ELLOS CANTARON ALABANZAS A DIOS, Y BIEN PRONTO OLVIDARON SUS OBRAS.
Por E.W. Bullinger
Traducción:
Juan Luis Molina
“Entonces
creyeron a Sus palabras y cantaron Su alabanza. Bien pronto olvidaron Sus
obras; no esperaron Su consejo.”(Salmos 106:12, 13).
Estas
son palabras solemnes, porque registran un acto solemne. Son palabras
verdaderas, no solo para Israel sino también para la gente de Dios en todas las
edades. Se refieren a la tendencia que cada uno de nosotros tiene de clamar al
Señor en medio de nuestras preocupaciones, y por eso la necesaria exhortación “Alabad
a Jehová porque Él es bueno” (Salmos
107:8), incluso después de cantar Sus alabanzas, ellos se olvidaron de Sus
obras.
Cuando
Dios separó un pueblo para Sí Mismo, no fue meramente para que pudiese ser el
Dios de Israel, sino un Dios para Israel. No solamente para tener un pueblo
para Sí Mismo, sino para llegar a ser Su Dios, y “bienaventurado el pueblo
cuyo Dios es Jehová” (Salmos
144:15). Este Salmo registra muchos ejemplos de la declaración que el texto
contiene. El primero se refiere a la liberación de Egipto. Durante un breve
espacio de tiempo vemos a todo el pueblo en una actitud de fe: “Entonces
creyeron a Sus Palabra y cantaron Su alabanza” (vers.12). Se encontraban en la
parte desértica del Mar Rojo, “ENTONCES”, las aguas que se abrieron para su
salvación y se cerraron nuevamente para destrucción de sus enemigos, se
interpusieron entre ellos y la casa de su esclavitud. Se hallaban celebrando en
sus canciones el triunfo de la diestra Dios. Consideraban todo lo demás por
este éxito. No solamente cantaban para celebrar lo que había sido hecho, sino
que por la fe ahora anticipaba las próximas victorias, Éxodo 15. Compare los
versículos 12 y 13 con 15-18, y observe como se repite en estos el tiempo
futuro “se turbarán” “les sobrecogerá temblor” “se acobardarán” etc.etc.
No
faltó nada por hacer; todo esto se hallaba concluido por la Fe. Fe es la sustanciosa
convicción de las cosas que se esperan, la prueba o evidencia de las cosas que
no se ven. Y ahora Moisés y los hijos de Israel se hallan en silencio, y María y
las mujeres se llenaron de júbilo. Sin embargo, ¿cuál es el comentario Divino
sobre la este cuadro? “Cantaron
Su alabanza, pero rápidamente se olvidaron de Sus obras”. Súbitamente se pasó de la alabanza
para las murmuraciones: “y toda la congregación de los hijos de Israel
murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto” (Éxodo
16:2). ¿Será que el brazo del Señor se habría debilitado y no los podría ahora
salvar? ¿Será que Sus oídos ya no escuchaban más sus lamentos? ¡Claro que no!
Pero el instrumento de liberación se había vuelto en contra del Libertador.
¡Sí! Es tan verídico este hecho que tan pronto como Moisés se ausentó de ellos,
se volvieron corriendo para Aarón, y dijeron “haznos dioses que vayan
delante de nosotros; porque a éste Moisés, el varón que nos sacó de la tierra
de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido.” (Éxodo 32:1).
El
comentario del Espíritu es: “¡Olvidaron al Dios de su salvación que había
hecho grandes cosas en Egipto!” (Salmo
106:21). ¡Y así sucede siempre! Cuando no hay una fe edificada sobre el Dios
viviente, el hombre busca fijar sus ojos en algo tangible y visible: y eso es
IDOLATRÍA.
Tenemos
otro ejemplo de esto en los días de los Jueces. El pueblo se había vuelto
abiertamente a la idolatría, y el Señor los había entregado en manos de sus
enemigos. Sin embargo, (al igual que en Salmos 106:8, 41-44) “Jehová levantó
jueces que los librasen de mano de los que les despojaban” (Jueces 2:16). Pero había “doble
ánimo” en el hombre en el versículo 19; se volvieron a sus malos caminos después
de la liberación misericordiosa de Dios, y en el capítulo 6 se ve la gran
pobreza a la que llegaron. La mano de los madianitas prevaleció; estos
madianitas eran como las langostas en multitud, el pueblo se metió en las
montañas, en cavernas, y en cuevas, los lugares habitables fueron ocupados, las
cosechas fueron segadas por sus enemigos, no se dejó sustento de pan alguno
para Israel. Entonces el Señor levantó a Gedeón, puso en él sus ojos y le
fortaleció; Él Mismo fue con él, y liberó a Israel con una gran liberación con
“la espada del Jehová y de Gedeón.” ¡Pero Israel volvió a ocuparse con
el Instrumento (Gedeón)! Y le dijeron: “Sé nuestro señor, tú, y tu hijo, y
tu nieto; pues que nos has librado de mano de Madián” (Jueces 8:22). Siempre fijaban sus ojos en el
instrumento, “tú, y tú y tú.” Gedeón fue fiel a Dios en esta ocasión,
sin embargo, unos pocos versículos después lo encontramos haciendo un efod con
el oro que le habían entregado, y “todo Israel se prostituyó tras ese efod
en aquel lugar; y fue tropezadero a Gedeón y a toda su casa”.
Una
vez más, si hacemos un recuento de los tiempos del desierto y los días de los
Jueces hasta el reinado de los reyes, en todos los periodos se ve lo mismo. La
historia de los reyes es un registro deprimente de provocaciones a la ira del
Santo de Israel. Tan solo unos pocos reinados, tales como los de Josafat,
Ezequías, y Josías se mantuvieron como brillantes excepciones. Manasés, de
hecho, también se arrepintió y reformó al final de su reinado, pero leemos acerca
de su hijo Amón que “hizo lo malo a los ojos de Jehová así como lo había
hecho su padre…y no se humilló a sí mismo delante del Señor como Manasés su
padre se hubo humillado, sino que Amón fue de mal a peor en sus traspasos”. Vemos que la condición de las cosas
van todas de mal a peor hasta el punto en que la adoración a Baal se llevó a
cabo en el propio Templo de Jehová, y los caballos dedicados al sol se
establecieron en la casa del Señor (2ª Reyes 23).
En
este punto Josías el hijo de Amón le sucedió en el trono, y la historia de su
reinado se nos relata minuciosamente en 2ª Crónicas capítulos 34 y 35. “Siendo
aun muchacho”, comenzó a
buscar al Señor (2ª Crónicas
34:3), y cuatro años después se propuso purgar la ciudad y el territorio, y así
cumplió una profecía que había sido dada 300 años antes: “He aquí que un
varón de Dios por palabra de Jehová vino de Judá a Bet-el; y estando Jeroboam
junto al altar para quemar incienso, aquel clamó contra el altar por palabra de
Jehová y dijo: Altar, altar, así ha dicho Jehová: He aquí que a la casa de
David nacerá un hijo llamado Josías, el cual sacrificará sobre ti a los
sacerdotes de los lugares altos que queman sobre ti incienso, y sobre ti
quemarán huesos humanos”. (1ª
Reyes 13:1, 2). Y aunque los mensajeros, los instrumentos empleados, fracasaron
a la hora de transmitir su mensaje, sin embargo la palabra de Dios no puede
fallar. La palabra se cumplió.
El
rey “llamado Josías” recibió
una gran exhortación y ánimo para llevar a cabo su labor, ya que en medio de su
obra “el Libro de la Ley ” fue hallado (2ª Crónicas 34:14).
El rey lo recibió reconociendo su poder, porque puso en evidencia toda la
miseria que había en Israel por haber abandonado este bendito Libro
(vers.19-21). Él aprendió que la
Ley puede ser abandonada, y que sin embargo no podía ser
quebrantada.
Un
periodo bendito fue instaurado por el Señor, y el capítulo que nos da el
registro acaba con las palabras: “No se apartaron de en pos de Jehová el
Dios de sus padres, todo el tiempo que él vivió”. ¡Oh! “todo el tiempo que él
vivió”.
El
hombre de “doble ánimo” constantemente está presente, ¡Sí! ¡Constantemente
vemos la misma lección! El propio Señor lo detecta, ve el corazón, y ha
registrado lo que vio en Jeremías 3:6, 10. “La rebelde Judá no se volvió a
Mí de todo corazón, sino fingidamente, dice Jehová.”Por eso leemos: “Después
de todas estas cosas…Necao rey de Egipto subió para hacer guerra en Carquemis…y
salió Josías contra él” (2ª
Crónicas 35:20). Observe las palabras de Necao: “¿Qué tengo yo contigo, rey
de Judá? Yo no vengo contra ti hoy, sino contra la casa que me hace guerra; y
Dios me ha dicho que me apresure. Deja de oponerte a Dios, quien está conmigo,
no sea que Él te destruya” (vers.21).
Examine lo que dice la
Escritura “Más Josías no se retiró…y no atendió a las
palabras de Necao, que eran de boca de Dios” (vers.22),
con fatales resultados.
¡Oh,
cuán solemne! ¡Cuán instructivo es todo esto! No se nos dicen todas las
razones, ni cuán lejos llegó, pero igual que Uzías, “fue ayudado
maravillosamente hasta hacerse fuerte. Pero cuando se hizo fuerte se enalteció
su corazón para su propia destrucción”. Al
igual que Acab el impío, también él se disfrazó para la batalla, pero ningún
disfraz puede escondernos de los ojos de Dios, ningún refugio nos puede valer,
y al igual que el otro Acab, él también cayó en la batalla traspasado por una
flecha. ¡Es una triste, solemne e instructiva lección! Aunque el mal fue
preservado de venir en sus días, y se hizo gran lamentación por él (2ª Crónicas
35:25). Veamos de cerca y oigamos los lamentos que se hicieron sobre él: “El
aliento de nuestras vidas, el ungido de Jehová, de quien habíamos dicho: `A su
sombra tendremos vida entre las naciones´ fue apresado en sus lazos”. (Lamentaciones 4:20). ¡Oh, es la misma
lección! Israel sirvió a Dios “en todos sus días”, pero en el fondo seguían siendo “la misma generación”. Ellos anduvieron en la luz de Josías,
y no “en la luz del Señor”. Vivieron por “su propio aliento”, y
no en las palabras que procedían de la
boca de Dios. Pensaron
habitar bajo la sombra de Josías, y no bajo la sombra del Todopoderoso.
Estas
cosas vienen sucediendo desde tiempos antiguos, están “escritas para nuestra
amonestación”. Al igual que una campana balanceándose hacia adelante y
hacia atrás sobre una barco hundido, dando aviso a los marineros, que pasan por
donde otros han naufragado, esas palabras resuenan en nuestros oídos: “Tened
cuidado, no sea que haya en alguno corazón de incredulidad apartándose del Dios
viviente”.
Nadie
es realmente cristiano, sino aquel ha recibido la Palabra de Dios “con el
Espíritu Santo y con poder.” Aquél
que así lo haga se habrá vuelto de los ídolos a Dios, y tiene derecho a conocer
que la sangre de Cristo le ha limpiado de todo pecado; y ha sido puesto en
aquel que se halla a la diestra de Dios. Pero la vida cristiana que aquí reside
no es meramente una nueva dirección que se dé a los instintos religiosos o a
las actividades religiosas del hombre. No es la mera adhesión de ciertos puntos
de vista o los dichos de ciertas personas; promesas, o insignias, o la forma de
conducta siguiendo un cierto curso, sino que tiene que ver con Dios en Cristo,
en creer a Dios, obedecer a Dios, temer de Dios, andar con Dios, adorar a Dios,
servir a Dios, gozarse en Dios. En pocas palabras, “en ver al Señor siempre
delante de nosotros”, y en
afirmar el corazón y la conciencia delante de Él. Todo ministro de la Palabra está puesto para
este fin, y solo será efectivo si se adhiere a este fin.
Los
días actuales en que vivimos están marcados por el mismo carácter que los de la
antigüedad: “Cantaron alabanza a Dios, y bien pronto olvidaron Sus obras”. Dios está olvidado, se toma mucho
más en cuenta el instrumento o servidor; el hombre es glorificado, se exalta a
la criatura antes que al Creador, como si los santos no lo hubiesen recibido
todo de Él. Vea el celo piadoso manifestado por el fiel pastor San Pablo: “Que
ninguno se gloríe en los hombres” (1ª
Corintios 3:21). “Estas cosas, hermanos, he presentado como ejemplo en mí y
en Apolos…para que en nosotros aprendáis a no pensar más de lo que está
escrito, no sea que por causa de uno, os envanezcáis unos contra otros.” (1ª Corintios 4:6). “Dios concedió…Dios
da” (1ª Corintios 3:5, 7).
Depender
o fijar los ojos sobre el instrumento o servidor es la esencia misma de la
idolatría, porque desplaza a Dios. Es natural que lo hagamos así porque para la
carne es muy difícil ser directamente, continuamente y absolutamente
dependiente de Dios. Cuando el joven David volvía de la batalla, las mujeres
cantaban alabanzas (1ª Samuel 18:7); pero no eran verdaderas hijas de María,
sus canciones no decían “El Señor ha triunfado gloriosamente,” sino “Saúl mató a sus miles, y
David a sus diez miles”; y
leemos que “Saúl no miró con buenos ojos a David desde aquel día” que las oyó cantar así (1ª Samuel
18:9). Mientras vemos esta envidia y celos de Saúl, debemos observar que
llegaron a ser la “espina en
la carne” de David, el antídoto
Divino para la alabanza al hombre, en medio de un “mensajero de Satanás”, es ministrar el amor de Dios.
No
hay sino solamente UNO sobre el cual podamos ciertamente depender, solamente
UNO debajo de cuya sombra podamos habitar confiados. De aquel UNO, desde la
excelente gloria la voz ha testificado como en la nube que cubrió a Moisés y a
Elías: “A ÉL, OÍD” (Lucas
9:33-35). ¿Qué entendemos de todo esto? ¿Estamos morando bajo Su sombra,
ocupándonos con Él? ¿O somos llevados por servidores, doctrinas, observancias,
ceremonias y por las cosas acerca de Cristo en vez de por Cristo?
¡Ojalá que nos ocupemos con Cristo Mismo!, !Ojalá que Dios bendiga Su Palabra
en nuestros corazones, nos revele a Cristo en ella, y que abra nuestros oídos
para ESCUCHARLE SOLO A ÉL!
E. W. BULLINGER.
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