El Reino de Dios En el Cielo y Sobre la Tierra CAPÍTULO 1
El Reino de Dios
En el Cielo y Sobre la Tierra
Un Estudio del
Reino de Dios
A través de la Biblia
STUART ALLEN
Trad. Juan Luis Molina
THE BEREAN
PUBLISHING TRUST
52A WILSON STREET,
LONDON, EC2A 2ER
First Published
1981
Reset and reprinted
1995
ã The Berean Publishing Trust
ÍNDICE
Capítulo
1.
El Reino de Dios en el
Pentateuco
Las Características del
Reino de Dios.
El Gobierno de Dios y la Oposición de Satanás.
Correspondencias entre Adán
y Noé.
Abraham y su posteridad en
el Reino de Dios.
El Pacto de Abraham respecto
a la Simiente
y al Territorio.
El Reino visto
proféticamente en la Fiesta
del Señor.
2 El
Reino de Dios en el Libro de Jueces
Y los Reyes de Israel y
de Judá
El fin del Reino Teocrático
del Antiguo Testamento.
3
El Carácter del Reino
Mesiánico del Antiguo Testamento
(1) Justificación.
(2) Paz.
(3) Gozo; (4) Santidad; (5)
Justicia.
(6) Conocimiento de Dios.
(7) Liberación de las opresiones.
4
La nueva reunión de
Israel y la reocupación del Territorio de Palestina
La respuesta de Dios al
problema del Canal de Suez
5 El
Reino de Dios en el Ministerio Terrenal de Juan el Bautista y del Señor Jesús
El Anuncio del Reino
Terrenal.
El Reino de Dios y el Reino
de los Cielos.
Las parábolas de Mateo 13.
6. El
Reino de Dios en los Hechos de los Apóstoles
Hechos 2:17-21 50.
Los Milagros Evidentes de
los Hechos.
La palabra “iglesia”.
El Reino de Dios en las
Epístolas del Periodo de los Hechos
7. El Reino de Dios en el Periodo Posterior al Libro de Hechos
Un Periodo de Tiempo único y
singular.
Un Título singular y único.
Una Posición singular y
única.
Una Esfera singular y única.
8. El Reino de Dios en el Libro de Apocalipsis
Comparación de Génesis y
Apocalipsis.
La predominancia de Israel.
Comparación de las Iglesias
de Apocalipsis 2 y 3 con el resto del Apocalipsis.
El Día del Señor.
El Doble Formato del Libro
de Apocalipsis.
Indexes
Index to Quoted Scriptures 82
Index to Greek Words Used 90
Index to Hebrew Words Used 90
Subject index 90
CAPÍTULO
UNO
El
Reino de Dios en el Pentateuco
No hay
otro tema de más profunda importancia Escritural que el Reino de Dios y el gran
fundamento redentor sobre el cual se basa. La tendencia ha sido siempre
reducirlo, simplificarlo, ver solamente una parte suya e imaginar que sea el
todo. El hecho es que no deja de ser sino el entero propósito de Dios para el
cielo y la tierra en toda su variedad y complejidad, y por eso mismo es el tema
principal de la Palabra
de Dios desde Génesis hasta Apocalipsis.
El Señor
Jesucristo es en Sí Mismo la fuente, el centro y objetivo de todo este Reino.
Él es el todo poderoso Redentor de esta creación que tan trágicamente se ha
visto envuelta en pecado y muerte y sin Su obra redentora, hubiese sido
imposible el establecimiento del Reino. Estos grandes obstáculos tienen que
destruirse antes de que el Reino de Dios pueda ser realizado y el sacrificio
único Suyo como portador del pecado sobre la cruz del Calvario ha cumplido
ciertamente con este glorioso objetivo (Heb.10:11-14). No solo se nos pone
delante al Señor Jesucristo en la
Palabra como el único Redentor y Salvador, sino que Él es
además el Rey de Israel (Juan 1:49; Mateo 21:4, 5) y en un más amplio sentido
Él es “REY DE REYES, Y SEÑOR DE SEÑORES” (Apoc.19:16), el Rey supremo y el
supremo Señor del universo ante Quien un día toda rodilla se doblará y le serán
sujetas todas las cosas en los cielos, y todas las cosas en la tierra, y todas
las cosas debajo de la tierra (Filip.2:10). El Reino de Dios no se basa ni
apoya en algo tan frágil como sea el poder limitado o la sabiduría de cualquier
ser creado; antes bien se basa con solidez en el poder y en la sabiduría de
nuestro gran Dios y del Salvador, Cristo Jesús.
En primer
lugar debemos ser cuidadosos para no interpretar la palabra “reino” tan solo
como la exhibición de la soberanía o el gobierno tal como algunos la han
interpretado. La Biblia
desconoce absolutamente un reino sin un rey o un rey sin un reino. Un reino
presupone tanto un gobierno con la adecuada autoridad y poder como un reino de
súbditos a quienes gobierne y ambas cosas se nos presentan con toda claridad en
las sagradas Escrituras. Dios dice “Yo he puesto Mi Rey sobre Sion, Mi
santo monte” (Salmo 2:6). Al principio hallamos en la Biblia lo encontramos en la
típica figura del primer hombre, Adán, a quien le fue otorgado por Dios un
dominio sobre toda la tierra:
“Entonces
dijo Dios: Hagamos al hombre (Adán) a nuestra imagen, conforme a nuestra
semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en
las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre
la tierra” (Gén.1:26 y vea Salmos 8:3-9; Heb.2:5-9)
En
realidad, Adán no deja de ser un rey que ilustraba al último Adán, el Señor
Jesucristo, el supremo Rey que finalmente acabará reinando sobre toda la
creación de Dios.
Nuestra
intención en este estudio será considerar el testimonio de la totalidad de
la Biblia
respecto a este gran tema del reino de Dios. Solamente por esta vía seremos
capaces de obtener cualquier adecuado concepto de su amplitud y hermosura.
Algunos han cometido el grave error de limitar su búsqueda al Nuevo Testamento,
y han caído tan bajo como para fundamentarlo en un solo versículo, esto es, en
Lucas 17:21, “Ni dirán: ¡Helo aquí, o helo allí! Porque he aquí el reino de
Dios está entre vosotros”, y por este versículo se han imaginado que el Reino
de Dios no es otra cosa sino una actitud mental que no tenga peso ni relación
con el mundo material. Más tarde nos ocuparemos con este versículo, y esperamos
demostrar cuán grosero e inadecuado según la Escritura es este
pernicioso concepto.
Las
Características del Reino de Dios
Siempre
han existido muchas ideas conflictivas en cuanto a lo que conlleva y abarca
este reino. Hablando de una manera general, estos aspectos podrían ser
catalogados bajo tres conceptos generales: (1) el reino de Dios en la tierra
después del último juicio; (2) los periodos entre la Segunda Venida de
Cristo y el último juicio y (3) la iglesia visible entre la primera y la
segunda Venida. Partiendo de estos conceptos tenemos varias ideas entre las
cuales las siguientes:
(1) Los ideales escolares Judíos, que aunque difieran entre sí
en los detalles, todos sostienen que el reino pertenece únicamente a Israel en
los días del Mesías.
(2) El reino de Cristo se inaugura al tiempo de Su segunda
Venida a la tierra en poder y gloria. Debe decirse que este sería el concepto
predominante de los Cristianos durante la segunda mitad del primer siglo de
nuestra era. Y fue contradicho y revertido en gran medida por las obras de
Origen y de Agustín. Éste último, aunque al principio lo aceptaba, mudó sus
ideas y comenzó a adoptar la espiritualización como su método de interpretación
expuesto en sus 22 libros de su De Civitas Dei.
(3) El reino se refiere al reinado perfecto final de Dios
en los nuevos cielos y a la tierra al fin de las edades.
(4) El reinado de Dios está en el cielo actualmente,
durante la edad vigente. La entrada en el reino significa la ida al cielo
después de la muerte.
(5) El reino es el gobierno de Dios en la idea de la
regeneración durante el tiempo presente. “El reino de Dios está entre vosotros”
(Lucas 17:21) es el versículo al cual apelan los que sostienen este punto de
vista.
(6) El reino de Dios se expresa en la iglesia visible de este
tiempo actual. Este es el punto de vista de la iglesia Católica Romana que
considera a sus adherentes como los únicos verdaderos miembros de este reino.
(7) El liberal “social reino de los modernistas que se expresa
por el evangelio “social” y que enseña que el Reino de Dios viene en el
progresivo mejoramiento del socialismo Humano cualesquiera que sean los medios
empleados. Muchos “izquierdistas” que sostienen este punto de vista llegan a
decir que el comunismo ruso es un medio para alcanzarlo, aunque se logre
sangrientamente y con tiranía, y dicen que es un paso en frente para su
concretización. Mucho se lleva a cabo para probar la falsa paternidad universal
de Dios y la hermandad del hombre. Los primeros Socialistas consideraban el
socialismo como parte integral del evangelio. Desafortunadamente para estos,
esta su idea primaria no tiene base alguna escritural, pensando ellos que sea
la denominada habilidad humana la que traiga este perfecto reino en concreción
por sus propios humanos esfuerzos en existencia. Dos terribles guerras
mundiales han mermado severamente este concepto y demostrado su práctico
fracaso, ¡sin embargo sus simpatizantes persisten confesándolo, y su remedio
todavía se halla en largas dosis consumido en el socialismo Cristiano!
No nos proponemos permanecer y considerar
las modernas ideas escatológicas del reino, ni las de Albert Schwetzer, ni las
de la escuela de Barth y Brunner. Una dice que Cristo estaba equivocado en Su
concepto del reino, y la otra que Cristo puso al reino por encima y más allá de
la historia. Ninguna de estas ideas pasará el examen de la Santa Escritura y
nosotros escribimos sencillamente para los que creen 2ª Timoteo 3:6 con su
afirmación de que la Biblia
es la Palabra
de Dios, tanto en santidad como “respirada de Dios”, y que es una divina
revelación en la cual se encuentra todo lo que pueda ser conocido del reino de
Dios. No nos cansaremos de enfatizar que este reino es de Dios – Él es el
Originador y Diseñador suyo y será solamente por Su todopoderoso poder que
vendrá a producirse como un hecho glorioso en concreción.
Cuando comenzamos a examinar las
Escrituras concernientes a este gran sujeto o tema, no podemos dejar de
observar que en algunas ocasiones parezca haber contradicciones. Ciertos versículos
resaltan el reino de Dios como si fuese una realidad presente y actual:
“Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y
el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están
en los cielos y en la tierra son Tuyas. Tuyo, OH JEHOVÁ, es el reino, y
Tú eres excelso sobre todos” (a Crón.29:11).
“JEHOVÁ es Rey eternamente y para
siempre, de Su tierra han perecido las naciones” (Salmo 10:16).
“JEHOVÁ estableció en los cielos Su
trono; y Su reino domina sobre todos” (Salmo 103:19).
Otros versículos en cambio consideran el
establecimiento del reino como algo futuro. En Daniel 2 tenemos el relato de la
colosal imagen del sueño de Nabucodonosor. Cuando Daniel, bajo la inspiración
de Dios, explica el significado, describe cuatro reinos sucesivos, tres de los
cuales eran entonces futuros y fueron destruidos de repente por “una piedra
cortante sin manos, es decir, no por intervención humana. Esta piedra
finalmente llega a convertirse en una gran montaña y llenó toda la tierra (Dan.2:35).
Este acontecimiento se elabora posteriormente en el versículo 44:
“Y en los días de estos reyes el Dios
del cielo levantará un reino que no será jamás destruido…desmenuzará y
consumirá a todos estos reinos, pero él
permanecerá para siempre” (vers.44).
Sin embargo, al mismo tiempo,
Nabucodonosor se humilló y puso de manifiesto que “el Dios de los cielos
gobierna” (Dan.4:25, 26). ¿Qué podemos deducir de todo esto? No debemos
ciertamente juzgar a estos como si fueran dos reinos separados que sean
opuestos el uno al otro. Antes bien son dos fases del mismo reino. Dios nunca
abdicó de Su posición como el todopoderoso Gobernador de Su universo a pesar de
la rebelión y oposición de los seres creados tales como Satanás y el hombre
caído. Como ya hemos afirmado anteriormente, una de las partes integrales del
gran propósito de las edades en Cristo Jesús (Efesios 3:8-11) será justamente
la erradicación del pecado y de la muerte de la creación para que el reino de
Dios que ahora es una realidad en el cielo pueda llegar a manifestarse sobre
toda la creación que incluya además la tierra.
Al tiempo presente tenemos pecado, muerte
y una abierta rebelión contra Dios en lo que a la tierra concierne y deben ser
eliminados antes de que aquel glorioso tiempo previsto por los profetas venga a
suceder cuando “la tierra sea llena del conocimiento de la gloria del SEÑOR,
como las aguas cubren el mar” (Habacuc 2:14), cuando la guerra sea eliminada y
la paz universal tome su lugar, “cuando no alzará espada nación contra nación,
ni se ensayarán más para la guerra” (Miqueas 4:1-4). Este aspecto del reino de
Dios es claramente futuro y Dios revela en Su Palabra cómo lleva este
glorioso cometido y objetivo a cabo. Todos los planes restantes para alcanzar
esta voluntad fracasarán. Los hombres, sean religiosos o de otro tipo, bien
pueden esquematizar una utopía sobre la cual sueñen, pero no serán más que
“castillos en el aire condenados al fracasos, pues es algo que está por encima
del poder y sabiduría humano concretizarlo.
Será solamente cuando estudiemos
cuidadosamente la Palabra
de Dios y Su enseñanza relativa a Su reino sobre la tierra y en el cielo que
iremos a obtener una profunda comprensión de la manera cómo Dios cumple su gran
plan y hace con que se haga una gloriosa realidad este reino. Nosotros nos
hemos propuesto hacer este estudio, pero antes que nada debemos preguntarnos a
nosotros mismos ¿qué tipo de reino revela la Biblia ? ¿Será literal y material o es espiritual,
o tal vez una combinación de ambas cosas?
A medida que estudiemos los escritos de
los escolares Bíblicos, una vez más nos introducimos en muchos conflictos de
opiniones. Por ejemplo, ¿qué puede venir a ser un reino que sea totalmente
espiritual y cómo podría un tal reino venir a realizarse? Algunos,
especialmente aquellos que se persuaden en contra del Milenio, dirían que “sí”,
y creen que vendrá un tiempo cuando Dios gobernará en la mente de las personas
y será entonces cuando Su reino venga a ser establecido. Estos difieren de
cualquier bendición material que en sus estimativas toman como “carnales”.
Otros aguardan por un tiempo cuando la paz y la abundancia abunden sobre la
tierra que vendrá a ser excedentemente fructífera y todas las literales
necesidades de los hombres vengan a ser abundantemente suplidas.
¿Cuál de estos dos puntos de vista
opuestos es verdad? Nosotros creemos que la respuesta no la tiene ninguno por
sí mismo. El concepto escritural del reino de Dios es una combinación de
ambas cosas, pero sobre todo y primeramente con la parte espiritual. Será
un gobierno divino que satisfaga totalmente las necesidades de los hombres,
espirituales, morales y civiles. Este maravilloso gobierno será básicamente
espiritual, pero se manifestará en sí mismo por los tangibles efectos sobre
todo el mundo físico también. Cualquier cosa inferior no sería el reino de la Biblia si es que no veamos
en ello satisfechas todas las necesidades de la humanidad.
Es de notar cómo se malentiende a menudo
la palabra “espiritual” y se hace con que signifique cualquier cosa que sea
opuesta a las sustancias que sean materiales y como tal pueda ser entendida por
los sentidos físicos, pero su empleo en la Escritura debe guiarnos en esta materia. La
palabra pneumatikos (espiritual) en un buen sentido significa cualquier
cosa producida por el solo poder del Espíritu Santo sin la natural
instrumentalización humana, y esto tanto puede darse en el medio físico como
metafísico. En a Corintios 10:2, leemos que Israel “todos comieron el
mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida
espiritual…”. Así que tanto el alimento como la bebida eran literales,
aunque su carácter y origen fuesen espirituales. El alimento era suplido
diariamente del maná celestial que podía ser cocido, hervido, o molido. Su
sabor se describe y podía hasta criar gusanos (Núm.11:8; Éxodo 16:19, 20). Sin
embargo, a pesar de todo esto, podría decirse que sería “espiritual”.
1ª Cor.15:44 distingue entre un cuerpo
natural (de alma) en esta vida y un cuerpo espiritual en la resurrección. La
cuerpo resucitado del Señor Jesús aun siendo espiritual, podía ser visto y
palpado y tenía carne y huesos (Lucas 24:39). El principio que le daba vida era
el contraste de ambas cosas.
La palabra “espiritual” puede además ser
empleada en un mal sentido, pues en Efesios 6:12 se habla de “huestes
espirituales de maldad en las regiones celestes”.
Está claro que debemos ser cuidadosos con
esta palabra y no añadirle ideas que no sean escriturales. A modo de ejemplo,
es absolutamente ilusorio y fraudulento contrastar la palabra “espiritual” con
la palabra “literal”. No son antitéticas; literal no es lo opuesto de espiritual,
sino contrario de figurativo. Tampoco debemos cometer el error de
designar lo que sea físico y material como carnal. Este error es el que
a menudo hace con que los espiritistas acusen a los que normalmente tratan las
Escrituras de manera literal, especialmente profecía, que está, de acuerdo a
las leyes recibidas del lenguaje, escrita en forma literal. Pero eso no es otra
cosa sino simplemente una forma revivida del error del antiguo gnosticismo
que consideraba todo lo que fuese material como maligno, y bien tememos que
haya mucho del tal gnosticismo en la mayoría de los modernos sistemas y
religiones.
Antes de seguir adelante será necesario
que tengamos claro lo que un envuelve una sana interpretación. La razón por la
cual hay tantas y tan diferentes ideas sobre los contenidos de la Biblia se debe
principalmente a los variados y generalmente opuestos sistemas de
interpretación. No intentaremos profundizar demasiado en estos sistemas. Si
alguien quisiera explorar este importante sujeto en detalle, entonces
recomendaremos estudios tales como La Historia de la Interpretación
de F. W. Farrar. En nuestro libro La Interpretación de las Escrituras,
hemos resumido la posición y dado nuestras razones para adoptar el método literal,
generalmente denominado el método histórico gramatical. Nosotros creemos que
este sea el mejor y más sano método de tratar las sagradas Escrituras, porque
solamente por esta vía podremos permitirle que nos haga saber el significado
que nos quieran decir. Nosotros creemos que, en Su Palabra, Dios quiere decir
lo que dice y que tiene un significado por cada una de las cosas que dice. El
método literal de interpretación le da a cada palabra el mismo sentido básico
que tendría en el empleo normal, común acostumbrado, tanto si se emplea
escrito, hablado, o pensado. Si así no fuese, ¿cómo podría Dios hacerle ver al
hombre Sus pensamientos o instruirle? Si el Señor emplease palabras de una
manera enteramente diferente al uso normal y común, entonces sería
absolutamente imposible para cualquier ser humano recibir o entender aquello
que Él entienda impartirles. Cuando hablamos del método literal de interpretación
no queremos decir que las figuras literarias y símbolos no se emplean en las
Escrituras, ni que la aplicación espiritual no deba ser hecha extraída de sus
contenidos. Una cosa es hacer una aplicación espiritual de un pasaje del Santo
Escrito (y esta solo se puede hacer después de haber sido hecha la
interpretación básica). Otra muy diferente adoptar la espiritualización o
alegoría como un sistema de interpretación para la totalidad de la Biblia. F. W. Farrar
bien dice:
“…siempre y cuando el principio de la
sola alegoría se admita, cuando se comienza con la regla de que todos los
pasajes y libros de la
Escritura dicen una cosa, aunque común y generalmente
signifiquen otra distinta, el lector se entrega deliberadamente a ser
encadenado de pies y manos a los caprichos del intérprete”. Los
Principios de la
Interpretación p.238.
Esto
es imposible hacer con el método de estudio Bíblico gramatical histórico, que
no solo le permite a las palabras significar lo que digan, sino que además las
asocia con el contexto en el cual se encuentran, ejerciendo así un seguro y
sano examen en la imaginación tanto del lector como del escritor, librándonos
por tanto de la falible opinión humana.
Con
respecto a la interpretación de profecía, no vemos que haya razón alguna válida
para dejar de lado el método anterior, admitiendo claro está que los símbolos y
figuras literarias son reconocidos y que con ellas se halla la literalidad
sobreentendida. Otra cuestión que debemos tener siempre presente. Algunas
profecías han tenido solo un cumplimiento parcial, dejando su completo
cumplimiento para un tiempo posterior. Si ignoramos este punto y no lo
distinguimos puede guiarnos a conclusiones equivocadas.
Interpretar
literalmente significa interpretar en los términos de la designación normal que
se emplea como enfoque habitual en todos los idiomas, y este es el método que
procuraremos emplear en nuestro estudio del gran tema del Reino de Dios a
medida que escudriñamos las Escrituras.
El
Gobierno de Dios y la
Oposición de Satanás
Al
comienzo siempre debemos tener mucho cuidado para que podamos iniciar
correctamente nuestro estudio. Muchos expositores comienzan con el Nuevo
Testamento e ignoran el testimonio del Antiguo Testamento. Esto es un error
fundamental, puesto que el concepto de Dios de Su reino se ha puesto de
manifiesto y dado a conocer en la historia y la profecía del Antiguo
Testamento. De hecho, en tipo, comienza con el primer hombre, Adán, quien, como
ya hemos visto, podría considerarse en realidad un rey, habiendo recibido de
Dios el dominio sobre toda la tierra y sus habitantes, ilustrando en tipo el
futuro dominio del Rey de reyes y Señor de señores. Desde el principio
mismo, Dios ha manifestado Su soberanía en Su gobierno sobre la creación, y
este es el corazón del estupendo plan de las edades centrado en el Señor
Jesucristo (Efesios 3:8-11). Algunas veces ha empleado intermediarios llevando
a cabo Su divino gobierno, porque el hecho sorprendente que impregna toda la Biblia es que Dios, aun
siendo capaz de llevar a cabo y completar todas las cosas a través de Su
sabiduría y poderío por Sí solo, no en tanto y al mismo tiempo también tiene el
deseo de utilizar seres creados como medios o canales para cumplir Su voluntad.
Mientras más pensemos acerca de esto y nos demos cuenta de nuestra pecadora
incapacidad, más nos maravillamos.
El
concepto de Dios del perfecto gobierno es el gobierno de un solo pensamiento,
no el gobierno de comités ni de la mayoría democrática. No tiene contestación
posible a que este gobernador único deba ser absolutamente perfecto y justo,
porque en toda la historia pasada no se da sino una viva muestra de lo que
sucede cuando se pone de manera ilimitada el poder en manos del hombre caído. “Todo poder se corrompe, y el poder
absoluto absolutamente corrompe” es un dictado que no puede ser contradicho. La Democracia es la más
segura y mejor forma de gobierno humano para minimizar esto mismo, pero
es cierto que no puede prevenir la ocurrencia de la corrupción ni deja de
arruinar el medio sobre el cual el gobierno humano sea ejercido.
No hay duda posible en cuanto a que el
Gobierno de Dios sea el de un rey supremo y por tanto Su reino pueda ser
designado como teocrático. G. N. H. Peters, en su gran obra, El Reino
Teocrático (1:216) dice así:
“La Teocracia es un gobierno del estado a través de
la inmediata dirección de Dios. Jehová condescendió a reinar sobre Israel en la
misma directa manera en la cual un rey terrenal reina sobre su pueblo…con la
sabiduría digna de Sí Mismo, Él asumió no una mera religión, sino una política
superioridad, sobre los descendientes de Abraham. Él se constituyó a Sí Propio,
en el estricto sentido de la frase, Rey de Israel y el gobierno de Israel pasó
a ser, en consecuencia, estricta y literalmente, una Teocracia”.
Al mismo tiempo que reconocemos esta
verdad, nunca debemos olvidarnos que este gobierno, como ya hemos dicho antes,
se lleva a cabo muchas veces a través de seres creados y que encontraremos este
derecho a través de toda la
Biblia desdoblando el propósito de Dios.
Adán fue puesto por el creador como
cabeza y regidor de la tierra. De no haber pecado e introducido y pasado el
“virus” del pecado y su consecuencia, la muerte, a la totalidad de la raza
humana, la humanidad, habría venido a ser la externa manifestación del reino de
Dios. Debido al fracaso de nuestros primeros padres, tuvieron que ser y fueron
depuestos de la exaltada posición que se les había otorgado, y por causa de
eso, se le abrió ampliamente la puerta al gran enemigo de Dios, es decir, Satanás,
para ejercitar su influencia, igual que ya, anteriormente, había arruinado las
regiones celestiales por su caída, la cual envolvía, en tanto podemos
juzgar por lo que está Escrito, una buena cantidad de ángeles. Desde este punto
en adelante, comenzó la gran batalla de las edades que tan tremendamente
obstaculizó los propósitos de la voluntad de Dios para el cielo y la tierra.
Esto significa, ni más ni menos, que se precisa la erradicación completa justa
y por derecho, tanto del pecado como de la muerte, para que al perfecto
reino de Dios le venga a ser posible su concreción; hasta que estos enemigos
contra Su propósito no hayan sido quitados del medio, eso no será imposible de
alcanzar. Y solamente el Propio Dios en Sí Mismo pudo haberse propuesto una tan
ardua labor.
No existe un solo ser creado en el cielo
o en la tierra que pueda con éxito asumir una tal responsabilidad y de ese
calibre. La actitud por tanto primaria de Dios fue redentora, y por eso
necesariamente conlleva la total concepción del reino de Dios en el cielo y en
la tierra, y eso es lo que impregna toda la Palabra de Dios. Si ignoramos esto, vamos a
ignorar todo lo demás y concordar mentalmente con sueños imposibles de
realizar, que, al fin y al cabo, solo nos guían al desespero.
La primera sonante evidencia de la amarga
enemistad de Satanás hacia Dios y el plan redentor que exhibe su efectiva
derrota (Génesis 3:14, 15), se halla en el hijo primogénito de Adán y Eva. En
Génesis 4:1 Eva dice “Por voluntad de Jehová he adquirido varón”. Es
evidentemente, que se imaginó que fuera la realización de la promesa de Dios de
una simiente que aplastaría a la serpiente (Satanás), sin embargo el Nuevo
Testamento nos revela que Caín, su primgénito, era “del (ek) diablo” (1ª Juan
3:12). Aquí tenemos un profundo misterio que no tiene explicación, pero no hay
duda que la Palabra
de Dios claramente enseña que existen dos semillas sobre la tierra, una de Dios
y una del Engañador (compare “de tú ´neutro´ simiente” y “de SU ´femenino´
simiente y observe la parábola de la cizaña y del trigo y la interpretación que
le da el Señor (Mateo 13:24-30).
El obvio objetivo deseable de Satanás fue
siempre aniquilar corrompiendo a la verdadera semilla para que la divina
promesa de Génesis 3 fracasase y que fuese imposible de darse el nacimiento de
Cristo. Solamente un hombre y su familia se libraron de la contaminación del
maligno (Génesis 6:9); y la violencia y perversión que cubrieron la
tierra (Génesis 6:5, 11-13) fueron de tal orden, que no le quedó más remedio a
Dios sino destruir del todo a la pervertida semilla comenzar de nuevo con Noé y
su familia. Sería como cortar a tajo un cáncer gigantesco y hacer un nuevo
comienzo.
Desde el tiempo de Noé en adelante la
gobernación ha sido claramente puesta de nuevo en las manos del hombre una vez
más por Dios:
“Bendijo Jehová a Noé y a sus hijos, y
les dijo: Fructificad y multiplicaos, y llenad la tierra: El temor y el miedo
de vosotros estarán sobre todo animal de la tierra, y sobre toda ave de los
cielos… en vuestras manos son entregados.” (Gén.9:1, 2).
Noé era, como si fuese, un segundo Adán,
y reata el tema del reino una vez más. En su gobierno, el hombre tiene que
cuidar de la vida humana. Esta vida les fue otorgada por Dios y le pertenece a
Él, y por tanto al hombre se le advierte que tiene que rendirle cuentas a Dios
por ella:
“…porque ciertamente demandaré la sangre
de vuestras vidas ( y por vuestra vida de sangre ciertamente os pediré cuenta);
de mano de todo animal la demandaré, y de mano del hombre; de mano del varón su
hermano demandaré la vida del hombre” (Gén.9:5 N.I.V.).
Nada más ni menos que la pena de muerte
se prescriba ahora por Dios (vers.6) para el asesinato y la razón que se da es
que el homicidio apaga la imagen de Dios. En esta imagen fue creado Adán
(Gén.1:26). Los hombres hoy en día suponen que están contribuyendo con el
progreso por abolir la pena de muerte. En su ignorancia, este mandamiento de
Dios a menudo se asume como bárbaro y haciendo parte de la ley Mosaica que se
ha vuelto obsoleta en los días actuales. De hecho, se dio efectivamente en
siglos antes de que Moisés e Israel viniesen a existir si quiera, y fue una
regla para toda la humanidad, y no solo para una nación.
Tratando de mejorar los mandamientos de
Dios, el hombre lo único que consigue es ponerse en las manos de Satán. El
cual, en las palabras de Cristo, fue desde el principio un homicida (Juan
8:44).
Estas son las correspondencias entre Adán
y Noé:
ADÁN
NOÉ
“Fructificad, y multiplicaos, y
“Fructificad, y multiplicaos,
y
Llenad la tierra (Génesis
1:28)
llenad la tierra (Gén.9:1)
Posible
juicio en resultado
Posible
juicio en resultado
(Gen.1:2)
El Diluvio (Gén.6:7)
“Descúbrase lo seco
“Las
aguar se secaron sobre la tierra”
(Gén.1:9)
(Gén.8:13)
“Sojuzgad la tierra
y
“El temor y el miedo vuestro estarán
Señoread” (Génesis
1:28)
sobre todo animal de la tierra” (Gen.9:2)
La
imagen de Dios
(Gen.1:27)
La imagen de Dios (Gén.9:6)
Tres hijos (Gén.4:1, 2,
25)
Tres hijos (Gén.10:1)
Desnudez
descubierta
Desnudez descubierta
(Gén.3:7,
21)
(Gén.9:22, 23)
Caín maldito
(Gén.4:11)
Canaán maldita (Gén.9:25)
La tierra maldita
(Gén.3:17)
Nunca más será maldita la tierra (Gén.8:21)
Después del diluvio hubo como es evidente
otra incursión de ángeles caídos (Gén.6:4 y observe “y también después”), pero
esta vez no fue de la misma magnitud que la anterior. Posteriormente leeremos
del gigante Goliat que se opuso a David, y de Og, el rey de Bashan, cuya cama
en equivalencia con los términos actuales sería aproximadamente de ¡18 pies de
largo por 8 pies
de ancho! Satanás, sin embargo, no solo depende de eso solamente para derrotar
a Dios y Su plan para el establecimiento de Su reino sobre la tierra. Habiendo
sido derrotado por estos medios, el enemigo ha erguido un sistema religioso en
Babel, encabezado por Nimrod, el gran héroe y cazador, un descendiente de Ham.
Es significativo que la primera mención de un reino en la Biblia sea el de Nimrod
(Gén.10:10). Aquí salió la respuesta de Satán al reino de Dios. El gran
Satánico sistema de la falsa religión y adoración comenzó en este punto,
algunas veces oculto y soterrado como en los misterios paganos con su tiniebla
e inmoralidad, pero al final manifestándose abiertamente al cierre de este
tiempo en la “gran Babilonia” descrita en Apoc.17 y 18 como la “madre (fuente)
de las rameras y de las abominaciones” (17:5).
Todas las antiguas religiones se
derivaron de Babel, en la cual podemos ver que la verdad se ha prácticamente
pervertido por el gran engañador. Las figuras clave fueron Nimrod y su mujer
Semiramis, quienes, una vez deificados, llegan a ser las figuras centrales en
las varias religiones del mundo pagano. Todas poseen la perversión de la “madre
y el hijo” de una forma o de otra, tanto en Egipto (Isis y Osiris), como en
India (Isi e Iswara), en Asia (Cibeles y Deoius), en Grecia (Ceres, la madre y
el niño), en Roma (Fortuna y Júpiter), o en China (Shing Moo, con su hijo y sus
brazos). La Roma
papal tiene a la Señora
y al Hijo, sin ser consciente de lo qué están perpetuando. La mitología griega
y romana extienden las tinieblas y van más lejos con sus héroes y dioses bajo
varios nombres derivados originalmente de Nimrod y Semiramis. Todo hace parte
de la perversión de la
Simiente de la mujer en Génesis 1. Tampoco nosotros estamos
libres de sus mortales efectos hoy en día, puesto que se ha introducido en la Cristiandad por todo
tipo de vías y medios. El lector puede quedarse sorprendido al saber que tanto
la cruz como los huevos de Pascua son de origen primario pagano, nacidos de los
ritos paganos de Babilonia. (Para más detalles referimos a los lectores Las
Dos Babilonias de Alexander Hislop). En Jeremías 7:18 tenemos a los
apóstatas israelitas ofreciendo tortas en adoración a la “reina del cielo”,
probablemente la diosa de la fertilidad Ishtar la cual se identificaba con
Venus, otra forma de Semiramis (vea también Jer.44:17, 19).
Ahora podemos comprender bien por qué
razón separó Jehová a Israel del resto de las naciones alrededor que se
hallaban impregnadas de idolatría e inmoralidad. Cuando Israel llegó a
envolverse con el paganismo circundante, sucedió lo inevitable y la nación se
quedó contaminada con estas cosas, cayendo así en las manos de Satán, y por
esta vía operando de manera diametralmente opuesta contra los propósitos del
reino de Dios.
Los actos del maligno se extienden
posteriormente en la falsa unidad que fue ingeniada en Babel y registrada en
Génesis 11. El versículo 1 nos dice que “Tenía entonces toda la tierra una
sola lengua y unas mismas palabras”. La edificación de la ciudad y
la torre tenían como objetivo “…esparcirse sobre la faz de toda la tierra”
(vers.4). La unidad era esencial para que Satán pudiese obtener el control de
la raza humana y el dominio hasta los confines de la tierra y esto fue lo que
el Señor había previsto:
“Y dijo Jehová: He aquí el pueblo es uno,
y todos estos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les
hará desistir ahora de lo que han pensado hacer” (vers.6). Para frustrar
los propósitos del enemigo, ya no había necesidad de destruir la raza como
sucedió anteriormente. Todo lo que Dios precisó para quebrar esta falsa unidad
fue confundirles las lenguas para que no pudiesen comprenderse entre sí. El
lenguaje puede ser la más grande de las barreras entre la gente y fue el
resultado directo del acto intervenido del Señor:
“Así los esparció Jehová desde allí sobre
la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad” (vers.8).
Es interesante recordar que mucho tiempo
después, durante el periodo cubierto por los Hechos de los Apóstoles, Dios
actuase de forma distinta y sobrepasó la barrera del lenguaje extranjero por
los milagrosos dones de lenguas (Hechos 2:7-12) acelerando así la expansión del
evangelio sobre el mundo civilizado.
Aquellos que pueden discernir “las
señales de los tiempos” (Mat.16:1-3) deben ver el hecho que, de manera similar
hoy en día, el mundo está siendo formado en una gran unidad (globalidad) o
federación, y que las condiciones habidas en Babel están volviendo a repetirse.
La mayoría de las fusiones que vemos suceder a nuestro alrededor por todas
partes y la concentración de poderes que están cayendo cada vez en menos manos,
solamente pueden desembocar en esto. El gran poder financiero que, por detrás
de todo el escenario, corre desenfrenado por todo el sistema mundial, es en
gran medida operado por aquellos que tienen una gran influencia y que se
denominan “principados mundanos”, es decir, los que procuran ardientemente nada
más y nada menos que una federación mundial que cause la debilidad de las
naciones occidentales y el levantamiento del “tercer mundo”. La mayor parte de
que está sucediendo y se está unificando, comienza a tener sentido cuando se
entiende todo esto. Satanás está intentando volver a repetir lo que ya hizo con
las naciones en Babel, unirlas para que, a su tiempo, su representante, el
Anticristo, pueda obtener el protagonismo en escena y tome el control del mundo
entero. Vamos a tratar este tema detalladamente cuando lleguemos a trazar el
tema del reino en la profecía.
Abraham y su posteridad en el reino de
Dios
Llegando al tiempo posterior de los
patriarcas, encontramos a Dios llevando a cabo Su propuesto reino encomendando
a un hombre y su posteridad, esto es, a Abraham. El Señor planeó educar y
entrenar su posteridad en Su verdad para que pudiesen ser el medio, expandiendo
el conocimiento de Su reino y el Suyo Propio como Redentor y Rey, sobre toda la
tierra. Esto es tan importante en el propósito de Dios que Él Mismo lo ha
garantizado trayendo en concreción un pacto incondicional o promesa a Abraham
que ahora se hace necesario que veamos con mucha atención.
El Pacto de Abraham concerniente a la Semilla y al Territorio
Los Pactos en las Escrituras son de dos
clases (1) condicional e (2) incondicional. El pacto Mosaico de la Ley es una ilustración del
primero, mientras que el pacto con Abraham concerniente a su semilla y
al territorio que tenía que heredar la semilla, ilustra el posterior y
es realmente una divina incondicional promesa, dependiente del santo
Dios Mismo por sí solo su cumplimiento y no sobre el receptor o recipiente.
También es bueno recordar que los pactos, haciendo como hacen parte de la santa
Escritura, debemos interpretarlos por la misma vía que el total de las
Escrituras, utilizando el método histórico gramático que ya hemos discutido.
Deben por tanto ser interpretados literalmente, sin importar las muchas
bendiciones que puedan acompañarlos y llevar consigo.
G.N.H. Peters define bien el punto cuando
dice:
“En todas las transacciones, cuando una
promesa, acuerdo, o contrato se hace efectivo a través de la promesa de valor
que da una de las partes a otra, es universalmente la costumbre que
explica la tal relación y su promesa por la bien conocida ley del lenguaje contenida
en nuestras gramáticas, o en el uso común. Se consideraría absurdo y burlesco
considerarlo de otra manera… la naturaleza propia de un pacto demanda que sea
tan deletreada, tan claramente expresa, que transfiere un medio decisivo,
y no un medio oscuro o místico que requiera muchos siglos para revolverlo y
poder desarrollarlo” (El Reino Teocrático 1:290-919.
El punto siguiente que hay que observar
es que los pactos incondicionales de la Biblia son eternos. El que ahora estamos
considerando concerniente a la promesa de Dios hecha a Abraham, su posteridad y
su herencia terrenal se declara que es eterna en Génesis 17:7, 13, 19; 1ª
Crón.16:17; Samos 105:10; Ezequiel 16:60. El pacto de Dios con David y su trono
se denomina “eterno” en 2ª Sam.23:5; Isaías 55:3; Ezeq.37:25-28. El Nuevo Pacto
se designa que es “eterno” en Isaías 61:8; Jer.32:40; Hebreos 13:20. Una vez
que estos pactos son eternos y dependen solamente sobre la integridad de Dios
para su cumplimiento, son ciertos y seguros. Es importante observar que todos
los pactos de la Palabra
de Dios se hacen con el pueblo de Israel, con una sola excepción, el
pacto realizado con Noé y toda la humanidad siglos antes de que Israel siquiera
existiera (Gén.9:8-17). En Romanos 9:3-5 el apóstol Pablo declara:
“…mis hermanos, los que son mis parientes
según la carne: que son Israelitas, de los cuales son la adopción
(filiación), la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y
las promesas; de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne,
vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos,
amén”
En oposición a esta declaración, en
Efesios 2:11, 12 declara que los Gentiles estaban “alejados de la ciudadanía de
Israel, y éramos ajenos a los pactos de la promesa”. Un privilegio
único de la nación de Israel es este precisamente: que entraron en una relación
de pacto con Dios, y lo mismo no se podrá decir que sucedió con ninguna de
las demás naciones. Esta relación impregna toda la Biblia y el programa de
Dios para la tierra es incomprensible sin ella. El pacto incondicional hecho
con Abraham es tan fundamental, que demanda la resurrección para que sus
promesas puedan cumplirse a los muchos de Israel que murieron. En Mateo
22:23-32 el argumento del Señor Jesús con los Saduceos que no creían en la
resurrección, concernía al Dios que había dicho “YO soy el Dios de Abraham, y
el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob. Dios no es Dios de muertos sino de los
vivos” Y esto dijo Él tocante “a la resurrección de la muerte”
(vers.29-32).
El Señor pasó a tener una relación eterna
de pacto con estos hombres que “murieron sin haber recibido las promesas”
(Heb.11:13); y como Esteban dijo en Hechos 7:5 “Y no le dio (dios) herencia
en ella, ni aun para asentar un pie; pero le prometió que se la daría en
posesión, y a su descendencia después de él, cuando él aun no tenía hijo” Dios
no puede quebrar nunca Su Palabra; así que Él debe levantarles de la muerte
para poder cumplirla en plenitud. (Mateo 8:11).
Inicialmente el pacto de Abraham fue
establecido por Dios de esta manera:
“Pero Jehová había dicho a Abraham: Vete
de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te
mostraré. Y haré de ti una nación grande y te bendeciré, y engrandeceré tu
nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te
maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las naciones de la tierra”
(Gén.12:1-3).
Aquí tenemos siete veces repetida la
conjunción “y” con la voluntad de Dios respectiva. El versículo 7 nos dice que
esta posteridad poseería una heredad terrenal. Este tema lo hace más
extenso Dios en Gén.13:14-17:
“…Alza ahora tus ojos, y mira desde el
lugar donde estás hacia el norte y el sur, y el oriente y al occidente: porque toda
la tierra que ves, la daré a ti, y a tu descendencia para siempre. Y haré
tu descendencia como el polvo de la tierra; que si alguno puede contar el polvo
de la tierra, también tu descendencia será contada. Levántate, ve por la tierra
a lo largo de ella y a su ancho; porque a ti la daré”.
Esta incondicional promesa es imposible
espiritualizar, puesto que concierne al territorio literal que Abraham “vio” y
en el cual pudo “andar” en toda “su anchura y largura”. En el capítulo 15
la promesa concerniente al territorio se hallaba por concretizar y
Abraham fue sobrecogido de un “profundo sueño” (vers.12 A.V.) con el fin de que
no tuviera parte o responsabilidad personal para su cumplimiento:
“En aquel día hizo Dios un pacto con
Abraham, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra, desde el rio de Egipto
(el Nilo) hasta el rio grande, el rio Éufrates.” (Gén.15:18).
A continuación en el cap.17:1-8, Dios
vuelve a repetir Su pacto, diciendo:
“…porque te he puesto por padre
muchedumbre de gentes (de muchas naciones); y te multiplicaré en gran manera, y
haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti. Y estableceré Mi pacto entre Mí
y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones por pacto perpetuo,
para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. Y te daré a ti, y a tu
descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en
heredad perpetua, y seré el Dios de ellos”.
Y después de la fiel respuesta de Abraham
a la gran prueba de Dios de sacrificar a Isaac, el Señor repite:
“…Por cuanto has hecho esto…y no me has
rehusado tu hijo, tu único hijo: de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu
descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla
del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. En tu simiente
serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste Mi Voz”
(Gén.22:16-18).
Es evidente que estas eternas promesas
incondicionales engloban un gran alcance en su orden que podemos resumir de la
siguiente manera:
(1) El nombre de Abraham será engrandecido.
(2) Una gran nación nacería de él.
(3) A él personalmente le serían otorgadas dos porciones del
territorio, una más grande en extensión que la otra: (a) la tierra de Canaán
(moderna Palestina) y (b) un largo trecho de tierra desde el Nilo hasta el
Éufrates.
(4) Su posteridad sería tan numerosa como las estrellas del
cielo o la arena de la orilla del mar.
(5) Que aquellos quienes les bendijesen serían benditos y
quienes les maldijesen serían malditos.
(6) Abraham sería el padre no de una sola, sino de muchas
naciones.
(7) De él provendrían reyes.
(8) Las dos partes de territorio serían por “posesión
perpetua”.
(9) Dios sería un Dios tanto para él como para su
simiente.
(10)
El pacto sería “un pacto eterno”.
(11)
Su posteridad poseería las puertas de sus enemigos.
(12)
En su simiente serían benditas todas las naciones de la tierra.
El alcance de estas divinas
promesas es de hecho muy amplio y haremos bien en recordar que un pacto es una
alegación entre dos partes y no sería juicioso apropiarle ideas y
teorías humanas. Las dos partes son obviamente (1) Dios y (2) Abraham y su
posteridad, los hijos de Israel.
Habiendo cuidadosamente
considerado la extensión de la promesa incondicional de Dios concerniente a su semilla
y al territorio que fueron destinados heredar, el próximo paso que
se da es que el Señor repitió la misma promesa a Isaac y a Jacob, lo cual
enfatiza más el caso. Primero a Isaac:
“Y se le apareció Jehová (a
Isaac) y le dijo: No desciendas a Egipto; habita en la tierra que Yo te diré.
Habita como forastero en esta tierra, y estaré contigo y te bendeciré; porque a
ti y a tu descendencia daré todas estas tierras, y confirmaré el
juramento que hice a Abraham tu padre. Multiplicaré tu descendencia como
las estrellas del cielo, y daré a tu descendencia todas estas tierras; y
todas las naciones de la tierra serán benditas en tu simiente”
(Gén.26:2-4).
Después a Jacob:
“Entonces Isaac llamó a
Jacob…diciendo…el Dios Omnipotente te bendiga, y te haga fructificar y te
multiplique, hasta llegar a ser multitud de pueblos (su semilla); y te
de…la tierra en que moras (como extranjero), que Dios le dio a Abraham”
(Gén.28:1-4).
“…Jehová estaba en lo alto de
ella (la escalera celestial), el cual dijo: Yo soy JEHOVÁ EL DIOS de Abraham tu
Padre y el Dios de Isaac: la tierra en que estás acostado te la daré a ti y
a tu descendencia. Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te
extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias
de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente” (Gén.28:13-14).
Bien se ve que la promesa
original dada a Abraham permanece intacta y no tiene condiciones añadidas.
Tanto la semilla como el territorio tenían un duplo elemento
Los
“amileniales”, los que no aprueban el Milenio y que niegan el literal
cumplimiento de estas promesas, resaltan mucho sin embargo un pasaje en Gálatas
3:16:
“Ahora
bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a tu simiente. No dice: Y a las
simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la
cual es Cristo”.
Lo que
con esto se representa es que todo lo que Jehová tenía en vista en conexión con
la promesa hecha a los patriarcas era la Persona de Cristo Mismo, quien descendería de la
literal semilla de Abraham (Mat.1:1). Pero aquellos que afirman y resaltan este
punto no leen lo suficiente, porque en el último versículo del capítulo Pablo
escribe:
“Y si
vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según
la promesa” (Gálatas 3:29).
No tiene
contestación posible que todo esto sea relativo a las iglesias de los Gálatas,
los cuales son descritos como la semilla de Abraham, así que debe haber
un duplo aspecto a esta semilla que este capítulo describa. Además, esto se
confirma cuando acudimos de vuelta al Antiguo Testamento. El Apóstol Pablo está
reseñando versículos tales como Gén.21:12, “En Isaac te será llamada
descendencia”. Aquí la palabra zera, simiente, es un nombre colectivo y
se emplea en un sentido singular con un verbo singular. Pero en Gén.17:7, la
misma palabra se utiliza en un sentido plural:
“Y
estableceré Mi pacto entre Mí y ti, y tu descendencia (zera) después de
ti en sus generaciones por pacto perpetuo para ser tu Dios, y el de tu
descendencia después de ti”.
Está
claro que aquí la semilla no puede ser singular; debe ser plural,
por tanto basar cualquier doctrina tanto en singular como en plural de esta
palabra “simiente” por si misma sería como obtener solo media verdad. Solo
podrá guiarnos a un cuadro distorsionado en nuestras mentes.
Lo mismo
podrá decirse acerca del don del territorio. Fue un duplo regalo. De
acuerdo a Génesis 13:14-17 y 17:8 el don es relativo a Canaán, la
moderna Palestina. Pero en Génesis 15:18 se exhibe una porción mucho más amplia
de terreno, esto es, desde el “rio de Egipto (el Nilo) hasta el gran rio
Éufrates”.
Por muy
lejos que vaya la imaginación estas porciones del globo no pueden ser
idénticas, y una es tanto un don de Dios como la otra.
Aquellos
que espiritualizan y se oponen al sistema histórico gramatical de
interpretación, sostienen que el don del literal territorio ya se cumplió tanto
con Josué como con Salomón. Examinemos y veamos si es así.
En Josué
21:43-45 tenemos lo siguiente:
“De esta
manera dio Jehová a Israel toda la tierra que había jurado dar a sus padres, y
la poseyeron, y habitaron en ella…No faltó palabra de todas las buenas promesas
que Jehová había hecho a la casa de Israel; todo se cumplió.”
A primera
vista parece conclusivo todo esto; todo vino a suceder como Dios lo había
prometido concerniente al territorio, pero teniendo en cuenta lo que ya hemos
visto podríamos preguntarnos, ¿cuál territorio? Sería Canaán, o la más amplia
porción de tierra que se extendía sobre la moderna Arabia Saudita, e Irak
hasta el Éufrates? No puede haber dudas que se trata de la primera porción. El
reposo que Josué en 21:44 refiere resultó de sus conquistas en Canaán,
pero nadie puede afirmarnos que Josué librase batalla alguna en las regiones
del Éufrates. Este pasaje en el libro de Josué se refiere solamente al don de
Canaán, dejando el resto para ser cumplido en el futuro (vea Éxodo 6:4; 1ª
Crón.16:15-18).
Con
respecto al reinado de Salomón, se nos dice en 1ª Reyes 4:21 y 2ª Crón.9:26 que
este dominio se extendió desde el rio (Éufrates) hasta la tierra de Palestina y
hasta el borde o frontera de Egipto. Esto no es lo mismo que hasta el
rio Nilo como Dios prometió, ni tampoco Israel habitó nunca en una tan grande
porción de territorio. Se nos dice específicamente que “Judá e Israel habitaban
confiados, cada uno bajo sus parras de uvas y bajo su higuera, desde Dan
hasta
Beersheba,
todos los días de Salomón” (1ª Reyes 4:25). Dan y Beersheba eran el extremo
norte y sur de Canaán que hacía parte tan solo de una porción de la
tierra prometida a Abraham en Génesis 15:17, 18, pero la susera nía de Salomón
se extendía mucho más hacia el oriente. Las profecías concernientes al
territorio afirman que Israel lo habitará por completo, no solo una
pequeña porción como Canaán. Así, pues, de ninguna manera se puede decir que,
la promesa originalmente dada por Dios a Abraham, se haya cumplido ni en los
días de Josué ni en los de Salomón. Esta promesa se ubica en el futuro y
solamente tendrá su completo cumplimiento en la segunda Venida de Cristo.
Isaías
19:23-25 es una profecía muy significativa:
“En aquel
tiempo habrá una calzada de Egipto a Siria, y asirios entrarán en Egipto, y
egipcios en Asiria; y los egipcios servirán con los asirios a Jehová. En aquel
tiempo Israel será tercero con Egipto y con Asiria para bendición en medio de
la tierra; porque Jehová de los ejércitos los bendecirá diciendo: Bendito el
pueblo mío Egipto, y el asirio obra de mis manos, e Israel Mi heredad”.
Esto nunca
ha sucedido en toda la historia pasada. El área cubierta es la porción más
grande de territorio delineado en Génesis 15 y por tanto será en aquel
tiempo cuando Dios cumplirá a la letra Su promesa en gracia a Abraham
concerniente a un hogar para su simiente para siempre. A la luz de los
hechos contemporáneos que están ocurriendo en el Medio Oriente esta profética
visión es más que interesante. Es fabulosa y prueba que estamos tratando con un
Dios cuya palabra no volverá para Él vacía, sino que ciertamente cumplirá con
ella Su deseo y prosperará en todos los objetivos para los cuales la envió
(Isaías 55:11).
Es
importante recordar el hecho de que el pacto de Dios con Israel respecto al
territorio es un pacto de gracia, y que por tanto no depende sobre la fidelidad
u obediencia de la nación. En Deuteronomio 30:1-9 tenemos una amplificación de
este pacto en su relación a Canaán. En su previo conocimiento, Dios sabía de
antemano que en la historia de este pueblo habría pecado y reincidencia
pecaminosa por la cual Él tendría que disciplinarlos. A pesar de eso, Su pacto
incondicional prevalecería:
“Sucederá
que cuando hubieren venido sobre ti todas estas cosas, la bendición y la
maldición que he puesto delante de ti, y te arrepintieres en medio de todas las
naciones adonde te hubiere arrojado Jehová tu Dios, y te convirtieres a Jehová
tu Dios, y obedecieres a Su voz conforme a todo lo que Yo te mando hoy, tú y
tus hijos con todo tu corazón y con toda tu alma, entonces Jehová hará volver a
tus cautivos, y tendrá misericordia de ti, y volverá a recogerte de entre todos
los pueblos adonde te hubiere esparcido Jehová tu Dios. Aun cuando tus
desterrados estuvieren en las partes más lejanas que hay debajo del cielo, de
allí te recogerá Jehová tu Dios, y de allá te tomará; y te hará volver Jehová
tu Dios a la tierra que heredaron tus padres, y será tuya; y te hará bien, y te
multiplicará más que a tus padres. Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y
el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu
corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas. Y pondrá Jehová tu Dios todas
estas maldiciones sobre tus enemigos… Y tú volverás, I oirás la voz de Jehová,
y pondrás por obra todos Sus mandamientos que yo te ordeno hoy. Y te hará
Jehová tu Dios abundar… porque Jehová volverá a gozarse sobre ti para bien.”
Hay
partes del pacto que ya se han cumplido literalmente. Israel ha pasado
experimentalmente por diversas dispersiones judiciales debido a su
desobediencia, pero también y además sus respectivas restauraciones; sin
embargo esta remarcable profecía pone su vista en la segunda Venida de Cristo
hacia su total cumplimiento que será igualmente literal. El Seños ciertamente
viene (vers.3-6) e Israel pondrá sus ojos en Aquel que traspasaron (Zac.12:9-11)
y serán convertidos nacionalmente (Rom.11:26, 27). Serán restaurados a su
territorio desde los cuatro cantos de la tierra y sus enemigos serán juzgados.
Solamente existe un elemento condicional, pero ese elemento dice respecto
solamente al tiempo de su total cumplimiento, “cuando…entonces”
(vers.1-3). Esto depende de la salvación y conversión de la nación de la cual
trata Romanos 11 asegurando que “los dones y el llamamiento de Dios son sin
arrepentimiento (que no cambia de parecer de Su parte, vers.29). Esta era
además la esperanza de los profetas del Antiguo Testamento que se extiende
sobre este gran tema y con la cual trataremos más tarde.
Hemos
visto que todos los pactos Escriturales, con excepción del pacto terrenal con
Noé y toda la raza humana, pertenecen a Israel (Rom.9:3-5).
Una vez
que ya hemos considerado el relacionado con la simiente y el territorio,
el siguiente en importancia es el pacto hecho a David concerniente al trono.
Este pacto es una expansión de la promesa divina concerniente a la semilla:
“Y cuando
tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a
uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino” (2a
Sam.7:12).
“Hice
pacto con mi escogido; juré a David mi siervo, diciendo: Para siempre confirmaré
tu descendencia, y edificaré tu trono por todas las generaciones”
(Salmos 89:3, 4).
“Como no
puede ser contado el ejército del cielo, ni la arena del mar se puede medir,
así multiplicaré la descendencia de David mi siervo, y los levitas que me
sirven…Así ha dicho Jehová: Si no permanece Mi pacto con el día y la noche, si
Yo no he puesto las leyes del cielo y la tierra, también desecharé la descendencia
de Jacob, y de David Mi siervo” (Jer.33:22, 25, 26).
Lo
importante a observar es que, igual que el pacto de Abraham, este también sea
“para siempre” y además incondicional. Esto significa que el reino de gobierno
sobre Israel, nunca será quitado de manos de la posteridad de David, a pesar de
todas las interrupciones o castigos que pueda haber en desobediencia. En Salmos
89, las palabras del Señor son definitivas:
“No
olvidaré Mi pacto, ni mudaré lo que ha salido de Mis labios. Una vez he
jurado por Mi santidad, y no mentiré a David. Su descendencia será para
siempre, y su trono como el sol delante de Mi” (vers.34 y 37).
La
promesa se confirma posteriormente en las siguientes Escrituras que deben ser
leídas y meditadas por el estudiante de la Palabra : Isa.9:6, 7; Jer.23:5, 6; 30:14-17, 20,
21; Ezeq.37:21-28; Oseas 3:4, 5; Amós 9:11.
En
relación con la promesa incondicional de Dios hecha a David acerca de la
simiente que vendría a ocupar su trono para siempre, tenemos que observar un
detalle. Dios no estaba garantizando que alguno de la posteridad de David
vendría a ocupar ese trono continuamente. Vendrían a suceder quiebras e
interrupciones, y eso nos demuestra la historia, pero la línea de David nunca
vendría a ser olvidada ni perdida de vista. Esto no depende del hombre con
todas sus limitaciones de conocimiento, sino de la inmutabilidad de la Palabra , y del pleno poder
y propósito de Dios.
Los que
se oponen al Milenio espiritualizan y afirman que la presente sesión de Cristo
en el cielo ya cumple este pacto con David. Sin embargo la Escritura deja
perfectamente claro que durante esta edad el Señor Jesucristo está sentado sobre
el trono de Su Padre en los cielos, y nadie por mucha imaginación que
tuviera podría decir que esto se refiera al trono de David sobre la tierra.
G.N.H.
Peters escribe lo siguiente:
“Ningún
sofista espiritualizando, simbolizando, o tipificando podrá transmutar la
promesa del trono de David y el reino en cualquier otra cosa, como por ejemplo,
en el trono del Padre, o la soberanía divina, o el reino de la gracia, o la
dispensación del Evangelios etc., por la sencilla razón de que el idéntico
trono y reino, así ahora pervertido, es el mismo que se le promete al Mesías a
ser re-establecido por Sí Mismo (Amós 9:11; Hechos 15:16; Zac.1:16, 17 y 2:12,
etc.).
La corona
teocrática despreciada, el trono teocrático pervertido, el reino teocrático
traspasado, es el trono coronado, el reino que Cristo restaura…Estas cosas,
además, están vinculadas con la restauración de la nación Judía (Jer.33:14;
Miqueas 4:6, 8). Estos hechos - la existencia del trono a su tiempo, su no
existencia o desaparición durante un periodo, su restauración de nuevo, su
conexión en el restauro con el pueblo antiguo y el territorio que formaba el
reino original…indica de la manera más clara posible hablando, que la antigua
fe en el lenguaje del pacto no puede ser descartada” El Reino Teocrático
1:347.
No puede
haber duda alguna, si las palabras tienen consigo algún significado, que el
presente reinado de Cristo en el cielo simplemente no cumple las específicas
promesas del pacto de David. Lo que las palabras del pacto dan a entender es
que el Señor Jesús regresará a la tierra en poder y gloria para abolir el reino
de Satanás expreso y manifiesto en el dominio Gentil del mundo y para asentar
entonces el preciso gobierno de justicia que le ha sido prometido por Dios.
Este gobierno será un visible y manifiesto reino, no totalmente espiritual,
aunque abarque y asiente sobre realidades espirituales como fundamento. Ambas
cosas son necesarias para que se cumpla el lenguaje de la promesa, y como ya
hemos resaltado anteriormente, este reino será eterno porque Dios ha
determinado que será “para siempre”.
Ya hemos
visto cómo Dios emplea representantes o mediadores para llevar a cabo Su
propuesto reino. Estos representantes tanto pueden ser individuos como
naciones. Dios le dijo a Moisés con respecto a su relación hacia Aarón “Tú
serás para él en lugar Dios” (Éxodo 4:16) y concerniente a su relación hacia el
Faraón “Yo te he constituido dios para Faraón” (Éxodo 7:1).
Pero toda
la nación de Israel fue escogida por el Señor con el único objetivo de que
fueran mediadores, adquiriendo y llevando de Él Propio y de Su verdad un
conocimiento hasta los confines de la tierra, cumpliendo así la promesa a
Abraham, “y en tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra”
(Gén.12:3; 26:4; 28:13, 14).
Dios
levanto a Moisés como su líder y gobernador y pudo decir del Gobernador
venidero, “Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú”
(Deut.18:18). Esteban en su discurso registrado en Hechos 7 describe a Moisés
como un archon, príncipe, y libertador” así se mantiene el concepto del
reino. En Éxodo 19 tenemos una posterior elaboración del reino propuesto por
Dios en lo tocante al pueblo de Israel:
“Y Moisés
subió a Dios; y Jehová lo llamó desde el monte, diciendo: Así dirás a la casa
de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel: Vosotros visteis lo que hice a
los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a Mí, ahora,
pues, si diereis oído a Mi voz, y guardareis Mi pacto, vosotros seréis Mi
especial tesoro sobre todos los pueblos; porque Mía es toda la tierra. Y
vosotros me seréis un reino de sacerdotes y gente santa. Estas son las
palabras que dirás a los hijos de Israel” (vers.3-6).
Aquí
tenemos una resonante diferencia con lo que hemos visto anteriormente en la
revelación de los propósitos del reino Dios hasta ahora, siendo hasta aquí todo
incondicional, solamente basado en la palabra y la gracia de Dios. Ahora, por
primera vez, tenemos un pacto que es condicional, “si diereis oído a Mi
voz”, y sabemos bien que Israel no lo hizo. A pesar de la promesa que le
hicieron al Señor, “Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y
obedeceremos” (Éxodo 24:7), sus actos revelan la continua rebelión y
desobediencia.
Ahora,
por tanto, tenemos un verdadero problema y haremos bien en preguntar, una vez
que Israel ha fracasado miserablemente en guardar la condición de Dios para que
fuesen un “reino de sacerdotes”, ¿será que el plan del reino de Dios ha sido
anulado? A primera vista pareciera que así haya sucedido, sin embargo, el gran
propósito del Señor para la salvación del mundo y su bendición no está basada
en algo tan frágil como sea el poder, la determinación o la obediencia humana.
Todavía,
tenemos otro pacto divino hecho con el mismo pueblo terrenal, tan incondicional
como aquellos pactos hechos con Abraham y David, y éste es de pura gracia. El
pacto Mosaico se designa como el “pacto antiguo”. Está claro que depende de las
obras y méritos, pero el remedio de Dios para el fracaso de Israel es el
Nuevo Pacto dado a conocer en Jeremías 31 y este nuevo pacto excede y
sobrepasa al antiguo. No es que hubiese algo de errado intrínsecamente con el
antiguo pacto de la ley. Fue una revelación de la santidad de Dios pero no daba
poder alguno observarlo. “Era santo, justo y bueno” (Rom.7:12), dando un
perfecto estándar de pensamiento y conducta entre Dios y el hombre, expresado
en la palabra “amor”. Pero la naturaleza pecadora humana jamás podría alcanzar
este estándar tan elevado. La ley era débil “por causa de la carne” (Rom.8:3),
y por ese motivo nunca podía justificar ni vivificarnos (Gálatas 2:21; 3:18,
21).
El
propósito que tenía era demostrar abiertamente el pecado en el hombre. El Apóstol
Pablo dijo “Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco
conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás” (Rom.7:7).
Es
evidente entonces que ni Israel ni ningún otro ser humano podrían venir a ser
partícipe en el gran plan redentor de Dios basados en sus propios esfuerzos o
méritos. La ley dada a través de Moisés tenía como único objetivo que
dependiésemos toda nuestra vida en Cristo y en lo que Su gloriosa obra
redentora había conseguido (Gál.3:24). Esta fue la lección que Israel nunca
aprendió en el pasado pero que sin embargo aprenderá en el futuro cuando el
Nuevo Pacto de gracia sea puesto en operación en la Segunda Venida del
Señor:
“Y luego
todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, que
apartará de Jacob la impiedad. Y éste será Mi pacto con ellos, cuando Yo
quite sus pecados… Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de
Dios.” (Rom.11:26-29).
Veamos la
primera ocurrencia de este pacto de gracia. Se sitúa en un contexto de la vuelta
a reunir de Israel en el territorio:
“He aquí
que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré un nuevo pacto con la casa
de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres
el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos
invalidaron Mi pacto, aunque fui Yo un marido para ellos, dice Jehová. Pero
éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice
Jehová: Daré Mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y Yo seré a ellos
por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo,
ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán,
desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová: porque
perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado”
(Jer.31:31-34).
Para
resaltar aún más este hecho, el Señor apela a las ordenanzas del sol y la luna
y dice:
“Si
faltaren estas leyes delante de Mí, dice Jehová, también la descendencia de
Israel faltará para no ser nación delante de Mí eternamente. Así ha dicho
Jehová: Si los cielos arriba se pueden medir, y explorarse abajo los
fundamentos de la tierra, también Yo desecharé toda la descendencia de Israel
por todo lo que hicieron, dice Jehová” (Jer.31:36, 37).
Esto
mismo se repite en Jer.33:25, 26. Si hacemos un sumario, hallaremos lo
siguiente:
(1) El pacto se hace entre dos partes, por un lado Jehová y por
el otro las casas de Israel y de Judá. Es por tanto un pacto nacional.
Tanto el antiguo como el nuevo pacto deben relatarse al Israel literal porque
Dios habla del antiguo pacto de la ley hecho con ellos y con su éxodo de
Egipto.
(2) El Nuevo Pacto es incondicional, un pacto de gracia basado
en la repetida frase de Dios “Yo haré”.
(3) Es un pacto eterno como el pacto de Abraham y de David
(Ezeq.37:25-28; Jer.31:35-37).
(4) El Nuevo Pacto promete la impartición de una nueva mente
y corazón por Dios que es equivalente a una regeneración, el Propio Dios
escribe Su ley en ellos (Isa.59:20, 21; Ezeq.36:24-29).
(5) El perdón de los pecados se incluye en el pacto y el
significativo pasaje en Rom.11:25-29 ya citado anteriormente no debe ser
olvidado. Otras bendiciones tanto espirituales como temporales surgen de este
pacto de gracia con Israel.
Existen
diferencias de opinión en cuanto a si este pacto puede ser aplicado en este
tiempo presente a una más alargada compañía además de Israel y Judá. Es cierto
que la base sobre la cual se fundamente este pacto es la sangre derramada del
Señor Jesús en la Pascua ,
porque dice:
“…porque
esto es Mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión
(perdón) de los pecados” (Mat.26:28).
Una vez
que la ofrenda única de Cristo sobre la cruz es la base para la salvación del
creyente hoy en día, muchos han llegado a la conclusión de que el Nuevo Pacto
debe aplicarse a la Iglesia ,
el Cuerpo de Cristo. ¿Cómo se libran del hecho de que sea hecho con el
Israel literal y no con la
Iglesia ? Aquí vemos cómo lo hace E. W. Grant:
“Nos
preguntaremos ¿cómo, de acuerdo a esto, se aplica el Nuevo Pacto para todos
nosotros? Otras Escrituras nos responden a esto asegurándonos que, si bien no
tenemos el Pacto hecho con nosotros, sí que lo tenemos sin embargo en
todas las bendiciones de las cuales se dice, nos fueron ministradas” La Bíblia Numérica 7,
48.
Este
comentario es ingenioso, pero aunque fuese verdad, no podría hacerse sin
espiritualizar el asunto. De lo que esta gente no se da cuenta es que Dios no
está forzado a limitar el perdón de pecados, basado en el derramamiento de la
sangre de Cristo, a un pacto básico de ningún tipo. Las bendiciones
infinitas del Calvario pueden recaer sobre todos los que pongan su confianza en
el Señor Jesús sin tener en cuenta si son Judíos o Gentiles, en pacto con Dios
o sin pacto. Efesios pone todo esto muy claro:
“…En
Quien (Cristo) tenemos redención a través de Su sangre, el perdón de los
pecados, según las riquezas de Su gracia, que hizo abundar sobre nosotros…” (Efesios 1:7, 8).
Riquezas
de gracia que van más allá de lo que jamás podríamos haber soñado provenientes
de la ofrenda de Cristo “hecha de una vez para siempre” (Heb.10:10-12) y
“abundantes riquezas de Su gracia” en las edades venideras (Efesios 2:4-9), y
aquí no se menciona pacto alguno. Así que no hay necesidad de traspasar el
pacto nacional de gracia de Israel. Debe dejarse donde Dios lo ha ubicado
expresamente, esto es, sobre Su pueblo terrenal:
J. N.
Darby muestra claramente eso mismo, diciendo:
“Este pacto de
la letra se hace con Israel, no con nosotros…Israel, no aceptando la bendición,
hace con que Dios pusiese en evidencia a la iglesia y al Mediador del pacto
puso sobre las alturas. Nosotros estamos asociados con el Mediador. Será válido para Israel palabra
por palabra” The Collected Writings of J. N. Darby xxvii,
565-566.
Mientras que la divina ley dada
a través de Moisés, el Pacto Antiguo, desde un punto de vista moral y
espiritual era incapaz de satisfacer las necesidades del hombre en su pecado y
fragilidad, aun así en algunos aspectos expresaba el concepto del reino de
Dios, especialmente en la esfera civil. No debemos olvidar que la ley abarca el
típico reflejo de Cristo y Su obra redentora por sacrificio y ofrenda y las
normas para el vivir diario así como los diez mandamientos. La sabiduría de
Dios y Su constante cuidado por Su pueblo terrenal se expresa de muchas
maneras. Comenzando con que a los Levitas no se les permitía que tuviesen
propiedades ni amontonar ganancias materiales. El mandamiento que les dio el
Señor fue “De la tierra de ellos no tendrán heredad, ni entre ellos tendrás
parte (Núm.18:20). Esto claramente impedía el desarrollo de una rica casta
sacerdotal que tuviese poder sobre el pueblo. Consecuentemente, no tenían
autoridad civil de ningún tipo. En su lugar Dios les dijo, “Yo soy tu parte y
tu heredad en medio de los hijos de Israel” (18:20) y una vez que Él era y
sigue siendo el dueño de todo, ¿qué podría faltarles? Su sustento material
provenía de los diezmos y ofrendas de la nación en su totalidad, la cual si que
recibió heredad en el territorio (Núm.18:21-32).
Originalmente el Señor les hizo
ver, cuando fueron libertados en el Éxodo, que no salieron de manos vacías. Los
israelitas “pidieron” y el Señor les dio “favor a los ojos de los egipcios,”
los cuales les ofrecieron una buena cantidad de oro y de plata en el tiempo de
su partida. Los egipcios se dieron por satisfechos sin duda alguna viéndolos
partir debido al terrible juicio que las plagas les ocasionaron (Éxodo 11:2, 3;
12:35, 36). Además de todo esto, cuando llegaron a Canaán, “una tierra que
manaba leche y miel”, cada uno de ellos tuvo su heredad con el rico producto
que producía.
Lo que es importante observar
aquí es que bajo la dirección del Señor ninguna heredad podría perderse.
Y si el reino de Dios tiene que ser eterno, así también debe ser en tipo y
figura esta herencia. Una cierta medida de libertad le fue otorgada al
propietario. Podía producir sus frutos agrícolas, alquilarla, hipotecarla, pero
nunca podía perder permanentemente el título original. Dios dijo: “La
tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra Mía es”
(Lev.25:23).
Si alguno empobreciese, la ley
Mosaica requería la ayuda y asistencia de quien pudiese ofrecerla, “Porque no
faltarán menesterosos en medio de la tierra; por eso…abrirás tu mano a tu
hermano, al pobre y al menesteroso en tu tierra.” (Deut.15:11). Pero la gran salvaguarda contra
la pobreza permanente se hallaba en la ley del Jubileo. Esta significativa y
notable ley ordenaba que al final de siete Sabbath de años (49 años), en el cincuentavo
año debía ser devuelta y proclamada la libertad para todos. Todos los siervos
eran libertados, y todas las deudas contraídas en relación a la propiedad se
cancelaban. Todas las personas podían libremente reclamar sus pertenencias
originales de la tierra. Así que era imposible pasar los fardos contraídos por
una generación a la siguiente. Debe observarse cuidadosamente sin embargo, que
no existía principio alguno comunista envuelto en esta ni en ninguna
confiscación de la propiedad privada por la distribución pública e
indiscriminada tergiversada en propiedad pública. Era sencillamente la
restauración de toda propiedad a su dueño original. El jubileo solamente
garantizaba un nuevo comienzo, no una seguridad económica para quien fuese
negligente con sus actos.
Una vez que esta nueva
condición fuese alcanzada, los resultados de la conducta humana sucedían
normalmente. Dios nunca premia la pereza o la estupidez. Por otro lado, el
hombre diligente podía prosperar. Este es el resultado inevitable de la libre
actuación de cada uno. Nunca se ha encontrado una vía perfecta para reconciliar
la libertad personal con la completa igualdad, siendo que el motivo para eso y
la raíz del problema resida en el propio hombre y su naturaleza pecadora, y
hasta que no sea completamente erradicada, una tal igualdad no pasa de ser un
mero sueño quimérico.
Por esta causa han fracasado los
planes socialistas y comunistas en el pasado y fracasarán sin remedio en el
futuro. Es imposible para el hombre hallar un balance equilibrado entre la
libre economía y la seguridad económica. El Único capaz de hacerlo es el Rey de
reyes y cuando Su reino y regla llegue a gobernar sobre la tierra estos tales
problemas serán abolidos, pues Él tratará con el pecado del hombre y su fracaso
en primer lugar, y después entonces regulará las condiciones externas en
perfecta justicia.
Antes de la llegada del año
Jubileo también había esperanza para el hombre que hubiese perdido su estatuto
original o por calamidad o negligencia. Un pariente próximo podía ejercitar el
derecho de redimir la propiedad perdida pagando un precio apropiado calculado
en base de los productos producidos en los años que faltasen para el año
Jubileo. Si la persona careciese del tal pariente, también podía redimirse por
sí propio cuando llegase a juntar los recursos suficientes y necesarios
(Lev.25:24-28). Este principio también se aplicaba con los siervos
(vers.39-54).
Existían
otros medios por los cuales el pobre era socorrido. Cuando los cereales se
cosechaban o se hacía la vendimia, una parte de las uvas o del grano tenía que
dejarse en el campo para que los necesitados pudiesen recolectarlos. Además, si
se les prestase dinero, ningún interés podría ser acrecentado (Lev.25:35-37),
ni al acreedor se le permitía como garantía tomar cualquier propiedad que fuese
esencial para su sustento (Éxodo 22:25-27). Otro recurso de asistencia sucedía
cada siete años que hacía un “Sabbath” para la tierra, dándole su descanso para
que pudiera recomponer sus minerales. Aquello que de suyo creciese no podía ser
recolectado por el dueño, sino dejado especialmente para el pobre y para los
animales del campo.
Dios le
prometió a Israel una fructificación excepcional de sus campos y el incremento
de sus rebaños y manadas de animales. “Porque la tierra de la cual Jehová tu
Dios cuida, siempre están sobre ella los ojos de Jehová tu Dios, desde el
principio del año hasta el fin” (Deut.11:12). “No habrá en ti varón ni hembra
estéril, ni en tus ganados” (Deut.7:13, 14), y tales bendiciones nunca se
experimentaron en ninguna otra nación. Aun mismo cuando Israel andaba errante
por el desierto durante cuarenta años siendo incrédulos y desobedientes, Dios
siguió supliendo para todas sus necesidades en el don milagroso diario del maná
del cielo (Éxodo 16:35). Ni tampoco cesó de ofrecérselo hasta que entraron
efectivamente en la tierra prometida (Josué 5:12). También el agua fue provista
milagrosamente (Éxodo 15:23-25). Durante este largo periodo en el desierto
cuando sería imposible reemplazar el vestuario, el Señor milagrosamente hizo
con que ni sus ropas ni calzado envejeciesen en los 40 años (Deut.8:4; 29:3-5).
Nehemías escribió posteriormente que durante la travesía del desierto, a Israel
nunca le faltó de nada (Heh.9:21).
Otro
asunto extremamente importante era la cuestión de la salud cuando se viaja en
las adversas condiciones a través de un cálido desierto. La nación todavía no
había salido sino hacía tres días a través de este territorio antes de que Dios
les hubiese prometido “ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te
enviaré a ti, porque Yo soy Jehová tu sanador” (Éxodo 15:26). Posteriormente en
el Monte Sinaí el Señor dijo, “Yo quitaré toda enfermedad de en medio de ti” (Éxodo
23:25) y subsecuentemente, cuando el pueblo llegó al borde de la tierra
prometida, se repitió la promesa, “Y quitará Jehová de ti toda enfermedad”
(Deut.7:15).
Siendo
así, podemos comprender que, estando protegidos de las inclementes enfermedades
pudieran alargar su vida y obedecer a la ley que les indicaba “Honra a tu padre
y a tu madre, como Jehová tu Dios te ha mandado, para que sean prolongados
tus días, y para que te vaya bien sobre la tierra que Jehová tu Dios
te da” (Deut.5:16. Debe ser aquí resaltado que “viviendo” en conexión con
guardar la ley, siempre se refiere a la vida física y no nunca a la vida
eterna después de la muerte. De ninguna manera enseña el Antiguo Testamento que
la vida eterna podía garantizarse por guardar la ley o por obras o mérito de
ningún tipo, y siendo así, no contraría la enseñanza dada posteriormente
en el Nuevo Testamento sobre este tema o sujeto tan importante. Cuando nos
damos cuenta de la importancia que Dios le da a la salud en la apariencia de Su
reino sobre la tierra podemos apreciar la razón y el por qué la salud posee un
lugar tan preponderante en el ministerio terrenal del Señor Jesús para Israel,
cuando, tal como Él declaró, el reino se hallaba tan cerca y a la mano. Este
sanador ministerio continuó durante el periodo de Hechos, a través del
ministerio de los apóstoles hacia el mismo pueblo de Israel que se hallaba tan
íntimamente ligado por el Señor en el establecimiento de Su reino sobre la
tierra.
Resaltando
ahora otros aspectos que afectaban la vida del pueblo terrenal de Dios,
observamos como un principio general que los beneficios que les fueron
conferidos demandaba algún esfuerzo de parte del hombre. Así, por ejemplo, el
maná debía recogerse diariamente de acuerdo a lo instruido, porque la sabiduría
de Dios no premia la pereza. Con respecto a la productividad de la tierra, “que
fluye leche y miel”, como ya hemos visto, estos frutos los providenciaba el
Señor, sin embargo debía ejercitarse el cuidado y el sentido común, para que su
productividad pudiera mantenerse.
En sus
batallas, si era necesario forzar una entrada por las puertas o muros, no se
permitía cortar para el efecto cortar árboles frutales (Deut.20:19, 20).
Cuando se cazaban pájaros, solo las crías podían retirarse de la red, la madre
debía siempre ser libertada (Deut.22:6, 7). Este proceder aseguraba la
perpetuidad de las especies, y tal como ya hemos señalado, la tierra debía
permanecer sin cultivo durante un año cada siete para su regeneración y futura
fertilidad (Lev.25:4).
En otros
aspectos la sabiduría predominante tenía como objetivo el bien estar de Su
reino terrenal. Especialmente respecto al descanso y la relajación eran
leyes dadas para que la salud física y mental pudiese constantemente ser
disfrutada. La promesa de Dios de liberación de la enfermedad tenía que ser
acompañada por un estilo de vida sabio y sentido común.
El pueblo
de Israel tenía que descansar un día en cada siete y un año en cada siete
también (Lev.23 y 25). Además había un Sabbath especial, fiestas y convocaciones
asegurando evitar el excesivo esfuerzo físico. La prisa y el esfuerzo de los
días modernos eran impracticables bajo la ley de Dios.
No solo
sería adecuado el descanso y la mudanza de vida, sino que la ley de sanidad era
más comprensible y bastante superior a nuestras modernas ideas actuales. Había
muchas normas en cuanto a la higiene personal del sacerdote y de sus vestuarios
(por ejemplo, Número 19:5-8). Cuando Israel salía a la guerra había estrictas
regulaciones concernientes a la disposición de las letrinas (Deut.23:9-14).
Aquí
tenemos un testimonio de un médico cristiano al respecto:
“Las
enfermedades transmitidas por el agua y por la mosca, tales como la disentería
y la fiebre entérica, han sido mayor azote de los ejércitos en el campo de batalla
que en las populaciones estacionarias. En la Guerra de Sud África, la pérdida de vida debido a
estas enfermedades era más elevada que por las armas enemigas. Tan solo en la Gran Guerra de 1914-18
se tomaron las debidas precauciones regulando la disposición de las letrinas.
Sin embargo, a través de todos los siglos, el remedio se hallaba escrito y a la
mano si es que los generales hubiesen leído cuidadosamente sus Biblias, porque
habrían tenido en cuenta las direcciones tan pertinentes al respecto decretadas
para el entierro de los excrementos.” (Modern Discovery and the Bible p.122 por el Dr. A.Rendel Short).
Con
respecto a la ingestión de carne, ciertas ofrendas tenían que ser comidas en el
mismo día que se sacrificaban. En otras ofrendas la carne podía ser ingerida al
segundo día, pero después tenía que ser quemada (Lev.7:15-18; 19:5-7). Este
procedimiento era esencial en un clima tan cálido que la carne podía
deteriorarse rápidamente.
Adentrarse
en una tienda donde hubiera un cuerpo muerto hacía con que la persona fuese
considerada impura durante una semana y todos los vasos expuestos en la
tienda se consideraban de la misma manera. El contacto con un cuerpo muerto
tenía el mismo efecto y el remedio pasaba por el lavamiento con cenizas y
agua corriente (no con aguas paradas en un vaso). Y esto se aplicaba al
tercer y al séptimo día y además la persona impura debía lavarse tanto a sí
propio como sus vestidos (Núm.19:14-21) al séptimo día. ¡Las leyes
modernas de higiene no son tan estrictas como esta!
Así,
pues, de muchas maneras, algunas de las cuales hemos mencionado aquí, la
maravillosa sabiduría del Dios Gobernador, legislaba teniendo en vista el gozo
y bienestar de Sus súbditos terrenales.
En la ley
de Dios dada a través de Moisés, se ofrecía una divina expresión de Su reino
terrenal, antes que nada del lado espiritual reflejado en los diez
mandamientos, después en la ley sacrificial que trata del pecado resultante del
traspaso de esta ley. Esta sección de la ley Mosaica es altamente profética,
pues en ella se declara en tipo y reflejo que “sin derramamiento de sangre no
hay remisión” (Heb.9:22). La muerte resultó de la introducción del pecado en el
mundo (Rom.5:12) y esta condena permanece si es que no hubiese perdón y el
pecado no hubiese sido cancelado y puesto de lado. No hay valor intrínseco en
el sacrificio de animal alguno, pues “no es posible que “la sangre de toros y
machos cabríos puedan quitar los pecados” (Heb.10:4). El único valor que tenían
se hallaba en el reflejo profético DEL “Cordero de Dios que quita el pecado del
mundo” (Juan 1:29) por su muerte expiatoria sobre la cruz del Calvario.
La
tercera sección concernía a la vida diaria y a la salud del pueblo de Israel
que acabamos de considerar. Teniendo en mente el plan de Dios para traer en
operación Su reino sobre toda la tierra a través de medios humanos, ahora
podemos entender por qué a Israel se le dan tan importantes reglas en la Biblia. Antes que
nada tenemos la expresión de que este reino en la economía de Israel posee la
intención final de la expansión de su evangelio sobre la tierra, para que el
conocimiento del Señor y Su obra de redención “cubriesen la tierra como las
aguas cubren el mar”.
Fue por
esta única razón que Dios dejó claro a través de Moisés que Israel fuese la
nación principal de la tierra. No fue ciertamente debido a cualquier innata
bondad o habilidad que fuesen escogidos para este gran gobierno. En Éxodo 19:5,
6 Dios había dicho:
“Ahora,
pues, si diereis oído a Mi voz, y guardareis Mi pacto, vosotros seréis Mi
especial tesoro sobre todos los pueblos; porque Mía es toda la tierra. Y
vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y una nación santa”.
Esto
mismo lo encontramos repetido en el libro de Deuteronomio:
“…prestarás
entonces a muchas naciones, mas tú no tomarás prestado; tendrás dominio
sobre muchas naciones, pero sobre ti no tendrán dominio” (Deut.15:6).
“Y Jehová
ha declarado hoy que tú eres pueblo Suyo, de Su exclusiva posesión, como
te lo ha prometido…a fin de exaltarte sobre todas las naciones que hizo, para
loor y fama y gloria, y para que sean un pueblo santo a Jehová tu Dios,
como Él ha dicho” (Deut.26:18, 19).
“Acontecerá
que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios…también Jehová tu Dios te
exaltará sobre todas las naciones de la tierra…” (Deut.28:1).
“Te
pondrá Jehová por cabeza, y no por cola; y estarás encima solamente, y no
estarás debajo…” (Deut.28:13).
No puede
haber por tanto dudas de que la elección de Dios de este pueblo se debió a un
gran objetivo – representar a Dios y Su verdad y ser Sus mediadores para traer
en concreción Su reino sobre la tierra, en cuya justicia y derecho reinaría la
paz suprema forneciendo el gozo y la satisfacción en abundancia. Esto entonces
explica además por qué el Judíos fuese primero en el Nuevo
Testamento tanto para el evangelio como para el juicio (Rom.1:16; 2:9). Debido
a su insólita posición a los ojos de Dios, en adición a sus muchas bendiciones,
Dios les encomendó a ellos las santas Escrituras:
“¿Qué
ventaja tiene, pues, el Judío? ¿O de qué aprovecha la circuncisión? Mucho,
en todas maneras. Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la Palabra de Dios” (Rom.1:16;
2:9), y Pablo resume sus privilegios únicos en Romanos 9:3-5:
“…mis
hermanos, los que son mis parientes según la carne, que son israelitas, de los
cuales son la adopción (filiación), la gloria, el pacto, la promulgación de
la ley, el culto y las promesas; de quienes son los patriarcas, y de los
cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas,
bendito por los siglos. Amén”
El
Salmista en Salmo 147:19, 20 condice:
“Ha
manifestado Su Palabra a Jacob, Sus estatutos y Sus juicios a Israel. No ha
hecho así con ninguna otra de las naciones. Y en cuanto a sus juicios, no los conocieron.
Aleluya.”
Ya hemos visto que Israel nunca
vino a realizar su divino propósito por sus propias obras o méritos. A los ojos
de Dios permanecen como habiendo quebrado Su ley. Pero bajo el Nuevo Pacto de
gracia, ratificado por el Señor Jesús sobre la Cruz , se atendrán a todo lo que Dios se propone
con ellos en Su Segunda Venida:
“Y luego todo Israel será
salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de
Jacob (Israel) la impiedad. Y este será Mi pacto con ellos, cuando Yo quite
sus pecados. Así que en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de
vosotros; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de los padres.
Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios” (Romanos
11:26-29).
El Reino
reflejado proféticamente en la
Fiesta del Señor
Las siete fiestas de Jehová
detalladas en Levíticos 23 nos dan una imagen del reino de Dios en cuanto a sus
efectos en la tierra con Israel como su centro, y el gobierno del Señor a
través de la nación. El orden que tienen es el siguiente:
(1) El Sabbath
|
(2) La
Pascua
|
\
50
días
/
(3) Los Panes Sin Levadura |
(4) Pentecostés
|
Intervalo
(5) Las Trompetas – el primer día
|
El
(6) La
Expiación - el décimo
día
| séptimo
(7) Los Tabernáculos – el quinceavo día
| mes
El año
religioso de Israel se repartía en los primeros siete meses comenzando con Abib
(Abril). Es importante observar cómo el número siete se refleja sobre los
tratos del Señor con Su pueblo terrenal. No hay duda de que este número tiene
un significado especial en la
Biblia. Es el número de la perfección espiritual y se asocia
antes que nada con la creación en Génesis 1. La obra de siete días se describe
y aquí no entramos en disputas de si estos días son de 24 horas o de periodos
más extensos, aunque debemos señalar que los periodos de siete los consideramos
todos de días de 24 horas, y la referencia al Sabbath y a la creación en Éxodo
20:10, 11 también lo requieren así. Cuando nos acercamos al último libro en la Biblia , el Apocalipsis o
Revelación, que trata con la liquidación efectiva de los propósitos de Dios,
hay tantos sietes que probablemente no hayan sido todos ellos descubiertos, si
tomamos en cuenta la ocurrencia de palabras y de frases que así se repiten.
Nos
servirá de ayuda que notemos cómo el número siete se relaciona a la economía de
Israel en el Antiguo Testamento:
(1) Siete días, acabando con el Sabbath.
(2) Siete semanas acabando en Pentecostés.
(3) Siete meses completando el año religioso de Israel.
(4) Siete años, siendo el séptimo el Sabbath en el cual la
tierra descansaba y no se cultivaba
(5) Siete veces siete años hasta el Jubileo, al cual ya nos
hemos referido.
(6) Después hubo un espacio de setenta años en cautiverio para
Israel que fueron ocasionados por Nabucodonosor bajo la licencia de Dios.
(7) Por último tenemos las setenta semanas de años de Daniel que
traen en concreción los tratos de Dios con Israel.
Está
claro que el principio sabático gobierna los propósitos de Dios para Israel.
Con respecto a las fiestas de Jehová, Dios comenzaba con el Sabbath.
Experimentalmente el hombre tenía que comenzar con la verdad de la Pascua que maravillosamente
reflejaba la verdadera Pascua, la ofrenda del Cordero de Dios por el pecado del
mundo. Tal como el tipo o modelo, así sucede con su reflejo; Él era “sin mancha
ni defecto”. Al no precisar de Salvador, podía ser Él el Salvador de los
pecadores que tenían esta gran necesidad.
La
palabra “Sabbath” proviene de la palabra Hebrea que significa “cesar”, “acabar”
o “dar por finalizado”, “reposar”. En Génesis 2:2 se nos declara que Dios descansó
al séptimo día, no porque estuviese cansado, sino debido a su típico valor en
Su propósito. En Hebreos 4:9 leemos, “Queda un reposo para el pueblo de Dios”
un guardar del Sabbath. Es una traducción del griego sabatismos.
Ya hemos
visto que el día del Sabbath era un día en la sabia provisión de Dios para el
adecuado reposo físico y mental para Su pueblo y que el Señor Jesús lo confirmó
cuando dijo “El Sabbath fue hecho para el hombre, y no el hombre para el Sabbath”
(Marcos 2:27). Hay muchos que consideran el Domingo como el día del Sabbath
pero cualquiera podría pensar que lo cierto sea lo contrario de acuerdo a la
manera como lo tratan algunos cristianos! Dios comienza y acaba en el reposo.
Cuando el propósito de las edades se alcance por fin, el verdadero Sabbath se
traerá en concreción, cuando todas las tensiones, problemas, y el pecado sean
erradicados y la perfecta paz y regocijo reinen por toda la eternidad.
Porque,
“todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Rom.3:23) y esto por
supuesto incluye a Israel, todos debemos entonces comenzar experimentalmente
con la Pascua ,
teniendo conciencia del glorioso hecho de que, “Cristo, nuestra Pascua, ha sido
sacrificado por nosotros” (1ª Cor.5:7). Él fue quien cargó consigo la pena por
nuestros pecados, muriendo en nuestro lugar y por nuestra culpa. Él fue
realmente “hecho pecado, (o una ofrenda de pecado) por nosotros, Aquel que no
conoció pecado por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos
justicia de Dios en Él” (2ª Cor.5:21) y confiando en Él, y en la plenitud de la
ofrenda Suya sobre la cruz, nosotros tenemos un “éxodo” de la esclavitud como
el de Israel en la antigüedad, y venimos a ser libres de la servidumbre del
pecado.
Justo
después de la Pascua
venía la fiesta de los panes sin levadura que tenía lugar al día siguiente (Lev.23:5,
6). Una vez que la levadura en la
Biblia siempre representa un tipo del pecado y nunca se
utiliza con un buen significado, el pan sin levadura debe significar y
tipificar lo contrario, es decir, la justicia en acto y pensamiento y como
experiencia es entonces lo que debería resultar inmediatamente a la gloriosa
liberación de la Pascua
en la vida del creyente. Esto es lo que Dios nos enseña con esta “ilustración”,
pero cuán lamentablemente fracasó Israel y tan a menudo en manifestarla y cuan
a menudo, también nosotros, como creyentes cristianos, hacemos exactamente lo
mismo que ellos. Ciertamente no somos salvos por buenas obras, sino que
Efesios 2:8-10 enseña que somos salvos “para que andemos en buenas
obras” las cuales deberían ser la manifestación externa en la práctica de
nuestra fe en el Señor Jesucristo.
Junto con
la Pascua y
los panes sin levadura venía “Las Primicias” o Primeros Frutos (Lev.23:10, 11)
y el Nuevo Testamento nos interpreta con toda claridad esta fiesta para
nosotros:
“Mas
ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que
durmieron es hecho…Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo en
Su venida” (1ª Cor.15:20-23).
Las
Primicias reflejan la resurrección sin la cual el evangelio no queda completo.
Nosotros no adoramos a un Cristo muerto, sino a Uno que vive para siempre “para
hacer intercesión por nosotros” (Rom.8:34; Hebr.7:25) y que también dijo
“porque Yo vivo, vosotros también viviréis” (Juan 14:19). Generalmente el
evangelio se predica en los límites de la cruz de Cristo, pero eso es solo la
mitad de las “buenas nuevas”.
Cincuenta
días después de la fiesta de Pentecostés se ordenó para Israel la que algunas
veces se denomina como “la
Fiesta de las Semanas”. Guardando estrictamente la
interpretación y no la aplicación, el significado de esta fiesta para la nación
se demostró cuando el verdadero Pentecostés ocurrió y que se registra en Hechos
2 bajo el ministerio de Pedro, quién relacionó los acontecimientos en ese día
con la profecía de Joel (Hechos 2:16). Esto es concerniente con el equipamiento
de los fieles de entre Israel llevado a cabo por el Espíritu Santo y la
sucesión de los dones milagrosos evidenciados para la proclamación del
Evangelio, y la enseñanza del reino siguiente al ministerio terrenal del Señor
Jesús. Nos ocuparemos de este asunto más detalladamente cuando lleguemos al
Nuevo Testamento.
Después
de la fiesta de Pentecostés, no sucede nada más en el año religioso de Israel
hasta el final del año que corresponde con el séptimo mes. Entonces tenemos las
fiestas terminales del Señor: las Trompetas, la Expiación , los
Tabernáculos y de la Cosecha
seguidas una a la otra en proximidad. El hecho de que estas fiestas sean
relacionadas juntas en el tiempo y que se diesen en el último mes hace con que
sean una guía segura para su interpretación. Deben relacionarse con Israel al final
de la edad y al establecimiento de la fase terrenal del reino de Dios.
El
periodo entre Pentecostés y las Trompetas deben cubrir este tiempo o edad, pero
no se da ninguna revelación en cuanto a su carácter. Ciertamente no hay
ninguna revelación en cuanto a llamamiento del Cuerpo de Cristo, el cual era un
“misterio” o secreto hasta que fue revelado al apóstol Pablo y se dio a conocer
solo entonces a través de él en Efesios y Colosenses y su ministerio en
prisión. En Levítico 23:22 hay una referencia al “pobre y al extranjero” en
este intervalo de tiempo, tal como si fuese una sutil referencia o reflejo de
aquellos pertenecientes a esta edad que son por natura Gentiles “sin
Cristo y siendo advenedizos de la ciudadanía de Israel, y extranjeros o
extraños a los pactos de la promesa, que no tienen esperanza, y están sin Dios
en el mundo” (Efesios 2:12). Estos son de hecho pobres en ellos mismos, pero
ahora han sido hallados maravillosamente en Cristo en un llamamiento que
alcanza los más altos cielos donde Cristo se halla ahora entronado (Efesios
2:5-7), ¡asociados con las riquezas de gracia y las riquezas de la gloria!
La
primera fiesta que tenía que celebrarse en el séptimo mes era la de las
Trompetas (Lev.23:24). Esta fiesta refleja el reagrupamiento de Israel al fin
de la edad en la tierra prometida y el levantamiento del reino en el retorno de
Cristo:
“Entonces
aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas
las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes
del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará Sus ángeles con gran voz de
trompeta, y juntarán a Sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un
extremo del cielo hasta el otro” (Mateo 24:30, 31).
“El séptimo
ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los
reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de Su Cristo; y Él
reinará por los siglos de los siglos” (Apoc.11:15).
“Sino que
en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la
trompeta, el misterio (secreto) de Dios se consumará, como Él lo anunció a
Sus siervos los profetas” (Apoc.10:7).
No puede
haber duda alguna por estas Escrituras que el simbólico sonido de las trompetas
se relacionan con el comienzo del reino terrenal y su puesta en marcha en
concreción, no debido a ninguna actividad cristiana en esta edad actual, sino
por el retorno a la tierra del Rey de reyes y Señor de señores para gobernar y
reinar, a lo cual tiene Su derecho.
Zacarías
previó el verdadero Día de la Expiación cuando escribió concerniente a las
palabras del Señor:
“Y
derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu
de gracia y de oración (suplicación); y mirarán a Mí, a quien traspasaron, y
llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por Él como quien se
aflige por el primogénito…y la tierra lamentará, cada linaje aparte”
(Zac.12:10-12).
“He aquí
que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y
todos los linajes de la tierra harán lamentación por Él” (Apoc.1:7).
“Entonces
aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán
todas las tribus de la tierra…” (Mat.24:30).
Isaías hace la pregunta,
“¿nacerá una nación de una vez?” y la respuesta es “si”, porque no tiene mayor
dificultad para Dios salvar a una multitud que salvar a una sola persona.
Las dos últimas fiestas
establecen gloriosamente el reino erguido (los Tabernáculos y la Recolección de la Cosechas ) (Lev.23:34-42).
Ilustran por fin al restaurado Israel en completa paz y salvación, sin que nada
les perturbe:
“…Quitaré
el pecado de la tierra en un día. En aquel día, dice Jehová de los ejércitos,
cada uno de vosotros convidará a su compañero, debajo de su vid y debajo de su
higuera” (Zac.3:9,10).
“…y
martillarán sus espadas para azadones…no se ensayarán más para la guerra. Y se
sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá quien los
amedrente; porque la boca de Jehová de los ejércitos lo ha hablado…y Jehová
reinará sobre ellos en el monte de Sion (Jerusalén) desde ahora y para siempre”
(Miqueas 4:3-7).
En Éxodo
23:16 donde tenemos otra referencia a la siega o recolección, “la fiesta de la
siega, la fiesta de la cosecha a la salida del año, cuando hayas recogido los
frutos de tus labores del campo, la Septuaquinta traduce la siega por sunteleia. Esto
es lo que los discípulos entendían evidentemente cuando le preguntaron al Señor
acerca del fin de la edad, “¿dinos cuándo sucederán estas cosas, y cuál será la
señal de Tu venida, y el fin (sunteleia) del siglo?” (Mat.24:3).
Es
significativo que la fiesta del Señor escogida para celebración después del
retorno de la cautividad en Babilonia fuese la fiesta de los Tabernáculos
(Esdras 3:4; Nehem.8:14-17). Además, una vez que el reino de Dios finalmente se
extiende a todas las naciones de la tierra después de la Segunda Venida , los
Tabernáculos se ordenan también para las naciones Gentiles (Zac.14:16-19).
Así,
pues, podemos observar que las fiestas del Señor, ordenadas para Israel en
Levíticos 23, ilustran en tipo y reflejo el despliegue del propósito de Dios
relativo a la tierra. Dos de ellas ya se han cumplido, la Pascua y las Primicias,
Pentecostés ya se ha cumplido en parte, y las del séptimo y último mes, que
acabamos de considerar, aguardan su cumplimiento en la futura Segunda Venida
del Señor.
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