El Dios Eterno Es Tu Refugio
El
Dios Eterno
Es
Tu Refugio
Estudios designados para consuelo del creyente en tiempos
de angustia
Charles H, Welch
Traducción: Juan Luis Molina
THE
BEREAN
PUBLISHING
TRUST
Primera
Publicación en El Expositor de Berea 1939/41 Vuelto a imprimir como un pequeño
libro en 1945 Reimpreso en 1970 Reimpreso de nuevo en 1990
THE BEREAN PUBLISHING
TRUST
PREFACIO
Debe
tenerse en cuenta que estos artículos fueron escritos cuando transcurría el año
y medio desde el inicio de la Segunda Guerra Mundial (1939/45). Los ataques
aéreos llevados a cabo por la aviación enemiga sobre suelo Británico tuvieron
comienzo en esa altura, y, posteriormente, pasaron a ser más intensos.
Un abrigo
antiaéreo providenciaba en alguna medida la protección contra el daño físico y
corporal, ¿pero qué refugio podría ser aquel contra el corazón y el alma
dolorida? Sería bajo estas condiciones angustiosas que Charles Welch pensó ser
provechoso alentar a los creyentes, señalándoles el único verdadero Refugio que
poseían – el Dios Eterno. De hecho, estos artículos, todavía siguen
providenciando un gran consuelo y confianza para nuestros días actuales, así
como para el futuro venidero.
1
La base particular de
la palabra “eterno”
Al tiempo
actual (1939), estas naciones (Alemania e Inglaterra) continúan en estado de
guerra. Reconocemos, por supuesto, que tanto la “guerra” como la “paz”, entre
tanto que el mundo repudie al Hijo de Dios, no dejan de ser sino meros términos
relativos. Ya hubo en demasía verdadera enemistad durante los días así
denominados “pacíficos”, y, por el contrario, bien pudo venir a disfrutarse, en
medio de condiciones de guerra, una paz, de tal orden, que, ni el mundo puede
dar ni quitar de la mano. Nunca ha sido nuestro propósito “mediar” con los
asuntos y conflictos de las naciones (Deut.2:5), ni tampoco con la conciencia
de nuestros lectores, sino que antes bien perseguimos un ministerio de
pertenencia a una esfera enteramente distinta y ausente de los asuntos
terrenales, dejando a sus lectores con la Palabra como el solo árbitro para
todos sus actos y decisiones. No obstante, está claro y es cierto, que podemos
aprender también por las cosas que suceden, esto es, las circunstancias que nos
y rodean; y hay además ocasiones en las cuales hallemos merecido el reproche, en
circunstancias en las cuales descubramos que: “los hijos de esta generación,
sean más sabios que los hijos de luz”.
Previendo
las posibilidades del conflicto actual, el Gobierno providenció, entre otras
cosas, refugios subterráneos para la protección del pueblo británico, y es, en
este mismo hecho, que encontramos la providencia en cuanto al tema de nuestras
presentes meditaciones para este estudio. Dios también ha previsto y provisto
un refugio, y Él Mismo se pone y
exhibe en la Palabra en esta capacidad. En otros tiempos, no hemos visto que
fuera necesario exhibir el dolor y la agonía humana, dando a conocer al lector
análisis estructurales y otras características exegéticas, sin embargo, como
este librito lleva consigo el intento de ministrar la “presente necesidad”,
abordaremos nuestro tema en este caso de manera mucho más directa que otros
escritos. El refugio ha sido, pues,
por así decirlo, entendido para ser de uso
inmediato, no para ser desguazado en piezas y examinado al por menor. El
carácter de estas cortas meditaciones, por tanto, de alguna manera, vendrá a
ser distinto de muchos de nuestros estudios anteriores.
“El Dios eterno es tu refugio” (Deut.33:27).
Este es el
título principal de los estudios, y nos guía con él a la fuente y origen de
toda consolación, conforte y protección.
Moisés debió tener un motivo o razón por la
cual emplease el adjetivo “eterno” en este caso. Podría haber dicho, con el
Salmista, “Dios es nuestro refugio”, o “El Dios de Jacob es nuestro refugio”, sin
embargo y de manera muy obvia entendió llamarnos la atención, no solamente para
Dios, sino además hacia algún elemento en Su carácter que sea de particular
relevancia en conexión con la necesidad por un refugio, y su provisión. La palabra “eterno” representa o conlleva
en sí mismo, por lo menos, cuatro distintas ideas en las Escrituras, y debemos
por tanto ser conscientes con los hechos.
Qedem, “eterno”, significa
“preceder, ir delante”, y de ahí que a veces conlleve la idea de “anticipar”
algo antes que suceda, tal como puede verse en Jonás 4:2, que Gesenius traduce:
“Por eso yo anticipé (el peligro que me amenazaba) mi huida a
Tarsis”.
“Desde la
antigüedad” también es una traducción frecuente, y las palabras de Habacuc
1:12: “¿No eres Tú desde el principio”,
nos dan una idea similar. Al lector no tan solo se le recuerda que el Dios
“eterno” existe “desde la antigüedad”, pues esto por sí solo no probaría
necesariamente que fuese un refugio,
sino además, que la palabra conlleva consigo la idea de “existir antes de
cualquier cosa”, “anticipando la demanda” y providenciando en ella todo lo que
sea necesario.
Tal como
sucede con la palabra “eterno”, así ocurre también con la palabra “refugio”, y
también representa un cierto número de ideas en Deut.33:27, la palabra es meonah, proveniente de una raíz que
significa “habitar”. La misma palabra se emplea para los “lugares habitables”
del Propio Dios (Salmo 76:2), y para las “cuevas” de los animales salvajes
(Salmo 104:22). En cada uno de los casos, el significado es el mismo: Es un
lugar que provee protección, y donde cualquiera puede sentirse seguro.
El refugio
que se providencia para la gente de Dios no debe ser concebido en términos de
hormigón o de acero, pues a seguir, inmediatamente después de la declaración de
apertura en Deut.33:27, leemos: “Y acá abajo los brazos eternos”.
No existe
ambigüedad alguna en la palabra “brazos” en Deut.33:27. Los “brazos eternos” se
refieren a los brazos del Señor, del todo “extendidos” para llevar a cabo la
liberación de Israel (Deut.4:34; 5:15; 7:19; 9:29; 11:2; 26:8), y ahora
extendidos en nuestro amoroso abrazo, para que el cansado hijo de Dios,
olvidando todas las amenazas y alarmas, medite, no en refugios de acero o de
hormigón, sino que se deje caer confiado en el pacífico y seguro descanso: en
los brazos del Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo. “El Dios que está delante (o te anticipa) es tu
refugio”
2
“Dios es nuestro Refugio y Fortaleza” (Salmo 46:1)
Después de
haber considerado el testimonio de Moisés, del cual sacamos el título para este
estudio, recordamos de manera casi instintivamente a los Salmos. Allí tenemos
en existencia, claro está, grandes mudanzas doctrinales y dispensacionales
según sus frases inmortales fueron siendo cantadas y escritas; sin embargo, la
experiencia y necesidad humana y la Divina misericordia y provisión permanecen inalterables paras todas las
edades. Vamos por tanto al
Salmo 46:
“Dios es nuestro Amparo y Fortaleza, nuestro pronto
auxilio en las tribulaciones” (Salmo 46:1)
“Jehová de los ejércitos está con nosotros; nuestro
Refugio es el Dios de Jacob” (Salmo 46:7, 11).
El territorio y el pueblo de Israel no eran ajenos a
la guerra, y este Salmo probablemente se refiera al asedio que sufría bajo el
mando de Senaquerib. No se celebra aquí “una victoriosa campaña, sino una
exitosa defensa” (Companion Bible).
“En toda la
historia de Israel existe tan solo un
acontecimiento del cual podemos pensar que se trate en este relato, esto
es: la destrucción del ejército de Senaquerib delante de las puertas de
Jerusalén en Isaías 37:36… después del éxodo de Egipto, no hay ocasión
más apropiada que esta para exponer de manera tan viva la idea que conlleva
este Salmo” (Hengstenberg).
El bendito refrán, “Dios… está con nosotros”, no deja de
ser sino un eco del título Emmanuel (Dios
con nosotros) que encontramos en Isaías 8:10; y tal como Ezequías oró para que
a través de la liberación de Jerusalén todos los reinos de la tierra “pudiesen
conocer que solo Tú eres el Señor” (Isaías 37:20), así también en este Salmo
leemos:
“Conoced que Yo soy Dios; seré exaltado entre
las naciones; enaltecido seré en la tierra” (Salmo 46:10).
Antes que
nada en este Salmo observamos que la exaltada referencia a Dios como Refugio
aparece tres veces – en el vers.1, vers.7, y en el 11. Además, debe tenerse en
cuenta que la referencia a la tierra siendo “removida” y las aguas del mar
“traspasadas” en los versículos 2 y 3 corresponde y tiene paralelo con el “bramar”
de las naciones y el “titubear” de los reinos en el versículo 6, donde, en el
original, encontramos las dos mismas palabras. El “Selah” entre los versículos
3 y 4 llama nuestra atención al contraste entre las aguas del mar
“traspasadas”, y el manso fluir de la corriente del rio que fornece, como una
fuente secreta, las necesidades y alegrías de Sion.
Volviendo
a la idea del Refugio, en este Salmo, observamos que el Salmista ha sido
inspirado a emplear dos palabras para describir este refugio, siendo que
ninguna de las cuales sea la misma que se encuentra en Deuteronomio 33:27. La
palabra utilizada en el versículo 1: “Dios es nuestro refugio”, conlleva en sí
la idea de algo en lo que la persona puede “confiar”, tal como podremos ver por
su uso en el Salmo 91:4: “Y debajo de Sus alas estarás seguro”. Probablemente se derive de una palabra que
significa “apresurarse” o “huir” (Salmo 40:13), y sugiere que un tal refugio
sea, de tal orden, que la persona en angustia pueda apresurarse huyendo para estar a salvo y seguro (compare
Hebr.6:18). La segunda palabra se encuentra en el Salmo 46:7 y 11 y significa
una “torre elevada”. La idea de estar seguros, a salvo y confiados se asocia
evidentemente con esta guarnición, pues en Proverbios 18:10 leemos: “Torre
fuerte es el nombre de Jehová; a Él correrá el justo y será levantado (o estará
a salvo y seguro)”.
En
resumen, por tanto, podemos decir que el propio Dios se nos pone delante
iluminando nuestro Refugio en una tripla manera: Él viene a ser una “morada” –
preparada de antemano por el Dios que prevé o anticipa todos los
acontecimientos (Deut.33:27). Es además un “seguro” refugio (Salmo 46:1), y por
último un alto y exaltado lugar de salvación y confianza (Salmo 46:7, 11). Esta
es una palabra sazonal de aplicación para todos nosotros.
3
“Un pronto auxilio en la tribulación” (Salmo 46:1)
La mayor
parte de los lectores podrían darnos ejemplos de su propia y personal
experiencia acerca de la actitud que con frecuencia adoptan las personas
“dejando correr el curso de los acontecimientos”. Si bien no parezca haber
peligro alguno eminente en esta actitud, estas personas por norma general tan
solos dan una apariencia superficial, de una envidiable despreocupación, sin embargo, en muchas ocasiones, estas mismas
personas, muestran la más pura evidencia de temor y angustia cuando surge
realmente la crisis. Cualquiera puede encontrar muchos ejemplos hoy en día que
ilustran la parábola de las vírgenes sabias y necias. Y así llegamos a otro
bendito aspecto de la enseñanza de la Escritura concerniente a nuestro
“refugio”.
“Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto
auxilio en las tribulaciones” (Salmo 46:1)
Por muy
sabia y abundantemente que pueda el Gobierno haber provisto las necesidades del
pueblo, toda esa provisión es prácticamente inútil si no se hace disponible
cuando surja la necesidad y de ella se precise. Los refugios subterráneos de
acero, garantizados para soportar el estallar de las bombas, protegiendo así al
individuo contra los ataques aéreos, y para resistir a la derrocada de sus
vigas, serán el objeto de burla si es que, en el día de la calamidad, no haya sido erguido. Las máscaras
faciales, estando probada su adecuada protección contra los gases venenosos,
son absolutamente inútiles si es que no se encuentren a mano cuando de ellas se precise. Y así leemos que
Dios, no tan solo sea nuestro refugio, sino que además es “un pronto e inmediato auxilio en la
tribulación” (Salmo 46:1). Aquí no tenemos referencia alguna a la “presencia”
de Dios, si bien, por supuesto, esté prácticamente implicada. Esta mayestática
traducción en la Reina Valera condice con otras Versiones, pero el lector debe
saber que las palabras traducidas “pronto socorro” son literalmente: “una ayuda
hallada de inmediato”. Esta misma
palabra, cuando se utiliza hablando del impío en el Salmo 37:36, se traduce “no
fue hallado” o “no pudo ser hallado”.
Consideremos
ahora uno o dos pasajes de la Escritura que fortalecerán nuestra fe en este
“mismo presente actual” aspecto de la provisión de Dios.
“He aquí, no se adormecerá ni dormirá Quien guarda a
Israel” (Salmo 121:4)
Toda la vida humana, sin excepción, se reviste de
una alternancia entre el andar despierto y el dormir, y es obligatorio que
llegue un tiempo en el cual hasta el guardián más diligente sucumba al sueño
sin poder atender sus obligaciones. Tenemos, sin embargo, algo que supera toda
esta debilidad en el Salmo 121:4. No es por causa meramente de querer hacer
poesía que el Salmista utilice en este pasaje las dos expresiones: “adormecer”
y “dormir”. Las dos palabras no tienen el mismo significado. “Dormir” (Hebr. yashen) significa “rendirse al sueño” involuntariamente,
como cuando “un profundo sueño cayó sobre Adán (Gén.2:21), o como cuando el
hombre “cae dormido en el sueño de muerte” (Salmo 13:3). “Adormecer” (Hebr. num),
por otro lado, se refiere más bien a la “somnolencia”, algo que puede ser sacudido
y sobrepasado. En Proverbios leemos que “el sueño hará vestir vestidos rotos” o
mejor traducido: “la somnolencia
vestirá al hombre de andrajos” (Prov.23:21 A.V.), y la acusación de Nahúm
contra los gobernadores de Nínive se expresa en las palabras: “Durmieron (se
llenaron de somnolencia) tus
pastores” (Nahúm 3:18). De los falsos pastores de Israel, leemos en Isaías:
“Sus atalayas son ciegos; todos ellos ignorantes; todos ellos perros mudos, no
pueden ladrar, soñolientos, echados, aman el dormir” (Isaías 56:10).
El Señor,
ni se “adormece” por falta de interés, ni se “duerme” debido a la fragilidad.
Él es realmente un muy poderoso pronto e
inmediato socorro en la tribulación.
“Los ojos del Señor están en todo lugar, mirando a los
malos y a los buenos” (Proverbios 15:3)
Por muy
vigilante y despierto que un centinela humano pueda ser, sus ojos jamás podrán
estar “en todo lugar”. Sin embargo, una tal limitación no se halla en el Señor.
Siendo nuestro gran Refugio, siempre será “un pronto socorro en la
tribulación”, puesto que está “siempre presente en todo lugar”. ¿Dónde huiré de
Tu presencia?” pregunta el Salmista, y nosotros sabemos la respuesta: “Tanto si
ascienda al cielo, como si desciendo al infierno, de allí por Él sería
hallado”.
Además, el
más vigilante y cauteloso de los atalayas humano es vencido por la caída del
sueño, pero no sucede así con el Señor, pues en el Salmo 139 leemos: “Aun las
tinieblas no encubren de Ti, y la noche resplandece como el día” (Salmo
139:12). Aquí, por tanto, se halla el suelo firme para nuestra seguridad,
quietud, confianza y reposo. Nuestro Refugio es el propio Dios en Sí Mismo, y,
siendo así, debe necesariamente hacer parte de Sus gloriosos atributos. Él es
eterno, Él es todopoderoso, Él es omnipresente, y nosotros, por tanto, tenemos
Su total y circundante protección, tanto de día como de noche, en las tinieblas
como en la luz, de manera incesante, incansable y sin que pueda llegar jamás a
desmayar.
4
“El Dios de Jacob es nuestro refugio” (Salmo 46:7, 11)
Hemos aprendido
por las Escrituras que:
(1) “El Dios
eterno es nuestro Refugio”, y que:
(2) “Dios es
nuestro Refugio y Fortaleza”; y ahora añadimos que:
(3) “El Dios de Jacob es nuestro Refugio”
El Dios de Jacob y el Dios de Israel son ambos, por
supuesto, la misma Persona, pero los dos títulos presentan dos distintos
aspectos de la verdad. Jacob era frágil, errante y pecador; era el hombre que
mentía y engañaba. Israel, por otro lado, era un título principesco. Y sin
embargo, aunque el nombre de Jacob se asocie con debilidad y carencia,
Dios se pone como “el Dios de Jacob”, y no el “Dios de Israel”: se hace a Sí
Propio ser para Jacob (el débil y limitado) el Refugio del Salmo 46. Este
título – “El Dios de Jacob – es muy parecido con el del Nuevo Testamento “El
Dios de toda gracia”, puesto que fue realmente en la gracia que escogió,
perdonó y bendijo a Jacob.
Esto nos lleva hacia otra verdad: Una o dos veces hemos
leído el título: “El Dios de Abraham, Isaac e Israel”, pero el título habitual
que generalmente leemos es “El Dios de Abraham, Isaac y Jacob”. Este es el gran nombre de Dios en Su pacto. La Iglesia del Cuerpo Único, por supuesto, no es
bendita bajo los términos de este pacto, sino antes bien, de acuerdo con Su propósito y gracia; así fue escogido
cada miembro en Cristo “antes de la fundación del mundo”. No obstante, también
es cierto y verdad, que, si “Jacob” pudo hallar su refugio en Dios,
tanto más podrán hallarlo aquellos que, aunque habiendo sido “extranjeros” y
“advenedizos” en otro tiempo, han sido ahora hechos cercanos por la sangre de
Cristo.
El hecho que conlleva el título que estamos considerando
se distingue muy claramente expresado en el Salmo 135:4. El Señor Jehová ha
escogido a Jacob para Sí Propio y a
Israel como Su especial tesoro. Los versículos iniciales del Salmo 20 también
son significativos:
“El Señor te oiga en el día de tribulación; el nombre del Dios de Jacob te defienda;
te envíe ayuda desde el santuario, y te fortalezca desde Sion” (Salmo 20:1, 2).
Respecto al título “El Dios de Jacob”, no debemos
suponernos que sea, sin embargo, como puramente defensivo en carácter, puesto
que en el Salmo 76:6 leemos:
“A Tu reprensión, oh Dios de Jacob, tanto los carros como
los caballos han caído en profundo sueño de muerte”.
Volviendo ahora al Salmo 46, observamos que en el
versículo 7 y 11 tenemos un título doble dado al Señor: “El Señor Jehová de las
hueste está con nosotros; el Dios de Jacob es nuestro refugio”.
Aquel Quien es el Dios de gracia, también es Supremo
Gobernador de todas las huestes del cielo y tierra, y es el Dios Quien es
nuestro refugio y Quien está “con nosotros”:
“Cuando tú pases a través
de las aguas, Yo estaré contigo”
(Isaías 43:2).
“Permaneceré
con él en tribulación” (Salmo 91:15).
“Permanecerá
con él, jamás le abandonará, ni se
olvidará de él” (Deut.31:8).
Este énfasis puesto sobre la proximidad en cercanía del
Señor que ya habíamos visto en el versículo 1 del Salmo 46 (“Un pronto socorro
en la tribulación”), y en los versículos 7 y 11 (“El Señor Jehová de las hueste
está con nosotros”) vuelve a encontrarse de nuevo en el versículo 5: “Dios está
en medio de ella, no será conmovida: Dios la ayudará, y lo hará inmediatamente”.
“Con nosotros”…”en
medio”…”Muy presente”, verdaderamente, “el Dios eterno es nuestro refugio”
5
“Solamente” y “en todos los tiempos” (Salmo 62).
Habiendo visto algunas cosas del Salmo 46, ahora pasamos
a otro pasaje, para que el lector pueda ser capaz de ver lo mucho que abarca
nuestra nuestro Refugio y Defensa divinamente provisto. En el Salmo 62:7 y 8
(R.V.) leemos:
“En Dios está mi salvación y mi Gloria: la roca de mi
Fortaleza, y mi refugio, se halla en Dios. Confiad en Él en todos los tiempos;
vosotros, gentes: derramad vuestro corazón delante de Él: Dios es un refugio
para nosotros”.
Unas seis veces aparece en este Salmo la partícula ak – “verdaderamente” en el versículo 1,
“seguramente” en el versículo 9 y “solamente” en los versículos 2, 4, 5, y 6.
Ya hemos aprendido que “Dios es nuestro Refugio”, y ahora con esto se nos
enseña que solamente Él es nuestro
Refugio.
Teniendo en cuenta la traducción literal de Young,
encontramos las siguientes ocurrencias de la palabra en el Salmo 62:
Versículo 1… SOLAMENTE.- En Dios guarda silencio mi alma, de Él es
mi salvación.
Versículo 2…SOLAMENTE.- Él es mi roca y mi salvación. Mi
torre, no seré conmovido en demasía.
Versículo 5…SOLAMENTE.- Por causa de Dios, guarda
silencio, oh alma mía, puesto que Suya es mi esperanza.
Versículo 6…SOLAMENTE.- Él es mi roca y mi salvación. Mi
torre, no seré conmovido.
En contraste con la Roca y la Alta Torre provista por
Dios, el hombre es comparado, en el versículo 3, con la expresión, a una “pared
derribada y a una grieta abierta”. Y en el versículo 9 leemos:
“SOLAMENTE.-
Vanidad son los bajos, una mentira es el alto”.
A esta declaración le sigue las palabras:
“No confiéis en la
opresión…ni pongáis vuestro corazón en la riqueza cuando se incremente”.
Encontramos, además,
un incremento o progresión en la confianza a medida que el Salmo avanza, pues
en el versículo 2 leemos:
“Solamente Él es mi
roca y mi salvación: Él es mi defensa: No seré en demasía conmovido. En el versículo 6, sin embargo, su confianza
aumenta. Había sido comparado a la “pared derribada y a la grieta abierta”, y
el vano intento de su enemigo por derribarle: y ahora bien puede decir:
“Solamente Él es mi
roca y mi salvación: Él es mi defensa; No
seré conmovido” (vers.6).
Aquí tenemos al
verdadero gloriarse, esto es, gloriarse en el Señor, pues aquel que diga “No
seré conmovido” sin confiar plenamente en el Señor, estará obligatoriamente
engañándose a sí propio. El Salmista con verdadera humildad dice al principio:
“No seré en demasía conmovido”, sugiriendo
con eso una conciencia de fragilidad humana, junto con una confianza en el
poder de Dios.
Otro pasaje de un tipo
similar se halla en el Salmo 46:
“Dios está en medio de ella, no será conmovida” (Salmo
46:5).
En otro Salmo, David atribuye esta bendición a la
misericordia:
“Porque el rey confía en el Señor Jehová, y a través de
la misericordia del Altísimo no será conmovido” (Salmo 21:7).
La misma palabra en el original se traduce “resbalar” y “deslizar”:
“Sostén mis salidas (o pensamientos) en Tus pasos, para
que mis pasos no resbalen” (Salmo
17:5).
“Sus pasos deslizarán
a su debido tiempo” (Deut.32:35).
Volviendo al Salmo 62, encontramos que, en la segunda
referencia a Dios como Refugio de Su gente, que Él no es tan solamente un
Refugio y Defensa de los enemigos externos,
sino además un Refugio para con la ansiedad e inquietud humana interior:
“Confía en Él en todo tiempo; vosotros gentes, derramad vuestro corazón delante de Él:
Dios es un refugio para nosotros” (Salmo 62:8).
O, como el autor del himno lo describe:
“Cuántas veces en medio del conflicto, cuando presionado
por el enemigo,
he huido a mi
Refugio y sacudido mi aflicción;
Cuan a menudo,
cuando las pruebas son como fieras ondas del mar,
Se ha mi vida entera escondido en Ti. ¡OH Tú, Roca de mi
alma!”
Y así vemos que Dios es de hecho nuestro Refugio, tanto
para con los desastres de la naturaleza (Salmo 46:2, 3) como para los
conflictos entre las naciones (Salmo 46:6), tanto para con los que quieran derribarnos
(Salmo 62:4), como para con los miedos y temores de nuestro propio corazón
(Salmo 62:8).
“Confía en Él EN TODO TIEMPO”.
SOLAMENTE Él es mi roca y mi salvación”.
“Solamente” y “en todo tiempo”. ¡Qué gran exclusividad, y
qué gran alcance conlleva en su interior!
6
Introducción
experimental en la verdad eterna (Salmo 90 y 91)
Cuando pensamos acerca de Dios como siendo un refugio
para Su gente, de manera instintiva, tal como ya hemos dicho, recordamos el
Salmo 46. Tenemos, no en tanto, otro Salmo que es casi igual de relevante, y es
el Salmo 91.
Estaría fuera del
alcance en este estudio considerar, aunque fuera tan solo superficialmente, el
histórico asentamiento de todos los pasajes que hablan de Dios como siendo
nuestro refugio; sin embargo, no podemos dejar de llamar la atención a los
siguientes puntos:
Los Salmos están divididos en cinco libros, y cada libro
acaba con la frase, “Amén y Amén”. El Salmo 90 comienza el cuarto libro, que
corresponde con Números, el libro del desierto.
Este Salmo, que ha sido denominado “El himno funeral del mundo”, se titula:
“Una Oración de Moisés, el hombre de Dios”, y se ocupa con la travesía de
Israel durante los cuarenta años “vagando en el desierto”. El Salmo siguiente
(91) refiere a los hijos, a los cuales, Israel, les dio ordenanzas para que
sacasen su cuerpo fuera de Egipto, muriendo antes en el desierto. El texto que
abarca los dos Salmos relatados bien podría ser un texto del tipo de Números
14:27 – 34:
“¿Cuánto tiempo más he de sufrir esta perversa
congregación?…así como habéis hablado a mi oído, así haré Yo con vosotros:
Vuestros cuerpos consumidos caerán en este desierto…de veinte años para
arriba…ciertamente, no entraréis en el territorio…cargaréis con vuestras
iniquidades, por cuarenta años”.
El lector debería comparar este pasaje con los siguientes
versículos en el Salmo 90:
“Retorno” (vers.13).
“Somos consumidos por
Tu ira” (vers.7).
“Los días de nuestros
años son setenta u ochenta” (vers.10).
Con respecto a Números
14:31-33, sucede igual:
Pero vuestros hijos,
de los cuales habéis dicho que vendrían a ser presas, a ellos introduciré, y
ellos conocerán el territorio que yo les doy…Vuestros hijos vagarán en el
desierto cuarenta años,… hasta que vuestras carcasas (cuerpos desgastados) queden
tendidos en el desierto”
Y puede ser comparado
con lo siguiente:
“No tendrás temor del
terror por la noche; ni tampoco de la flecha que vuela por el día; ni tampoco
de la pestilencia que anda en la oscuridad; ni tampoco por la destrucción que
estalla a media noche. Mil caerán a tu lado, y diez mil a tu mano derecha; pero
a ti no se acercará” (Salmo 91:5-7).
El primero de estos
Salmos comienza con las gloriosas palabras:
“Señor Jehová: Tú has sido nuestra habitación en todas
las generaciones. Antes que las montañas se irguiesen, o aun cuando Tú formabas
la tierra y el mundo, desde la eternidad hasta la eternidad, Tú eres Dios”
(Salmo 90:1, 2).
Este es un hecho doctrinal grande e inalterable. Se
extiende y va más allá de las posibles experiencias humanas, pues vuelve atrás,
al comienzo de la creación, y dice respecto del mismísimo Ser de Dios. La
doctrina es esencial, pues sin ella no podremos edificar o crecer en fundamento
sólido y firme; pero una cosa es subscribir a la “doctrina” del Salmo 90 –
pues, si bien los hijos que cayeron en el desierto, probablemente, creyeron su
verdad inherente – sin embargo, otra muy distinta, será introducirse en la
verdad experimentalmente. Es este
tipo de diferencia que encontramos cuando comparamos el inicio del Salmo 90 con
el Salmo 91. El último no nos lleva de vuelta a un tiempo anterior a la
creación, sino que trata con el presente inmediato:
“Aquel que habita
(presente inmediato) en el lugar secreto del Altísimo reposará bajo la sombra del Todopoderoso. Confesaré respecto del Señor Jehová: Él es (ahora) mi refugio y mi fortaleza: mi Dios, en Quien confiaré” (Salmo 91:1, 2).
“Habita”, “reposa”, “confieso”, “mi”, “confianza”. Todo
esto no deja de ser sino una verdad experimental.
La misma observación
se evidencia de nuevo en los versículos 9 y 10:
“Porque tú has hecho que sea el Señor Jehová, Quien es mi
refugio, el Altísimo, tu habitación; no habrá mal contra ti, ni tampoco plaga
alguna visitará tu tienda” (Salmo 91:9, 10).
El cambio de persona debe ser tenido en cuenta
considerando que aquí Moisés está dirigiéndose a Josué en primer lugar, y a
través de él, a todos cuantos “siguen plenamente” al Señor (Deut.1:36).
Aquí por tanto se
halla el Refugio provisto para todo aquel que “confíe experimentalmente”, para
todo aquel que “repose”, para todo aquel que “habite”. Los tales están
“arropados con Sus brazos”, y protegidos por sus “alas” extendidas. Las
palabras “reposan bajo la sombra del
Altísimo” pueden compararse con Génesis 19:8, con su alusión al inviolable
carácter de la hospitalidad Oriental:
“Así, pues, vienen
bajo la sombra de mi tejado”.
Encontramos además que
este lugar de habitación se describe como siendo: “el lugar secreto del
Altísimo”. Regocijémonos en éste Refugio, al cual podemos bien volar, huir, a un “lugar de
habitación” y a una “sombra” donde podemos permanecer constantemente.
7
“Cuando otros auxiliadores fracasan y los
consoladores desaparecen, la Ayuda de las ayudas, que es el Señor, permanece
conmigo”
Entre las experiencias
que dejaron su marca en la vid de David, se halla la que sufrió en conexión con
la cueva de Adulan. En el Salmo 142 (que es el último de los ocho Salmos que
hacen referencia a este acontecimiento), David, a pesar de su ungimiento y su
fe, se ve pasando por circunstancias, tan bajas y angustiantes, que el
desespero se introdujo e inundó su corazón.
“Y David dijo en su
corazón, he aquí que un día acabaré pereciendo por la mano de Saúl” (1ª Samuel
27:1).
Habían salido a cazarlo como a una zorra en
las montañas, y sabía muy bien lo que significaba estar arrasado y abatido.
Recordando esos tiempos, David dijo:
“Cuando mi espíritu
estaba abatido dentro de mí, entonces Tú conociste mis pasos” (Salmo 142:3).
Probablemente, por ese
tiempo, David tuviese dudas en cuanto a la cuidadosa y protectora vigilancia
del Señor sobre su alma, sin embargo, pasada la tribulación y recordando el
pasado, gratamente reconoce que, en sus momentos más oscuros (pues la palabra
“abatido” significa literalmente: “estar en tinieblas”), el Señor (siendo él
entonces inconsciente) conocía bien sus pasos.
“El refugio me abandonó”, dijo David,
recordando su aislamiento y soledad.
“Miré a mi diestra, y
he aquí, que no había hombre que me conociera: el refugió me abandonó; a ningún
hombre le importa nada mi vida” (Salmo 142:4).
“Ningún hombre…refugio
abandonado…a ningún hombre le importa”.- La palabra “refugio” la utiliza
aquí David para señalar su lugar en medio de la desolación, es la hebrea manos, “algún lugar para donde huir”,
“escapar” (Job 11:20); “vía de escape” (Jer.25:35); “volar” (Amos 2:14). Hay un
peculiar elemento de amargura en la elección de esta palabra manos, pues el verbo del cual deriva se
emplea en muchos pasajes que hablan de “huir” a una de las Ciudades de Refugio
señaladas (Núm.35:11, 25; Deut.4:42, etc.). Sin embargo, David se ve
desprovisto aun de todo este tipo de abrigo terrenal, pues ni tan siquiera
tiene a mano una Ciudad de Refugio a la que pueda huir, y además, “¡A ningún
hombre le importa!” En tales circunstancias no resta nada sino solo Dios, y,
bendito sea Su nombre, David escribió este Salmo para avisarnos diciendo que Él
sí le “conocía”, a Él sí “le importaba” su alma, y que Él providenció un
“refugio” cuando todo estaba perdido.
“A Ti clamé, oh Señor Dios; dije: Tú eres mi refugio y mi
porción en el territorio de los vivientes” (Salmo 142:5).
Aquí David emplea otra palabra para “refugio” – es la que
ya hemos visto en el Salmo 91:2 y 46:1. El Señor no tan solamente provee un
refugio al fallar todo socorro, sino que David añade que el Señor fue su sola porción en la tierra de los
vivientes. Cheleq, “porción”, se refiere a “repartir un tesoro”,
o “dividir una herencia”. David emplea la palabra para decir:
“Como la parte
que le toca a quien descendió a la batalla, así será su parte de quien se quedó guardando el bagaje: Ambos tendrán partes iguales” (1ª Samuel 30:24).
También escuchó las palabras de los hombres de Belial que
habían clamado:
“Nosotros no tenemos parte
en David” (2ª Sam.20:1).
“¿Qué parte
tenemos nosotros en David?” (1ª Reyes 12:16).
“Ningún hombre (me) “reconoce”; a ningún hombre “le
importa” (mi condición); el refugio visible ha sucumbido, pero Dios permanece,
y siempre y cuando Dios se halle presente, Él es el refugio de Su gente, y no
solo eso, sino que además Él es su parte,
Él toma el lugar del victorioso tesoro, y Él suple el sitio de la heredad
perdida. David pudo, por tanto, gloriarse en su apremiante necesidad y directa
aflicción, reconociendo que era “más que vencedor” a través tan solo del Señor.
Tengamos cuidado con el “refugio de mentiras” (Isaías 28:15); no desfallezcamos
cuando mirando al lado derecho no hallemos allí “a nadie que le importe nuestra
vida”; derramemos todo nuestro cuidado sobre Él “porque solamente Él toma
cuidado de nosotros”.
8
El “lugar secreto” y la “sombra”
“Aquel que mora en el lugar secreto del Altísimo,
permanecerá habitando bajo la sombra del Todopoderoso (Salmo 91:1).
Es evidente que aquí tenemos, en este primer versículo,
el eco o repetición del pensamiento tan característico de la poesía Hebrea.
Vamos a procurar ver de cerca y obtener un más pleno entendimiento de estas
maravillosas palabras.
Hay una muy grande diferencia entre las palabras Hebreas
para “morar” y “habitar” que nuestras versiones castellanas nos dejan ver. La
palabra “morar” implica un lugar asiente y permanente
de habitación, como, por ejemplo, en el Salmo 23:6: “Yo moro en la casa del Señor para
siempre”. Pero Isaías, por su lado, emplea la palabra, mirando enfrente, al
futuro reino de paz milenial: “Edificarán casas, y habitarán (morarán en permanencia) en ellas” (Isaías 65:21). La
otra palabra “habitar”, por otro lado, significa “ocupar por una noche” (Gén.32:21) o como el lugar para “pasar la noche” (Jueces 19:10). La
transitoriedad de la palabra se ve muy claramente en el Salmo 30:5, donde
leemos que “el llanto puede durar una
noche, sin embargo el gozo viene en
la mañana” El creyente “mora”, como en una permanente habitación, “en el lugar secreto del Altísimo”;
aunque habita mientras es de noche “bajo la sombra del
Todopoderoso”. La primera palabra refiere la eterna seguridad del creyente, la
segunda dice respecto de la protección ofrecida día tras día: en tanto y cuanto
dure la travesía en el desierto (del mundo que nos rodea).
“El lugar secreto”
Jonatán le avisa a David en 1ª Samuel 19:2 para
“permanecer en un lugar secreto” por causa de la ira de Saúl, mientras que Job
trata a Behemoth como siendo mentiroso, “echado debajo de las sombras” (Job
40:21). Isaías, además, emplea la palabra cuando habla de Moab como siendo
“escondedero…de la presencia del devastador
(Isaías 16:4), mientras que en el capítulo 32 vuelve a hablar de otro
“escondedero” o cobertura infinitamente más grande que Moab:
“He aquí, un rey reinará en justicia, y príncipes
gobernarán en juicio. Y un hombre estará allí como en lugar escondido del
viento, y un techo para la tempestad”
(Isaías 32:1, 2).
Cuando el Señor se presentó para liberar a David mientras
huía de la mano de Saúl, leemos que “Él hizo oscuro (escondió) Su lugar
secreto” (Salmo 18:11). Y de nuevo, en el Salmo 27: “En el tiempo de
tribulación Él me esconderá en Su cámara; en el secreto de Su tabernáculo me
esconderá” (Salmo 27:5).
Otra vez más, en el Salmo 139:15, 16, leemos:
“No fue encubierto de Ti mi cuerpo no se hallaba oculta
de Ti, bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo
(secreto) de la tierra. Mi embrión vieron Tus ojos, y en Tu libro estaban
escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de
ellas”.
El “lugar secreto” aquí es algo análogo con la posición
del creyente en la Iglesia del “Misterio”, habiendo sido “escogida en Cristo
antes de la fundación del mundo”. Para cada miembro del Cuerpo Único hay un
espacio de reflexión en el Salmo 91:1: También nosotros podemos volvernos, como
lo hizo Moisés, al Señor, nuestro lugar de habitación, sabiendo que fuimos
escogidos “antes que los montes fuesen erguidos, y mismo antes que Tú hubieses
formado la tierra y el mundo”. Podemos reposar en la inalterable verdad de
nuestra elección anterior a la fundación
del mundo, y podemos, además, conocer los que signifique permanecer “bajo la
sombra del Todopoderoso”. Él no tan solamente es nuestro hogar eterno, sino que
además Su presencia también es nuestra sombra fresca en el “lugar de paso” - a
través del peregrinaje momentáneo y nocturno de esta vida.
“La sombra del Todopoderoso”
¡Cuán insustancial puede ser una sombra! Y sin embargo,
la propia y sola sombra del Todopoderoso fornece total protección para el
solitario peregrino. Las siguientes son cuatro vías en las cuales esta figura
de una sombra protectora se emplea en
nuestro respaldo:
(1) La sombra de las asas extendidas –
“Escóndeme bajo la sombras de Tus alas” (Salmo 17:8).
(2) La sombra de una nube contra el calor (Isaías 25:4, 5).
(3) “La sombra de una gran roca en una tierra desierta” (Isaías 32:2).
(4) La sombra de la mano del Señor Jehová (Isaías 51:16).
Aquellos de nosotros
que conocemos algo de nuestro llamamiento y elección, y algo además sobre el
“lugar secreto del Altísimo”, no precisamos de nada más durante el tiempo del
peregrinaje de esta oscura vida actual, sino la sombra de Su mano, para
preservarnos hasta que concluyan los días de la travesía.
9
“El nombre del Dios de Jacob te defienda” (Salmo
20:1).
La palabra “defensa”
es un término de moda en los tiempos actuales, y, de tiempos en tiempos, se han
ido dando garantías en cuanto a la adecuada, efectiva, y cualitativa “defensa”
provista por y para las naciones. Así, también, en la Escritura, no solo
encontramos que Dios sea Refugio de Su
gente, sino que además Él es su Defensa.
En el Salmo 7:10,
donde leemos: “Mi defensa proviene de Dios”, el Salmista emplea la palabra magen, “un escudo”, pero en la mayor
parte de los pasajes en los Salmos la palabra es misgab, que se traduce por “un lugar alto”. Es a esto mismo a lo
que el Salmista se refiere cuando dice: “el nombre del Dios de Jacob te defienda” (Salmo 20:1). El verbo
aquí, que proviene del nombre misgab,
es sagab, y debe incluirse en nuestro
estudio, si es que queremos apreciar bien la naturaleza de la “defensa” que
podemos hallar en el Señor. El significado primario de sagab es “levantarse” o “ser exaltado”, “ser puesto en alto”, “ser
erguido”. En el Salmo 148:13 leemos: “Su nombre es excelente” (o más
literalmente, “Su nombre es Altísimo”) mientras que en Isaías 2:11 sagab se emplea hablando del Señor,
Quien solamente será “exaltado en aquel día”. Otras ocurrencias se hallan en el
Salmo 139 y en el 69, y, más familiarmente, en el Salmo 91:
“Está en las alturas, no puedo alcanzarlo” (Salmo
139:6).
“Oh Dios, levántame
sobre las alturas” (Salmo 91:14).
“Le pondré en las alturas, porque ha reconocido Mi Nombre”
(Salmo 91:14).
La palabra misgab que aparece en la A.V. de
Jeremías 48:1, la emplea David en 2ª Samuel 22:3, cuando dice hablando del
Señor:
“El Dios de mi roca,
en Él es Quien confiaré: Él es mi escudo, y el horno de mi salvación, mi alta torre, y mi refugio, mi
Salvador”.
Es esta palabra,
traducida “refugio”, que tenemos en el Salmo 46:7 y 11.
De su experiencia “en
la cueva”, David escribió el Salmo que consideramos en la sección anterior. Y
proveniente de otra experiencia perteneciente al mismo periodo escribió el
Salmo 59, del cual leemos la cita referente en 1ª Samuel 19:11: “Cuando Saúl
envió, y ellos espiaban la casa para asesinarle”. El Salmo comienza con las
palabras: “Líbrame de mis enemigos, oh Dios mío: defiéndeme de cuantos se levantan contra mí”.
El Salmo 59 se divide
en dos partes por las referencias a Dios en cuanto a la defensa de David. Si,
en vez de aquella un tanto ambigua traducción: “Por motivo de Su fortaleza yo
esperaré en Ti” (vers.9), leyésemos “Oh,
mi fortaleza” tal como en el versículo 17, entonces los dos versículos pueden
ser leídos juntos así:
“Oh mi fortaleza, yo esperaré en Ti, porque Dios es mi
defensa” (9).
“Oh mi fortaleza, a Ti
cantaré, pues Dios es mi defensa, y
el Dios de mi misericordia” (17).
Observe la progresión
en el versículo 17 con respecto al versículo 9. En el vers.9 David dice: “Yo esperaré”,
pero al cierre dice: “Yo cantaré” (vers.17). Además, mientras que en el vers.10
dice: “El Dios de mi misericordia me guardará”, en el 17 añade a las palabras,
“porque Dios es mi defensa”, las palabras “y mi misericordia”.
Dios no se limitaba a
ser tan solo la “fortaleza” de David, sino además su “misericordia”. Él (David)
estaba “asentado sobre las alturas”, es decir, puesto en alto y por encima de
la conspiración de sus enemigos. Bien podemos cantar:
“Oh Redentor mío, ¡Qué gran amigo eres Tú para
mí!”
“¡Oh qué gran Refugio
he hallado en Ti”
O bien, tal vez mejor,
en las conocidas palabras:
“Toda mi confianza se
halla puesta en Ti
Todo mi socorro
obtengo de Ti.
Guarda mi cabeza
desprotegida
Con la sombra de Tus
alas”.
10
“Haremos mención del nombre del Señor Jehová nuestro
Dios”
(Salmo 20:7 R.V.)
Cuando tratamos con la gran promesa diciendo que el Señor
será la “defensa” de Su gente, citamos más que un pasaje en donde esta
“defensa” y “refugio” se asociaban con Su “Nombre”. La Companion Bible llama la atención a tres ocurrencias del “Nombre”
en el Salmo 20, y refiere estas ocurrencias de la manera siguiente:
“El Nombre DEFENSOR”
(vers.1)
“El Nombre EN ACCIÓN”
(vers.5).
“El Nombre LIBERTADOR”
(VERS.7).
Estas referencias al
“Nombre” llegan a ser más significativas si son vistas a la luz de las
costumbres asociadas con el Pariente Redentor. Un hombre en aflicción se acogía
al “nombre” de su pariente, y se ponía debajo de su sombra por protección. Es
esto que el Salmista tenía en mente en estas referencias. El primeramente ora
diciendo en el vers.1:
“Jehová te oiga en el
día del conflicto; el nombre del Dios de Jacob te defienda”.
Y a seguir, en el versículo 5, dice:
“Nosotros nos alegraremos en Tu salvación, y alzaremos
pendón en el nombre de nuestro Dios”
“Su bandera sobre mí” dijo la sulamita “fue amor” (Cantar
de los Cantares de Salomón 2:4).
Así que aquí, de Su bandera (o pendón) sobre mí”, el
Salmista pudo haber dicho, “es mi protección”
Y, en el versículo 7, David contrasta la vana ayuda del
hombre con la gratuita liberación del Señor:
“Algunos confían en carros, y otros en caballos; pero
nosotros recordaremos (o haremos mención) el nombre del Señor nuestro Dios”.
La palabra zakar,
“recordar”, también se traduce “hacer mención”, tal como en Génesis 40:14: “Haz
mención (o acuérdate) de mí delante del Faraón”. La misma palabra aparece en
Isaías 12:
“En ese día dirás:
Alabado sea el Señor, llama por SU NOMBRE, declara Sus hechos entre el pueblo, haz mención de SU NOMBRE y sea exaltado” (Isaías 12:4).
En el Salmo 9, en conexión con el Señor siendo Refugio,
leemos:
“El Señor será además un refugio para el oprimido, un refugio
en tiempos de angustia. Y aquellos que conozcan Tu Nombre pondrán en Ti su
confianza: pues Tú, oh Señor, no olvidas jamás a los que te procuran” (Salmo
9:9, 10).
De nuevo, al final del Salmo que comenzó con las
palabras: “Si el Señor no hubiese estado a nuestro lado…” dice David: “nuestro
socorro está en el Nombre del Señor, Quien hizo el cielo y la tierra” (Salmo
124).
Hagamos por tanto mención y recordemos el “Nombre que
está por encima de todo nombre”, y alegrémonos sabiendo que el Dios eterno es nuestro Refugio.
11
“No Temas, Yo soy tu Escudo”
(Génesis 15:1)
Ya hemos considerado las varias referencias en la
Escrituras a Dios como siendo un Refugio y una Defensa, y hemos aprendido que
hay un lugar secreto del Altísimo en el cual moramos, y una sombra bajo la cual
podemos “cobijarnos para pasar la noche”.
En asociación con este “lugar secreto” se halla también asociado un Escudo,
como por ejemplo:
“Tú eres mi lugar escondido (sheter lugar secreto), y mi escudo; en Tu Palabra aguardo” (Salmo
119:114).
A Abram, después de la batalla con los reyes haber acabado,
le dijo Dios: “No temas Abram, Yo soy tu escudo”
(Génesis 15:1). A Israel, el profeta Moisés dijo en su última bendición: “Feliz
eres tú, Israel, ¿quién como tú? Un pueblo salvo por el Señor, el escudo de tu socorro” (Deut.33:29).
David confesó:
“Él es mi escudo” (2ª Samuel 22:3).
“En cuanto a Dios,
perfecto es Su camino; y acrisolada la palabra de Jehová: Escudo es para todos cuantos en Él esperan (o confían)” (2ª Samuel
22:31).
“Me diste así mismo el
escudo de Tu salvación, y Tu
benignidad me ha engrandecido” (2ª Samuel 22:36).
En los días que la aflicción aumentaba, cuando muchos se
levantaban contra David, cuando muchos decían que no habría socorro en Dios
para él, cuando para colmo estaba sufriendo la traición de su hijo Absalón, aun
así, en ese tiempo pudo decir: “Pero Tú, oh Señor, eres un escudo para mí, y Quien levanta mi cabeza” (Salmo 3:3). Una vez
más, en otra ocasión, cuando David sentía que si el Señor guardase silencio y
no le respondiese vendría a ser “como aquellos que descienden al sepulcro”, él
dijo: “Bendito sea el Señor, pues ha escuchado la voz de mis súplicas. El Señor
es mi fortaleza y mi escudo; mi corazón confía en Él, y soy socorrido” (Salmo 28:1, 6, 7). El alma en sufrimiento,
separada de la comunión y la adoración del pueblo de Dios y de la casa de Dios,
clama: “He aquí, oh Dios, nuestro escudo…el
Señor Dios es un sol y un escudo: el
Señor dará gracia y gloria” (Salmo 84:9, 11).
Aquí tenemos un conjunto de preciosos pasajes. Cada uno
iluminando una o más de las muchas fases de la gracia. “Escudo y sumamente
grande recompensa”; “Escudo y un lugar secreto”; un escudo provisto por Aquel
cuyos caminos son perfectos, cuya “condescendencia” o “benignidad” de hecho
engrandece, Aquel que es Salvación y Fortaleza así como Escudo, Quien protege
cuando los hombres oprimen, niegan o traicionan, y que tanto da la gracia como
la gloria.
El corazón de David confiaba, y el Salmista añadió: “Yo
aguardo en Tu Palabra” (Salmo 119:114).
Los días en los cuales nosotros vivimos son, de alguna
manera, diferentes a los tiempos del Antiguo Testamento, pero son comparables a
los días de Habacuc, cuando no había una evidente intervención divina, cuando a
menudo parecía no haber respuesta a las oraciones, cuando “el justo” de hecho
tan solo podía “vivir por su fe” (Hab.1:1-4; 2:1-4). Mismo así, todavía tenemos
Su “Palabra”, todavía pueden nuestros corazones “confiar” en Él, y
regocijarnos, como ningún otro pueblo puede hacerlo sobre la tierra, en Su
“benignidad”, con la cual nos ha de hecho “engrandecido”, pues un texto de este
tipo se halla escrito también a lo largo de la epístola a los Efesios.
“Oh Israel, confía en el Señor: Él es su socorro y su escudo” (Salmo 115:9).
“Oh casa de Aarón, confía en el Señor: Él es su socorro y
su escudo” (Salmo 115:10).
“Vosotros que teméis al Señor, confiad en el Señor: Él es
su socorro y su escudo” (Salmo
115:11).
“Sobre todo, tomad el escudo
de la fe, con el cual podéis apagar los dardos ardientes del maligno”
(Efesios 6:16).
12
“El Escondido” (Salmo 83:3).
“Ellos han…consultado contra Tu escondido” (Salmo 83:3).
“Vuestra vida está escondida
con Cristo en Dios” (Col.3:3).
Es evidente por estos dos pasajes que el título “el
escondido” es apropiado tanto para Israel como para la Iglesia. Para algunos,
la idea de “esconderse” podría sugerir cobardía; pero tal como sería imprudente
exponerse uno propio a los peligros de una gran explosión a menos que por
humanidad justificase el riesgo, del mismo modo, cuando confrontamos la maldad
espiritual, será sabio y correcto recordar que el escudo, el yelmo, y la coraza
forman tanto parte integrante del consejo y provista armadura de Dios como la
espada del Espíritu. El lector debe además acordarse de que en Hebreos 11
tenemos dos casos en los cuales la “fe” se identifica con el acto de
“esconderse” – Moisés fue escondido
cuando era un niño, y los espías fueron también “escondidos” por Rahab
(Heb.11:23, 31; Éxodo 2:2; Josué 2:4).
“Esconderse” no significa obligatoriamente tener miedo. En el Salmo 27 David dice:
“El Señor es mi luz y mi salvación: ¿de quién temeré? El Señor es la Fortaleza de mi vida: ¿De quién he de tener miedo?” (Salmo
27:1).
Y sin embargo, en el quinto versículo del mismo Salmo,
dice: “En el tiempo de angustia Él me
esconde en Su cámara: en el secreto de Su tabernáculo me esconderá”.
En el Salmo 31, que en muchos aspectos es paralelo con el
Salmo 27, encontramos a David en gran tribulación. Le habían tendido trampas a
su vida, sus vecinos le acusaban con falsos testimonios, y le consideraban como
alguien que había perdido su juicio. Angustias y temores le asaltaban por todas
partes, así como los falsos consejeros. En tales circunstancias dijo, en el
versículo cinco: “En Tus manos encomiendo mi espíritu: Tú me has redimido, Oh
Señor Dios de la verdad”. Y en el versículo 15: “Mis tiempos están en Tus
manos”.
Regocijaos en la bondad del Señor, Quien “esconde” a los
que temen Su Nombre; el Salmista va desde la idea de la bondad que “esconde”, hasta la persona “escondida”, y
por eso concluye, diciendo:
“En lo secreto de Tu presencia los esconderás de la
conspiración del hombre: Los pondrás en un tabernáculo a cubierto de contención
de lenguas” (Salmo 31:20).
Tal vez algunos objeten que, una vez que David es tenido
por hombre de fe y de gran experiencia, él no
debió tomar una tal actitud, es decir, que algo así no podría esperarse
en la común actitud del creyente. En respuesta, el lector debe observar el
versículo 22 en el cual el Salmista clama: “Decía yo en mi premura: Cortado soy
de delante de Tus ojos”. Sin embargo el Señor le oyó y le preservó su vida.
En el Salmo 143:9 leemos: “Líbrame de mis enemigos, oh
Jehová: En Ti me refugio”. Al margen (en la R.V) aquí leemos: “Escóndeme
contigo”, mientras que el Dr. W. Kay traduce el pasaje:
“En Ti he confiado
(todo lo mío)” – con la nota de rodapié: “Literal – En Ti me he ocultado, es
decir, en Ti he depositado mi causa; secreta y silenciosamente, evitando todo
sentimiento airado contra el hombre”.
La traducción de Keble es similar: “En Ti he encomendado
(guardado escondido) todas las cosas”, mientras que la traducción literal de
Young dice: “A Tu lado me encubro”. Está fuera del alcance y propósito entrar
aquí en cuestiones de traducción. El lector podrá, sin embargo, ver en todas
ellas algunas de las implicaciones que conllevan, aunque una plena comprensión
del pasaje tenga que aguardar por un más minucioso examen.
Ya hemos discutido la cuestión del “temor” en relación al
“esconderse”. Hay un pasaje más que haremos bien en incluir bajo este mismo tema,
esto es, Proverbios 22:3: “El hombre prudente prevé el mal y se esconde”. Esta
misma palabra “esconde” también se halla en otros pasajes, tales como:
“Escóndeme bajo la sombra de Tus alas” (Salmo 17:8).
“En el secreto de Su
tabernáculo me esconderé” (Salmo
27:5).
“Escóndeme del secreto consejo del perverso” (Salmo 64:2).
“Procurad al Señor, todos vosotros los mansos de la
tierra…para que seáis escondidos en
el día de la ira del Señor” (Sofonías 2:3).
Para aquellos que conocen el lugar secreto del Altísimo,
cuyas vidas están “escondidas” con Cristo en Dios, y cuyas bendiciones se
asocian con un “misterio” que había estado “escondido” de todas las edades, las
palabras de Isaías 26:20 bien pueden probar tener un mensaje, sin que, por
supuesto, en ningún sentido le quite al pasaje su cumplimiento literal: “Anda, pueblo mío, entra en tu
aposento, cierra tras ti tus puertas; escóndete un poquito, por un momento, en
tanto que pasa la indignación” (Isaías 26:20).
“Roca de las edades, hendidura mía
Mantenme
oculto en Ti.
“El Dios eterno es tu Refugio”.
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