Las Epístolas Desde la Prisión6º Parte
CAPÍTULO SEIS
DE LA EPÍSTOLA A LOS EFESIOS

Hijos y Padres

Una vez que se ha comprendido la divina posición para el marido y la esposa cristianos, ahora tienen una verdadera y segura guía para disfrutar y fructificar en el testimonio cristiano tanto en el hogar como fuera de él. Difícilmente podemos sobre valorar la importancia y el estado del hogar cristiano. Satán lo sabe muy bien, y el terrible número de casamientos divorciados hoy en día confirma cuan eficaz ha sido llevando a cabo esta labor, resultando en conflictivos hogares e incontables miserias.

El Apóstol pasa ahora a tratar con los deberes de los hijos y los padres teniendo en mente todavía el hogar cristiano: Hijos, obedeced a vuestros padres, porque esto es justo y agrada al Señor (Colos.3:20). La desobediencia, es decir, la recusa a ser controlado o a ejercer el auto dominio, es típica de la resultante degeneración (Rom.1:30) y de la terrible oscuridad y tiniebla de los tiempos peligrosos de los postreros días de esta edad actual (2ª Tim.3:2). Una gran característica de estos tiempos que nosotros ahora contemplamos a nuestro alrededor, es la maldad de la rebelión. El Señor la indicó como siendo una de las señales del fin de la edad. La maldad (iniquidad) se multiplicará, dijo Él (Mat.24:12), y esta característica no se limita a una región o país en particular, sino que es mundial, en el momento actual. Todo esto no es más que el preludio a la revelación del último dictador mundial Satánico, el hombre de pecado (iniquidad) (2ª Tes.2:3, 4) que abarca y resume en sí mismo esta terrible característica. Los padres cristianos que permitan que la desobediencia se introduzca en sus hogares tan solo están contribuyendo para este terrible estado de circunstancias, y si los hijos nunca aprenden el significado de la obediencia, ¿cómo entonces vendrán a aprender a obedecer al Señor?

Pablo ahora cita el quinto mandamiento, cuya importancia se enfatiza, no solo debido a que sea el primer mandamiento con promesa incluida, sino el único entre todos en el Decálogo que tenga consigo una promesa. El Apóstol cita la totalidad de Éxodo 20:12, el cual incluye la promesa que se obtenía en aquel tiempo en particular: Para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da. No es que esta promesa esté vigente de la misma manera en esta dispensación, pues ni somos israelitas ni habitamos en el territorio de Canaán, el cual dio el Señor tan solo a Abraham y a su descendencia; pero su importancia se resalta bajo el punto de vista de Dios debido a esta promesa añadida cuando le dio la ley a Israel. Hoy en día, la relación de padres e hijos ha perdido mucha de su influencia y solidaridad. Los padres están generalmente demasiado ocupados o son demasiado perezosos para asegurar que haya en el hogar una sabia y correcta disciplina, y como consecuencia, se está levantando una generación que no tolera ser limitada ni exhibe el dominio propio.

Efesios 6:1 declara que una tal obediencia y honor a los padres es lo correcto, y Colos.3:20 añade además que agrada al Señor. La Palabra de Dios, sin embargo, no resalta solo una parte. Los padres tienen por su lado el deber y la responsabilidad cristiana para con sus hijos. Son avisados que no provoquen a ira a sus hijos (vers.4) y Colosenses 3:21 añade para que no se desalienten. Muchas han sido las veces que los hijos han fracasado a la hora de responder positivamente a la Verdad debido a un irrazonable, indebido y antipático trato de parte de los padres. Tales padres no son merecedores de la obediencia de sus hijos. Los padres cristianos precisarán de toda la sabiduría, paciencia y tacto que sea posible tener, para que en estos días peligrosos su familia pueda ser preservada en la disciplina (educación) e instrucción del Señor. La absoluta necesidad por una tal disciplina se pone de manifiesto claramente en Hebreos 12:5-11. Esta educación, aunque por veces sea desagradable, es un marco de amor muy efectivo y de prácticos resultados posteriores (Heb.12:6). Los padres que sean sabios no dudarán en administrar este entrenamiento (no confundir con la palabra “castigo” traducida), siendo perfectamente conscientes de que si no se lleva a cabo, el hijo estará siendo preparado para caer en la trampa de la delincuencia, tanto de estos días actuales como de los días más oscuros en el futuro próximo.

Siervos y amos

Por último, Pablo trata con los siervos y los amos; a los siervos se les exhorta a obedecer a sus amos, aun cuando no sean creyentes. Una tal situación puede ser realmente difícil de sobrellevar, pero a tales siervos de cualquier clase que sean les será dada una especial guía Divina y exhortación. Se les pide que realicen su labor como si fuera un requisito que les haya pedido el Señor, con lo cual se tendrá un punto de vista muy distinto sobre la situación (vers.5). Estos siervos, al igual que el propio Apóstol, serían así conscientes de que verdaderamente son esclavos de Cristo, y así no estarán solo haciendo su trabajo requerido cuando sus amos terrenales los estuviesen observando. Porque así estarían tan solo sirviendo a ojo y no serían consecuentes con la verdad. Tienen que servir, por tanto, manteniendo a Cristo en vista como siendo el árbitro final y Quien dará la recompensa por su labor (vers.8). De igual manera, los amos tienen que hacer lo mismo hacia sus siervos, sin amenazas ni presiones injustas, recordando que ellos propios son también siervos, y que es a Su Maestro, el Señor Jesucristo, a Quien finalmente tendrán que rendir cuentas. Aquí tenemos una base de justicia para y sobre ambas partes.

Si tan solamente fuese posible esta sabia relación hoy en día en el mundo comercial, muy pocos problemas, o mismo ninguno, hubiera surgido, y los disturbios y conflictos sociales que vemos a nuestro alrededor no habrían llegado a suceder. Pero bien sabemos que el hombre degenerado no aprenderá estas simples lecciones en esta era. Todo esto aguarda por la era venidera del reinado de Cristo con su justicia y paz.

La Sección Final

El Conflicto Espiritual y la Armadura de Dios

Pablo llega ahora a la última sección de la epístola, la cual nos da una revelación del invisible e insensible conflicto espiritual que está constantemente teniendo lugar por detrás de los escenarios, entre, Dios y las fuerzas espirituales para el bien, y Satanás y los poderes de las tinieblas que se oponen y resisten al plan Divino en cada paso del camino. De no haber sido por la completa protección que el Señor nos ha provisto, el creyente bien tendría una buena causa para estar temeroso. La armadura de Dios, sin embargo, es más que “todopoderosa” y más que suficiente para una tan peligrosa situación:

Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de Su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo (Efes.6:10, 11).

A cada miembro del Cuerpo de Cristo se le recuerda aquí dónde reside su fuerza para este tremendo conflicto. No se halla en sí mismo, ni en ninguna otra parte en el plano humano. El mero poder humano sería menos que inútil contra un tal espiritual enemigo. Nada menos que el poder de resurrección de Cristo mencionado en el capítulo 1:19-23 es capaz de enfrentarlo, añadido con la protectora armadura que Él nos ha provisto, la cual cubre y protege al creyente de los pies a la cabeza.

El Apóstol ya había empleado una figura similar en 1ª Tes.5:8: …vestidos con la coraza de la fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo. Pero es probable que aquí el Apóstol tuviera la oportunidad de darnos más grandes detalles, pues él ahora tenía una muy objetiva lección constantemente con él en la persona del soldado romano que le custodiaba y tenía encadenado de día y de noche. Y nos recuerda que nuestra lucha no se dirige contra sangre y carne, es decir, contra los seres humanos próximos con los cuales tengamos relación:

Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes (6:12).

Los principados y potestades son los altos rangos oficiales de los seres celestiales, la aristocracia del cielo. Los ángeles son aparentemente siervos celestiales. Son denominados espíritus ministradores (Hebr.1:14). Algunos de estos principados reconocen y están bajo el mando del señorío de Cristo, y están puestos bajo Su Liderazgo (Col.2:10). Otros han sido rebeldes, probablemente al tiempo de la caída de Satán, y el triunfo del Calvario no solo trató y afectó con el pecado humano y la muerte, sino que además procuró y conquistó la victoria sobre estas huestes espirituales:

Y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz (Col.2:15).

La palabra traducida los gobernadores…de este siglo (o mundo) es importante. De vez en cuando y ocasionalmente, la Palabra de Dios pasa sus ojos por detrás del telón, y nos permite ver lo que está sucediendo en el mundo espiritual invisible que nos rodea, el cual es imperceptible por nuestros sentidos. En el décimo capítulo de Daniel, por ejemplo, se nos introduce a dos ángeles principales impidiendo que otro de parte de Dios sea enviado a Daniel para asistirle en su angustiosa circunstancia, y este ángel enviado fue así siendo obstaculizado durante tres semanas seguidas (Daniel 10:13, 20). A seguir, se nos presenta Miguel, el arcángel, quien tenía se nos dice la responsabilidad de estar al cuidado y protección del pueblo de Israel (12:1). Por estos y otros lugares, incluyendo Efesios seis, podemos ver algo de la gran batalla que está siendo disputada y que tiene lugar, entre Dios, y Satán con sus potestades de las tinieblas. Satán nos aparece así teniendo sus emisarios sobre cada una de las naciones, afectando con ellos sus policías y acciones, y de igual manera lo hace también el Señor. Tres veces refiere el Señor a Satán como siendo el gobernador (o príncipe) de este mundo (Juan 12:31; 14:30; 16:11), y Pablo lo denomina el dios de este siglo (o mundo) (2ª Cor.4:4). No hay duda de que éste presente mundo actual está siendo gobernado por él, puesto que el mundo entero está debajo del maligno (1ª Juan 5:19). A medida que el cristiano instruido vaya observando los asuntos del mundo, todo esto que estamos viendo le irá iluminando en lo que va viendo a su alrededor.

Ahora bien, es con esta multitud de malignos gobernadores espirituales que Efesios seis nos dice que estamos envueltos en batalla, no con nuestro próximo. Satán nos aparece teniendo una especial malignidad contra el Cuerpo de Cristo, puesto que él sabe muy bien el destino celestial de esta iglesia y la tiene por rival a sus altas ambiciones en los esos mismos lugares celestiales. Mientras más apreciemos la totalidad de esta situación, más y mejor nos daremos cuenta del peligro en el cual estamos envueltos, y cuan inútil sea intentar resolver la contienda con nuestro propio esfuerzo. Sin embargo, precisamos no temer sino vestirnos de la armadura que Dios ha provisto para nuestra completa protección; y con ella y con la obra del Calvario en mente, nuestra fina victoria, a través de Aquel a quien amamos, se encuentra asegurada (Rom.8:37-39).

Aquí se encuentra la fase final de la experiencia para el creyente que ha crecido en Cristo en todas las cosas y ha pasado a ser espiritualmente maduro (Efesios 4:13-15). En los días del Antiguo Testamento, tomar las armas y combatir estaba limitado tan solo a los adultos: de veinte años para arriba, todos los que estaban aptos para la guerra (Núm.1:20). Los niños son un albo a proteger en tiempos de guerra y de peligro. Son incapaces de rendir cualquier tipo de asistencia en la batalla, y los que son niños espirituales en Cristo que nunca han llegado a crecer en la gracia o el conocimiento de la verdad son realmente incapaces e inútiles para cumplir cualquier cosa para el Señor en esta guerra entre la luz y las tinieblas.

A medida que vamos estudiando esta armadura detalladamente, observamos que está compuesta de cinco piezas de defensa y una de ataque. Deberíamos encontrarnos con siete piezas, pero debemos recordar que nos hallamos en una era de mucha imperfección, y no será hasta que el reino de Dios venga a realizarse que el espiritual significado del “siete” se complete y venga a realizarse del todo. El Apóstol pasa a describir cada pieza de la armadura y su empleo. Es significativo que la primera sea la verdad, y sin ella todo lo demás se vuelve ineficaz. Esta constante procura por la verdad, el entendimiento de la Palabra de Dios correctamente dividida, debe ser la busca constante del creyente, si es que desea venir a ser contado y formar parte de esta gran batalla. Satanás es el mentiroso y el padre de mentira, con algunas de las cuales se ha introducido en la Cristiandad de nuestros días, y el cristiano sabio procurará constantemente comprobar todo lo que lea y escuche por el gran Divino estándar de la Palabra. No hay otra manera por la que pueda estar aprobado contra las artimañas del maligno, y el testimonio cristiano será sin fruto alguno si se divorcia de la verdad de Dios. ¿De qué podríamos ser testigos, si no fuera de la verdad de Dios?

La justicia tiene que ser la coraza del creyente. En Isaías 59:17 el propio Dios se representa vistiéndose de justicia como una coraza, y con un yelmo de salvación sobre Su cabeza, así que Pablo debió probablemente haber tenido en mente estos símbolos cuando estaba escribiendo esta parte de la carta a los Efesios. La justicia en acción, así como la justicia imputada, es lo que aquí conlleva por su significado. Estas partes de la armadura espiritual son realmente el fruto del Espíritu (Gál.5:22, 23), y a menos que estos frutos sean manifestados en nuestra vida, estaremos verdaderamente en una peligrosa posición, pues así estaremos expuestos al ataque del enemigo con sus dardos encendidos.

Los pies, que dicen respecto a nuestro andar, están calzados con el apresto del evangelio de la paz 6:15), no solamente aquellas buenas nuevas de paz con Dios que proviene de estar justificados por la fe en Cristo (Rom.5:1), sino además aquella paz dada por Dios entre cada miembro del Cuerpo (Efesios 2:15) la cual debe constantemente manifestarse. En adición a estas (y no “sobre estas” (A.V) como si la fe fuese más importantes que las gracias anteriores) el escudo de la fe, como aquel largo escudo corporal que el soldado romano utilizaba, debe ser continuamente empleado como una protección contra los dardos encendidos del enemigo. No puede haber escudo alguno si permitimos que algún elemento de incredulidad se introduzca en nuestras mentes, y el constante anhelo de Satán es tratar con sus intentos que vengamos a dudar de la Palabra de Dios, tal como lo hizo en el Edén cuando le cuestionó a Eva diciendo ¿de verdad os ha dicho Dios…? (Gén.3:1). Israel perdió la tierra prometida a través de la incredulidad (Heb.3:19) y el único antídoto efectivo contra esta arma tan peligrosa es la completa confianza y seguridad en todo lo que Dios ha dicho y revelado, pues la fe viene por el oír, y el oír por la Palabra de Dios (Rom.10:17). Y tomad el yelmo de la salvación continúa diciendo el Apóstol, empleando la misma figura que había dirigido a la iglesia de los Tesalonicenses (1ª Tes.5:8). El yelmo cubre y protege la cabeza, la cual es puesta aquí por sus pensamientos y planificaciones.

Y por último, llegamos a la única arma de ataque que al creyente le es permitida, la cual es la espada del Espíritu, que no es otra sino la Palabra de Dios (Efesios 6:17). Hebreos 4:12 nos recuerda que la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos, y esta arma es a la única cosa que Satán le tiene miedo. Bien podemos recordar lo efectivamente que el Señor la empleó contra las ardiles artimañas que le tendió Satanás en las tentaciones del desierto. Su única respuesta para cada ataque de Satanás fue: escrito está (Mat.4:1-11). Bien podríamos esperar que hubiese deshecho las trampas del maligno por Su divino poder, pero cuan agradecidos estamos de que no lo hubiese hecho así, sino que en su lugar nos dio una práctica exhibición de la Espada del Espíritu que causó la retirada en derrota de Satán.

Ahora bien, es inútil y excusado que tengamos arma alguna si no practicamos con ella, para que vengamos a ser expertos en su empleo. ¡Imaginemos a una persona que precise de un revolver en un estado de emergencia que nunca se haya ejercitado anteriormente con él! Para utilizar cualquier arma de manera efectiva, es necesaria la práctica y el entrenamiento constante, y nosotros debemos tener la Palabra de Cristo habitando en abundancia en toda sabiduría (Colos.3:16), esta sabiduría guiará nuestro empleo de la divina Espada, la cual puede cumplir todo el propósito de Dios y vencer las huestes de las tinieblas, las cuales procuran continuamente derrotar Sus planes.

Precisamos recordar que los modernistas que se recusan a reconocer la plena inspiración de las santas Escrituras desde Génesis hasta Apocalipsis, teniendo un libro que sea solamente inspirado en partes, tan solo tienen consigo una espada partida a la cual Satán no le tiene miedo, y es por tanto ineficaz en esta batalla espiritual que entablamos. El firme y seguro testimonio por Cristo en esta era tiene que ser llevado por hombres de la Palabra, y posteriormente, cuando el Apóstol escribe sus últimos pensamientos a Timoteo, Pablo declara que las inspiradas Escrituras de Dios son el equipamiento completo del creyente (2ª Tim.3:16, 17) totalmente suficiente para todas las necesidades que surjan en los caminos del cristiano.

Una vez descrita la armadura de Dios bajo la cual Sus hijos están perfectamente protegidos y a salvo, aunque pasando a través de un tiempo de peligro con la batalla espiritual invisible siempre surgiendo a su alrededor, Pablo ahora resalta la oración y la súplica. Estas no forman parte de la armadura, y no es escritural que hablemos de la oración guerrera. Como ya hemos visto anteriormente, no se nos ordena que ataquemos, sino a estar firmes y a resistir contra todas las artimañas del enemigo, y a no cederle ni un milímetro siquiera (6:13). Sin embargo, la oración y la intercesión son de la máxima importancia si es que vamos a cumplir cualquier cosa condignamente para Cristo, y estas son un ministerio en sí mismas. Debe haber una constante intercesión guiada por la Palabra de Verdad y un personal conocimiento de la voluntad del Señor, y esto debe ser algo continuo. Los creyentes deben orar siempre y no desmayar (Lucas 18:1), y la manera cómo el Apóstol no cesaba de orar por los creyentes es un ejemplo para todos nosotros. El cristiano que no ore vendrá ser un creyente inútil y derrotado. Vigilemos, pues, puesto que el Señor no solamente dijo: “orad”, sino “velad en oración” (Marcos 14:38). Debemos estar alerta para ver la mano del Señor en nuestro entorno de testimonio y servicio.

Y por último, Pablo pide que se ore por sí mismo para que pueda dar a conocer con denuedo el Misterio (Secreto) y para que hable con denuedo de él, como debe. Pablo conocía bien el paralizante efecto del temor (1ª Cor.2:3) y la tentación de guardar silencio cuando debía hablar. El mensaje era el “misterio del evangelio” (Efesios 6:19, 20), el cual no solo comporta la manera cómo Dios puede salvar a un pecador, aunque esto sea maravilloso, como lo que muchos hacen al poner éste como único significado sobre la palabra “evangelio” siempre que aparece en el Nuevo Testamento. El Señor tenía buenas nuevas tanto para sus hijos redimidos, así como para los pecadores. La tremenda revelación encomendada al Apóstol y dada a conocer en Efesios tres y Colosenses uno va mucho más allá de la mera salvación, aunque se fundamente sobre ella. Era tan maravilloso, que el único deseo de Pablo sería aclararlo a todos (3:8, 9) refiriéndose a sus contenidos y riquezas, y en la carta a los Colosenses se nos dice que Dios deseaba también que fuese dado a conocer en toda su plenitud a Sus santos (Colos.1:26, 27). Eran estas buenas nuevas que habían estado completamente guardadas en secreto (un misterio) anteriormente que Pablo pide por oraciones, para que con todo denuedo pueda proclamarlas y darlas a conocer, y era por este motivo además que él se hallase siendo un embajador en cadenas (vers.20). En vez de considerarse a sí mismo como el prisionero de Nerón, prefirió antes ver la situación desde el punto de vista Divino, y considerarse a sí propio como el representante de Dios en el tribunal imperial de Roma.

Ahora les asegura a los receptores de esta epístola que Tiquico les visitaría y les daría todos los pormenores concernientes a sus circunstancias. Este relato es casi idéntico con Colosenses 4:7, y nos muestra que Tiquico fue evidentemente el portador de la epístola a los Colosenses así como lo fue de esta a los Efesios. Tiquico era un nativo de la provincia de Asia de acuerdo a Hechos 20:4, y aquí lo vemos como un enviado especial de Pablo a las iglesias de su región. El Apóstol acaba la epístola con paz, amor, fe y gracia; maravillosos dones espirituales sobre los cuales es realmente provechoso meditar y experimentar. Sus últimas palabras son: La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con amor inalterable (incorruptible) (vers.24). Acaba como comienza, con la gracia, y nos deja como su último pensamiento, el de la resurrección, pues la incorrupción es prácticamente sinónima con inmortalidad, y se reviste en la resurrección (1ª Cor.15:53, 54). Es en la resurrección cuando las sobrexcedentes riquezas de esta epístola vendrán a ser disfrutadas por aquellos que sean favorecidos en gracia para ser miembros del Cuerpo de Cristo. La largura, la longitud, la altura y la profundidad de la revelación en esta epístola y sus riquezas espirituales no se eclipsan o anulan por ninguna otra parte de Escritura, y nada menos que todo lo que contiene es lo que Dios desea que Sus hijos abracen por la fe, se regocijen, y vivan en la práctica continuamente, de acuerdo a reglas depositadas en los capítulos de cuatro a seis. Esto es un verdadero desafío, el cual el creyente podrá sencillamente ignorar para su propia pérdida eterna. ¿Estamos dispuestos a enfrentarlo honestamente día tras día?

Vamos a concluir exhibiendo una vez más las siete tríades de práctica en los capítulos cuatro, cinco y seis que equilibran la balanza de las siete tríades de doctrina en los capítulos uno, dos y tres.

(1) LA TRIPLA EXHORTACIÓN (4:1-6)

(a) El andar digno del llamamiento

(b) El perdón en amor

(c) Guardar la unidad

(2) LA TRIPLA MEDIDA (4:7-19)

(a) La medida del don de Cristo

(b) La medida de la plenitud de Cristo

(c) La medida de cada parte

(3) LA TRIPLA APLICACIÓN (4:20-32)

(a) Dejar de lado al viejo hombre

(b) Vestir el Nuevo Hombre

(c) Dejar de lado la mentira

(4) TRES ANDARES (5:1- 6:9)

(a) Andar en amor

(b) Andar en luz

(c) Andar conformemente

(5) LA TRIPLA FIRMEZA (6:14-18)

(a) Firmes contra el Diablo

(b) Firmes en el día malo

(c) Firmes “habiendo acabado todo”

(6) LA TRIPLA ARMADURA

(a) La coraza

(b) El calzado y el escudo

(c) El yelmo y la espada

(7) LA TRIPLA ORACIÓN (6:19, 20)

(a) abrir la boca

(b) Hablar con denuedo

(c) Como debo darlo a conocer

 

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