objetivo, por tanto, es “adornar la doctrina” que se
nos ofrece. Debemos “operarlo” procurando que habite en nuestras vidas para que
estas cosas, producidas en nuestro respaldo, sean visibles en nuestro diario
vivir y testimonio. Sin embargo, este aspecto práctico de la santificación, tan
solo puede esperarse que sea efectivo, a los ojos de Dios, si es que creemos
que esto solo sea posible a través del poderoso lavamiento de la Palabra de
Dios y nuestra íntima identificación con Cristo. Tan solo entonces podrá nuestro
andar terrenal tener la esperanza de ser “un vaso de honra, santificado y
apartado para uso y empleo del Maestro” (2ª Tim.2:21).
2 Timoteo 2:21 Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra.
La mayor
parte de lo que aprendimos sobre este tema y las principales ideas que se
presentan en este estudio se deben gracias a las maravillosas enseñanzas de
Charle H. Welch sobre él. Tenemos dos principales puntos de referencia para
este estudio, por detrás de las propias Escrituras. Uno es el precioso artículo
de Welch titulado Santificación, en
el Vol.7 del Análisis Alfabético págs.221-241. El otro se halla contenido en
las series gravadas, Fundamentos
Cristianos, W178-179 tituladas igual: Santificación.
Ahora
intentaremos exhibir las suficientes Escrituras pertinentes sobre este gran
tema como para poder comprobar si es que
estas cosas sean así.
La Raíz: Santificada solamente
por el Dios Único.
(Hechos
26:17-18 King James Version.) Librándote
a ti del pueblo, y de los Gentiles, a los cuales ahora te envío (18) para que abras sus ojos, y se conviertan de
las tinieblas a la luz, y del poder de Satán a Dios, para que puedan recibir el
perdón de los pecados, y herencia entre aquellos que son santificados por fe en Mí.
(Rom.15:15-17
K.J.V.) No obstante, hermanos, os he
escrito lo más denodado posible para que, de alguna manera, se os quede impreso
en la memoria, por causa de la gracia que me es dada proveniente de Dios. (16)
Para que llegase a ser el ministro de
Jesucristo para los Gentiles, ministrando el evangelio de Dios, para que la
ofrenda de los Gentiles pudiese ser
acepte, siendo santificada por el
Espíritu Santo. (17) Tengo, pues,
de qué gloriarme a través de Jesucristo en aquellas cosas que pertenecen a
Dios.
(1ª
Corintios 1:1-2 K.J.V.) Pablo, llamado a
ser un apóstol de Jesucristo a través de la voluntad de Dios, y Sostenes
nuestro hermano. (2) A la iglesia de
Dios que está en Corinto, a los que estén santificados
en Cristo Jesús, llamados a ser santos, con todos aquellos que en todas
partes confiesan sobre el nombre de Jesucristo nuestro Señor, tanto de ellos
como nuestro.
(1ª
Corintios 1:29-31) Para que ninguna carne
se gloríe en Su presencia. (30) Pues
solo a Él se debe que estemos en Cristo
Jesús, Quien de Dios es hecho para nosotros
sabiduría, y justificación, y santificación,
y redención: (31) Para que, según
está escrito, aquel que se gloría, gloríese en el Señor. (Welch señala que la última palabra “y” es la griega “te” significando “así, tal como…Por
tanto, Cristo es hecho para nosotros santificación así, tal como…redención)
(1ª
Corintios 6:10-11 K.J.V.) Ni los
ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los rebeldes, ni los estafadores,
heredarán el reino de Dios. (119 Y
así erais algunos de vosotros: pero habéis
sido lavados, santificados,
justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.
(Efesios
5:25-27 K.J.V) Maridos, amad a vuestras
mujeres, como Cristo amó también a la iglesia, y se entregó a Sí Mismo por
ella; (26) para que pudiera santificarla y limpiarla con el
lavamiento de agua por la Palabra. (27) para
poder presentársela a Sí Mismo una gloriosa iglesia, sin mancha alguna, ni
arruga, ni nada parecido con eso; sino que fuese santa y sin mancha.
“Santa y
sin mancha” “lavamiento”, “aspersión” o cualquier cosa de ese tipo: esto es lo
inherente en su mayoría del tema de la santificación.
Esta definición es posteriormente expandida en el siguiente versículo, en el
cual se incluye un juego de palabras
– “Santificados plenamente y preservados sin mancha”.
(1ª
Tesal.5:23 K.J.V.) Y el mismo Dios de paz
os santifique por completo; y yo oro a Dios para que todo vuestro espíritu y
alma y cuero sea preservado sin mancha hasta la venida de nuestro Señor
Jesucristo.
(2ª
Tesal.2:12-13 K.J.V.) Para que vengan a
ser condenados todos aquellos que no creen a la verdad, sino que se complacen
en la injusticia. (13) Pero nosotros tenemos que dar siempre
gracias a Dios por vosotros, hermanos amados del Señor, porque Dios os haya
elegido desde el principio para salvación a través de la santificación del
Espíritu y creencia de la verdad:”
(Hebr.2:10-12
K.J.V.) Porque convenía que Aquel, por
Quien son todas las cosas, y por Quien todas las cosas existen, trayendo muchos
hijos a la gloria, hacer la obtención de su perfecta salvación a través de
sufrimientos. (11) Pues tanto Aquel
que justifica como aquellos que son justificados son todos de Uno: Por causa de
eso no se avergüenza de llamarles hermanos, (12) Diciendo, Declaré Tu nombre ante mis hermanos, en el medio de la
iglesia cantaré alabanzas para Ti.
Observe en
este próximo versículo que estos previos sacrificios de bueyes y carneros no
podían purificar la carne, sin embargo el Verdadero Sacrificio Único de Cristo
purga la conciencia Tan solo este Único puede desvestir al viejo hombre.
(Hebr.9:13-14
K.J.V.) Porque si la sangre de los bueyes
y de los carneros, y las cenizas de una novilla rociando al impuro, santifica
para la purificación de la carne: (14) ¿Cuánto
más la sangre de Cristo, que a través del Espíritu eterno ofreció Él propio sin
mancha a Dios, purga vuestras conciencias de obras muertas para servir al Dios
vivo?
(Hebr.10:9-10
K.J.V) Entonces dijo Él: He aquí, vengo para hacer Tu
voluntad, Oh Dios. Quita lo primero, para que se pueda establecer al Segundo. (10) Por el cual seremos
santificados a través de la ofrenda del cuerpo de Jesucristo para siempre.
(Heb.10:14
K.J.V) Porque por una sola ofrenda
perfeccionó para siempre a los que son santificados.
Welch señala
que las palabras perfeccionó para siempre
(Gr.- teleioo esen dienekes)
debería literalmente traducirse perfeccionada
a perpetuidad. La expresión Griega en
dienekes es la manera más reforzada en la Biblia para enfatizar la
eternidad. La misma expresión Griega se emplea es la negativa en Hebr.10:1 para
decir que los animales sacrificados ofrecidos nunca podrían literalmente
perfeccionar a perpetuidad. Sin embargo en contraste ¡la ofrenda de Cristo santifica
a los creyentes en la forma más reforzada y final por toda la eternidad!
(Hebr.10:29
K.J.V) ¿O cuánto más castigo sufrirá,
suponéis vosotros, que sea hallado indigno, habiendo pisoteado al Hijo de Dios,
y haya considerado la sangre del pacto, en la cual fue santificado, como cosa
no sagrada, y haya menospreciado al Espíritu de gracia?
(Hebr.13:11-12
K.J.V) Porque los cuerpos de aquellas
bestias, cuya sangre es traída al santuario por el sumo sacerdote por el
pecado, son quemados fuera del campamento. (12) Por lo cual también Jesús, para poder santificar al pueblo con Su
propia sangre, sufrió fuera de la puerta.
(1ª Pedro
1:2 K.J.V) Elegidos conforme al
conocimiento de antemano de Dios el Padre, a través de la santificación del
Espíritu, para obediencia y aspersión de la sangre de Jesucristo: Gracia a
vosotros, y paz, o sean multiplicadas.
Judas 1:1
K.J.V) Judas, el siervo de Jesucristo, y
hermano de Jacobo, a los santificados por Dios el Padre, y son preservados en
Jesucristo, y llamados.
(1ª Juan
1:7 K.J.V) Pero si andamos en la luz,
tenemos comunión uno con otro, y la sangre de Jesucristo Su Hijo nos limpia de
todo pecado. (Aquí el original está en el
tiempo perfecto. Literalmente, pues, se lee: “la sangre de Jesucristo nos sigue
limpiando de todo pecado” – pasados, presentes y futuros pecados)
Santo – “Hagios”
Esta
palabra raíz aparece 231 veces en el Nuevo Testamento y generalmente se traduce
“sagrado”. En la mayoría de las veces en conexión con el Espíritu Sagrado (o Santo)
y Dios, sin embargo, es también la palabra común traducida “santos”. Estos son
dichos pasajes, pues, que están a menudo
en conjunción con nuestra perfecta presentación a Él, y que tienen mucho peso
en el tema de la santificación.
(Rom.11:18
K.J.V) Porque si la primicia (o primer
fruto) es santa, la masa restante
también es santa: y si la raíz es santa, así también lo son las ramas.
(1ª Cor.3:17 K.J.V) Si algún hombre derriba el templo de Dios, al tal destruirá Dios;
porque el templo de Dios es santo, el cual templo sois vosotros.
(Efesios
1:4 K.J.V) Según nos escogió en Él antes
de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de Él
en amor.
(Efesios
2:21 K.J.V) En Quien todo el edificio
apropiadamente edificado crezca junto para (ser) un templo santo en el Señor.
(Efesios
5:27 K.J.V) Para poder presentaros a Sí
Mismo una iglesia gloriosa, no teniendo mancha alguna, o defecto, ni nada de
eso; sino que fuese santa y sin mancha.
(Colos.1:22
K.J.V) En el cuerpo de Su carne a través
de muerte, para presentarte a ti santo sin mancha e irreprensible a Sus ojos
(2ª
Tim.1:9 K.J.V) Quien nos salvó, y nos
llamó con un santo llamamiento, no de acuerdo a nuestras obras, sino de acuerdo
a Su propio propósito y gracia, que nos fueron dadas en Cristo Jesús antes que
el mundo comenzase.
(Tito 3:5
K.J.V) No por obras de justicia que
hayamos hecho, sino que nos salvó según Su misericordia, por el lavamiento de
regeneración, y renovación del Espíritu Santo.
(Hebr.3:1
K.J.V) Por tanto, santos hermanos,
partícipes del llamamiento celestial, considerad al Apóstol y Sumo Sacerdote de
nuestra profesión, Cristo Jesús;
El Fruto: Su Realización
El tema de
estas Escrituras es el aspecto de la realización práctica de la santificación.
Nuestra posición está garantizada, sin embargo, ¿cómo vamos a sobreedificar
encima de esta doctrina? ¿Cómo vamos a “adornarla”? Es como si el Señor nos
dijera: Tú ya has sido hecho santo a Mis
ojos, ¡Ahora compórtate como tal!
(1ª Pedro
1:14-16 K.J.V) Como hijos obedientes, no
conformándoos vosotros según los deseos pasados en vuestra ignorancia: (15)
Sino que así como Aquel que os llamó es
santo, así seáis también vosotros santos en todas vuestras maneras de hablar; (16)
Pues está escrito: Sed santos, porque Yo
soy santo.
La
pregunta culminante entonces es ¿cómo santificamos
nuestras vidas para Su servicio? Si santificación también significa ser
consagrado y puesto aparte para uso del Maestro, precisamos las directrices
dadas por Dios sobre el “cómo podemos ser más santos en nuestro andar”. (1) La
respuesta aparece siendo dupla: la inmersión en Su Sagrada Palabra y (2)
nuestra íntima identificación con Cristo, lo cual significa que nos
consideramos muertos en nosotros propios, sepultados y resucitados con Él. Ese
es ahora nuestro enfoque: sobre los
asuntos celestiales donde Cristo se halla sentado a la diestra de Dios.
Si
constantemente perseguimos estas cosas de arriba antes que nada, entonces tal
vez seamos más capaces de comportarnos como deberíamos en el Señor.
Lavamiento Del Agua Por la Palabra
(Juan
13:6-11 K.J.V.) Entonces se le acercó
Simón Pedro: y Pedro le dijo: Señor, ¿Tú me lavas los pies? (7) Jesús le respondió y le dijo: Lo que Yo te
hago tú ahora no lo entiendes, pero vendrás a saberlo más tarde. (8) Pedro le dijo: Jamás me lavarás mis pies.
Jesús le respondió: Si no te lavo, tú no tienes parte conmigo. (9) Simón Pedro le dijo: Señor, no solo mis
pies, sino además mis manos y mi cabeza. (10) Jesús le dijo: Aquel que está lavado (leumeno) no precisa ser
limpio (nipashia) salvo solo sus pies, pues está limpio en cada rincón; y
vosotros estáis limpios, aunque no todos. (11) Porque Él sabía quién iría a traicionarle, por eso dijo: No todos
estáis limpios.
El pasaje
previo de Juan es muy significativo en muchos aspectos. No solo se rebaja el
Señor de toda la creación hasta la más baja posición del trabajo esclavo en una
casa, sino que además recalca un punto importante sobre la santificación. Recuerde que la santificación envuelve el lavamiento
para ser apropiado, tanto para la presencia de Dios como para Su servicio.
Cuando Cristo le dijo a Pedro que quien estaba lavado ya no precisaría de nada
sino de lavar solo sus pies, Él empleó dos diferentes palabras Griegas. La
primera es “leumeno” que significa un
baño completo. La segunda palabra que
Cristo utiliza es la palabra Griega para el enjuague, “nipashia”. Según señala Welch en su Santificación – audio
(W178-179), Cristo le está diciendo a Pedro, que, una vez que había sido salvo, él ya había tomado su baño
completo. De ahí que ya no precisase lavar las manos y cabeza de Pedro. Tanto
Pedro como cada uno de los creyentes redimidos están lavados a fondo por la
sangre del Salvador. Todo lo que ahora se precisa es lavar la suciedad que
diariamente impregna nuestros pies, la parte que entra en contacto con el polvo o mundo pecador. Esta es la faz práctica de la santificación, la cual también reposa del todo sobre nuestra
absoluta dependencia en Cristo.
¿Cómo se
lleva a cabo el lavado diario? La respuesta está en el “lavamiento del agua de la Palabra”. Nuestro diario estudio de la
Biblia nos limpia la suciedad del mundo de nuestros pies. Como bien sabemos, la
Palabra de Dios es más cortante y aguda que una espada de dos filos, y es a
través de Su Santo Escrito que conocemos a Dios. Mientras más y mejor
conozcamos a Dios y le permitamos al Espíritu Santo que nos hable a través de
esta Palabra, entonces más y mejor podremos serle agradables y hacer de esta
faz de la santificación una realidad en nuestras vidas. Este precepto se repite
tres veces en los siguientes pasajes:
(Juan
15:2-3 K.J.V) Todo ramo que en Mí no
lleva fruto será cortado; y cada ramo que porte fruto, Él lo purga, para que
pueda producir todavía más frutos. (3) Ahora
bien, vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado. (Observe que aquí la palabra “purga” es la palabra Griega
“kathairo” que realmente significa “limpieza” y es de donde proviene
nuestra palabra “catarsis”. Esto también se apropia al tema de la
santificación).
(Juan
17:17-20 K.J.V) Santifícalos por Tu
verdad: Tu palabra es verdad. (18) Así
como me enviaste al mundo, así los envío Yo también en el mundo (19) Y por causa de ellos me santifico a Mí
Mismo, para que ellos también puedan ser santificados a través de la verdad. (20)
No oro por estos solamente, sino también
por aquellos que van a creer en Mí a través de sus palabras.
(Efesios
17:17-20 K.J.V) Maridos, amad a vuestras
mujeres, así como Cristo también amó a la iglesia, y se dio a Sí Mismo por
ella; (26) para santificarla y limpiarla
con el lavamiento de agua por la palabra, (27) para poder presentársela a Sí Mismo una gloriosa iglesia, no teniendo
mancha alguna, ni arruga, ni nada parecido con eso; sino que fuese santa y sin
mancha.
Desvestíos Del Viejo Hombre
Tal como
señala Welch en las páginas 232 a 241, de su artículo “Santificación” en el Análisis Alfabético, nuestro aprendizaje
de un andar más santo en esta vida también depende sobre nuestra habilidad
desvistiéndonos de los actos del viejo hombre y el andar en novedad de vida, la
cual vida nueva es nuestra a través de Cristo. Igual que ocurre con nuestra
fundación, la verdadera santificación para mantenerse firme delante de Dios
depende enteramente sobre nuestra identificación con Cristo, así sucede también
con nuestra práctica realización de santificación.
Precisamos reconocer nuestra vieja naturaleza como muerta y sepultada con
Cristo, tal como además Él nos considera. Desde ahí, si realmente procuramos
aquellas cosas que están arriba y vivimos buscando siempre a Cristo en nuestro
andar día a día, entonces estamos listos en la buena senda para un más santo y
pío andar. Por supuesto, esto es más fácil decir que hacer, y aunque siempre
mantengamos el objetivo delante de nosotros, no creo que podamos aprender
completamente estas cosas estando todavía en esta carne pecadora. Por eso: gemimos con angustia, deseando ser
revestidos con nuestra casa que es del cielo (2ª Cor.5:2 K.J.V).
Los
siguientes versículos dicen respecto directamente a esta necesidad por una
íntima identificación con Cristo tanto en nuestro andar como en nuestra
salvación.
(Gál.2:19-20
K.J.V) Porque por la ley soy muerto para
la ley, para poder vivir para Dios. (20) Yo estoy crucificado con Cristo; y aunque viva, ya no vivo yo, sino
Cristo vive en mí: y la vida que ahora vivo en la carne la vivo por la fe del
Hijo de Dios, quien me amó, y se dio a Sí Mismo por mí.
(Rom.6:1-19
K.J.V) ¿Qué, pues, diremos?
¿Continuaremos en pecado, para que la gracia abunde? (2) ¡Dios no quiera! ¿Cómo entonces, nosotros
los que estamos muertos al pecado, iríamos a vivir más tiempo así? O ¿no sabéis
que los muchos que fuimos bautizados en Jesucristo fuimos bautizados en su
muerte? (4) Así, pues, fuimos
sepultados con Él por el bautismo en muerte: para que igual que Cristo fue
resucitado de la muerte por la Gloria del Padre, así también nosotros andemos
en novedad de vida. (5) Pues si
fuimos plantados juntamente en la semejanza de Su muerte, para que seamos
semejantes también nosotros en Su resurrección. (6) Sabiendo esto: que nuestro viejo hombre está crucificado con Él, para
que el cuerpo del pecado sea destruido, y en resultado ya no serviremos al
pecado. (7) Pues aquel que es muerto
está libre del pecado. (8) Sabiendo
que Cristo, habiendo ya resucitado de los muertos, ya no muere más; la muerte
ya no tiene dominio alguno sobre Él. (10) Pues una vez muerto, murió por los pecados una sola vez; pero una vez
que vive, vive para Dios. (11) De
igual modo reconoceos vosotros muertos para el pecado, pero vivos para Dios a
través de Jesucristo nuestro Señor. (12) Así que no reine el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que le
obedezcáis en sus inherentes deseos. (13) Ni tampoco presentéis vuestros miembros como instrumentos de injusticia
para el pecado: sino antes bien presentaros vosotros ante Dios, como vivos de
entre los muertos, y vuestros miembros como instrumentos de justicia para Dios.
(14) Pues el pecado no tendrá dominio
alguno sobre vosotros: ya que no estáis debajo de la ley, sino debajo de la
gracia. (15) ¿Qué, pues, diremos:
Vamos a pecar, porque no estamos debajo de la ley? ¡Dios no quiera! (16) ¿No
sabéis vosotros, que, a quien quiera que os presentéis para servir en
obediencia, esclavos os hacéis de quien obedecéis?; ya sea (siervo) del pecado
para muerte, o (siervo) de obediencia para justicia. (17) Pero gracias a Dios que habiendo sido
siervos del pecado, ahora en cambio habéis obedecido de corazón a la sana
doctrina que se os ha entregado. (18) Sed
libres del pecado, para que lleguéis a ser siervos de justicia. (19) Hablo a la manera de los hombres por causa
de la debilidad de vuestra carne: pues así como presentasteis vuestros miembros
sirviendo la impureza y de iniquidad en iniquidad; pues justo así ahora
presentad vuestros miembros sirviendo a la justicia para santidad.
Observe
dos principales puntos en los versículos previos de Romanos capítulo 6. Uno es
el sobrecogedor tema de la servidumbre en un tiempo bajo el dominio del pecado,
ahora libertos para servir al Dios vivo en novedad de vida. El otro punto
dominante es el énfasis sobre la verdadera identificación o bautismo con
Cristo. En los versículos 3 -10, somos considerados como estando muertos al
pecado, y vivos para Cristo. Él ya lo da por hecho todo. Si tan siquiera
pudiésemos hacer completamente lo mismo. La Unión con Cristo es el ingrediente
esencia tanto para la vida eternal con Él en gloria como para una vida
fructífera andando con Él ahora mismo.
Porque a ambos los ha santificado Él, y aquellos que son santificados
son todos de Uno: por lo cual Él no se avergüenza de llamarlos hermanos (Hebr.2:11-14 K.J.V).
¡Ojalá que
la gran oración de la unificación con Cristo, tanto en estos pasajes como en
Juan 17 sea más y más el tesoro de nuestra vida diaria!
(Juan
17:21 K.J.V) Para que todos sean uno:
Como Tú, Padre, estás en Mí, y Yo en Ti, para que ellos también sean uno en
nosotros: para que el mundo pueda creer que Tú me enviaste.
Vivir Procurando
Colosenses 3
enfatiza también que precisamos fijar nuestra atención (o nuestra inclinación como se diría en griego)
sobre las cosas celestiales donde Cristo está entronado. Y tal como Tito 2:13
dice, deberíamos estar siempre aguardando por nuestra bendita esperanza, o como
dice Welch “vivir procurando con los ojos”. Si podemos hacer eso, será mucho
más fácil reconocer y considerar al viejo hábito de vida como muerto y “adornar
la doctrina” con nuestro andar diario. Ciertamente estas cosas producirán a su
tiempo la santificación en nuestras
vidas y testimonios.
(Colos.3:1-6
K.J.V) Si, pues, habéis resucitado con
Cristo, procurad las cosas de arriba, donde Cristo se sienta sobre la diestra
de Dios. (2) Poned la mira en las
cosas de lo alto, no sobre las cosas que estén sobre la tierra. (3) Porque habéis muerto, y vuestra vida está
escondida con Cristo en Dios. (4) Cuando
Cristo, Quien es vuestra vida, aparezca, entonces también vosotros apareceréis
con Él en gloria. (5) Haced morir por
tanto vuestros miembros que están puestos en la tierra: fornicación, impureza,
deseos desordenados, mala concupiscencia, y avaricia, que es idolatría: (6)
Por causa de estas cosas viene la ira de
Dios sobre los hijos de desobediencia.
(Tito 2:9
– 14 K.J.V) Exhorta a los siervos a ser
obedientes para con sus maestros, y que le agraden en toda cosa buena; no
siendo respondones; (10) no
defraudando, sino mostrando en todo buena fidelidad; para que podáis adornar la
doctrina de Dios nuestro Salvador en todas las cosas. (11) Enseñándonos que, negando la impiedad y los
deseos mundanos, vivamos sobriamente, justamente, y piamente, en este mundo
presente; (13) Aguardando por la tal
bendita esperanza, y la aparición del gran Dios y nuestro Salvador Jesucristo; (14)
Quien se dio a Sí Mismo por nosotros,
para redimirnos de toda iniquidad, y purificarnos para Sí Mismo un pueblo
peculiar, celoso de buenas obras.
(Como bien
Welch señala, la palabra sobrio en el
versículo 12 es la palabra griega Sophronos
que es una derivada del término griego “soteria”
generalmente traducida salvación. Por
tanto, “vivir sobrio” significa sencillamente entonces ser “de una mente de
salvación” Y así, por la gracia de Dios, podemos tener una mente fija en la salvación que siempre procure vivir
aguardando por nuestra bendita esperanza. Al hacer así, estaremos adornando la
maravillosa doctrina que está en nuestra posesión.
Vasos para honra
Si
podemos libremente procurar al Señor a
través del estudio diario de la Biblia y vivir mirando siempre donde Cristo se
sienta, entonces estaremos en una mejor posición para dejar de lado las cosas o
asuntos que interfieran en nuestras vida con nuestra santificación y pasaremos a ser un verdadero vaso de honra para el
empleo del Señor.
Yo creo
que ese es el tema del siguiente versículo práctico sobre santificación.
(2ª
Tim.2:20-22 K.J.V) Pero en una casa
grande no tan solo hay vasos de oro y de plata, sino además de madera, y de
barro; y algunos para honor, y otros para deshonor. (21) Si por tanto un hombre se purga a sí mismo
de estas cosas, será un vaso para honra, santificado, y apartado para uso del
Maestro, y preparado para toda buena obra. (22) Huid, además, de los deseos juveniles: y seguid la justicia, fe, amor,
paz, con todos aquellos que invocan al Señor salidos de un corazón puro. (Tal como Welch señala, la palabra deshonor en el versículo 20 debería haberse traducido “sin honor” o también “para uso común”).
Observe
además el tema común quitando la negativa y poniendo la positiva “Huid…seguid” tanto en este versículo
como en los diversos listados a seguir:
(1ª
Tesal.4:2-5 K.J.V.) Porque vosotros
conocéis bien los mandamientos que os di por el Señor Jesús. (3) Porque esa es la voluntad de Dios, vuestra
santificación, para que podáis absteneros de fornicación. (4) Para que cada uno de vosotros supiese cómo
mantener su vaso en santificación y honor; (5) No en deseos de concupiscencia, como los Gentiles que no conocen a Dios.
(1ª Pedro
3:15 K.J.V.) Antes bien santificad al
Señor en vuestros corazones: y estad preparados siempre para dar una respuesta
a cada hombre que os pregunte cuál sea la razón de vuestra esperanza con
mansedumbre y temor.
(Rom.6:19
K.J.V.) Hablo como hombre, por causa de
la debilidad de vuestra carne; pues así como presentasteis nuestros miembros
sirviendo a la inmundicia y yendo de iniquidad en iniquidad; así ahora
presentéis vuestros miembros sirviendo a la justicia para santidad.
(Rom.6:22
K.J.V) Pero ahora habéis sido hechos
libres del pecado, y pasando a ser siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto
para santidad, y al fin la vida eterna.
(Rom.12:1
K.J.V) Os ruego hermanos, por tanto, por
las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en un sacrificio
vivo, santo, aceptable para Dios, lo cual es vuestro servicio racional (o
razonable). (Una vez más, tal como
Welch señala, la idea es presentar tu vida como un “hecho sagrado”: La conducta
en una vía que muestre tu creencia de todo corazón sobre Cristo).
(2ª
Cor.7:1 K.J.V) Teniendo por tanto estas
promesas, amados hermanos, limpiémonos de toda impureza de carne y espíritu,
perfeccionando la santidad en el temor de Dios. (Como dice Welch: perfeccionar
la santidad significa alcanzar el fin, finalizar la obra.).
(1ª
Tsesal.4:7 K.J.V) Porque Dios no nos ha
llamado a impureza, sino a santidad.
(2ª Pedro
3:11 K.J.V) Viendo por tanto que todas
estas cosas van a ser disueltas, sepáis de qué manera debéis conduciros en toda
santa conversación y piedad.
(1ª Juan
3:2-3 K.J.V) Amados, ahora somos hijos de
Dios, y todavía no ha aparecido lo que vengamos a ser: pero sabemos que, cuando
Él aparezca, nosotros seremos iguales que Él; pues le veremos cómo Él es. (3)
Y todo aquel que tenga esta esperanza en
él se purifica a sí mismo, así como Él es puro.
Debemos
identificarnos con Cristo para santificación
tanto en su esencial carácter como en su realización. Por Su sola gracia, ojalá
que estas verdades sean más y más evidentes en nuestras vida y nuestro
testimonio.
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