Las Epístolas Desde la Prisión
7º Parte
CAPÍTULO UNO
DE LA EPÍSTOLA A
LOS COLOSENSES
LOS COLOSENSES
En el primer
siglo, Colosas era un antiguo centro comercial en decadencia situado en Frigia,
en el margen sur del Rio Licos, un afluente del Meandro, a cerca de ciento y
sesenta quilómetros al este de Éfeso y próximo de las ciudades Laodicea y
Hierápolis. El mensaje cristiano parece haber sido introducido en Colosas
durante el ministerio de Pablo a los Efesios (Hechos 19:5) y probablemente a
través de la fe de Epafras (Col.1:7; 4:12). Durante los cinco años que el
Apóstol estuvo prisionero en Roma, aguardando que su caso fuese presentado y
oído por el Emperador, a quien había apelado, se le permitió recibir
visitantes, y entre ellos a Epafras, quien le daría las noticias de lo que
estaba ocurriendo en las iglesias de esta región. La cuestión acerca de si algunas
de sus cartas en prisión fueron escritas desde su encarcelamiento en Cesárea o
en Éfeso en vez de Roma la trataremos posteriormente en la introducción a la
epístola a los Filipenses.
Aunque había
muchas cosas por las cuales agradecer a Dios, se dio un inquietante hecho
relevante con la introducción en Colosas de una doctrina que, aunque
externamente pareciese muy espiritual, lo cierto es que destronaba
prácticamente al Señor Jesucristo de Su lugar único teniendo la preeminencia en
todas las cosas. Fue una clase de pre-gnosticismo combinado con elementos
Judíos y Griegos que posteriormente se vendría a desarrollar más ampliamente en
el segundo siglo, y sería para combatir este error que la epístola a los
Colosenses se escribió. Por sus contenidos, está claro que esta epístola sea un
complemento a la de los Efesios, y aunque cubra en ella algunos de sus mismos
fundamentos, aun así, esta contiene su propio y distinto mensaje con su sección
central de aviso y corrección.
Con la carta
a los Colosenses debemos también asociar la de Filemón, escritas ambas al mismo
tiempo y entregadas respectivamente por Tiquico y Onésimo, el esclavo huido de
la casa de Filemón (4:7-9; Filemón12). En cuanto a la discusión con respecto a
Efesios y Colosenses de cuál habría sido escrita en primer lugar, no vamos a
disertar, una vez que eso no afecta la doctrina de las epístolas (aunque ya
dimos una corta explicación al principio). Algunos expositores piensan que
Colosenses fue la primera de las cartas; sin embargo, que fueron ambas escritas
en un corto intervalo de tiempo entre una y otra parece no haber discusión.
Con respecto
a la herejía que se había desarrollado en Colosas, tan solo tenemos la
evidencia interna de la epístola para reconstruirla. El error combinaba
evidentemente el Judaísmo con un énfasis sobre las ordenanzas legales, tales
como, la circuncisión, los alimentos prohibidos, los tiempos de fiestas, del
día de reposo (Sabbath) y la luna nueva. Y junto con esto y en combinación, se
mezclaba una filosofía Gentil que decía respecto al mundo espiritual. Se daba
un largo espacio e importancia para los ángeles que habían figurado en la
historia de Israel y a través de los cuales había sido dada la ley. Algunos
eran de un rango superior a otros – los principados y potestades, los cuales se
suponían que controlaban las esferas y las líneas de comunicación entre Dios y
el hombre. Tanto relevo debieron llegar a tener estas suposiciones que, toda
oración, adoración y revelación, tan solo podrían venir a ser recibidas a través
de ellos y bajo su permiso. Poseían con ellos un especial conocimiento a
impartir y, por eso mismo, debían ser temidos y respetados. Esto solo podría
llevarse a cabo guardando la ley, y además, observando un riguroso ascetismo.
Este error
fue por supuesto más peligroso que el legalismo Gálata que Pablo había
combatido anteriormente. Atacaba y afectaba a la raíz de la doctrina
concerniente a la preeminencia de la
Persona y obra de Cristo, consecuentemente, el Apóstol no
pierde tiempo y procura exponer su origen satánico y astuto engaño. Es por esta
razón que en la epístola Colosense, la majestad, la gloria y la plenitud del
Señor Jesús se desarrolla más plenamente que en ningún otro de los escritos de
Pablo. La tradición del hombre se medía en contraste y oposición contra
Aquel Único en Quien habita corporalmente la plenitud de la Deidad , Aquel que posee
la preminencia, tanto en la antigua como en la nueva creación. Él es el único
Mediador entre Dios y los hombres, combinando en Sí Mismo la Deidad y la humanidad, y
es, además, el vencedor sobre los propios principados y potestades que estaban
atrapando en sus engaños a los santos Colosenses.
Y no solo
eso, sino que, además, siendo como es, Señor y Cabeza de la iglesia que es Su
Cuerpo, solamente Él es Quien rellena hasta la plenitud a cada miembro. ¿Qué
necesidad había, pues, de que los Colosenses fuesen hacia atrás procurando las
vacías sombras? Eso no sería otra cosa sino solamente el medio satánico de
anular y cancelar la libertad y plenitud en Cristo para llevarlos a la abyecta
esclavitud. Los cristianos en Colosas tenían que aprender que, cualquier cosa
que los separase de la supremacía de Cristo y la plenitud del creyente en Él,
no podía ser otra cosa sino un ilusorio error. De hecho, bien puede decirse que
el error produce una de dos cosas: o bien intenta añadir algo de sí propio a la
posición única del Salvador, o bien intenta suprimírsela. No puede haber cosas
“extras”, ni añadidas ni sustraídas al Señor Jesucristo. ÉL ES TODO y en todos
(Col.3:11). Una vez que aprendamos esta gran lección, estaremos a salvo de todo
tipo de engaños y ardiles que provengan de las sutiles artimañas del diablo.
Cada uno de
los que confiesan el nombre de Cristo debería seriamente preguntarse a sí
mismo: ¿Es Cristo tanto Dios como Hombre para mí, o debo añadirle cualquier
cosa más para sentirme confortable y seguro en mi vida y testimonio? Y recuerde
que estas “adiciones” pueden parecer muy espirituales y atractivas en lo
superfluo, y no al fin y al cabo carnales o equivocadas. El Señorío de Cristo
precisa mucho ser resaltado hoy en día entre Su gente. La gran mayoría tan solo
lo conoce como Salvador y nada más, y no han crecido lo suficiente como para
dejar de ser bebés espirituales. Este es por lo general el resultado, especialmente,
en los creyentes inmaduros que anhelan emprender muchos actos y mantienen el
Libro cerrado, confundiendo así el activismo por la espiritualidad. Mientras
que, la gran necesidad que tenemos todos sea, como siempre ha sido, embebernos
en la verdad de estas epístolas del Nuevo Testamento, especialmente, de las
cartas en prisión del apóstol Pablo a los Gentiles, cuyos escritos cubren tan
maravillosamente esta era de gracia actual con su distintiva y suprema
revelación de nuestro gran Dios y Salvador, Jesucristo (Tito 2:13) y del
Cuerpo celestial y Templo que Él ahora se halla edificando (Efesios 1:19-23;
2:19-22).
Vamos por
tanto a ver la exposición de esta magnífica epístola, y comenzaremos con su
divina estructura exhibida por C.H. Welch.
A 1:1-2
Epistolares y saludo
B 1:3-8 Fidelidad – Ministerio de Epafras
C a 1:9-12 Oración y el andar espiritual
b 1:13-23 Cristo antes que todas las cosas
D 1:23-27 el Misterio (Secreto) manifestado por Dios
E 1:28 – 2:1 Predicando - presente perfecto
(madurez)
F 2:2, 3 Escondidos – tesoros de sabiduría y conocimiento
G 2:4-23 TENED CUIDADO – Quíntuple aviso de alerta
F 3:1-4 Escondida – tu vida con Cristo
C b 3:5-15 Cristo es TODO en todos
a 3:16 – 4:1 La Palabra y el andar espiritual
D 4:2-11 el Misterio (Secreto) manifestado por Pablo
B 4:17 Ministerio cumplido – Arquipo
A 4:18 Epistolares y saludo
El
equilibrio o balance entre las varias secciones es por sí evidente, dejando el
aviso central de la sección G que es peculiar a esta epístola, y que trata y
tiene que ver con la herejía Colosense y su remedio o antídoto para combatirlo.
Los versículos de apertura asocian a Timoteo con Pablo tal como en otras cartas
se hace (2ª Corintios, Filipenses, 1ª y 2ª Tesalonicenses, Filemón), aunque
Pablo se reserva para sí propio el título de “apóstol”. Originalmente, este
título de apóstol tan solo se empleaba de aquellos que habían sido directamente
comisionados por el Cristo ascendido, y a seguir, posteriormente, en un sentido
más amplio. Tal como la carta Efesia, aquellos a quienes fue dirigida esta
epístola de Colosenses, no son tan solo los santos, sino a los santos y
fieles, y no tenemos el derecho de omitir este punto. Pues, ¿podrían
realmente ser todos los creyentes descritos como fieles o leales?
Siempre
orando por vosotros, damos gracias a Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo,
habiendo oído de vuestra fe en Cristo Jesús, y del amor que
tenéis a todos los santos, a causa de la esperanza que os está guardada
en los cielos, de la cual ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio
(Col.1:3-5).
Es muy
significativo que Pablo tuviese por hábito comenzar dando gracias por las
buenas noticias que oía de los varios grupos de cristianos para los cuales
escribía. Resaltaba lo bueno en el creyente en primer lugar, no sus faltas. A
seguir, en amor, tenía que corregirles lo que estuviese equivocado; pero este
amor y el tacto cristiano antecedían siempre a sus críticas. Muchos de nosotros
tenemos que aprender esta lección en nuestro trato con los demás. El trío de
gracias que aparece tan prominentemente en 1ª Corintios: la fe, la esperanza y
el amor, se encuentra también aquí en Colosenses, así como en otros lugares, y
en ellas parecen resumirse las cualidades espirituales que deberían ser
evidenciadas en la vida de todos los redimidos hijos de Dios. La fe de los
Colosenses no aparece por acaso; se basa y estaba puesta en Cristo Jesús, la
única segura Fundación para la fe. Hay millares de personas que pueden afirmar
poseer la fe, pero la cuestión principal sería ¿sobre qué, o quién, está puesta
la fe? Hay muchos que tienen la fe dislocada, pues bajo examen y las
tribulaciones de la vida su fundamento entra en colapso, y a seguir pasa a ser
desilusión. Cristo es la única y segura Fundación, el Único Quien sea
todopoderoso, el mismo ayer, hoy y para siempre, la inmutable Roca de
las edades.
La fe de los
creyentes Colosenses ponía sus ojos en la esperanza, segura y cierta,
depositada para ellos en los lugares celestiales. Ouranos es la
palabra que se emplea aquí, mientras que epouranios es la palabra
correspondiente suya en la carta a los Efesios. Pero no hay contradicción. Ouranos
es más amplia y lo abarca todo, comenzando con la región visible
donde los pájaros vuelan (Mateo 13:32) hasta lo más alto, en las alturas de
Dios Mismo (Mat.5:16); mientras que el adjetivo epouranios se emplea
solo del más alto de los cielos, al cual Cristo ascendió y donde es supremo por
encima de todo (Efesios 1:19-23). Este último término más limitado se halla
contenido en el más amplio, así que no hay contradicción alguna.
Pedro nos
habla además de una herencia reservada en el cielo, y siendo él uno de
los doce apóstoles del Cordero, se asocia a sí mismo con las doce
fundaciones de la Jerusalén
celestial de esta herencia que, ahora, se halla también reservada en el cielo,
aunque aguardando el tiempo en el gran propósito de Dios cuando, en la nueva
creación del cielo y tierra, al fin de las edades, deje aquel lugar en la
esfera celestial y descienda a la nueva tierra (Apoc.3:12; 21:2, 10). Esta es
la tal “mejor ciudad” o “mejor país” por la que los experimentados y sufridores
dignatarios de Hebreos once aguardaban, y Pedro escribía para una compañía
similar soportando grandes tribulaciones (1ª Pedro 1:4-9), los cuales
aguardaban la recompensa del premio igual que el Moisés de la antigüedad.
Aunque celestial en carácter y ahora reservada en el cielo, esta gloriosa
ciudad no ha sido destinada por Dios a permanecer en dicho lugar. Por eso es
que estos creyentes al fin vendrán a disfrutar sus maravillas cuando descienda
y se junte con la nueva tierra, y entonces esta compañía constituirá la Esposa del Cordero
(Apoc.21:2, 9).
En contraste
a esto, el Cuerpo de Cristo, que simbólicamente hace parte del Esposo, surge
finalmente convertido en el Templo como el hogar o lugar de habitación para
Dios (Efesios 2:19-22), y no tan solo está sentado en Cristo Jesús en los
lugares celestiales ahora, actualmente, sino que además vendrá a realizarse su
esperanza en los mismos lugares celestiales por encima de todo. Han sido
hechos aptos y reunidos por el Padre para esta suprema herencia de los más
santos de todos en luz (Col.1:12 R.V.), lo más santo entre los santos en el
cielo. Nada menos que esto cumplirá el propósito de Dios para esta exaltada
compañía que tiene su origen, desde el primero hasta el último de sus miembros,
en la abundante gracia, más allá de nuestros sueños o nuestra comprensión.
¿Consigue nuestra fe elevarse hacia esta esperanza?
Pablo se
digna a hacer la observación de que, no solamente la palabra del evangelio
había sido recibida por la fe en Colosas, sino que además desde entonces no
había parado de dar fruto y de crecer:
…la
palabra de verdad del evangelio que ha llegado hasta vosotros, así como a todo
el mundo, y lleva fruto y crece también en vosotros, desde el día que oísteis y
conocisteis la gracia de Dios en verdad (1:6).
Esta fue una
verdadera evidencia de la labor de Dios operando en sus vidas, pues el
evangelio nunca fue un medio para quedarse estáticos, sino un tremendo ímpetu
urgiendo al creyente hacia un más profundo conocimiento y amor del Señor,
resultando en una más práctica y eficaz respuesta de labios y en la vida. El
vínculo personal entre estos creyentes y Pablo era Epafras, a quien Pablo
describe con siendo un consiervo amado y un fiel ministro de Cristo en
respaldo del Apóstol (vers.7). Epafras tuvo por tanto que haber visitado a
Pablo en la prisión y que darle las noticias puntuales de lo que estaba
sucediendo en la iglesia de Colosas. Epafras es un diminutivo de Epafrodito,
pero no podemos identificarle con el Epafrodito de la carta a los Filipenses
con total seguridad. Ni tampoco conocemos las circunstancias por las cuales
Pablo pueda haberle descrito como siendo un compañero de la prisión en
Filemón versículo veintitrés. Probablemente debió haber compartido con Pablo
uno de sus muchos encarcelamientos (2ª Cor.11:23). Lo que es cierto es que este
hombre de genuino carácter como líder y siervo de la iglesia, y su altamente
efectiva y continua intercesión por ellos, sean un indicador ejemplo de las
marcas que conlleva un verdadero y fiel ministro.
Las noticias
comunicadas de parte de Epafras inclinaron a Pablo a la oración por la
prosperidad espiritual de los creyentes Colosenses, y se nos da sal comienzo de
uno de los más grandes pasajes de exaltación a Cristo del Nuevo
Testamento:
Por lo cual
también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y
de pedir que seáis llenos del conocimiento de Su voluntad en toda sabiduría e
inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole
en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de
Dios; fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de Su gloria, para
toda paciencia y longanimidad (vers.9-11).
Esta sección
(9-14) se equipara en balance por la sección cubierta entre el capítulo 3:16 a
4:1, donde las palabras sabiduría, espiritual, buena obra, dando gracias, y
agradándole, herencia son todas repetidas, y por la cuidadosa comparación
de estos dos contextos se puede obtener mucha luz y entendimiento. La primera cosa
que el Apóstol menciona en su oración es el “conocimiento (epignosis) de Su
voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual”. Ya hemos visto en
otros estudios que epignosis, es algo más profundo que gnosis,
que sería la comprensión que causa una reacción o respuesta por
parte del receptor; pero aquí es algo más que la mera obtención de la
comprensión de los hechos. La
Biblia puede ser aprendida y almacenada en el cerebro como
cualquier otro tema, sin embargo esto no lleva consigo ni puede dar un espiritual
entendimiento o alumbramiento espiritual, el cual es absolutamente esencial
para que la verdad que reside por detrás de las palabras venga a ser recibida y
apreciada. El “hombre natural” no puede recibir las cosas del Espíritu de Dios,
“ni tampoco puede conocerlas, porque se han de discernir espiritualmente”
(1ª Cor.2:13, 14), y por tanto, precisa ser alumbrado y que sus ojos
sean abiertos, lo cual tan solo el Espíritu Santo puede realizar (Efesios 1:17,
18). Es absolutamente esencial darse cuenta de esto. Asistir atendiendo a un
curso teológico no puede por sí mismo darnos este alumbramiento o entendimiento
espiritual. El entendimiento natural, aun siendo capaz de entender los
asuntos terrenales habituales, es totalmente inútil en esta materia.
Es posible
que, en el contexto que vamos considerando, Pablo esté haciendo un sutil
contraste con el falso conocimiento de sus oponentes en Colosas, que
profesamente decía ser más avanzado que el conocimiento impartido, pues, Pablo,
muestra que, el mero intelectualismo o cualquier oculta experiencia, no son
sustitutos para el profundo y meticuloso conocimiento de la voluntad de Dios
que es conforme solo a la sabiduría y percepción Divina. Así, pues, antes de
tratar con la falsa enseñanza que Satanás había sustituido por la Verdad en el capítulo dos,
el Apóstol resalta el verdadero conocimiento y reconocimiento que guía
posteriormente a los prácticos resultados. El lector debe comparar aquí la
primera oración de Efesios (1:15-23), la cual, de la misma manera, comienza con
la sabiduría. Este es el primer requisito si es que deseamos obtener una real
posesión de la verdad de Dios con sus riquezas de gracia y gloria. Estas
supremas riquezas de Dios son el sujeto o tema principal de las cartas en
prisión de Pablo: ¿Iría el Señor a confiárselas a gente necia? – y, seamos
honestos, todos nosotros somos por naturaleza necios en alguna medida: Si
alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídale a Dios, Quien a todos
da libremente (Sant.1:5) esta es la única promesa Divina que puede remediar
nuestro problema.
En la
experiencia práctica, por lo tanto, aquí es donde todos debemos comenzar, con
el don de la Divina
sabiduría que el intelecto humano por sí solo no puede proveer. De aquí vendrá
a seguir el Divino entendimiento, el discernimiento espiritual, el cual, de
nuevo, es un don de Dios, y ambas cosas nos guiarán a la evidencia de los
prácticos resultados, un andar que sea digno y para deleite del Señor para,
esto es, que le da completa satisfacción. Este debería ser el primer deseo de
nuestras vidas, y nos recuerda a Enoc, que agradó a Dios con su manera de andar
en la fe de lo que recibió y fue trasladado por Dios y no fue hallado
(Gén.5:24; Heb.11:5). Nosotros, también, como miembros del Cuerpo de Cristo
somos y estamos “trasladados” (Col.1:13). El andar digno se expresa de tres
maneras en las epístolas en prisión de Pablo: dignos del llamamiento (Efe.4:1),
dignos del evangelio (Fil.1:27) y dignos del Señor (Col.1:10). El
Apóstol asocia esta tal manera de andar a llevar fruto, y por esta
práctica elaboración de la
Verdad viene un gradual creciente conocimiento (epignosis)
de Dios. Podría decirse que, este crecimiento espiritual, nace o se origina por
el reconocimiento de Dios y de Sus reclamos. Estas dos declaraciones son de
suma importancia para cada miembro del Cuerpo de Cristo. Tan solo creceremos
espiritualmente a medida que respondamos a la verdad de Dios; y la obediencia
al conocimiento de Dios que cada uno haya recibido es la condición necesaria
para poder recibir un posterior y más grande conocimiento. En otras palabras,
acumular el cerebro con hechos Bíblicos, la mera aproximación intelectual, no
sirve para nada. Ni tampoco nos querrá dar nuestro Padre celestial un más
grande conocimiento celestial cuando no estamos poniendo en práctica lo que ya
hemos llegado a recibir y poseer.
En su
oración, Pablo a seguir requiere de Dios que los creyentes en Colosas sean fortalecidos
con todo poder, conforme a la potencia de Su gloria. Esto nos recuerda a
Efesios 1:19-23 donde el Apóstol describe esta fuerza como siendo el poder
de Su resurrección que conquistó la muerte y le exaltó hasta la suprema
posición donde ahora se halla a la diestra del Padre. Esta es la sobre
excelente fuerza que se pone a disposición del redimido. Se pone en respaldo de
nosotros los que creemos, y su efectiva y práctica comprensión será más
que suficiente para capacitar a estos creyentes enfrentando toda oposición y
toda tribulación que venga a poner a prueba su fe. Será bueno observar que fortalecidos
se traduce del participio presente o gerundio dunamoumenoi, que
indica una continua experiencia, y no algo que pocas veces o casi nunca
se repita.
De aquí se
nos dirige a un triple fruto: la paciencia, la longanimidad y el gozo.
La “paciencia” tiene que ver y podría haber sido traducida por “la capacidad de
resistencia”, la continua persistencia exhibida por un atleta en la corrida que
continuamente tiene en vista la meta sin desistir. La “longanimidad” nos
mantendrá firmes delante de las provocaciones sin reaccionar del mismo modo o
sentirnos amargados. Se acostumbra enseñar que los Estoicos manifestaban
paciencia y longanimidad, pero que carecían sin acompañarlas del gozo.
Algunos pueden mostrar una cierta medida de ambas cualidades y sin embargo
sentirse miserables. La gracia cristiana del permanente “regocijo”, y no del
ilusorio vacío denominado “diversión”, transformará los previos frutos y harán
que sean en conjunto agradables para Cristo.
Todo esto
debe ser acompañado además por un espíritu agradecido:
Dando
gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los
santos en luz (vers.12).
Una de las
faltas más comunes del ser humano es la ingratitud, y ser ingratos teniendo en
cuenta la obra suprema del Padre descrita en este contexto que vamos viendo
sería de hecho profundamente bajo. Él nos ha hecho aptos o apropiados
con vista a un tremendo objetivo, nada menos que una herencia en el más santo
de los lugares celestiales de todos en la luz. Hagion podemos
entenderlo como las cosas santas así como las santas personas, y
manteniendo en mente Hebreos 9:8 donde la misma palabra se traduce “el más
santo (de todos)” refiriendo al lugar santísimo, el lugar de habitación de la
gloria de Dios en el Tabernáculo, podemos apreciar mejor cuál y cómo sea esta
herencia en la luz, la (Shekinah) gloria de Dios.
Esto es algo
que eclipsa y está muy por encima de cualquiera de las bendiciones que Israel
poseía, por muy grandes que pudieran ser. Ningún israelita podría haber soñado
siquiera que podría alguna vez venir a habitar en este más sagrado lugar. De
hecho, vivió toda su vida sin introducirse en él ni una sola vez. Tan solo el
sumo sacerdote, Aarón, tenía este privilegio único de hacerlo así una vez al
año en el Día de la
Expiación , por su virtud, siendo como era, un tipo de Cristo,
Quien entraría penetrando hasta dentro del velo en resurrección y
ascensión como el Precursor (Heb.6:19, 20). Pero el Cuerpo de Cristo ha venido
a ser tan favorecido y agraciado que, no tan solo se introduce en el lugar más
sagrado del cielo, sino que, además, será allí mismo donde tenga su morada
permanentemente; pues es allí, y no en la tierra. que se halla su herencia; y
cada uno de sus miembros es una piedra viva en este Templo celestial y
habitación para Dios (Efesios 2:19-22). Nada menos que este es el tremendo
objetivo y meta para el cual el Padre nos ha hecho aptos. ¡Cuán agradecidos,
por tanto, debemos estar!
Antes de
seguir adelante para que veamos posteriores verdades, el Apóstol nos convida a
que miremos atrás en el pasado:
El cual (el
Padre) nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de
Su amado Hijo (vers.13).
La palabra
“librado” significa “rescatado del peligro”, y cuán grande sería este peligro
bien podemos apreciarlo recordando que, en nuestro estado previo a nuestra
salvación, nos hallábamos bajo el poder y autoridad de las tinieblas, o,
tal como lo expresa Efesios 2:1-3: andábamos de acuerdo al príncipe del
poder del aire, esto es, el propio Satanás, que opera y dirige a todos los
que no son salvos. Efesios 6:12 se refiere a los gobernadores de las
tinieblas de este mundo que están bajo su control, los principados y
potestades de maldad que fueron derrotados por el Señor Jesucristo en el
Calvario (Col.2:15), pero que todavía procuran sobreponerse en nuestros vidas y
contra quien se dirige nuestra lucha. Todo el poder de estas fuerzas
satánicas fue dirigido contra el Hijo Dios en Getsemaní, con el intento de que
no alcanzase la Cruz
y allí obtuviese la completa victoria sobre todos ellos: Esta es vuestra
hora, y la potestad de las tinieblas dijo Él (Lucas 22:53). No olvidemos
nunca que el Calvario significó la victoria final sobre toda adversidad de
estos principados enemigos para todos los redimidos.
Cada miembro
del Cuerpo de Cristo ha venido a ser trasladado del dominio y reino de Satán y
los poderes de las tinieblas hasta su introducción en las supremas glorias de
la fase celestial del reino del Señor Jesucristo.
Es bueno
saber que, en la “dispensación del Misterio” (Efes.3:9), no hayamos dejado para
atrás la idea del reino. Muchos de los que aprecian la verdad dispensacional
aparentemente no se ha dado cuenta de esto, pues dicen que debemos distinguir
entre “el Reino y la Iglesia ”,
como si la palabra “Reino” estuviese limitada siempre a Israel y que no
apareciese a seguir a Hechos veintiocho. Lo que tratan de decir está correcto,
pero no deja de ser una expresión inexacta o defectuosa. Pablo utiliza la
palabra “reino” cinco veces después de Hechos veintiocho (Efe.5:5; Col.1:13;
4:11; 2ª Tim.4:1, 18), y para ser fiel a lo que Dios ha escrito no debemos
separar el supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús, relativo al Misterio,
de la idea del reino. Tal como el contexto que estamos ahora considerando nos
enseña, cada miembro del cuerpo ha sido trasladado y traído al reino de Cristo.
Aquellos que estaban colaborando con el Apóstol cuando escribió a los
Colosenses, los describe como siendo “mis colaboradores en el reino de Dios”, y
uno de sus últimos pensamientos en su última epístola es que el Señor le
preservaría para Su reino celestial (2ª Tim4:18).
Lo que
debemos tener en cuenta es que hay más que una sola fase de los propósitos del
reino de Dios. Tenemos por un lado Su propuesto reino terrenal, del
cual, su centro no es otro sino el pueblo redimido de Israel. Esta fase se
quedó en suspense y fue pospuesta en Hechos veintiocho, cuando este pueblo vino
a ser puesto de lado en tiniebla espiritual a seguir al repudio que
manifestaron hacia Cristo, y después de haberles sido ofrecida una vez más la
misericordia y el perdón en Hechos 3:19-26. Pero hay, además, un diferente
aspecto celestial de los propósitos del reino de Dios, y aquí el Cuerpo de
Cristo es el centro, y los lugares celestiales por encima de todo su
esfera de operación. Debemos por lo tanto dividir correctamente y
distinguir entre estos distintos aspectos del propósito de las edades, y no ser
descuidados sin diferenciar la manera en la cual utilizamos la palabra “reino”.
No es suficiente decir que no debemos confundir el “Reino” y la “Iglesia”.
Debemos ser más específicos y decir el reino terrenal de Dios (cuando la
denominada oración del Señor se cumpla, Mat.6:10), y la iglesia, el
pueblo del reino celestial (que abarca los más altos cielos como su esfera de
bendición).
Una vez que
venimos a saber esto, nos regocijaremos en la enseñanza de Colosenses 1:13,
porque, al tiempo presente, hemos venido a ser miembros de este supremo
llamamiento en el Reino de Su amado Hijo. Su base o fundamento, por
supuesto, es la redención:
En Quien
tenemos redención por Su sangre, la remisión (perdón) de (nuestros) pecados. (Col.1:14).
Las palabras
“por Su sangre” son omitidas por los mejores textos griegos, pero considerando
Efesios 7 tienen que estar obviamente implicadas. La Palabra de Dios desconoce
cualquier tipo de redención que no esté basada sobre el sacrificio de muerte de
Cristo. Este punto es absolutamente central para todo el gran plan de Dios, y
los versículos veinte y veintidós de éste capítulo uno de Colosenses nos
muestran esta básica verdad (y compare con Rom.3:24). Y Ahora entramos en una
sección de experiencias altas y profundas, tratando con la vieja y la nueva
creación, siendo una material y la otra espiritual, y todo esto con el fin de
combatir la herejía Colosense. Pablo muestra que el Señor es preeminente en
ambas, lo cual, serviría de argumento para destruir las seductoras
doctrinas diseminadas por los opositores en Colosas.
Tenemos
varios puntos de doctrina en esta sección que vuelven a ser repetidas de nuevo
en 3:9-15:
Colosenses 1:13-20 y 3:9-15
A 1:15,16 El
Creador, La Imagen
B 1:20 Reconciliación del cielo y la tierra
C 1:17,18 Cristo- preminente. Todo en Él
D 1:20 Paz y perdón de pecados
E 1:22 Santo, sin mancha, irreprensible
A 3:10
Creado según la imagen
B 3:11 Reconciliación del Judío y del Gentil
C 3:11 Cristo es todo en todos
D 3:13,15 Paz. Perdón entre hermanos
E 3:9,12 Despojaos, revestíos, santo y amado
Charles H.
Welch llama nuestra atención al paralelismo que hay entre Juan uno, Colosenses
uno y Hebreos 1:
Juan
uno
Colosenses
uno
Hebreos uno
A
Dios nadie le vio
jamás. El
Dios
invisible.
La substancia.
Todas las
cosas
hechas
Todas las cosas creadas Edades,
cielos y tierra
por
Él.
por
El.
hechos por Él.
Antes
que
Juan.
Preeminencia en
todo.
Superior a los ángeles.
Su
plenitud.
Toda
la plenitud.
Heredero de
todo.
Todas las cosas por
Él
Todas las cosas por Él
fueron
constituidas.
subsisten.
El Unigénito
de
Dios.
El Primogénito.
El Primogénito.
Las
tremendas declaraciones de estos tres contextos y otros similares deben ser
tenidos en consideración si es que deseamos obtener una verdadera apreciación
del pasaje que estamos considerando. El Apóstol aquí va directo al corazón del
asunto que estaba confundiendo a los Colosenses al afirmarles la primacía de
Cristo en todas las cosas. La verdad aquí contenida era suficientemente
capaz de exhibir la falsa enseñanza por su raíz, el ángel de luz que
había por detrás de la doctrina proveniente del archienemigo y engañador, el
propio Satán. Lo primero que nos muestra es la posición como Mediador y la obra
del Señor Jesucristo en la creación:
Él es la
imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación. Porque en Él
fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la
tierra, visibles e invisibles: sean tronos, sean dominios, sean principados,
sean potestades; todo fue creado por medio de Él y para Él. Y Él es antes de
todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten (Col.1:15-17).
Dios es
espíritu (Juan 4:24), y como tal, Él es invisible e inaccesible. Precisa de una
concreta representación de Sí Propio para darse a conocer en alguna medida a
los limitados seres creados, y esto se cumple en Cristo como la Imagen de Dios, o, como en
el primer capítulo de Hebreos se expone: la imagen misma de Su sustancia,
la exacta representación de lo que Dios es en Su totalidad. Esta fue la
pre-existencia de Cristo, el Logos, a través de Quien todas las cosas vinieron
a existir y en Cuya Imagen fue creado Adán (Gén.1:26). Debemos tener cuidado
con la palabra “primogénito” (prototokos) y no cometer el grave error de
argumentar por el significado de la palabra que Cristo fuese el primer ser que
viniese a “nacer” o a ser creado. Esto es lo que confiesan los Arianos, pero
por conveniencia ignoran el argumento del contexto. Cristo fue el Primogénito
debido a que por (por causa de) Él todas las cosas fueron creadas (Col.1:16).
En otras palabras, tal como Dios el Creador, Él es descrito como siendo el
“Primogénito” y solamente como tal pudo haberse dicho con verdad que, Él es
antes de TODAS las cosas (vers.17). Esto no podría haberse dicho jamás de
ningún ser creado. Citemos ahora del libro La Deidad de Cristo por el Profesor
F.F.Bruce y W.J.Martin:
La palabra
“primogénito” tiene un amplio empleo donde cesa de ser utilizado exclusivamente
en su sentido literal, tal como sucede con la palabra “primer” (del latín
primus – primero) de nuestro Primer Ministro: no es que sea el primer ministro
que hayamos tenido, sino que él es, eso sí, el más preeminente. Un hombre en la
“primacía” de la vida está lejos de ser una persona en sus comienzos de vida.
De manera similar, el Primogénito denota, no su prioridad en tiempo, sino su
preeminencia en el rango.
En otras
palabras, prototokos expresa la primacía y gran dignidad de rango, y en
vez de degradar a Cristo o limitarle en la posición de un ser creado, lo que
hace es justamente lo contrario. Además, la palabra que Pablo utiliza, todas,
significa exactamente eso mismo que dice. Si el Señor fuese un ser creado,
el Apóstol hubiese empleado la palabra griega que significase “otras cosas” o
la palabra “restantes” o “el resto”, y entonces la frase diría que Él era el
primero de todos los demás seres a ser creados o nacidos. Y no solo eso,
sino que Pablo le hubiera descrito como el primer creado, un término que
nunca se aplica a Cristo. Pero observemos el versículo diecisiete: Y Él es
antes de todas las cosas; no dice Él fue antes de todas las cosas.
Esto es con toda seguridad un paralelismo de la gran declaración del Señor en
Juan 8:58: Antes que Abraham fuese, yo soy (ego eimi).
Debemos
además tener cuidado y observar el hecho de que no solo se hizo venir a suceder
en concreción toda la creación a través de Su medio, sino que también su
objetivo es para Él. No es solamente a través de Él, sino también para
Él. Esto resalta una vez más Su primacía en todas las cosas. Una tal
declaración no podría haber sido hecha con verdad en conexión con ningún ser
creado, por muy grande que pueda ser. No solamente fue el Creador, sino que Su
omnipotencia sujeta reunida toda la creación – por Él todas las cosas
subsisten. Esto va más allá de toda fuerza de cohesión impersonal.
No hay duda
por lo tanto de que, en cuanto a la creación material concierne, el Señor
Jesucristo fue su originador y su soporte, y solamente Uno pudo cumplir este
rol, esto es, el Propio Dios. Cualquier cosa que esté por debajo de eso
anularía la declaración de Pablo y su argumento, es decir, el argumento con el
cual Pablo combate la herejía Colosense con respecto a la degradación de la Persona y Obra de Cristo;
y eso sería jugar a favor o concordar con los opositores.
Cuando el
Apóstol describe la creación, relata en ella todas las cosas en el cielo y
en la tierra, visibles e invisibles, pero se centra sobre los seres
invisibles celestiales: “tronos”, “dominios”, “principados y potestades”,
teniendo en vista el verdadero origen de la equivocada enseñanza en Colosas, la
cual exaltaba a los ángeles y su adoración (Col.2:18), poniéndolos así en el
lugar del propio Cristo. Estos seres celestiales en vez ser equiparados con
Dios, debieron haber sido creados para Cristo, y como tal, debían su existencia
a Su obra y estaban sujetos a Él. Estas cinco clases de ángeles principales
parecen representar los más altos rangos de la esfera o medio angelical.
Algunos fueron poderes hostiles y habían sido vencidos y conquistados por la
obra del Salvador sobre la cruz (Col.2:15). Este hecho también exalta a Cristo
por encima de ellos.
No hay duda,
por lo tanto, que en lo relativo a la creación de este gigantesco universo que
incluye los cielos, Cristo es preeminente como Creador y Señor. Ningún ser
creado, por grande que sea, podría haber cumplido este rol. Todo el testimonio
de la Palabra
de Dios, el Antiguo y el Nuevo Testamento, apunta señalando a Dios como
el Creador. La epístola a los Hebreos declara: Tú, oh Señor, en el principio
fundaste la tierra, y los cielos son obra de Tus manos (Heb.1:10), y el
que hizo todas las cosas es Dios (Heb.3:4). Dios no ha delegado en ninguna
criatura esta obra, ni tampoco hubiera podido un tal ser creado cumplir algo
tan gigantesco. Pero esto es solo la mitad de la historia. Pablo ahora continúa
su relato considerando la nueva creación, y aquí, tal como en el mundo
material, el Señor Jesucristo es Primero y Supremo.
Y Él es la Cabeza del Cuerpo que es la
iglesia, el que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para
que en todo tenga la preeminencia (el primer lugar) (Col.1:18).
Está claro
que el título el Primogénito de entre los muertos está en balance con el
Primogénito de toda la creación (1:15). Fue en resurrección, Su victoria
sobre la muerte, que pasó a ser el Primero de un nuevo orden. Él fue la Primicia o
“Primer fruto” (1ª Cor.15:23) en resurrección, y el Principio (arche) de
una nueva creación. Esta palabra aparece entre los títulos Divinos empleados en
Apocalipsis 21:6: Yo soy el Alfa y la Omega , el principio (arche) y el fin, y en
Apocalipsis 22:13: Yo soy el Alfa y la Omega , el principio (arche) y el fin, el primero
y el último. Estos majestuosos títulos nos llevan de vuelta a la mitad del
capítulo de la profecía de Isaías donde Dios declara:
Yo soy el
primero, y Yo soy el postrero; y fuera (o detrás) de Mí no hay
Dios…no hay Dios sino Yo…no conozco ninguno (Isa.44:6-8).
Óyeme,
Jacob, y tú, Israel, a quien llamé: Yo mismo, Yo el Primero, Yo también
el postrero
(Isa.48:12).
No puede
haber duda tomando en cuenta estos versículos que el título el primero y el
último pertenecen a Jehová, a Dios solo. Y son ofrecidos incondicionalmente
al Señor Jesús en el libro del Apocalipsis. Es en este sentido que Él sea el
principio, el Primero en toda la creación, tanto material como espiritual, y
este es el significado que porta la palabra en el generalmente muy malentendido
título en Apocalipsis 3:14, donde la palabra inicial es esta misma palabra arche,
“primero”. Y en el contexto que estamos estudiando Él se revela como “el
Principio” o “el Comienzo”, con un objetivo:
Para que en todo
tenga la preeminencia (vers.18).
Observe que
no es meramente el primer lugar en algo, sino el primer lugar en todas las
cosas, y hay tan solo una Persona que pueda en verdad tener un tan exaltada
y única posición, y es el propio Dios, y Él se nos ha revelado en la Persona del Señor
Jesucristo, la Imagen
del Dios invisible, la Cabeza
de la iglesia, el Cuerpo. A la luz de todo esto, se nos muestra la herejía en
Colosas en su verdadero color. Las ideas pre gnósticas de que haya muchos
mediadores angelicales espirituales entre Dios y los hombres, reclamando la
adoración del hombre, son barridas y pisoteadas, mostrando ser parte de la
mentira satánica. Los opositores enemigos en Colosas que estaban procurando
introducir estas ideas fueron confrontados con un desafío de primera magnitud.
Ahora, o bien tendrían que abandonarlas completamente, o persistir en su engaño
y apostasía; y todos aquellos que hoy en día reducen o degradan a Cristo de una
u otra manera se encuentran en una posición similar. En estos peligrosos
tiempos debemos mantener la más severa vigilancia sobre todo los que se nos
acerca en nuestro camino concerniente con Él, tanto por palabra como por
escrito. Ninguno que confiese el nombre del Señor Jesús y quiera ser
considerado como sincero y fiel puede sostener una menor o diferente posición
que la conferida por el Padre sobre Su Persona. Los hombres hoy en día, o bien
le apedrean, o bien le adoran como a Dios manifiesto en la carne. No hay
término medio.
El Apóstol
Pablo ahora continúa con el tema de la individualidad única de Cristo:
Por cuanto
agradó al Padre que en Él habitase toda plenitud, y por medio de Él reconciliar
todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los
cielos, haciendo la paz mediante la sangre de Su cruz (1:19, 20).
Cristo no es
solamente el primero como Creador y como Cabeza del Cuerpo, sino que en Él
además habita toda la plenitud de la Deidad del Padre corporalmente (1:19; 2:2:9). Los
miembros del Cuerpo, como vasos terrenales, pueden ser llenos con (hasta o
a) la plenitud de Dios (Efes.3:19 – y observe que aquí, como ya vimos,
sería “hasta su capacidad” y no “con toda la plenitud”) – pero ni los vasos ni
ningún otro ser creado, angelical o de otra clase, puede contener TODA la
plenitud de Dios. Pleroma, es una de las grandes palabras de las
Epístolas en Prisión, pero también aparece en otros lugares. En el Evangelio se
emplea hablando del remiendo que “rellena” la rotura del viejo vestido
(Mat.9:16; Marc.2:21) y de los pedazos sobrantes que “llenaron” los diversos
cestos después de la milagrosa alimentación de las multitudes (Marcos 11:12,
25). Para el Judío, sería la restauración a seguir a su “disminución” en juicio
por su incredulidad, y para los Gentiles, el cumplimiento del periodo Gentil cubierto
por la condición de Israel siendo lo ammi.
En Efesios,
la iglesia es la Plenitud
de Cristo (Efes.1:23) y cada miembro está “completo en Él” (Col.2:10) y en los
versículos que estamos estudiando, el Señor Jesucristo contiene toda la
plenitud de Dios en Sí Mismo. Pleroma está claro que es una palabra de
gran importancia doctrinal, algunas veces con la idea subyacente de una quiebra
o vacío en el pasado, o concerniente al relleno o totalidad de lo que esté
tratando el contexto. Aquí, en Colosenses, Pablo está afirmando que en Cristo
habita la totalidad o toda la concreción del Dios Padre. No es tan solamente un
ser investido con un gran poder, sino antes bien la habitación o residencia de
la mismísima esencia de Dios.
De esto
resulta Su gran obra de reconciliación basada sobre la ofrenda de Sí Mismo
sobre la cruz del Calvario que afecta al cielo y la tierra, ta panta,
todas las cosas contenidas en el gran propósito redentor y voluntad de Dios. No
tenemos base alguna para el universalismo (la idea de que Dios sea el
Padre de todos en el universo) aquí, pues debemos recordar que la misma
cruz, que es la base Divina para la reconciliación de “las cosas todas”
(literalmente), es también el medio por el cual los principados y potestades
que eran enemigos de Dios han sido derrotados y puestos en sujeción. El amplio
ámbito de la reconciliación aquí tiene en vista la creación que vino a estar
sujeta por causa del pecado del hombre (Rom8:20), y mira hacia delante, a la
nueva creación final de un cielo y una tierra donde habita la justicia, y de la
cual, los rebeldes y pecadores, tanto si son angelicales como humanos, se
hallan totalmente excluidos.
En
Colosenses 1:20 esta reconciliación fue un acto decisivo y concluido (observe
el tiempo pasado aoristo del verbo, y no futuro) señalándonos al básico
resultado producido de una vez por todas sobre la cruz por el Señor
Jesús, y solo sobre este sacrificio reposa y se basa la gran reconciliación y
condesciende sobre el creyente individual que en otro tiempo era “extranjero y
enemigo en sus pensamientos” hacia Dios. El verbo para “reconciliar” es apokatallasso,
que tan solo aparece también en Efesios 2:16 y en ninguna otra parte más en
el Nuevo Testamento. La más corta palabra derivada suya katallasso aparece
en Romanos 5:10 (dos veces), 2ª Cor.5:18, 19, 20 y el nombre cognitivo Katal/age
se encuentra en Rom.5:11, 11:15; y 2ª Cor.5:18, 19. Pero apokatal/asso aparece
siendo una forma intensificada del verbo “reconciliar” y está reservada por el
Espíritu Santo a las cartas en prisión de Pablo, donde la reconciliación es
vista en su más alto sentido. Todo esto ha sido cumplido por una sola Persona y
un único acto, esto es, el Señor Jesucristo y la ofrenda sacrificial de Sí
Mismo sobre la cruz, pagando la pena del pecado, que es la muerte. Ningún ángel
mediador podría haber cumplido esta obra, y es muy importante que mantengamos
en cuenta el objetivo aquí del escrito de Pablo, que era demostrar la falsedad
de la herejía que estaba degradando y minando la fe de los creyentes en
Colosas.
La
reconciliación de Efesios dos trata con la creación de un nuevo hombre, proveniente
del Judío que estaba cerca, y del Gentil que era ajeno y estaba alejado, y
además, de la remoción de todas las barreras que había entre ambos en esta
nueva compañía creada. Aquí en Colosenses, después de haber exhibida esta, la
más grande de todas las creaciones, Pablo muestra cómo esta plena
reconciliación afecta a cada creyente individual en el Cuerpo de Cristo:
Ahora os ha
reconciliado en Su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros
santos y sin mancha e irreprensibles delante de Él (vers.22).
El objetivo
último de esta gran obra del Señor es presentar a cada miembro y al Cuerpo
entero en santidad y perfección. En la voluntad original del Padre, esta
compañía fue “escogida en Cristo” para ser “santa y sin mancha delante de Él en
amor” (Efesios 1:4). En el día futuro de la presentación, esta voluntad será
realizada y cumplida en toda su plenitud a través de la obra redentora del
Hijo. Amomos, “sin mancha”, se emplea del propio Cristo en 1ª Pedro 1:19
y eso significa que esta iglesia no posee nada menos que la misma santidad del
Señor, y en tal condición es “irreprensible”, literalmente, es decir, “no
acusados”. No hay base alguna para ningún tipo de acusación (Rom.8:33, 34).
¡Qué gran final para el tipo de pecadores que nosotros éramos! ¿Podremos
agradecer al Señor suficientemente por todo esto? Ciertamente tan solo por
palabras no podremos hacerlo. Nuestras propias vidas deben reflejar aquí y
ahora en alguna medida esta semejanza a Cristo.
El Apóstol
Pablo estaba convencido de que esta gloriosa perspectiva que había mostrado a
los creyentes Colosenses no los dejaría tan solo complacientes o indulgentes.
Si es la voluntad de Dios que se presentasen tan santos, como Él es, entonces
Su voluntad es que se mostrasen continuamente fieles durante toda esta vida:
Si en verdad
permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del
evangelio que habéis recibido, el cual se predica en toda la creación que está
debajo del cielo, del cual yo Pablo fui hecho ministro (1:23).
El Apóstol
asume que ellos continuarían hasta el final la carrera que habían comenzado,
sin tener en cuenta qué tipo de tentaciones o dificultades pudiesen enfrentar
en su camino. Él sabía bien los peligros de ser obstaculizado en la “carrera” y
la posibilidad de abandonarla, con la consiguiente descalificación del Señor en
el día de Sus recompensas con respecto a los premios por el servicio. Por eso
Pablo dice de sí mismo: Así que yo de esta manera corro, no como a la
aventura…no sea que habiendo yo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser
eliminado (1ª Cor.9:26, 27). Esto sería algo realmente vergonzoso, después
de todo lo que Dios había cumplido para los miembros de Su Cuerpo. De ahí la
importancia que tenía que no fuesen desviados de la verdad por la
insidiosa enseñanza que estaba circulando en su comunidad. Los creyentes
Colosenses no debían pensar que fuesen tan solo un pequeño grupo aislado,
puesto que la plenitud de este gran evangelio había sido declarado a lo largo y
ancho hasta los límites del mundo entonces conocido.
En el poder
del Señor podían permanecer firmes y venir a ser más que vencedores por
medio de Aquel que los amó, y murió, y volvió a levantarse y ascendió por
ellos. Pablo ahora trata con las aflicciones del ministerio que le fue ofrecido
por Cristo con respecto a sí propio y su relación a la iglesia que es el
Cuerpo de Cristo:
Ahora me
gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las
aflicciones de Cristo por Su Cuerpo que es la iglesia; de la cual yo fui hecho
ministro, según la administración de Dios que me fue dada para con vosotros (Col.1:24, 25).
En la carta
a los Efesios el Apóstol expresa su deseo diciéndole a los creyentes que no
debían desmayar por causa de sus tribulaciones por ellos (Efes.3:13). Antes que
en la indulgencia y auto conmiseración, él se regocija en los sufrimientos que
estaba soportando, porque los consideraba como una parte necesaria de su fiel
testimonio por el Señor y Su gente. En su conversión, Cristo había expresamente
de él declarado: Porque yo le mostraré lo mucho que tendrá que sufrir por
causa de Mi nombre (Hechos 9:16), y en este cometido, Pablo tal vez fuese
único. De manera usual, el Señor no nos informa de antemano nada en cuanto a las
pruebas y dificultades con las cuales nos iremos a deparar en el futuro. Basta
a cada día su propio mal (Mat.6:34) y podemos estar agradecidos que
así sea. ¿Cuántos de nosotros podríamos estar firmes si fuésemos avisados, y
viniésemos a saber que algún terrible sufrimiento y pérdida nos aguardase de
aquí a un año? Sin embargo en el caso del Apóstol Pablo el sufrimiento no le
tomaría por sorpresa después de la declaración del Señor registrada en los
Hechos. No le daba importancia a tales sufrimientos, sino que, antes bien,
estaba ansioso para llenar la medida que el Señor había previsto de antemano
para él. Cuando les estaba escribiendo a los Colosenses, Pablo todavía no había
llegado a esta fase, pero estaba dispuesto a seguir adelante en su experiencia
de tribulaciones y dificultades hasta que la medida fuese alcanzada y
“colmatada”.
Una figura
similar se emplea hablando de “colmar” los pecados (1ª Tes.2:16) o de “llenad
la medida de vuestros padres” (Mat.23:32. Aunque sea posible que algunos de
nuestros sufrimientos puedan resultar de nuestra propia necedad o falta de
fidelidad, es un regocijo enorme saber que todos los sufrimientos asociados con
el verdadero servicio y el testimonio sean también “los sufrimientos de
Cristo”. La asociación entre el Señor y Su gente redimida es, tan íntima y
próxima, que lo que a ellos les afecta le afecta también a Él. Pablo lo
aprendió en carne viva en el camino a Damasco: ¿Por qué Me persigues? le
dijo el Señor, refiriéndose a la persecución que le hacía a los creyentes Sus
redimidos (Hechos 9:4).
Los
sufrimientos, por lo tanto, que el Apóstol estaba soportando cuando escribía a
la iglesia Colosense, tenían un doble aspecto: (1) en cuanto afectaban al Señor
y (2) su conexión con la instrucción y edificación del Cuerpo de Cristo. Lo que
en verdad no puede significar es que Pablo, o cualquier otro creyente, pudiera
tener o haber tenido alguna participación en el sufrimiento redentor y la obra
de salvación sufrida por el Salvador sobre la cruz. Esto sería una total contradicción
con la totalidad del testimonio del Apóstol en conexión con la proclamación del
evangelio de la gracia de Dios dependiente de méritos u obras, y de hecho, va
en contra de los contenidos de la
Escritura en este tema. Si alguno cita Mateo 24:13, entonces
debe ser estudiado cuidadosamente tanto el tiempo como el contexto que ahí
están manifiestos. El versículo no puede ser entendido apropiadamente si estos
dos aspectos no se tienen en cuenta, y de cualquier manera, la Escritura no puede
contradecir a la Escritura.
Pablo tuvo
conciencia de su especial llamamiento y su significado. Él sabía que había sido
divinamente llamado para desarrollar una especial mayordomía de verdad que era
completamente nueva, pues, hasta este punto de tiempo, Dios la había tenido
escondida en Sí Mismo (Col.1:26). Fue un llamamiento asociado con
riquezas de gracia y gloria que iban más allá de toda imaginación, y todo
esto además destinado para aquellos que, desde un punto de vista espiritual,
habían estado destituidos siendo ajenos, sin Dios, sin Cristo y sin esperanza
en el mundo (Efes.2:11-13). Esta mayordomía o “dispensación” había sido
mantenida en “misterio” o en secreto porque Dios la había mantenido ocultada, y
ni tan siquiera en la
Escritura podría ser hallado su rastro procurándola, sino que
estaba “oculto” en Él Mismo. Y si Dios la guardó escondida de esta manera,
¿quién podría haberla encontrado hasta que Él quiso revelarla? ¡Y sin embargo,
son muchos los que profesan haber encontrado este secreto en el Antiguo Testamento,
o en las Escrituras más tempranas escritas por el Apóstol, anteriores a su
prisión¡ Esto sin duda alguna solo puede ser incredulidad y engaño. El Apóstol
había ministrado fielmente durante todo el periodo cubierto por los Hechos de
los Apóstoles, sin embargo nunca, ni una sola vez, describió este ministerio
anterior como el secreto de Dios que él hubiera dado a conocer por primera vez.
Antes bien insiste diciendo que todo lo que había enseñado estaba de acuerdo
con, y que no dijo nada fuera de, lo que Moisés y los Profetas habían dicho, es
decir, el Antiguo Testamento (Hechos 26:22, 23). Por lo tanto, este su
ministerio terrenal no lo describió como un “misterio”, algo Divinamente
escondido, sino que fue concerniente a una revelación que, desde el Pentateuco
y los Profetas en adelante, había sido declarada.
Sería bueno
en nuestro estudio de la Biblia
contrastar el secreto de Efesios tres y Colosenses uno con las verdades
expuestas que nunca habían estado escondidas, tal como la condición del
hombre como un pecador y el único remedio para su condena - la salvación de
Dios. O el hecho de que, desde Abraham en adelante, Dios hubiese tenido en
mente en todo tiempo la bendición Gentil, aún mismo cuando durante un largo
periodo de tiempo se concentrase sobre Israel, preparándoles como un medio o
canal de la verdad que alcanzase a todo el mundo. Aquellos que se imaginan que
el gran “secreto” sea dar a conocer el evangelio de la gracia, o la bendición
Gentil con Israel, con toda seguridad no han llegado a comprender lo que el
“Misterio” verdaderamente sea, porque estos dos hechos nunca habían estado
ocultos. Estamos cansados de leer explicaciones de este tipo hablando del
Misterio expuesto en Efesios y Colosenses, estos escritores parece que son
incapaces de ver que, así, lo que están haciendo es con que la Palabra de Dios se
contradiga a sí misma.
El Apóstol a
seguir se extiende sobre este especial ministerio que Cristo le había dado a
él, relativo a la iglesia que es Su Cuerpo:
…Su Cuerpo
que es la iglesia; de la cual fui hecho ministro, según la administración
(mayordomía) de Dios que me fue dada para con vosotros, para que anuncie
cumplidamente la palabra de Dios, el Misterio (secreto) que había estado oculto
desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a Sus santos, a
quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este Misterio
entre los Gentiles: que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria. (1:24-27).
Esta
revelación y mayordomía le fue dada a Pablo solamente. No hay insinuación
alguna hecha por ninguno de los demás escritores del Nuevo Testamento de que
hubieran recibido una tal comisión del Cristo ascendido, ni estos reclaman
revelar nada parecido siquiera con secretos Divinos. Fueron encargados a
servir, de la misma manera que Pablo, pero en sus respectivas áreas o ámbitos
dentro del gran propósito de Dios, y hablan con autoridad en aquellas
particulares esferas de servicio para las cuales fueron comisionados, sobre
todo en conexión con el pueblo de Israel, que son la llave para la bendición
mundial y el reino de Dios sobre la tierra. Pero la comisión de Pablo
trata con los destituidos Gentiles, cuyo divino destino después de venir
a ser salvos es celestial, cuya ciudadanía se halla en los
celestiales (Filip.3:20), y quienes son ahora vistos posicionalmente
en estos mismos cielos sentados juntamente con Cristo (Efes.2:6). Esto
fue ciertamente una plenitud de revelación que nunca jamás antes había nadie
conocido. En el Antiguo Testamento no se conoce nada de esto, ni tampoco se
conoce en el Nuevo Testamento hasta que llegamos a las cartas en prisión del
Apóstol Pablo, donde por primera vez se descubren las maravillas de este divino
secreto y su propósito.
Nos asegura
que, en este punto de tiempo, Dios quiso o escogió (como algunas Versiones
traducen) darlo a conocer. Israel, el pueblo en pacto con Dios, había
miserablemente fracasado, y había sido abandonado en ceguera, dureza de corazón
e incredulidad (Hechos 28:28). En vez de escoger otro medio para continuar con
Su propósito de bendecir al mundo y el establecimiento de Su reino de justicia
y paz sobre la tierra, Dios ahora revela un aspecto celestial añadido al
propósito de Su reino. Este aspecto concierne al llamamiento de un pueblo celestial
compuesto, principalmente, por Gentiles con una esperanza celestial, con
los cuales, la aristocracia del cielo, los principados y potestades, se hallan
ahora conectados aprendiendo la multiforme sabiduría de Dios. Esta suprema
compañía, además, fue planeada por Él para ser un lugar permanente de
habitación para Sí Mismo (Efes.2:20-22). ¡Qué gran destino y revelación!
En cuanto al
redimido concierne, es con toda certeza ¡inigualable e incomparable en el resto
de la Escritura !
¡No es de admirar que el Apóstol considerase como el más alto de los honores
venir a ser el medio humano a través del cual fue revelado! ¡No es de admirar
que desease por encima de todo darlo a conocer a expensas de cualquier precio!
Efesios 3:3,
6, 9 y Colosenses 1:27 son complementarios en la revelación de este gran
secreto. El contexto Efesio nos dice que el Cuerpo está compuesto de entre
Judíos y Gentiles escogidos que, en este llamamiento, perdieron sus estatus y
títulos como tales. En esta Iglesia no hay ni Israelita ni Gentil
(Col.3:10, 11). Son divinamente llamados para ser una nueva creación (no
una evolución o mejoría de lo que hubiera anteriormente), un nuevo hombre
(2:15), y son miembros en perfecta igualdad por primera vez, herederos
juntamente, partícipes juntamente, y formando un Cuerpo juntamente (Efes.3:6).
Como ya hemos visto, nunca había sido un secreto que los Gentiles vendrían a
ser bendecidos a través de Israel. Este fue el expreso propósito de Dios
llamando a Israel, tal como con toda claridad se le hizo saber a Abraham
(Gén.12:1-3). Pero en esta relación ya sabida Israel no perdió su identidad ni
su prioridad. Aun mismo durante el periodo de los Hechos, pues al Gentil allí
se le recuerda que, él, no sería sino un olivo salvaje injertado en el verdadero
(Israel), para participar de la raíz y de la sabia del olivo natural, es
decir, de las bendiciones del pacto de Israel, y estando en esta posición se le
recuerda, además, que él no sujeta a la raíz, sino la raíz a él (Rom.11:18).
Tan solo por este medio se alcanzaba la salvación donde se igualaban, que
también era por la gracia solamente (Rom.3:21-23); para Dios tan solo hay
una vía de salvación afectando tanto al Judío como al Gentil, esto es, - la fe
en Cristo Jesús, y sin ningún tipo de obras o mérito humano.
El contexto
en Colosenses con el cual estamos tratando nos da otro aspecto. En Colosenses
1:27 la preposición en griega aparece dos veces: este
misterio entre (en) los Gentiles, que es Cristo en (o entre) vosotros, la
esperanza de gloria. No nos parece que Pablo emplease por igual esta
preposición en dos diferentes sentidos. El sentido normal de la griega “en”
sería en castellana, pero no podríamos traducir la primera ocurrencia
como Cristo en los Gentiles. Con el plural, la griega en debe
significar entre y los traductores se vieron obligados a traducirla de
este modo. ¿Por qué entonces no preservar así su segunda ocurrencia, con
lo cual tendríamos Cristo entre vosotros (Gentiles, como la A.V. al margen) Si lo
traducimos como Cristo en ti, hacemos con que la existencia interior de
Cristo parezca ser el secreto escondido de todas las edades de tiempo y
generaciones. Pero la lectura marginal de la A.V. es más precisa según lo concerniente al
Misterio. El hecho de que Cristo habite en el interior del creyente es
algo realmente maravilloso, y su experiencia un privilegio único. Pero esto es
algo que ya se sabía mucho tiempo antes de que Efesios y Colosenses vinieran a
ser escritas, y nunca se denominó a esa experiencia ser un secreto. En Isaías
57:15 leemos
Porque así
dijo el Alto y el Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el
Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con (en) el
quebrantado y humilde de espíritu…
Respondió
Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y
vendremos a él, y haremos morada (lugar de habitación) con (en)
él (Juan
14:23).
La gloria
que me diste, Yo les he dado, para que sean perfectos en unidad, así como
nosotros somos uno. Yo en ellos y Tú en mí… (Juan 17:22, 23).
Con Cristo
estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí… (Gál.2:20).
Por estas
Escrituras se hace evidente que la morada de Dios en Sus hijos redimidos, por
muy maravilloso que sea, no es un secreto que hubiese estado oculto por los
siglos y generaciones (Col.1:26). Ya era conocido desde los tiempos del
Antiguo Testamento, y Pablo, en su primera epístola (Gálatas, escrita durante
los Hechos), había ya declarado ser ésta su preciosa experiencia, y aquí en esa
epístola les estaba escribiendo a una iglesia que, en su vasta proporción, ya
estaba compuesta de creyentes Gentiles. Pero ahí no les está diciendo que eso
constituyese ningún Misterio (el Secreto), el cual le hubiese sido otorgado
como una especial mayordomía para comunicarlo a los Gentiles. De hecho, ni una
sola vez se refiere a la iglesia del periodo de los Hechos como estando
asociada con el Misterio revelado y descrito en Efesios y en esta epístola
Colosense.
Posteriormente,
en la carta a los Efesios, él muestra que los Gentiles estaban por naturaleza sin
Cristo, estando alejados de la ciudadanía de Israel, y eran ajenos a los pactos
de la promesa, sin esperanza, y sin Cristo en el mundo (2:12). Pero en esta
nueva creación este gran distanciamiento de Cristo Jesús quedó cancelado y
anulado. Ahora, en vez de estar alejados, Cristo se hallaba entre
ellos, en la cercana e íntima relación como Cabeza, independientemente de
Israel o de los pactos hechos con Israel. Les fue declarado un nuevo punto de
vista en conexión con las riquezas de gloria que pertenecen a los
lugares celestiales, donde Cristo se halla ahora entronado, y en cuanto a su
posición son vistos por Dios como estando sentados juntamente en Cristo
Jesús en estos mismos lugares celestiales (Efes.2:6). Ningún llamamiento de
este calibre había sido jamás antes conocido ¡y mucho menos sabiendo que los
Gentiles estaban tan alejados de Dios y prácticamente sin esperanza en ellos
propios! ¡Qué maravillosas riquezas de gloria tenemos aquí! Este nuevo
llamamiento está íntimamente asociado a las riquezas de la Divinidad. La
palabra “Riquezas” aparece ocho veces en las Epístolas en Prisión de Pablo, y
cada una de las referencias es tremenda en su implicación, y precisamos
revelación y una larga meditación sobre ellas para saborear su plenitud y
maravilla. Vamos a dar las ocurrencias:
…el perdón
de los pecados, según las riquezas de Su gracia (Efesios 1:7).
Para que
sepáis… cuáles las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos (Efes.1:18).
Para
mostrar… las abundantes riquezas de Su gracia en Su bondad para con
nosotros en Cristo (Efes.2:7).
…anunciar
entre los Gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo (Efes.3:8).
Para que os
de conforme a las riquezas de su gloria… (Efesios 3:16).
Mi Dios,
pues, suplirá todo lo que os falta conforme a Sus riquezas en gloria en
Cristo Jesús (Filip.4:19).
A quienes
Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este Misterio (Colos.1:27).
Hasta
alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el
Misterio de Dios el Padre, y de Cristo (Col.2:2).
Estos
versículos dan a conocer algunas de las casi increíbles maravillas de esta
nueva dispensación o mayordomía que se encuentran en la revelación de Dios para
nosotros los Gentiles. Es un hecho cierto que esta revelación, hasta este
punto, había sido completamente guardada en secreto. ¿Dónde podríamos haber
encontrado tales riquezas, tales tesoros espirituales, ofrecidos en gracia para
los que estábamos tan alejados y éramos tan ajenos? Todo esto se halla
contenido en Cristo Jesús, y ahora está entre nosotros los Gentiles en
toda Su plenitud. Esto de hecho es lo que garantiza la declaración de Pablo: las
riquezas de la gloria de este secreto, Cristo entre vosotros (Gentiles) la
esperanza de gloria.
Queremos de
todas formas señalar aquí que, el hecho de que Cristo habite en cada miembro de
la iglesia que es Su Cuerpo, es completamente cierto, pues en la segunda
oración de Efesios el Apóstol ora diciendo:
Para que os
dé, conforme a las riquezas de Su gloria, ser fortalecidos con poder en
el hombre interior por Su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en
vuestros corazones… ((3:16, 17).
Pero Pablo
no incluye esto como parte del secreto que Cristo le había encomendado para dar
a conocer a los Gentiles. Es provechoso observar que la importante palabra
“Gentiles” en las Epístolas en Prisión también aparecen ocho veces, al igual
que la palabra “riquezas” (Efes.2:11; 3:1; 3:6, 8; 4:17; Col.1:27; 2ª Tim.1:11;
4:17). Otra palabra clave es doxa, “gloria”, que aparece veinticuatro
veces en las epístolas de Pablo después de los Hechos. Por muy difícil que se
nos haga explicar esta gran palabra, podemos estar seguros que se pone y
significa algo absolutamente real, aun cuando sea demasiado maravillosa como
para poderla explicar en términos humanos, pues tiene que ver con la misma
naturaleza de Dios y la exaltación del Señor Jesús por encima de todo lo
que pueda ser concebible, y Él es la esperanza de (esta) gloria, que está
tan vitalmente asociada con la herencia celestial del Cuerpo, destinada a venir
a ser el lugar de habitación de Dios cuando acabe de completarse
(Efes.2:20-22).
Pablo ahora
les dice a los creyentes Colosenses que es a este Cristo ascendido, en Quien
habitan todas las riquezas espirituales, a Quien él está proclamando:
Cristo en
vosotros (entre vosotros), la esperanza de gloria, a Quien anunciamos,
amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin
de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre; para lo cual también
trabajo, luchando según la potencia de Él, la cual actúa poderosamente en mí. (Col.1:27-29).
Debemos
observar que hay dos “presentaciones” en Colosenses uno, y que no son
simplemente la una repetida en la otra. En el versículo veintidós, de cada
miembro del Cuerpo, se afirma como siendo presentado santo, y sin mancha e
irreprensible delante de Él, porque esto fue lo que el Padre originalmente
quiso (Efesios 1:3, 4) y por lo que el Hijo procuró al morir (5:25-27). En el
versículo veintiocho sin embargo es diferente, aunque en las Versiones inglesas
y castellanas parezcan enseñar lo mismo, esto es, para presentar perfecto en
Cristo Jesús a todo hombre. Aquí la palabra “perfecto” es la muy importante
palabra teleios que significa maduros en oposición a infancia e
inexperiencia. Está perfectamente claro que todos los creyentes deberían
desarrollarse espiritualmente, dejando para atrás su infancia espiritual tal
como Efesios 4:13, 14 enseña. El contexto que estamos considerando en Colosense
nos revela que existe un gran peligro si este desarrollo no sucede. Pablo
trabajó intensamente Kopiao (implicando trabajar hasta el punto de
fatiga) para que eso no sucediese entre los santos Colosenses. Él sabía bien
que los creyentes inmaduros llegaban a ser albos fáciles de Satán. Sus astutas
artimañas engañaban fácilmente a los tales, y estas artimañas eran ahora
las que estaban afectando en la raíz de todos los problemas en Colosas. El
error que se estaba propagando y que la epístola combate directamente, lo más
probable es que estuviera ganando terreno en las mentes de algunos creyentes
que no estaban creciendo en la gracia y el conocimiento y reconocimiento de
Cristo. Los tales son siempre un peligro en una comunidad cristiana, y es por
eso que el Apóstol se debate y trabaja, según la operación del poder de
resurrección de Cristo, para volver a instaurar la Verdad y el vital
crecimiento espiritual que solo puede tener lugar cuando al Señor Jesús se le
da Su justo lugar como Preeminente, en el propósito Divino de las edades.
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