Cristo El Centro y Circunferencia


Cristo

El Centro y

Circunferencia del

Ministerio de Pablo

 

Un sugestivo estudio

De las catorce epístolas de Pablo

Con la idea inherente de que Él sea tanto

“Centro como Circunferencia”

 

Por

Charles H. Welch

Traducción: Juan Luis Molina

 

 

 

En el tiempo del ministerio terrenal de nuestro Señor, las Escrituras que se empleaban entonces eran aquellos libros que, en su conjunto, conocemos como el Antiguo Testamento, y un hecho relevante en conexión con el empleo que nuestro Señor hacía de esas mismas Escrituras fue Su afirmación diciendo que testificaban de Él.

Esta afirmación es, y siempre debería ser un delicioso incentivo en el estudio persiguiendo la guía que tiene Suya, de Cristo, en tipo o reflejo, tanto en la profecía como en la biografía, y para cuando ponderamos el milagro de “Cristo en Todas las Escrituras” mientras las leemos. Sin embargo, esta labor tan amplia no será ahora nuestro proyecto más inmediato, sino una idea más limitada en alcance, aunque igual de preciosa en su finalidad, y es verificar y tratar de ubicar:

El lugar que Cristo ocupa tanto en las epístolas como en la vida del apóstol Pablo.

Antes de que Pablo se convirtiera, había sido un estudioso de las Escrituras, y al tiempo de su conversión podemos observar la transición de las sombras de la ley, que como buen fariseo veneraba, hacia la realidad de Cristo, que llegó a ser el núcleo y la piedra angular de su vida posterior y de su ministerio.

Primeramente vamos a considerar su propio testimonio a seguir a su conversión. Cuando leemos acerca de su conversión efectiva en Hechos 9, nos damos cuenta, viendo los primeros versículos, que se quedó perplejo y angustiado. Las semillas habían sido esparcidas por Esteban el mártir. Saulo de Tarso había estado atento tan solo a la significativa exposición de la historia de Israel, enfocada principalmente sobre dos puntos:

(1)  El repudio de José de parte de sus hermanos, y su reconocimiento “la segunda vez” (Hechos 7:13).

(2)  El repudio paralelo de Moisés la primera vez, y su aceptación después de cuarenta años de exilio (Hechos 7:35).

Y Esteban acaba así resumiendo todo lo expuesto en la aplicación:

Así como vuestros padres, así también vosotros (Hechos 7:51).

Saulo estaba de acuerdo y del lado de los blasfemos y asesinos, y condenó a quien oró por sus enemigos y que acabó diciendo: Señor Jesús, recibe mi espíritu.

En el camino a Damasco, en un repentino y sobrenatural resplandor de luz, Saulo oyó una voz que le decía:

Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues?

Y cayendo en tierra replicó:

¿Quién eres, Señor? (Hechos 9:4, 5).

El hombre que así hablaba pertenecía a la más estricta de las sectas de su religión, un Fariseo. Era un Hebreo de Hebreos, y como tal, aun a coste de su vida, jamás debió haber empleado ese nombre sagrado “Señor” dirigiéndose a nadie a excepción del Dios de Israel. Mientras que Elohim podía emplearse tanto para cualquiera de los “dioses” como para “Dios”, sin embargo Jehová es un nombre propio, y nunca se emplea de otra manera. Para Saulo, el Hebreo y el Fariseo, el nombre “Señor” era sagrado. ¿Quién, sino “el Señor”, podría haberle hablado así desde la gloria y haberle hecho caer en tierra en su camino a Damasco? La respuesta desde la resplandeciente gloria fue fulminante. Transformó a un perseguidor Fariseo en un celoso y fiel testigo. Esa respuesta fue Yo soy Jesús (Hechos 9:25), y a él, a Jesús de Nazaret, esta debilitada aunque también emancipada alma de Pablo le dio el nombre sagrado de, Señor:

Y Saulo, temblando y temeroso, dijo: Señor ¿qué quieres que haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer (Hechos 9:6).

Entonces Ananías confirmó al recién nacido en la fe, a Pablo, diciendo:

El Señor Jesús, que se te apareció en el camino (Hechos 9:17).

Sin ningún tipo de entrenamiento o de larga preparación, este converso Fariseo enseguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios, …y confundía a los judíos que moraban en Damasco, demostrando que Jesús era el Cristo (Hechos 9:19-22). También Bernabé, que nunca debió haber pronunciado el nombre sagrado “Señor” de manera liviana, comunicó a los reunidos en Jerusalén la manera cómo Pablo había visto en el camino al Señor (Hechos 9:27).

¿Nos damos cuenta de que, si lo pensamos, este mismo Pablo retractado, que antes le daba un tan bajo lugar al Salvador, en su ignorante entusiasmo, ahora, desde el principio sin embargo lo haya reconocido?

Para responder a esta pregunta y para mostrar el lugar que el Señor ocupó en la vida y el testimonio de este apóstol para los Gentiles, nos proponemos devotar las páginas siguientes de este panfleto, orando para que cualquiera cuyo su nombre propio sea tocayo de “Tomás”, pueda ser por fin guiado a la plena e ilimitada confesión de éste hacia Su Salvador y diga:

¡Señor mío, y Dios mío! (Juan 20:28).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CRISTO en las Epístolas de Pablo

Gálatas

 

Ya hemos expuesto nuestras razones para creer que Gálatas fuera la primera de las Epístolas de Pablo en el libro El Apóstol de la Reconciliación, y en la Primera Parte de Un Análisis Alfabético, bajo el título Cronología. Un buen examen de esta desafiante epístola nos demostrará hasta qué punto la Persona y Obra de Cristo domina toda la enseñanza y proclama la indivisible lealtad del apóstol Pablo.

No es otro, sino el atentado que se hace y se pone de manifiesto a la pureza de la fe en Hechos 15:1-5 el que se pone a desafío, se expone y se desarma en esta epístola a los Gálatas.

La básica y fundamental doctrina denominada justificación por la fe sola, aparte de las obras de la ley que se anuncia en Hechos 13:38, 39, se resume en Gálatas 1:6 y 7 como La Gracia de Cristo, o El Evangelio de Cristo, y, dice el apóstol, que, si les predicase otro cualquier evangelio, no sería siervo de Cristo, pues, entre otras razones, Pablo certificó a los Gálatas que “su evangelio”, el evangelio que él predicaba, no era según hombre, y que él no lo recibió ni aprendió de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo (Gálatas 1:10-12). Y después continúa reforzando esta afirmación refiriendo su vida pasada, y preguntando ¿Cómo podría alguno con tales antecedentes como los míos haberle sido confiado  un tal evangelio como el que yo os predico?

Vosotros conocéis mis antecedentes en el Judaísmo; sabéis bien cuan furiosamente perseguía a la Iglesia de Dios y la asolaba, y cómo aventajaba a muchos de mi edad y raza en mi especial ardor celoso por las ancestrales tradiciones de mi casa. Pero el Dios que me separó desde mi mismo nacimiento llamándome por Su gracia, y cuando escogió revelarme a Su Hijo, para que yo lo predicase entre los Gentiles… (Gálatas 1:13-16 Moffat).

No estamos sugiriendo que la traducción de Reina y Varela sea defectuosa aquí en Gálatas 1:13-16, solamente citamos a Moffat para quebrar con el efecto mortecino que algunas veces produce la familiaridad excesiva que tenemos leyendo nuestra venerable versión, y realzar lo que dice.

La conversión de Saulo de Tarso se resume en las palabras:

Revelar a Su Hijo en mí (Gál.1:16).

Catorce años después de esta maravillosa conversión y comisión, Pablo, por la misma revelación que le había hecho independizarse del “hombre” o de las “enseñanzas de hombres” (Gálatas 1:11, 12), subió a Jerusalén

Y les expuse en privado el evangelio que predico entre los Gentiles (Gál.2:2).

En el versículo 4 Pablo expone claramente que la libertad que los creyentes tienen en Cristo se halla en peligro, y en el 5 deja ver en evidencia que su recusa en someterse, ni tan siquiera por un momento, era para que la verdad del evangelio permaneciese. Fue por este mismo motivo, para que la verdad del evangelio permaneciese, que Pedro tuvo que ser reprendido (Gál.2:14).

Es casi al cierre del capítulo 2 cuando Pablo nos da la esencia de su firme oposición contra el acto disimulado de Pedro, que era contra la esencia que se refleja o cristaliza en el versículo 16 como  la fe de Cristo, y en el lado opuesto, se nos da su personal obediencia en las vigorosas palabras de Gálatas 2:20:

Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a Sí mismo por mí.

Su condenación final del evangelio legalista viene a seguir, en el versículo 21:

No desecho (o anulo) la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.

Los primeros versículos de Gálatas 3 nos muestran que Pablo de hecho “predicó a Cristo” entre los paganos e idólatras, porque dice:

¡Oh, Gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros, ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado? (Gálatas 3:1).

La predicación de Pablo de “Jesucristo, y a éste crucificado” debió ser muy viva, como bien podemos deducir y creer. Él emplea aquí una figura sacada de los tribunales de donde salían las “elecciones”, pues las palabras “presentado claramente”, prographo, se refieren a las listas exhibidas públicamente después de una elección o decreto salido en dicho Tribunal, como hoy en día, lo cual también era practica corriente al tiempo del apóstol.

Y así este énfasis sobre la supremacía de Cristo en el Evangelio continúa presente a través de toda la epístola hasta el final.

La maldición de la ley desaparece, puesto que Él se hizo maldición por nosotros (en nuestra sustitución) (Gálatas 3:13).

Por eso todas las promesas se centran y enfocan en Cristo:

Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a Su simiente. No dice: Y a Sus simientes, como si hablase muchos, sino como de uno solo: Y a tu simiente, la cual es (solo) Cristo. (Gál.3:16, y vea además vers.17 y 22).

El objetivo y propósito de la ley fue guiarnos a Cristo. Aquellos que han sido bautizados en Cristo han sido puestos sujetos o imputados en Cristo.

Ya no hay Judío ni Griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa. (Gál.3:28, 29).

La respuesta de Dios para la creación que “gime a una” en la esclavitud de la ley, fue, cuando llegó la plenitud del tiempo, enviar a Su Hijo.  Y que aquellos que son redimidos son ahora Sus hijos también, y no ya más esclavos, por lo cual, en el espíritu de adopción claman sin cesar: “Abba Padre” (Gálatas 4:6).

¿Cómo asienta Pablo, de una vez por todas, el restablecimiento de la gracia y la liberación de los Gálatas del yugo de esclavitud?

Les comunica que “sufre dolores parto hasta que Cristo se forme en vosotros” (Gálatas 4:19, y les exhorta diciendo:

Estad, pues, firmes (permaneced firmemente) en la libertad con que Cristo nos hizo libres (Gál.5:1).

Pues “Cristo no os servirá de provecho” si os sometéis al rito de la circuncisión, y “de Cristo os desligáis, los que por la ley os justificáis”. Pero “los que son de Cristo han crucificado la carne” (Gál.5:2, 4, 24).

Resumiendo la relación de creyente para creyente, dijo: Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo (Gál.6:2), y tened por seguro que en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada ni la incircuncisión, sino una nueva creación (Gál.6:15). Y su final y extremamente personal palabra aparte de la doxología es que él lleva en su cuerpo las marcas del Señor Jesús (Gálatas 6:17).

El lector debe tener en cuenta que solo tenemos un simple propósito como objetivo en esta serie de estudios. No estamos intentando tratar la epístola en su totalidad. Vamos viéndola sin tejer comentarios acerca de problemas y dificultades de traducción o exposiciones diversas, sino enfocando nuestra atención sobre un solo tema, esto es, el lugar que ocupa Cristo en el ministerio de Pablo.

Pero no será demás que avisemos a nuestros lectores interesados, que una cuidadosa  y plena exposición de Gálatas, con detalles de su completa estructura, puede ser procurada en The Berean Expositor, Vol.37, 38, y 39. También se hace una exposición suya en El Apóstol de la Reconciliación y en la Segunda Parte de Un Análisis Alfabético.

Ahora, por tanto, dejamos esta exposición del lugar que Cristo ocupa en la epístola de los Gálatas, para seguir la misma línea de investigación en la epístola a los Corintios.  

CRISTO en las Epístolas de Pablo

1ª Corintios

 

Aunque las Escrituras sean para todas las edades o tiempos, no obstante, todas ellas tuvieron un primario e individual origen. Gálatas, como hemos visto, fue escrita para rescatar a estos nuevos convertidos a la fe, de la trampa del legalismo y lo ceremonial. Además, en un sentido que el apóstol no podía entonces imaginarse, debía, como la Palabra de Dios que era, ministrar con ella a las generaciones venideras que viven en esta era de gracia.

Así, por tanto, cuando leemos la epístola a los Corintios, somos conscientes de que, la casa de Cloé,  y todos los que dicen ponerse bajo el nombre de Pablo, Apolos o Cefas, además de los que fueron bautizados como Crispo y Gayo y Estéfanas, eran todos individuos miembros históricos de la Iglesia de Corinto, que literalmente era un puerto de mar de Grecia.  No obstante, y a pesar de que, en medio de los problemas que asediaban a esta temprana compañía, las soluciones ofrecidas por el apóstol se fueron repitiendo, y vengan a repetirse - hasta que estos frágiles cuerpos de nuestra humillación sean transformados a imagen y semejanza del cuerpo de gloria del Señor, y la limitada visión, que solo se ve por un enigmático espejo, y un parcial conocimiento, dé lugar a lo que es perfecto y completo (1ª Cor.13:12).

Si la ley, mal comprendida y mal aplicada, vacía y anula la cruz de Cristo de su valor atribuido a los Gálatas; la filosofía estaba provocando los mismos nefastos resultados en los Griego parlantes Corintios y Colosenses.

Consecuentemente, la sabiduría de palabras, la propia sabiduría carnal, la necedad, y las palabras infatuadas de la sabiduría del hombre, es lo que nos encontramos cuando leemos el primer y segundo capítulo en Corintios.

Porque Cristo no me envió a bautizar, sino a predicar el evangelio: no con sabiduría de palabras, para que la cruz de Cristo no venga a anularse y se quede sin efecto (1ª Cor.1:17) (R. Versión).

Pablo emplea la palabra Logos -  “palabra,” con más frecuencia que la R.V traduce. Vamos a inspeccionarlo por nuestra cuenta:

 

LOGOS

No con sabiduría de palabras (1ª Cor.1:17)

La predicación de la cruz es locura para los que se pierden; pero para nosotros es poder de Dios (1ª Cor.1:18).

No con excelencia de palabras (1ª Cor.2:1)

Mi palabra…no con palabras persuasivas (1ª Cor.2:4)

No con palabras…de humana sabiduría (1ª Cor.2:13)

Sino con las (referidas al Logos)  que el Espíritu Santo enseña (1ª Cor.2:13)

 

El apóstol Pablo, conociendo la adicción que estos creyentes corintios tenían de discutir con palabras filosofando, emplea con ellos una resonante figura literaria, conocida entre los griegos por Cathacresis o Incongruencia; y dice respecto de la necedad de Dios, que sea más sabia que los hombres. Y en contraste a todos los vanos intentos de la carne, ubica la plenitud que se haya solo en Cristo. Tenemos, en el versículo 30, una diminuta partícula te traducida “ambos” en 1ª Corintios 1:2 que no está expresa en la traducción de A.V, y que, tomándonos una pequeña libertad con el idioma, podría ser traducida igual de clara y significativa, con la siguiente paráfrasis:

 

Pero de Él es que vosotros estéis en Cristo Jesús, quien de Dios es hecho sabiduría para nosotros, y justificación, y santificación ASÍ COMO el inicio de la redención.

 

Y este mismo pensamiento volvemos a encontrarl al cierre del capítulo 3,

 

Así que ninguno se gloríe en los hombres. Porque todo es vuestro

SEA

Pablo, o

Apolos, o

Cefas, o

El Mundo, o la Vida, o

La Muerte, o

Las Cosas Presentes, o las Cosas Venideras;

TODO ES VUESTRO, y

VOSOTROS DE CRISTO, y

CRISTO ES DE DIOS (1ª Corintios 3:22, 23)

 

Ahora, partiendo de este mayor énfasis central sobre el supremo lugar que ocupa Cristo en el ministerio de Pablo, nos vamos al capítulo quince, el cual devota una gran parte a la gran doctrina de la Resurrección. Aquí, en esta esfera,  Cristo es el Todo e inmediatamente somos conscientes de que sería imposible alcanzar nada de ella sin Él. Observe los versículos 12-23, doce versículos al total, con doce referencias a Cristo.

 

Pero si se predica que Cristo…

Tampoco Cristo resucitó:

Y si Cristo no resucitó, …

Que Él resucitó a Cristo:

Tampoco Cristo resucitó

Y si Cristo no resucitó

Entonces aquellos…dormidos en Cristo han perecido

Si en esta vida…esperamos en Cristo

Pero ahora Cristo ha resucitado…

Así que en Cristo todos serán vivificados.

Cristo las primicias.

Después los que son de Cristo en Su venida.

 

Aquí podemos darnos cuenta de que todo el argumento con respecto a la Resurrección gira en torno de Cristo. Él es la Primicia o Primer Fruto de los que durmieron. Si la persona muerta en cuestión se ha ido a dormir en Cristo, entonces Cristo será la primicia y garantía de que él también venga a ser levantado; y la referencia que se hace a Adán en el versículo 22, no incluye toda alma o persona individual que descienda físicamente de Adán, de igual modo que en Todo Israel,  tampoco incluye cada uno de los descendientes de Abraham (Romanos 9:6-8). El número de los que incluye a los que son de Adán es más numeroso que los hijos de la promesa, los cuales son considerados por una simiente, y denominados Todos en Adán.

 

Esta relación de Adán a Cristo en el propósito de Dios se resume en los versículos de 42 a 50.

 

Por nacimiento natural, y debido a que a través de Adán el pecado se hubo introducido en el mundo, y la muerte por el pecado, somos por consiguiente sembrados en corrupción. Nosotros poseemos un cuerpo natural, y hemos nacido portando la imagen del terrenal con él. En contraste, Cristo es el último Adán y el Segundo Hombre. El primer hombre fue alma viviente, el último Adán un vivificante espíritu.

 

Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la Imagen del Celestial (1ª Cor.15:29).

 

La victoria viene a través de nuestro Señor Jesucristo, y por ningún otro medio.

 

Tan pleno y repleto se encuentra el apóstol del amor de Cristo, que, antes de pronunciarse sobre las bendiciones, proclama:

 

Si alguno (o aquel que) no amare al Señor Jesucristo, sea anatema (1ª Cor.16:22).

 

Al  Maran-atha, le sigue la expresión Aramea por el apóstol: ¡Nuestro Señor Viene!

 

No tenemos que pretender incluir todas las referencias a Cristo, ni tan siquiera indicar los muchos pasajes que concuerdan con el título de este panfleto, creemos que sea suficiente lo que hemos expuesto ya para justificar plenamente nuestro clamor: que en las epístolas de Pablo, bajo todos los aspectos, CRISTO ES EL TODO.

 

 

 

 

 

2ª CORINTIOS

 

En el capítulo de apertura de esta segunda epístola, Pablo les explica a los Corintios el motivo por el cual hubo una mudanza en su programa.

 

Él había intentado visitarlos, yendo de camino a Macedonia, después volvería otra vez a ellos, y después, a través de ellos, seguiría camino hasta Judea. Está claro que había planeado cuidadosamente este itinerario, e igual de cuidadosamente les dio la información:

 

Así que, al proponerme esto, ¿usé quizá de ligereza? (2ª Cor.1:17).

 

¿Qué quiere aquí decir el apóstol por ligereza? Pablo emplea el término de una manera un poco distinta en su forma gramatical en 2ª Cor.4:17, cuando habla de nuestra leve tribulación.

 

Y Santiago dice:

 

¡Vamos ahora! Los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos, cuando no sabéis lo que será mañana…en lugar de lo cual deberías decir: Si el Señor quiere haremos esto y aquello (Santiago 4:13-15).

 

Así Pablo, siendo hombre prudente, hizo sus planes, pero no se olvidaba nunca que la providencia del hombre no es dueña de sus propios propósitos, Si, Si y No, No, no porque fuese inseguro o vacilante, o que su palabra no tuviera crédito, sino porque todo se debe sujetar bajo la posible anulación o alteración de dichos planes por la revelación de la voluntad del Señor. Según ella: Sí, sí y no, no.

 

Sin embargo, aunque siempre sea ese el caso, inmediatamente pasa a darles el mensaje y les dice:

 

Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, que entre vosotros ha sido predicado por nosotros…no ha sido Si y No; mas ha sido Si en Él; porque todas las promesas de Dios son en el SI, y en Él AMÉN, por medio de nosotros, para la gloria de Dios. (2ª Cor.1:19-20).

 

Ahora nos volvemos de las promesas que son en el SI y en el AMÉN en Cristo para el pacto cuya gloria es excelente (2ª Cor.3), pero, en la transición, veamos por un instante el triunfo del Gran Victorioso. En 1ª Cor.15:57 el apóstol había dicho:

 

Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo,

 

Y en 2ª Cor.2:14 vuelve a repetir:

Mas a Dios gracias el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo,

 

Lo cual, como se lee en la Versión Autorizada, es un reflejo de nuestro triunfo en Cristo. En Colosenses 2:15 encontramos nuevamente la palabra “triunfo” cuando dice:

 

Y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.

 

En 2ª de Corintios 2:14 Pablo tiene en mente los escenarios de una Triunfante Procesión de un Conquistador marchando a la cabeza de los cautivos. La figura varía levemente, hacia los portadores del incienso, una suave fragancia, y para el hecho de que los cautivos estaban divididos en dos grupos, lo que se destinaban a ser ejecutados, y los que recibirían el perdón.

 

Aquí, aunque los detalles de la metáfora están intrínsecamente envueltos, el concepto general que tiene en vista el apóstol, e imperaba en su expresión, se deriva de la costumbre de un desfile triunfal Romano” (Farrar – Vida y Obra de S. Pablo).

 

Si el lector quisiera ponerse al tanto más particularmente con las ceremonias que comportaban un triunfo Romano, puede encontrar una plena descripción suya en Claudio, el Dios, cap.22. Por Robert Graves.

 

Volviendo ahora al capítulo 3 encontramos la ampliación de los valores relativos del Antiguo y Nuevo Pacto enfocado en dos caras o faces: La faz de Moisés, y la faz de Jesucristo.

 

Y si el ministerio de muerte grabado con letras en piedra fue con gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en EL ROSTRO de Moisés a causa de la gloria suya, la cual había de perecer…Y no como Moisés, que ponía un velo sobre SU ROSTRO, para que los hijos de Israel no fijaran la vista en el fin de aquello que había de ser abolido (2ª Cor.3:7, 13).

 

Pero si nuestro evangelio está encubierto, entre los que se pierden está encubierto…Porque Dios…es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios EN LA FAZ  de Jesucristo (2ª Cor.4:3, 6)

 

Se han ocasionados muchas disputas y especulaciones intentando explicar las palabras de gloria en gloria  de (2ª Cor.3:18), sin embargo el contexto deja ver claramente, que:

 

Todos nosotros, con ROSTRO DESCUBIERTO, miramos como en un espejo la gloria del Señor, y así  somos mudados (o vamos siendo mudados) en la misma imagen. (Vea 2ª Cor.4:4).

 

DE LA GLORIA del pacto Antiguo que tenía que desaparecer, HASTA LA GLORIA del Nuevo pacto que se estableció eterno en Cristo.

 

Comparable en medida con este contraste entre lo Viejo y lo Nuevo, es la actitud que el apóstol toma entre los rudimentos de la doctrina de Cristo (Heb.6:1), es decir, los Evangelios, con la plena revelación contenida en la subsecuente revelación del Cristo Ascendido, en las epístolas:

 

De manera que nosotros (es decir, a causa de su resurrección) de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así. De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: Las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo (Jesucristo, dicen las Versiones A.V; R.V.) (2ª Cor.5:16-18).

 

En este ministerio de reconciliación, se ve por un lado a Dios “En Cristo” reconciliando al mundo con Él, y los apóstoles “en el lugar de Cristo” urgiéndole a los hombres para que se reconciliasen con Dios.

 

Así que el testimonio del apóstol continúa, por medio de cada una de las fases de gracia y gloria, de experiencia y doctrina, y continúa centrándose en Cristo; aunque somos conscientes que, al condensar todo esto, solo podremos hacer una selección de entre las catorce epístolas de este testimonio hacia Cristo:

 

CRISTO ES TODO

 

Un sugestivo estudio hecho con el espíritu de los de Berea para alcanzar este intento de exhibir el lugar esencial que Cristo ocupa en las epístolas de Pablo, y que debería ser también cierto para todos los que confiesen que Jesucristo es el Señor.

 

Gálatas

La libertad con que Cristo nos hizo libres (Gál.5:1).

 

1ª y 2ª Tesalonicenses “El Consuelo”

Por tanto confortaos los unos a los otros con estas palabras (1ª Tes.4:18).

La buena esperanza consuele vuestros corazones (2ª Tes.2:16, 17).

 

1a y 2ª Corintios

Cristo las primicias (1ª Cor.15:20, 23).

Para que la mortalidad sea absorbida por la vida (2ª Cor.5:4).

 

Hebreos “Lo mejor”

Una mejor esperanza, pacto, promesas, sacrificio (Hebr.7:19; 8:6; 9:23).

 

Romanos

Cristo…el fin de la ley para justicia (Rom.10:4).

La redención que es en Cristo Jesús: a Quien Dios envió para propiciación a través de la fe en Su sangre…para que Él pudiera ser el Justo, y Quien justifica a los que creen en Jesús (Rom.3:24-26).

 

AQUÍ ES DONDE HAY QUE UBICAR HECHOS 28

 

Efesios

Cabeza sobre todas las cosas a la Iglesia, que es Su Cuerpo (Efesios 1:22, 23)

Las insondables riquezas de Cristo (Efesios 3:8).

 

Filipenses

Este mismo sentir…que también hubo en Cristo Jesús (Filp.2:5).

 

Colosenses

Cristo es todo, y en todos (Col.3:11).

El Primogénito…la Preminencia…la Plenitud…todas las riquezas de pleno y seguro entendimiento, para el conocimiento del misterio de Dios…Cristo (Col.1:18, 19; 2:2).

 

Filemón

Por causa del amor yo antes te ruego… (Filemón 9).

 

1ª Timoteo

Un pilar y fundamento de la verdad y manifiestamente grande es el misterio de la piedad: Que Dios fue manifestado en la carne. (1ª Tim.3:15, 16).

Hay…un solo Mediador (1ª Tim.2:5).

 

Tito

Dios nuestro Salvador (Tito 1:3, 4; 2:10, 13; 3:4, 6).

La gracia que nos salva…nos enseña…que debíamos vivir mirando (Tito 2:11-14).

 

2ª Timoteo

El testimonio del Señor y de mí prisionero Suyo: Sostiene firmemente la forma de las sanas palabras 

ACABADO (2ª Timoteo 1:8; 13; 4:7.

 

 

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