El Reino de Dios CAPITULO 7


El Reino de Dios

En el Cielo y Sobre la Tierra

 

 

CAPÍTULO SIETE

El Reino de Dios en el Periodo Posterior a los Hechos

Ya hemos visto que el reino mediante con Israel como su centro, y las evidentes señales y milagros que se le asocian, son el tema dominante de los Hechos, y que son tan abundantes en el último de sus capítulos (28) como al principio.

Con la puesta de parte de Israel en incredulidad al cierre del Libro, debe haber sucedido una de dos cosas, o bien continúa Dios Sus propósitos con el reino terrenal, pero utilizando un medio que suplante a Israel, o lo suspende hasta el determinado tiempo en el cual Israel se convierta de pecado, salvo y restaurado, y llegue a ser otra vez provechoso. Es precisamente esto último lo que sucedió. Algo que Dios “acerque” en Su plan, bien puede “alejarse” y ser suspenso si las condiciones que Él haya impuesto no se cumplen.

No en tanto, los absolutos poderes del Señor y Su incomparable sabiduría pueden emplear las fragilidades de los hombres y del enemigo que esté por detrás de todo. Lo que a primera vista pareciera una victoria para Satanás en el fracaso de Israel y el asentamiento del reino terrenal, el Señor lo toma en Sus manos y lo emplea para dar a conocer una fase distinta de Su gran reino propuesto, y de esta vez además relatando a los cielos y no a la tierra.

Desde Génesis 12 hasta Hechos 28, el propósito de las edades, centrado en Cristo, tiene que ver con dar a conocer y procurar asentar el gobierno de Dios sobre la tierra, siendo Israel el medio humano o canal por el cual el mensaje debería proclamarse, y siendo la obra redentora de Cristo su base. Muchos se concentran enteramente sobre este aspecto del reino de Dios y olvidan que Él creó los cielos también, así como la tierra, y no puede haber parte alguna de Su creación que carezca de razón o propósito, y Su dominio debe extenderse hasta los más altos cielos así como la tierra, y la totalidad del reino no puede venir a realizarse en toda su plenitud y magnitud hasta que esto suceda.

Con el reino terrenal en suspense, Dios ahora tiene la oportunidad de revelar la verdad que había tenido guardada en absoluto secreto, escondido en Si Propio, y cuando Dios esconde la verdad de esta manera ¿quién la podría haber hallado hasta que a Él le plazca revelarla?

A pesar de todo esto, hay algunos que están persuadidos que pueden descubrir ésta escondida verdad en el Antiguo Testamento, o los Evangelios, de hecho en cualquier parte, pero donde de verdad se revela es en la Palabra de Dios. Debería ser obvio que tales conceptos deben estar equivocados, sin tener en cuenta la ingeniosa manera que se presenten o lo correctos que puedan parecer.

El Apóstol Pablo fue inspirado por el Espíritu Santo a escribir siete epístolas más a seguir a los Hechos y al fracaso de Israel. Cinco de ellas están estampadas con la prisión y las hemos marcado con asterisco. Y son *Efesios, *Colosenses, *Filemón, *Filipenses, 1ª Timoteo, Tito, y *2ª Timoteo. Las dos epístolas pastorales de 1ª Timoteo y Tito fueron evidentemente escritas durante el corto espacio de tiempo a la liberación de Pablo desde su primer encarcelamiento en Roma. 2ª Timoteo fue su última epístola, escrita justo antes de su martirio y todo el tono de la carta deja trasparecer eso mismo.

Hay aquellos que discuten esto y mantienen que Pablo se convenció de que había llegado al fin y acabado la carrera cuando escribió esta epístola, no sabiendo que tuviera ningún otro ministerio delante. Si esto fuese verdad, entonces bien puede afirmarse que Pablo estaba equivocado en muchos respectos, y se puede afirmar además que eran obviamente falsos. Esto de hecho es muy serio, pues de ser así, ¿cómo podremos aceptar cualquiera de sus declaraciones en esta epístola como siendo verdad de Dios? O, de esa manera, en cualquier otra de sus restantes epístolas? Las propias fundaciones de la Verdad están siendo erosionadas por este tipo de ideas y tan solo se hacen para el impulso de falsos esquemas teológicos. Está por encima de toda comprensión cómo alguno que suscriba a la plena inspiración de la Palabra de Dios y a la necesidad de obedecer el mandamiento de 2ª Timoteo 2:15, se podría inventar y proponer estas tales falsas nociones que solo dan ventajas al enemigo.

Es en las Epístolas en Prisión de Pablo donde obtenemos la plena revelación de la iglesia que es el Cuerpo de Cristo en cuanto a su Cabeza. No por mucho citar 1ª Cor.12 se puede alterar el hecho de que no hay encabezamiento de Cristo revelado en este capítulo, y es plenamente imposible que tengamos con nosotros la suprema plenitud de las enseñanzas de Efesios y Colosenses sin éste absolutamente necesario Encabezar y comunión con Cristo.

Toda vida, luz y riqueza espiritual, riqueza de gracia y riqueza de gloria fluye de la Cabeza, y sin Cristo como tal no pueden venir a realizarse. Tenemos antes que resaltar la absoluta precisión del elemento tiempo en los propósitos de Dios, y todos aquellos que no lo tengan en cuenta, y lean una verdad posterior en pasajes previos de la Escritura, antes de ser revelado, se crían ellos mismos sus propios problemas y dificultades.

Lo que es cierto y permanece es que el Apóstol Pablo como el prisionero de Cristo Jesús, declara que por una especial revelación, el Señor Jesús le había dado a conocer un secreto (Misterio en otras versiones) que había estado escondido por todas las edades y generaciones, que estaba escondido y resguardado en el tiempo pasado y de todas las previas generaciones de personas. Las plenas implicaciones que esto conlleva deben encararse si es que deseamos obtener la plenitud de la verdad revelada con su sobre excelente riqueza espiritual inherente, aunque siempre sean muy pocos los que aparentemente estén deseosos para aceptar el caso y ponerlo en práctica.

Pablo escribe en Efesios 3:1-11:

“Por esta causa yo Pablo, el prisionero de Jesucristo ara vosotros los Gentiles, si es que habéis oído de la dispensación de la gracia de Dios que me ha sido dada: que por revelación Él me ha dado a conocer a mí el Misterio (secreto)…que los Gentiles fuesen coherederos, y un mismo cuerpo unido, y copartícipes de Sus promesas en Cristo Jesús (J.N. Darby) por el evangelio (buenas nuevas) del cual yo fui hecho ministro…para que predicase entre los Gentiles las insondables riquezas de Cristo, y para dar a todos los hombres a conocer cuál sea la dispensación (administración R.V y J.N.D) del Misterio (Secreto)que desde antes del principio del mundo estaba escondido en Dios…”

En sus sietes más tempranas epístolas escritas durante los Hechos de los Apóstoles Pablo no había revelado nada igual. Aunque él reclame ser el “mayordomo de los misterios (secretos) de Dios” (1ª Cor.4:1), él nunca empleó la palabra “misterio”, ni una sola vez, para describir a la iglesia o las iglesias entonces en vigor, ni tampoco debíamos esperar que así lo hiciera. Como ya hemos visto, aquellas iglesias estaban íntimamente ligadas con el reino terrenal de Israel, en el cual, los creyentes Gentiles habían comenzado a ser “injertados,” y aquel reino, en vez de ser un misterio o secreto, era el tema principal de las Escrituras del Antiguo Testamento, así que a la iglesia Pentecostal, nunca con verdad se podría designar como un “secreto escondido en Dios”. Si así hubiese sido, el Apóstol se hubiera visto obligado a declararlo. Tal como había afirmado en Hechos 20:20, 27, él no se “guardó nada consigo ni rehusó declararles todo lo que sabía”, como fiel ministro de la Palabra, sino que les dio todo a conocer. Y no solo eso, sino que además en el segundo capítulo de Efesios, Pablo revela que la composición de esta nueva compañía fue un fresco comienzo, una nueva creación, por el Señor de Judíos y Gentiles creyentes y como tales no podrían ser una evolución de los Hechos, aun pensando que estuviese basada firmemente sobre la justificación or la fe y la básica doctrina de la redención por la preciosa sangre de Cristo.

“Habiendo abolido en Su carne las enemistades, aun mismo la ley de los mandamientos contenida en ordenanzas (decretos) PARA CREAR en Sí mismo de los dos (Judíos y Gentiles creyentes) un nuevo hombre, haciendo la paz (Efesios 2:14-16).

*Para ver una exposición versículo por versículo de estas Epístolas en Prisión de Pablo consulte del mismo autor Cartas desde la Prisión, (Berean Publishing Trust, 52ª Wilson Street, Londres EC2A2ER).

Crear significa un nuevo comienzo, no la evolución o mejora de algo antiguo.

No solo eso, hay otros pormenores que hacen al Cuerpo de Cristo, tal y como se revela en Efesios y Colosenses, único. Una palabra única se emplea de esta compañía en Efesios 3:6, sussoma, literalmente un cuerpo unido, un cuerpo donde cada miembro participa plenamente y en perfecta igualdad con los demás. La palabra no se emplea ni en las epístolas a los Corintios ni en parte alguna, porque no podría ser verdad mientras el “árbol del olivo” estuviese vigente en el periodo de los Hechos (Rom.11:16-23).

Un Periodo de Tiempo Único: La selección del Padre de cada miembro individual se describe como siendo “elegido” en Cristo desde antes de la fundación del mundo, es decir, antes de la creación (Efes.1:4). 2ª Timoteo 1:9 y Tito 1:2 dicen literalmente “antes de las edades de tiempo”. Ninguna otra compañía de los redimidos se asocia con un tal periodo. La expresión solo se utiliza además de aquí hablando del Propio Cristo en la Escritura (Juan 17:24; 1ª Pedro 1:20). Otras compañías de creyentes se declara que pertenecen al tal aspecto del reino que estaba siendo preparado por Dios, “desde la fundación del mundo (Mat.25:34). Debemos distinguir bien entre antes de un acontecimiento, y desde un acontecimiento. La importancia de esta celestial compañía en el plan de Dios se enfatiza ciertamente por el elemento tiempo de su elección, el cual es anterior a la creación.

Un Título Único: “La iglesia que es Su Cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” (Efesios 1:22, 23). Este título es Su plenitud y cada miembro está lleno hasta la plenitud (completo) en Él” (Col.2:9, 10). Un tal lenguaje está por encima de todo lo que se le haya ofrecido a Israel, aun siendo maravillosas como fueron sus bendiciones. Efesios y Colosenses son predominantemente las epístolas de la plenitud (Efesios 1:10, 23; 3:19; 4:13; Col.1:19; 2:9).

Una Posición Única. Efesios 3:6 ofrece la estrecha relación de cada miembro redimido de esta iglesia. Como hemos demostrado anteriormente, hay un énfasis tres veces repetido sobre la perfecta igualdad compartida entre Judíos y Gentiles (“coherederos” y “miembros unos de los otros” del Cuerpo y “copartícipes” de la promesa en Cristo Jesús) la cual no podría suceder entre tanto que Israel fuese primero en provecho del plan de Dios y el “árbol del olivo” la figura que sobresale. En el Cuerpo de Cristo, el salvo Judío y el Gentil han perdido su terrenal posición, el Judío con sus muchos privilegios en la carne (Rom.9:4, 5), y los Gentiles con su completa carencia de ellos, siendo como eran “extranjeros”, sin Cristo y sin Dios (Efes.2:11-13). Ellos ahora han venido a ser ubicados en una completa igualdad y unidad, cualquier cosa que servía de barrera ha sido quebrada y echada abajo por el Señor (Efesios 2:14-16).

Una Esfera Única de Bendición: Esta esfera se describe como estando en los lugares celestiales, donde Cristo se halla ahora entronado “por encima de todo” (Efesios 1:19-21). El Señor Jesús debe ser localizado en algún lugar porque Él tenía un cuerpo glorificado. De igual manera se nos dice que “los principados y potestades” (príncipes celestiales) existen también en estas localidades celestiales, así que obviamente debe ser en un cierto espacio (Efes.3:10). El Señor Jesucristo ha sido exaltado al más alto pináculo de gloria, y la frase “por encima de todos los cielos” es sencillamente otra manera más de describir esta suprema esfera, que en todas las partes donde aparece se expresa como siendo por encima de todos los cielos (Efesios 4:10). Esto nos muestra que el cielo es un gran asunto más complejo y maravilloso que todo lo que podamos haber imaginado. Efesios 1:20-22 nos da el entronado Cristo en los lugares celestiales que se describen estando por encima de cualquier cosa o pensamiento humano pudiera concebir. Efesios 2:6 va más lejos y revela el Cuerpo de Cristo entronado allí con Él. Es ciertamente imposible sobreponerse más alto que el ascendido y glorificado Señor, así que podemos decir con verdad que éste es el clímax de la revelación para el redimido de Dios. Con todas sus maravillosas bendiciones, Israel no poseía nada igual a todo esto. Ni tampoco leemos en la Palabra de Dios que esta nación venga a ser exaltada a la diestra de Dios. Se entienden que fueron puestos para estar “por encima de todas las naciones” de la tierra (Deut.26:18, 19) pero nunca por encima de la dignidad espiritual que existe tanto en el más alto de los cielos como del mismo modo en la tierra.

Antes de acabar abordando este gran tema, debemos señalar que debemos aprender a distinguir entre lo que venga a ser celestial en carácter y lo no sea solamente celestial en carácter, sino celestial en la esfera de bendición. Los creyentes hebreos a quienes la epístola a los Hebreos fue dirigida, se describe como habiendo “gustado del don celestial” (6:4). Este don fue celestial en carácter, pero ciertamente no lo probaron en el cielo, sino en la tierra. La frase “en los celestiales”, expresa que el local es único para la epístola a los Efesios, donde aparece cinco veces (1:3, 20; 2:6; 3:10; 6:12).

Al punto que hemos llegado en nuestro estudio encontramos que existen por lo menos tres esferas de bendición preparadas por Dios en Su redentor propósito para los nuevos cielos y tierra:

(1) La tierra del Milenio y la nueva tierra a seguir. “Los mansos heredarán la tierra (Mat.5:5).

(2) La Jerusalén celestial que finalmente desciende del cielo y forma parte de la nueva tierra (Heb.12:22; Apoc.21:10, 23, 24).

(3) La diestra mano de Dios – los lugares celestiales “por encima de todo” (Efes.1:19-21; 2:6).

En cada una de estas esferas tiene Dios una compañía, a quienes Él asocia al hijo primogénito, la posición de privilegio.

(1) Israel (Éxodo 4:22).

(2) La “iglesia del primogénito” asociada con la Jerusalén celestial.

(3) El Cuerpo ligado a la Cabeza, el Señor Jesucristo, Quien es el Primogénito de toda la creación y por el Cual fueron creadas todas las cosas (Col.1:15-18).

No puede haber duda alguna de que en las Epístolas en Prisión de Pablo se alcanza el más alto marco de la divina revelación. Como antes afirmamos, nadie puede alcanzar una más exaltada posición que la que Cristo ocupa ahora en Su ascensión. ¿No es maravilloso que, en estas Epístolas, Pablo trate con las cosas “sobre excelentes” de Dios? Cualquiera puede sentir que el Apóstol no halla palabras humanas para expresar y describir adecuadamente la grandeza o plenitud de este supremo llamamiento de Dios. Consecuentemente “sobre excelente” pasa a ser una de sus características palabras en estas cartas desde su prisión. Aquí tenemos riquezas espirituales que van más allá de los sueños que aguardan ser recibidos por fe. La palabra “riquezas” aparece ocho veces en Efesios, Filipenses, Colosenses y 2ª Timoteo de la siguiente manera:

“En Él (Cristo) tenemos redención a través de Su sangre, el perdón de nuestros traspasos, de acuerdo a las riquezas de Su gracia que Él ha derramado sobre nosotros…” (Efesios 1:7 R.S.V).

“…para que podáis conocer …las riquezas de Su gloriosa herencia en los santos” (Efesios 1:18 N.I.V.).

“…para que en las edades venideras Él pueda mostrar las incomparables riquezas de Su gracia, expresadas en Su bondad para con nosotros en Cristo Jesús” (Efesios 2:7 N.I.V).

“A mí (Pablo) aunque sea el más bajo de todos los santos, esta gracia me fue dada, para predicar a los Gentiles las insondables riquezas de Cristo…” (Efesios 3:8 R.S.V.).

“…para que de acuerdo a las riquezas de Su gloria podáis venir a ser fortalecidos con poder na través de Su Espíritu en el hombre interior…” (Efesios 3:16 R.S.V.).

“Y quiera Dios suplir cada necesidad vuestra de acuerdo a Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Filip.4:19 R.S.V.).

“A quienes Dios a conocer cuán grandes entre los Gentiles son las riquezas de la gloria de éste Misterio (Secreto)” (Col.1:27 R.S.V.).

“Para que puedan obtener la plenitud de riquezas del completo entendimiento, para que pudieran conocer el Misterio (Secreto) de Dios, esto es, Cristo, en Quien están escondidos todos los tesoros de sabiduría y del conocimiento” (Col.2:2, 3 N.I.V).

Esta colosal riqueza espiritual aguarda su apropiación por la fe, a medida que el Espíritu Santo ofrece el alumbramiento que todos nosotros precisamos tanto.*

*Para una exposición versículo por versículo de las Epístolas en Prisión de Pablo, lea Cartas desde la Prisión por el mismo autor, Berean Publishing Trust 52 a Wilson St., Londres EC2A2ER.

Cuando trazamos el elemento del reino en las siete epístolas de Pablo escritas después de los Hechos, encontramos que la palabra “reino” aparece cinco veces:

“Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios (Efesios 5:5).

“(El Padre) que nos ha librado del poder de las tinieblas, y nos ha trasladado introduciéndonos en el reino de Su amado Hijo (Col.1:13).

“Onésimo…Aristarco…Marcos…Jesús, llamado Justo…Solamente estos son mis colaboradores en el reino de Dios, los cuales me han confortado” (Col.4:9-11).

“En la presencia de Dios y de Cristo Jesús, que juzgará a los vivos y a los muertos, y en vista de Su aparición y Su reino, yo os encomiendo, que prediquéis la Palabra” (2ª Tim.4:1, 2 N.I.V.).

“Y al Señor que me libra de todo mal, y que me preservará hasta Su reino celestial: a Quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén” (2ª Tim.4:18).

Hay algunos maestros que sostienen que las Epístolas en Prisión de Pablo no tienen dentro la idea de la enseñanza del reino. Las referencias anteriores nos demostrarán cuán equivocados están. Lo que con toda seguridad podemos decir es que el reino terrenal no figura en las epístolas, sino un reino en el más alto de los cielos ciertamente que si.

Tenemos todas las razones para asociar el llamamiento del Cuerpo de Cristo con lo celestial y no con la tierra. Aquellos que entiendan que este llamamiento es separado de la nación de Israel y de la esperanza de Israel, pero que al fin y al cabo, lo asocien con el reino Mesiánico en la tierra están cometiendo un gran error.

La enseñanza de Efesios y Colosenses es que esta iglesia es bendita “en los lugares celestiales”, un llamamiento espiritual con “toda bendición espiritual” (Efesios 1:3) Los miembros son exhortados a poner sus ojos y pensamientos en las cosas de arriba, y no en la tierra (Col.3:1, 2) y son visto estando “sentados con Cristo en los lugares celestiales”, lo cual está más allá de todo conocimiento humano y por tanto, está completamente desligado de la tierra en su espiritual constitución y destino. Ahora, como hemos afirmado al principio de este estudio, el reino final de Dios debe abarcar los cielos del mismo modo que la tierra, porque Su soberanía debe extenderse manifiestamente sobre toda la creación y nada puede dejarse de fuera. Consecuentemente es un reino en los cielos aquel que las Epístolas en Prisión de Pablo revela, el cual no solo es celestial en carácter. Sino además celestial en su esfera.

Y es solamente cuando obtenemos este más amplio concepto del verdadero gobierno del Señor que nos aproximaremos a comprender la grandeza y maravilla del propósito de las edades centrada en Cristo Jesús.

Filipenses 2:9-11 revela que cada ser en el cielo así como en la tierra y debajo de la tierra (sea cual sea su significado) doblará finalmente su rodilla y confesará que Jesucristo es el Señor para la gloria del Padre, demostrando que el reino de Dios en la tierra y el cielo debe finalmente abarcar todos los cielos y todo lo que se halle en ellos. Esto va por supuesto mucho más allá y es mucho más amplio que la revelación del Antiguo Testamento declarando Su reino hasta los confines del mundo.

Así, pues, esta revelación de Dios a través del prisionero de Cristo Jesús, Pablo, completa Su gran propósito del reino, y aquellos que ignoren esto solamente podrán tener con ellos un defectuoso concepto de Su grandiosidad y maravilla.

El reino del Hijo, de Su (del Padre) amado, en el cual el Cuerpo ha sido trasladado, debe por tanto ser el gran reino espiritual de los lugares celestiales, donde Cristo se halla ahora entronado. Si nos damos cuenta que el reino de Dios lo abarca todo, su ocurrencia cuando aparece en Colosenses no nos causa problema, sino que sabemos referirse de igual modo a este llamamiento celestial en ese reino.

Es significativo que casi hasta la última de las ideas de Pablo en su última epístola, 2ª Timoteo, sea del reino de sus cartas en prisión. Dice así:

“El Señor…me preservará hasta Su reino celestial…” (2ª Tim.4:18).

Una vez más, volvemos a señalar este aspecto del reino de Dios, que no solamente es celestial en carácter (como el reino terrenal, cuando la voluntad de Dios sea hecha sobre la tierra como en el cielo), sino que además será disfrutado por el Cuerpo de Cristo donde ahora son vistos sentados en el plan de Dios, es decir, entronados con Cristo, donde Él ahora es hallado y exaltado (Efes.2:6). Esta es la esperanza de esta iglesia en Gloria, y entonces el Cuerpo será ligado a su Cabeza, el Señor Jesús, por quien tanto Él como cada miembro de esta compañía aguarda.

Algunos de los de la más temprana Hermandad claramente vieron este celestial llamamiento y su esperanza. Citamos de C.H. Mackintosh:

“Cada uno y todos los sistema de doctrina o disciplina que conecte a la iglesia con el mundo, tanto en su (de la iglesia) presente condición o su futura prospección, debe estar equivocada…

hasta Pablo aparecer, y mismo durante los tempranos progresos de su ministerio, el propósito divino era tratar con Israel…la idea por tanto del Judío y del Gentil, “sentados juntos en los celestiales” no tiene cabida alguna y está fuera del profético testimonio… ¿qué hay aquí de la Iglesia en todo esto? Ni una sola sílaba. El reino estaba todavía siendo el pensamiento más alto.”

Considerando el ministerio de Pedro para Israel en Hechos 3 él escribe:

“…todavía estaba vigente el reino y no el gran misterio de la iglesia. Aquellos que piensan que los capítulos de apertura de los Hechos presentan a la Iglesia en su esencial aspecto, no alcanzado a comprender de ninguna manera el divino pensamiento sobre el tema.”

Con respecto a la visión de Pedro registrada en Hechos 10 él continúa diciendo:

“…Pedro nunca recibió una comisión para declarar el misterio de la iglesia. Aun mismo en sus epístolas no hallaremos nada suyo…estaba reservado para el gran Apóstol de los Gentiles el traer a cabo y producir en la energía y el poder del Espíritu Santo, el misterio del cual hablamos”.

Y prosiguiendo declara:

“el evangelio de Pablo fue mucho más allá y está por encima que todos ellos (es decir, los otros siervos de Dios). No se trataba del reino ofrecido a Israel sobre la base del arrepentimiento, así como por Juan el Bautista y nuestro Señor; ni tampoco era el reino abierto a los Judíos y Gentiles por Pedro en los Hechos tres y diez; sino que era y se trataba del celestial llamamiento de la iglesia de Dios compuesta de Judíos y Gentiles, en un Cuerpo único;, unificado a un glorificado Cristo por la presencia del Espíritu Santo. La epístola a los Efesios desarrolla plenamente el misterio de la voluntad de Dios concerniente a esto…”Él nos ha erguido juntos y hecho con que nos sentemos juntos en los lugares celestiales en Cristo Jesús”. No es que sea “Su voluntad” que hará esto, sino que “Ya lo ha hecho”

Y continúa diciendo:

“(El misterio)…no se descubre por el ministerio de los Doce, ni es visto en los Hechos de los Apóstoles, porque el testimonio para Israel todavía se hallaba vigente, y entre tanto que la tierra fuese el marco manifiesto de las divinas operaciones, y entre tanto que hubiera un cualquier suelo de esperanza en conexión con Israel, el celestial misterio fue escondido y guardado, pero cuando la tierra se abandona e Israel es puesta de lado, el Apóstol de los Gentiles desde su prisión en Roma, escribe a la iglesia y les abre los gloriosos privilegios conectados con su lugar en el cielo con Cristo.”

C.H. Mackintosh continúa comentando sobre el hecho de que muy pocos creyentes tienen “ojos de ver” y la habilidad espiritual para descubrir una tal exaltada y maravillosa enseñanza. El poder de cegar que tiene la tradición y la inclinación mundana de los sentidos se combinan todos para que no seamos conscientes de esto:

“Bien vemos lo lejos que el hombre terreno se halla de todo esto…y solamente tenemos que echar un vistazo en la historia de la iglesia durante los últimos dieciocho siglos para ver cuán débilmente lo ha sostenido y cuan rápidamente se ha ido dejando de lado. El corazón naturalmente se inclina para la tierra y las ideas de una corporación terrenal les resultan más atractivas. Por eso debemos sorprendernos, sino esperar que la verdad de la iglesia celestial y su carácter venga solo a ser aprendido y sobrellevado por una muy pequeña y débil minoría… para entender todo esto se requiere una más larga medida de espiritualidad que la que tienen consigo muchos Cristianos.

…Aquellos que se mantengan en el evangelio de Pablo se encuentra a sí mismos, igual que él, abandonados y despreciados en medio de la pompa y del brillo del mundo. El choque de los sistemas eclesiásticos, el desbordar de las sectas, y el estruendo de la controversia religiosa ahogarán la débil voz de aquellos que hablen del llamamiento celestial y del rapto de la iglesia… Soy plenamente consciente de cuán débil e incoherentemente he desarrollado lo que tengo en mente concerniente a la doctrina de la Iglesia, pero no tengo duda alguna de su real importancia y siento con certeza que a medida que el tiempo se aproxime, mucha luz vendrá a serles comunicada a los creyentes acerca de ello. Al presente está siendo temida, muy pocos en ella se introducen” (capítulo final en Elías el Tisbita publicado por Loiseaux Bros. De Nueva York, con itálicas nuestras).

Estas significativas palabras son verdad y proféticas. No puede cabernos duda de que éste hombre de Dios vio con toda claridad el propuesto reino en las Escrituras relativas a la tierra y al cielo, que nos hemos esforzado por anunciar en este volumen de estudio. Sus comentarios son de lo más significativo considerando que fueron escritos hace más de 100 años. En su día encontró muy pocos creyentes que tuvieran el deseo suficiente de cotejar las santas Escrituras y de ver si estas cosas serían así, o no lo fueran, como hacían los Cristianos de Berea de la antigüedad (Hechos 17:10-12).

Los tiempos han cambiado muy poco con respecto al hambre espiritual entre la gente de Dios. Y en lo concerniente al mundo las cosas van infinitamente peor, con la prevaleciente ignorancia de la Palabra de Dios y la negación de su verdad. Todo aquel que la valore, se sostendrá de ella tenazmente y aprovechará cualquier oportunidad para darla a conocer a voces y con tinta sobre papel.

 

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