Los HECHOS de los APÓSTOLES y el tiempo posterior PARTE 1
Los
HECHOS de los APÓSTOLES
Y
EL TIEMPO POSTERIOR
Por Stuart Allen
Traducción: Juan Luis Molina
THE BEREAN PUBLISHING TRUST
52ª WILSON STREET,
LONDON, EC2A 2ER, ENGLAND
ÍNDICE
Nota del traductor
3
Notas Previas del Autor
4
Introducción
5
Capítulo 1
8
Capítulo 2
17
Capítulo 3
28
Capítulo 4
35
Capítulo 5
40
Capítulo 6
46
Capítulo 7
49
Capítulo 8
54
Capítulo 9
59
Capítulo 10
66
Capítulo 11
73
Capítulo 12
77
Capítulo 13
80
Capítulo 14
88
Capítulo 15
92
Capítulo 16
98
Capítulo 17
104
Capítulo 18
112
Capítulo 19
117
Capítulo 20
124
Capítulo 21
130
Capítulo 22
136
Capítulo 23
140
Capítulo 24
145
Capítulo 25
148
Capítulo 26
151
Capítulo 27
155
Capítulo 28
161
El Tiempo Posterior
171
NOTA PREVIA DEL TRADUCTOR
Como en
todos los trabajos que me pone Dios delante, éste que aquí os expongo no es
exhaustivo. Quiero decir que, si alguno recibiéndolo piensa que puede mejorarlo
con la inspiración de Su Espíritu, libremente debe hacerlo. Muchos podrán
comprender mejor el lenguaje original del trabajo.
Cuando
comencé la obra me entró un deseo de traducir además la versión que su autor
utilizaba de las Escrituras. No porque la Versión castellana que usamos
generalmente esté más deficiente, sino por ser una oportunidad de cotejar otras
versiones con las cuales no estemos familiarizados. Así, aparecen unos pocos
términos y composición de frases distintas a las que habitualmente leemos, y
eso no solo enriquece nuestro conocimiento acerca del versículo y contexto del
texto, sino que, además, pueda hacer más amena nuestra lectura sin quitarle el
sentido, comparando las distintas versiones.
Ahora bien, no cabe duda que, un intento de
este tipo, por muy buenas intenciones que tengamos, puede ser muy peligroso, y
seamos inducidos a ponerles además algo nuestro a lo leído, y no del Espíritu.
Por eso es necesario que todo aquel que procure saber los propósitos de Dios
tenga el mismo Espíritu de los de Berea, y compruebe por su estudio particular si es que estas cosas sean así.
Dicho
esto, si alguno procura en las Escrituras con la guía del Espíritu si las cosas
aquí expuestas son así, como yo las reflejo, y llega a la conclusión que son
Verdad, entonces es probable que tenga que cambiar muchas cosas en sus
convicciones personales, y darse cuenta que los caminos de Dios no son nuestros
caminos ni Sus pensamientos los nuestros. Esta obra contiene la gran
importancia que tiene el Libro de los Hechos, y, libremente puedo decir ahora
que, sin entenderlo, jamás se podrán comprender todos los Escritos posteriores
en el canon a éste de Lucas. Pues serían
muchas las “contradicciones” que aparecerán insolubles, sin entender los Hechos
y de las cuales citaré ahora solo dos de ellas como ejemplo:
(1) En las Epístolas de Pablo escritas durante el periodo de
los Hechos, las sanidades y milagrosas señales se sucedían entre los enfermos y
por todas partes donde se llevaba el evangelio. Y sin embargo, en las Epístolas
posteriores a este periodo: a Trófimo se ve enfermo en Mileto; Epafrodito es
visto en agonía y cercano a la muerte; y a Timoteo le aconseja el apóstol que
beba un poco de vino por causa de sus frecuentes enfermedades.
(2) En la Epístola a los Corintios, escrita en el periodo de
los Hechos, dice el apóstol que, aquel
que esté casado…como si no lo estuviera. Y sin embargo en Efesios, escrita
en el periodo posterior, que el casado
ame a su esposa, y que la casada respete a su marido.
Querido
lector, a quien le llegue este trabajo: ¡Qué gran consuelo aparece cuando el
Espíritu nos explica Sus razones! Porque desaparecen del todo las confusiones
mentales, y venimos a saber bien, que,
un tal consuelo, solo puede provenir de nuestra Cabeza bendita dándonos un
mismo sentir a todos los miembros que con Él se conecten…y no con los dichos de
los hombres.
Quería por
fin agradecer a Dios por la vida de Deborah, mi hermana en Cristo, por la cual
me hizo el Espíritu Santo llegar este impresionante documento en su original,
y, además, por la vida de Wayne y Beatriz Colona, a quienes Dios puso en sus
corazones así el querer como el hacer
compartiendo de su abundancia para la realización de este trabajo.
Dedicado a Charo Aillón, a quien siempre tuve presente a
medida que Dios me iba dando entendimiento en Sus asuntos espirituales.
Juan Luis
Molina
Notas Previas del Autor
Los Hechos
de los Apóstoles es uno de los libros llave para la comprensión del Nuevo
Testamento. Sin él, estaríamos perdidos a la hora de ubicar las epístolas y
para trazar el propósito del Dios que opera
todas las cosas conforme al propósito de Su voluntad (Efesios 1:11). Por
eso vamos a verlo versículo por versículo. Resulta fácil perder de vista el
objetivo principal de este libro tan importante y quedarnos con lo superficial.
Pero hemos intentado, para que esto no suceda, seguir de cerca la historia de
Lucas que trata con el principio de la Cristiandad y el desarrollo del
propósito de Dios que puede ser trazado a través de la Biblia y que se centra
en Cristo y en Su Reino. Los Evangelios tratan con lo que Jesús comenzó a hacer y a enseñar con respecto a este reino (Hechos
1:1), y son seguidos por lo que hizo y enseñó en los Hechos a través de la obra
del Espíritu Santo y el empleo como utensilios de Pedro y Pablo, y con los que
ellos se asociaron.
El autor
desearía agradecer a los amigos que tan hábilmente han contribuido a la
publicación de este libro. Ojalá que todo aquel que lo lea pueda venir a
conocer Aquel cuyo conocimiento significa
vida eterna, con gozo acabado y bendiciones añadidas.
INTRODUCCIÓN
Cuando se
escribió, el libro que vamos a considerar, era conocido como Los Hechos por los
más tempranos líderes cristianos tales como Origen, Tertuliano, Eusebio y
otros. Alrededor de la mitad del segundo siglo pasó a ser conocido como Los
Hechos de los Apóstoles. Hace una segunda parte de un recuento de la historia
de los orígenes cristianos. La primera parte fue conocida como el Evangelio
según Lucas, cuyo autor fue Lucas, el
médico amado, y al principio, estos dos Volúmenes casi con toda seguridad
circularon como siendo una sola obra. Y en poco tiempo, a seguir a la
publicación del Cuarto Evangelio, la primera parte de los escritos de Lucas
fueron incluidos con los tres otros Evangelios canónicos, formando un solo
Volumen, y la segunda parte de sus escritos circularon por sí propios como nos
han llegado hasta nuestros días.
La
historia en verdad no puede decirse que sea los Hechos de los Apóstoles, pues
tan solo tres de los doce apóstoles originales aparecen en la narrativa, esto
es, Pedro, Jacobo (Santiago) y Juan, y los dos últimos tan solo son
mencionados. El libro de los Hechos registra los Hechos del Espíritu Santo a
través de Pedro y Pablo, el cual, continuó predicando todo lo que Jesús comenzó a hacer y a enseñar (Hechos 1:1). Pedro
es prácticamente puesto de lado de la historia a seguir a la conversión de
Cornelio.
Posteriormente,
las epístolas de Pablo, fueron recopiladas, y las dos colecciones separadas
fueron conocidas como El Evangelio y El Apóstol. No hay duda de que los Hechos
juegan un importante papel relatando estos dos volúmenes o colecciones; y sin
él tendríamos una gran dificultad a la hora de ubicar los libros del Nuevo
Testamento, o de entender el propósito de Dios después de la resurrección de
Cristo.
Existe un
consenso casi unánime y universal concordando en que Lucas sea el autor humano
del tercer Evangelio y los Hechos de los Apóstoles. En cuanto al
propósito de sus escritos, no precisamos sino de leer el prólogo de su
Evangelio:
Puesto que ya muchos han tratado de hacer un recuento de
las cosas que se han ido cumpliendo entre nosotros, 2 tal como nos lo
enseñaron aquellos que primero fueron testigos y siervos de la Palabra. 3 También me ha parecido bien a mí escribir
ordenadamente hacer un recuento para vosotros, mi excelentísimo Teófilo, 4 para que puedas así saber la certeza de las
cosas en las cuales has sido enseñado.
(Hechos1: 1-4).
Es
evidente, por tanto, que Lucas no fue un
testigo ocular de los primeros acontecimientos registrados en su Evangelio,
pero ciertamente tuvo acceso a la información que un tal testimonio pueda
ofrecernos. Nos informa que fueron muchos los que intentaron dar un registro
escrito de lo que ocurrió al nacimiento de Cristo y en el tiempo posterior, y
bien podemos comprender las dificultades que los Cristianos debieron enfrentar
a la hora de recopilar todo este material, cuando el canon del Nuevo Testamento
estaba a ser compuesto. Nosotros creemos que la supervisión del Espíritu Santo
debe haber sido fundamental en este cometido para que la Palabra de Dios, una vez
completa, no contenga errores. Este cometido es tan milagroso como la propia
escritura inspirada de las santas Escrituras.
Lucas nos
dice que tuvo cuidado en la elaboración de los hechos contenidos en su
Evangelio y que fueron puestos por orden. La parte posterior de su narrativa
(los Hechos) ya pudo extraerla de su propia experiencia.
Su
exactitud como historiador ha sido ampliamente demostrada por la investigación
y los escritos de Sir William Ramsay. En su juventud, sin embargo, Ramsay
estaba convencido de que los Hechos pertenecían a la mitad del Segundo Siglo
después de Cristo, pero a medida que fue avanzando en sus descubrimientos
arqueológicos en Asia Menor, junto con su vasto conocimiento progresivo de la
vida del Imperio Romano, le llevaron a concluir que debió haber sido escrito en
el Primer Siglo con total seguridad.
Uno de los
acontecimientos más impresionantes que prueba la exactitud de Lucas tiene que
ver con los títulos de los varios oficiales del Imperio Romano que él menciona
en sus escritos. Los títulos de los gobernadores mudaban repentinamente si el
estatus de las provincias mudaba, pero Lucas nunca comete un solo error al
enunciarlos. Estaba absolutamente cierto en todas las ocasiones que
investiguemos, y, siendo así, no se puede asumir que sea menos confiable donde
no podamos, de igual manera, probar su autenticidad.
Lucas ha
sido criticado en base del real o imaginado desacuerdo con Josefo. Pero Josefo
no se distingue precisamente por su exactitud, y donde están en desacuerdo,
Lucas se considera más exacto que Josefo.
No cabe
duda de que Lucas debió ser un hombre excepcional. El Dr. Plummer lo describe
como el más versátil de los escritores de
todo el Nuevo Testamento. Fue al mismo tiempo médico, un poeta, un viajero,
un misionero, un amigo fiel, un gran y confiable historiador, además de un gran
cristiano.
LA FECHA.
Aunque haya algunos escolares que defiendan una fecha posterior, hay otros en
cambio que dan buenas razones para otra más temprana. Este punto se discute en
la introducción del autor al Evangelio de Lucas. Los profesores F.F.Bruce,
A.T.Robertson, y otros, dan el año 61-63 después de Cristo como la fecha más
apropiada. Es probable que Lucas escribiera ambos Volúmenes hacia finales de
los dos años de la prisión de Pablo en Roma (Hechos 28:30).
No es
fácil explicar en pocas palabras el objetivo de Lucas escribiendo este libro.
No se registran los Hechos de todos los apóstoles. Además de Pedro y de Juan,
se dice muy poco de cualquiera de ellos después del capítulo tres. El propio
Pedro desaparece de la narrativa después del capítulo 15. Pablo no hace parte
de los doce apóstoles, aunque algunos piensen que debería ser considerado entre
ellos. Pero es él quien domina la atmósfera de los Hechos a partir del capítulo
9 en adelante.
Debemos
observar que el Evangelio de Lucas resalta la importancia del Gentil, que es
visto de manera favorable, mientras que los Hechos nos dan un cuidadoso
recuento de la expansión de la verdad de Dios sobre el mundo Gentil a pesar de
la oposición frontal de Israel hacia ese movimiento. Es un resumen de los cerca
de cuarenta años posteriores a la crucifixión, mostrando la manera cómo Israel
vuelve a fracasar y ser un obstáculo en el propósito de Dios, de cómo
respondieron a los Gentiles, y finalmente, de la puesta de parte de la nación
escogida, en ceguera e incredulidad, que hasta aquí había dominado el
escenario, por selección Divina, desde el tiempo de Jacob.
Esto acabó
e hizo entonces imposible el asentamiento en aquel tiempo del Reino Mesiánico
reflejado de antemano en el Antiguo Testamento. Si pasamos por alto e ignoramos
este punto tan importante, vamos a ignorar una de las más importantes razones
por la cual fueron escritos los Hechos de los Apóstoles. Los Evangelios nos
informan de lo que el Señor Jesús dijo e hizo en Su ministerio para Israel. Sus
propias palabras nos aseguran que Él fue enviado
solamente a las ovejas perdidas de Israel (Mat.15:24) y confinó el
ministerio de los apóstoles a Israel, la nación escogida, omitiendo cualquier
contacto con los Gentiles (Mat.10:5-8).
Esto sería
inexplicable a menos que tengamos en cuenta el reino terrenal del Antiguo
Testamento. No es que los Gentiles fuesen permanentemente excluidos, puesto que
aquel reino abarca finalmente toda la tierra cuando el conocimiento del Señor
la cubra por completo como las aguas
cubren el mar (Isaías 11:9) y el Señor Jesús venga a ser bien más que el
simple Rey de Israel, es decir, el Rey
sobre toda la tierra (Zacarías 14:9) y entonces venga el plan de Dios
revelado a Abraham a suceder en concreción, es decir, que su simiente venga a
ser una bendición para todas las familias
de la tierra (Gén.12:1-3).
Al igual
que los Evangelios registran los hechos y los dichos del Señor Jesús, del mismo
modo los Hechos continúan el tema por el poder y la guía del Espíritu Santo, de
tal manera, que muchos creen que un título más apropiado para el libro de Lucas
hubiera sido los Hechos del Espíritu
Santo.
CAPÍTULO UNO
1 En mi primer libro, Teófilo, escribí acerca
de todo lo que Jesús comenzó a hacer y a enseñar 2 hasta el día en que fue
tomado al cielo, después de dar instrucciones a través del Espíritu Santo a los
apóstoles que había escogido. 3 Después de Su sufrimiento, Él se apareció a
estos hombres y les dio muchas pruebas convincentes de que estaba vivo. Se les
apareció por un periodo de cuarenta días y les habló acerca del reino de Dios.
4 En una ocasión, mientras estaba comiendo con ellos, Él les dio este mandamiento:
No os vayáis de Jerusalén, sino esperar allí por el don que Mi Padre prometió,
del cual me oísteis hablar a Mí. 5 Porque Juan bautizó con agua, pero vosotros
seréis bautizados en pocos días con el Espíritu Santo (Hechos 1:1-5 A.V).
Lucas
comienza por referirse a su primer libro, esto es, el tercer Evangelio, y los
últimos versículos del Evangelio se reanudan en los versículos de apertura de
los Hechos (Lucas 24:36-53; Hechos 1:1-14). Una comparación general de estas
dos porciones de Escritura ocuparía demasiado espacio, por eso hemos utilizado
el admirable resumen de C.H. Welch.
Muchas pruebas indubitables
Mientras ellos hablaban de estas cosas, Jesús se puso en
medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. Entonces, espantados y
atemorizados, pensaban que veían espíritu. Pero Él les dijo: ¿Por qué estáis
turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? Mirad Mis manos y Mis
pies, que Yo mismo soy; palpad y ved; porque un espíritu no tiene carne ni
hueso, como veis que Yo tengo. Y diciendo esto, les mostró las manos y los
pies. Y como todavía ellos de gozo no lo creían, y estaban maravillados, les
dijo ¿Tenéis algo de comer? Entonces le dieron parte de un pez asado, y un
panal de miel. Y Él lo tomó, y comió delante de ellos. (Lucas 24:36-43)
Y esto lo
comparamos con Hechos 1:-2, y 3: A los
apóstoles que había escogido; a quienes también, después de haber padecido, se
presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante
cuarenta días.
(Veremos que lo que Lucas escribió más detalladamente en
su Evangelio, en Hechos lo resume bajo un solo sujeto. Esto es exactamente lo
que hacemos cuando nos referimos a la previa correspondencia sobre cualquier
sujeto.)
Las Palabras del Señor a Sus discípulos
Lucas
24:44, 45 - Y les dijo: Estas son las palabras que os
hablé, estando aun con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que
está escrito de Mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los Salmos. Entonces les abrió el entendimiento para que
comprendiesen las Escrituras. Lo asociamos con Hechos 1:-3 –
Hablándoles del reino de los cielos.
La Comisión
Lucas
24:47 – El arrepentimiento y el perdón
de los pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén - Lo asociamos con Hechos 1:8 –
Testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta
lo último de la tierra.
El Encargo
Lucas
24:49 – He aquí, Yo enviaré la promesa
de Mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén,
hasta que seáis investidos de poder desde lo alto – Lo asociamos con Hechos
1:4 –
Les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que
esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de Mí…seréis
bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días…recibiréis poder,
cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo.
La Ascensión
Lucas
24:51 – Y aconteció que bendiciéndolos,
se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo – lo asociamos con Hechos
1:9 –
Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado,
y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos.
(Observe como uno complementa al otro. El Evangelio nos
dice “Se separó de ellos”, pero no nos dice cómo. Hechos por su parte añade la
información concerniente a “la nube”. Hechos además nos informa de los ángeles
y de la segunda venida del Señor).
El regreso de los Apóstoles
Hechos
24:52 – Ellos después de haberle
adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo – lo asociamos con Hechos
1:12, 13 –
Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se
llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un día de
reposo…todos estos perseveraban unánimes en oración y ruego.
-----------------
Con toda
seguridad que la más maravillosa experiencia por la que pasaron los apóstoles
debió ser que tuvieran el inestimable privilegio de escuchar al Señor Jesús
interpretar la Palabra escrita. El más grande y absolutamente infalible Maestro
les expuso la Palabra de Dios durante más de un mes. Bien podríamos pensar que,
aunque esto fuese verdad, los apóstoles, siendo humanos y falibles, podrían
haber entendido mal lo que Él les enseñó. Pero Lucas, al cierre de su
Evangelio, nos muestra que no fue eso lo
que sucedió. Citando al Señor Jesús, dijo:
44 Esto es lo que yo os decía cuando aún
estaba con vosotros: Que todas las cosas que se escribieron sobre Mí en la Ley
de Moisés, los Profetas y los Salmos debían cumplirse
45
Entonces les abrió su entendimiento para que pudiesen comprender las
Escrituras.
Y por
tanto, no solamente escucharon al más grande de los Maestros interpretar el
Antiguo Testamento, sino que además comprendieron con toda claridad lo que les
decía, pues se nos informa que les abrió además el entendimiento para que
pudiesen entenderlo.
Como resultado de esta
maravillosa enseñanza, los apóstoles le hicieron entonces una pregunta, y esta
cuestión no es, como muchos juzgan, estúpida, una vez que, como vemos, sus
mentes habían sido iluminadas y comprendieron bien lo que les dijo.
Y estando juntos, le preguntaron: Señor, ¿restaurarás el
reino a Israel en este tiempo?
Ahora
bien, es aquí que los expositores se crean por sí propios muchas dificultades.
Ellos asumen que, los apóstoles, al utilizar la palabra “reino”, quisieron
simplemente referirse a un vasto poder político y nada más. Pero el punto en
cuestión aquí es este: que el reino que los apóstoles mencionaron y aquel que
el Señor les explicó no podía ser otro sino el
reino Mesiánico del Antiguo Testamento. Esto no puede ser mera habladuría.
Así que preguntamos, ¿es este un reino simplemente erguido políticamente con
gran poder, o es meramente un reino espiritual? para responder esta cuestión
detalladamente sería necesario un largo volumen, porque el Antiguo Testamento
es demasiado rico describiendo este reino con mucho detalle. Pero podemos dejar
asiente la cuestión observando cuál fue el propósito de Dios al escoger
(eligiendo) a Israel. Así obtendremos el mismísimo centro del plan de Dios para
Su reino en esta tierra y con dicho gobierno.
Veamos.
Dios le dijo a Moisés:
…Esto es lo que le dirás a la casa de Jacob y lo que le
dirás al pueblo de Israel: 4 Vosotros habéis visto lo que le hice a Egipto, y como os llevé en alas
de águila y os atraje a Mí Mismo. 5 Ahora,
si me obedecierais plenamente y guardareis Mi pacto, entonces seréis entre
todas las naciones Mi atesorada posesión. Si bien que toda la tierra sea Mía, 6
seréis para Mí un reino de sacerdotes y
una santa nación. Estas son las palabras que hablarás a los Israelitas.
A
continuación, en el libro de Deuteronomio leemos:
Él (Dios) ha declarado que os afirmará en alabanza, fama y honor por encima de todas las naciones
que ha hecho, para que seáis un pueblo
santo para el SEÑOR vuestro Dios, como Él ha prometido.
No admira
nada que el Salmista dijera:
Él (Dios) ha revelado Su palabra a Jacob, Sus leyes y
decretos a Israel. No ha hecho nada igual
por otra nación; no conocen Sus leyes.
Alabado sea el Señor.
Ahora nos
preguntamos lo siguiente con respecto a estas dos Escrituras del Antiguo
Testamento: ¿Describen estas Escrituras un sistema político envuelto solamente
con poder terrenal? Por supuesto que no; antes bien resaltan un objetivo
espiritual para la nación de Israel. El propósito de Dios al elegirlos
pretendía que fueran un reino sacerdotal
y una santa nación. Estos son valores espirituales, no políticos, y serían
solamente en cuanto Israel los manifestase activamente, que Dios los exaltaría
en una posición más alta que todas las demás naciones. Al mismo tiempo, era
verdad que el Señor esparciría bendiciones materiales sobre ellos y planeaba
ofrecerles el territorio que Él había prometido a Abraham con su frontera
geográfica desde el Nilo hasta el Éufrates. Dios declaró abiertamente que este
territorio sería Su ofrenda para ellos, no solamente para Abraham, sino además
para toda su simiente para siempre.
Esta fue la base o fundamento para Su
reino terrenal, y Dios entendía que esta santa nación serían sacerdotes que
manifestarían el santo carácter de Dios y sembrarían el conocimiento de Su amor
redentor hasta lo último de la tierra (vea el sumario de Pablo de este
propósito aquí expuesto). Por esta vía se cubriría la tierra del conocimiento
de Dios como las aguas cubren el mar.
Pero tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento registran el fracaso de Israel
para llevar a cabo la voluntad que Dios les había reservado. Al mismo tiempo,
no debemos olvidar que Dios nunca se dejó a Sí Mismo sin testigo. Siempre hubo
un remanente fiel que permaneció leal a Su voluntad. Elías tuvo que aprender a
serlo. Al tiempo de la Segunda Venida del Señor Jesús, Israel, cuando sea
convencido y convertido, hallará que todo su fracaso habrá sido cubierto en
misericordia por el Nuevo Pacto de gracia que Dios había hecho con la nación. Y de esa forma Israel será salvo, y por
fin se darán cuenta del propósito que Dios señaló para ellos.
Así, pues,
cuando a su debido tiempo llegue lo que el Antiguo Testamento revela
concerniente al gobierno y al conocimiento de Dios sobre la tierra, no vendrá a
ser un reino ni totalmente material ni totalmente espiritual en su final
manifestación. Sino una combinación perfecta de ambas cosas, siendo que la
parte espiritual sea la principal y más importante. El efecto de este reino
sobre toda la tierra, con su conocimiento espiritual de Dios mundialmente
manifiesto, es cierto que llevará a la literal y material abundancia y
bendición. El pecado será reprimido; el armamento con toda su labor temerosa
será abolido, y la paz mundial por fin llegará a ser experimentada. Esto es lo
que primeramente resultará evidente cuando el Príncipe de Paz retorne.
Teniendo
todo esto en cuenta, ahora volvemos al capítulo uno de Hechos y preguntamos:
¿Cuál fue el reino por el cual indagaron los apóstoles acerca de su inicio?
Bien podemos afirmar y estar absolutamente ciertos que, con sus entendimientos
iluminados del Antiguo Testamento por el Señor, ciertamente que no era un reino
tan solo político y material, pues un tal reino así es totalmente desconocido
en la Palabra de Dios. El cómo los expositores se atreven a decir que esta
pregunta se debió a sus ideas políticas particulares, es algo que no podemos
comprender. El único reino que se conoce en el Antiguo Testamento, concerniente
al cual, Cristo, les dio un correcto entendimiento, fue sin duda alguna el
reino Mesiánico que tan gráficamente se describe, especialmente en los profetas.
Él no los corrigió ni les explicó nada en el concepto que ellos ya tenían del
reino, puesto que su contenido es lo que les había estado enseñando - el sujeto
o tema principal de Su revelación - a los once, durante más de un mes que
estuvo con ellos. Fue con respecto a su inicio o comienzo lo único que no les
reveló. Él les dijo:
No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones que
el Padre puso bajo Su sola potestad.
Ahora no
podemos plenamente entender el motivo por el cual el Señor dijo eso, pero hay
una razón que lo torna claro cuando
veamos el propósito de gracia desdoblado para Israel en los Hechos. Muchos
expositores enseñan que, a seguir al culmen de pecado, crucificando a su Mesías
y Salvador, los de Israel fueron entonces repudiados por Dios, y que, desde ese
punto, tenemos una revelación de la iglesia, el Cuerpo de Cristo. Pero esta
popular enseñanza contradice la Escritura. La epístola a los Romanos fue la
última carta que Pablo escribió durante
el periodo de los Hechos. En esta carta pregunta lo siguiente:
Yo pregunto: ¿Ha repudiado Dios a Su pueblo (esto es,
Israel)? ¡De ninguna manera! Yo propio soy un
israelita, un descendiente de Abraham, de la tribu de Benjamín. Dios no ha repudiado a Su pueblo, a los
cuales conoció de antemano.
Y esto a
pesar de ser un pueblo obstinado y
rebelde.
Un poco
tiempo después, el apóstol declara que sea debido
a la esperanza de Israel que estoy preso con esta cadena. Así, pues, no
solo Israel no había sido repudiado por Dios, sino que, además, su esperanza
todavía podía realizarse en concreción. Eso mismo declaró Pablo delante del rey
Agripa:
6 Y
ahora es por causa de mi esperanza en lo que Dios prometió a nuestros padres
que estoy hoy en prisión. 7 esta es
la promesa que nuestras doce tribus esperan ver cumplida y por la cual sirven a
Dios día y noche.
Lo que
Dios le prometió a los padres de Israel, concierne al territorio por habitación
que les fue ofrecido por Dios y a la simiente. Hace por tanto parte del plan
fundamental de Dios para Su reino terrenal y nada tiene que ver con el Cuerpo
de Cristo y su más alto destino celestial.
En los
versículos de Romanos que hemos citado, el apóstol declara que el fracaso de
Israel crucificando a Su Ungido fue de antemano conocido por Dios, y eso
significa que Dios no fue sorprendido por este repudio. A pesar de ello, vamos
a ver que en la misericordia y paciencia de Dios, Israel va a volver a tener
una nueva oportunidad de creer y recibir el mensaje del reino que había sido
ofrecido por el Señor Jesús en Su ministerio terrenal, y además por Su
predecesor, Juan el Bautista.
Todo esto
es lo que Pedro resalta en su importante discurso a su nación registrado en
Hechos 3, al cual daremos una cuidadosa atención cuando lleguemos a ese punto.
En Su inalcanzable sabiduría, Cristo, no le responde a los apóstoles la
cuestión en cuanto al tiempo de la restauración de Israel para la parte tan
importante que esta nación juega en el asentamiento o instauración del reino
sobre la tierra, al cual el Señor se refirió en Su oración: Venga Tu reino. Sea hecha Tu voluntad aquí en la tierra, así
como en el cielo. El apóstol no estaba equivocado llamando su atención al
conocimiento que tenían los Judíos a los cuales se dirigía del reino del
Antiguo Testamento, pues fue eso mismo lo que el Señor les había expuesto y
explicado, y no había ningún otro reino al tiempo para ellos que pudieran
creer.
Una vez
más Israel fue llamado al arrepentimiento y a volverse para Dios, como
condición para que este reino pudiese ser erguido. Si el Señor les hubiera
declarado a los apóstoles que Israel recusaría y endurecerían su corazón, esta
oferta de misericordia carecería de significado.
Un Dios de
toda sabiduría no le habría mandado a Israel arrepentirse y al mismo tiempo
revelar que no lo harían. Por eso el Señor no pudo revelarles el tiempo cuando
este reino vendría a realizarse, pues dependía de esa decisión.
No había
dudas acerca de su realización tal como el Antiguo Testamento predijo en muchos
detalles, y bajo ningún sentido la revelación posterior del Cuerpo de Cristo
con su celestial destino cumple estas profecías. Es por todo esto que el Señor
les dijo a los apóstoles:
No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones que
el Padre puso en Su sola potestad.
Y continuó
diciendo:
Pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros
el Espíritu Santo; y me seréis testigos en Jerusalén, y en toda Judea y en
Samaria, y hasta lo último de la tierra.
De igual
manera que el Señor Jesús fue ungido con el Espíritu Santo y con poder en Su
bautismo, así también Sus apóstoles vendrían ahora a pasar por la misma
experiencia, capacitándoles para ser verdaderos testigos y llevar a cabo la
obra. El Señor les había dicho que serían Sus testigos. Sin duda que se
acordaron de que su nación, Israel, fue llamado a ser un testimonio para Dios,
y esto es lo que deberían haber sido para toda la tierra.
De la
misma manera que los apóstoles en Hechos 1 fueron encomendados por el Señor y
llenos de poder por el Espíritu Santo antes de ser testigos en Jerusalén, la
ciudad de Dios, destinada a ser el centro del reino de Dios; y después en las
regiones circundantes, Judea, Samaria, y finalmente hasta lo último de la
tierra – de igual forma lo sería toda la humanidad, puesto que, como ya hemos
visto, cuando se cumpla plenamente, este reino se extenderá sobre la totalidad
de la tierra.
Dios
todavía precisa de testigos fieles hoy en día, para revelar toda Su verdad en
la edad presente.
9 Después de darles estas instrucciones, fue
erguido al cielo delante de sus ojos, y una nube lo escondió de su vista
10 Estaban mirando irse al cielo, cuando de
repente dos varones con vestiduras blancas se pusieron al lado de ellos. 11 Y les dijeron: Varones galileos, ¿por qué
estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros,
volverá del mismo modo que le habéis visto irse al cielo (Hechos 1:9-11).
Los
apóstoles vieron a Jesús irse a los lugares celestiales y no volvieron a
suceder apariciones como las que habían tenido lugar por espacio de cuarenta
días. Al igual que en la Transfiguración, una nube escondió a Cristo de sus
ojos, y esto nos recuerda Sus propias palabras concernientes a Su parousia, Su Segunda Venida, cuando
dijo: entonces veréis al Hijo del Hombre
viniendo en las nubes con gran poder y gloria, y lo que le dijo al sumo
sacerdote en Su sufrimiento, verás al
Hijo del Hombre…viniendo con las nubes del cielo.
Aparecieron
dos varones que obviamente eran ángeles y que les dijeron que el Señor volvería
de la misma manera que lo habían visto marcharse. Este hecho y las palabras del
Señor acaban, de una vez por todas, con la idea de que la Segunda Venida se
cumplirá tan solo espiritualmente, y que
Cristo no será visto en Su retorno. Sin embargo, aunque los hubiese dejado
físicamente, seguían teniendo Su promesa de que estaría con ellos hasta el fin
del tiempo, así que no estarían solos.
12 Entonces volvieron a Jerusalén desde de la
cima del llamado Monte de los Olivos, a un día de reposo de distancia de la
ciudad. 13 Cuando llegaron, subieron
al aposento alto a la habitación donde residían. Los presentes eran Pedro,
Juan, Jacobo y Andrés; Felipe y Tomás, Bartolomé, Mateos; Jacobo hijo de Alfeo
y Simón el Zelote, y Judas hijo de Jacobo. 14 Todos estos estaban juntos constantemente en oración, junto con las
mujeres y María la madre de Jesús, y con Sus hermanos (Hechos 1:12-14).
Es muy
probable que este aposento alto se situase en la casa de María la madre de Juan
Marcos, donde, posteriormente, los discípulos se reunían para orar. Lucas
también da en su Evangelio los nombres de los apóstoles, que son idénticos,
pero en un orden diferente. Está claro que el nombre de Judas Iscariote ahora
se halla ausente. El nombre de Judas el hijo de Jacobo se añade para
distinguirlo de Judas Iscariote. Se identifica con el Tadeo (Lebeo) de Marcos y
Mateo; Simón el Zelote es Simón el Canaanita. En época más temprana del primer
siglo, los Zelotes eran la ala militante del nacionalismo Judío, y el título
evidentemente desapareció después de su conversión.
Es
interesante observar que María, la madre del Señor Jesús, estuviese allí. Había
sufrido las sombras de la muerte de su Hijo, y cuán preciosas debieron ser para
ella las palabras de los ángeles y el recuerdo de la profecía de Simeón. Por
eso aparece, no ya en luto y tristeza, sino en adoración y oración, gozosa
junto con los apóstoles.
15 En aquellos días Pedro se levantó entre los
creyentes (un grupo como de ciento y veinte) 16 y dijo: Hermanos, la Escritura tuvo que cumplirse como el Espíritu
Santo habló hace mucho tiempo por boca de David concerniente a Judas, quien
sirvió de guía para aquellos que prendieron a Jesús – 17 él fue contado con nosotros e incluido en
este ministerio.
18 (Con la recompensa que alcanzó por su
iniquidad, Judas adquirió un campo, y allí calló de cabeza, abriendo su cuerpo
y derramando sus intestinos. 19 Todos
en Jerusalén oyeron lo que sucedió, y por eso se llama aquel campo en su idioma
Akeldama, esto es, Campo de Sangre).
20 “Porque”, dijo Pedro, “está escrito en el
Libro de los Salmos:
Sea hecha desierta
su habitación y que no more nadie allí” y,
“tome otro su lugar de liderazgo” (Hechos 1:15-20).
Pedro
ahora es quien ocupa la preeminencia entre los apóstoles y los fieles
seguidores de Cristo. Estaba incumbido en rellenar el vacío que había causado
la muerte de Judas Iscariote, y señala que su suicidio había sido predicho de
antemano en el Antiguo Testamento.
El Señor
Jesús, profetizando acerca de Su Segunda Venida y el asentamiento de la gloria
de Su reino, les dijo a los discípulos:
En verdad os digo que, en la renovación de todas las
cosas, cuando el Hijo del Hombre se siente en Su glorioso trono, vosotros que
me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, juzgando a las tribus
de Israel.
Este es un
importante acontecimiento de Su retorno a la tierra – doce tronos, ¡pero uno
estaría vacío! Este problema debía ser resuelto, así que Pedro continúa
diciendo:
21 Por tanto, es necesario escoger a uno de
entre los hombres que han estado con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús
anduvo entre nosotros, 22 comenzando
desde el bautismo de Juan hasta el tiempo en que Jesús fue tomado de nosotros
al cielo. Porque uno de estos debe venir a ser testigo con nosotros de Su
resurrección.
23 Así que propusieron a dos hombres: José,
llamado Barsabbas (también conocido por Justo) y a Matías. 24 Entonces oraron: Señor, Tú conoces el
corazón de cada uno. Muéstranos cuál de estos dos hombres has escogido 25 para que tome este ministerio apostólico
que Judas abandonó, yéndose a donde pertenecía. 26 Entonces echaron suertes, y la suerte recayó sobre Matías; así que fue
añadido a los once apóstoles. (Hechos 1:21-26).
El
requisito en cuestión era estar capacitado para ser un testigo de todo el
ministerio terrenal del Señor, y esto es lo que les confirmó el propio Señor a
los discípulos:
Y vosotros también debéis testificar, porque vosotros habéis estado conmigo desde
el principio.
Aquí no se
tiene en cuenta al apóstol Pablo, a pesar de lo que algunos maestros de la
Biblia confiesen diciendo que Pablo sea la persona más apropiada para ocupar el
lugar de Judas. Pablo nunca se consideró a sí mismo haciendo parte de los Doce,
ni tampoco consideró que su esperanza estuviese asociada con ellos ni con la
obra que ellos llevaban a cabo. Pedro había dicho que su elección debía recaer
sobre alguno que hubiera estado con ellos todo el tiempo, comenzando con el
bautismo de Juan hasta el tiempo de la Ascensión. Solamente con este requisito
podría alguno ser un verdadero testigo de todo el ministerio terrenal de
Cristo.
Dos
personas cumplían esta condición, José Barsabas y Matías, y por eso los
hermanos oraron para que el Señor hiciese sobre ellos Su elección, y por eso
echaron suerte sobre ellos.
Este
“echar suerte” fue, según algunos maestros y críticos, otro error que
cometieron los apóstoles; pero es que nada tiene que ver con ningún tipo de
sortilegio o algo parecido, sino que era un método que Dios había previsto en
el Antiguo Testamento para indicar Su voluntad tal como los libros de Levítico
y Números nos muestran. Y además se dice:
La suerte se echa en la bolsa, pero cada resultado pertenece
solo al Señor.
Tenemos
además otro punto importante: En el día de Pentecostés todos ellos fueron llenos con el Espíritu Santo. “Todos ellos” debe
haber incluido a Matías, así que, si es que aquí tenemos un error apostólico,
los responsables no son los apóstoles, sino el Espíritu Santo. No tenemos
necesidad de decir nada más. El número de personas a los que Pedro se dirigió
se da como siendo alrededor de ciento
y veinte. Debemos observar la palabra “alrededor” y no tratar la escena con la
idea de que fuesen exactamente 120, ni fundamentar algún tipo de importante doctrina
sobre esta información.
CAPÍTULO DOS
PENTECOSTÉS
Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos
unánimes juntos en un lugar. 2 Y de repente vino del cielo un viento
fuerte que llenó toda la casa donde se hallaban reunidos. 3 Y vieron lo que parecía ser lenguas como de
fuego asentándose sobre cada uno de ellos. 4 Y fueron todos llenos con el Espíritu Santo y comenzaron a hablar en
otras lenguas según el Espíritu les daba que hablasen. (Hechos 2:1-4).
Ahora
llegamos a Pentecostés. Es importante recordar que Pentecostés no era nada
nuevo en tipo, pues hace parte de las fiestas de Jehová dadas en Levítico 23.
Estas fiestas están repletas de proféticas verdades, señalando las bases
fundamentales y la enseñanza del reino Mesiánico de los mil años que domina el
Antiguo Testamento. Al total consisten estas fiestas del Sabbath, la Pascua,
los Panes sin Levadura, las Primicias, Pentecostés, las Trompetas, el Día de la
Expiación y los Tabernáculos.
La fiesta
de Pentecostés fue designada de esta manera debido a que se guardaba en el
cincuentavo (pentecostos) día después
de la presentación de la primera siega o recolección de cereales. Este sería el
cincuentavo día contando desde el primer día de la semana a seguir a la Pascua.
También era conocida como la “Fiesta de las Semanas” entre el pueblo Hebreo.
En este
particular día de Pentecostés sucedieron dos cosas importantes: la llegada del
propio Espíritu Santo, siendo que la práctica evidencia de esto fuese la encomienda
que les dio el Señor a los creyentes reunidos en Jerusalén, el “poder desde lo
alto” prometido. En cuanto a lo concerniente al Espíritu Santo, el Señor Jesús
le había prometido a los Doce que recibirían “otro Consolador”, el Espíritu de
Verdad, el cual moraba con ellos y estaría en ellos interiormente para siempre.
El
resultado de este gran milagro fue que los Doce comenzaron a hablar en lenguas.
Los reunidos en el templo se quedaron atónitos porque cada uno les oía hablar
en su propio idioma, de tal manera que dijeron, ¿cómo es posible que cada uno de nosotros les escuche hablar en su
idioma nativo? Los países de donde provenían son nombrados, ¡y eran
exactamente doce! No debemos pasar por alto el hecho de que, el vers.5,
describe a todos los reunidos sin excepción como Judíos que temían a Dios de todas las naciones bajo el cielo. La
mayoría eran sin duda de los Judíos de la Dispersión, descendientes de aquellos
que habían sido esparcidos en el pasado por el juicio de Dios debido a su
pecado y desobediencia, y el número se contaba entre los millones.
Hubo tres
grandes dispersiones de los Judíos de esta manera, y de estos son nombrados los países donde
residían. Los fieles entre ellos hacían todo lo posible para estar presentes en
las fiestas señaladas de Jehová en Jerusalén.
La
experiencia que aquí se expone de hablar en lenguas precisa un gran cuidado en
su consideración. Es un error imaginar que solo se encuentre en las Escrituras.
Glossolalia, tal como se denominaba
por su nombre griego, puede muy bien ser fisiológicamente inducido, y, por
tanto, no es prueba alguna de la obra del Espíritu Santo
Un físico
cristiano escribió:
“El
producto de nuestro análisis es la demostración del mismo mecanismo natural que
produce la Glossolalia. Como fenómeno
fisiológico, la Glossolalia es fácil de
producir y fácilmente comprensible” (El
Hablar en Lenguas y acerca de las Lenguas – por E. Mansell Pattinson).
La Enciclopedia Británica dice al respecto lo siguiente:
“El don de
lenguas y su interpretación no fue algo peculiar solamente entre la iglesia
cristiana, sino que fue una repetición de una fase común en las antiguas
religiones. La misma frase glossais
lalein, hablar en lenguas, no fue inventada por los escritores del Nuevo
Testamento, sino retirada de la manera de hablar común y ordinaria. Virgil
(Acn.vi 46, 98) extrae una viva pintura de los antiguos profetas hablando con lenguas…la misma mórbida y
anormal serie de sonidos en trance suceden en los festivales cristianos de
todas las edades, por ejemplo, entre los frailes mendicantes del siglo xiii,
entre los Jansenistas, los antiguos Quakers, los conversos de Wesley y
Whitefield, los protestantes perseguidos de Levennes, los Irvinguitas y los
revivalistas de Gales y de América. Posesión oracular del tipo arriba descrito
también es común darse entre los salvajes y los pueblos de baja cultura”
(pp.228, 9, edición de 1963).
No es de
admirar que las falsas doctrinas puedan surgir del hablar en lenguas, y Satán
puede usarlas para servir de engaño.
El
profesor F.F. Bruce escribe lo siguiente:
“El mero
hecho de la Glossolalia o de otra
manera de hablar en éxtasis no es evidencia alguna de la presencia del Espíritu
Santo. En los tiempos apostólicos, era necesario providenciar un criterio para
decidir si tales habladurías eran de Dios o no, tal como había sido necesario
en los tiempos del Antiguo Testamento. No
creáis a todos los espíritus, dice Juan, sino probad los espíritus para ver si son de Dios, y la prueba que
él indica es el testimonio que el espíritu (o
la pronunciación en éxtasis) reporta a Cristo. Pablo también expone una
prueba similar. Nosotros haríamos bien en prestar atención a estos apostólicos
avisos hoy en día, no solo en relación a estas pronunciaciones estáticas, sino
a otras habladurías también (El Libro de
los Hechos por F.F. Bruce).
Bien
podemos preguntarnos cuál sería el propósito asociado con el don de lenguas. El
profesor Bruce afirma lo que nosotros creemos que sea la principal razón cuando
escribió, “…el aparecimiento de las lenguas en las cuales fueron magnificadas
las obras de Dios sugiere que Lucas tuviese en mente la venida del Espíritu más
particularmente como una preparación para la proclamación del Evangelio
mundialmente. La iglesia de Cristo todavía habla en muchos idiomas, y si su
manera de hablar no es ahora del orden sobrenatural que marcó el día de
Pentecostés, el mensaje en cambio continúa a ser el mismo – las magníficas
obras de Dios (El Libro de los Hechos).
Los preparativos para el campo misionero hoy en día tienen que aprender por la
vía normal el idioma de la tierra a la que se dirijan. El milagro de las
lenguas de Pentecostés ciertamente nos da una razón del motivo por el cual el
Evangelio se extendió tan rápidamente sobre el mundo conocido. No había
necesidad para el entrenamiento de ninguna lengua en especial.
5 Había entonces en Jerusalén Judíos piadosos
de todas las naciones bajo el cielo. 6 Cuando
oyeron este sonido, la multitud se quedó atónita, porque cada uno les oía
hablar en su propio idioma. 7 y sorprendidos, preguntaron: ¿No son todos
estos que están hablando galileos? 8 ¿Cómo
entonces les oímos hablar cada uno en nuestra propia lengua? 9 Partos, Medos, y Elamitas; residentes de
Mesopotamia, Judea y Capadocia, Ponto y Asia, 10 Frigia y Panfilia, Egipto y las partes de Libia próximas a Cirene;
visitantes de Roma 11 (tanto Judíos
como convertidos al Judaísmo); Cretenses y Árabes – les oímos declarando las
maravillas de Dios en nuestra propia lengua. 12 Aturdidos y perplejos, se preguntaban uno a otro, ¿Qué quiere decir
esto?
13 Pero algunos, burlándose de ellos, dijeron:
Están llenos de mosto. (Hechos 2:5-13).
Como
podíamos esperar, hubo una división de opiniones entre los oyentes. Algunos
querían saber el motivo y significado de lo que estaba ocurriendo (vers.12);
otros en cambio se burlaban y decían que se debía a que estaban borrachos.
Estaban
intentando atribuirle causas humanas a los actos maravillosos de Dios. Hubo
también burladores posteriormente en Atenas, y Pedro nos avisa que habrá
además muchos de estos burladores en los
últimos días de la dispensación actual, ridiculizando lo que Dios esté
haciendo. Así que esta diferencia de actitud es propia de la natura caída
humana.
Todo este
escenario se halla ahora listo para que Pedro se dirija a los reunidos de
manera inspirada, para explicarles el divino significado del día de
Pentecostés, y nuestros pensamientos también precisan de ser preparados por el
Espíritu Santo, de otra manera nos perderemos su verdadera importancia y su
real significado.
14 Entonces Pedro, puesto en pie con los Once,
alzó su voz y se dirigió diciendo a la multitud: Hermanos Judíos y todos los
que vivís en Jerusalén, dejadme explicaros lo siguiente; escuchad cuidadosamente
lo que os voy a decir. 15 Estos
hombres no están borrachos como vosotros os suponéis. ¡Tan solo son ahora las
nueve de la mañana! 16 No es así,
sino que esto es lo dicho por el profeta Joel:
17 En los postreros días, dice Dios,
derramaré Mi Espíritu sobre toda persona. Vuestros hijos e hijas profetizarán,
vuestros jóvenes verás visiones, vuestros ancianos soñarán. 18 Hasta mismo en Mis siervos, tanto hombres
como mujeres, pondré Mi Espíritu sobre ellos, y profetizarán. 19 Haré que se vean maravillas en el cielo
arriba y señales abajo en la tierra, sangre y fuego y vapor de humo. 20 El sol se volverá en tinieblas y la luna en
sangre antes de la venida del gran y glorioso día del Señor. 21 Y todos los que invocaren el nombre del
Señor serán salvos.
22 Hombres de Israel, oíd lo que os digo:
Jesús de Nazaret fue un hombre aprobado por Dios para vosotros por medio de
milagros, maravillas y señales, los cuales Dios hizo entre vosotros a través de
Él, tal como vosotros bien sabéis. 23 Este
hombre fue enviado a vosotros por el propósito y el conocimiento de antemano de
Dios; y vosotros, con la ayuda de hombres perversos, lo llevasteis a la muerte
colgándole en la cruz. 24 Pero Dios
le levantó de la muerte, librándole de la agonía de la muerte, pues era
imposible que la muerte le retuviera. 25 David dijo acerca de Él:
Yo veía al Señor siempre delante de mí. Y una vez que Él
se halla a mi diestra, no seré avergonzado. 26 Es por eso que mi corazón está agradecido y
que mi lengua se regocija; también mi cuerpo vivirá en esperanza, 27 porque Tú no me abandonarás en la
sepultura, ni permitirás que Tu Santo vea corrupción. 28 Me has hecho conocer los pasos de la vida;
me llenarás con gozo en Tu presencia.
29 Hermanos, se os puede con toda confianza
decir que el patriarca David murió y que fue sepultado, y su sepulcro se
mantiene aquí con nosotros hasta este día. 30 Pero siendo profeta y sabiendo lo que Dios le había prometido en
juramento, que de su descendencia se sentaría uno en su trono, 31 viendo lo que estaba delante, habló de la
resurrección del Cristo, que Él no fue abandonado en el sepulcro, ni su cuerpo
vio corrupción. 32 Dios ha levantado
a este Jesús a la vida, y todos nosotros somos testigos del acontecimiento. 33
Exaltado a la diestra de Dios, ha
recibido del Padre el prometido Espíritu Santo y ha derramado lo que vosotros
veis y oís. 34 Porque David no
ascendió al cielo, y sin embargo dijo:
Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a Mi diestra 35 hasta que ponga
a Tus enemigos por estrado para Tus pies.
36 Por tanto, convénzase Israel de lo
siguiente: Dios ha hecho a este Jesús, a quien vosotros crucificasteis, tanto
Señor como Cristo. (Hechos 2:14-36).
¡Qué gran
diferencia se observa ahora en Pedro! El débil y vacilante hombre que había
negado al Señor tres veces desapareció, y en su lugar permanece ahora un hombre
repleto y fortalecido por Dios el Espíritu Santo. Primeramente responde a las
acusaciones de que estaban borrachos, visto que era solo la tercera hora del
día, en el tiempo Judío, pero que por el recuento romano coincidía con las
nueve de la mañana, demasiado temprano como para tener oportunidad de beber en
exceso. Después entonces profiere palabras de gran importancia: Esto es lo que fue dicho por (o a través)
del profeta Joel.
Esto significa
que deberíamos estudiar las declaraciones de estas palabras de la profecía de
Joel. Pero antes de hacerlo, debemos cuidadosamente observar la posición de
Pentecostés en relación a las fiestas de Jehová registradas en Levítico 23. El
año religioso se extendía durante siete meses, quedándose el resto del año
exento de estas fiestas. Son intensamente proféticas, y asientan en tipo y
sombra el curso completo de la historia de Israel, desde el día que pasa a ser
una nación hasta el gran todavía futuro día de la reunión al fin de la edad,
cuando el reino terrenal de Dios sea erguido por la venida o adviento del Señor
Jesucristo.
El hecho
de que Dios haya empleado solamente siete meses en los cuales muestra este
típico desarrollo es una evidencia de que, el número siete, está íntimamente
asociado con Su propósito de todas las edades. El hecho de que la creación
ocupe seis días seguidos por un Sabbath de descanso, muestra que, aun mismo
desde el principio, Dios ya tenía el “descanso” en vista.
Servirá de
ayuda que veamos la asociación tan próxima que tiene el número siete con la
típica historia de Israel:
Siete días
– “El séptimo día es el Sabbath de descanso”.
Siete
semanas – “Siete Sabbath se completarán”
Siete
meses – “En el séptimo mes”
Siete años
– “El séptimo año será un Sabbath de descanso”
Siete
veces siete años – “Será un jubileo para vosotros”.
Setenta
veces siete años – “Sesenta semanas son determinadas”.
Bien
podemos ver que Pentecostés no podría ser entendido si lo sacamos de su
contexto en esta serie de típicos periodos. Vamos de nuevo a dar el orden de
estas fiestas: La Pascua y los Panes Sin Levadura, las Primicias (o primeros
frutos), Pentecostés (la cosecha), Trompetas, Día de la Expiación, y
Tabernáculos. En Su previo conocimiento, Dios sabía que Israel no se
arrepentiría ni sería reunido al tiempo de la primera venida del Señor. Su
propósito de las edades solo se alcanzaría al tiempo de las trompetas del
Apocalipsis, y la verdadera cosecha al fin de la edad.
En
Pentecostés, al tiempo del Antiguo Testamento, se añadía un nuevo ingrediente,
consistente de dos medidas de harina refinada con levadura, un tipo o reflejo
del pecado y del fracaso. Estas dos medidas eran consideradas como una
“primicia para el SEÑOR”. Había sido ordenado que ninguna ofrenda para Jehová
debía contener levadura o miel, tipificando al pecado y a la “dulzura natural”.
Estas dos medidas leudadas en Pentecostés no pueden por tanto tipificar a
Cristo. Deben tipificar a Su pueblo como una primicia de frutos.
Es
evidente que la razón para las dos medidas es que Dios sabía que el reino de
Israel iría a ser posteriormente dividido, pero al tiempo de la restauración de
las diez tribus y las dos tribus (comúnmente referidas como Israel y Judá)
volverían a reunificarse de nuevo en una sola nación delante de Él. Dios afirma
que llegarán a ser una nación de nuevo, y nunca más dos. El investimento de
Matías para completar el número de los Doce, y la reunión de los Judíos
provenientes de doce de las naciones alrededor se acoplan armoniosamente cuando
se ve a la luz del perdón de Dios y Su plan para juntar a Israel nuevamente
para la instauración del reino. La tradición sin embargo añade otros motivos
que para nada armonizan las Escrituras y que solo confunden el asunto. Debemos
abolir e ignorar tales tradiciones.
Si nos
mantenemos dentro de la atmósfera escritural del origen Pentecostal seremos
capaces de obtener y de deducir su significado.
Estudiando
ahora la explicación que Pedro ofrece de los acontecimientos sucedidos en
Pentecostés, observamos que dirige todos sus contenidos a su pueblo, es decir, a Israel. Nunca se refiere ni incluye a los
Gentiles: Varones de Judea y todos los
que moran en Jerusalén… hombres de Israel… sepa ciertamente toda la casa de
Israel… la promesa es para vosotros y para vuestros hijos… Fue por tanto y
solamente a toda la casa de Israel que
Pedro dirigió sus palabras, y cuando más tarde consideremos la actitud de los
apóstoles y de la hermandad en Judea con la exclusividad de los Gentiles, vamos
a ver con toda certeza que los Gentiles no podían estar presentes en esta
fiesta de Jehová a menos que fueran prosélitos (conversos al Judaísmo). Además,
claramente demostraremos lo que hubiera sucedido si los Gentiles hubiesen
estado presentes en la fiesta de Pentecostés.
Habiendo
desmentido las acusaciones de alcoholismo, Pedro ahora se refiere a las
Escritura del Antiguo Testamento para explicar la verdadera razón para lo que
estaba sucediendo. Y dice: Esto es lo
dicho por el profeta Joel. C.H. Welch escribe al respecto lo siguiente:
“Sería difícil encontrar en un lenguaje humano palabras tan explícitas como las
que pronunció Pedro (Desde Pentecostés
hasta la Prisión, pag.52). Toda la profecía de Joel tiene que ver con la
nación de Israel, y enfoca al gran y terrible día del Señor, que varios escritores del Antiguo Testamento
describen gráficamente. Por ejemplo:
9 He aquí que viene el día del Señor – un
día cruel, con ira y gran furia – para dejar desolada a la tierra y destruir
con ella al pecador. 10 Las
estrellas del cielo y sus constelaciones no darán su luz. El sol se convertirá
en tinieblas y la luna no brillará. 11
Castigaré al mundo por su malicia y al
perverso por sus pecados. Acabaré con la arrogancia del altivo y humillaré el
orgullo del depravado. 12 Refinaré al
hombre más que al oro puro, más que el oro de Ophir. 13 Por tanto, haré que tiemblen los cielos; y
la tierra saldrá de su órbita al tiempo de la ira del Señor Todopoderoso, en el
día de Su furia ardiente.
Una cosa
es cierta: este día no es un día de bendición, sino de la ira de Dios contra lo
que podríamos llamar el Babilonismo, la
obra de Satanás y de toda su semilla, así que dé comienzo la apertura del
tiempo final. Estos son los escenarios y la atmósfera del libro del Apocalipsis
con la ira del Cordero que le corresponde.
Es en esta
vía de tremendos juicios que acaba esta era actual denominada de Cristiana,
alcanzando su culmen en el retorno de Cristo con los ángeles del cielo en poder
y gran gloria, tal como Él propio enseñó (Apoc.19).
La porción
de la profecía de Joel que Pedro citó se divide en dos partes de la siguiente
manera:
A Derramaré Mi Espíritu
(1) Sobre toda carne
(2) Hijos | Los últimos días.
(3) Hijas | En siete clases comenzando
(4) Ancianos | En Pentecostés.
(5) Jóvenes | Los poderes de la edad
(6) Siervos | venidera.
B El presente Intervalo
– Israel no arrepentido y en incredulidad.
B El Día futuro – Israel arrepentido y viendo a Aquel que
traspasaron. La Segunda Venida de Cristo. Todo Israel salvo.
A Daré señales:
(1) Cielos |
(2) Tierra | Siete partes
en la conclusión,
(3) Sangre | maravillas,
milagros divinos,
(4) Fuego | como lo dicho
en el
(5) Columnas de humo
| Apocalipsis y en Joel
(6) Sol |
(7) Luna |
La primera
mitad de la profecía comienza en el día de Pentecostés: Esto es lo dicho no pudo tener otro significado para los oyentes de
Pedro. Pero él no podía deducir que todos estos puntos fuesen a cumplirse en
aquel único día. Tendría que darse un periodo indefinido para su cumplimiento.
El ofrecimiento del Espíritu Santo y el poder
de lo alto se manifestarían en siete clases de personas. Pedro declara
primeramente toda carne, y a seguir
se centra en el pueblo escogido de Israel, por lo cual emplea el pronombre vuestros cuatro veces (en el griego).
Cuando
vengamos a considerar la posterior declaración de Pedro hecha a Israel,
observaremos que trata de la restauración que
Dios habló por boca de todos Sus santos profetas desde el comienzo del mundo.
Esto solo puede significar el reino del Mesías y Su reinado sobre la tierra tal
como se revela en el Antiguo Testamento. Pedro afirma que se relaciona con las
declaraciones proféticas de todos los
profetas desde Samuel y todos los que le siguieron, como muchos han hablado, y
que han previsto aquellos días. Una vez más se asocian los acontecimientos
en el día de Pentecostés con estas profecías del reino del Antiguo Testamento,
es decir, al reino terrenal, cuya primera mención la hizo Dios en Su promesa a
Abraham, y en tu simiente serán benditas
todas las familias de la tierra. No precisamos tener dificultad alguna con
la declaración de Pedro de que el derramamiento del Espíritu fuera sobre toda
carne en los últimos días.
Aquí, en
esta frase, una vez más, debemos darnos cuenta de que, la primera venida de
Cristo y los acontecimientos del periodo de los Hechos son denominados los últimos días, puesto que, con el Rey
presente, el reino se había acercado,
tal como el testimonio de Juan el Bautista y del propio Señor implicaban con
toda claridad, y como veremos, esta “proximidad” todavía la encontramos y se
hallaba vigente en los Hechos. Entre tanto que la posibilidad del reino se
mantuviese siendo real, los días en aquel entonces presentes eran los últimos días de la edad (para el
comienzo del reino), y así entendido, no nos causan ningún problema en nuestro
entendimiento la declaración.
Debemos
observar que el poder desde lo alto reposa tanto sobre las mujeres (hijas) como
sobre los hombres. Ana es denominada un profetiza, las hijas de Felipe
profetizaban, y debe haber muchas no nombradas que también lo hicieron, pero
que no fue necesario para el propósito que Lucas tenía en mente.
El
profesor Bruce en su comentario sobre los Hechos declara:
“…Probablemente
Lucas ve en estas palabras (sobre toda carne) una adumbración mundial de la
misión Gentil, …ciertamente el derramamiento del Espíritu sobre los ciento y
veinte Judíos no podía ser en sí mismo el cumplimiento de la predicción de tal
derramamiento sobre toda carne, sino
el comienzo del cumplimiento”.
Una cosa
es cierta, y es, que, la segunda parte de la profecía citada de Joel, que trata
con las señales milagrosas en los cielos, no tuvo lugar en aquel tiempo. Habrían
tenido lugar si Israel hubiese obedecido los mandamientos de Juan el Bautista,
el Señor, y Pedro, es decir, si se hubiese arrepentido y se hubiese vuelto para
Dios. Estas palabras de Joel con toda seguridad no podrían haber sido
pronunciadas significando bendición. Tratan del juicio y castigo tal como se
describe además en el libro de Apocalipsis, en el cual se revela la ira de Dios
contra el pecado y todo el propósito de Satanás. Las señales en el sol y en la
luna se asocian al periodo justamente anterior a Su Segunda Venida por el
propio Señor Jesús. Debemos tener cuidado para no espiritualizar estos juicios.
Son literales. Estas cosas son avisos para toda la tierra de que algo tremendo
e inspirador está a punto de suceder.
El hecho
de que no sucedieran entonces no se debió a la incapacidad de parte de Dios
para cumplir Su Palabra, sino, como además veremos, a que las condiciones que
impuso no se cumplieran; así que esta parte de la profecía se encuentra ahora
en suspense, aguardando que el propósito divino para esta edad actual se
complete, concerniente a Su gente celestial y que constituyen el Nuevo Hombre
Como ya
hemos visto, en aquel tiempo, el reino estaba
próximo. Pero lo que se halla cercano puede anularse y quedarse en suspense
si la condición impuesta para su cumplimiento no se lleva a cabo. Por eso mismo
la sección marcada con B en nuestra estructura, pag.24, no está acabada.
Pedro
continúa resaltando el hecho de que el Mesías de Israel había sido acreditado
por Dios a través de milagros, maravillas
y señales. Por eso los milagros realizados por el Señor Jesús no fueron
simplemente exhibiciones del poder divino, sino la garantía dada por Dios de
que Cristo fuese el verdadero Mesías y Rey de Israel. Estas mismas palabras se
aplican a los milagros realizados por Pedro y por Pablo en los Hechos, y
respaldaban o acreditaban su Evangelio y ministerio del reino. Observe cómo los
milagros del Señor, en Sus instrucciones, fueron dados a conocer a Juan el
Bautista en la prisión para renovarle su fe.
Pedro
todavía se está refiriendo a su tema del reino cuando dice en el versículo 33:
Así que habiendo sido exaltado por la diestra de Dios, y
habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis ahora y oís.
Pedro todavía
está explicando los acontecimientos de Pentecostés, y para eso, refiere
entonces a David y las promesas que Dios le dio, las cuales, solamente podrían
cumplirse en la resurrección.
Siendo como era un profeta (David), y sabiendo que Dios
se había comprometido con él con juramento, que del fruto de sus lomos,
conforme a la carne, levantaría a Cristo
para sentarse en su trono.
Pentecostés,
al tratar con la resurrección de Cristo, no lo revela como siendo la Cabeza de
la iglesia que es Su Cuerpo, sino que se centra sobre Su derecho al trono de
David. Por eso precisamente es que Pedro declara que Dios cumpliría Su promesa
hecha a David, diciéndole que, proveniente de su simiente, uno vendría a ser el
Rey. Eso significa que el Cristo levantado será Reí sobre el tal reino que los
profetas del Antiguo Testamento tan detalladamente describieron. En Su
nacimiento, a María se le prometió que a Su Hijo se le daría el trono de su
padre, David, y que reinaría sobre Israel (Jacob). El apóstol Pablo, en su
discurso en Antioquía, proclamó que Dios,
de acuerdo a Su promesa, levantó un Salvador para Israel, y asoció la
resurrección con las seguras
misericordias de David. Estas misericordias son Sus promesas del pacto
concernientes al Trono tal como fueron prometidas en y a través de todo el
Antiguo Testamento.
De este
pacto Dios dice que jamás alterará o quebrará. El Señor se halla ahora a la
diestra de Dios aguardando con
expectación de aquí en adelante hasta el
tiempo de la restauración, cuando retorne y reclame para Sí el reinado de
la tierra. Aquí no tenemos indicación alguna acerca de si sería corto o largo
el tiempo de espera. Nosotros vamos a ver que, al tiempo de los Hechos, este
tiempo se revela que sería de corta duración, si Israel viniese a recibir la
posterior ofrenda de la misericordia de Dios que les estaba mostrando. Si
verdaderamente vinieran a arrepentirse y se volviesen para Dios, no habría
necesidad para una larga espera de parte de Cristo. La declaración de Pedro en
el capítulo 2 deja este punto bien claro:
Por tanto, sepa ciertísimamente toda la casa de Israel
que Dios ha hecho de este mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, tanto
Señor como Cristo (vers.36).
Él era
Señor y el verdadero Rey, y Él era además su Mesías (Cristo). Este era Aquel
que habían ellos asesinado, y al hacer así, bien podríamos pensar que
cometieron el pecado imperdonable,
habiéndose separado ellos mismos de su Salvador, sin embargo, Él propio había
antes orado diciendo: Padre, perdónalos,
porque no saben lo que hacen, y esa oración estaba siendo ahora respondida,
y a la rebelde nación se le estaba ofreciendo una nueva oportunidad de creer y
recibir a Su Rey y Sacerdote.
37 Cuando el pueblo oyó esto, se compungieron
de corazón y dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: Hermanos, ¿Qué haremos?
38 Pedro respondió: Arrepentíos y sed
bautizados, cada uno de vosotros, en el nombre de Jesucristo para el perdón de
vuestros pecados. Y recibiréis el don del Espíritu Santo. 39 La promesa es para vosotros y para
vuestros hijos y para todos cuantos estás lejos – para todos cuanto el Señor
nuestro Dios llamare.
40 Y con muchas otras palabras les avisaba, y
contendía con ellos, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación. 41 Y todos aquellos que aceptaron su mensaje
fueron bautizados, y fueron añadidos aquel día a la iglesia como tres mil
almas.
42 Y estaban siempre oyendo las enseñanzas de
los apóstoles y en comunión, en el partimiento del pan y en las oraciones. 43
Y sobrevino temor a toda persona, y
muchas maravillas y milagrosas señales eran hechas por los apóstoles. 44 Y todos los que habían creído estaban
juntos y tenían todas las cosas en común. 45 Vendiendo sus posesiones y bienes, repartían a cada uno conforme a su
necesidad. 46 Y cada día continuaron
reuniéndose en el patio del Templo. Partiendo el pan en sus casas, comiendo
juntos con alegría y sincero corazón. 47 Alabando a Dios y disfrutando del favor de todas las personas. Y el
Señor añadía a su número diariamente a los que fueron siendo salvos. (Hechos
2:37-47).
El primer
efecto de este discurso hecho por Pedro explicando el significado de
Pentecostés, una fiesta de Dios que la nación había estado guardando durante
siglos seguidos, fue mostrar que el Espíritu Santo había venido con todo Su
poder convincente tal como el Señor antes de Su muerte había referido.
Los
oyentes de Pedro solo pudieron decir ¿Qué es lo que haremos? Y el apóstol les
indicó entonces lo mismo que Juan el Bautista y el propio Cristo habían
declarado, y les exhortó a que se arrepintieran, a que mudasen completamente
sus pensamientos, y fuesen bautizados. Israel había sido siempre la nación en
tipo y reflejo. Este fue el camino de Dios para ilustrar las verdades
espirituales para las cosas materiales y terrenales. Lo que tenían todavía que
aprender era la gran lección de la epístola a
los Hebreos: Estas cosas materiales eran simplemente la sombra y reflejo,
no la realidad. Sus sacerdotes servían a
un santuario que es una copia y sombra de lo que era el cielo. La ley no era sino una sombra de las cosas
maravillosas que estaban por venir – no las realidades en sí mismas. Estas
realidades eran espirituales… porque es
imposible que la sangre de becerros y carneros hiciesen desaparecer el pecado.
No tenían valor alguno en sí mismos los animales sacrificados. Todo lo que
querían enseñar es que sin derramamiento
de sangre (muerte) no había perdón. Esta fue una lección muy difícil de
aprender para un Judío, y resulta igual de difícil aceptar para todos aquellos
que se basan en los ritos y las normas de comportamiento. Todo lo que pueden
hacer no es más que tocar los cinco sentidos, a menos que el valor espiritual
que representan se entienda por la iluminación del Espíritu Santo.
Es
evidente que las verdades vitales de la epístola a los Hebreos no eran entonces
bien conocidas. Así que Dios todavía no pone de parte el “libro de
ilustraciones” (los tipos y sombras) con el cual Israel había estado
conviviendo durante tanto tiempo. Así vemos aquí aparecer todavía el bautismo,
que representaba el lavamiento espiritual, asociado al arrepentimiento, pero
que no enseña la regeneración bautismal, pues, si lo hiciera, el Nuevo
Testamento se contradeciría a sí mismo. Solamente la preciosa sangre de Cristo
es la base para la liberación del pecado y da la salvación.
Los cerca
de 3.000 que se arrepintieron, adhirieron sabiamente a la doctrina de los
apóstoles (la enseñanza que Pedro acababa de ofrecer), a la comunión unos con
otros y a la oración. Esta comunión fue algo muy práctico, porque el versículo
44 nos dice que tenían todas las cosas en
común, es decir, que compartían todos sus bienes, sus alimentos, su dinero
obtenido de la venta de sus posesiones (vers.45). Aquí el partimiento del pan no era la celebración comúnmente conocida por comunión, pues este partimiento del pan era una manera de hablar judía referida solo al
alimento. El pan Judío era muy duro, y debía ser partido antes de ser digerido.
Por eso vemos al Señor Jesús, cuando compartía una comida con los discípulos, partir el pan. Sucedió lo mismo cuando
Pablo, antes del naufragio, exhortaba a los que estaban a bordo a que comieran
para bien de su salud:
Después de haber dicho esto, tomó pan y dio gracias a
Dios delante de todos ellos. Entonces lo
partió y comenzó a comer. Y todos fueron exhortados y comieron también con
él.
Así que
aquí, en el cap.2, los convertidos
partían el pan en sus hogares y comían juntos con alegría y sincero corazón (vers.46).
Algunos hoy en día, no entendiendo esto, enseñan que estaban celebrando la
“última cena del Señor”, y que esto hacía parte de la doctrina de los apóstoles
que debe ser guardada en la actualidad. Pero leemos aquí, en los Hechos, que no
solamente comían juntos, sino que, además, vendían sus propiedades y compartían
el dinero obtenido entre todos (vers.44, 45). Pero no vemos que aquellos que
proclaman ser una copia de la doctrina de los apóstoles hoy en día hagan lo mismo
ni vendan nada. ¿Por qué, si esto es tanto la “doctrina de los apóstoles” como
compartir el alimento?
Explicar el partimiento del pan como siendo la Santa
comunión es pervertir el claro significado de las palabras, y manchar el cuadro
de la vida familiar que el texto nos pone delante como siendo el ideal de los
primeros creyentes (Page).
El diario
partimiento del pan en los hogares se refiere con toda seguridad a la comida
regular de una a otra casa que
compartían los conversos.
La
progresión del testimonio de la verdad se muestra viendo que el Señor añadía
cada día el número de los que debían ser salvos. Las palabras “a la iglesia” no
aparecen en los textos más importantes. La palabra “salvos” se usa en tres
sentidos: comienzo, proceso, y conclusión. Aquí la repetición señala claramente
la voz presente.
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