Las Epístolas Desde la Prisión

4º Parte

CAPÍTULO CUATRO DE LA EPÍSTOLA A LOS

EFESIOS

 
Sección Práctica
El andar digno
 
Ya hemos atravesado los tres gloriosos capítulos de doctrina. La instrucción debe ahora dar lugar a la práctica; no es que la doctrina se halle ausente de los capítulos cuatro a seis, pero es la práctica respuesta del creyente lo que se resalta predominantemente. Los tres primeros capítulos se dedican por entero a la revelación del plan de Dios concerniente a la iglesia del Cuerpo único. No hay ni tan siquiera una exhortación práctica aquí, pero es que la verdad de Dios se anularía si no hubiera un balance desde el comienzo hasta el final; ni todo doctrina y poca o ninguna práctica; ni todo práctica y poca o ninguna doctrina. Por sí mismas, si tomásemos solo una nos guiaría al desequilibrio en la balanza. En el orden de Dios se halla primero la doctrina – Su instrucción para Sus hijos; y entonces después la práctica en su lugar apropiado. Si primero que nada no considerásemos la doctrina, ¿cómo iríamos a saber  qué practicar,  o lo que le agrade a Dios? Demasiado a menudo, la práctica cristiana, no es otra cosa sino la mera realización de las ideas e inclinaciones de la propia persona, y por tanto se basa sobre una humana y falible fundación. El creyente sabio tendrá en primer lugar una muy cuidadosa consideración hacia la enseñanza de Dios contenida en Su Palabra, y a seguir, diligentemente, procurará hacerla práctica en su vida diaria. Consecuentemente en Efesios 4:1 leemos:
 
Yo pues, el  prisionero en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados (4:1).
 
Observamos que Pablo emplea la palabra “pues”,  porque de todo lo que ha ido diciendo anteriormente en la maravillosa revelación, lo más seguro es que resulte en  una manera digna de andar. La palabra “digno”, axios aparece tres veces en las Epístolas en Prisión, siendo que las otras dos ocurrencias sean Colosenses 1:10, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, y Filipenses 1:27, solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo. Esta palabra tiene en sí misma la idea del balance, una cosa se compara y contrapone con otra, y este aspecto se deduce en Romanos 8:18: las aflicciones del tiempo presente no pueden compararse con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse (revelarse). Ahora se nos pide para andar en nuestra vida diaria de tal manera que pueda compararse con el glorioso llamamiento celestial revelado en los tres primeros capítulos de esta epístola.
 
Este andar, cuando se entiende apropiadamente, ocupará todo nuestro pensamiento y atención. No tenemos tiempo para criticar a nadie. Si somos sabios dirigiremos las críticas sobre nosotros propios - procuraremos “andar dignamente” por una vía que no sea legalista, sino porque deseamos hacerlo así por gratitud al Señor, por todas las abundantes riquezas espirituales que ha derramado sobre nosotros. Nuestra gratitud será semejante a la del Salmista: “¿Qué pagaré a Jehová por todos Sus beneficios para conmigo?”  (Salmo 116:12). Y así, recordando que tenemos un santo llamamiento (2ª Tim.1:9) desearemos que nuestra vida diaria esté en correspondencia con él.
 
¿Cómo vamos a realizar esto? Siendo guiados por el segundo versículo del capítulo:
 
Con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor.   
 
Este andar digno se exhibe por cuatro gracias cristianas: humildad, mansedumbre, paciencia e indulgencia. Haremos bien en recordar que andamos con nuestras mentes, y no primariamente con nuestras piernas ni cosa alguna externa. La palabra “humildad” la emplea el Apóstol hablando de sí mismo en Hechos 20:19, donde les recuerda a los ancianos de la iglesia Efesia cómo se había comportado estando con ellos, sirviendo al Señor con toda humildad de mente. En la primera impresión que nos da este andar digno somos confrontados cara a cara con la necesaria actitud mental, con la cual vendrá a ser  posible producir una tal manera de andar. Cualquiera que sea la dirección que tomemos, en los capítulos de cuatro a seis, ninguna debe desviarse de esta gran característica: la verdadera y genuina humildad es interior, tanto mental como aparentemente. Esto es totalmente extraño y ajeno al pensamiento de esta era con su auto afirmación, egoísmo y auto exaltación, y es lo opuesto al pecado pariente del orgullo, que fue la causa de la caída de Satán y ha servido de caída a muchos creyentes desde entonces. No hay un dictado tan cierto como el que dice que el orgullo antecede a una caída. Una persona orgullosa no puede ser útil para Dios, y la Palabra de Dios deja claramente ver Su repudio hacia este básico y engañoso pecado:
 
Abominación es a Jehová todo altivo de corazón (orgulloso) (Prov.16:5).
Altivez de ojos y orgullo de corazón…es pecado (Prov.21:4).
Dios resiste a los soberbios (orgullosos), pero da gracia al humilde (Sant.4:6; 1ª Pedro 5:5).
 
Es posible tener una “agradable apariencia en la carne”, aun mismo en los asuntos cristianos, deseando aparentar una cierta eminencia. Es posible estar orgullosos de nuestro servicio cristiano y mismo así mantener una cierta medida de santidad. Cualquier rasgo de altanería o egoísmo debe ser abolido por todos aquellos cuyo principal deseo sea andar dignamente del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Juan el Bautista fue descrito como siendo simplemente una “voz” para y por el Señor. Ojalá que siempre seamos capaces de decir verdaderamente: no yo, sino Cristo, en todo lo que para Él procuremos hacer.
 
La humildad mental es seguida por la mansedumbre en Efesios 4:2. Esta palabra solo la emplea Pablo y aparece nueve veces. Hace parte de los frutos del Espíritu (Gál.5:23) y se ve en toda su perfección en la persona de Cristo: Aquel Único Quien sea manso y humilde de corazón (Mateo 11:28-30). El Apóstol rogaba a la iglesia de Corinto por la mansedumbre y ternura de Cristo. El mundo por lo contrario exhorta a sus seguidores a pensar centrados en sí mismos para ganar y adquirir mucha auto confianza, sin embargo, aquellos que estén siguiendo los pasos de la verdad por el Espíritu Santo no tendrán “ninguna confianza en la carne (Filip.3:3). El mundo confunde y considera la mansedumbre por debilidad. Nada podría estar más lejos de la verdad. De Moisés se dijo que era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra (Núm.12:3), pero en verdad y ciertamente que no era débil. Podemos ser fuertes en el Señor, y en el poder de Su fuerza (Efes.6:10) y al mismo tiempo exhibir esta humildad que le glorifica.
 
La humildad y la mansedumbre son seguidas por paciencia e indulgencia. Paciencia significa ser tardo para airarse, demorar lo posible antes de volvernos airados, para soportar a las personas o las circunstancias pacientemente. Al igual que la mansedumbre hace parte de los frutos del Espíritu (Gálatas 5:22). Lo opuesto sería la impaciencia, que ha sido causante de mucho daño y deterioro en el testimonio cristiano. El creyente impaciente tendrá muy poca o ninguna sensibilidad por los demás. Al igual que el jardinero y el agricultor, tenemos que saber esperar un largo tiempo por los resultados después de haber sembrado la buena semilla de la verdad, y es la larga paciencia lo que precisamos para no llegar a perder el ánimo y tal vez caer en el desespero. Nos servirá de gran ayuda que recordemos la longanimidad y paciencia que ha tenido con nosotros nuestro Padre. Él es ciertamente el Dios de la paciencia (1ª Pedro 3:20; 2ª Pedro 3:8, 9).
 
No todos los miembros del Cuerpo son igualmente capaces. Algunos podrán tener tendencia a llevarnos por el mal camino, pero la gracia y la indulgencia nos enseñarán y capacitarán para soportar a los tales en amor. ¡Cuántos libros podrían haber sido escritos sobre la más grande de todas las gracias, esto es, el amor cristiano! Es completamente opuesto al concepto que de él tiene el mundo incrédulo que se va alejando más y más de Dios, y debemos estar siempre en guardia para prevenir que sus tales ideas se introduzcan en nuestra mente. El amor de Dios que debería ser manifiesto en el cristiano no es meramente una emoción o sentimiento. Es una constante carencia de orgullo y una actitud mental que está siempre lista a olvidarse de uno propio en el interés de los demás. Pidamos al Señor que esta actitud se halle siempre presente en nosotros, pues no podemos “andar dignamente” o servir aceptablemente a menos que esto sea una constante realidad en nuestra experiencia.         
 
 
Los siete aspectos de la Unidad del Espíritu
 
El Apóstol continúa diciendo en el versículo tres:
 
Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.
 
Observe bien que no se nos está pidiendo que creemos una unidad. Esta unidad ya ha sido hecha por el Espíritu Santo uniendo a los verdaderos miembros del Cuerpo de Cristo. Nosotros tenemos, no en tanto, que guardarla juntos con una diligente vigilancia. Podemos quebrar esta unidad en testimonio, pero no podemos realizarla. Ahora bien, la unidad hace la fuerza, y el diablo lo sabe muy bien, por eso uno de sus principales objetivos sea quebrar esta unidad y dividir la gente de Dios que constituye este Cuerpo. Si el creyente tan solo se diese cuenta de esto más frecuentemente, no tendría ganas de crear diferencias y malentendidos, dándole así oportunidad de operar esta labor destructiva al diablo.
 
Otra cosa con la tenemos que tener cuidado y evitar es con la engañosa apariencia en conformidad con esta unidad interior. En la Cristiandad que nos rodea el curso se mueve hacia la unidad de todas las sectas. Pero es tan amplia la distinción o variación entre todas ellas, que dicha unidad es imposible a menos que alguna verdad vital se abandone y deje de fuera, y así, mismo que se alcance, no será sino una caricatura de la verdadera unidad de Efesios 4. ¡Muchos están siendo engañados pensando que ésta sea la unidad referida por el Señor en Juan 17:20-23! Pero la unidad de Dios reposa sobre el lecho de la roca de la verdad de Su Palabra (Juan 17:17) y esta verdad se desprecia y se considera sin valor hoy en día en el mundo.
 
Deberíamos regocijarnos en el hecho de que, en Cristo, Dios haya hecho la unidad de cada miembro del Cuerpo, y nuestro deber, como aquí se ve tan claro en este contexto de la práctica cristiana, es guardarla celosamente. Esta séptupla unidad se mantiene junta por el vínculo de la paz, la cual paz ya se nos ha explicado en el capítulo 2:14, 17. El otro gran vínculo es el amor (Col.3:14) que reúne todo el Cuerpo junto y que por tanto así se exhibe de manera constante en la relación de unos hacia los otros. Los miembros de esta compañía pueden estar aislados y esparcidos, pero es glorioso darnos cuenta que esta maravillosa unidad aniquila la distancia y las circunstancias que sean adversas.
 
La séptupla unidad del Espíritu se describe ahora en los versículos del cuatro al seis, y tiene una disposición o arreglo bien conocido en el paralelismo Hebreo, esto es, el denominado de introversión:
 
          A Un Cuerpo.
            B Un Espíritu.
              C Una esperanza del llamamiento.
                 D UN SEÑOR.
              C Una Fe.
            B Un Bautismo.
          A Un Dios y Padre.    
 
Es muy significativo que justo en el medio se halle aquel Un Señor, Quien solamente hace que los demás puntos sean posibles y reales, y los sujete a todos reunidos. Consideremos ahora cada punto por separado, pues no podremos guardar o mantener nada que no sepamos o comprendamos.
 
Un Cuerpo
 
El segundo capítulo de Efesios ya nos ha enseñado que Él pudo reconciliar a ambos (es decir, Judíos y Gentiles) para Dios en un solo cuerpo por la cruz… El hizo de los dos, uno solo, creando en Sí Mismo de los dos “un nuevo hombre”. Colosenses 3:15 nos recuerda el mismo hecho: que fuimos llamados en “un solo Cuerpo” y este Cuerpo es descrito como un “mismo Cuerpo junto” en 3:6, formando uno de los aspectos del Misterio que había sido ocultado en Dios (3:9). Toda corporación o grupos hechos por el hombre caen en la insignificancia cuando son comparados y puestos al lado de esta compañía creada divinamente.
 
La figura de un cuero humano ya había sido utilizada previamente durante el periodo cubierto por los Hechos para describir las asambleas que existían entonces con sus diversos y sobrenaturales dones (1ª Cor.12). Debemos notar cuidadosamente, sin embargo, que Pablo emplea la totalidad del cuerpo humano, incluyendo la cabeza, para ilustrar la relación de los creyentes en aquel tiempo. Algunos creyentes fueron comparados a las partes más decorosas del cuerpo (1ª Cor.12:24) y otros a las partes menos honorables (vers.23). Algunos además se comparan a los pies y mismo a la cabeza (vers.21).
 
Esto debería demostrarnos que todavía no se había en aquel entonces alcanzado la revelación dada en Efesios, donde tan solo el Señor Jesucristo es la Cabeza, y donde, por partes indecorosas, no se tiene a ninguna (Efesios 1:6; 5:27). No podemos considerar la enseñanza dada en 1ª Corintios como si fuese debida a una falta de conocimiento de parte de Pablo, pues eso partiría en pedazos la totalidad de su ministerio por la iglesia (Efesios 3:6, 7; Colos.1:24-26) si así fuese. Pero es que la dificultad nos la creamos nosotros mismos, por confundir lo que en apariencia sea tan solo similar.
 
 
Un Espíritu
 
Esto ya se ha referido en el capítulo 2:18: Porque por medio de Él (el Señor Jesús) los unos y los otros (Judíos y Gentiles) tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. Hemos procurado demostrar previamente que las palabras en pneumati no solo se refieren al Espíritu Santo, sino además al medio que se distingue de la carne y sangre y de las cosas terrenales, y se describe como siendo la esfera de los lugares celestiales por encima de todo. Así, pues, el objetivo de esta iglesia es que sea un lugar de habitación de Dios en el espíritu (literalmente). El Espíritu Santo es Quien nos ha sellado y hecho la segura transportación hasta el día de la redención (1:13; 4:30). También nos ha dado, durante nuestro actual peregrinaje, las arras o garantía, dándonos a probar de la gloriosa herencia celestial que nos aguarda.
 
 
Una Esperanza de vuestro Llamamiento
 
La esperanza y el llamamiento son inseparables y van juntas en la Escritura como ya hemos visto. El llamamiento y destino de Israel es terrenal, y vendrá a ser realizado cuando el Libertador retorne a Sion, salve a la nación, y ponga en operación el Nuevo Pacto en su favor (Jer.31:31; Rom.11:26-29). Consecuentemente, la “esperanza de Israel”, que por supuesto está basada sobre el Señor Jesús y Su obra redentora, será el cumplimiento de las promesas incondicionales a los patriarcas concerniente a su semilla y al territorio descrito en Génesis 15:18, tal como Pablo declara en Hechos 26:6, 7. Esta esperanza será terrenal y de gran regocijo y bendición, e Israel vendrá entonces a ser como la vida de resurrección para un mundo muerto (Rom.11:12-15).
 
El llamamiento del Cuerpo único de Cristo en cambio está totalmente desasociado de la tierra. Se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura, vivificación, resurrección y asentamiento a la diestra del Padre en los lugares celestiales, por encima de todo principado y potestad y todo nombre que se nombra. Sus miembros son por eso mismo exhortados a dirigir sus pensamientos fuera y más allá de las cosas terrenales, hacia esta exaltada esfera donde el Señor Jesús se halla entronado en la más alta gloria (Colos.3:1-4). Está claro, por tanto, que su esperanza no puede ser terrenal, pues eso estaría en completo desacuerdo con su celestial ubicación establecida por Dios. Como consecuencia, sus miembros son avisados a no poner sus pensamientos en las cosas terrenales (Filip.3:19, 20).
 
Ya hemos considerado que la esperanza sea  el cumplimiento del plan de Dios para la compañía de Su gente que esté bajo consideración. Para el Cuerpo de Cristo es la manifestación de la gloria donde Él ahora se halla (Col.3:4).
 
 
Un Señor
 
El Señor Único se mantiene en la parte central, la cual es Suya por derecho, pues, sin Él, toda la unidad se despedazaría y todo el plan redentor de Dios entraría en colapso. Él es el centro y la circunferencia de todo, y nunca podremos resaltar en demasía esta tremenda verdad.
 
En el Antiguo Testamento se enfatiza la unidad de la Divinidad, diciendo: Oye, Israel: el Señor nuestro Dios, el Señor  uno es (o un Señor es) (Deut.6:4). La palabra Señor es Jehová en el Hebreo, y este título se aplica irreversiblemente al Señor Jesucristo, y es una de las muchas evidencias Escriturales de Su Deidad. Por eso está claro que no podremos guardar la unidad del Espíritu a menos que le demos Su lugar apropiado como único Señor. De hecho, Él es el Señor de señores (1ª Tim.6:15; Apoc.19:16), y en el futuro toda rodilla se doblará, en el cielo, sobre la tierra, y debajo de la tierra, y toda lengua confesará que Él es el SEÑOR (Filip.2:9-11). Habiendo sido una vez menospreciado y repudiado, vendrá por fin en Su gloria y recibirá un universal homenaje, toda la creación le otorgará manifiestamente Su debido lugar como Señor de todo.
 
 
Una Fe
 
Algunas veces en el Nuevo Testamento la palabra fe es equivalente a verdad. En Hechos 6:6 leemos acerca de una compañía que fueron obedientes a la fe (vea también Hechos 16:5; Gál.1:23). Leemos también que algunos “negaron la fe” (1ª Tim.5:8), pero Pablo pudo decir al fin de su vida: he guardado la fe (2ª Tim.4:7). Esta fe única en Efesios es el buen depósito de Verdad que fue por el ascendido Cristo depositado sobre Pablo, y es este cuerpo de verdad que se le exhorta a Timoteo a guardar (1ª Tim.6:20; 2ª Tim.1:14) y encargar a otros (2ª Tim.2:2). Pablo la describe como la forma de las sanas palabras que de mí oíste (2ª Tim1:13). Nunca podremos venir a entender las constantes referencia que hace el Apóstol sobre su persona a menos que nos demos cuenta que no se está recomendando a sí mismo, sino señalando con dichas referencias al especial depósito de verdad que Cristo le había a él revelado para dárselo a conocer a los Gentiles. Observe el pronombre personal “YO” y el posesivo “MÍ” en 2ª Timoteo 1:5, 11, 13, 15; 2:2, 8, 9, 10; 4:17.
 
La fe y la verdad van juntas como una moneda, hay dos caras de una misma cosa. La “fe única” que por tanto el Señor nos exhorta a guardar es la totalidad contenida en este “buen depósito” relativo al Cuerpo de Cristo, del cual Pablo fue divinamente escogido para ser el ministro (Efesios 3:4-7; Colos.1:24-27).
 
 
Un Bautismo
 
La primera cosa que tenemos que tener en cuenta acerca del bautismo, un tema que ha sido generalmente muy conflictivo, es que no es exclusivamente una doctrina del Nuevo Testamento. Tiene sus raíces en el Antiguo Testamento, siendo utilizado tanto antes como después de la inauguración del Tabernáculo y su ritual. En esta conexión, la idea principal es la de un lavamiento y limpieza. Así tenemos por ejemplo el lavamiento de los sacerdotes, las partes del sacrificio, la lepra etc. Este concepto de limpieza todavía se adhiere en el empleo del bautismo más temprano en el Nuevo Testamento. Al tiempo de su conversión, Pablo nos dice cómo Ananías le dijo: Levántate y bautízate, y lava  tus pecados, invocando Su  nombre (del Señor)  (Hechos 22:16). Hebreos 9:8-10 refiere el tipo y sombra del Tabernáculo que consiste sólo de comidas y bebidas, de diversas abluciones (bautismos), y ordenanzas de la carne, impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas.
 
Hay algo que, por tanto, está muy claro: Estos bautismos deben ser suprimidos, siendo que el objetivo sea dejar para atrás la infancia espiritual, y seguir en frente hacia la madurez.
 
Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección, no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento…de la doctrina de bautismos (Heb.6:1, 2).
 
Cuando llegamos al uso de la palabra en el Nuevo Testamento, encontramos que hay más de un bautismo.
 
(1)   El bautismo administrado por Juan
 
Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para perdón (remisión) de los pecados (Lucas 1:4).
 
Juan bautizaba del mismo modo que el Señor Jesús, y la razón se nos da en Juan 1:31, 33, 34:
 
Y yo (Juan) no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, Aquel que me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre Él, ese es el que bautiza con el Espíritu Santo. Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios. (Juan 1:33, 34).
 
…para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua (Juan 1:31).
 
Esta es la explicación divina de Juan el bautista para su bautizo sobre el Señor Jesús, muy diferente de la que nos ofrecen muchos creyentes hoy en día. Casi siempre se nos dice que Él fue bautizado en agua como un ejemplo a seguir para el creyente. Pero es que Él además también fue circuncidado; guardó el día de Sabbath (el séptimo día); guardó las fiestas del Señor tal como se detallan en Levítico treinta y tres, y atendía las sinagogas Judías, y sin embargo no vemos que el creyente practique estas cosas porque el Señor las hiciese. Y si el bautismo de agua dice respecto o incumbe al cristiano al día de hoy, ¿por qué no también todas estas cosas? Juan el bautista identificó el arrepentimiento que era singular para con la nación de Israel. ¿Por qué no deberíamos contentarnos con esta divina explicación?
 
(2)   El Bautismo del Espíritu Santo y con fuego
 
Juan dijo:
 
Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego (Mateo 3:11).
 
Este bautizo se asocia con juicio:
 
Su aventador está en Su mano, y limpiará Su era; y recogerá Su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apaga (vers.12).
 
Verificamos que tiene lugar en Pentecostés (Hechos 2:1-4), y el terrible fin de Ananías y Safira es un ejemplo de su efecto. Nos gustaría ver que esto se tuviese en cuenta por todos aquellos que desean este encendido bautismo del Espíritu Santo hoy en día.
 
(3)   El bautismo administrado por Pedro
 
Pedro les dijo (a los convertidos del versículo anterior): Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados (Hechos 2:38).
 
Este bautismo es similar al de Juan, y está en armonía con Marcos 16:15-18, pero se le añaden además los evidentes dones milagrosos, y el propósito de los cuales ya lo hemos referido en capítulos anteriores.
 
(4)   El bautismo de sufrimiento y muerte del Señor Jesús
 
Él dijo:
 
De un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla! (Lucas 12:50).
 
El intenso sufrimiento que le aguardaba de la cruz, fue descrito como un “bautismo” por nuestro Señor.
 
Hasta aquí por tanto tenemos: (1) el bautismo ceremonial del Antiguo Testamento. (2) El bautismo con agua del arrepentimiento y el perdón de los pecados de Israel y la manifestación de Cristo a la nación. (3) El bautismo de Espíritu de poder y los evidentes dones milagrosos que son descritos en Hebreos 6:4, 5, como poderes de la era venidera, esto es, el reino terrenal de Cristo. Y (4) el bautismo de sufrimiento y muerte del Calvario. Y tanto el (2) como el (3) estuvieron en evidencia durante el periodo cubierto por los Hechos.
 
Ahora debemos formularnos una pregunta: ¿a cuál de estos bautismos se refiere aquel ÚNICO bautismo en Efesios? La fidelidad, por no decir el sentido común, demanda que no hagamos “uno en dos” aquí en éste, así como en ninguno de los demás casos de la Unidad del Espíritu, haciendo así dos Señores, o dos Fes, o dos Espíritus.
 
Pero tenemos además otro bautismo a considerar, y es uno de la máxima importancia. En 1ª Corintios 10:1-5, el Apóstol escribe:
 
Porque no quiero hermanos que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar; y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar…
 
Esto se refiere a la liberación y al paso de Israel a través del Mar Rojo al tiempo del Éxodo, y sin embargo en la Escritura se resalta que hicieron la travesía sobre tierra seca:
 
Entonces los hijos de Israel entraron por en medio del mar, en seco (Éxodo 14:22).
 
Porque Faraón entró cabalgando con sus carros y su gente de a caballo en el mar…mas los hijos de Israel pasaron en seco, por en medio del mar (Éxodo 15:19).
 
Volvió el mar en seco, por el rio pasaron a pie (Salmo 66:6).
 
Por la fe pasaron el Mar Rojo, por tierra seca (Hebreos 11:29).
 
El bautismo de Moisés fue un bautismo en seco, y esta es la primera ocurrencia registrada del bautismo en punto de tiempo en la Biblia, cuyo significado ha sido largamente pasado por alto o no comprendido por la iglesia profesante. Encontramos una experiencia similar al final de la travesía en el desierto, cuando la nación estaba a punto de entrar en la tierra prometida bajo el mando de Josué. Y una vez más, Dios, milagrosamente separa dividiendo las aguas, esta vez del Jordán:
 
Las aguas…fueron divididas…mas los sacerdotes que llevaban el arca del pacto de Jehová, estuvieron en seco, firmes en medio del Jordán, hasta que todo el pueblo hubo acabado de pasar el Jordán; y todo Israel pasó en seco (Josué 3:14-17).
 
Así que Israel tuvo un mismo seco bautismo al comienzo y al final de la travesía en el desierto. Esto ciertamente nos deja ver con toda claridad que la inmersión en agua no sea la única manera de afirmar el significado inherente del bautismo. ¿Qué es entonces lo que conlleva realmente? Pues, como vemos, el bautismo con agua y el lavamiento en agua no deja de ser sino un tipo o sombra de la verdad espiritual. Este significado que conlleva realmente es identificación. Cuando Israel fue bautizado en Moisés sin agua, vinieron a identificarse con él, y así se puso y vino a estar tanto en la ley como en lo ceremonial. Este abordaje se aproxima mucho más a la verdad del bautismo único de Efesios cuatro, pues este bautismo unifica a cada creyente que constituye este Cuerpo de Cristo.
 
Hay otro punto importante que tenemos que considerar. Ya hemos visto que el Apóstol Pablo fue el canal o medio señalado por Cristo para revelar el llamamiento del Cuerpo de Cristo. Por lo cual preguntamos ahora: ¿Cuál es la importancia que le daba al bautismo de agua en su apostólica comisión? 1ª Corintios 1:17 nos da la respuesta:
 
Cristo NO me envió a bautizar, SINO a predicar el Evangelio.
 
Nada podía estar tan claro para demostrar que el bautismo con agua no formaba parte de su ministerio dirigido por Cristo, y aunque ocasionalmente hubiera bautizado a alguno durante el periodo de los Hechos, no le da importancia alguna, sino todo lo contrario. En una confesión nos asegura no saber bien si hubo o no bautizado a alguno más (1ª Cor.1:16).
 
Y si alguno cita Colosenses 2:12, entonces le recordaremos el contexto, el cual repudia la circuncisión literal por una espiritual, una circuncisión no echa de manos, y continúa repudiando además todos los tipos y sombras, ya sean relativos a la comida o bebida, días santos, luna nueva o mismo del día de reposo, el Sabbath:
 
Todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el Cuerpo (la realidad) es de Cristo (Col.2:17).
 
Poner un tipo (el bautismo de agua) en un contexto que trata con la operación de Dios (vers.12), y dejar de lado todos los demás tipos debido a que tengamos la gloriosa realidad del bautismo espiritual dándonos la identificación con la Cabeza, el Señor Jesucristo, es regresar a la inmadurez y no avanzar hacia la plenitud. ¿Quién querría la sombra cuando se tenga a mano la realidad? ¿Quién querría las sombras cuando se puede estar repleto de “la plenitud” en Cristo? (Colos.2:10) ¿Qué es lo que le pueda añadir una sombra a esta plenitud? Inserir aquí el bautismo de agua sería como poner a un intruso que anula el argumento de los versículos dieciséis y diecisiete.
 
Parte del malentendido que ha surgido acerca del lugar del bautismo de agua en la doctrina de la iglesia se debe a la ignorancia o negligencia de la verdad Escritural de la identificación con Cristo, diciendo que es un testimonio para el mundo de los incrédulos. No hallaremos ni un solo versículo que trate con el bautismo de agua y que enseñe que este rito fuese dado para ser un testimonio para el mundo.
 
Lo que los incrédulos observan son nuestras palabras, nuestros actos, nuestras vidas. Estos son los testimonios más efectivos, no los rituales, a los cuales los incrédulos que no son salvos poco o nada tienen en cuenta.
 
Volviendo ahora al bautismo único de Efesios cuatro, nosotros indudablemente creemos que, éste único, no puede significar dos bautismos, de lo contrario las palabras no harían sentido alguno y carecerían de significado, y una vez que es UNO, debe ser la realidad espiritual que le haya sido dada por Dios el Espíritu Santo lo que sea absolutamente esencial, no el retrato o sombra que previamente había puesto en su lugar. El Bautismo Único balanza y equilibra el Espíritu Único, y este es el vital y necesario bautismo que se nos pide que guardemos.
 
Nosotros no juzgamos a otros creyentes que no se hayan dado cuenta de esto y que procuren justificar el bautismo de agua, pero creemos que por lo establecido en las Escrituras no pueden hacerlo legítimamente invocando Efesios o Colosenses. Deberán realizarlo ateniéndose a cualquiera de los bautismos de Juan y Pedro que ya hemos estado considerando, tratando con una dispensación diferente. Y una vez que nosotros no los juzgamos a ellos, esperamos sinceramente que ellos no nos juzguen a nosotros en esta materia. Todo lo que nos cuestionamos es si es que alguna vez hayan seriamente tenido en consideración la divina importancia del bautismo único de Efesios cuatro.    
 
 
El séptimo punto en la Unidad del Espíritu es:
Un Dios y Padre de todos
 
Un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos (Efesios 4:6)
 
Debemos tener cuidado con la palabra “todos” en la Escritura. Demasiadas falsas doctrinas se han levantado sobre la presunción de que la palabra “todos” sea equivalente a “universal”, cuando lo cierto es que está siempre limitada al contexto. Cualquiera puede fácilmente usar el versículo seis para enseñar la popular doctrina de la Paternidad universal de Dios, pero eso no tan solamente es ajeno a este versículo, sino a la totalidad de la Biblia:
 
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en Su nombre (Cristo), les dio potestad de ser hechos hijos de Dios (Juan 1:12).
 
Tan solamente aquel que haya recibido a Cristo por la fe como Salvador tiene el privilegio de haber venido a ser hecho miembro de la familia de Dios y dirigirse a Él como Padre. Es el Señor Jesús que hizo posible la Paternidad de Dios y que le conozcamos (Juan 14:9, 11) cuando creímos en Él. Así que el “todos” de Efesios cuatro está obviamente limitado a los miembros del Cuerpo.
 
Aquí por tanto tenemos la primera fase de un andar que sea digno del alto llamamiento de Dios en Cristo Jesús, esto es, las siete perfectas partes de una perfecta unidad hecha por el Espíritu de Dios que se nos encomienda a guardar, donde Cristo es la preminencia, el Padre es todo en todos, y el Espíritu da la sustancia y realidad de las riquezas espirituales que van más allá de la plena comprensión de la mente humana.
 
Aunque no encontremos la palabra “Trinidad” en las Escrituras, lo cierto es que se halla en muchos pasajes, y ninguno es tan claro como este: Un Espíritu, Un Señor, Un Dios y Padre. Algunas veces la concordancia puede ser mal entendida y con el abuso pasa a ser una amenaza. Todos hemos escuchado frecuentemente argumentos basados en la no ocurrencia de una palabra en la Biblia, como la demostrada por la concordancia anterior, forzando la persona tales argumentos, tanto si sea por deliberada ignorancia, o por no querer ver que el hecho permanece aun cuando la palabra no aparezca, y este es el caso puntual con la Trinidad. Si nos recusamos a emplear la palabra “Trinidad” porque no aparece en la Escritura, entonces tendremos que inventar cualquier otra que tome su lugar para representar la tripla expresión de la Divinidad en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y ¿cuál vamos a inventar?
 
Pablo ahora deja el Cuerpo como un todo, y pasa a tratar cada miembro suyo individual:
 
Pero a cada uno de nosotros le fue dada la gracia de acuerdo al don de Cristo (4:7).
 
En el cuerpo físico, los diversos miembros no son iguales en cuanto a dimensión o importancia, pero todos son necesarios para su apropiada y sanadora función. De igual manera sucede con la iglesia: cada miembro redimido ha sido puesto en él de acuerdo a la voluntad de Dios, y todos tienen una parte a cumplir en su funcionamiento. Tanto si sean vasos chicos, medios o grandes, eso no es de su responsabilidad. Lo que deberían procurar saber es, exactamente, cuál sea la labor a ejecutar para la cual lo haya llamado el Señor, y entonces recordar que toda la necesaria gracia está disponible para la obra, y que, por tanto, puede cumplirla y ser responsable ante Él para llevarla a cabo con lealtad. No debe haber equivocaciones con esto. En nuestro cuerpo físico sería desastroso si un miembro cesase de hacer su propia labor e intentase realizar la función de otro cualquiera. Afortunadamente, para bien de la sanidad, eso es imposible, pero he aquí, ¡es posible en el medio Cristiano! Algunos intentan llevar a cabo la labor cristiana para la cual no son apropiados, y al no tener en cuenta sus limitaciones, tan solo causan disturbios y dificultades. Una cosa es cierta, y es esta: si el Señor llama a una persona para un cierto tipo de trabajo, Él propio equipa y capacita a esa persona para la labor. Si Él precisa de un maestro, o un orador o un escritor, Él escogerá para eso alguien que tenga una cierta aptitud para esas cosas – apto para enseñar (2ª Tim.2:24). Sin embargo, hay muchas otras vías o maneras de servir al Señor, y lo que todos nosotros precisamos no es de pensamientos imaginativos, o intentar ser como algún otro, sino honestamente decir: Señor, ¿qué es lo que Tú quieres que haga? (Hechos 9).
 
Antes de seguir adelante el Apóstol dando más detalles en su trato con la cuestión de los dones para el servicio, resalta el elemento del tiempo de Sus dones especiales para el Cuerpo de Cristo, y este tiempo es relativo, no a la vida terrenal del Salvador, sino a Su ascensión: 
 
Y esto de que subió (ascendió), ¿qué es, sino que es sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra? El que descendió también subió (ascendió) por encima de todos los cielos para llenarlo todo. Y Él constituyó (dio)… (4:9-11).
 
No podría haber habido ninguna revelación del Misterio sin la Ascensión de Cristo. ¡Sería inapropiado decir que estamos sentados juntamente en los lugares celestiales a menos que Él se encuentre allí primero! No deberían surgir dificultades con la frase las partes más bajas de la tierra. Esto tanto podría significar (1) el sepulcro en el cual fue depositado el cuerpo del Señor, (2) el Hades, o estado del ser depositado en la tumba, sepultura o sepulcro, si es que se pudiera inventar un tal término, o (3) la tierra, siendo vista desde encima, como la parte más baja desde el punto de vista del cielo. El (1) y el (2) pueden permitirse, pero el tercer punto nos parece ser el más natural si pensamos que el Señor deje el cielo donde se hallaba para poder descender a la tierra para nuestra redención. La ascensión significa la exaltación al lugar más alto de supremacía, tal como en 1:19-23 ya se ha señalado. Observe la frase “todos los cielos”. Algunas veces en la Escritura el “cielo” se emplea en el singular, pero no debemos deducir por eso que el cielo sea o tenga tan solo un lugar. Es mucho más complejo. “Todos los cielos” deben abarcar por lo menos tres subdivisiones, y nos muestra que no estamos tratando con una verdad que sea simple, sino con algo que es muy profundo, y esto siempre se debe mantener en mente cuando estemos tratando con el cielo y los asuntos celestiales.
 
El tema y objetivo de la Ascensión es igualmente profundo: Para que Él pudiera llenar todas las cosas (literalmente). Ya hemos visto que “llenar” y “plenitud” en relación a Cristo, son características de la complexión del propósito de las edades, cuyo propósito ahora está siendo presentado en el Cuerpo (1:23). El Señor Jesús, en la meta y objetivo de las edades, llenará todo el universo de una manera que ahora en el tiempo actual no conseguimos comprender plenamente. Detendrá el lugar supremo que Él ahora ocupa, pero manifiestamente reconocido por cada uno de los seres en el cielo y en la tierra (Filip.2:9-11), puesto que la Divina voluntad es que tenga la preminencia en todas las cosas (Colos.1:18). El expreso propósito por tanto de Efesios 4:10 es magnífico, y no debe ser pasado por alto sin una cuidadosa apreciación o reflexión.
 
Está claro que los dones del Cristo ascendido no son cosas sino personas:
 
Y Él dio algunos a ser apóstoles; a otros profetas; y algunos evangelistas, pastores, y maestros (4:11 Rev. Vers.).
 
También debería estar claro que estos apóstoles no pueden ser los mismos que los Doce que había ungido como tales cuando estaba sobre la tierra (Mat.10:2-4) los cuales están tan íntimamente asociados con el pueblo de Israel. Los apóstoles y profetas de Efesios cuatro son los mismos que han sido referidos en el segundo capítulo.
 
Estos dos primeros ministerios tenían una función ministerial que era única mientras el Nuevo Testamento estuviera en el proceso de ser escrito, y en algunos respectos tomaron el lugar de las Escrituras canónicas. Ahora nosotros tenemos una Biblia completa, ya no precisamos por tanto de tales apóstoles y profetas. Todo el servicio Escritural se halla actualmente siendo cubierto por los tres subsecuentes: evangelistas, pastores y maestros.
 
El evangelista en los tempranos tiempos de la Cristiandad fue un pionero, introduciéndose a menudo en nuevos territorios, algunas veces con grandes dificultades y peligros, y así este tipo de testigo lleva consigo la idea de resistencia y firmeza sobre él. Los Pastores son realmente cuidadores de ovejas, y un pastor presupone el pastoreo de las ovejas. Aquellos que creen que la figura de la “oveja” denota solo el pueblo de Dios de aquel tiempo sin distinción, sostendrán el punto de vista que pastores y maestros no representan una clase de ministerio actual. Pero los muchos años de estudio de las Escrituras nos han dejado ver con toda claridad que el Espíritu Santo emplea las figuras y los símbolos con exactitud y que no mezcla Sus metáforas como lo hacen los hombres tan a menudo. Porque en la mayor parte de las veces,  las “ovejas” son una descripción del pueblo de Israel (Salmo 78:52; 79:13; 95:7; 100:3; Jer.50:17). Pero Mateo 25:32 es una excepción, y son “otras ovejas” a quienes el Señor reunirá y finalmente unificará con la restaurada Israel para formar “un mismo rebaño” (Juan 10:16), y compartir las glorias del reino terrenal cuando Cristo retorne e Israel sea restaurada. Este es un amplio ministerio, tal como el Evangelio de Juan muestra, y no vemos razones para creer que en el llamamiento del Cuerpo unificado de Efesios que Dios esté realizando en esta edad presente no los emplee, sino todo lo contrario, sobre todo cuando miramos a nuestro alrededor sobre el actual escenario Cristiano mundial y lo contemplamos además en su historia pasada. Hay necesidad por tanto para un ministerio “pastoral”, y el Señor ha ido irguiéndolo a través de todo esta era.
 
Los Maestros juegan un importante papel en la edificación y el crecimiento de aquellos que ya son salvos. Algunas veces se pone un falso énfasis sobre los evangelistas y son así considerados más importantes que los maestros. Esta idea es la que generalmente sostienen aquellos que piensan que el testimonio cristiano se resume a la predicación del Evangelio a los pecadores y “consiguen salvarlos”. Mientras que el crecimiento espiritual hacia la madurez les parece de poca monta o importancia. El resultado no es tan solamente el que vemos a nuestro alrededor, con muchas iglesias que están espiritualmente muertas, sino que, además, también vemos otras muchas que están llenas de infantilismo espiritual. Estos pasan a ser una obligación en vez de una contribución, pues no se proponen venir a ser creyentes totalmente maduros queriendo llevar a cabo su parte en los asuntos cristianos y el testimonio. Es significativo que un obispo o diácono en el Nuevo Testamento tenga que poseer la calificación de ser “apto para enseñar” (1ª im.3:2), y que Pablo le pida a Timoteo que encargue el sagrado depósito de Verdad a “hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (2ª Tim.2:2). Algunos sostienen la idea equivocada de que las personas no son salvas bajo un ministerio de enseñanza, pero eso es totalmente contrario a lo que verdaderamente sucede. El maestro fiel señala fielmente a Cristo como Salvador al mismo tiempo que Señor y Cabeza, y muchos que nunca habían sido invitados al Evangelio son verdaderamente salvos. Precisamos la labor de un evangelista, pastor y maestro procediendo lado a lado, y entonces podremos esperar los resultados bajo la mano del Señor que traerá la salvación e iluminación como Él desea.
 
El objetivo de todo ministerio, tanto sea el del evangelista, pastor o maestro se establece en Efesios 4:12, 13:
 
A fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.
 
 
La Unidad de la Fe
 
La palabra “perfeccionar” no es la misma que significa “seguir hacia la madurez”. Se emplea una palabra diferente que significa ajustamiento, reparación o equipamiento. La gente de Dios, después que Israel fuese puesta de parte en incredulidad en Hechos veintiocho, precisaba ciertamente de ser ajustada a la nueva revelación del Misterio y necesitaban ser equipados para venir a conocer este clímax de verdad, o, tal como el versículo declara,  para la obra del ministerio (o servicio) que incluiría cada miembro del Nuevo Hombre, todo el Cuerpo de Cristo junto, y no ser confinado a un número de miembros especiales compuesto solo con los “en cargos de ministerio”, tal como la palabra se usa hoy en día. Este servicio de cada uno tiene en vista la edificación del Cuerpo de Cristo, una labor constructiva que es de la máxima importancia. La edificación es una de las principales características del ministerio de Pablo: Hágase todo para edificación (1ª Cor.14:26). Vea también Rom.14:19; 15:2; 2ª Cor.12:19. Tres veces tenemos señalada la edificación en Efesios 4: en el versículo que estamos considerando, y en los versículos dieciséis y veintinueve.
 
Es demasiado fácil ser destructivos, y esto puede a menudo ser hecho muy fácil y rápidamente, pero la “edificación” es algo muy distinto. Conlleva esfuerzo, tiempo y paciencia venir delante de la palabra de Dios y conseguir establecerla firmemente en nuestras mentes, la cual, tan a menudo, se despista dedicándose con otros quehaceres. El único verdadero ministerio es aquel que edifica.
 
El objetivo y meta se alcanza por una triple preposición “hasta” o “para”, tal como el contexto nos ofrece, son tres medidas:   
 
La medida del don de Cristo (4:7).
La medida de la plenitud de Cristo (4:13).
La medida de cada parte (4:16 R.V.).
 
Hemos visto anteriormente que la fe se emplea algunas veces como el equivalente de un cuerpo de verdad (vea Hechos 6:7; 14:22; 1ª Tim.4:1, 2; 2ª Tim.4:7). Y aquí tenemos una revelación más de lo que constituye el “buen depósito” de la verdad encargada por Cristo al Apóstol Pablo para darnos a conocer a nosotros los Gentiles y a todos los que tengan oídos para oír. Así como la séptupla unidad del Espíritu tiene al único Señor (Cristo Jesús) en el centro, de igual forma sucede en la unidad de la fe: Hasta que todos lleguemos…y del conocimiento del Hijo de Dios (vers.13). Aquí “conocimiento” hubiese sido mejor traducirlo “reconocimiento”, como lo hace varias veces la Versión Autorizada (1ª Cor.14:37; 16:18, etc.). Debemos recordar que la Versión Autorizada inglesa utiliza conocimiento y reconocimiento intercaladamente. Conocer verdaderamente la Verdad, y Aquel Único Quien es la verdad, no es meramente un sentimiento mental con hechos que sepamos acerca de Él y de la Biblia. Cualquiera puede hacer eso. En la Palabra de Dios no puede haber un verdadero conocimiento sin reconocimiento. Solamente a medida que “reconozcamos” confirmando una verdad podremos decir que la conocemos, y precisamos mantener esto en mente continuamente. Es por el práctico reconocimiento que el Hijo de Dios, el Único Señor,  nos hace todo Su reclamo, para que crezcamos espiritualmente, y esto se confirma por Colosenses 1:10, donde una más precisa traducción sería: creciendo por el reconocimiento de Dios. El objetivo de la vida natural y espiritual es llegar a ser adultos, maduros de cuerpo y mente. Algo menos que esto sería trágico, y así como esto sea obvio en el mundo físico, no tiene por qué dejar de ser tan obvio en el medio de los valores cristianos, sino igualmente cierto, donde no tan solo algunos individuos crecen, sino que lo que se pretende es el crecimiento es de la totalidad del Cuerpo.
 
Son muy  pocos hoy en día los que estén preparados para obedecer las reglas Divinas que aseguren el crecimiento espiritual, y no es de admirar que solo veamos a nuestro alrededor en la Cristiandad el infantilismo espiritual que no puede recibir lo más alto y mejor que Dios tiene para revelarles, y llegan mismo a antagonizar y malinterpretar aquellos que procuren seguir adelante queriendo alcanzar la madurez (Heb.6:1). No nos equivoquemos. El objetivo señalado para nosotros es la madurez espiritual. Cualquier cosa por debajo de esto se queda corta y muy por debajo de la voluntad de Dios.
 
La “estatura” puede significar edad así como se traduce en Juan 9:21, 23; y muestra Hebreos 11:11. Es otra palabra que indica pleno crecimiento. En el Griego Clásico se emplea de la primacía de la vida. “Plenitud” es una de las grandes palabras de Efesios y Colosenses como ya hemos demostrado. En el propósito de Dios, el Cuerpo es justo la plenitud de Cristo (1:23). Aquí se sigue para alcanzar esta plenitud por su vida espiritual y crecimiento en respuesta a la oración de 3:19: para que seáis llenos hasta la plenitud de Dios.
 
El Apóstol ahora en absoluto contraste y oposición nos dice, no ya lo que se debe hacer, sino lo que debe ser totalmente abolido a toda costa:
 
Para que ya no seáis niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagemas de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas de error (4:14).
 
Estas son palabras muy sólidas de aviso para los creyentes. Si alguno de los tales no crece espiritualmente, sino que permanece siendo niño, entonces se vuelve presa fácil para Satán y su gran sistema designado en la Escritura como LA MENTIRA. Al no tener una firme estabilidad en la verdad, deprisa se irá yendo detrás de las últimas modas religiosas. Estos vientos de doctrina no surgen ni aparecen por acaso. Son enviadas y dirigidas por el padre de mentira, y así, atractivamente presentadas por sus lacayos marionetas para que los infantiles creyentes tambaleen y se embriaguen con ellas, sean rápida y completamente engañados. No parece haber medias o neutras posiciones entre la verdad para el crecimiento del creyente, y el engaño del Diablo para el deterioro. Esto es por lo que se vuelve tan importante el crecimiento espiritual, y tan peligroso su carencia para el cristiano.
 
¿No nos hemos encontrado tantas veces con aquellos que están constantemente mudando sus convicciones y creencias? Estos bien pueden confesar haber sido “guiados” a ellas, haber recibido una “nueva luz”, pero nunca se encuadran con las inmutables fundaciones de una Palabra correctamente dividida (2ª Tim.2:15), Decimos “correctamente dividida”, de propósito, porque Satán no duda a la hora de citar la Escritura si se acopla con su propósito, tal como lo hizo con nuestro Salvador en el desierto (Mat.4:1-11). Citar meramente la Escritura no prueba nada. Debe ser interpretada, y eso teniendo siempre en cuenta el contexto cercano y el remoto. Toda secta moderna y denominación se acerca a la Biblia para sostener sus credenciales, aunque sean completamente opuestas. Aunque sea cierto que toda la Escritura sea inspirada de Dios (2ª Tim.3:16) y que toda ella sea verdad en el sitio que Dios la ubicó, aun así no toda es apropiada para esta dispensación de gracia en la cual vivimos. Todos aquellos que procuraban mantener vigente la circuncisión y la esclavitud de la ley sobre la temprana iglesia, no titubeaban a la hora de citar la Palabra (Hechos 15:1). Y sin embargo estaban propagando el error, pues tan solo estaban dividiendo incorrectamente la Palabra de verdad.
 
Dios nos ha dado un modelo o estándar de Verdad en esta era presente Gentil, y se encuentra en las epístolas de Pablo, el Apóstol a los Gentiles, las cuales dan a conocer la forma de las sanas palabras (2ª Tim.1:13) que a él le fueron encomendadas por el ascendido Señor Jesús, y se basan sobre el fundamento depositado en la epístola a los Romanos de la justificación por fe y la identificación con Cristo. Si abandonamos esto será para peligro nuestro. Si los creyentes se hubiesen dado cuenta de esto desde el comienzo y hubiesen permanecido fieles a esta enseñanza, el presente dividido estado de la moderna Cristiandad nunca hubiera venido a suceder.
 
Satán tiene que ser más temido, no como león rugiente, sino como un ángel de luz (2ª Cor.11:13-15) y es en el mundo religioso donde tiene la más grande oportunidad para engañar y defraudar. Él transforma sus ministros en “ministros de justicia” y “apóstoles de Cristo” (vers.13 y 15) No nos sorprende que el creyente inmaduro sea atrapado por tales métodos.
 
El versículo quince continúa diciendo:
 
Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en Aquel que es la cabeza, esto es, Cristo.
 
Este es el antídoto para la falsificación del versículo anterior. Tiene que haber envuelta la obra además de las palabras, pero ambas cosas deben ser “en amor”. Es posible llevar en frente la verdad por una vía de dificultades, estar correctos en la doctrina, y sin embargo demostrar una carencia completa de amor al presentarla. Esto anula su poder y degrada su testimonio. Sin embargo eso no sucederá si cada miembro del Cuerpo se mantiene en próxima unidad a la Cabeza – asiéndose de la Cabeza tal como Colos.2:19 lo expresa.
 
En Efesios 4:16 Pablo lo expone de esta manera:
 
De Quien todo el Cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.
 
“Bien concertado y unido entre sí” es la misma palabra que se utiliza en 2:21 hablando del Templo espiritual. Esta unidad tan próxima con la Cabeza, el Señor Jesucristo, es absolutamente necesaria para la vida espiritual, la luz, la alimentación y el adecuado funcionamiento de cada miembro del Cuerpo. Pues si algún miembro no se da cuenta de esto, sino que en la práctica procura funcionar por sí propio, resultará infructuoso y en fracaso. La misma importante verdad fue dada por el Señor a los Doce  bajo la figura de una Vid y los pámpanos (Juan 15:1-6). Hablando estrictamente las coyunturas que se ayudan mutuamente no deja de ser una mala traducción, pues literalmente sería cada coyuntura de la ayuda. Las “coyunturas” no pueden ayudar nada por sí solas. Esta ayuda proviene solamente de la Cabeza, pero cada miembro puede ser un canal o medio a través del cual pueda fluir la divina ayuda a otro miembro.
 
Esto resalta la importancia de la unidad práctica, y muestra que el innecesario aislamiento no hace parte de la voluntad del Señor. Debemos procurar crecer juntos, cada uno del mismo modo que los órganos del cuerpo, y todos contribuyendo de alguna manera para el crecimiento del Cuerpo en su totalidad. No hay miembros inútiles en el cuerpo físico, y tampoco debería haber miembros inútiles o de deficiente funcionamiento en el Cuerpo espiritual. Hasta que todos lleguemos, y reconozcamos con todos los santos (3:8) es lo que enfatiza. Las tres unidades de Efesios cuatro son creación de Dios y no hechura del hombre, pero nosotros que las abrazamos por fe debemos procurar que no seamos causa  de ruptura, pues eso solamente jugaría a favor del Enemigo, el cual añora intentar dividir y cortar lo que Dios ha unido y así enfadar a Su gente y ocultarles Su obra.
 
El Apóstol ahora aborda el andar digno de los miembros del Cuerpo de Cristo desde un punto de vista negativo. En 4:1 nos dice cómo andar positivamente, en el diecisiete nos muestra cómo no debemos andar:    
 
Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros Gentiles que andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón (Efesios 4:17, 18).
 
En Romanos 1:21 Pablo ya había mostrado la terrible tiniebla en la que el mundo había caído debido a que, en su repudio a Dios como Creador, se volvieron vanos en su razonamiento (imaginaciones), y su necio corazón fue entenebrecido. Esto es lo que invariablemente sucede cuando el hombre se aleja de Dios. Andando por sí propio va cayendo en más densas tinieblas y decepción, aunque al mismo tiempo se imagine ser sabio en sí mismo y capaz de llegar a las alturas y profundidades de la verdad a través de su propia capacidad intelectual. Habiendo repudiado la verdadera luz, ¡cuán grandes deben ser estas tinieblas! Y esto no ha perdido una pizca de verdad hoy en día, y es lo mismo que en el primer siglo. A nuestro alrededor solo vemos un mundo que en su gran mayoría ha repudiado a Cristo y a la Verdad, y una Cristiandad que es largamente impotente, teniendo consigo tan solo una aparente piedad sin su poder esencial (2ª Tim.3:5), un tiempo malo y peligroso que se dirige al trágico final predicho en la Escritura. El Apóstol nos dice que los entenebrecidos Gentiles son ajenos a la vida de Dios. Esto muestra claramente que, separado y apartado de Cristo, el hombre no tiene nada de inmortal; es ajeno y está destituido de la vida ilimitada y sin fin de Dios, y además su ignorancia le guía a la dureza de corazón y mente, y así afecta sus pensamientos para que sean completamente ciegos a lo que Dios y Su verdad concierne.
 
La ignorancia puede ser de dos clases, digna de culpa o excusable, y el contexto remoto de Romanos nos muestra que esta ignorancia aquí es de la primera clase, puesto que no aprobaron tener en cuenta a Dios (Rom.1:28) y el resultado fue una dureza mental e indiferencia hacia los asuntos de Dios. Tal es el seguro resultado del persistente repudio hacia los clamores de Dios. El versículo diecinueve describe su condición como habiendo perdido toda  sensibilidad. La palabra literalmente significa haber perdido la sensibilidad del dolor. Cuando los hombres deliberadamente escogen las tinieblas antes que la luz, el juicio de Dios les permite que sigan el camino que prefieren, con sus terribles consecuencias. Tres veces leemos que Dios los entregó en Romanos 1:24, 26, 28, como una consecuencia de su deliberado repudio de Dios.
 
Este fue el estado del cual la redención había rescatado algunos de los creyentes Efesios, y ahora Pablo les recuerda que su andar cristiano diario debe estar libre de una tal apariencia y práctica. Él escribió:
 
Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo, si en verdad le habéis oído, y habéis sido por Él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús. (Efesios 4:20, 21).
 
Observamos que el Apóstol no dice “vosotros no aprendisteis así la verdad” o “aprendisteis el evangelio”, sino “vosotros no aprendisteis así a Cristo”, puesto que solo Él forma el cuerpo de la verdad y de cada cosa buena que el corazón humano precisa. Además, Pablo no se pone a sí mismo o a cualquier otro de los apóstoles delante como los maestros de los santos Efesios, sino al propio Cristo – si en verdad le habéis oído, y habéis sido por Él enseñados. Sería muy poco probable que alguno viviendo en Éfeso en aquel tiempo hubiese escuchado actualmente a Cristo en Su ministerio terrenal, ¡sin embargo el Apóstol afirma que el Señor mismo había sido su Maestro! Esto nos demuestra que Pablo fue tan solo el medio que el Señor empleó para instruir a Su pueblo. ¡Cuán necio entonces resulta separar la enseñanza de Cristo de las enseñanza de Pablo como algunos hacen, e imaginarse que el registro de los Evangelios sean más importantes que las epístolas!
 
El Apóstol continúan empleando una frase que generalmente se cita equivocadamente, y dice: la verdad que está en Jesús. Esto sugiere que puede haber verdad aparte de Cristo, pero Pablo nunca sugiere tal cosa, pues eso sería completamente incierto. Aún mismo como la verdad está en Jesús es lo que escribió, y esto confirma Juan 14:6: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. El uso del nombre Jesús por sí mismo es algo inusual en las epístolas de Pablo. Prácticamente siempre, los apóstoles del Nuevo Testamento le dieron un título de respeto. Para ellos Él no era tan solo “Jesús”, un hombre notable, que es la manera como la mayoría de los profesantes cristianos le tiene en cuenta y le nombran hoy en día. Pero para los apóstoles, Él es Señor y Dios, y nunca lo olvidan cuando de él hablan o escriben. El propio dijo: Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y hacéis bien, porque lo soy (Juan 13:13). ¡Ojalá que todos los que confiesen pertenecerle como Salvador y Señor recordasen esto siempre! Jesús fue Su nombre terrenal (Mat.1:21) de Su humillación, y además como el Hombre perfecto, y es significativo que en el contexto que estamos considerando en Efesios el énfasis se ponga sobre el nuevo hombre, la perfecta nueva naturaleza que Dios le da a cada uno de Sus redimidos hijos:
 
…en cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad (Efesios 4:22-24).
 
El “viejo hombre” es la vieja natura pecadora que todos heredamos del Adán caído. Fundamentalmente, Dios trata con esta natura en la Cruz, porque fue en ella que nuestro viejo hombre fue crucificada con Él (Rom.6:6). Ahora cada miembro del Cuerpo es exhortado a considerar esto mismo por la fe y a hacerlo experimentalmente día tras día. La vieja naturaleza nunca puede mejorarse, o ser reformada o mudada. Dios la entregó a la muerte y plantó en su lugar la cosa perfecta que Su hijo requería. Este hijo ahora puede renovar y controlar la mente con su pensamiento enfocándolo hacia la obra del Espíritu. Es un nuevo comienzo, una transformación de la mente tal como Rom.12:2 declara; se denomina “el nuevo hombre” y manifiesta en la práctica la mente de Cristo, y los actos que de ella nacen son el fruto del Espíritu (Gál.5:22, 23). Este es el nuevo hombre “revestido” (Efesios 4:24), es la mente de Cristo en acción, y es esta manera de pensar y de vivir que ahora debe caracterizar a cada miembro del Cuerpo de Cristo.
 
Pablo ahora nos dice cómo opera esto específicamente:
 
Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. (Efesios 4:25).
 
La palabra “desechando” es la misma que se emplea en el versículo veintidós, “despojaos”. La falsedad es una de las características principales de la vieja naturaleza, y proviene directamente del padre de mentira (Juan 8:44). Una vez que somos miembros unos de otros y los hijos de Dios en la verdadera próxima relación que la gracia nos ha traído, la falsedad y el engaño no deben tener lugar en nosotros. Pues de lo contrario, está sujeto a quebrar en la práctica esta divina relación entre unos y otros. Es muy difícil, si no del todo imposible, tener tratos con personas falsas.
 
El Apóstol ahora sigue y pasa del engaño a la ira, y nosotros preguntamos: ¿Puede el creyente ser inducido a manifestar una ira o enfado justo? Existe algo así, testifica la Escritura, pues la ira de Dios es un hecho solemne que el libro del Apocalipsis resalta muchas veces (6:16, 17; 11:18; 14:8, 10, 19; 15:1, 7; 16:1, 19; 18:3; 19:15). Dios es justo, y no hay que cuestionar, sino que creer que Su ira sea justa. Pero, ¿será que nosotros que somos pecadores podamos ceder en ella sin que pequemos? Teniendo en cuenta el versículo treinta y uno: Quítense de vosotros TODA amargura, enojo, ira…, será ciertamente mejor que abandonemos la ira de cualquier manera, y leer el versículo veintiséis como si fuera una pregunta: ¿Estaréis airados sin que pequéis? En cualquier caso la ira no debe prolongarse, pues eso sería muy peligroso: No se ponga el sol sobre vuestro enojo. Pablo insiste sobre este punto, y muchas de las querellas y diferencias entre los creyentes se podrían haber evitado si se hubiese tenido en cuenta y llevado a cabo esta sabia exhortación.
 
Aquellos que alimentan sus enojos no se dan cuenta que le están dando lugar al diablo (vers.27). Le están dando espacio para operar en sus vidas, que, rápidamente. Aprovechará y utilizará con sus mortales efectos:
 
El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que sea bueno para que tenga que compartir con el que padece necesidad. (vers.28).
 
El robo no se consideraba como siendo un mal pecado particularmente en la sociedad de los tiempos del Nuevo Testamento, pero sin tener en cuenta lo que los Efesios considerasen sobre esto en sus días anteriores a su conversión, un tal pecado ya no podía ser tolerado ahora que vinieron a ser creyentes. Antes bien, debían trabajar y llevar una vida honesta, no solamente para mantener sus propias casas y familias, sino para tener además algo de parte que poder ofrecer a quien estuviese realmente necesitado. El propio Pablo trabajó en su oficio para no ser un fardo a sus convertidos (Hechos 20:33, 34; 1ª Tes.2:9), así, él propio, como siempre hacía, ponía en práctica lo que enseñaba a los demás.
 
Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes (Efesios 4:29).
 
En Colosenses 4:6 el Apóstol escribe que la manera de hablar de los creyentes debería estar siempre sazonada con sal. La sal es un preservativo contra la putrefacción, y la manera de hablar del cristiano debería siempre participar de esta cualidad. Esto no significa que el lenguaje de los creyentes deba ser siempre serio o monótono. Hay un tiempo y un lugar apropiado para el humor, pero cualquier cosa que tienda a la corrupción debe ser evitada a toda costa. En estas manifestaciones de la vieja naturaleza pecadora, Pablo ha resaltado el mal efecto que la indulgencia o liviandad con ellas tendrá sobre la relación entre los creyentes. Ahora nos recuerda que tales actos afectarán nuestra relación también con Dios:  
 
 Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención (vers.30).
 
Este es uno de los versículos que enseña claramente la personalidad del Espíritu Santo. Algunos que lo niegan, enseñan que el Espíritu Santo es tan solo la manifestación del poder de Dios. Pero nadie puede contristar una fuerza. Solo se puede agravar a una persona, y la liviandad o indulgencia en las obras de la carne contristan a Dios y minan la conciencia de nuestra próxima relación hacia Él.
 
El Espíritu Santo ha puesto Su divino sello sobre nuestra redención (1:13), mostrando que la obra del Calvario está verdaderamente concluida, y que ahora pertenecemos al Señor por toda la eternidad. ¡Cuán cuidadosos por tanto tenemos que ser para no entristecer Aquel Quien ha hecho todo esto posible a tan tremendo coste! De hecho, tal como el versículo treinta y uno declara, todas las manifestaciones de la vieja naturaleza deben ser banidas, y en su lugar deben estar la gracia cristiana de la bondad, la ternura de corazón, y el pleno perdón, recordando constantemente cuán grande es la deuda que el Señor nos ha perdonado a nosotros. Ahora ya no perdonamos para ser perdonados (Mateo 6:12, 14, 15; 18:35). Antes bien perdonamos libremente debido a que hayamos venido a ser perdonados (Efesios 4:32) y la palabra “Perdonándoos” significa “perdonar gratuitamente”, no es la palabra habitual para remisión. Mantengamos esto siempre en mente en nuestros tratos con los demás, glorificando así al Señor. 

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