Las Epístolas Desde la Prisión
5º Parte
CAPÍTULO CINCO DE LA EPÍSTOLA A LOS EFESIOS

Continuación del andar digno

La Divina exhortación respecto a un “andar condigno”, una práctica manifestación diaria de la superlativa Verdad revelada en los tres primeros capítulos de Efesios, continúa siendo expuesta por el Apóstol Pablo en el capítulo cinco:

Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados, y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante. (5:1, 2).

La Versión Reina y Valera, conforme a muchas antiguas de autoridad dice “nos” (nos amó) en vez de “os” (os amó), como muchas Versiones lo hacen en 5:2. Estas autoridades incluyen la Chester Beatty Papyri que no fue conocida hasta 1931. La pronunciación de hemeis (nosotros) y humeis (vosotros) eran prácticamente idénticas en el primer siglo, así se puede comprender que los copistas fácilmente pusieran una por la otra. Y “nos” (nos amó), con lo cual se incluye al Apóstol, es más probable que sea la traducción correcta.

No sería necesario aquí señalar que tan solo un creyente en Cristo pueda imitar a Dios. Un falso evangelio de obras bien puede inclinar al creyente a intentar ser como Jesús, pero eso resultaría fatal como un medio de salvación, y totalmente imposible de lograr. Solamente el verdaderamente salvo que ha sido vivificado puede andar espiritualmente en los pasos del Salvador (1ª Pedro 2:21), y cuando seamos consciente de los beneficios que esto nos trae, producirá una diligencia en nuestras vidas que con toda seguridad nos mantendrá plenamente ocupados. Andar en amor es probable que no signifique casi nada para la mente humana, pero aquí no hay duda alguna para nosotros, una vez que se nos explica prácticamente como la manera en que Cristo nos amó y se entregó a Sí Mismo por nosotros. Aquí se nos muestra una vida con una total carencia de orgullo y renuncia de uno propio, y esto, dijo el Apóstol, debería caracterizar el andar diario cristiano. Algo menos que esto, no sería digno del alto llamamiento de Dios en Cristo Jesús.

Esta ofrenda de Cristo, la entrega de Sí propio por nosotros, se describe en los términos Levíticos como siendo un sacrificio de olor fragante, puesto que las dos palabras griegas empleadas aquí (“ofrenda” y “sacrificio”) se utilizan en el griego del Antiguo Testamento para la ofrenda de alimento o cereales, así como para la ofrenda de paz. Estas eran unas ofrendas que contenían un olor fragante y representaban, no tanto al pecado y a la incapacidad, sino una respuesta voluntaria de todo corazón en servicio a Dios que fuese para Él fragante y agradable. Ahora debemos pararnos y formular una pregunta: ¿son fragantes nuestras vidas para el Señor? ¿Le agrada y tiene placer en nuestros pensamientos y actos diarios? Esto es lo que está por detrás del contexto en Efesios, y bien podemos encontrar todo esto muy desafiante. Los creyentes Filipenses demostraron su práctico amor por el Señor y por Pablo enviándole un regalo que regocijó su corazón en su prisión en Roma. Esto, nos dice él, fue olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios (Filip.4:18). ¡Así quiera Dios que toda nuestra vida y nuestros actos le sean tan fragantes y atractivos como esto!

Hay un elemento sagrado en todo lo que damos de valor perdurable. Dar lo que poco nos cuesta es de poco valor. David dice: Porque no ofreceré a Jehová mi Dios holocaustos que no me cuesten nada (2ª Samuel 24:24).

Esta clase de ofrenda es la que realmente evidencia nuestro andar en amor, y al hacerlo así llegamos a ser imitadores de Dios, Quien constantemente nos está dando de Su plenitud a nosotros Sus hijos.

Lo completamente contrario a esto y que tiene que ser abolido es una tripla impureza en actos y palabras:

Pero fornicación y toda inmundicia o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos, ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías que no convienen, sino antes bien acciones de gracias. (5:3, 4).

En los círculos paganos se toma de manera liviana a la impureza. Pero aquellos que han sido salvos y han venido por la gracia a formar parte del Cuerpo de Cristo deben recordar que han sido trasladados a una esfera completamente diferente, al reino de Su amado Hijo (Col.1:13), donde una tal conducta sería completamente extraña. Nosotros difícilmente asociaríamos la avaricia con la fornicación, pero es que los pensamientos de Dios son muy distintos de los nuestros. Las palabras deshonestas y necias del versículo cuatro no tienen que ver nada con el humor sano, sino al tipo siniestro de lenguaje que conlleva un doble sentido. Un gran antídoto es un corazón agradecido hacia el Señor (vers.4). Las mentes que así están ocupadas no se entregarán a nada ni en pensamientos ni actos que deshonren al Señor. La ira de Dios se dirige contra tales conductas en los hijos de desobediencia, y los creyentes que no sean conscientes de esto y sean partícipes con ellos sufrirán la pérdida de cualquiera de los premios en el Reino de Cristo (vers. 5 y 6).

Pablo ahora está describiendo esto, tal como Juan lo hace algunas veces, en términos de la luz y las tinieblas. Los creyentes han sido rescatados del poder de las tinieblas (Col.1:13) y han sido puestos en contacto próximo con Aquel que es la Luz de este mundo (Juan 8:12). En un tiempo no tan solo estaban en tinieblas, sino que ellos mismos eran tinieblas. Ahora han pasado a ser luz en Él y deben andar como hijos de luz (vers.8). El andar práctico cristiano se equipara al fruto (porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad) (vers.9). La bondad, la justicia y la verdad son la concreta expresión de lo que la luz significa, y esto está en directa oposición a las tinieblas del paganismo. La lección también está escrita en la naturaleza, el fruto es imposible sin el efecto de la luz. Tan solo cuando andemos en la luz seremos capaces de producir el fruto espiritual y podremos comprobar lo que sea agradable para el Señor (vers.10), y agradarle a Él debería ser el principal objetivo del creyente. Esto significaría la no participación con las obras infructuosas de las tinieblas, y de nuevo Pablo vuelve a fijarse en los pasos de los caminos paganos. La luz de Dios nos muestra lo que estas obras realmente son (vers.13):

Por lo cual dice: Despiértate, tu que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo (vers.14).

El Apóstol no está citando un pasaje definitivo del Antiguo Testamento, sino dando el sentido de unos cuantos, tales como Isaías 60:1 y Malaquías 4:2, y aplicándolos al creyente individual en vez de a Israel, como muchos contextos del Antiguo Testamento lo hacen:

Mirad, pues, con diligencia como andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos (vers. 15, 16).

El Apóstol nos avisa a que andemos con cuidado debido a los muchos peligros que nos rodean, donde una actitud descuidada nos llevaría al descalabro, no solo afectando a uno mismo sino también a otros. Aquí, nos dice, precisamos de la sabiduría Divina, y si volvemos a observar su oración en el capítulo uno, recordaremos que la primera cosa que requiere para los creyentes Efesios es el espíritu de sabiduría (1:17). Andando como lo hacemos en un mundo de tinieblas espirituales que no sabe nada del Salvador ni de la verdad ¡Cuán sabios precisamos de ser! La manera de andar de algunos cristianos puede que no sea actualmente pecaminosa, pero pueden estar muy desprovistos de sabiduría, y son causantes de graves problemas: Andad sabiamente para con los de fuera nos avisa y urge Pablo en Colosenses 4:5.

Y no solo eso, sino que, además, tenemos que redimir el tiempo, o más comprensiblemente hablando: aprovechar la oportunidad para el testimonio cristiano, porque los días son malos y este es el único antídoto eficaz y adecuado. Eso significa estar despiertos y sobre alerta en todo momento para no perder las oportunidades que se nos presentan por sí mismas. ¡Qué triste es cuando tan solo reconocemos una oportunidad para testificar en su respaldo! Los tiempos actuales claman a viva voz por aquellos que sean suficientemente valientes para mostrar quienes son y a Quien sirven. Si lo llevamos a cabo entonces seremos ciertamente contados entre los que describe el versículo diecisiete como entendidos de cuál sea la voluntad del Señor, siendo ésta la llave de una vida cristiana repleta de frutos.

El Apóstol continúa, diciendo:

No os embriaguéis en vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones (5:18, 19).

La sobre indulgencia en el vino que nos lleva a la embriaguez hay que combatirla. Antes que llenarnos con aquello que nos intoxique, seamos llenos por el Espíritu de Dios. La última frase a menudo se malentiende y se malinterpreta con la idea de que esto sea la repetición de Pentecostés con todos sus dones milagrosos en evidencia. El pasaje paralelo a este en Colosenses nos muestra claramente con lo que el creyente se rellena: La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor (Colo.3:16). El Señor Jesús dijo concerniente al Espíritu Santo: Él me glorificará: porque tomará de lo Mío y os lo hará saber (Juan 16:14). No cabe duda de que cuando el creyente esté lleno de todo lo perteneciente al Cristo ascendido, esto se cumple a través de la obra del Consolador que rellena, el Espíritu Santo, y que debería ser una experiencia permanente, tal como el presente continuo del verbo que se emplea nos muestra. El texto original no dice: Sed llenos del Espíritu, tal como algunos piensan. Rotherham lo traduce literalmente: Pero siendo rellenos en Espíritu, y la Versión Revisada pone al margen: en espíritu en vez de con el Espíritu, lo cual no describe una gran modificación en los sentidos, sino una edificación de Cristo como Salvador, Señor y Cabeza en la mente renovada del creyente a través de la operación del Espíritu de Dios, llevando a la alabanza descrita en el versículo diecinueve: salmos, himnos, y cánticos espirituales. Los salmos señalan realmente al Salterio del Antiguo Testamento, pero la dificultad para un cierto número de gente del Señor se haya en encontrar un aceptable y sencillo camino de cantar la prosa de las Versiones Autorizada y la Revisada. El cántico Anglicano cuando se utiliza apropiadamente sería lo más aproximado con esto. La versión métrica, como se emplea en Escocia, generalmente se aleja demasiado del original como para poder venir a emplearse como una traducción, y no pasa de ser sino una paráfrasis del Hebreo. No es fácil identificar los himnos y cánticos espirituales. Hay evidencias de que, en los tempranos siglos, los cristianos alababan a Dios en cánticos, pero no tenemos un preciso conocimiento de las formas que tenían. Tenemos un registro del propio Pablo cantando himnos y haciéndolo además en la más inadecuada de las circunstancias, después de haber sido cruelmente azotado en la cárcel Filipense (Hechos 16:23-25).

Un corazón lleno de alabanza será muy fácil de obtener cuando constantemente nos acordemos de lo mucho que le debemos al Señor por Su gran amor redentor y providencial bondad:

Dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo (5:20).

Siempre dando gracias por todo se extiende a “todo tiempo” y a toda experiencia para el creyente que está relleno y cubierto por la voluntad del Señor (vea también Colos.3:17). Algunas veces podemos no saber cómo o por lo qué orar ¡pero siempre podemos alabar sin por eso llegar a cansar al Señor! Y no solo esto, sino que tendrá un efecto de preservación sobre nosotros, pues no podemos realmente alabar y errar al mismo tiempo.

Someteos unos a otros en el temor de Dios (5:21).

El temor del Señor es el principio de la sabiduría asegura el Antiguo Testamento (Prov.1:7), y esta respetuosa actitud está vigente en esta dispensación actual según dice este versículo. La Versión Estándar Revisada traduce: Someteos unos a otros debido al respeto por Cristo. Esto nos guía a darle a Él Su debido lugar como Señor y Controlador de todo lo que tenemos y somos, y a darle, además, el debido lugar a otros creyentes. Esto lo llevaremos a cabo procurando servirles por cualquiera de las vías que podamos, manteniendo siempre en mente el ejemplo del gran Siervo de todos, nuestro Salvador, Quien se ciñó con una toalla y se rebajó a Sí Mismo para que, aun siendo Señor de todo, viniese a realizar el más bajo de los servicios por cada uno de Sus discípulos (Juan 13:4, 5).

El versículo veintiuno cierra la sección, y ahora el Apóstol se vuelve para la vida diaria en el hogar. Aquí es donde la verdad en la práctica comienza, y esto es lo que tantos creyentes olvidan. Algunas veces es más fácil brillar por Cristo en el mundo que en el hogar, pero es en el hogar que la fragancia de Cristo debería ser en primera instancia experimentada.

El hogar cristiano y el efecto de la Verdad

Maridos y Esposas

Debemos recordar que en el primer siglo no había edificios especiales para la adoración cristiana. Los hijos de Dios se reunían en los hogares, de ahí la importancia del efecto práctico de la verdad aquí. Es por esta razón que los líderes (obispos y diáconos) tenían que tener calificaciones domésticas específicas (1ª Tim.3:1-5), pues está claro que un hogar desgobernado, o que de alguna manera tuviese hábitos no cristianos, debía ser el lugar menos apropiado de reunión para los creyentes.

El Apóstol trata primero con los maridos y esposas cristianos, avisando a las esposas para que asuman la relación hacia sus maridos que Cristo había ordenado. La palabra “sujeción” no conlleva consigo ninguna idea abyecta de esclavitud. En 5:2 había mostrado que era la voluntad del Señor por lo que deberían sujetarse unos a otros en el temor de Cristo. La idea básica es tomar el lugar asignado por Dios. Hay una posición divinamente ordenada de la relación entre hombres y mujeres en la creación; pero eso no significa que exista inferioridad, ni en lo natural ni en lo espiritual, de la mujer hacia el marido. En 1ª Cor.11:3 Pablo había escrito:

La cabeza de todo hombre es Cristo; y la cabeza de la mujer es el marido; y la cabeza de Cristo es Dios.

Así, pues, tenemos una divina relación ascendente desde la mujer a través del marido, y a través de Cristo a Dios. Si la cabeza de la mujer es el marido, y la Cabeza de la Iglesia es Cristo, entonces tenemos una analogía entre la relación de la esposa hacia su esposo y la relación de la Iglesia hacia Cristo. Una vez que somos conscientes de esto, el concepto de que los hombres sean mejores que las mujeres, o que de las mujeres se espere que le rindan a sus maridos una obediencia esclava, desaparece por completo. El marido tiene una tremenda responsabilidad, pues prefigura a Cristo como la Cabeza del Cuerpo y Salvador, y está sujeto a amar a su esposa así como Cristo también amó a la iglesia, y se entregó a Sí Mismo por ella (vers.25). Esto va más allá que la simple atracción o afecto físico, y envuelve su incesante cometido en pro de su bien estar, salvaguardando así su dignidad y felicidad. Y cuando las esposas reciban constantemente esta clase de consideración, ¿experimentarán alguna dificultad en estar en sujeción a un tal marido? Con toda seguridad este respeto será el efecto natural resultante de una tan alta relación.

Pero el Apóstol deja ahora la relación del esposo y la esposa para atrás, pues continúa estableciendo que, el Señor no solo se entregó a Sí Mismo por la iglesia que Su Cuerpo, sino que lo hizo además para santificarlo, habiéndole purificado en el lavamiento del agua por la palabra (vers.26). Aquí tenemos una doble figura para el lavamiento del agua y la Palabra de Dios. La primera nos recuerda inmediatamente a Ezequiel 36:25-27 cuando, en la futura reunificación de Israel, Dios dice:

Esparciré sobre vosotros agua limpia y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias, y de todos vuestros ídolos os limpiaré

Está claro que aquí no se trata del agua literal. El lavamiento no es el del cuerpo, sino el de la mente: Os daré corazón nuevo, y podré espíritu nuevo dentro de vosotros (vers.26). Posteriormente, en el Nuevo Testamento, encontramos al Señor diciendo: Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado (Juan 15:3). Los ritualistas bien pueden esforzarse intentando hacer con que Efesios 5:26 se refiera al bautismo con agua. Si Pablo hubiese querido dar a entender eso, la frase por la Palabra habría sido omitida. De cualquier manera, como ya hemos visto, el ÚNICO bautismo de 4:5 excluye e imposibilita aquel del tipo y sombra del agua literal, y hace con que deba referirse a la realidad espiritual inherente, la obra del propio Espíritu Santo. La única ocurrencia de la palabra traducida “lavamiento” está en Tito 3:5, donde tenemos el lavamiento de la regeneración, y una vez más está claro que no alude al agua litera, y esto nos guía en la interpretación de Efesios 5:26.

Este divino lavamiento tiene por finalidad:

Presentársela (a la Iglesia del Cuerpo) a Sí Mismo: una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. (5:27).

Este gran día de la presentación se olvida casi totalmente por los creyentes. La gloria futura para el Cuerpo no debe ser vista exclusivamente como la realización de la esperanza de cada miembro. No olvidemos de lo que aquel día representa para el Señor también – el recibimiento para Él Propio de Su completo y perfecto Cuerpo. Esto es lo que el Padre tenía en mente cuando escogió esta compañía en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuese santa y sin mancha delante de Él en amor (1:4) y es tan solamente a través de la obra redentora del Hijo, providenciando esta santidad, que este gran objetivo pueda ser realizado.

Pablo ahora vuelve a retomar la relación matrimonial: Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos (vers.28). Desde el punto de vista de la Palabra, la esposa del creyente es una extensión de sí mismo y nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida (vers.29), y esto es una ilustración más de la relación entre Cristo y la iglesia, Su Cuerpo (vers.30). ¡Cuán extraño resulta que, estando tan claro el argumento expreso, algunos persistan en enseñar por este pasaje que la iglesia sea la Esposa! El Apóstol regresa al Edén para reforzar la unidad de Adán y Eva, donde Adán considera a Eva, no tanto como su esposa, sino como hueso de mis huesos, y carne de mi carne (Gén.2:23): Por esta causa dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne (vers.31). La enseñanza de estos versículos está perfectamente clara. Los maridos tienen que amar a sus esposas como a sus propios cuerpos, tal como Cristo amó a la iglesia, Su Cuerpo. Aquí hay un perfecto balance en el argumento que se desequilibra si se introduce la idea de la iglesia en la Esposa, y Pablo es muy cuidadoso para no hacer tal cosa. Los símbolos y las figuras se utilizan con precisión y exactitud por el Espíritu Santo, y ciertamente que Él no “mezcla Sus metáforas”, tal como muchos hacen de Él, confundiendo estos dos llamamientos de la familia de redimidos del Señor.

El pensamiento de Pablo regresa ahora al gran Secreto revelado (el Misterio) del capítulo tres. Es perfectamente cierto que existe una verdad sobrentendida en la relación del matrimonio. Mas (observe la disyuntiva – Pablo ahora no se está refiriendo al marido y a la mujer) yo digo esto respecto a Cristo y de la iglesia (vers.32). Este es el Gran Secreto que tuvo el privilegio de recibir del Señor por revelación y que le fue encargado dar a conocer desde su prisión (Efesios tres y Colosenses uno). Por lo demás (concluye) cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo (vers.33), y la idea todavía persiste en que el marido tiene que amar a su mujer, no porque ella sea su esposa, sino porque ella es parte de sí mismo, tal como la iglesia, el Cuerpo, es para la Cabeza, el Señor Jesucristo. Y la mujer respete a su marido.

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