LOS FUNDAMENTOS; CAP 4 POR MEDIO DE LOS QUE LE OYERON

LOS FUNDAMENTOS
 DE  LA VERDAD DISPENSACIONAL
E. W. BULLINGER
Transcripción: Juan Luis Molina

NOTA.-TODOS LOS VERSÍCULOS DESTACADOS EN NECRUZCA NO PERTENECES A LA TRADUCCIÓN ORIGINAL Y HAN SIDO PUESTOS PARA FACILITAR EL ESTUDIO, FUERON TOMADOS DE LA BIBLIA ELECTRÓNICA SWORD DE LA BIBLIA VERSIÓN REINA VALERA 1960.

CAPÍTULO 4
4 POR MEDIO DE LOS QUE LE OYERON
(Hebreos 2:3)

Esto significa, por medio de los que oyeron al Hijo, a través de quien Dios había ahora hablado (en los Cuatro Evangelios), después de haberlo hecho por medio de los profetas durante la Dispensación del Antiguo Pacto.
Los profetas hablaron a los padres, y el Hijo les había hablado a ellos y ellos le habían oído, pudiendo así confirmar lo que había dicho y nos había confirmado; es decir, al propio Pablo y a los hebreos a los cuales se dirigió.
Podemos dividir lo que dijo (en Hebreos 2:3, 4) en dos partes diferentes:
Hebreos 2:3-4 3  ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, 4  testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad.

1.       La confirmación de aquellos que oyeron al Hijo, y
2.       Dios, que fue testigo de sus testimonios por medio de señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del espíritu santo.
Estas son las dos partes que forman el tema, que es de suma importancia, y sobre el cual hablaremos a continuación (Hebreos 2:3, 4).
Tengamos en cuenta, para empezar, cuándo y cómo se produjo esta confirmación, es decir, la manera en que fue trasmitida esta verdad, así como a las personas que se les comunicó y las que la confirmaron o dijeron. La manera de hablar en sí misma fue especial y específica, y no general ni universal. Se dirigió a los hebreos y a sus padres, y en lo que a eso respecto no cabe error alguno, así como tampoco hay dudas en cuanto a los que lo confirmaron o repitieron ni los temas que trataron. Todo está perfectamente claro y evidenciado, y si no mezclamos las cosas, ni juntamos nosotros lo que Dios ha separado, lo comprenderemos todo perfectamente. No hay dificultad alguna en cuanto a saber quiénes fueron los que Le oyeron (al Hijo). No podrían haber sido otros, sino solo los doce apóstoles, pues nadie más, ningún otro ser humano además de ellos podría hablar de parte de Dios, ni tenía autoridad de parte de Dios para poder hacerlo.
LOS QUE LE OYERON. Esa y no otra era la calificación precisa y lo que guió a los once a la hora de escoger a un otro que ocupase el puesto de Judas Iscariote. Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautizo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros de su resurrección (Hechos 1:21, 22).
Los discípulos entonces echaron suerte sobre dos hombres en concreto, uno de ellos fue José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y el otro Matías. Y, orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, MUESTRA CUÁL DE ESTOS DOS HAS ESCOGIDO. ¿No estamos acaso seguros de que se cumple la escritura cuando dice, la suerte se echa en el regazo, más de Jehová es la decisión de ella? (Prov.16:33). Y Jehová escogió a Matías.
De este modo, los doce apóstoles emprendieron una misión especial, y Matías fue escogido y fue contado con (uno entre gr. hendiadys) los doce apóstoles (Hechos 1:26). La palabra hendiadys, en el original, significa uno, aunque se utilicen dos palabras, pues el segundo de los nombres califica el primero, convirtiéndose en un adjetivo superlativo, y añadiendo un fuerte énfasis al primero. Significa uno entre este ministerio, es decir, se refiere al ministerio APOSTÓLICO.
Así que Pablo al comienzo no participó en dicho ministerio, pues ni acompañó a los doce, ni había oído hablar al Señor; por lo tanto, no podía ni se encontraba calificado para confirmar lo que el Señor había dicho. Forzosamente, por tanto, tuvo que recibir un llamamiento especial con una misión determinada, y todos sabemos muy bien cuando le fue encomendada y eso sucedió.
Algunos comentadores afirman que los once se equivocaron con el modo de proceder que tuvieron en Hechos 1, y consideran que Pablo fue realmente el doceavo apóstol; pero eso es algo que se sobrepone, y es ir mucho más allá de lo que está escrito en la Palabra de verdad, y no podemos aceptarlo, ya que nada se dice acerca de esta afirmación particular, ni a favor ni en contra; y donde las Escrituras guardan silencio es preciso que también nosotros lo guardemos igual y sin alteraciones. Pero sin embargo no guarda silencio en lo referente a la solemne oración de los once y la respuesta que obtuvieron. Es más, recibe el soporte del Espíritu Santo Mismo, al referirse y hablar más delante acerca de ellos como de “los doce” incluyendo a Matías. Por otro lado, Pablo siempre se presenta como siendo aparte de los doce, repitiendo, una y otra vez, que no fue llamado por hombre alguno ni para los hombres. Sencillamente enfatiza el hecho de su propio llamamiento divino y extraordinario como ministro de los incircuncisos y, al hacerlo de este modo, se distingue del especial ministerio de los doce, y la singular condición para confirmar las palabras del Señor que los doce habían oído.
Así vemos, por tanto, que el ministerio de nuestro Señor en los Cuatro Evangelios, siguió adelante y continuó, después de su ascensión, por mano de sus sucesores los doce apóstoles. No hubo interrupción alguna, ni tampoco hubo un nuevo testimonio diferente al hecho de que Cristo había resucitado de entre los muertos y de que ellos habían recibido el encargo o comisión de repetir y confirmar lo que de Él habían oído.
A fin de que podamos comprender en qué consistía este ministerio apostólico (tal y como aparece en los Hechos de los Apóstoles), no tenemos más que fijarnos y ver el ministerio del Señor. Ya hemos visto que comenzó con el encarcelamiento de Juan el Bautista (Mato 4:12), con el llamamiento a la nación a ¡que se arrepintiese! Con la proclamación del Reino y con la presencia del Rey que se había acercado y se hallaba presente (Mateo 4:17).
Mateo 4:112  Cuando Jesús oyó que Juan estaba preso,(G) volvió a Galilea;

Mateo 4:17  Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos(J) se ha acercado.(K)

Bien sabemos ahora que el pueblo hizo caso omiso del llamamiento, y el relato de los Cuatro Evangelios nos muestra y expone claramente de qué modo fue repudiado el Reino y cómo el Rey fue crucificado.
El Señor no vino con el propósito de fundar una Iglesia, sino de ser siervo de la circuncisión para mostrar la verdad de Dios, para CONFIRMAR las promesas hechas a los padres (Romanos 15:8).
Romanos 15:8
8  Pues os digo, que Cristo Jesús vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres,

No fue bautizado a fin de instituir un sacramento para una cualquier Iglesia, sino para que fuese manifestado a Israel (Juan 1:31  Y yo no le conocía; mas para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua.). Así entonces sucede, pues, que según vemos en los Hechos de los Apóstoles, los doce no recibieron la comisión o encomienda de formar o fundar una Iglesia, sino para repetir el llamamiento de Jesucristo al arrepentimiento, para confirmar su proclamación anterior con respecto a su Persona y para ofrecerle una vez más a Israel el Rey y el Reino repudiados, con la sola condición del arrepentimiento nacional.

LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES

Si estudiamos detenidamente los Hechos de los Apóstoles, veremos que el llamamiento que repitieron iba esencialmente dirigido a los dirigentes del pueblo, quienes esencialmente habían repudiado al Reino y a Su Rey, si bien que, el llamamiento en sí al arrepentimiento, fuese verdaderamente dirigido a la nación entera como tal, que consintió y participó en el repudio de parte de los dirigentes; pero el conflicto de los doce se destaca entre los gobernantes (véase Hechos 4:1-3, 5-21; 5:24-41; 6:12; 8:1; 9:2, 23; etc.)
Hechos 4:1-4Hablando ellos al pueblo, vinieron sobre ellos los sacerdotes con el jefe de la guardia del templo, y los saduceos, 2  resentidos de que enseñasen al pueblo, y anunciasen en Jesús la resurrección de entre los muertos. 3  Y les echaron mano, y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente, porque era ya tarde. 4  Pero muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los varones era como cinco mil.

La suma y sustancia del discurso que hizo Pedro en el día de Pentecostés fue ¡arrepentíos!, y fue dirigido a los hombres de Judea (Hechos 2:14), a los hombres de Israel (vers.22; 3:12), a toda la casa de Israel (2:36). La promesa (dijo) es para vosotros, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos (es decir, para todos los Judíos que estaban en la Dispersión).
Hechos 2:1414  Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras.

Hechos 2:22  Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis;

Hechos 3:12 Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste?

Hechos 2:36 Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.

Hechos 2:39 Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.


Las primeras palabras del discurso de Pedro fueron MAS ESTO ES lo dicho por el profeta Joel (2:16), y a continuación cita lo que había predicho Joel que sucedería en el Día del Señor. Aquel día debía comenzar (como sucedió) con el derramamiento de los dones espirituales y la manifestación de los poderes del espíritu santo: Y ASÍ HABÍA COMENZADO. Y, de haberse arrepentido la nación, los acontecimientos predichos habrían ido sucediéndose en el mismo orden, tal como Dios había dicho y le mandó profetizar y escribir a Joel. Maravillas en los cielos y señales en la tierra hubiesen tenido lugar, produciendo con ellos, la restauración de todo cuanto fue dicho por los profetas en la antigüedad.
Fíjese bien, mientras la mente siga obsesionada con la idea de que Joel y Pedro estaban refiriéndose e interesados en la formación de la Iglesia, resultará imposible comprender Sus palabras, pero una vez que nos demos cuenta de que ambos se referían al Reino, todo se vuelve muy claro y se comprende perfectamente. Solo entonces, podremos, seguir la pista a lo que dijo Pedros en Hechos 2, así como el más amplio desarrollo en sustancia del tercer capítulo. El día del Señor se había, efectiva y palpablemente, acercado, y lo tuvieron “a la mano,” y estaba siendo proclamado en el mismísimo nombre o con la autoridad del propio Señor a través de sus sucesores, los doce. El juicio iría entonces a recaer primeramente comenzando por la casa de Dios (1 Pedro 4:17   Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios? ), porque el juez se hallaba delante de la puerta (Santiago 5:9   Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la puerta. ). Pedro acaba su discurso de Pentecostés con las significativas palabras sed salvos de esta perversa generación (2:40), que era un grito de inminente escapatoria del juicio que iba a tener lugar y recaer irremisiblemente sobre aquella generación (tal y como vemos en Lucas 21:32).
Hch 2:40  Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.

Lucas 21 ;32  De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca.

Note bien que, todos estos acontecimientos, nada tienen que ver con la fundación de una Iglesia, y aquel día de Pentecostés no fue el comienzo de la Iglesia, como comúnmente se dice. De nada serviría el lenguaje, en cuanto a los propósitos de la revelación, si esa es la conclusión a la que llegamos. No podría estar más claro el hecho de que, Pedro y los doce, eran ministros de la circuncisión, como lo había sido también Cristo el Mesías, limitándose ellos a confirmar solamente lo que le habían oído decir al Señor y Maestro desde el principio.
Así que “todavía” no había llegado el momento en el cual el espíritu santo habría de enseñarles y guiarles a toda verdad, según la promesa del Señor hecha en Juan 16:12-15,

Juan 16:12-15  12  Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. 13  Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. 14  El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. 15  Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.

sino que ese espíritu santo solamente les estaba dando testimonio por medio de sus obras en ellos, pues no había “todavía” llegado el momento de hacerlo por medio de sus palabras. Por eso mismo es que, en el capítulo siguiente, cuando se da uno de sus maravillosos milagros (Hechos 3:1-11),
Hechos 3:1-26  Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración. 2  Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo. 3  Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna. 4  Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. 5  Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. 6  Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. 7  Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos; 8  y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios. 9  Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios. 10  Y le reconocían que era el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y espanto por lo que le había sucedido.  11  Y teniendo asidos a Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado, todo el pueblo, atónito, concurrió a ellos al pórtico que se llama de Salomón. 12  Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste? 13  El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad. 14  Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida,(A) 15  y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. 16  Y por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros. 17  Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes. 18  Pero Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer. 19  Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, 20  y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; 21  a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo. 22  Porque Moisés dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable;(B) 23  y toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo.(C) 24  Y todos los profetas desde Samuel en adelante, cuantos han hablado, también han anunciado estos días. 25  Vosotros sois los hijos de los profetas, y del pacto que Dios hizo con nuestros padres, diciendo a Abraham: En tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra.(D) 26  A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado a su Hijo, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad.

Pedro lo aprovechó, de inmediato, para volver a hacerles el llamamiento a los hombres de Israel, animándoles, a pesar de que habían rechazado y crucificado al Santo, al que era Justo, pese a lo cual el Dios de sus padres había glorificado, levantándole de los muertos a Su Hijo, y les había dado a los doce la comisión, de que pidiesen a la nación que se arrepintiese, añadiendo Pedro aquella magnífica promesa que habría de hacer época, de que, al arrepentirse, sus pecados serían borrados y perdonados, y de la presencia del Señor vendrían tiempos de refrigerio, enviando a Jesucristo, que antes les había sido predicado, y todo lo que había sido prometido por boca de los profetas se cumpliría entonces, acabando con las memorables palabras que citamos en su integridad.
(3:19) Así que arrepentíos y convertíos (al Señor), para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio (20) y Él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado (como Mesías); (21) a quien d cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de la cual habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo. (22) Porque Moisés dijo a los padres (nuestros): EL SEÑOR vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable; (23) y toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo. (24) Y todos los profetas desde Samuel en adelante, cuantos han hablado, también han anunciado “estos días”. (25) Vosotros sois los hijos de los profetas, y del pacto que Dios hizo con nuestros padres, diciendo a Abraham: En tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra. (26) A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado a Su Hijo, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad.(1) (Hechos 3:19-26).
(1)      Esta palabra “maldad” es la griega poneros (plural). Se refiere más bien a los males, a las calamidades y enredos que padecieron, en lugar de a los pecados cometidos, de los que trata al principio, en el vers. 19.

Ahora preguntamos una vez más: ¿En dónde se ve, en todo esto, la fundación de una Iglesia, como muchos enseñan? O, como otros muchos también afirman, ¿Dónde ubicamos aquí la tal Iglesia aquella que dicen comenzó en Pentecostés? Semejante enseñanza ha cegado a miles de personas, y ha hecho con que sea prácticamente imposible comprender con claridad lo que Dios ha escrito para que lo entendamos bien, convirtiéndose en una tradición de los ancianos (líderes y coordinadores), haciendo que el Nuevo Testamento no produzca ningún efecto y aguando su doctrina verdadera, al igual que las enseñanzas de los fariseos hicieron que sucediese  con las del Antiguo Pacto (Mateo 15:3, 9).
Mateo 15:3-9 3  Respondiendo él, les dijo: ¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición? 4  Porque Dios mandó diciendo: Honra a tu padre y a tu madre;(A) y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente.(B) 5  Pero vosotros decís: Cualquiera que diga a su padre o a su madre: Es mi ofrenda a Dios todo aquello con que pudiera ayudarte, 6  ya no ha de honrar a su padre o a su madre. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición. 7   Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo:  8  Este pueblo de labios me honra;
 Mas su corazón está lejos de mí. 9  Pues en vano me honran,
 Enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres.(C)

Esta nueva proclamación llamando al arrepentimiento, y la repetición de la promesa según la cual el Mesías sería enviado, como consecuencia directa a su obediencia, se desarrolla y lleva a cabo a lo largo de todo el libro de los Hechos de los Apóstoles, por Pedro y los doce, en la nación y en otros lugares, así como por Pablo y otros en las sinagogas de la Dispersión, y se llevó a cabo hasta que llegó su culminación en Roma, cuando muchos de los principales de entre los judíos, habiéndoseles señalado el día, no se pusieron de acuerdo entre sí (Hechos 28:17-25). Fue entonces cuando el apóstol Pablo se encontró ante la solemne y especial obligación de repetir una vez más, por tercera y última vez, la solemne declaración de ceguera judicial de Israel, de la cual habló primeramente el profeta Isaías (Isaías 6:9, 10).
Hechos 28:17-31 17  Aconteció que tres días después, Pablo convocó a los principales de los judíos, a los cuales, luego que estuvieron reunidos, les dijo: Yo, varones hermanos, no habiendo hecho nada contra el pueblo, ni contra las costumbres de nuestros padres, he sido entregado preso desde Jerusalén en manos de los romanos; 18  los cuales, habiéndome examinado, me querían soltar, por no haber en mí ninguna causa de muerte. 19  Pero oponiéndose los judíos, me vi obligado a apelar a César;(A) no porque tenga de qué acusar a mi nación. 20  Así que por esta causa os he llamado para veros y hablaros; porque por la esperanza de Israel estoy sujeto con esta cadena. 21  Entonces ellos le dijeron: Nosotros ni hemos recibido de Judea cartas acerca de ti, ni ha venido alguno de los hermanos que haya denunciado o hablado algún mal de ti. 22  Pero querríamos oír de ti lo que piensas; porque de esta secta nos es notorio que en todas partes se habla contra ella. 23  Y habiéndole señalado un día, vinieron a él muchos a la posada, a los cuales les declaraba y les testificaba el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas. 24  Y algunos asentían a lo que se decía, pero otros no creían. 25  Y como no estuviesen de acuerdo entre sí, al retirarse, les dijo Pablo esta palabra: Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a nuestros padres, diciendo:26Vé a este pueblo, y diles:
 De oído oiréis, y no entenderéis;
 Y viendo veréis, y no percibiréis;  27  Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado,
 Y con los oídos oyeron pesadamente,
 Y sus ojos han cerrado,
 Para que no vean con los ojos,
 Y oigan con los oídos,
 Y entiendan de corazón,
 Y se conviertan,
 Y yo los sane.(B)  28  Sabed, pues, que a los gentiles es enviada esta salvación de Dios; y ellos oirán.  29  Y cuando hubo dicho esto, los judíos se fueron, teniendo gran discusión entre sí.  30  Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían,  31  predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento.



Isaías 6:9-10   9  Y dijo: Anda, y dí a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis. 10  Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad.(D)

El Señor ya la había repetido en Mateo 13:13-17, y una segunda vez en Juan 12:37-41. En las dos ocasiones se pronunció con respecto al repudio de las obras y las palabras del Señor, y ahora, una vez más, por tercera y última vez, la confirma Pablo en Hechos 28:25-27.
Mateo 13:13-17 13  Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden. 14  De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo:
 De oído oiréis, y no entenderéis;
 Y viendo veréis, y no percibiréis. 15  Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado,
 Y con los oídos oyen pesadamente,
 Y han cerrado sus ojos;
 Para que no vean con los ojos,
 Y oigan con los oídos,
 Y con el corazón entiendan,
 Y se conviertan,
 Y yo los sane.(C) 16  Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. 17  Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.(D)

Juan 12:37-41 37  Pero a pesar de que había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él; 38  para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías, que dijo:
 Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?
 ¿Y a quién se ha revelado el brazo del Señor?(H) 39  Por esto no podían creer, porque también dijo Isaías: 40  Cegó los ojos de ellos, y endureció su corazón;
 Para que no vean con los ojos, y entiendan con el corazón,
 Y se conviertan, y yo los sane.(I) 41  Isaías dijo esto cuando vio su gloria, y habló acerca de él.

Hechos 28:25-26 25  Y como no estuviesen de acuerdo entre sí, al retirarse, les dijo Pablo esta palabra: Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a nuestros padres, diciendo: 26  Vé a este pueblo, y diles:
 De oído oiréis, y no entenderéis;
 Y viendo veréis, y no percibiréis;

Cada repetición de esta solemne profecía marcó una crisis en la historia de Israel, seguida poco después de la última por la destrucción de Jerusalén, siendo el templo quemado y destruido, y produciendo a seguir la Dispersión de todo el pueblo judío. La presencia judía entre nosotros, en nuestros días actuales, es un testimonio claro e importante en cuanto a todas estas cosas.

Esta confirmación de lo que el Señor había dicho no se limitaba solo a la palabra hablada, porque los que le oyeron las escribieron también, además de confirmarlas hablándolas al pueblo.

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