Las Epístolas Desde la Prisión
Una Exposición de las Epístolas en Prisión del Apóstol
Pablo: Efesios – Colosenses – Filemón – Filipenses – 2ª Timoteo
Por STUART ALLEN
Traducción: Juan Luis Molina
"THE BEREAN PUBLISHING TRUST
52A, Wilson St. London EC2A 2ER.
NOTAS PRELIMINARES
En el
prefacio de su libro, El Testimonio del
Prisionero del Señor, Charles Welch escribe lo siguiente: Hablar de todo lo que este volumen significa
para el escritor, ni es posible ni tampoco apropiado…en un cierto sentido, que,
tal vez, sea imposible imputar a otros,
creemos bien poder decir que, al darnos a este libro, nos ofrecemos nosotros
propios. El presente autor ahora puede muy bien comprender estas palabras.
Durante muchos años ha sido nuestro deseo ofrecer una exposición versículo por
versículo de las cinco Epístolas en la Cautividad de Pablo, no escritas para los escolares,
sino para quienes seria y sinceramente procuren la Verdad. Estos
estudios han ido apareciendo en The
Berean Expositor desde hace ahora ya un cierto número de años. Ahora
entonces han sido reunidos en un solo volumen, y, en algunos casos, expandidos,
y nuestra ferviente oración y deseo es que el Señor lo emplee tanto para Su
gloria como para la iluminación, y, finalmente, la bendición de cada lector.
Contiene dentro una cierta cantidad de repeticiones, pero, una vez que la
verdad suprema de estas epístolas viene siendo tan poco conocida en los
círculos Cristianos, no creemos que estemos en la obligación de hacer ninguna
apología a ese respecto.
Debemos
dar nuestro más sincero agradecimiento a los muchos amigos que están por detrás
del escenario de esta obra: A Leonard e Irene Canning por preparar el
manuscrito para ser impreso; a Mike Penny por su labor en el índice, y a otros
amigos que han asistido en la exacta labor comprobando su lectura. Apreciamos
además el generoso aporte financiero de Joseph Harkness, quien, en gran medida,
asistió en la publicación de este libro
STUART
ALLEN
INTRODUCCIÓN
Si
incluimos la epístola a los Hebreos entre los escritos de Pablo, hallamos que
son catorce al total: siete de las cuales escritas durante el periodo cubierto
por los Hechos de los Apóstoles y siete posteriormente:
Durante los Hechos Posteriores a
Hechos
(1) Gálatas (1)
Efesios
(2) 1ª Tesalonicenses (2) Colosenses
(3) 2ª Tesalonicenses (3) Filemón
(4) 1ª Corintios (4) Filipenses
(5) 2ª Corintios (5) 1ª Timoteo
(6) Hebreos (6) Tito
(7) Romanos (7) 2ª
Timoteo
A estas
hay que añadir siete más (1ª y 2ª Pedro; Santiago; 1ª, 2ª y 3ª Juan; y Judas)
para completar las veintiuna epístolas del Nuevo Testamento, con las cuales
entonces se nos muestra un balance perfecto de sietes. Algunos expositores no
aceptan el encarcelamiento referido en Filipenses como relativo a Roma, sino
que lo ubican al final en los Hechos. Sin embargo nosotros aceptamos la
afirmación de su encarcelamiento en Roma de Filipenses, y trataremos de este
tema posteriormente en nuestra introducción a
esa epístola. Nosotros no intentamos basar ningún tipo de doctrina en
este agrupamiento, sino que, al observar cuán prominente sea el número siete en
la creación, en la economía de Israel y en el propósito de las edades, creemos
que sea de provecho y ayuda que veamos así este arreglo de las epístolas del
Nuevo Testamento.
Lo que sin
duda sea cierto, es que, cinco de las cartas de Pablo, conllevan impresas la
prisión: Efesios (3:1; 4:1; 6:19, 20); Filipenses (1:7, 13, 14, 16); Colosenses
(4:3, 10, 18); Filemón (versículos 1, 9, 10, 13, 23); 2ª Timoteo (1:8; 2:9); y
si todas ellas respectan al encarcelamiento en Roma al final de los Hechos,
entonces conciernen o son relativas a esta experiencia del Apóstol y al periodo
posterior siguiente, es decir, a la presente era de gracia en la cual vivimos.
Pablo nos
declara que sufrió frecuentes encarcelamientos (2ª Cor.11:23), pero tan solo
tenemos dos de ellos registrados en los Hechos: dos años en Cesárea (Hechos
24:27) y dos años en Roma (Hechos 28:30). La sola noche que pasó en prisión en
Filipo naturalmente no la tenemos en cuenta aquí. Algunos postulan un
encarcelamiento más en Éfeso, pero tal y como E.K. Simpson afirma:
La fecha de la epístola (Efesios) ha sido vinculada por
algunos al periodo de la detención de Pablo en Cesárea, o mismo a un eventual
encarcelamiento en Éfeso del cual no hay registro, pero la cautividad en Roma
es la que más sea consistente con su autoría (Introducción
– La Epístola
a los Efesios pag.19).
La fecha
de su escrita por tanto sería en el año 60 D.C o un poco después. Éfeso era la
capital de la provincia romana de Asia, la cual era una región muy extensa y de
mucha populación situada en el medio de la vía romana que atravesaba desde el
Este hasta el Oeste. Como ciudad, estaba envuelta en la riqueza y la lujuria.
Su más importante monumento cultural era el inmenso templo de Artemisa (o
Diana, como los romanos la denominaban). Fue construido en un mármol
deslumbrante y reconocido como una de las siete maravillas mundiales.
Éfeso, además, contenía uno de los más
grandes teatros al aire libre, el cual albergaba 50.000 espectadores.
Fue
precisamente en Éfeso que durante cerca de tres años (52-55 D.C.) Pablo
estableció su cuartel general, y desde donde, con la asistencia de sus
colaboradores, llegó a evangelizar toda la provincia.
Cuando
venimos a estudiar la epístola a los Efesios encontramos que algunos de los más
antiguos manuscritos Griegos tales como los unciales Vaticano y Sinaítico o los
más tempranos papiros Chester Beatty omiten las palabras en Éfeso de 1:1, lo cual sugiere que, aunque hubiese sido escrita
para la iglesia Efesia en primera instancia, habría además una vasto circulo a
quienes decían respecto sus escritos, esto es, todas las iglesias de la
provincia de Asia; y cuando descubrimos su revelación acerca de la nueva
verdad, eso es lo que deberíamos esperar, en vez de restringirla tan solo a una
asamblea de creyentes. Además, así se explica bien la ausencia en la carta de
personales referencias, algo sorprendente, si se tiene en cuenta que Pablo
permaneció cerca de tres años en Éfeso.
Se hace
evidente por el contexto que la carta Efesia se asocia y conecta íntimamente
con la dirigida a los Colosenses, siendo que las dos fueron enviadas por mano
de Tiquico. Los escolares Bíblicos no se ponen de acuerdo en cuanto al orden
que tienen, algunos piensan que Colosenses fue escrita primero y otros dicen
que Efesios. En Colosenses Pablo fue inspirado a exponer la profunda exaltación
de Cristo, no tan solo sobre todas las cosas terrenales, sino también las
celestiales, y eso contradecía una Judea-Gnóstica herejía que había en
ascensión ya por aquel tiempo. En Efesios en cambio el Apóstol no tiene en
mente cualquier error que hubiera,
exaltando de igual manera al Señor Jesús, pero se concentra sobre la Nueva Creación ,
denominada el Nuevo Hombre, la iglesia, el Cuerpo unificado, del cual Cristo es
la Cabeza. Nosotros
por tanto creemos que Efesios haya sido escrita primero, aunque admitamos que
no debió haber un gran intervalo entre las dos epístolas.
En la
epístola a los Efesios alcanzamos el más alto clímax de la doctrina y de la
revelación, que, bien podríamos considerar, sean las “más altas marcas” del
Nuevo Testamento y de hecho de toda la Biblia. Es una de las más sublimes realizaciones
de la Divina
inspiración. No es de admirar que el Dr. A.T. Pierson la describa como la Suiza del Nuevo Testamento. Y sin embargo,
¿cuántos son los creyentes que se regocijan en sus riquezas, y cuán a menudo se
ministra desde nuestros púlpitos y seminarios Bíblicos? La gran mayoría tan
solo se contenta con el conocimiento de la salvación personal y ya no quieren
ir más allá en su espiritual progreso. Tan solo pueden tomar la leche de la Palabra , porque la vianda la consideran estando más allá de
lo que puedan venir a digerir.
El
profesor F.F. Bruce dice al respecto:
En muchos círculos Protestantes se han acostumbrado a
mirar sobre la doctrina de la justificación por fe como siendo “el fin y el
cabo de todo” de las enseñanzas de Pablo. La justificación por fe es
ciertamente fundamental para todo su pensamiento, y siempre se haya presente a
la superficie sin importar cual sea el tema que trate. Aún mismo en Efesios se
afirma sin cualquier tipo de compromiso: Por
gracia sois salvos a través de la fe; y esto no de vosotros mismos, pues es el
don de Dios: no por obras, para que ningún hombre se gloríe (Efesios 2:8).
Sería inevitable y saludable en la era Reformista que la atención del Cristiano
se dirigiera de nuevo al fundamento entonces perdido de que los hombres y las
mujeres son hechos aceptes y justos por Dios. Pero resulta una lástima que el
Paulinismo sea identificado de manera tan exclusiva con el énfasis de Gálatas y
Romanos, y que el corporativo y cósmico objetivo de Colosenses y de Efesios
venga a perderse siendo ignorado, o tomado como siendo no-Paulino. El verdadero
Paulinismo tiene lugar para ambas cosas, y nuestro pensamiento Cristiano
debería similarmente dar lugar a ambas, si no queremos que pasen a ser tanto
minadas como defectuosas. (Introducción – La
Epístola a los Efesios, pag.15).
Hay por
tanto una gran necesidad de ir creciendo
hacia la madurez (Heb.6:1) para poder apreciar las enormes riquezas
espirituales contenidas en Efesios y en las otras tres Epístolas en Prisión de
Pablo. Hemos aquí omitido Filemón, pues aunque sea una epístola en prisión de
Pablo, es sin embargo personal, una de las muchas cartas que Pablo debió haber
escrito a individuos cristianos y que, al Espíritu Santo, ésta particularmente,
le debió parecer bien preservar y dar a conocer. Es una carta deliciosa, cuyo
objetivo no es escalar o alcanzar las más altas cimas o profundidades de la
doctrina, sino asegurarse que el fugitivo esclavo Onésimo fuera de gracia
recibido de vuelta por su maestro en su casa, Filemón.
Para
obtener los antecedentes de las Epístolas en Prisión de Pablo, tenemos que ir
al contexto remoto y tener en cuenta el propósito principal de Dios revelado
desde los tiempos de Abraham en adelante. Este propósito conllevaba hacer
efectiva en Su gobierno la justicia sobre toda la tierra, y el medio por el
cual Dios gobernaría sería empleando la posteridad de Abraham, el pueblo de
Israel, como un canal o medio de redención que se extendiese a toda la
humanidad. La totalidad del gran propósito sería asegurado en Cristo como el
Hijo de David y el Hijo de Abraham (Mat.1:1). Él tenía que ser, no solamente el
Rey de Israel, sino el Rey de toda la tierra (Salmos 72:8, 11, 17; Zacarías
14:9), Su obra redentora sobre la cruz sería como el pecado portador que puso
de manifiesto el fracaso de Israel y de las naciones, y es de hecho el
fundamento de salvación para toda Su gente, tanto terrenal como celestial.
La suprema
tragedia que sucedió fue que, cuando Él vino a Israel en la carne, ellos le
repudiaron como su gran Rey Sacerdote, Aquel quien tenía que ser su Gobernador
(Rey) y su Sacerdote (el Único que podría quitar sus pecados y redimirlos). El
veredicto que sobre Él decretaron fue: No
queremos que este hombre reine sobre nosotros (Lucas 19:14), y la única
corona que recibió fue una corona de espinos. Fue de hecho despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores,
experimentado en quebrantos (Isaías 53:3).
¿Cuál fue
el siguiente paso de parte de Dios? Muchos afirman y creen que, debido a este
crimen supremo, la nación de Israel tuvo que venir a ser repudiada por Él, con
la iglesia, el Cuerpo de Cristo, comenzada en Pentecostés, tomando entonces el
lugar de Israel como el instrumento de Dios para traer en concreción Su Reino
sobre la tierra. Pero un cuidadoso estudio del Libro histórico que sigue a los
registros del Evangelio, es decir, los Hechos de los Apóstoles, nos demostrará
que eso es un error. La amorosa paciencia y longanimidad para con Su pueblo
terrenal no acaba en la cruz. El Salvador había orado diciendo: Padre, perdónalos; pues no saben lo que
hacen (Lucas 23:34). Los Hechos nos muestran con total claridad que esta
oración fue respondida, y la longanimidad de Dios con esta nación continuó
presente a través de la totalidad del periodo cubierto por este libro. Es muy
necesario que entendamos bien la manera tan clara como esto se expresa en
Hechos 3:19-26 y todo lo que hay por detrás de estas palabras. Su importancia difícilmente
puede ser debidamente señalada. No fue ni más ni menos que la proclamación
anunciando que, si Israel se arrepintiese y se volviese para Dios, sus pecados
serían perdonados, aún mismo el supremo pecado de la crucifixión de su Mesías.
De haber sido así, Él habría retornado a
ellos en aquel entonces, y las resonantes profecías del Antiguo Testamento
concernientes a este Reino de Dios sobre la tierra habrían venido a realizarse
en toda su plenitud.
Con esta
finalidad, tanto el ministerio de Pedro y de los Doce como el de Pablo, fue primeramente proclamado a Israel,
teniendo por objetivo su positiva reacción y respuesta a esta impresionante
promesa. Tal como vemos en Hechos veintiséis, Pablo hasta aquí solo limita su
ministerio al Antiguo Testamento (Moisés y los Profetas que tantos aspectos
revelaron de este glorioso Reino, Hechos 26:22, 23).
El
ministerio de Pedro a Israel en el Territorio, y el de Pablo a los Judíos
viviendo fuera del territorio (la Dispersión, en la cual se contaban muchos
millares) garantizó que todo Israel escuchase el mensaje concerniente a la
posibilidad del perdón y a su restauración en los propósitos de Dios. En su
última carta escrita durante el periodo de los Hechos, es decir, la de Romanos
(10:18), Pablo levanta la cuestión: Pero
digo: ¿no han oído (Israel)? Y la respuesta es ¡Sí, por supuesto! Así que
no pueden tener excusas. En su defensa ante Agripa, Pablo declara que las doce
tribus todavía se hallaban por aquel
entonces aguardando por su esperanza, y esta esperanza no era tan solo
una creencia personal en Cristo como el Mesías, sino la esperanza de la promesa hecha por Dios a nuestros padres, es
decir, a Abraham, Isaac, Jacob, y a la promesa incondicional que les hizo de
una simiente y una porción de territorio desde el Nilo hasta el Éufrates
(Génesis 15:18 y vea 26:3, 4 y 28:13, 14). Esto tiene una gran connotación
sobre el problema actual del Medio Oriente con respecto a Palestina (una parte
de este territorio prometido), y con respecto además al presente conflicto entre
Judíos y Árabes, el cual, evidentemente, no será plenamente resuelto hasta que
no venga a concretizarse la Segunda Venida del Señor.
En el
último capítulo de los Hechos, Pablo sigue testificando delante de los Judíos
en Roma concerniente a este Reino citando tan solo el Antiguo Testamento
(vers.23), afirmando encontrarse preso por causa de la esperanza de Israel
(vers.20), esperanza esta que acababa de describir, tal como ya hemos visto. El
resultado de los que le oyeron sin embargo vemos que seguía siendo de incerteza
y repudio (vers.24), y por fin, la gran paciencia y longanimidad de Dios hacia
éste Su pueblo terrenal se acaba y llega a su límite, y Pablo vuelve, por
tercera y última vez en el Nuevo Testamento y bajo la autoridad del Espíritu
Santo, a citar el terriblemente solemne versículo de Isaías seis respecto a la
nación, dándoles ceguera de ojos, oídos cerrados y una dureza de mente o
corazón que no pudiera comprender. En esta triste condición se ha mantenido la
nación espiritualmente desde entonces hasta nuestros días.
Sin
embargo en los capítulos 9 -11 de Romanos se nos revela que, ésta condición, no
es el fin para la nación Judía, pues está prevista su restauración en la
Segunda Venida de Cristo bajo el Nuevo Pacto de gracia (Jeremías 31:31-36; 33:20-26;
Rom.11:25-29). Por causa de este pacto, las incondicionales promesas hechas en
el periodo del Antiguo Testamento concernientes a este pueblo tendrán que venir
a ser plenamente cumplidas, y entonces vendrán a ser una bendición para el
mundo entero, hasta que, finalmente, la
tierra sea llena con el conocimiento del Señor como las aguas cubren el mar.
Así es
cómo, en la selección de Israel, la bendición a los Gentiles había estado
siempre en la mente de Dios. Esta verdad nunca había estado oculta o escondida,
sino que se da a conocer de manera clara y manifiesta en muchas Escrituras del
Antiguo Testamento. Nadie debería quedarse sorprendido, por tanto, al ver que
este divino propósito se extienda prolongándose durante todo el periodo
cubierto por los Hechos, siéndoles abierta por Pedro la puerta a los Gentiles
en Hechos 10. La verdadera razón para eso nos la ofrece Pablo en Romanos, y es
muy distinto el motivo que nos da, comparándolo con el que nos ofrece la
teología popular evangélica:
También digo: ¿No ha conocido esto Israel? Primeramente
Moisés dice: Yo os provocaré a celo con
un pueblo que no es pueblo; con pueblo insensato os provocaré (Rom.10:19).
Digo, pues: ¿Han tropezado los de Israel para que
cayesen? En ninguna manera; pero por su transgresión vino la salvación a los
Gentiles, para provocarles a celo (Rom.11:11).
En otras
palabras, los Gentiles vinieron a ser admitidos a compartir la salvación y las
bendiciones del pacto de Israel (Rom.9:3-5) para
provocarles a celo, para revitalizarlos espiritualmente, una vez que
estaban cayendo más y más profundamente en incredulidad y el repudio hacia
Cristo. Esto es lo mismo que se declara simbólicamente en el árbol del olivo de Romanos 11. Israel debería haber sido aquel
verde y fructífero olivo de Jeremías 11:16: Olivo
verde, hermoso en su fruto y en su parecer, llamó Jehová tu nombre, pero
durante los Hechos, a través de su incredulidad, Dios había cortado muchas de
sus ramas naturales, y en su lugar,
se hallaba injertando creyentes Gentiles (olivos
silvestres). Al mismo tiempo, Dios avisa a estos creyentes Gentiles que
ellos mismos también podrían venir a ser cortados
si manifestasen la misma desobediencia, y que debían recordar que, Israel,
seguía por aquel entonces siendo primero; la
raíz (Israel) los sustentaba a ellos,
y no al contrario (Rom.11:17-24).
Esto
resulta muy extraño y contradictorio comparado con lo que Pablo acababa de
escribir en Romanos ocho concerniente a la imposibilidad de venir a ser
separados de Cristo. Pero es que hay una distinción
hecha por Dios entre los individuos Judíos y Gentiles en cuanto a pecadores
salvos por gracia y justificados (hechos justos) por la fe en Cristo; en esta
salvación no había diferencia entre ellos (Rom.3:21-26) y podían así ser
reconocidos como siendo uno en Cristo
Jesús (Gálatas 3:28). Pero existía una gran diferencia cuando se tienen en
cuenta, y en lo que respecta a todas las
bendiciones del pacto que Dios había depositado sobre Israel (compare
Romanos 9:3-5; 3:1, 2), a las cuales los Gentiles en otro tiempo habían sido
completamente ajenos (Efesios 2:11, 12). Ningún creyente Judío sufriría la
pérdida de estas bendiciones siendo
primero (o principal) entre tanto que la salvación se les
ofreciera durante el periodo de Hechos.
Eso no podía suceder entre tanto que Israel se mantuviese como nación en pacto
delante de Dios, y esta fue la posición que gozaron hasta el final de los
Hechos y su puesta de parte en ese punto de tiempo por el Espíritu Santo en
tiniebla espiritual y dureza de corazón, siendo así aquí cortada temporalmente
la relación de pacto habida entre Dios e Israel como una nación, la cual había
venido existiendo desde hacía tantos siglos atrás.
Tal como
las Escrituras citadas anteriormente muestran claramente, esta quiebra es
solamente temporal, pues la epístola a los Romanos nos asegura que Dios, Quien
cortó las ramas naturales de olivo de Israel, debido a su incredulidad, puede
igual de fácilmente volverlas a injertar de nuevo, es decir, restaurarlas a su
previa relación con Él (Rom.11:21-29). Esto vendrá a suceder y cumplirse al
tiempo de la Segunda Venida de Cristo sobre el fundamento de la gracia, no por
obras o méritos, lo cual tan claramente se muestra en el Nuevo Pacto
(vers.25-27) hecho con este pueblo por Dios desde Jeremías 31:31 en adelante.
Tenemos
por tanto muy claro que existe un periodo de tiempo entre la puesta de parte o
abandono de Israel por el Espíritu Santo en Hechos 28 y su restauración al
tiempo de la Segunda Venida, y este periodo de intervalo dura ahora cerca de dos
mil años. ¿Qué ha hecho Dios para rellenar el vacío en el intervalo? El
ministerio llevado a cabo en prisión del Apóstol Pablo nos ofrece esta
información. El Señor ahora revela un aspecto de la verdad que había sido
mantenido en secreto en Su propio consejo durante todas las previas
generaciones (la palabra misterio significa
simplemente “secreto”), y esta revelación concierne a una nueva creación (no evolución) tomada de entre el Judío y el
Gentil, y bendita, no sobre la tierra, sino en el más alto de los cielos donde
ahora Cristo se halla entronado en gloria (Efesios 2:6; Col.3:1, 2). Esto es lo
que la epístola a los Efesios revela, y será a su exposición a lo que ahora nos
dedicaremos.
CAPÍTULO UNO DE LA CARTA A LOS EFESIOS
Antes de
comenzar, vamos a exhibir la estructura o “esqueleto” de Efesios, la cual se
retira del texto, y no proveniente de división o encabezamiento de hombre
alguno.
LA ESTRUCTURA DE LA EPÍSTOLA A LOS EFESIOS
(Esta estructura fue exhibida por Charles Welch en su
libro En los Lugares Celestiales)
A 1:1,2 EPISTOLAR a 1:1 La comisión de Pablo
b
1:2 SALUTATION Gracia y Paz
B 1:3-2:7
c 1:3-14 TODAS LAS BENDICIONES ESPIRITUALES
d 1:15-19 ORACIÓN DE PABLO Para que Dios os dé a conocer
cuál sea la Esperanza, Riquezas
y el Poder del misterio.
e 1:19-2:7 EL GRAN PODER EN OPERACIÓN (energeo). Asentado
C 2:8-10 LA
NUEVA CREACIÓN Su Andar
D 2:11-19 ELNUEVO HOMBRE En otro
tiempo alejado de la ciudadanía apellotriomenoi
E 2:19-22 EL TEMPLO APROPIADAMENTE
REUNIDO JUNTO (sunarmologoumene)
APÓSTOLES Y PROFETAS
Fundación Ministerial
F 3:1-13 EL PRISIONERO DE
CRISTO JESÚS
Tripla Unidad (vers. 6)
G 3:14-21 LA ORACIÓN CENTRAL
El amor de Cristo La Plenitud de Dios
F 4:1-6 EL PRISIONERO EN EL SEÑOR Siete partes de Unidad
(verses 3-6)
E 4:7-19 EL CUERPO APROPIADAMENTE REUNIDO JUNTO (sunarmologoumenon)
Apóstoles, Profetas, Evangelistas,
Pastores y Maestros-Ministerios
adjuntos
D 4:20-32 EL NUEVO HOMBRE En otro tiempo ajeno de la Vida
de Dios (apellotriomenoi
Vea
vers. 18)
C
5:1-6:9 LA NUEVA CREACION Su andar.
B 6:10-20 e 6:10-13 EL GRAN PODER EN OPERACIÓN (katergazomai) Estar firmes
c 6:14-18 TODA LA ARMADURA DE DIOS
d 6:19,20 ORACIÓN DE PABLO Que sean
dadas gracias a Dios pata que yo
pueda dar a conocer El Misterio del Evangelio A
6:21-24 EPISTOLAR a 6:21,22 LA COMISIÓN DE TIQUICO
b
6:23,24 SALUTACION gracia y paz.
Doctrina (1:3-3:13)
Práctica (4:1-6:20)
(1)
EL TRIPLE
GRÁFICO (1:3-14) (1) LA TRIPLA
EXHORTACIÓN (4:1-6)
(a)
La
Voluntad del Padre
(a) El andar digno del llamamiento
(b)
La Obra
del Hijo
(b) El perdón en amor
(c)
El
Testimonio del Espíritu
(c) Guardar la unidad
(2)
LA TRIPLA
ORACIÓN (1:15-19) (2) LA TRIPLA
MEDIDA (4:7-19)
(a)
Para
conocer – la Esperanza
(a) La medida del don de Cristo
(b)
Para
conocer – la Herencia
(b) La medida de la plenitud de Cristo
(c)
Para
conocer – el Poder
(c) La medida de cada parte
(3)
LA TRIPLA
UNIDAD (1:19-2:7) (3) LA TRIPLA
APLICACIÓN (4:20-32)
(a)
Vivificados
juntamente (a) Dejar de lado al viejo hombre
(b)
Resucitados
juntamente (b)
Vestir el Nuevo Hombre
(c)
Sentados
juntamente
(c) Dejar de lado la mentira
(4)
TRES OBRAS
(2:8-10) (4) TRES
ANDARES (5:1- 6:9)
(a)
No por
obras
(a) Andar en amor
(b)
Somos Su
obra
(b) Andar en luz
(c)
Para buenas obras. (c) Andar
conformemente
(5)
LA TRIPLA
PAZ (2:11-19) (5) LA TRIPLA FIRMEZA (6:14-18)
(a)
Hechos
cercanos – Paz
(a) Firmes contra el Diablo
(b)
De los dos
hechos uno – Paz (b)
Firmes en el día malo
(c)
Él vino y
predicó – Paz
(c) Firmes “habiendo acabado todo”
(6)
LA TRIPLA
UNIDAD (2:19-22) (6) LA TRIPLA
ARMADURA
(a)
Una misma
Ciudadanía (a)
La coraza
(b)
Creciendo
juntos
(b) El calzado y el escudo
(c)
Edificados
juntamente
(c) El yelmo y la espada
(7)
LA TRIPLA
IGUALDAD (3:1-13) (7) LA TRIPLA
ORACIÓN (6:19, 20)
(a)
Herederos
juntamente
(a) abrir la boca
(b)
Miembros
juntamente (b) Hablar con denuedo
(c)
Partícipes
juntamente
(c) Como debo
La Oración Central (3:14-21)
(a)
Para que
puedan ser fortalecidos
(b)
Para que
sean capaces de comprender
(c)
Para que
sean llenos de toda la plenitud de Dios
El lector ya se habrá dado cuenta por el plano anterior
que hay siete secciones triplas de doctrinas balanceadas por siete secciones
triplas de práctica, las cuales deberían ser la fiel respuesta de parte del
creyente.
La inter-relación de las Epístolas en Prisión de Pablo
A.
Efesios. Sentados juntamente en los Lugares Celestiales
en Cristo Jesús.
Palabras llave:
3:2 y 9.- Dispensación (ministerio).
3:3.- El Misterio.
1:23 y 4:10.- La Plenitud.
1:22.- Cristo la Cabeza.
1:22-23.- La Iglesia que es Su Cuerpo.
1:21.- Principados y Potestades.
B.
Filipenses. El Premio
Palabras llave:
1:10.- (al margen A.V.) Probar las
cosas que difieran.
1:27.- Combatir
3:14.- Proseguir a la meta y el premio.
1:23.- (Deseos de) Partir.
2:17.- Ofrecido (derramado)
C.
Colosenses. La Plenitud (Completos a rebosar) en Él.
Palabras llave:
1:25.- Dispensación (ministerio).
1:26.- El Misterio (secreto).
1:19.- La Plenitud.
2:19.- Cristo la Cabeza.
1:24.- La Iglesia que es Su Cuerpo.
1:16 y 2:10.- Principados y Potestades.
D.
2ª Timoteo. La Corona
Palabras llave
2:15.- Dividir correctamente la Palabra
de Verdad.
2:5.- Combatir.
4:7.- Carrera acabada.
4:8.- Corona.
4:6.- Partir y ofrecido.
Podemos observar que estas epístolas están emparejadas,
esto es, Efesios y Colosenses, Filipenses y 2ª Timoteo. La primera pareja da a
conocer el secreto propósito de Dios concerniente a la iglesia, el Cuerpo de
Cristo (es decir, el Misterio). La segunda pareja revela un premio o corona por
el ministerio o servicio fiel y el testimonio en conexión con esta Verdad
transcendental y el Evangelio de la gracia de Dios.
La epístola comienza con las palabras:
Pablo, un apóstol de
Jesucristo por la voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús que
están en Éfeso. Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor
Jesucristo (Efesios 1:1, 2).
El versículo uno nos dice que el apostolado de Pablo no
era de innovación humana; fue una efectiva expresión de la voluntad de Dios que
se mantuvo en toda su vida y testimonio desde su conversión. Pablo no daba un
solo paso sin ser específicamente enviado.
Dios le había salvado, le había llamado, a él le había
revelado la verdad, equipado y dado a conocer su esfera de servicio para que,
tanto de boca como por escrito, pudiese comunicar estas divinas riquezas al
mundo Gentil, el cual, en sus densas tinieblas, tan urgentemente de ellas
precisaba. Esta carta la dirigió a los santos
y fieles. La palabra “santos”, hagios, aparece y así se traduce en las
Versiones castellanas de la epístola en 15 ocasiones.
Difícilmente precisamos recordar el hecho de que, la
santidad, sea uno de los atributos que solo a Dios compite, y que ningún ser
humano en este mundo nace siendo santo, sin embargo puede llegar a serlo, si es
que viene a conocer la salvación, la cual, resulta cuando pone su fe o absoluta
confianza en el Señor Jesucristo, Quien mantiene la preeminencia de la
Santidad.
La santidad de Dios por tanto es ofrecida por Él al
creyente como un don libre y permanente. El salvo es puesto por Dios EN CRISTO y es, como si estuviese,
revestido por esta divina santidad que cubre todos sus pecados e
imperfecciones. No en tanto, tenemos que distinguir bien entre la santidad dada
por Dios y la santidad práctica en la vida diaria del creyente. Los miembros de
la iglesia Corintia fueron nombrados como “santos” (1ª Cor.1:2) y sin embargo,
tal como la epístola nos muestra, fueron de todo menos “santos” en su forma de
vivir diaria. Eran “santos” debido a Cristo los
había santificado (o hecho santos) de igual manera que los hubo redimido (1ª Cor.1:30).
La santidad en su sentido primario es un don de Dios, al
igual que la justificación y la vida eterna, y como tal, concerniente al creyente,
él en respuesta debería expresar esa santidad
de una manera práctica en
pensamiento, palabra y obra. El significado básico que por detrás conlleva la
santidad es separación, apartado para un
Dios santo.
Y la palabra “Fiel” pistos
aparece nueve veces en las Epístolas en Prisión de la siguiente manera:
“Los Fieles en Cristo Jesús” (Efesios 1:1).
“Fiel ministro” (Efesios 6:21).
“Los Fieles hermanos” (Colosenses 1:2).
“Un fiel ministro” (dos veces: Colosenses 1:7; 4:7).
“Un fiel hermano” (Colosenses 4:9).
“Hombres fieles”, “palabra fiel”, “Él permanece fiel” (2ª
Timoteo 2:2, 11 y 13).
El uso que hace aquí Pablo nos muestra que no está
meramente diciendo que los hermanos descritos tengan fe, sino además, que
ellos, por la evidencia mostrada en sus vidas, son fieles, es decir, leales y
dignos de confianza. La fidelidad no es una actitud automática mental, ni
tampoco describe a todo creyente, pues claro está que, un creyente, bien puede
ser infiel. Es muy significativo que la epístola emparejada con Efesios, esto
es, Colosenses, incluya del mismo modo la palabra “fiel” en el versículo
introductorio (Colos.1:2), y este caso es solo peculiar a estas dos epístolas.
Ambas contienen incontables riquezas espirituales y están
dirigidas a los creyentes dignos de confianza y leales. ¿Podemos realmente
considerarnos y ser contados entre estos?
La gracia y la paz (vers.2) dan el saludo al Gentil
(gracia, charis) y al Judío (paz, eirene, Hebreo Shalom).
La voluntad del Padre;
la obra del Hijo; y el testimonio del Espíritu Santo
(Ver. 3-14)
La siguiente sección (vers.3-14) se subdivide por el
exultante refrán para alabanza de Su (o
la) gloria en los versículos seis, doce y catorce, y nos muestra de qué
se trata toda la ocupación activa principal en la bendición hecha por Dios el
Padre de cada miembro del nuevo hombre. El versículo tres comienza con el
Padre: Bendito sea el Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo, los versículos seis y siete mencionan al Amado, el Señor Jesucristo, en Quien tenemos redención por Su sangre, mientras
que en los versículos trece y catorce se nos muestra el Espíritu Santo de la promesa, dándonos la garantía de nuestra
herencia aquí y ahora. El versículo tres dice:
Bendito el Dios y
Padre de nuestro Señor Jesucristo que (Quien) nos bendijo con toda bendición
espiritual en los lugares celestiales en Cristo.
Este versículo nos llama a bendecir y alabar a nuestro
Dios y Padre que tan maravillosamente nos ha bendecido en los términos
expuestos de esta gloriosa epístola. ¿Y quién no lo haría, si tuviese aunque
solo fuese algún concepto de lo que su contexto nos revela? Nosotros estamos seguros
de que nuestro Padre celestial nos ha bendecido con toda bendición espiritual; y que estas bendiciones están en los lugares celestiales en Cristo,
los cuales lugares se identifican posteriormente con la diestra de Dios, donde el Señor Jesús se halla ahora entronado.
La frase “en Cristo” es fundamental para la verdad revelada en esta sección, y
de hecho, a través de toda esta epístola. Encontramos que las palabras “en
Cristo”, “por Cristo”, “a través de Cristo” aparecen unas doce veces en este contexto. No se ve nada para el creyente en
Efesios aparte de Cristo. Esta es la primera gran verdad que descubrimos.
Aquellos que posean un defectuoso conocimiento del Señor Jesús nunca irán a
percibir adecuadamente las riquezas de esta carta. “Cristo es TODO”, asegura
Colosenses 3:11, y es aquí donde el creyente debe llegar en su entendimiento si
es que quiera obtener algún sentido de plenitud en la riqueza y sanidad que hay
revelada en estas dos epístolas.
Toda bendición es
espiritual
Aquí tenemos una dificultad inicial, puesto que no
tenemos un adecuado concepto de las palabras “espíritu” o “espiritual” aparte
de lo que se revela en las santas Escrituras. Observamos que tanto puede ser
empleada para lo que sea malo como lo que sea bueno (6:12). Nosotros vivimos en
un mundo material de vista y sentidos, y bien podemos comprender lo que sea una
bendición terrenal. Así serían, por
ejemplo, las bendiciones ofrecidas por Dios a Israel en los tiempos del Antiguo
Testamento. Son descritas en Deuteronomio 28:2-6 como bendiciones del
territorio, ganado, provisiones y alimentos, pero, ¿de qué podrían venir a
servir estas cosas materiales en los lugares celestiales donde Cristo se halla
sentado? El Señor le dio a Israel bendiciones terrenales porque eran Su pueblo terrenal, cuyos destinos serían
cumplidos sobre la tierra. Dios apropiaba la bendición a la esfera en la cual vendría
a disfrutarse. El Cuerpo de Cristo constituye Su pueblo celestial y,
consecuentemente, disfrutan de bendiciones espirituales debido a que su hogar
eterno sea celestial. Están “sentados juntamente en Cristo en los lugares
celestiales” donde ahora se halla Él (2:6), en una esfera que está más allá de
las limitaciones de las cosas terrenales. Se nos garantiza que ninguna de estas
bendiciones haya sido retenida o impedida por Dios. Se nos ha ofrecido toda bendición espiritual y vendrán a ser disfrutadas en base de
resurrección. ¡Cuán enormes y maravillosas deben ser! Al comienzo mismo de
Efesios nos encontramos con espantosas realidades. Si deseamos honrar al Padre
por haber hecho todo esto posible, la única cosa que podemos hacer es creer lo
que nos ha revelado, aún mismo cuando no lo entendamos plenamente, y entonces
responder a Sus clamores día tras día.
Si preguntásemos dónde vendrá a ser disfrutado todo
este tesoro, la respuesta se halla en la frase siguiente: “en los lugares
celestiales”. Esta frase aparece cinco veces en esta epístola y es única (1:3;
1:20; 2:6; 3:10; 6:12) expresando la localidad. La palabra “celestial” se
utiliza en todas las demás partes hablando de las cosas que son celestiales en carácter. En Hebreos seis leemos de
aquellos que “gustaron (o probaron) del don celestial”,
pero ciertamente no lo probaron en el
cielo. Hay muchas cosas que pueden ser celestiales en su origen y carácter,
y que sin embargo no se disfruten en el cielo. Algunos han objetado la adición
de la palabra “lugares” en la Versión Autorizada y la Versión Revisada (así
como en la Reina y Valera). Ya hemos visto que estos lugares celestiales son
sinónimos con la “diestra de Dios”. El Señor Jesús ascendió, no como un
espíritu, sino con un “cuerpo de gloria” y ahora se halla sentado a la diestra
del Padre en los lugares celestiales (1:21). Nuestros futuros cuerpos
resucitados están diseñados en igualdad con el Suyo (Filip.3:20, 21). Así,
pues, poseyendo un cuerpo glorificado, Él tiene por fuerza que encontrarse en algún lugar, y la adición de la
palabra “lugares” se justifica, e indica una esfera que representa la más alta
posición concebible en gloria. Se describe como estando “por encima de todo
principado y potestad” (1:21) y “por encima de todos los cielos” (4:10).
Aquí es donde se hallan todas nuestras bendiciones
espirituales, esto es, en la más alta y exaltada esfera, donde nuestro Salvador
está entronado y donde nuestra herencia y hogar eterno se localiza con Él, y
aquí se hallan ambas cosas eternamente aseguradas.
Continuando la revelación del beneplácito propósito
del Padre, el apóstol escribe:
Según
nos escogió (el Padre) en Él (en Cristo) antes de la fundación del mundo, para
que fuésemos santos y sin mancha delante de Él en amor.
En este versículo tenemos la predilección del Padre:
“según nos escogió”, y a seguir el objetivo del Padre: “para que fuésemos
santos y sin mancha delante de Él”, y en tercer lugar, el motivo del Padre: “en
amor”. La palabra “escogió” significa “eligió”, y nos aparece de manera
temprana en esta epístola. La Elección en la Escritura viene después, y no antes de la presciencia o previo conocimiento (Rom.8:29; 1ª Pedro
1:2), y esta presciencia revela la maravillosa capacidad de un Dios omnipotente
que sabe todas las cosas antes de que vengan a suceder, y, por tanto, no se
limita de manera alguna en Su planeamiento para el futuro. Dios el Padre escoge
o selecciona la parte que a cada uno de los redimidos le corresponde ocupar en
Su gran plan de las edades, el cual, finalmente, resultara en una perfecta y
restaurada creación sin pecado, en un nuevo cielo y tierra donde more la
justicia. En vez de mirar para esta divina selección como algunos para
cuestionar y argumentar hacia ella su desacuerdo, reconozcamos en ella nuestra
divina garantía en Cristo teniendo por seguro que un día iremos a jugar
exactamente el papel que Él entendió para nosotros “en los lugares celestiales,
por encima de todo.”
En los versículos que estamos considerando, nuestro
Padre celestial está señalando Su heredad a estos herederos celestiales. Los
hombres lo hacen así también sobre la tierra cuando elaboran un testamento, y
nadie puede criticarlos por hacerlo, o decir que al hacerlo estén siendo
desapropiados. ¿Por qué debería por tanto cuestionársele a Dios que haga lo
mismo? Es decir, condescender y revelarnos el hecho de que por gracia hayamos
sido escogidos por el Padre. Decimos “por gracia”, pues bien podemos estar
seguros de una cosa, esto es, que ninguno
de nosotros somos seleccionados por causa de bondad alguna nuestra o de nuestra
parte. Tan solo Su “voluntad” y la grandeza de Su amor y gracia tienen lugar
aquí, y eso sucedió antes de la
creación y las edades del tiempo. Bien podríamos decir que esta sea la
retrospectiva más larga en el pasado en conexión con los redimidos. La frase
“antes de la fundación del mundo” tan solo se emplea en otros lugares referida
al Propio Cristo (Juan 17:24; 1ª Pedro 1:20). Otros aspectos del propósito
redentor de Dios se asocian con un periodo “en,
o desde la fundación del mundo” (Mat.13:35; 25:34; Lucas 11:50; Hebr.4:3;
9:26; Apoc.13:8; 17:8). Pareciera como si el Cuerpo de Cristo hubiese sido
primero en los planes y pensamientos divinos y que hubiera sido concebido en la
mente de Dios antes de haberlo creado. Este Cuerpo por tanto debe ocupar un
importantísimo lugar en Su propósito para los cielos aún mismo hoy en día,
Efesios nos asegura que, la nobleza celestial, los principados y potestades,
están aprendiendo en este momento a través de esta iglesia la multiforme
sabiduría de Dios (3:10).
Ahora entonces viene el objetivo del Padre, “para
que fuésemos santos y sin mancha delante de Él”, y el motivo del Padre, “en
amor”. Si tenemos una correcta estimativa nuestra, bien sabemos que podíamos
ser considerados cualquier cosa menos “santos y sin mancha”, puesto que nacemos
en este mundo siendo pecadores, perdidos e inútiles, y bajo el dominio de la
muerte. Exactamente igual que el agua no puede sobreponerse por encima de su
propio nivel, tampoco podríamos nosotros hacerlo, por mucho esfuerzo y empeño
que pongamos en el intento. La reforma o mejora no es sustituta para la
perfección, tanto externa como interna, y tan solo la perfección es el estándar
de Dios. Dios no puede rebajar este estándar, y si así lo hiciera, Su propósito
en traer todas las cosas en el cielo y en la tierra a perfección se vería
perpetuamente frustrado. Un solo pecador en la gloria que hubiera, anularía el
plan divino y daría comienzo de nuevo a la contaminación del pecado y de la
muerte. Concerniente a la nueva creación del cielo está escrito que, “no
entrará en ella cosa inmunda o que hace abominación” (Apoc.21:27) y este nuevo
cielo y tierra tienen que ser la habitación de la justicia (2ª Pedro 3:13), eso
es lo que significa una creación sin una sola mancha o arruga.
Teniendo en cuenta el objetivo del Padre de que
fuésemos tan santos y sin mancha como Él lo sea en Sí Mismo, nuestra presente
posición pecaminosa llama a voces por la obra redentora del Señor Jesucristo
que se nos pone delante posteriormente en este capítulo de Efesios. Esto vuelve
a mencionarse de nuevo en 5:25-27 donde las palabras "santa y sin mancha”
se repiten. Cristo amó a la iglesia y se dio a Sí Mismo por ella, para que
fuese “santa y sin mancha”. Así, pues, lo que el Padre deseó, la obra del Hijo
hizo suceder en concreción, y un día cada miembro de esta favorecida compañía
de hijos de Dios se presentará delante de Él, “sin mancha ni arruga, ni nada
semejante” (5:27), o tal como lo expresa Colosenses 1:22 “para presentaros
santos y sin mancha e irreprensibles delante de Él”.
¡Qué maravillosa posición se nos describe aquí! Para
ser capaces de permanecer firmes en medio de los ojos escrutadores del santo
Dios, y para habitar con Él para siempre, y sin embargo nada menos que este es
el destino de esta iglesia, pues así lo ha querido el Padre. Y ¿cuál es el
motivo por detrás de todo esto? - nada menos que Su incomprensible amor, un
amor que Efesios 3:19 declara que “excede a todo conocimiento”. Es un verdadero
océano sin límites que nos deja maravillados y atónitos. Ojalá que sigamos
conociéndolo y experimentándolo más y más cada día por nosotros mismos. El
apóstol Pablo continúa diciendo:
Habiéndonos
predestinado para ser adoptados hijos Suyos por medio de Jesucristo, según el
puro afecto de Su voluntad
(vers.5).
Aquí tenemos más tres pasos distintos mencionados,
la predestinación nuestra de parte del Padre, el objetivo de adopción del
Padre, y el motivo del Padre “el puro afecto de Su voluntad”. Ya hemos visto el
propósito en la elección del Padre en el versículo cuatro, y ahora se expande
en la frase del comienzo que estamos viendo. No solo fuimos escogidos para ser
santos y sin mancha, sino además para ocupar la gloriosa posición de ser hijos
de Dios con una herencia en vista. Para poder entenderlo plenamente, no podemos
tener en cuenta la idea actual de “adopción”. Ningún hijo que sea actualmente
adoptado puede ser un hijo verdadero de los padres adoptivos por mucho amor y
cuidado que le sea devotado. Pero nosotros por la gracia y la redención somos
ciertamente verdaderos hijos de Dios: Amados,
ahora somos hijos de Dios (1ª
Juan 3:2 y vea además Juan 1:12). Sir William Ramsey ha demostrado que la
griega huiothesia (adopción) era un
término legal para indicar el heredero con derecho a la herencia. Y en su Histórico Comentario sobre la Epístola de
Pablo a los Gálatas dice lo siguiente:
La
idea de que aquellos que siguen el principio de la fe son hijos de Abraham, sin
tener en cuenta a qué familia pertenezcan por naturaleza, debía ciertamente ser
entendido por los Gálatas como refiriéndose al proceso legal denominado
“adopción”, huiothesia. La Adopción
era un tipo de testamento embrión; el hijo así “adoptado” pasaba a ser el dueño
de la propiedad, y la propiedad podría transferirse a una persona que fuera de
manera natural ajena a la familia a través solamente de ser adoptado. La
“adopción” era una manera de hacer testamento; y la antigua manera de
testamentar era irrevocable y pública…Es muy significativo y debemos señalar
que, el “hijo adoptivo”, gozase de una más privilegiada posición que el hijo
por nacimiento.
La adopción en los tiempos del Nuevo Testamento
apuntaba al heredero con todos los derechos sobre la herencia, y en la
práctica, el tal heredero poseía la posición del primogénito. Por esa razón es
que hallamos en la esfera terrenal
del propósito de Dios que la nación redimida de Israel tenía la “adopción” o posición del primogénito (Rom.9:4; Éxodo
4:22). En Gálatas cuatro la simiente espiritual de Abraham se asocia con la Jerusalén
celestial, la cual a su tiempo
descenderá del cielo (Apoc.3:12; 21:2, 10) a la nueva tierra y son la iglesia del primogénito (Heb.12:23). En
Efesios y Colosenses tenemos una compañía de creyentes que están tan
próximamente ligados al exaltado Señor Jesús como la cabeza lo está para el
cuerpo: Él es el Primogénito de toda
la creación (Colos.1:15), y estos miembros Suyos son vistos por Dios como
estando ya sentados con Él en los lugares celestiales “por encima de todo”
(Efesios 2:6).
Así, pues, Dios ha señalado una herencia para cada
una de Sus familias de redimidos, que va, desde el más alto lugar en gloria,
hasta el más bajo en la tierra, en este caso la nueva tierra donde mora la justicia (2ª Pedro 3:13).
Para el Cuerpo de Cristo, el Padre ha determinado
que disfrute “la adopción” en la luz del más
santo de los cielos. ¡Qué gloria tan tremenda! Ahora solo podemos hacernos
una ligera idea de lo que todo esto envuelve. Toda la nobleza celestial será
sujeta a esta iglesia de gloria, la cual, para siempre estará ligada y junta
con Aquel que está por encima de todo
nombre que se nombra (Efesios 1:21). El sobreabundante amor de Dios y Su
beneplácito son las únicas razones por la elección que disfrutemos un tan
exaltado destino. Por eso no es de extrañar la alabanza que viene a seguir: para la alabanza de la gloria de Su gracia (y
vea los vers.12 y 14). En la eternidad nunca nos cansaremos de entonar esta
alabanza al Dios y Padre que tan maravillosamente escribió para nosotros,
habiendo en Su testamento o voluntad dado a conocer, señalándonos, como Sus
herederos en gloria. Es muy significativo que la palabra “voluntad” aparezca
siete veces en Efesios (1:1, 5, 9, 11; 2:3; 5:17; 6:6).
Esta sección que trata con la voluntad del Padre,
acaba con la garantía de que nos haya hecho aceptes
en el Amado, el Señor Jesucristo. Hechos
acepte es charitoo, cognitivo con
charis, gracia, y esta palabra tan solo aparece en otro lugar, esto es, en
Lucas 1:28, donde el ángel le anuncia a María que es muy favorecida…entre las mujeres. Ninguna otra mujer, antes o desde
entonces, ha podido venir a ser tan altamente favorecida (o llena de gracia)
por Dios como quien fue escogida para ser la madre humana del Salvador, la
mujer a través de quien las profecías de Gén.3:15; Isaías 7:14 y 9:6 vendrían a
cumplirse. Al margen de la Versión Autorizada en Lucas 1:28 se lee: graciosamente acepte (o muy agraciada).
De igual manera esta iglesia, el Nuevo Hombre, el
Cuerpo de Cristo, ha sido, de hecho, agraciada y altamente favorecida con una
tan alta posición en los celestiales por causa del Amado, cuya obra redentora,
es la sola base para tal objetivo. En Colosenses tenemos el título
correspondiente: El Hijo de Su amor,
y en 1:13 se nos recuerda la voz oída en Su bautismo: Tú eres Mi Hijo amado, en Quien tengo complacencia (Marcos 1:11).
En este Amado tenemos redención a través
de Su sangre, el perdón de nuestros pecados (traspasos), de acuerdo a las
riquezas de Su gracia. La voluntad del Padre de que fuésemos santos y sin mancha había sido impedida
por la Caída que resultó en pecado y muerte, pues, todos pecamos, y vinimos a estar destituidos de la gloria de Dios (Rom.3:23).
Una cosa es cierta, y es que nadie puede verse libre por sí mismo de esta
esclavitud, por eso esta segunda sección de Efesios 1:3-14 trata con la obra
redentora del Hijo, el único que pudo quebrar las cadenas que nos esclavizaban,
quitar nuestros pecados con justicia, y darnos una posición perfecta en Sí
Mismo.
El capítulo cinco desarrolla esta idea,
informándonos que, Cristo, se dio a Sí Mismo por Su iglesia, santificándola y
purificándola para que pudiera ser “santa y sin mancha” (5:25-27). Así, pues,
la frustrada voluntad del Padre, en cuanto a nuestra caída condición concernía,
ha sido cancelada, y en un día venidero, tal como ya hemos visto, seremos
presentados “santos, sin mancha, e irreprensibles a Sus ojos” (Colos.1:22) tal
como había previsto en Su mente y propósito antes de la creación. Esta
redención fue muy costosa para Dios, prácticamente más preciada de lo que
podamos concebir, y sin embargo para nosotros es gratuita, sin dinero y sin
precio alguno. Su cumplimiento tuvo lugar por la sangre viva de nuestro
Salvador, derramada en nuestro respaldo sobre la cruz del Calvario. Aquel que no conoció pecado, fue hecho (o se
hizo a Sí propio) pecado (o una ofrenda de pecado) por nosotros; para que
pudiéramos venir a ser hechos la justicia de Dios en Él (2ª Cor.5:21 R.V).
Ciertamente el Señor cargó sobre Él
propio la iniquidad de todos nosotros (1ª Pedro 2:24).
Y todo esto sucedió y se llevó a cabo “de acuerdo a
las riquezas de Su gracia” (Efesios 1:7). Las cartas en la Prisión de Pablo
están repletas de riquezas espirituales, la palabra “riquezas” aparece ocho
veces, y debemos observar el contexto de cada una de estas ocurrencias a medida
que las hallemos. Pablo es preminentemente el apóstol de la gracia. Gracia
aparece 150 veces en el Nuevo Testamento. Pedro emplea el término diez veces,
Juan seis veces, pero Pablo lo utiliza 95 veces. Gracia es el favor de Dios inmerecido.
Es lo que nos salva (Efesios 2:5, 8) y a cada uno de los miembros de la iglesia
se da la gracia para servir de manera aceptable (4:7) y además miramos en
frente hacia la experiencia de las sobre excelentes riquezas de Su gracia
en las edades venideras (2:7).
Además, esta preciosa gracia ha sido derramada de
manera sobre abundante en nosotros.
La palabra traducida “sobre abundante” se utiliza hablando de los ríos que
sobrepasan su cauce. Esta gracia por tanto no es un mero goteo de aguas, sino
que desde el Calvario, es como un torrente que todo lo inunda en nuestras
vidas.
Hubiera sido conveniente poner un punto y aparte
después de la palabra “nosotros” y conectar la frase siguiente con “dándonos a
conocer el misterio de Su voluntad (vers.9), puesto que la puntuación no es
inspirada, y no existe en el griego original. Dios ha revelado en Su infinita
sabiduría algo que pertenecía a Su secreta voluntad. Es importante darse cuenta
que la palabra “misterio” en el Nuevo Testamento no significa algo que sea
confuso o misterioso, sino aquello que había sido anteriormente guardado en
secreto. Hasta que esos secretos no fueron desvelados permanecieron siendo
desconocidos. Cuando son declarados pueden ser aprendidos y comprendidos. La
palabra no tiene conexión alguna con los cultos paganos y misteriosos que tanto
florecían en los días de Pablo. Esta palabra “Misterio” aparece seis veces en
Efesios (1:9; 3:3, 4, 9; 5:32; 6:19), y se refiere a cualquier aspecto de la
verdad de Dios que Él propio había mantenido previamente escondido, pero que
ahora había decidido revelar. Cuando Dios esconda alguna cosa, ¿quién sería
capaz de hallarla? Cuando Él las revele y abra los ojos de nuestro
entendimiento podemos venir a saberlas, pero nunca hasta entonces. En el
presente contexto, la redención se hallaba en la secreta voluntad de Dios.
Cuando Adán fue puesto a prueba, Dios le avisó diciéndole que, si
desobedeciese, ciertamente moriría. Pero sin embargo no se le avisó de que, si
así ocurriese, Dios providenciaría un Salvador, pues una tal información
hubiese influenciado y hecho con que Adán se tomase a la ligera la cuestión del
pecado. La propia redención por tanto fue mantenida en Su secreta voluntad,
siendo que Cristo estuviese predestinado como el Cordero degollado y Quien
cargase con el pecado desde antes de la fundación del mundo (1ª Pedro 1:19,
20); Apoc.13:8). Dios no fue cogido de sorpresa por el pecado del hombre y la
caída, sino que, si así sucediera, había maravillosamente provisto el remedio
para la contingencia en Su sabiduría, conocimiento previo y propósito.
La buena voluntad de Dios se nos pone delante
dándonos a conocer el glorioso hecho de la redención, el rescate y la
liberación, y a seguir mira en frente, al futuro distante, cuando, en la
dispensación de la plenitud o cumplimiento de los tiempos (o edades), Él (el
Padre) pueda reunir en uno todas las cosas, en el cielo y en la tierra, en
Cristo. Con este grandioso alcance y objetivo somos transportados en frente, al
propósito final de las edades. La frase “reunir todas las cosas en Cristo”
quiere decir literalmente “encabezar de nuevo todas las cosas (ta planta) en Cristo”. El propósito de
Dios es que la totalidad de Su restaurada creación, desde el más alto de los
cielos hasta las partes más bajas de la tierra, venga a estar finalmente en
sujeción bajo el encabezamiento y gran poder del Señor Jesús. Entonces habrá
llegado la plenitud o cumplimiento de los tiempos. Esta será la garantía de
Dios de que la tragedia del pecado y de la muerte nunca jamás vuelva a
repetirse, pues nunca más volverá de nuevo a estar la creación debajo del
señorío de un ser creado. Este es el gran objetivo al cual Dios se dirige y
está realizando, y en el llamamiento de esta iglesia tenemos una ilustración de
esta gloriosa consumación, pues ahora Cristo es la Cabeza, y nosotros somos la
plenitud de Aquel que “todo lo llena en todo” (Efesios 1:22, 23).
Después de mostrarnos la obra fundamental de
redención a través de la preciosa sangre de Cristo (su vida derramada por
nosotros) en Efesios 1:7-10, se nos asegura por Pablo que “en Él obtuvimos
herencia”. La Versión Revisada dice “en Quién así mismo fuimos hechos una
herencia”. Ambas traducciones son correctas, pero si se toma en consideración
el uso de la palabra “herencia” en el Antiguo Testamento, entonces la Versión
Revisada es preferible. Deuteronomio 32:9 declara:
La
porción de Jehová es Su pueblo; Jacob la heredad que le tocó.
Esta y otras Escrituras similares nos muestran
claramente que aunque Israel poseyese una herencia terrenal (definida por Dios
a Abraham y a su simiente y que consistía de la “buena tierra” a la cual el
Señor los encaminó desde Egipto), ellos mismos fueron además “la herencia del
Señor”. Estos dos hechos tienen que ser tenidos en cuenta para que podamos
obtener la verdad completa, y lo mismo sucede con el pueblo celestial del
Señor. Nosotros tenemos una herencia celestial (Filip.3:20 y al mismo tiempo
somos la heredad o herencia de Cristo.
A todos los redimidos de Dios se les asegura una
heredad en algún lugar dentro del universo restaurado cuando por Él sea creado
un nuevo cielo y tierra. “Si hijos, también herederos, herederos de Dios y
coherederos con Cristo” (Rom.8:17) es una gloriosa verdad de todo aquel que
haya pasado a disfrutar una relación familiar con Dios a través de Cristo. La
redimida y restaurada Israel tendrá su herencia sobre el territorio tal como
sus profetas del Antiguo Testamento ilustraron, y tal como el Señor, citando
del Salmo treinta y siete, aseguró, “los mansos heredarán la tierra” (Mat.5:5).
Los fieles “vencedores” desde Abel en adelante, aquellos que son listados en
Hebreos once, aguardando por la fe a una más alta esfera y a un “mejor país”
que se asocia con la Jerusalén celestial y su herencia, se hallan así en esta
ciudad (Hebr.11:13-16; 12:22). Esta ciudad celestial no permanece para siempre
en el cielo en el plan de Dios, sino que desciende posteriormente a la nueva
tierra (Apoc.3:12; 21:2, 10) y evidentemente llega a ser una con ella.
Y ahora todavía hay espacio para nosotros por encima
de los nuevos cielos, y aquí es donde la herencia del Cuerpo de Cristo se
halla, tan próximamente identificada con el exaltado Salvador “por encima de
todo”. La gloria y maravilla de esta herencia no puede ser medida en términos
terrenales ni de manera material. Está completamente por encima de cualquier
presente experiencia nuestra o entendimiento, aunque sea solo teniendo en
cuenta que no sea terrenal, y que por
tanto no pueda ser comprendida o asumida por los cinco sentidos corporales. El
propio Dios no ha hecho intento alguno para describirla, pues, como podría
haberla descrito, estando como está, por encima de nuestra comprensión. Pero
podemos estar seguros, sin embargo, que esta gloriosa herencia celestial es
absolutamente real y que es la más alta y mejor heredad que Dios haya otorgado.
Mantengamos esta idea siempre en mente. Eso nos fortalecerá y nos animará a través
de todos los obstáculos y pruebas por los cuales tengamos que pasar. Bien puede
el enemigo tendernos sus asechanzas delante, para quitar nuestra vista de esta
tremenda consumación, pero no le permitiremos que nos engañe ni nos desvíe.
El apóstol Pablo continúa diciendo:
Habiendo
sido (nosotros) predestinados conforme al propósito de Aquel que hace todas las
cosas según el designio de Su voluntad (vers.11).
Este versículo nos pone delante de nuevo el
predestinado propósito de Dios que había sido aludido en los versículos cuatro,
cinco y nueve. Efesios nos revela ciertamente el plan de Dios para los lugares
celestiales, tal como el Antiguo Testamento revela Su plan para la tierra. Se
nos garantiza que la realización de estos planes no podrá jamás venir a ser
frustrado por la declaración que hace, diciendo que será tan solamente conforme al propósito de Aquel que hace
todas las cosas conforme el designio de Su voluntad. Todo a nuestro
alrededor nos deja ver la perversión que el pecado del hombre y su caída han
producido. Los conflictos, la incerteza y la angustia están por todas partes,
pero este plan divino sigue su curso silenciosamente y con absoluta certeza.
Nada podrá frustrarlo o impedirlo, pues el poder del Cristo ascendido reside
por detrás de él. Este hecho glorioso nos trae de vuelta al tema de la alabanza
otra vez:
A fin
de que seamos para alabanza de Su gloria, nosotros los que primeramente
esperábamos en Cristo (vers.12).
Proelpizo
es la palabra que se
traduce “primeramente esperábamos” o “primeramente asegurados” (A.V.). Pro puede tanto indicar “dignidad de
posición”, como “tiempo”, o ambas cosas, y a nosotros nos parece que ambas
cosas se entienden aquí. Si Pablo lo que tiene en cuenta es el pasado, al hecho
de que los creyentes Judíos tuviesen una esperanza tanto en tiempo como en
posición, en contraste con los Gentiles, entonces esto sería tan solo una
ilustración de la esperanza del Cuerpo actual, la cual, asociándose con el
Cristo ascendido, tiene sin lugar a dudas esta prioridad de dignidad y tiempo,
siendo que no hay ningún acontecimiento profético revelado que tenga primero
que cumplirse antes de que “esta esperanza” pueda venir a realizarse.
La observación sobre esta ocurrencia de Proelpizo en el Léxico Inglés-Griego de Arndt y Gingrich es la siguiente:
Efesios
1:12: Si hemeis (nosotros) aquí se
refiere a los Cristianos Judíos como la mayoría de los escolares prefiere
tomarlo (desde Crisóstomo hasta M. Debelius) entonces pro sugeriría “antes de los Gentiles” o mismo “antes que Cristo
apareciese”. Y si el tema sea que son los Cristianos en su totalidad (E. Haupt;
P. Ewald; Meinertz; H. Rendorff) entonces pro
visa en frente, al cumplimiento de la esperanza en el futuro.
La esperanza, en la Escritura, mira enfrente, al
cumplimiento de un propósito divino o un llamamiento de Dios, y la esperanza
del Cuerpo de Cristo ubicará a todos los miembros donde ahora ya son vistos que
están por la fe, esto es, sentados juntamente con Cristo en los lugares
celestiales (2:6,) a los cuales Él ascendió “por encima de todos los cielos”
(4:10). Entonces la fe ya no se tendrá en cuenta, y seremos “manifestados con
Él en gloria” donde ahora Él se halla (Colos.3:4). Esta es verdaderamente “una
bendita esperanza”, y de tal orden, que está más allá de todo lo que la mente
humana pueda concebir o esperar (Tito 2:13). El regocijo de su anticipación
debería ser constante en nosotros, incitándonos al servicio práctico entre
tanto que el día oportuno se acaba y
llega a su fin.
Y la Epístola a los Efesios continúa, diciendo:
En Él (Cristo) también
vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra
salvación, y habiendo creído en Él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de
la promesa (vers.13).
Ahora llegamos a la sección (vers.13 y 14) que trata con
la obra presente y actual del Espíritu Santo en respaldo del Cuerpo. Así, pues,
Dios se ocupa en concebir, llamar por separado, redimir y equipar a esta
exaltada compañía de hijos de Dios. En Cristo, el Espíritu Santo sella a cada
miembro del Cuerpo, y así, por tanto, es puesta la divina estampa sobre toda la
maravillosa transacción.
El lector debe observar la diferencia que hay aquí entre
la traducción de la Versión Autorizada y la Versión Revisada. La Versión
Autorizada traduce ubicando el sello en algún tiempo después, tanto de escuchar como de creer el evangelio; mientras que
la Versión Revisada conecta de manera correcta el sello con el momento de creer y de la salvación de
acuerdo con lo que Pablo efectivamente escribió. El participio “habiendo
creído” es denominado por los gramáticos el “participio aoristo coincidente”,
debido a que denote una acción coincidente
en tiempo con la del verbo principal. No hay justificación alguna de
ninguna manera en estos versículos para lo que algunas veces se denomina “la
segunda bendición”, o sentimiento del Espíritu Santo, o el hablar en lenguas,
como una experiencia especial subsecuente a la salvación. Para comprobar otro
ejemplo de esta clase de participio, vea Hechos 19:2 ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y no “después de que hubieseis creído”. (Nota del
Trad. La Versión Reina Valera, por tanto, está correcta).
Este “sellado” divino vuelve de nuevo a referirse en
Efesios 4:30, y se nos garantiza que este aspecto del propósito de Dios, tal y
como un documento legal, está firmado, sellado y asentado, y que nunca podrá
venir a ser impedido o revertido. Además, este sello es “las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión (de Dios)
adquirida, para alabanza de Su gloria” (vers.14) La palabra “arras” arrhabon es la hebrea erabon, que parece haber hallado su
sentido en la idea griega a través de los negociantes Persas. Significa “una
marca” o “cuña de garantía”, y esta obra del Espíritu Santo sería así “la marca
legal de Dios” para nosotros, actual y presentemente, de que, la realidad de este llamamiento celestial,
vendrá a ser alcanzado con total garantía. Aquellos que enseñan que sea
posible “ser salvos hoy, y perder dicha salvación mañana”, no pueden tener un
verdadero concepto de esta verdad. Ahora bien, es posible “contristar al
Espíritu Santo”, y eso solo producirá pesares, desasosiego y pérdida aquí y
ahora, y tal vez la divina desaprobación posterior cuando nuestro servicio venga
a ser probado por el Señor, pero “el sello” de Dios no puede ser quebrado.
Hemos sido sellados hasta el día de la redención, y ese día será ciertamente
alcanzado. La herencia en toda su plenitud está ahora asegurada en Cristo, y
vendrá a ser introducida en experiencia en gloriosa resurrección. Hasta
entonces, tenemos que recorrer el camino peregrino que nos guía hacia nuestro
hogar celestial, y es en el tiempo actual de esta travesía que podemos
disfrutar las arras o garantía divina, degustando esta herencia tal como el
Espíritu Santo nos ha revelado.
Así como Dios le dio a Israel una “primera degustación”
de la buena tierra de la promesa antes de que en ella se introdujesen, enviando
a los espías y trayendo con ellos el enorme racimo de uvas de Escol y el informe de sus lustrosas higueras y
frutos (Núm.13:17-27), así también el Espíritu Santo Dios se ha dignado en Su
gracia darnos, en nuestra diaria experiencia, un relance o degustación de la
gloria venidera. Ahora tenemos las primicias del Espíritu (Rom.8:23). Entonces
será la realidad, donde Cristo se halla ahora entronado y exaltado en la
Majestad sobre las alturas a la diestra del Padre. Todo esto es para la
“alabanza de Su gloria” (vers.14). Y si es que vengamos a tener aunque sea solo
un pequeño concepto de lo que este propósito envuelve, ¿será que podríamos
alabarlo suficientemente?
La oración por la
divina ilumina iluminación concerniente al llamamiento
Habiéndonos sido declarada la maravillosa voluntad de
Dios escogiendo una compañía de Sus hijos para los lugares celestiales, la obra
del Hijo redimiéndolos y haciéndolos santos, y el sello del Espíritu
juntándolos a Dios para siempre, el Apóstol Pablo ahora comienza a orar por
aquellos que están bajo su cuidado en Éfeso y en cualquier otra parte. Tenía
que haber un momento en el cual la enseñanza debía acabar, pues a menos que
haya una respuesta práctica a lo que ya haya sido revelado, seguir añadiendo
instrucciones posteriores sería un desperdicio de tiempo. La posición que la
oración debería ocupar en la vida y labor del creyente es tan importante, que
debemos detenernos para considerarla.
(1)
La oración es la realización del acceso al Padre. El pecado inhibe el acceso a un Dios santo, y ha debido
crear para siempre una barrera entre Dios y la criatura que Él haya hecho, a
menos que haya podido ser correctamente removido o quitado de en medio. Esto
fue lo que se hizo a través de la obra redentora del Señor Jesús, Quien abrió
“un camino nuevo y vivo…a través del velo, esto es, Su carne” (Hebr.10:20) y en
consecuencia nosotros tenemos “libertad para entrar en el Lugar Santísimo por
la sangre de Jesucristo” (vers.19). La invitación continúa en el versículo
veintidós: “Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe”. Este
acceso se da en todo tiempo y en todo lugar, y es un inestimable privilegio
para todos los creyentes. Nuestro Padre celestial nos incentiva para que nos
“acerquemos confiadamente al Trono de la Gracia” (Hebr.4:16) a través del único
Mediador, el propio Cristo. ¿Con qué frecuencia aceptamos y disfrutamos esta
gloriosa invitación?
(2)
La verdadera oración nos da comunión con Dios. De parte de los creyentes, la idea de la comunión
generalmente se limita a la comunión entre ellos, mientras que Juan, en su primera
epístola, dice que: “Verdaderamente, nuestra comunión es con el Padre, y con Su
Hijo Jesucristo” (1ª Juan 1:3). Acceder a nuestro Padre celestial tan solamente
cuando pretendamos cualquier cosa o cuando tengamos una específica necesidad,
es una pobre manera de ocuparnos en la oración. Debería ser nuestro gozo hablar
con Él en todo tiempo, y hacer así con eso la expresión normal de nuestra vida
espiritual.
(3)
La verdadera oración pone a Dios primero - a otros en
segundo lugar, y a uno propio al final. La oración del reino terrenal comienza con “Padre
nuestro”, después Tu Nombre, Tu reino
venga, Tu voluntad sea hecha… antes
que la necesidad del creyente se mencione. La oración no es una mera vía por la
cual obtengamos algo de parte de Dios para nosotros. Sino que es un medio de
intercesión por las necesidades de los demás. ¿Será la falta de egoísmo lo que
caracteriza nuestra oración? ¿Será que podamos orar correctamente cuando
estemos dominados por el egoísmo?
(4)
La verdadera oración reposa sobre las promesas de Dios. David sabía muy bien esto. Él dijo: “Ahora, pues, Jehová,
la palabra que has hablado acerca de Tu siervo y de su casa, sea firme para
siempre, y haz como has dicho” (1ª Crón.17:23). La oración efectiva debe
basarse sobre la Palabra de Dios, y es por eso que la connotación de 2ª Timoteo
2:15 sea imperativa. La voluntad de Dios tan solo responderá a la oración que
esté de acuerdo a las líneas de verdad reveladas para esta dispensación de
gracia, de ahí la necesidad que tenemos de conseguir saber la verdad revelada a
y para nosotros Gentiles a través de Pablo, el Apóstol de los Gentiles.
(5)
La verdadera oración vigila y aguarda por la respuesta
del Señor. El Señor ordenó a Sus
discípulos a vigilar y mantenerse en oración (Lucas 21:36). “Perseverad en la
oración, velando en ella con acción de gracia” (Colos.4:2). ¡Cuán fácil es orar
y después no ser capaces de esperar con paciencia por la respuesta! O, cuando
viene la respuesta, ¡no reconocerla!
(6)
La verdadera oración contiene una intenso y ardiente
deseo por detrás. Epafras, en Colosenses
4:12 se dice que siempre “rogaba encarecidamente…en sus oraciones”
recordándonos así la imagen del atleta en medio de una corrida poniendo todo su
esfuerzo para alcanzar el premio. ¿Oras tú de esta manera? La oración apática y
compulsiva nunca logra alcanzar nada.
(7)
La verdadera oración siempre se ofrece al Padre en el
Nombre de Cristo. En el Nuevo Testamento
la oración siempre se dirige a Dios el Padre (Efesios 3:14) en el Nombre del
Señor Jesucristo (Efesios 3:21). Cuando decimos para concluir nuestras
oraciones “en el nombre de Cristo, Amén” no debemos de hacerlo como si fuera un
mero formalismo, sino tengamos bien presente que nunca se podrá alcanzar al
Padre excepto a través del único Mediador, el Señor Jesucristo, y sabiendo que
Él se halla a la diestra del Padre haciendo intercesión por nosotros
(Rom.8:34).
(8)
La verdadera oración estará siempre de acuerdo a la
voluntad de Dios. “Y esta es la
confianza que tenemos en Él: que si pedimos cualquier cosa conforme a Su
voluntad, Él nos oye” (1ª Juan 5:14). Esta es una de las lecciones más grandes
que tenemos que aprender. La oración no es un medio por el cual consigamos que
Dios mude Sus pensamientos o que altere Sus planes, sino que nos pone de
acuerdo con Su voluntad sin importar para nada lo que se halle envuelto. Será
cuando no deseemos otra cosa sino Su sola voluntad que comenzaremos a ser
efectivos orando. Cuando agradecidamente podamos decir, tal como el Salvador
dijo: “No sea hecha mi voluntad, sino la Tuya” (Lucas 22:42) entonces estaremos
en el buen camino para recibir maravillosas respuestas a nuestras peticiones. Y
recordemos que toda oración es respondida; un “no” es tanto una respuesta como
un “sí”. Pero de acuerdo a las líneas establecidas de la Divina voluntad
estaremos acercándonos de “Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos
o entendemos” (Efesios 3:20). Ojalá que aprendamos a utilizar más y más
este invaluable privilegio.
Hay dos grandes oraciones en los tres primeros capítulos
de Efesios.
Las dos Oraciones
Efesios 1:15-19
Efesios 3:14-21
Las oraciones son dirigidas a
Al Dios de nuestro Señor Jesucristo Al Padre de nuestro Señor
Jesucristo
El Padre de Gloria.
Para que Él pueda darnos
Un espíritu de sabiduría y de revelación Fortalecimiento en el hombre
interior
Para que sepáis
La Esperanza, las riquezas, el poder El amor que sobrepasa el
conocimiento
Cosas sobre excelentes (hiperballo)
Sobre excelente poder
Conocimiento – sobre excelente amor
Los medios
Nosotros en Cristo
Cristo en nosotros
El poder es
El poder producido energeo
en Cristo El poder que
opera energeo en nosotros
La fuerza (ischus
dunamis) es
El poder exhibido en la resurrección El poder necesario para
comprender
Con todos los santos.
El objetivo en cada caso
La plenitud de Aquel que todo lo llena en todo Para que podáis ser llenos de toda
La plenitud de Dios.
Poderes celestiales
Todo nombre que se nombra Toda familia nombrada en los cielos
Y en la tierra.
Hay además una serie de correspondencias entre la oración
de apertura del capítulo uno y la oración de cierre del capítulo seis. En el
primer capítulo el Apóstol ora por el creyente. En el capítulo seis le pide al
creyente que ore por él. En la oración de apertura el tema es “que podáis
conocer”; en la oración de cierre “que pueda (yo) dar a conocer”. Así se
relacionan entre sí estas maravillosas oraciones. En el capítulo 1:15-19 es
para adquirir conocimiento, en el capítulo 3:14-21 para adquirir comprensión, y
en el capítulo 6:19, 20 se ora “para abrir la boca, hablar”, dando así a
conocer el conocimiento recibido y comprendido.
La primera oración
Por esta causa,
habiendo oído de la fe en el Señor Jesús que hay entre vosotros, y que habéis
mostrado a todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo
mención de vosotros en mis oraciones (vers.15,
16 R.V.).
Pablo les dice a los santos Efesios que había oído hablar
de la fe y el amor que tenían, y, consecuentemente, ora concerniente a su esperanza. Estas tres gracias a menudo
van juntas en sus epístolas (1ª Cor.13:13). Esta constante intercesión en
respaldo de los demás, ésta completa ausencia de egoísmo, es tan típica del
Apóstol, que es una de sus marcas a través de todas las epístolas (Rom.1:8; 1ª
Cor.1:4; Filip.1:3; Colos.1:3; 1ª Tesal.1:2; 2ª Tesal.1:3; Filemón 4; 2ª
Tim.1:3). ¡Qué gran ejemplo para cada uno de los que hacemos uso del nombre de
Cristo! Y, por supuesto, esto tanto debe llevarse a cabo en el ministerio como
en la predicación del evangelio, así como en la asistencia de los que se
encuentren necesitados. Hay mucho del servicio y la testificación Cristiana que
se ve espoliado por el descuido en las oraciones, y si queremos ser hallados
como “vasos o instrumentos de honra para uso del Maestro” (2ª Tim.2:21),
entonces el espíritu de oración debe ser constantemente mantenido.
En esta oración vemos que el Padre otorga tres cosas: un espíritu de sabiduría y revelación
que lleva al conocimiento de Cristo,
para que podamos saber tres cosas – la esperanza de Su llamamiento, las riquezas de la gloria de Su herencia, y la sobre abundante grandeza del poder de Su resurrección, con el cual
se levantó a Señor Jesús del sepulcro y fue exaltado en ascensión “por encima
de todo” a la diestra del Padre. Hay una lección que tenemos que aprender en
este orden divino. Dios tiene que darnos primeramente, lo que antes no podamos
venir a conocer. La revelación y
entendimiento de la verdad de Dios no vino ni pudo originarse de nosotros
propios. Él tiene que darnos un espíritu de sabiduría y revelación previamente
para que podamos retener lo que quiera impartirnos, de otra forma no estaríamos
en la apropiada condición para recibirlo.
La primera necesidad es la sabiduría, y esta sabiduría es
una actitud mental de la cual se carece en la frágil y caída humanidad. Cuan
agradecidos deberíamos estar sabiendo que el Señor está deseando y aguardando
el momento en el cual reconozcamos nuestra falta de sabiduría y se la pidamos a
Él. Si alguno de vosotros tiene falta de
sabiduría, pídala a Dios, el cual se la da a todos abundantemente, y sin reproche
(sin echar nada en cara) y le será dada
(Santiago 1:5).
Es evidente por el énfasis puesto sobre la fidelidad en
los versículos de apertura del capítulo uno, y sobre la sabiduría aquí, que el
Padre no da ni abre Sus tesoros espirituales a quienes sean indignos y necios.
¿Y quién podría criticarlo por eso? ¿Confiaríamos nosotros algo con valor a
personas de tan pobre carácter? La sabiduría es un tema muy importante de las
Epístolas en Prisión, y el lector debía ponderar acerca de las nueve
ocurrencias (Efesios 1:8, 17; 3:10; Col.1:9, 28; 2:3, 23; 3:16; 4:5).
La siguiente necesidad espiritual de todo creyente es la
revelación o iluminación. El conocimiento de las cosas terrenales o los hechos
puede ser obtenido por la educación y el estudio diligente. Pero el
conocimiento que menciona el Apóstol es de una clase totalmente diferente. Es
un conocimiento personal de Dios y de Sus caminos. Un tal conocimiento es
imposible adquirirlo a menos que Dios le plazca darse a conocer a Sí Mismo. Es
un conocimiento espiritual puesto que “Dios es Espíritu” (Juan 4:24) de ahí la
necesidad por la revelación y el alumbramiento llevado a cabo por el Espíritu
Santo:
…las cosas de Dios
ningún hombre conoce, sino el Espíritu de Dios,
Pero Dios nos las
reveló a nosotros por Su Espíritu, porque el Espíritu todas las cosas
escudriña, aun mismo las cosas profundas de Dios (1ª Cor.2:10, 11).
Debería estar claro, por tanto, que el entendimiento espiritual
es absolutamente vital si es que alguna vez vengamos a comprender las santas
Escrituras y la verdad de Dios que contienen. La inteligencia humana o la
educación no pueden darnos esta comprensión, y este hecho no puede ser
suficientemente resaltado. La mente natural puede aprender un montón de hechos
sobre la Biblia, pero por sí misma no podrá nunca percibir su riqueza
espiritual. Esta comprensión proviene tan solo por la iluminación de Aquel
Quien la escribió, el Espíritu Santo, el divino Autor. El Salmista sabía bien
esta verdad, por eso oró diciendo: Abre
mis ojos, para que pueda contemplar las maravillas de Tu ley (Salmo
119:18).
Esta podría ser la razón por la cual algunos Cristianos
tengan un más pleno conocimiento y conciencia en la verdad de Dios que otros
que leen la palabra de Dios con un velo sobre sus ojos. Todos debíamos tener “ojos abiertos” y el velo quitado, en otras
palabras, el “espíritu de sabiduría y revelación” guiándonos al conocimiento de
Cristo. El “conocimiento” aquí es epignosis,
la palabra gnosis prefijada por la
preposición epi tiene diferentes
tipos de significado. Algunas veces “reconocimiento”
puede ser una buena traducción. Cuando Cristo se refirió a Juan el Bautista,
dijo: …Elías ya vino, y ellos no le
conocieron, es decir, no le
reconocieron. En Marcos 6:33 es evidente que la gente reconoció al Señor a
la distancia y corrieron a encontrarse con Él. Lucas 24:16; Hechos 3:10; 4:13;
12:14; 19:34; 27:39 son otras ocurrencias donde “reconocer” podría ser una
mejor traducción que “conocer”.
El verbo epignosko se
traduce “reconocer” en un cierto número de pasajes (1ª Cor.14:37; 16:18; 2ª
Cor.1:13, 14), y epignosis “conocer”
en Colosenses 2:2; 2ª Tim.2:25; Tito 1:1 y Filemón 6. Es algo más que “pleno
conocimiento” en Efesios y Colosenses, siendo el conocimiento que actúa
poderosamente en el recipiente. Una cosa es conocer
la verdad revelada en las Epístolas en Prisión; y otra muy distinta conocerla de manera práctica en nuestra
vida diaria con las pruebas que tengamos que enfrentar a seguir. Epignosis aparece dos veces en Efesios
(1:17 y 4:13).
Eso es por lo que, en nuestro contexto, Pablo está
orando, para que la sabiduría espiritual y los ojos iluminados nos guíen a un
profundo conocimiento del Señor Jesús, un conocimiento que nos llevará al
reconocimiento Suyo cada día de nuestras vidas en pensamiento, palabra y obras.
La petición siguiente se dirige “para que sepáis cual sea
la esperanza de Su llamamiento”. Llamamiento y esperanza están puestas juntas
en la Escritura, y una es el cumplimiento de la otra. El plan de gracia del
Padre dado a conocer en esta epístola llama algunos de los redimidos a una
posición en la gloria del “más santo de todos” los lugares celestiales, y
esperanza, cuando se realice en resurrección, es el cumplimiento de un tal
llamamiento. Consecuentemente, debemos tener un claro concepto de nuestro
llamamiento antes de poder abrazar su esperanza. Un llamamiento terrenal tendrá
una esperanza terrenal: Los mansos
heredarán la tierra (Mat.5:5) vendrá literalmente a cumplirse para aquellos
quienes en el plan de Dios sean bendecidos en aquella “nueva tierra” que
todavía está por ser creada. Un llamamiento celestial (tal como está revelado
en Efesios y Colosenses) tendrá una esperanza celestial. Así es aquel tal que
concierne con la oración de Pablo en Efesios. Esta iglesia no tiene una
ligación permanente con la tierra; está para siempre ligada con su gloriosa
Cabeza en los celestiales. Este tremendo llamamiento tiene su origen solamente
en Dios. Es Su llamamiento primario y principal. Tenemos cuatro capítulos para
llegar a la frase “la esperanza de vuestro llamamiento” (4:4). El Apóstol ora
posteriormente para que los santos pudiesen conocer:
Cuales sean las
riquezas de la gloria de Su herencia en los santos (vers.18).
Las Epístolas en Prisión abundan en riqueza espiritual
tal como las siguientes ocurrencias de “riquezas” muestran:
Plousios “Dios, que es rico en misericordia” (Efesios 2:4).
Plousios (adverbio) “La palabra de Cristo more abundantemente en vosotros” (Col.3:16).
Ploutos “El perdón de
pecados…según las riquezas de Su gracia” (Efesios 1:7).
“Cuales las riquezas de la gloria de Su herencia” (Efesios 1:18).
“Las abundantes
riquezas de Su gracia” (Efesios 2:7).
“Las
inescrutables riquezas de Cristo” (Efesios 3:8).
“Conforme a las riquezas de Su gloria” (Efesios 3:16).
“Conforme a Sus riquezas en gloria (Filip.4:19).
“Dar a
conocer las riquezas de la gloria” (Col.1:27).
“Hasta
alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento” (Col.2:2).
Esta indescriptible riqueza nunca estará plenamente
colmatada con las limitaciones de la vida presente. Tenemos riquezas de
misericordia y gracia providenciando nuestra salvación, y riquezas de gloria
relativas a nuestra herencia, la colmatación de todas nuestras necesidades y el
especial carácter del Cuerpo de Cristo que antes de la proclamación del
prisionero Pablo, habían estado escondidas en Dios y guardadas en secreto.
Observamos que las “riquezas de gloria” se repiten tanto
en Efesios 3:16 como además en Colosenses 1:26, 27. Ya hemos visto que esta
iglesia no solo tiene una herencia, sino que, además, el Cuerpo de Cristo
constituye una herencia para Dios (vers.11). Estos dos aspectos de verdad deben
continuamente mantenerse en mente. Hay posiblemente mucho más contenido en la
frase “Su herencia en los santos” de lo que pueda parecernos superficialmente. Ton hagion tanto puede ser masculino
como femenino, o neutro en el griego. Se emplea nueve veces en Hebreos en la
forma neutra, refiriéndose al “lugar santo” y al “lugar Santísimo” en el
Tabernáculo (Heb.8:2; 9:2, 3, 8, 12, 24, 25; 10:19; 13:11). Ahora bien, sabemos
que el Tabernáculo terrenal fue una figura o retrato de las cosas reales en el
cielo (Heb.8:5; 9:23, 24), una sombra del cielo mismo. Aquí es donde habita la
herencia de Efesios, y no en sentido alguno sobre la tierra. La herencia del
Señor y la herencia del Cuerpo están en el verdadero lugar celestial “más santo
de todos”. El Cuerpo en sí mismo está ahora siendo preparado para ser “un santo
templo” (naos, el más íntimo
santuario) para habitación de Dios (Efes.2:21, 22). Colosenses 1:12 nos revela
que el Padre nos ha hecho partícipes de los santos (o los más santos de todos) en la luz,
haciendo con toda seguridad una referencia al glorioso Shekinah del lugar Santísimo en el Tabernáculo, siendo que sea
solamente aquí donde tengamos las cosas reales celestiales. Esta es la “gloria
de Su herencia” y la iglesia con ella asociada, que el Apóstol oró para que los
receptores de su carta pudieran conocer.
El Aarón de la antigüedad no poseía una herencia
terrenal, puesto que Dios había dicho: Yo
soy tu parte y tu heredad entre los hijos de Israel (Num.18:20). Aarón
poseía algo más maravilloso que cualquier otro israelita pudiera tener con su
porción en la tierra prometida. Tenía una heredad en Dios Mismo. Los miembros
del Cuerpo de Cristo son semejantes. El Señor prepara Su heredad en nosotros, y
nosotros preparamos la nuestra en el ascendido Señor a la diestra del Padre.
El tercer hecho por el cual ora Pablo es para que los
creyentes pudieran conocer:
Cuál sea la
supereminente grandeza de Su poder para con nosotros los que creemos (Efesios 1:19).
Pablo es el único escritor del Nuevo Testamento que
emplea la palabra traducida “supereminente”, y la utiliza tres veces en
Efesios:
(1)
La
supereminente grandeza de Su poder (1:19).
(2)
Las
abundantes (sobreabundantes) riquezas de Su gracia (2:7).
(3)
El amor de
Cristo, que excede (sobrepasa) a todo conocimiento (3:19).
En nuestro contexto se nos pide que consideremos la supereminencia
de Su poder. Nosotros estamos viviendo en una era de poder. Los hombres están descubriendo el tremendo poder que el
Creador ha depositado en la materia. Este poder se habría mantenido resguardado
a salvo si el hombre no hubiese tenido una natura caída, pues en ese caso, no
le habría dado un uso abusivo. Pero, he aquí, bien sabemos el gigantesco
problema que el descubrimiento del poder atómico ha ocasionado, al punto de que
el hombre tiene ahora el poder de aniquilarse a sí propio. Sin embargo, por
grande que sea el poder atómico, es impotente con respecto a una cosa: No puede darle vida a un cuerpo muerto; no
puede vencer la muerte. Pero en cambio el enormísimo poder al cual se
refiere Pablo si puede hacerlo, y de
hecho ya lo hizo cuando el Señor
Jesús fue levantado de la muerte. Nosotros no adoramos a un Cristo muerto, sino
antes bien a Aquel que “vive para siempre haciendo intercesión por nosotros”
(Rom.8:34; Heb.7:25). Deshizo los lazos del sepulcro y venció para siempre a la
muerte, no tan solo para Sí Mismo, sino también para toda Su gente. Fue
precisamente este colosal poder que Pablo procuró conocer por sí mismo
(Filip.3:10) y deseó que los creyentes también pudieran llegar a conocerlo.
Para describirlo Pablo emplea como fundamento synonym on synonym. Este poder (dunamis) opera según la energía (energeia) del poder (kratos) de Su fuerza (ischus). Está claro que el lenguaje
humano no puede adecuadamente describir el poder de Dios de resurrección, y sin
embargo es para nosotros (“para nosotros los que creemos”) en cuanto aquí
andemos en nuestro peregrinaje de camino a nuestro hogar celestial procurando
servirle fielmente. ¿Qué tipo de problema o dificultad puede haber que no pueda
ser resuelto con Su todopoderoso auxilio?
Observemos que dice “para nosotros los que creemos”. No meramente para
creyentes, sino para los que han aprendido a “no tener confianza en la carne”
(Filip.3:3), para los que detienen toda confianza y completa seguridad en su
obra gloriosa producida en y a través de nosotros.
El propio Pablo aprendió esta verdad, puesto que
dijo:
Pero tuvimos en
nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros
mismos, sino en Dios que resucita a los muertos 2ª Cor.1:9).
Una persona bien puede vivir al lado de una estación
eléctrica, y sin embargo no disfrutar de sus beneficios; debe conectarse a la
fuente de la energía antes de poder emplear la electricidad que produce. La
simple fe es como el cable que conecta con la energía. Se apropia de la
tremenda fuerza del poder de la resurrección y permanece confiado en ella para
operar según nuestras necesidades. Es de hecho “en respaldo nuestro, de los que
creemos”. Y así, aunque invisible e insensible por los sentidos, hallamos en
ella la suficiencia para los problemas diarios y somos capaces de decir: “Todo
lo puedo a través de Cristo que (Quien) me fortalece” (Filip.4:13). No temamos,
por tanto, por el futuro. Podrán surgir muchas dificultades, dificultades que
parezcan montañas e imposibles de solucionar, pero delante de este enormísimo e
ilimitado poder pasarán a ser como “un valle”.
Así que podemos seguir en frente con confianza, teniendo
siempre fresco en la memoria que, si Cristo y Su poder de resurrección son “por
nosotros”, o “están de nuestro lado”, ¿quién o qué podrá estar contra nosotros?
(Rom.8:31). ¡Qué gran alcance abarca esta esta primera oración de Efesios!
Ojalá que seamos lo suficientemente sabios para orar de esta manera más a
menudo para que, de esa forma, experimentemos el gozo de su práctica operación.
El primer capítulo de Efesios termina con el hecho
glorioso de que el enorme e ilimitado poder de la resurrección que libertó a
Cristo del sepulcro no para por aquí, sino que lo llevó en ascensión al más
alto pináculo de gloria, a la diestra del Padre, por encima de todo nombre que
se nombra, no solo en este tiempo, sino también en las edades venideras. En
esta excelsa y exaltada posición, Él ha venido a ser hecho la Cabeza sobre
todas las cosas a la iglesia que es Su Cuerpo, Su plenitud, una gloriosa
prefiguración del propósito de las edades, cuando todas las cosas en el cielo y
en la tierra sean reunidas bajo Su liderazgo (Efesios 1;10). Entonces toda
rodilla en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra se doblará ante Él y
confesará que Él es Jehová, el Señor de todo.
Ahora, “todavía no vemos que todas las cosas le sean
sujetas” (Heb.2:8), pero es algo que será absolutamente manifiesto en aquel día
por todo el universo. La Iglesia del Cuerpo Único es la gran marca de
anticipación del objetivo triunfal de Dios de las edades, y en sí misma se
denomina “la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” (Efesios 1:23).
Pleroma (plenitud) aparece seis veces en las Epístolas en
Prisión, cuatro en Efesios (1:10, 23; 3:19; 4:13) y dos en Colosenses (1:19 y
2:9). Su primera ocurrencia en los Evangelios (Mat.9:16; Marcos 2:21) refiere
al remiendo que se pone o “rellena” la rotura en el viejo vestido. En
Colosenses se aplica a Cristo, en Quien la plenitud del Dios Padre habita
corporalmente (Colos.2:9). Su significado es enteramente sustancial, “la suma
total”.
En Efesios 1:23 estamos convencidos de que la palabra
“plenitud” se refiere al Cuerpo, en vez de al propio Cristo como algunos
expositores enseñan. Debemos recordar que la Cabeza y el Cuerpo son términos
relativos. La cabeza tiene que poseer un cuerpo para constituir la totalidad. Lo uno no puede
existir o funcionar sin lo otro. El Señor Jesucristo como Cabeza que es,
precisa del complemento de Su Cuerpo, justo igual como sin duda alguna la
iglesia, Su Cuerpo, precisa del complemento de la Cabeza. Esto, por supuesto,
no afecta Su Deidad esencial. Ya nos hemos referido al propósito de las edades,
y este hecho en sí mismo implica que esta relación del redimido con el Redentor
es esencial para su glorioso cumplimiento.
El Apóstol Pablo cita el Salmo 8 cuando declara que todas
las cosas están sujetas bajo los pies de Cristo. Pero cuando leemos el contexto
en el octavo Salmo y comparamos su extensión con Efesios: ¡Qué gran diferencia
encontramos! “Todas las cosas bajo Sus pies” en el Salmo ocho se limita a las
cosas terrenales, “Ovejas y bueyes, todo ello, y asimismo las bestias del
campo, las aves de los cielos y los peces del mar; todo cuanto pasa por los
senderos del mar”. Sin embargo en el contexto de Efesios la frase se expande
incluyendo la totalidad del universo, y esto se confirma por el capítulo 4:10:
“El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los
cielos, para llenarlo todo”. “Plenitud” se emplea de tres diferentes maneras en
Efesios y Colosenses. En Cristo habita toda la plenitud del Padre Dios en forma
corporal (Colos.2:9) y Él además llenó todo
el universo (Efesios 4:10). El Cuerpo de Cristo es Su plenitud, y cada miembro
esta “lleno a plenitud” (completo a rebosar) en Él (Colos.2:10) ¡Qué tema tan
magnífico! ¡Y cómo precisamos ensanchar la mente para lograr entenderlo en
alguna medida!
Comentarios
Publicar un comentario