El Reino de Dios En el Cielo y Sobre la Tierra (Capítulo 1.A)
Un Estudio del
Reino de Dios
A través de la Biblia
STUART ALLEN
Trad. Juan Luis Molina
THE BEREAN PUBLISHING
TRUST
52A WILSON STREET,
LONDON, EC2A 2ER
First Published 1981
Reset and reprinted
1995
ã The Berean Publishing
Trust
ÍNDICE
Capítulo
1. El
Reino de Dios en el Pentateuco
Las Características del Reino de Dios.
La Interpretación de la Escritura y de la Profecía.
El Gobierno de Dios y la Oposición de Satanás.
Correspondencias entre Adán y Noé.
Abraham y su posteridad en el Reino de Dios.
El Pacto de Abraham respecto a la Simiente y al
Territorio.
La Relación del Reino Terrenal a la Ley Mosaica.
El Reino visto proféticamente en la Fiesta del Señor.
2 El Reino de Dios en el
Libro de Jueces
Y los Reyes de Israel y de Judá
El fin del Reino Teocrático del Antiguo Testamento.
3 El
Carácter del Reino Mesiánico del Antiguo Testamento
(1) Justificación.
(2) Paz.
(3) Gozo; (4) Santidad; (5) Justicia.
(6) Conocimiento de Dios.
(7) Liberación de las opresiones.
4 La
nueva reunión de Israel y la reocupación del Territorio de Palestina
La respuesta de Dios al problema del Canal de Suez
5 El Reino de Dios en el Ministerio Terrenal de Juan el Bautista y del
Señor Jesús
El Anuncio del Reino Terrenal.
El Reino de Dios y el Reino de los Cielos.
Las parábolas de Mateo 13.
6. El Reino de Dios en
los Hechos de los Apóstoles
Hechos 2:17-21 50.
Los Milagros Evidentes de los Hechos.
La Oposición Sistemática de Israel en Hechos.
La palabra “iglesia”.
La Razón de la Admisión de los Gentiles durante el
periodo de Hechos.
El Reino de Dios en las Epístolas del Periodo de los
Hechos
7. El Reino
de Dios en el Periodo Posterior al Libro de Hechos
Un Periodo de Tiempo único y singular.
Un Título singular y único.
Una Posición singular y única.
Una Esfera singular y única.
8. El Reino
de Dios en el Libro de Apocalipsis
Comparación de Génesis y Apocalipsis.
La predominancia de Israel.
Comparación de las Iglesias de Apocalipsis 2 y 3 con el
resto del Apocalipsis.
El Día del Señor.
El Doble Formato del Libro de Apocalipsis.
CAPÍTULO UNO
El Reino de Dios en el
Pentateuco
No
hay otro tema de más profunda importancia Escritural que el Reino de Dios y el
gran fundamento redentor sobre el cual se basa. La tendencia ha sido siempre
reducirlo, simplificarlo, ver solamente una parte suya e imaginar que sea el
todo. El hecho es que no deja de ser sino el entero propósito de Dios para el
cielo y la tierra en toda su variedad y complejidad, y por eso mismo es el tema
principal de la Palabra de Dios desde Génesis hasta Apocalipsis.
El Señor Jesucristo es en Sí Mismo la fuente, el centro y
objetivo de todo este Reino. Él es el todo poderoso Redentor de esta creación
que tan trágicamente se ha visto envuelta en pecado y muerte y sin Su obra
redentora, hubiese sido imposible el establecimiento del Reino. Estos grandes
obstáculos tienen que destruirse antes de que el Reino de Dios pueda ser
realizado y el sacrificio único Suyo como portador del pecado sobre la cruz del
Calvario ha cumplido ciertamente con este glorioso objetivo (Heb.10:11-14). No
solo se nos pone delante al Señor Jesucristo en la Palabra como el único
Redentor y Salvador, sino que Él es además el Rey de Israel (Juan 1:49; Mateo
21:4, 5) y en un más amplio sentido Él es “REY DE REYES, Y SEÑOR DE SEÑORES” (Apocalipsis
19:16 Y en su vestidura y en su
muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES.),
el Rey supremo y el supremo Señor del universo ante Quien un día toda rodilla
se doblará y le serán sujetas todas las cosas en los cielos, y todas las cosas
en la tierra, y todas las cosas debajo de la tierra (Filipenses
2:10 para que en el nombre de Jesús
se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo
de la tierra;).
El Reino de Dios no se basa ni apoya en algo tan frágil como sea el poder
limitado o la sabiduría de cualquier ser creado; antes bien se basa con solidez
en el poder y en la sabiduría de nuestro gran Dios y del Salvador, Cristo
Jesús.
En
primer lugar debemos ser cuidadosos para no interpretar la palabra “reino” tan
solo como la exhibición de la soberanía o el gobierno tal como algunos la han
interpretado. La Biblia desconoce absolutamente un reino sin un rey o un rey
sin un reino. Un reino presupone tanto un gobierno con la adecuada autoridad y
poder como un reino de súbditos a quienes gobierne y ambas cosas se nos
presentan con toda claridad en las sagradas Escrituras. Dios dice “Yo he puesto
Mi Rey sobre Sion, Mi santo monte” (Salmo 2:6). Al principio hallamos en la
Biblia lo encontramos en la típica figura del primer hombre, Adán, a quien le
fue otorgado por Dios un dominio sobre toda la tierra:
“Entonces
dijo Dios: Hagamos al hombre (Adán) a nuestra imagen, conforme a nuestra
semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los
cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se
arrastra sobre la tierra” (Gén.1:26 y vea Salmos 8:3-9; Heb.2:5-9)
En
realidad, Adán no deja de ser un rey que ilustraba al último Adán, el Señor Jesucristo,
el supremo Rey que finalmente acabará reinando sobre toda la creación de Dios.
Nuestra
intención en este estudio será considerar el testimonio de la totalidad de
la Biblia respecto a este gran tema del reino de Dios. Solamente por esta vía
seremos capaces de obtener cualquier adecuado concepto de su amplitud y
hermosura. Algunos han cometido el grave error de limitar su búsqueda al Nuevo
Testamento, y han caído tan bajo como para fundamentarlo en un solo versículo,
esto es, en Lucas 17:21, “Ni dirán: ¡Helo aquí, o helo allí! Porque he aquí el
reino de Dios está entre vosotros”, y por este versículo se han imaginado que
el Reino de Dios no es otra cosa sino una actitud mental que no tenga peso ni
relación con el mundo material. Más tarde nos ocuparemos con este versículo, y
esperamos demostrar cuán grosero e inadecuado según la Escritura es este
pernicioso concepto.
Las Características del
Reino de Dios
Siempre
han existido muchas ideas conflictivas en cuanto a lo que conlleva y abarca
este reino. Hablando de una manera general, estos aspectos podrían ser
catalogados bajo tres conceptos generales: (1) el reino de Dios en la tierra
después del último juicio; (2) los periodos entre la Segunda Venida de Cristo y
el último juicio y (3) la iglesia visible entre la primera y la segunda Venida.
Partiendo de estos conceptos tenemos varias ideas entre las cuales las
siguientes:
(1) Los
ideales escolares Judíos, que aunque difieran entre sí en los detalles, todos
sostienen que el reino pertenece únicamente a Israel en los días del Mesías.
(2) El
reino de Cristo se inaugura al tiempo de Su segunda Venida a la tierra en poder
y gloria. Debe decirse que este sería el concepto predominante de los
Cristianos durante la segunda mitad del primer siglo de nuestra era. Y fue
contradicho y revertido en gran medida por las obras de Origen y de Agustín.
Éste último, aunque al principio lo aceptaba, mudó sus ideas y comenzó a
adoptar la espiritualización como su método de interpretación expuesto en sus
22 libros de su De Civitas Dei.
(3) El
reino se refiere al reinado perfecto final de Dios en los nuevos cielos y
a la tierra al fin de las edades.
(4) El
reinado de Dios está en el cielo actualmente, durante la edad
vigente. La entrada en el reino significa la ida al cielo después de la muerte.
(5) El
reino es el gobierno de Dios en la idea de la regeneración durante el tiempo
presente. “El reino de Dios está entre vosotros” (Lucas 17:21) es el versículo
al cual apelan los que sostienen este punto de vista.
(6) El
reino de Dios se expresa en la iglesia visible de este tiempo actual. Este es
el punto de vista de la iglesia Católica Romana que considera a sus adherentes
como los únicos verdaderos miembros de este reino.
(7) El
liberal “social reino de los modernistas que se expresa por el evangelio
“social” y que enseña que el Reino de Dios viene en el progresivo mejoramiento
del socialismo Humano cualesquiera que sean los medios empleados. Muchos
“izquierdistas” que sostienen este punto de vista llegan a decir que el
comunismo ruso es un medio para alcanzarlo, aunque se logre sangrientamente y
con tiranía, y dicen que es un paso en frente para su concretización. Mucho se
lleva a cabo para probar la falsa paternidad universal de Dios y la hermandad
del hombre. Los primeros Socialistas consideraban el socialismo como parte
integral del evangelio. Desafortunadamente para estos, esta su idea primaria no
tiene base alguna escritural, pensando ellos que sea la denominada habilidad humana
la que traiga este perfecto reino en concreción por sus propios humanos
esfuerzos en existencia. Dos terribles guerras mundiales han mermado
severamente este concepto y demostrado su práctico fracaso, ¡sin embargo sus
simpatizantes persisten confesándolo, y su remedio todavía se halla en largas
dosis consumido en el socialismo Cristiano!
No
nos proponemos permanecer y considerar las modernas ideas escatológicas del
reino, ni las de Albert Schwetzer, ni las de la escuela de Barth y Brunner. Una
dice que Cristo estaba equivocado en Su concepto del reino, y la otra que
Cristo puso al reino por encima y más allá de la historia. Ninguna de estas
ideas pasará el examen de la Santa Escritura y nosotros escribimos
sencillamente para los que creen 2ª Timoteo 3:6 con su afirmación de que la
Biblia es la Palabra de Dios, tanto en santidad como “respirada de Dios”, y que
es una divina revelación en la cual se encuentra todo lo que pueda ser conocido
del reino de Dios. No nos cansaremos de enfatizar que este reino es de Dios –
Él es el Originador y Diseñador suyo y será solamente por Su todopoderoso poder
que vendrá a producirse como un hecho glorioso en concreción.
Cuando
comenzamos a examinar las Escrituras concernientes a este gran sujeto o tema,
no podemos dejar de observar que en algunas ocasiones parezca haber
contradicciones. Ciertos versículos resaltan el reino de Dios como si fuese una
realidad presente y actual:
“Tuya
es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor;
porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son Tuyas. Tuyo,
OH JEHOVÁ, es el reino, y Tú eres excelso sobre todos” (a Crón.29:11).
“JEHOVÁ
es Rey eternamente y para siempre, de Su tierra han perecido las naciones”
(Salmo 10:16).
“JEHOVÁ
estableció en los cielos Su trono; y Su reino domina sobre todos”
(Salmo 103:19).
Otros
versículos en cambio consideran el establecimiento del reino como algo futuro.
En Daniel 2 tenemos el relato de la colosal imagen del sueño de Nabucodonosor.
Cuando Daniel, bajo la inspiración de Dios, explica el significado, describe
cuatro reinos sucesivos, tres de los cuales eran entonces futuros y fueron
destruidos de repente por “una piedra cortante sin manos, es decir, no por
intervención humana. Esta piedra finalmente llega a convertirse en una gran
montaña y llenó toda la tierra (Dan.2:35). Este acontecimiento
se elabora posteriormente en el versículo 44:
“Y
en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que
no será jamás destruido…desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él
permanecerá para siempre” (vers.44).
Sin
embargo, al mismo tiempo, Nabucodonosor se humilló y puso de manifiesto que “el
Dios de los cielos gobierna” (Dan.4:25, 26). ¿Qué podemos deducir de todo esto?
No debemos ciertamente juzgar a estos como si fueran dos reinos separados que
sean opuestos el uno al otro. Antes bien son dos fases del mismo reino. Dios
nunca abdicó de Su posición como el todopoderoso Gobernador de Su universo a
pesar de la rebelión y oposición de los seres creados tales como Satanás y el
hombre caído. Como ya hemos afirmado anteriormente, una de las partes
integrales del gran propósito de las edades en Cristo Jesús (Efesios 3:8-11)
será justamente la erradicación del pecado y de la muerte de la creación para
que el reino de Dios que ahora es una realidad en el cielo pueda llegar a manifestarse sobre
toda la creación que incluya además la tierra.
Al
tiempo presente tenemos pecado, muerte y una abierta rebelión contra Dios en lo
que a la tierra concierne y deben ser eliminados antes de que aquel glorioso
tiempo previsto por los profetas venga a suceder cuando “la tierra sea llena
del conocimiento de la gloria del SEÑOR, como las aguas cubren el mar” (Habacuc
2:14), cuando la guerra sea eliminada y la paz universal tome su lugar, “cuando
no alzará espada nación contra nación, ni se ensayarán más para la guerra”
(Miqueas 4:1-4). Este aspecto del reino de Dios es claramente futuro y
Dios revela en Su Palabra cómo lleva este glorioso cometido y objetivo a cabo.
Todos los planes restantes para alcanzar esta voluntad fracasarán. Los hombres,
sean religiosos o de otro tipo, bien pueden esquematizar una utopía sobre la
cual sueñen, pero no serán más que “castillos en el aire condenados al
fracasos, pues es algo que está por encima del poder y sabiduría humano
concretizarlo.
Será
solamente cuando estudiemos cuidadosamente la Palabra de Dios y Su enseñanza
relativa a Su reino sobre la tierra y en el cielo que iremos a obtener una
profunda comprensión de la manera cómo Dios cumple su gran plan y hace con que
se haga una gloriosa realidad este reino. Nosotros nos hemos propuesto hacer
este estudio, pero antes que nada debemos preguntarnos a nosotros mismos ¿qué
tipo de reino revela la Biblia? ¿Será literal y material o es espiritual, o tal
vez una combinación de ambas cosas?
A
medida que estudiemos los escritos de los escolares Bíblicos, una vez más nos
introducimos en muchos conflictos de opiniones. Por ejemplo, ¿qué puede venir a
ser un reino que sea totalmente espiritual y cómo podría un tal reino venir a
realizarse? Algunos, especialmente aquellos que se persuaden en contra del
Milenio, dirían que “sí”, y creen que vendrá un tiempo cuando Dios gobernará en
la mente de las personas y será entonces cuando Su reino venga a ser
establecido. Estos difieren de cualquier bendición material que en sus
estimativas toman como “carnales”. Otros aguardan por un tiempo cuando la paz y
la abundancia abunden sobre la tierra que vendrá a ser excedentemente
fructífera y todas las literales necesidades de los hombres vengan a ser
abundantemente suplidas.
¿Cuál
de estos dos puntos de vista opuestos es verdad? Nosotros creemos que la
respuesta no la tiene ninguno por sí mismo. El concepto escritural del reino de
Dios es una combinación de ambas cosas, pero sobre todo y
primeramente con la parte espiritual. Será un gobierno divino que satisfaga totalmente
las necesidades de los hombres, espirituales, morales y civiles. Este
maravilloso gobierno será básicamente espiritual, pero se manifestará en sí mismo
por los tangibles efectos sobre todo el mundo físico también. Cualquier cosa
inferior no sería el reino de la Biblia si es que no veamos en ello satisfechas
todas las necesidades de la humanidad.
Es
de notar cómo se malentiende a menudo la palabra “espiritual” y se hace con que
signifique cualquier cosa que sea opuesta a las sustancias que sean materiales
y como tal pueda ser entendida por los sentidos físicos, pero su empleo en la
Escritura debe guiarnos en esta materia. La palabra pneumatikos (espiritual)
en un buen sentido significa cualquier cosa producida por el solo poder del
Espíritu Santo sin la natural instrumentalización humana, y esto tanto puede
darse en el medio físico como metafísico. En 1a Corintios 10:2,3 leemos
que Israel “todos comieron el mismo alimento espiritual, y todos
bebieron la misma bebida espiritual…”. Así que tanto el alimento
como la bebida eran literales, aunque su carácter y origen fuesen espirituales.
El alimento era suplido diariamente del maná celestial que podía ser cocido,
hervido, o molido. Su sabor se describe y podía hasta criar gusanos (Núm.11:8;
Éxodo 16:19, 20). Sin embargo, a pesar de todo esto, podría decirse que sería
“espiritual”.
1ª
Cor.15:44 distingue entre un cuerpo natural (de alma) en esta vida y un cuerpo
espiritual en la resurrección. La cuerpo resucitado del Señor Jesús aun siendo
espiritual, podía ser visto y palpado y tenía carne y huesos (Lucas 24:39). El
principio que le daba vida era el contraste de ambas cosas.
La
palabra “espiritual” puede además ser empleada en un mal sentido, pues en
Efesios 6:12 se habla de “huestes espirituales de maldad en las regiones
celestes”.
Está
claro que debemos ser cuidadosos con esta palabra y no añadirle ideas que no
sean escriturales. A modo de ejemplo, es absolutamente ilusorio y fraudulento
contrastar la palabra “espiritual” con la palabra “literal”. No son
antitéticas; literal no es lo opuesto de espiritual,
sino contrario de figurativo. Tampoco debemos cometer el error de
designar lo que sea físico y material como carnal. Este error
es el que a menudo hace con que los espiritistas acusen a los que normalmente
tratan las Escrituras de manera literal, especialmente profecía, que está, de
acuerdo a las leyes recibidas del lenguaje, escrita en forma literal. Pero eso
no es otra cosa sino simplemente una forma revivida del error del antiguo gnosticismo que
consideraba todo lo que fuese material como maligno, y bien tememos que haya
mucho del tal gnosticismo en la mayoría de los modernos sistemas y religiones.
La Interpretación de la
Escritura y de la Profecía
Antes
de seguir adelante será necesario que tengamos claro lo que envuelve una sana interpretación. La razón por
la cual hay tantas y tan diferentes ideas sobre los contenidos de la Biblia se
debe principalmente a los variados y generalmente opuestos sistemas de
interpretación. No intentaremos profundizar demasiado en estos sistemas. Si
alguien quisiera explorar este importante sujeto en detalle, entonces
recomendaremos estudios tales como La Historia de la Interpretación de
F. W. Farrar. En nuestro libro La Interpretación de las Escrituras,
hemos resumido la posición y dado nuestras razones para adoptar el método literal,
generalmente denominado el método histórico gramatical. Nosotros creemos que
este sea el mejor y más sano método de tratar las sagradas Escrituras, porque
solamente por esta vía podremos permitirle que nos haga saber el significado
que nos quieran decir. Nosotros creemos que, en Su Palabra, Dios quiere decir
lo que dice y que tiene un significado por cada una de las cosas que dice. El
método literal de interpretación le da a cada palabra el mismo sentido básico
que tendría en el empleo normal, común acostumbrado, tanto si se
emplea escrito, hablado, o pensado. Si así no fuese, ¿cómo podría Dios hacerle
ver al hombre Sus pensamientos o instruirle? Si el Señor emplease palabras de
una manera enteramente diferente al uso normal y común, entonces sería
absolutamente imposible para cualquier ser humano recibir o entender aquello
que Él entienda impartirles. Cuando hablamos del método literal de
interpretación no queremos decir que las figuras literarias y símbolos no se
emplean en las Escrituras, ni que la aplicación espiritual no deba ser hecha
extraída de sus contenidos. Una cosa es hacer una aplicación espiritual de un
pasaje del Santo Escrito (y esta solo se puede hacer después de haber sido
hecha la interpretación básica). Otra muy diferente adoptar la espiritualización o alegoría como
un sistema de interpretación para la totalidad de la Biblia.
F. W. Farrar bien dice:
“…siempre
y cuando el principio de la sola alegoría se admita, cuando se comienza con la
regla de que todos los pasajes y libros de la Escritura dicen una cosa, aunque
común y generalmente signifiquen otra distinta, el lector se entrega
deliberadamente a ser encadenado de pies y manos a los caprichos del
intérprete”. Los Principios de la Interpretación
p.238.
Esto
es imposible hacer con el método de estudio Bíblico gramatical histórico, que
no solo le permite a las palabras significar lo que digan, sino que además las
asocia con el contexto en el cual se encuentran, ejerciendo así un seguro y
sano examen en la imaginación tanto del lector como del escritor, librándonos
por tanto de la falible opinión humana.
Con
respecto a la interpretación de profecía, no vemos que haya razón alguna válida
para dejar de lado el método anterior, admitiendo claro está que los símbolos y
figuras literarias son reconocidos y que con ellas se halla la literalidad
sobreentendida. Otra cuestión que debemos tener siempre presente. Algunas
profecías han tenido solo un cumplimiento parcial, dejando su completo cumplimiento
para un tiempo posterior. Si ignoramos este punto y no lo distinguimos puede
guiarnos a conclusiones equivocadas.
Interpretar
literalmente significa interpretar en los términos de la designación normal que
se emplea como enfoque habitual en todos los idiomas, y este es el método que
procuraremos emplear en nuestro estudio del gran tema del Reino de Dios a
medida que escudriñamos las Escrituras.
El Gobierno de Dios
y la Oposición de Satanás
Al
comienzo siempre debemos tener mucho cuidado para que podamos iniciar
correctamente nuestro estudio. Muchos expositores comienzan con el Nuevo
Testamento e ignoran el testimonio del Antiguo Testamento. Esto es un error
fundamental, puesto que el concepto de Dios de Su reino se ha puesto de
manifiesto y dado a conocer en la historia y la profecía del Antiguo
Testamento. De hecho, en tipo, comienza con el primer hombre, Adán, quien, como
ya hemos visto, podría considerarse en realidad un rey, habiendo recibido de
Dios el dominio sobre toda la tierra y sus habitantes, ilustrando en tipo el
futuro dominio del Rey de reyes y Señor de señores. Desde el
principio mismo, Dios ha manifestado Su soberanía en Su gobierno sobre la
creación, y este es el corazón del estupendo plan de las edades centrado en el
Señor Jesucristo (Efesios 3:8-11). Algunas veces ha empleado intermediarios
llevando a cabo Su divino gobierno, porque el hecho sorprendente que impregna
toda la Biblia es que Dios, aun siendo capaz de llevar a cabo y completar todas
las cosas a través de Su sabiduría y poderío por Sí solo, no en tanto y al
mismo tiempo también tiene el deseo de utilizar seres creados como medios o
canales para cumplir Su voluntad. Mientras más pensemos acerca de esto y nos
demos cuenta de nuestra pecadora incapacidad, más nos maravillamos.
El
concepto de Dios del perfecto gobierno es el gobierno de un solo
pensamiento, no el gobierno de comités ni de la mayoría democrática. No
tiene contestación posible a que este gobernador único deba ser absolutamente
perfecto y justo, porque en toda la historia pasada no se da sino una viva
muestra de lo que sucede cuando se pone de manera ilimitada el poder en manos
del hombre caído. “Todo poder se corrompe, y el poder absoluto
absolutamente corrompe” es un dictado que no puede ser contradicho. La
Democracia es la más segura y mejor forma de gobierno humano para
minimizar esto mismo, pero es cierto que no puede prevenir la ocurrencia de la
corrupción ni deja de arruinar el medio sobre el cual el gobierno humano sea
ejercido.
No
hay duda posible en cuanto a que el Gobierno de Dios sea el de un rey supremo y
por tanto Su reino pueda ser designado como teocrático. G. N. H. Peters, en su gran
obra, El Reino Teocrático(1:216) dice así:
“La
Teocracia es un gobierno del estado a través de la inmediata dirección de Dios.
Jehová condescendió a reinar sobre Israel en la misma directa manera en la cual
un rey terrenal reina sobre su pueblo…con la sabiduría digna de Sí Mismo, Él
asumió no una mera religión, sino una política superioridad, sobre los
descendientes de Abraham. Él se constituyó a Sí Propio, en el estricto sentido
de la frase, Rey de Israel y el gobierno de Israel pasó a ser, en consecuencia,
estricta y literalmente, una Teocracia”.
Al
mismo tiempo que reconocemos esta verdad, nunca debemos olvidarnos que este
gobierno, como ya hemos dicho antes, se lleva a cabo muchas veces a través de
seres creados y que encontraremos este derecho a través de toda la Biblia
desdoblando el propósito de Dios.
Adán
fue puesto por el creador como cabeza y regidor de la tierra. De no haber
pecado e introducido y pasado el “virus” del pecado y su consecuencia, la
muerte, a la totalidad de la raza humana, la humanidad, habría venido a ser la
externa manifestación del reino de Dios. Debido al fracaso de nuestros primeros
padres, tuvieron que ser y fueron depuestos de la exaltada posición que se les
había otorgado, y por causa de eso, se le abrió ampliamente la puerta al gran
enemigo de Dios, es decir, Satanás, para ejercitar su influencia, igual que ya,
anteriormente, había arruinado las regiones celestiales por su caída,
la cual envolvía, en tanto podemos juzgar por lo que está Escrito, una buena
cantidad de ángeles. Desde este punto en adelante, comenzó la gran batalla de
las edades que tan tremendamente obstaculizó los propósitos de la voluntad de
Dios para el cielo y la tierra. Esto significa, ni más ni menos, que se precisa
la erradicación completa justa y por derecho, tanto del pecado como de
la muerte, para que al perfecto reino de Dios le venga a ser posible su
concreción; hasta que estos enemigos contra Su propósito no hayan sido quitados
del medio, eso no será imposible de alcanzar. Y solamente el Propio Dios en Sí
Mismo pudo haberse propuesto una tan ardua labor.
No
existe un solo ser creado en el cielo o en la tierra que pueda con éxito asumir
una tal responsabilidad y de ese calibre. La actitud por tanto primaria de Dios
fue redentora, y por eso necesariamente conlleva la total
concepción del reino de Dios en el cielo y en la tierra, y eso es lo que
impregna toda la Palabra de Dios. Si ignoramos esto, vamos a ignorar todo lo
demás y concordar mentalmente con sueños imposibles de realizar, que, al fin y
al cabo, solo nos guían al desespero.
La
primera sonante evidencia de la amarga enemistad de Satanás hacia Dios y el
plan redentor que exhibe su efectiva derrota (Génesis 3:14, 15), se halla en el
hijo primogénito de Adán y Eva. En Génesis 4:1 Eva dice “Por voluntad de
Jehová he adquirido varón”. Es evidentemente, que se imaginó que fuera la
realización de la promesa de Dios de una simiente que aplastaría a la serpiente
(Satanás), sin embargo el Nuevo Testamento nos revela que Caín, su primgénito, era
“del (ek) diablo” (1ª Juan 3:12). Aquí tenemos un profundo misterio que no
tiene explicación, pero no hay duda que la Palabra de Dios claramente enseña
que existen dos semillas sobre la tierra, una de Dios y una del Engañador
(compare “de tú ´neutro´ simiente” y “de SU ´femenino´ simiente y observe la
parábola de la cizaña y del trigo y la interpretación que le da el Señor (Mateo
13:24-30).
El
obvio objetivo deseable de Satanás fue siempre aniquilar corrompiendo a la
verdadera semilla para que la divina promesa de Génesis 3 fracasase y que fuese
imposible de darse el nacimiento de Cristo. Solamente un hombre y su familia se
libraron de la contaminación del maligno (Génesis 6:9); y la
violencia y perversión que cubrieron la tierra (Génesis 6:5, 11-13) fueron de
tal orden, que no le quedó más remedio a Dios sino destruir del todo a la
pervertida semilla comenzar de nuevo con Noé y su familia. Sería como cortar a
tajo un cáncer gigantesco y hacer un nuevo comienzo.
Desde
el tiempo de Noé en adelante la gobernación ha sido claramente puesta de nuevo
en las manos del hombre una vez más por Dios:
“Bendijo
Jehová a Noé y a sus hijos, y les dijo: Fructificad y multiplicaos, y llenad la
tierra: El temor y el miedo de vosotros estarán sobre todo animal de la tierra,
y sobre toda ave de los cielos…en vuestras manos son entregados.”
(Gén.9:1, 2).
Noé
era, como si fuese, un segundo Adán, y reata el tema del reino una vez más. En
su gobierno, el hombre tiene que cuidar de la vida humana. Esta vida les fue
otorgada por Dios y le pertenece a Él, y por tanto al hombre se le advierte que
tiene que rendirle cuentas a Dios por ella:
“…porque ciertamente
demandaré la sangre de vuestras vidas ( y por vuestra vida de sangre
ciertamente os pediré cuenta); de mano de todo animal la demandaré, y de mano
del hombre; de mano del varón su hermano demandaré la vida del hombre” (Gén.9:5
N.I.V.).
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