Cuál es el significado de la oración?
por Stuart Allen
Retirado de Bibleunderstanding.com
Trad. Juan Luis Molina
No es posible sobre enfatizar adecuadamente la importancia de la oración cuando aceptamos todo lo que la Palabra de Dios nos enseña sobre el tema. Nosotros declaramos un hecho verdadero cuando decimos que todos los grandes hombres de Dios en las Escrituras han sido hombres de oración. Una vida sin oración es una vida sin frutos. Y sin embargo, todos los creyentes han sido conscientes y han sentido dentro de sí propios la pobreza y las limitaciones de su vida de oración. Este hecho es cierto aun mismo hablando de los Apóstoles, y es por esa razón, precisamente, dejando ver y poniendo de manifiesto su inadecuada condición a este respecto, por la cual le pidieron al Señor diciendo "enséñanos a orar" (Lucas 11:1), y recordemos además, que el Señor, frecuentemente, se apartaba a un lugar sosegado para comunicarse con el Padre a solas con Él. Si Él propio sentía la necesidad de la oración: cuánto más nosotros?
El Apóstol Pablo declaró "pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos" (Rom8:26), aunque por las Escrituras sabemos que su vida fue inundada con oraciones.
Puede suceder, entonces, que nuestras pobres y limitadas oraciones le agraden a Dios? La respuesta es que "SÍ". El Salmista asocia su oración con el simbolismo del incienso, el cual en el Antiguo Testamento se tenía por "especialmente fragante": "Dijo además Jehová a Moisés: Toma especias aromáticas... Y harás de ello el incienso, un perfume según el arte del perfumador, bien mezcaldo, puro y santo" (Éxodo 30:34, 35), y esta fragancia incumbía el trabajo de Aarón, el sumo sacerdote, en el Tabernáculo.
Las palabras del Salmista fueron también: "Suba mi oración delante de Ti como el incienso" (Salmo 141:2). Encontramos esta misma asociación además en Apoc.8:3, 4, "Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar...y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro". El incienso era el símbolo de la fragancia de Cristo, y si nuestras oraciones están cubiertas con Su fragancia, serán sin duda alguna las delicias del Señor. Dios ama escuchar la oración de Su gente, y está más dispuesto y deseoso de escuchar a Sus hijos que nosotros a orarle. Sin embargo, alguno podría decir, "Yo nunca he visto mis oraciones respondidas". Esto es un error, puesto que toda oración es respondida si nos damos cuenta que cuando Dios dice que "NO", es exactamente una respuesta tan válida como cuando nos diga que "SÍ". Generalmente, solo oramos cuando experimentamos algún gran problema o peligro, o cuando para mal nuestro deseamos ardientemente alguna cosa. Podemos estar seguros de una cosa, que nuestro Padre celestial nos ama demasiado como para darnos algo que nos dañe o sea sin nosotros ser consciente para nuestra perdición. El niño chico ve la luz que sale de la llama ardiendo y quiere a toda costa agarrarla con sus manos, y sin embargo, seríamos tan necios que aun llorando se lo permitiéramos?
Si queremos un "SÍ" a nuestras oraciones, debemos seguir la guía del Espíritu Santo. El Apóstol Juan nos da la llave cuando escribe, "Y esta es la confianza que tenemos en Él (Cristo), que, si pedimos cualquier cosa conforme a Su voluntad, Él nos oye" (1a Juan 5:14). La oración no es el medio por el cual intentemos forzar a Dios a darnos algo que nosotros deseemos. Algunos parecen imaginarse que repitiéndole a Dios las cosas que quieren continuamente y sin interrupción, la obtendrán al fin y al cabo. Sin embargo nuestro Dios es demasiado sabio y demasiado amoroso como para darnos cualquier cosa que sea contraria a Su voluntad. Los hijos de Israel en el Antiguo Testamento llegaron a cansarse de comer el alimento celestial (el maná) que Dios les enviaba cada día. Añoraban la carne, y se mantuvieron demandándosela a Moisés. El Salmista nos dice que el resultado fue: "Se entregaron a un deseo desordenado en el desierto; y tentaron a Dios en la soledad. Y Él les dio lo que pidieron, mas envió sobre ellos mortandad" (Salmos 106:14, 15). Esta fue una terrible respuesta a su obstinada oración, y tuvieron que aprender de esta dura manera de igual modo que por veces nos ocurre a nosotros también, cuando continuamente presionamos a Dios para que nos de aquello que deseamos ardientemente.
Si sometemos todas nuestras oraciones a Su voluntad, no tendremos ocasión de equivocarnos. Seremos maravillosamente ayudados en nuestra vida de oración si continuamente damos gracias por toda la bondad del Señor y el amor que diariamente de Él experimentamos. Ciertamente no tendremos que hacer esfuerzo alguno para recordarnos lo mucho que estamos en deuda para con Él. La oración no es solamente pedir por ciertas cosas, sino que tiene más que ver con la alabanza y acción de gracias, y si nos mantenemos recordando Sus beneficios con un espíritu agradecido, no estaremos lejos de hallar todos sus beneficios.
Olvidarnos de cuánto hemos sido perdonados y de lo mucho que hemos venido a ser bendecidos, generalmente nos lleva al declinio espiritual. Tal vez, por tanto, la más alta forma de oración sea la intercesión por los demás. Aquí el egoismo se pone de parte y se nos trae a la memoria la necesidad de los demás. Si estudiamos cuidadosamente la vida de oración del Apóstol Pablo, nos quedaremos impresionados viendo cuan frecuentemente tenía en cuenta a sus hermanos en oración. Al mismo tiempo que ofrecía también por sí mismo sus oraciones y por la gran responsabilidad que tenía habiéndosele confiado el Gran Secreto sagrado de Cristo, para darlo a conocer fielmente a otros, escribió: "Porque se que por vuestra oración y la suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi liberación" (Filip.1:19). Y a Filemón le escribió diciendo: "Prepárame también alojamiento, porque espero que por vuestras oraciones os seré concedido" (Filemón 22).
Podemos decir que la oración que hagamos por otros será concedida? La respuesta es que "SÍ", siempre y cuando la oración se someta a la voluntad del Señor. Hay muchas más cosas que podríamos añadir acerca de este supremamente importante asunto de la oración, pero no sería posible hacerlo en este panfleto. No podemos, no obstante, acabar sin resaltar la necesidad de la oración para la revelación del Espíritu Santo, dándonos a comprender la Palabra de Dios. Esta revelación no proviene de nuestra particular inteligencia o especial educación. La propia escritura de la Palabra en sí misma fue el resultado de la inspiración del Espíritu Santo a hombres fieles para que la escribieran (2a Pedro 1:19-21), y solamente Él puede darnos Su verdadera explicación.
El Señor Jesús, refiriéndose a la labor futura que tendría el Espíritu Santo, declaró: "Él os guiará a toda la verdad", y "Él me glorificará" (Juan 16:13, 14). El Apóstol Pablo, en 1a Corint.2, declara que, las cosas que Dios ha preparado para Sus redimidos, no son para ser dadas a conocer por ningún ser humano, sino que "Dios nos las ha revelado a nosotros por Su Espíritu" (1a Cor.2:9-11), y posteriormente, continúa diciendo: "Las cosas del Espíritu...se han de discernir espiritualmente" (1a Cor.2:13, 14).
La obra e intervención del Espíritu son absolutamente necesarias para la revelación y la comprensión de la verdad, y esa es la razón por la cual en Efesios 1, el Apóstol declare que el Padre le hubiera dado a los creyentes efesios "el espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él" el cual nos guía para que sean "alumbrados los ojos de nuestro entendimiento". Esto ciertamente se refiere a la obra del Espíritu Santo en cada uno de nosotros. Él es el gran revelador de la verdad, y es a Él solamente a Quien tenemos que mirar si queremos obtener un verdadero conocimiento de las Escrituras con todas sus riquezas de sabiduría y revelación concernientes al gran proposito redentor de Dios, el cual lleva consigo un nuevo cielo y tierra en donde Cristo sea supremo y soberano sobre todas las cosas.
Algunos se preguntan con qué frecuencia se deba orar, y la respuesta se halla en 1a Tesalon.5:17: "Orad sin cesar". El Apóstol Pablo declara una y otra vez que él propio nunca cesaba de orar, especialmente por los demás (Rom.1:9; 1a Tesal.1:3; 5:17; Efesios 1:16; Colos.1:19; y 2a Tim.1:3). Así que deberíamos orar constantemente y dar gracias (Efesios 5:20), y "Perseverar en la oración, velando en ella con acción de gracias" (Colos.4:2). Si queremos descubrir los tesoros espirituales que se encuentran en la Palabra de Dios, debemos estar pendientes del Espíritu Santo, el Revelador de la verdad, para que produzca en nosotros aquello que fue expresado por el Salmista cuando pidió para que sus ojos fuesen abiertos y que pudiera conocer "las maravillas de la ley de Dios", lo cual por supuesto significa Su Palabra (Salmo 119:18).
Orad sin cesar
(1a Tesal.5:17)
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