Las Epístolas Desde la Prisión

3º Parte

CAPÍTULO TRES DE LA EPÍSTOLA A LOS EFESIOS
 
 
La Dispensación de la Gracia, El Secreto (Misterio),
Y la segunda oración de Pablo
 
Este capítulo comienza con las palabras:
 
Por esta causa Yo Pablo, el prisionero de Cristo Jesús por vosotros los Gentiles (3:1).
 
Las palabras “por esta causa” toulon charin vuelven a ser repetidas en el versículo catorce, donde Pablo comienza su segunda oración. Los versículos entre medias son un paréntesis, una explanación de su título “el prisionero de Cristo Jesús por vosotros los Gentiles” y de su nuevo ministerio en conexión con ellos. Si omitimos este paréntesis por un momento, el sentido sería: “teniendo en cuenta todo lo anteriormente revelado acerca de las sobre-excelentes riquezas espirituales, doblo mis rodillas y oro”, lo cual nos resalta una vez más la importancia de la oración, la cual, como ya había sucedió, explora la doctrina desde un punto de vista personal, para que cada uno se apropie de ella por la fe. Tal como ya hemos indicado anteriormente, tiene que venir un tiempo en el cual debe cesar la doctrina y tiene que dar comienzo la apropiación personal de dicha doctrina, puesto que Dios no derrama Su verdad en la mente de creyentes que sean de condición o actitud mental olvidadiza.
 
¿Por qué razón estaría Pablo en prisión? Ciertamente no fue debido a cualquier cosa mala que hubiera cometido de su parte, sino antes bien para poder llevar a cabo su ministerio dirigido por Cristo hacia los Gentiles, y este hecho lo eleva por encima de toda auto conmiseración o de cualquier concepto de sí propio como prisionero del Cesar. Lo que realmente sería es el prisionero del Señor (2ª Tim.1:8). El versículo dos no expresa duda o incerteza en cuanto al hecho de que estos creyentes Gentiles hubieran oído hablar de su ministerio. Antes bien es una manera retórica de recordarles lo que ya sabían. Podría haber sido traducido: Visto que ciertamente…:
 
…habéis oído de la administración de la gracia de Dios que me fue dada para con vosotros, que por revelación me fue declarado el Misterio (Efesios 3:2, 3).
 
La Versión Revisada, al margen, señala que la palabra “dispensación” podría haberse traducido “mayordomía”. Es importante impedir el común error de tratar esta palabra como si significase meramente la idea de un periodo de tiempo. Su significado básico es “la administración de una mayordomía” tal como ya hemos visto. Con respecto a la palabra “Misterio”, no significa algo confuso y revuelto o misterioso, tal como se considera por ejemplo a los Elizabetanos Ingleses de 1611. Existen tres mayordomías o dispensaciones en Efesios: (1) la de la plenitud de los tiempos (1:10); (2) de la gracia (3:2); y (3) el Gran Secreto de 3:9 (Versión Revisada). Dios, en Su sabiduría, mantiene algunos aspectos de Su propósito en oculto, para que el gran enemigo, Satán, no ganase ventaja. En la esfera de los tratos humanos sucede lo mismo, tanto en tiempos de guerra como en los tiempos de tribulación. Todo aquello que pueda ser considerado de valor o precioso, si conociera un enemigo, se guarda en secreto.
 
Hay además otra razón, a saber, que hay un tiempo apropiado o cierto para la revelación de una particular fase de verdad. Antes o después de este tiempo sería inapropiado tratar con una tal verdad, y podemos estar seguros de que Dios no comete errores en Su tiempo apropiado. Satán debió haberse imaginado haberle causado una herida mortal a los propósitos de Dios, cuando, a través de su engañoso y cegador poder, Israel pasó a ser inservible para el propósito de Dios en Hechos veintiocho.
 
Pero fue en este mismo tiempo que Dios vio apropiado revelar Su joya más brillante, relativa a la porción del plan que había mantenido oculto en Sí Mismo hasta este punto, es decir, el llamamiento de un pueblo celestial que vendría a formar un hogar de habitación eterno para Sí Mismo en los lugares celestiales. Este secreto se lo impartió Dios en primer lugar a Pablo, y a seguir le dio la comisión de darlo a conocer desde la prisión. Es en las cartas a los Efesios y Colosenses que despliega abiertamente esta previamente oculta verdad, la cual rellena el intervalo entre la puesta de parte de Israel en incredulidad al final de los Hechos y el tiempo cuando vuelva a Dios a tomarlos en Su empleo al final de la era en la Segunda Venida de Cristo (Romanos 11:25-29). Esta es realmente una dispensación de sobreabundante gracia.
 
Es muy significativo que Pablo sea el único escritor del Nuevo Testamento que reclame ser “un mayordomo (administrador) de los secretos (misterios) de Dios” (1ª Cor.4:1) y que Pedro, Santiago, Juan y Judas pudiesen escribir sus epístolas bajo la guía del Espíritu Santo, dando la verdad que Dios quiso que diesen, sin nunca utilizar la palabra “misterio” ni una sola vez. El último libro en la Biblia si la emplea, pero no es una epístola, y, en su pleno cumplimiento, mira adelante, al fin de la era, cuando el misterio (secreto) de iniquidad se halla en existencia y es mundial, y el retorno de Cristo como Rey de reyes y Señor de señores está muy próximo.
 
Durante el periodo de los Hechos Pablo fue empleado por el Señor para dar a conocer otros secretos divinos tales como el que acabamos de mencionar (2ª Tes.2:7), o el secreto de la ceguera de Israel (Rom.11:25), y el secreto del cambio instantáneo del creyente que esté vivo al tiempo de la venida del Señor (1ª Cor.15:51). Pero en Efesios se halla EL GRAN SECRETO por excelencia que contiene las más grandes y profundas verdades que Dios quiso dar a conocer al pecador salvo (Colos.1:26, 27).
 
Cuando el Apóstol declara: como antes lo he escrito brevemente, no se está refiriendo a las anteriores y más tempranas epístolas suyas, en las cuales será en vano que procuremos tales enseñanzas, sino que está refiriendo al lector lo que ha escrito en los dos anteriores capítulos de esta carta a los Efesios. El Misterio tiene dos partes:
 
(1)   Relativo a la Cabeza, el Señor Jesucristo. Este es el Misterio de Cristo (vers.4).
(2)   Relativo a Su Cuerpo, la iglesia revelada en el mismo contexto – el Misterio en sí mismo.
 
Leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de (o concerniente a) Cristo (vers.4). Observe que este entendimiento se obtiene leyendo lo que Pablo ha escrito en esta carta, y además ponderando cuidadosamente y orando sobre estas divinas palabras. Pero muchos creyentes no lo hacen así. ¿Cómo pueden entonces esperar que “el espíritu de sabiduría y revelación” les capacite para apropiarse en sus vidas los tesoros revelados que contiene?
 
El misterio de Cristo ya ha sido mencionado en el capítulo uno, donde tenemos las sobreabundantes glorias de la Resurrección y Ascensión del Señor “por encima de todo”. Concierne a la centralidad de Cristo en el gran propósito redentor de Dios y a Su exaltación y glorificación en los lugares celestiales donde ahora se halla entronado. Ahora podía ser verdaderamente declarado que no había sido dado a conocer a las previas generaciones como actualmente se revelaba a sus santos apóstoles y profetas (es decir, los apóstoles y profetas del Nuevo Testamento – 2:20). Otros hubo que participaron con Pablo en este conocimiento, pero sin duda alguna que él los eclipsa y sobrepasa a todos.
 
El lugar único que el Señor Jesucristo detiene en el plan de las edades comienza de una manera casi insignificante en Génesis con la prefiguración de la Simiente de la mujer que aplastaría la cabeza de la serpiente. Gradualmente y a través de la exhibición de tipos y sombras dados a conocer en el ministerio de profeta, sacerdote y rey, esta revelación crece como un gran río hasta alcanzar su clímax en las epístolas en cautividad de Pablo. Estas epístolas retratan a Cristo sentado por encima de todos los cielos, como Cabeza de principados y potestades, Aquel Único que tiene la preminencia en todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra (Colos.1:15-18). Habiendo tratado con el misterio o secreto concerniente a la Cabeza, el Señor Jesucristo, Pablo ahora refiere el otro aspecto de este gran secreto, esto es, el concerniente a la iglesia que es Su Cuerpo. En este aspecto Pablo no se asocia con nadie más.
 
Que los Gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio, del cual yo fui hecho ministro por el don de la gracia de Dios que me ha sido dado según la operación de Su poder (vers.6 y 7).
 
Para expresar este secreto, Pablo es inspirado a emplear tres palabras compuestas con el prefijo sun, “juntamente con”, “en una igualdad con”; y esto no es de manera alguna fácil de exponer en inglés (o castellano). La Versión Reina Varela hace un intento con la primera palabra “coherederos” pero la segunda tiene que traducirla con más palabras “miembros del mismo cuerpo” pues no hay un término que sea “co-corporales”, siendo que con respecto a la tercera palabra ya pueda de nuevo utilizar “copartícipes”. J. N. Darby y J.B. Rotherham utilizan esta otra vía por traducción: herederos juntamente, un cuerpo junto, y juntamente participes de Su promesa en Cristo Jesús…
 
Estas palabras son de gran importancia en la revelación del Misterio. Puesto que, como ya hemos señalado anteriormente, los Gentiles nunca antes pudieron haber estado en una perfecta igualdad en todos los sentidos con el Judío; entre tanto que esta nación mantuviese su relación en pacto con Dios, debía siempre tener la primacía: Al Judío primeramente debía ser el orden.
 
Ahora, por primera vez, en este nuevo y exaltado llamamiento hecho a través del prisionero Pablo, los creyentes Judíos y Gentiles están en perfecta igualdad desde todos los puntos de vista. Como hemos visto, perdieron su estatuto natural como Judíos y Gentiles y pasaron a ser miembros de una completamente nueva compañía que está, como la cabeza al cuerpo, tan próximamente ligada con el entronado Cristo en gloria.
 
La palabra sussoma, que por no tener equivalencia en castellano (o ingles) se ha traducido con la frase: “miembros del mismo cuerpo” es única, y evidentemente acuñada por Pablo bajo la guía del Espíritu, pues estaba revelando una iglesia que era diferente en constitución y destino de cualquier otra compañía de creyentes. Ninguna anterior había jamás visto un cuerpo terrenal en el cual cada miembro estuviese en términos de absoluta igualdad tanto en importancia como en todos los demás aspectos con cada uno de los demás. Por tanto, no existe nada sobre la tierra que pueda adecuadamente ilustrar el sussoma del Cuerpo de Cristo.
 
Con un tal tesoro espiritual en su posesión, Pablo ahora se halla ansioso para difundir su conocimiento a todos los que tengan oídos para oír entre los Gentiles:
 
A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los Gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del Misterio (secreto) escondido desde los siglos (o edades) en Dios, que creó todas las cosas (Efesios 3:8, 9).
 
Pero todavía se maravilla de que Dios escoja un medio tan indigno como lo sea él propio para darlo a conocer. No le debe ser fácil a nadie  llegar a caer tan bajo como para considerarse “menos que el más pequeño”. Aquí tenemos un diminutivo doble, más bajo aún que 1ª Corintios 15:9 donde se describe a sí propio como el “el más pequeño de todos los apóstoles”. Para aquel que se considera a sí mismo como el “más grande de los pecadores” (1ª Cor.1:15) le resultaba sorprendente que Dios se hubiese dignado a confiarle este sagrado “depósito de verdad” (2ª Tim.1:14).
 
Anexichniastos, “inescrutables”, ya había sido empleado por el Apóstol en Romanos 11:33 hablando de los caminos de Dios en el trato con el Judío y el Gentil. Significa literalmente “insondable”, y las riquezas que estaba dando a conocer ciertamente eran insondables, pues se hallaban contenidas en este gran secreto que había declarado haber estado completamente escondido en Dios, en todas las edades pasadas y de todas las generaciones. Y si Dios oculta algo, ¿quién podría descubrirlo a menos que Él quiera revelar lo que tenía escondido en Sí Mismo? ¡Y sin embargo muy a menudo ha sido dicho por creyentes actuales y del pasado que habían encontrado el Misterio en el Antiguo Testamento y en otras partes que no fuesen los escritos de Pablo, el prisionero del Señor, y el medio o canal para darlo a conocer!
 
En este punto servirá de ayuda establecer lo que el Misterio no sea. Que Dios entendiese bendecir la humanidad entera, tanto a los Gentiles como a los Judíos, nunca fue un secreto, pues estaba muy claro por Su promesa hecha a Abraham en Génesis 12:3 y en muchas otras Escrituras posteriores. Pablo no duda dándonos citas de las tres divisiones del Antiguo Testamento (La Ley, los Profetas y los Salmos) para darnos a sobreentender su novedoso ministerio a los Gentiles (Rom.15:9-12). En Hechos 13:47, cita de Isaías 49:6 y dice:
 
Porque así nos ha mandado el Señor, diciendo: Te he puesto (a Israel) para luz de los Gentiles, a fin de que seas salvación hasta lo último de la tierra.
 
Así, pues, que el ministerio del evangelio debía ensancharse en los Hechos incluyendo a los Gentiles, no era ningún secreto, ni prueba que Pablo estuviese dando a conocer el Misterio concerniente al Cuerpo, el nuevo hombre, durante este periodo. Antes bien, todo estaba en línea con su declaración en Hechos 26:22, diciendo que en este su ministerio anterior no había declarado nada más que lo anunciado por Moisés y los profetas, es decir, el Antiguo Testamento. Sin embargo, una y otra vez se nos dice y hemos leído que la predicación del evangelio a los Gentiles fue la revelación del Misterio o secreto. Todos aquellos que proclamen esta declaración sin base escritural no pueden tener un verdadero concepto de lo que el Misterio envuelve y significa. Esperamos que la consideración de la epístola a los Efesios hecha hasta aquí pueda dejarnos ver claramente que, lo que había estado escondido por Dios en el Antiguo Testamento, fue, que, de entre el Judío y el Gentil, Él vendría a “crear” una enteramente nueva compañía de creyentes que formarían el nuevo hombre, y que serían bendecidos, no ya sobre la tierra, como Israel y aquellos que con la nación se asociasen, sino en el más alto de los cielos, en la luz (colos.1:12) del más santo de los cielos.
 
Pablo denomina esta nueva revelación que a él le fue dada a conocer por Cristo una “dispensación”, una mayordomía. Al tiempo de la conversión de Pablo, el Señor Jesús le había dado a conocer un relance del alcance y los contenidos de su ministerio, y le había prometido una revelación posterior más adelante: aquellas cosas en que me apareceré a ti (Hechos 26:16). No puede haber duda de que su ministerio en prisión que estamos considerando sea el cumplimiento de esta promesa.
 
Se requiere de los administradores (mayordomos) que cada uno sea hallado fiel, había declarado Pablo en 1ª Cor.4:2. ¿Quién podría venir a dar cosas preciosas a personas en las que no se pueda confiar? El Apóstol fue realmente un fiel mayordomo, tal como sus cartas en prisión testifican. Pero debemos preguntar, ¿Cuántos respondieron igual que él en su tiempo, y cuántos, desde entonces, de los que reclaman conocer a Cristo como Salvador, han respondido fielmente a toda la revelación de Dios?  Si miramos a nuestro alrededor a la moderna Cristiandad, ¿cuán a menudo es predicado este gran secreto que Dios desea dar a conocer a Sus santos (Colos.1:27) desde los púlpitos o cualquier otra parte donde se reúnan los cristianos? Y ¿cuántos son los que se regocijan en estas sobre excelentes riquezas? Por la escasísima respuesta positiva que vemos a nuestro alrededor, bien podemos preguntarnos, ¿qué es lo que está tan equivocado?
 
El deseo y meta de Pablo era “aclarar a todos” (vers.9). No debemos deducir por esto que el Apóstol esperase que toda la humanidad viniese a responder y recibir a su ministerio. Ya había revelado en el primer capítulo que cada miembro de este nuevo hombre había sido escogido en Cristo antes de la creación (1:4). Exactamente lo que eso envolvía, sin duda que no lo sabía, pero su objetivo era alcanzar a todo aquel que viniese a constituir el Cuerpo unificado de Cristo, y su evangelio no fueron buenas nuevas tan solo para los no salvos, sino sobreexcedentes buenas nuevas para los santos que habían venido a estar bajo su ministerio.
 
Es un gran error limitar el “evangelio”, tal como Pablo lo emplea en sus Epístolas en Prisión, a dar a conocer la salvación por gracia al pecador. La totalidad de la revelación que estaba dando desde Su prisión en Roma (incluyendo la salvación) era el evangelio del cual él había sido hecho ministro (Efesios 3:6, 7; Colos.1:24-27), y este hecho nunca debemos olvidarlo. Una vez que el evangelio proclamado por el Apóstol se limita tan a menudo al pecador, ¿es de sorprender que las insondables riquezas de Cristo reveladas en Efesios y Colosenses sean tan poco conocidas entre los creyentes?
 
Puede haber además otras razones. Son muy pocos los líderes y profesores hoy en día que conocen y reconocen este “alto llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filip.3:14). Esto puede ser debido a la ceguera por no haber experimentado nunca el “espíritu de revelación” (Efesios 1:17), o puede ser por la estructura de la moderna Cristiandad en la cual la verdad del Misterio y su efecto práctico tan escasamente tiene lugar y se manifiesta. Otra razón es la inmadura condición del creyente que, tal como la iglesia en Corinto, limita la verdad al ABC, a la “leche” de la Palabra (1ª Cor.3:1, 2) y hace con que revelaciones posteriores sean imposibles. Además también tenemos la confusión reinante mezclando entre la iglesia Hebrea formada en el día de Pentecostés, la cual sería el cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento (Hechos 2:16-21), y que por tanto no era un secreto, y el nuevo hombre, el Cuerpo reunido de Efesios, que era un secreto y el cual estamos ahora considerando.
 
Y por último tenemos el “temor del hombre de caer en alguna trampa”. Algunos de los líderes que conocen la verdad del Misterio se mantienen callados porque están con miedo de ofender a sus congregaciones y a otros maestros en eminencia, y tal vez, en consecuencia de eso, perder sus empleos. Sus reputaciones en los círculos evangélicos deben mantenerse a toda costa, y saben que si dieran un pleno y fiel testimonio de esta Verdad, serían considerados como estando equivocados y serían retirados de los púlpitos. Eso significaría su excomunión, y sería un precio demasiado alto a pagar; por eso deciden mantenerse en silencio. Debemos encarar el hecho de que, realmente, sea una ofensa para con el ministerio en prisión de Pablo, y sobre todo, una verdadera ofensa hacia la obra en la cruz (1ª Cor.1:17-23). Debemos recordar, sin embargo, que el Misterio concerniente al Cuerpo de Cristo se dirige a los creyentes fieles (Efesios 1:2; Colos.1:2) que tienen siempre presente en mente la futura verificación de sus testimonios por el Juez justo en el Bema. Al igual que Pablo, darán fielmente a manifestar todo el consejo de Dios en sabiduría sin dejar nada suyo oculto por detrás (Hechos 20:20, 27).
 
Y volviendo a nuestro contexto en Efesios, el Apóstol nos da otra razón por su deseo en “aclarar a todos”. En el versículo décimo del capítulo tres declara:    
 
Para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales (vers.10).
 
En otras palabras, existen escolares celestiales así como hay terrenales. ¡Cuán inmensamente importante debe ser este gran plan de Dios cuando venimos a saber que la propia aristocracia del cielo está asistiendo a una lección objetiva observando la divina edificación de esta compañía de redimidos! Están atentos a cada detalle de esta obra prima de la multiforme sabiduría de Dios. Pablo emplea una palabra rara para “multiforme”, literalmente “multicoloreada” o “diversificada”. Para nada menos que esto debió ser concebida una tal creación, y es todo, conforme al propósito eterno (el propósito de las edades, al margen de la Versión Revisada) que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor (Efesios 3:11).
 
Dios no solo produjo en concreción la física creación, sino que además hizo la gran plataforma del tiempo, subdividido en eras o edades, sobre las cuales está produciendo Su vasto plan redentor que abarca el más alto de los cielos así como la tierra, y la Palabra de Dios es el registro escrito de este plan que se centra en Cristo Jesús. Cuando venimos a ser conscientes de esto, la Biblia comienza a transformarse. Y sin un tal conocimiento, no pasa de ser sino una colección de libros religiosos reunidos en un solo volumen y, he aquí, así es precisamente cómo vemos que sea considerada por la mayoría de los Cristianos. El plan de Dios tiene en vista un objetivo de perfección y gloria que al fin y al cabo nada ni nadie podrá impedir o frustrar. ¡Qué gran e inexplicable privilegio significa hacer y tener parte en él!
 
Y no solo esto, sino que además el Cuerpo de Cristo, como ya hemos visto, posee un ilimitado acceso a Dios, En Quien tenemos seguridad y acceso con confianza por la fe en Él (de Él) (vers.12). Pablo ya había resaltado esto mismo en 2:18. El Señor Jesús es el único y tan solo el único camino al Padre, el único Mediador o “pasador” en cuanto a los hombres y Dios concierne (1ª Tim.2:5). Eso significa que los demás intermediarios, tanto religiosos como de cualquier otra clase, son absolutamente innecesarios, y así se deshacen todas las Romanas pretensiones en cuanto al sacerdocio humano y de los santos glorificados por un lado, y la falsa mediación del Gnosticismo por el otro, tanto en los moldes antiguos como en los actuales.
 
El versículo doce no solo nos asegura el continuo acceso a través de Cristo, sino que nos anima diciendo que, a la hora de acercarnos a la santa presencia de Dios, no tenemos que temer ni que titubear, sino que debemos acercarnos “denodadamente” y con “total confianza”. Eso no significa que podamos ser livianos en la presencia de Dios. Debemos ser siempre profundamente respetuosos y mantener una buena conciencia de lo que estamos haciendo, y esto será algo muy sencillo de hacer si nos mantenemos recordando que todo lo hacemos “a través de la fe de Él”, es decir, del Señor Jesús; y sin Él, una tal aproximación sería imposible. No deberíamos leer o entender “la fe de Él” con la idea que significase “nuestra fe en Él” pues eso anularía y tergiversaría la base de acceso por vía del Señor y la cambiaría por la vía de nuestra deficiente fe. Y ¿qué vendría a suceder al acceso o aproximación si nuestra fe fallase? Por detrás de la palabra “fe” se halla la idea de “fidelidad”, y se trata de la fidelidad del Señor Jesús y de Su sola efectiva fidelidad, la cual tan solamente puede darnos la verdadera confianza y el absoluto denuedo cuando nos aproximemos a Dios. Él es predominantemente Quien sea el Único fiel (Apoc.19:11).
 
Y el Apóstol continúa diciendo:
 
Por lo cual pido que no desmayéis, a causa de mis tribulaciones por vosotros, las cuales son vuestra gloria (vers.13).
 
Aquello que para Pablo pudieron haber significado sus tribulaciones, nunca podremos venir a saber; pero una cosa es cierta: es que no se siente apesadumbrado por ellas, sino que antes bien se regocija en ellas, sabiendo que serían la voluntad del Señor para él, para que pudiese, a través de ellas, ser el prisionero de Cristo Jesús para y por los Gentiles (3:1). Él deseaba que esta misma fuese la consideración de los creyentes Efesios, y además, no deberían desesperar o desanimarse por estos sufrimientos, los cuales serían una parte necesaria de su ministerio en su respaldo (Colos.1:24, 25).
 
 
La segunda oración del Apóstol
“Llenos hasta la plenitud de Dios”
 
Pablo ya acabó su disertación en la cual explica su ministerio en prisión, tan próximamente asociado al secreto de Cristo la Cabeza y la iglesia que es Su Cuerpo. Ahora vuelve a retomar  en el versículo catorce la misma cuestión del versículo uno repitiendo las palabras “por esta causa”, es decir, la grandeza y maravilla de que Dios edifique esta iglesia como lugar de habitación para Sí Propio (2:20-22). Esto nos lleva inmediatamente a su segunda gran oración, justo igual como la revelación de la elección y voluntad del Padre, la obra redentora del Hijo, y el presente testimonio del Espíritu, conlleva los contenidos de la primera oración en el capítulo uno.
 
Ya hemos comparado anteriormente estas dos oraciones y observamos que la primera  se dirigía y que concernía sobre todo a la exaltación de Cristo en los lugares celestiales “por encima de todo”. La segunda oración contiene una dirección condescendiente, poniendo delante de los santos Efesios lo que éste tan exaltado Cristo pueda ser para cada miembro del Cuerpo, el hecho de que Él pueda habitar en sus corazones por la fe y llenarlos con Su propia plenitud.   
 
La oración comienza con las palabras:
 
Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de Quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra (vers.14 y 15).
 
“Cada familia” sería mejor traducción que “toda familia”, que así requeriría el artículo determinado en el griego. La Versión Revisada al margen señala que la palabra “familia” sería más literalmente “paternidad” con lo cual se mostraría mejor la asociación en el griego de las palabras “Padre” y “paternidad”. Toda “paternidad” se deriva en carácter de la Paternidad de Dios, aunque la versión humana generalmente se halle muy lejos del origen divino. La gran familia de Dios aquí tiene sus respectivas secciones: terrenales y celestiales, ninguna de las cuales ofrece el cuadro completo por sí misma, así que precisamos ser cuidadosos para no denegrir el plan de las edades tan solamente a la tierra o al cielo, tal como muchos de los esquemas teológicos lo hacen. 
 
El versículo dieciséis continúa, diciendo:
 
Para que os dé, conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu, para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones (Vers.16 y 17).
 
Una vez más, Pablo comienza a recopilar palabras intentando resaltar la grandeza que él desea que experimenten y de la cual quiere que participen los creyentes Efesios. Irían a precisar fortalecimiento divino para lo que viene a continuación. La fuerza humana y su habilidad serían poco menos que inútiles en esta materia. Este empoderamiento no podría ser considerado sino por las sobre excedentes riquezas de la gloria de Dios, cuya medida sobrepasa cualquier descripción o explicación. El “hombre interior” describe la nueva naturaleza otorgada para el creyente por el Espíritu Santo cuando viene a ser salvo. Esta natura es opuesta y enemiga a la vieja natura pecadora o la “carne”. Esta gran preparación hecha por Dios tiene como objetivo que Cristo habite en nuestros corazones por o a través de la fe (vers.17). Habitar significa establecer una residencia, y aquí es una anticipación del permanente lugar de habitación de Cristo, el santo Templo (naos) que está ahora siendo edificado y que vendrá a ser ocupado cuando esté completo. Cada individuo miembro de este Templo puede decirse que sea una ilustración de este glorioso objetivo, viniendo a ser un templo en miniatura en el cual le agrade en Su gracia introducirse y hacer de él Su hogar de habitación.
 
No podemos mirar ni hacer de este asunto algo liviano. Todo está muy bien cuando enseñamos a los niños y a los jóvenes a cantar: Ven a mi corazón Señor Jesús, hay una habitación en mi corazón para Ti. Pero es que una experiencia como ésta, a la luz de esta epístola, no se dirige ni es para el niño o el inmaduro, ni tampoco para los que no son salvos. Antes bien es para aquellos que han crecido espiritualmente y hayan tenido la preparación necesaria del divino fortalecimiento, porque sin eso ¿quién sería adecuado para recibir como morador permanente un tan distinguido Convidado? Haremos bien en recordar las prácticas consecuencias que conlleva ésta viva residencia. Podemos estar seguros de que el Señor Jesucristo no vendrá a hacer Su residencia en nuestro interior de otra forma sino siendo el primero y principal, con su lugar por derecho como Señor, Aquel Único que controla y dirige totalmente nuestras vidas. ¿Estamos dispuestos a concederle esta preminencia, el primer lugar en nuestras vidas, cuando todas las cosas sujetemos a Él? (Colos.1:18).
 
Cualquiera podría pensar que el habitar del Señor en nuestro interior sería el clímax, pero hay más un propósito en vista posterior:
 
A fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cual sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento (vers.17-19).
 
En 2:21 tenemos las dos figuras: del edificio y del crecimiento, y, de manera similar, aquí el Apóstol utiliza “arraigados” como de una planta, y “cimentados” o “fundados” como de un edificio. Colosenses 2:7 es un pasaje paralelo. En Efesios 3:17 el arraigo y cimentación están puestos en y sobre el amor. El amor ilimitado comienza y termina esta sección de la oración. Forma la base y la raíz de nuestra vida espiritual y nos extiende una ilimitada expansión delante de nosotros. Esta cimentación y enraizamiento en amor ha sido cumplido por el Señor y forma la base para dos cosas más: (1) para comprender y (2) y para conocer más plenamente.
 
Aquí no hay lugar para sentimentalismos. La gran característica del amor divino es que continuamente está dando y se dedica a los demás, y esto se tiene como el mejor de todo entre la grandeza de todos los dones: el inexplicable don del Amado Hijo de Dios (Juan 3:16; 2ª Cor.9:15). La realización de un tal amor nos prepara para comprender “la anchura, la longitud, la profundidad y la altura”. C.H. Welch hace un comentario a este respecto que nos servirá de ayuda:
 
(1)   La heredad terrenal prometida a Abraham se define por tan solo dos cálculos o medidas, “la anchura y la longitud”.
(2)   La ciudad celestial, la nueva Jerusalén, la porción celestial de la heredad de Abraham se define por “la anchura, la longitud y la altura, tres medidas.
(3)   La heredad del Misterio es lo que parece haber tenido aquí en mente el Apóstol cuando refiere “la anchura, la longitud, la profundidad y la altura”, cuatro dimensiones, siendo así algo espiritual y no asociado o confinado por las limitaciones de nuestra existencia a tres dimensiones. Los filósofos hablan de “la cuarta dimensión”, pero para todos los propósitos prácticos nosotros vivimos en un mundo de tres dimensiones: anchura, longitud y altura” (En Los Lugares Celestiales, pag.316).
 
Así, pues, en el llamamiento celestial del Cuerpo de Cristo, tenemos una cuarta dimensión espiritual que en su plenitud está por encima de nosotros, con nuestras presentes limitaciones, y tal como el amor de Cristo resultante, sobrepasa completamente el conocimiento. Aquí tenemos lo que nos parece ser un paradojo: conocer lo que ultrapasa el conocimiento; pero es que esto puede ser entendido cuando comprendemos que, aunque sea imposible asumir plenamente aquello que sea infinito, sin embargo cada uno de nosotros puede ser rellenado a capacidad por cualquiera de las caras del vaso o recipiente que somos. Esto se expresa más detalladamente en la última frase de esta gran oración:
 
A fin de que podáis ser llenos a toda plenitud de Dios (vers.19 Rev.Vers.).
 
La Versión Revisada es bien más preferible que la Versión Autorizada, pues esta última hace con que la declaración de Pablo sea imposible, esto es, que podamos ser llenos con toda la plenitud de Dios (N.T. o la Versión Reina y Varela, que traduce para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios). ¿Cómo sería posible que un débil y limitado pecador pudiera contener toda la plenitud de Dios, siendo como es, ilimitada? Ni tan siquiera los principados y potestades, ni ninguna otra criatura creada podrían venir a experimentar una cosa así. Tan solamente existe un Único Ser a Quien pueda imputarse esta verdad, es decir, el propio Señor Jesucristo, pues “en el habita toda la plenitud de la Deidad (Colos.2:9). Pero sin embargo, nosotros, como vasos propuestos para uso del Maestro, podemos ser rellenados hasta el borde, rellenados a, o con vista a la plenitud de Dios, y nada menos que esto es la voluntad de Dios para nosotros individualmente. Colosenses 2:10 nos asegura que nosotros “estamos completos (llenos a capacidad o por entero, literalmente) en Él”. Y si esto es cierto, entonces eso significa que nosotros poseemos todo cuanto sea de valor eterno, nada se nos ha restringido. En experiencia, no podemos ir más allá que esto en la vida presente y actual. El Profesor F.F. Bruce bien lo resume en estas palabras: Rellenos a toda (posible) plenitud de Dios, nada puede exceder esto, aquí se comprende y corona cada una de las demás bendiciones. No es de admirar que Pablo acabe la sección fundamental de esta epístola con una gloriosa doxología, y estas doxologías del Apóstol no son meramente pías declaraciones, sino que están repletas de ricas doctrinas:
 
Y Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o (aun) entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a Él sea la gloria en la iglesia (y) en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén (vers.21, 22 Rev. Vers.).
 
Pablo no acaba nunca con el uso de sus superlativos. Si alguno siente que todo este lenguaje está por encima de él, o que va más allá de su compresión, tiene que recordar que está tratando de Aquél Único que es capaz de hacer sobreabundantemente y transcender o sobrepasar todos nuestros pensamientos y pedidos. Pablo acuña esta palabra huperekperissum, intentando expresar esta idea, y todo esto viene a suceder por medio del gran poder de resurrección que, tal como 1:19 nos recuerda para nuestra salvaguarda a los que creemos, opera en y a través de nosotros. Es, por tanto, muy apropiado que el último pensamiento de esta sección de la epístola sea de la gloria del Señor, tanto en la iglesia como en Cristo Jesús, a través de todas las edades venideras: “por todas las generaciones del siglo de los siglos” (literalmente, al margen de la Vers. Rev.). Lo que esta última declaración significa tal vez esté más allá de lo que nuestra presente habilidad pueda comprender en toda su plenitud. Hay edades que son pasadas; hay la edad o siglo presente que Dios estima como malo (Gál.1:4) debido a su repudio hacia Él. Hay “edades venideras” (Efesios 2:7) las cuales, a medida que van transcurriendo, van dando una continua revelación de la sobreexcedente bondad para con nosotros de Dios. Y después entonces viene la edad coronaria, la edad de las edades, que representa el clímax y la corona del tiempo, cuando el gran propósito para el cielo y la tierra venga en toda su complexión, cuando el pecado y la muerte sean banidos para siempre y cuando Dios sea todo en todos. Bien puede Pablo escribir como su última palabra en esta primera parte de la epístola: ¡Amén! Es decir, ¡Verdad es! Pues este objetivo no es un mero sueño estéril y vacío, sino que cierta y seguramente se alcanzará ¡a pesar de Satán y las potestades de las tinieblas, del pecado del hombre y del dominio de la muerte, y de todo cuanto se opone en enemistas contra la voluntad de Dios!
 
Para completar esta sección vamos a recordarle una vez más al lector los siete tríos de la doctrina revelada que contiene:
 
(1)   EL TRIPLE GRÁFICO (1:3-14)       
(a) La Voluntad del Padre
(b) El Perdón en Amor
(c) El Testimonio del Espíritu                  
(2)   LA TRIPLA ORACIÓN (1:15-19)     
(a) Para conocer – la Esperanza                
      (b) Para conocer – la Herencia
      (c) Para conocer – el Poder                       
(3)   LA TRIPLA UNIDAD (1:19-2:7)       
(a)    Vivificados juntamente
(b)    Levantados juntamente
(c)    Sentados juntamente
                                                   
(4)   TRES OBRAS (2:8-10)                        
(a)    No por obras                                         
(b)   Somos Su obra                                      
(c)    Para buenas obras
(5)   LA TRIPLA PAZ (2:11-19)                 
(a)         Hechos cercanos – Paz                          
(b)   De los dos hechos uno – Paz                 
(c)    Él vino y predicó – Paz                         
(6)   LA TRIPLA UNIDAD (2:19-22)         
(a)    Una misma Ciudadanía                          
(b) Creciendo juntos                                    
(c) Edificados juntamente                             
(7)   LA TRIPLA IGUALDAD (3:1-13)       
(a)    Herederos juntamente                               
(b)   Miembros juntamente
(c)    Partícipes juntamente.
 
            LA ORACIÓN CENTRAL (3:14-21)
(a)    Para que Él pueda fortalecer
(b)   Para que seáis capaces de comprender
(c)    Para que seáis llenos a capacidad de la plenitud de Dios.

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