LOS FUNDAMENTOS; CAP 4 POR MEDIO DE LOS QUE LE OYERON
LOS FUNDAMENTOS
DE LA VERDAD DISPENSACIONAL
E. W. BULLINGER
Transcripción: Juan Luis Molina
NOTA.-TODOS
LOS VERSÍCULOS DESTACADOS EN NECRUZCA NO PERTENECES A LA TRADUCCIÓN ORIGINAL
Y HAN SIDO PUESTOS PARA FACILITAR EL ESTUDIO, FUERON TOMADOS DE LA BIBLIA ELECTRÓNICA SWORD DE
LA BIBLIA VERSIÓN
REINA VALERA 1960.
CAPÍTULO 4
4 POR MEDIO DE LOS QUE LE OYERON
(Hebreos 2:3)
Esto significa, por medio de los que oyeron al Hijo, a través de quien Dios había ahora hablado (en los Cuatro
Evangelios), después de haberlo hecho por
medio de los profetas durante la Dispensación del Antiguo Pacto.
Los profetas hablaron a los padres, y el Hijo les había
hablado a ellos y ellos le habían oído, pudiendo así confirmar
lo que había dicho y nos había
confirmado; es decir, al propio Pablo y a los hebreos a los cuales se dirigió.
Podemos dividir lo que dijo (en Hebreos 2:3, 4) en dos partes diferentes:
Hebreos 2:3-4 3 ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos
una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el
Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, 4 testificando Dios juntamente con ellos, con
señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo
según su voluntad.
1.
La confirmación de
aquellos que oyeron al Hijo, y
2.
Dios, que fue
testigo de sus testimonios por medio de señales
y prodigios y diversos milagros y repartimientos del espíritu santo.
Estas son las dos partes que forman el tema, que es de suma importancia,
y sobre el cual hablaremos a continuación (Hebreos 2:3, 4).
Tengamos en cuenta, para empezar, cuándo
y cómo se produjo esta
confirmación, es decir, la manera en que fue trasmitida esta verdad, así como a
las personas que se les comunicó y las que la confirmaron o dijeron. La manera
de hablar en sí misma fue especial y específica, y no general ni universal. Se
dirigió a los hebreos y a sus padres, y en lo que a eso respecto no
cabe error alguno, así como tampoco hay dudas en cuanto a los que lo
confirmaron o repitieron ni los temas que trataron. Todo está perfectamente
claro y evidenciado, y si no mezclamos las cosas, ni juntamos nosotros lo que
Dios ha separado, lo comprenderemos todo perfectamente. No hay dificultad
alguna en cuanto a saber quiénes fueron los
que Le oyeron (al Hijo). No podrían haber sido otros, sino solo los doce
apóstoles, pues nadie más, ningún otro ser humano además de ellos podría hablar
de parte de Dios, ni tenía autoridad de parte de Dios para poder hacerlo.
LOS QUE LE OYERON. Esa y no otra era la calificación precisa y lo que
guió a los once a la hora de escoger a un otro que ocupase el puesto de Judas
Iscariote. Es necesario, pues, que de
estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor
Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautizo de Juan hasta
el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con
nosotros de su resurrección (Hechos 1:21, 22).
Los discípulos entonces echaron suerte sobre dos hombres en concreto, uno
de ellos fue José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y el otro
Matías. Y, orando, dijeron: Tú, Señor,
que conoces los corazones de todos, MUESTRA CUÁL DE ESTOS DOS HAS ESCOGIDO.
¿No estamos acaso seguros de que se cumple la escritura cuando dice, la suerte se echa en el regazo, más de
Jehová es la decisión de ella? (Prov.16:33). Y Jehová escogió a Matías.
De este modo, los doce apóstoles emprendieron una misión especial, y
Matías fue escogido y fue contado con
(uno entre gr. hendiadys) los doce apóstoles (Hechos 1:26). La palabra hendiadys, en el original, significa uno, aunque se utilicen dos palabras,
pues el segundo de los nombres califica el primero, convirtiéndose en un
adjetivo superlativo, y añadiendo un fuerte énfasis al primero. Significa uno entre este ministerio, es decir, se
refiere al ministerio APOSTÓLICO.
Así que Pablo al comienzo no participó en dicho ministerio, pues ni acompañó a los doce, ni había oído hablar al Señor; por lo
tanto, no podía ni se encontraba calificado para confirmar lo que el Señor había dicho. Forzosamente, por tanto,
tuvo que recibir un llamamiento especial
con una misión determinada, y todos sabemos muy bien cuando le fue encomendada
y eso sucedió.
Algunos comentadores afirman que los once se equivocaron con el modo de proceder que tuvieron en Hechos
1, y consideran que Pablo fue realmente el doceavo apóstol; pero eso es algo
que se sobrepone, y es ir mucho más allá de lo que está escrito en la
Palabra de verdad, y no podemos aceptarlo, ya que nada se
dice acerca de esta afirmación particular, ni a favor ni en contra; y donde las
Escrituras guardan silencio es preciso que también nosotros lo guardemos igual
y sin alteraciones. Pero sin embargo no guarda silencio en lo referente a la
solemne oración de los once y la respuesta que obtuvieron. Es más, recibe el
soporte del Espíritu Santo Mismo, al referirse y hablar más delante acerca de
ellos como de “los doce” incluyendo a
Matías. Por otro lado, Pablo siempre
se presenta como siendo aparte de los doce,
repitiendo, una y otra vez, que no fue
llamado por hombre alguno ni para los hombres. Sencillamente enfatiza el
hecho de su propio llamamiento divino y
extraordinario como ministro de los
incircuncisos y, al hacerlo de este modo, se distingue del especial
ministerio de los doce, y la singular condición para confirmar las palabras del Señor que los doce habían oído.
Así vemos, por tanto, que el ministerio de nuestro Señor en los Cuatro
Evangelios, siguió adelante y continuó, después de su ascensión, por mano de
sus sucesores los doce apóstoles. No hubo interrupción alguna, ni tampoco hubo
un nuevo testimonio diferente al hecho de que Cristo había resucitado de entre los muertos y de que ellos habían
recibido el encargo o comisión de repetir y confirmar lo que de Él habían oído.
A fin de que podamos comprender en qué consistía este ministerio
apostólico (tal y como aparece en los Hechos de los Apóstoles), no tenemos más
que fijarnos y ver el ministerio del Señor. Ya hemos visto que comenzó con el
encarcelamiento de Juan el Bautista (Mato 4:12), con el llamamiento a la nación
a ¡que se arrepintiese! Con la proclamación del Reino y con la presencia del
Rey que se había acercado y se hallaba presente (Mateo 4:17).
Mateo 4:112
Cuando Jesús oyó que Juan estaba preso,(G) volvió a Galilea;
Mateo 4:17
Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque
el reino de los cielos(J) se ha acercado.(K)
Bien sabemos ahora que el pueblo hizo caso omiso del llamamiento, y el
relato de los Cuatro Evangelios nos muestra y expone claramente de qué modo fue
repudiado el Reino y cómo el Rey fue crucificado.
El Señor no vino con el propósito de fundar una Iglesia, sino de ser siervo
de la circuncisión para mostrar la verdad de Dios, para CONFIRMAR las promesas
hechas a los padres (Romanos 15:8).
Romanos 15:8
8 Pues os
digo, que Cristo Jesús vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar la
verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres,
No fue bautizado a fin de instituir un sacramento
para una cualquier Iglesia, sino para que fuese
manifestado a Israel (Juan
1:31 Y yo no le conocía; mas para que
fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua.). Así entonces sucede, pues, que según vemos
en los Hechos de los Apóstoles, los doce no
recibieron la comisión o encomienda de formar o fundar una Iglesia, sino para repetir el llamamiento de Jesucristo al arrepentimiento, para confirmar su proclamación anterior con
respecto a su Persona y para ofrecerle una vez más a Israel el Rey y el Reino
repudiados, con la sola condición del arrepentimiento
nacional.
LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES
Si estudiamos detenidamente los Hechos de los Apóstoles, veremos que el
llamamiento que repitieron iba esencialmente dirigido a los dirigentes del
pueblo, quienes esencialmente habían repudiado al Reino y a Su Rey, si bien
que, el llamamiento en sí al arrepentimiento, fuese verdaderamente dirigido a
la nación entera como tal, que consintió y participó en el repudio de parte de
los dirigentes; pero el conflicto de los doce se destaca entre los gobernantes
(véase Hechos 4:1-3, 5-21; 5:24-41; 6:12; 8:1; 9:2, 23; etc.)
Hechos 4:1-4Hablando ellos al pueblo, vinieron
sobre ellos los sacerdotes con el jefe de la guardia del templo, y los
saduceos, 2 resentidos de que enseñasen
al pueblo, y anunciasen en Jesús la resurrección de entre los muertos. 3 Y les echaron mano, y los pusieron en la
cárcel hasta el día siguiente, porque era ya tarde. 4 Pero muchos de los que habían oído la
palabra, creyeron; y el número de los varones era como cinco mil.
La suma y sustancia del discurso que hizo Pedro en el día de Pentecostés
fue ¡arrepentíos!, y fue dirigido a
los hombres de Judea (Hechos 2:14), a
los hombres de Israel (vers.22;
3:12), a toda la casa de Israel (2:36).
La promesa (dijo) es para vosotros, y para vuestros hijos, y
para todos los que están lejos (es decir, para todos los Judíos que estaban
en la Dispersión ).
Hechos 2:1414
Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló
diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea
notorio, y oíd mis palabras.
Hechos 2:22
Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado
por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo
entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis;
Hechos 3:12 Viendo esto Pedro, respondió al pueblo:
Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos
en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste?
Hechos 2:36 Sepa, pues, ciertísimamente toda la
casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha
hecho Señor y Cristo.
Hechos 2:39 Porque para vosotros es la promesa, y
para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor
nuestro Dios llamare.
Las primeras palabras del discurso de Pedro fueron MAS ESTO ES lo dicho por el profeta Joel (2:16), y a continuación
cita lo que había predicho Joel que sucedería en el Día del Señor. Aquel día debía comenzar (como sucedió) con el
derramamiento de los dones espirituales y la manifestación de los poderes del espíritu santo: Y ASÍ HABÍA COMENZADO. Y,
de haberse arrepentido la nación, los
acontecimientos predichos habrían ido sucediéndose en el mismo orden, tal como
Dios había dicho y le mandó profetizar y escribir a Joel. Maravillas en los cielos y señales en la tierra hubiesen tenido
lugar, produciendo con ellos, la
restauración de todo cuanto fue dicho por los profetas en la antigüedad.
Fíjese bien, mientras la mente siga obsesionada con
la idea de que Joel y Pedro estaban refiriéndose e interesados en la formación
de la Iglesia , resultará imposible comprender Sus palabras, pero una vez que nos demos
cuenta de que ambos se referían al Reino, todo se vuelve muy claro y se
comprende perfectamente. Solo entonces, podremos, seguir la pista a lo que dijo
Pedros en Hechos 2, así como el más amplio desarrollo en sustancia del tercer
capítulo. El día del Señor se había,
efectiva y palpablemente, acercado, y lo tuvieron “a la mano,” y estaba siendo
proclamado en el mismísimo nombre o con la autoridad del propio Señor a través
de sus sucesores, los doce. El juicio
iría entonces a recaer primeramente comenzando
por la casa de Dios (1
Pedro 4:17 Porque es tiempo de que el
juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál
será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios? ),
porque el juez se hallaba delante de la
puerta (Santiago 5:9 Hermanos, no os quejéis unos contra otros,
para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la puerta. ). Pedro acaba su discurso de Pentecostés con las significativas palabras
sed salvos de esta perversa generación (2:40),
que era un grito de inminente escapatoria del juicio que iba a tener lugar y
recaer irremisiblemente sobre aquella generación (tal y como vemos en Lucas
21:32).
Hch 2:40 Y
con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de
esta perversa generación.
Lucas 21 ;32
De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto
acontezca.
Note bien que, todos estos acontecimientos, nada tienen que ver con la
fundación de una Iglesia, y aquel día de Pentecostés no fue el
comienzo de la Iglesia , como comúnmente se dice. De nada
serviría el lenguaje, en cuanto a los propósitos de la revelación, si esa es la
conclusión a la que llegamos. No podría estar más claro el hecho de que, Pedro
y los doce, eran ministros de la
circuncisión, como lo había sido también Cristo el Mesías, limitándose
ellos a confirmar solamente lo que le
habían oído decir al Señor y Maestro desde el principio.
Así que “todavía” no había llegado el momento en el
cual el espíritu santo habría de
enseñarles y guiarles a toda verdad,
según la promesa del Señor hecha en Juan 16:12-15,
Juan 16:12-15
12 Aún tengo muchas cosas que
deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. 13 Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él
os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que
hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. 14 El me glorificará; porque tomará de lo mío, y
os lo hará saber. 15 Todo lo que tiene
el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.
sino que ese espíritu santo solamente les estaba dando testimonio por medio de sus obras en ellos, pues no había
“todavía” llegado el momento de hacerlo por medio de sus palabras. Por eso mismo es que, en el capítulo siguiente,
cuando se da uno de sus maravillosos milagros (Hechos 3:1-11),
Hechos 3:1-26 Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora
novena, la de la oración. 2 Y era traído
un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo
que se llama la Hermosa ,
para que pidiese limosna de los que entraban en el templo. 3 Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a
entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna. 4 Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le
dijo: Míranos. 5 Entonces él les estuvo
atento, esperando recibir de ellos algo. 6
Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el
nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. 7 Y tomándole por la mano derecha le levantó; y
al momento se le afirmaron los pies y tobillos; 8 y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró
con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios. 9 Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios.
10 Y le reconocían que era el que se
sentaba a pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa ; y se llenaron de
asombro y espanto por lo que le había sucedido.
11 Y teniendo asidos a Pedro y a
Juan el cojo que había sido sanado, todo el pueblo, atónito, concurrió a ellos
al pórtico que se llama de Salomón. 12
Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os
maravilláis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro
poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste? 13 El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el
Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros
entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle
en libertad. 14 Mas vosotros negasteis
al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida,(A) 15 y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios
ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. 16 Y por la fe en su nombre, a éste, que
vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha
dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros. 17 Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo
habéis hecho, como también vuestros gobernantes. 18 Pero Dios ha cumplido así lo que había antes
anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer.
19 Así que, arrepentíos y convertíos,
para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del
Señor tiempos de refrigerio, 20 y él
envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; 21 a quien de cierto es necesario que el cielo
reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló
Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo. 22 Porque Moisés dijo a los padres: El Señor
vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a él
oiréis en todas las cosas que os hable;(B) 23
y toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del
pueblo.(C) 24 Y todos los profetas desde
Samuel en adelante, cuantos han hablado, también han anunciado estos días.
25 Vosotros sois los hijos de los
profetas, y del pacto que Dios hizo con nuestros padres, diciendo a Abraham: En
tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra.(D) 26 A vosotros primeramente, Dios, habiendo
levantado a su Hijo, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se
convierta de su maldad.
Pedro lo
aprovechó, de inmediato, para volver a hacerles el llamamiento a los hombres de Israel, animándoles, a pesar
de que habían rechazado y crucificado al Santo, al que era Justo, pese a lo
cual el Dios de sus padres había glorificado, levantándole de los muertos a Su
Hijo, y les había dado a los doce la comisión, de que pidiesen a la nación que
se arrepintiese, añadiendo Pedro aquella magnífica promesa que habría de hacer
época, de que, al arrepentirse, sus
pecados serían borrados y perdonados, y de la presencia del Señor vendrían tiempos de refrigerio,
enviando a Jesucristo, que antes les había sido predicado, y todo lo que había
sido prometido por boca de los profetas se cumpliría entonces, acabando con las
memorables palabras que citamos en su integridad.
(3:19) Así que arrepentíos y
convertíos (al Señor), para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan
de la presencia del Señor tiempos de refrigerio (20) y Él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado (como Mesías); (21)
a quien d cierto es necesario que el
cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de la
cual habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo
antiguo. (22) Porque Moisés dijo a
los padres (nuestros): EL SEÑOR vuestro Dios os levantará profeta de entre
vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable; (23)
y toda alma que no oiga a aquel profeta,
será desarraigada del pueblo. (24) Y
todos los profetas desde Samuel en adelante, cuantos han hablado, también han
anunciado “estos días”. (25) Vosotros
sois los hijos de los profetas, y del pacto que Dios hizo con nuestros padres,
diciendo a Abraham: En tu simiente serán benditas todas las familias de la
tierra. (26) A vosotros primeramente,
Dios, habiendo levantado a Su Hijo, lo envió para que os bendijese, a fin de
que cada uno se convierta de su maldad.(1) (Hechos 3:19-26).
(1) Esta palabra “maldad” es la griega poneros (plural). Se refiere más bien a
los males, a las calamidades y enredos que padecieron, en lugar de a los
pecados cometidos, de los que trata al principio, en el vers. 19.
Ahora preguntamos una vez más: ¿En dónde se ve, en todo esto, la fundación de una Iglesia, como muchos
enseñan? O, como otros muchos también afirman, ¿Dónde ubicamos aquí la tal
Iglesia aquella que dicen comenzó en Pentecostés? Semejante enseñanza ha cegado
a miles de personas, y ha hecho con que sea prácticamente imposible comprender
con claridad lo que Dios ha escrito para que lo entendamos bien, convirtiéndose
en una tradición de los ancianos (líderes
y coordinadores), haciendo que el Nuevo Testamento no produzca ningún
efecto y aguando su doctrina verdadera, al igual que las enseñanzas de los
fariseos hicieron que sucediese con las
del Antiguo Pacto (Mateo 15:3, 9).
Mateo 15:3-9 3 Respondiendo él, les dijo: ¿Por qué también
vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición? 4 Porque Dios mandó diciendo: Honra a tu padre
y a tu madre;(A) y: El que maldiga al padre o a la madre, muera
irremisiblemente.(B) 5 Pero vosotros
decís: Cualquiera que diga a su padre o a su madre: Es mi ofrenda a Dios todo
aquello con que pudiera ayudarte, 6 ya
no ha de honrar a su padre o a su madre. Así habéis invalidado el mandamiento
de Dios por vuestra tradición. 7
Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: 8 Este
pueblo de labios me honra;
Mas su corazón está lejos de mí. 9 Pues en vano me honran,
Enseñando como doctrinas, mandamientos de
hombres.(C)
Esta nueva proclamación llamando al arrepentimiento,
y la repetición de la promesa según la cual el Mesías sería enviado, como
consecuencia directa a su obediencia, se desarrolla y lleva a cabo a lo largo de todo el libro de los Hechos de
los Apóstoles, por Pedro y los doce, en la nación y en otros lugares, así
como por Pablo y otros en las sinagogas de la Dispersión , y se llevó
a cabo hasta que llegó su culminación en Roma, cuando muchos de los principales de entre los judíos, habiéndoseles
señalado el día, no se pusieron de acuerdo entre sí (Hechos 28:17-25). Fue
entonces cuando el apóstol Pablo se encontró ante la solemne y especial
obligación de repetir una vez más, por tercera
y última vez, la solemne declaración de ceguera
judicial de Israel, de la cual habló primeramente el profeta Isaías (Isaías
6:9, 10).
Hechos 28:17-31 17
Aconteció que tres días después, Pablo convocó a los principales de los
judíos, a los cuales, luego que estuvieron reunidos, les dijo: Yo, varones
hermanos, no habiendo hecho nada contra el pueblo, ni contra las costumbres de
nuestros padres, he sido entregado preso desde Jerusalén en manos de los
romanos; 18 los cuales, habiéndome
examinado, me querían soltar, por no haber en mí ninguna causa de muerte.
19 Pero oponiéndose los judíos, me vi
obligado a apelar a César;(A) no porque tenga de qué acusar a mi nación.
20 Así que por esta causa os he llamado
para veros y hablaros; porque por la esperanza de Israel estoy sujeto con esta
cadena. 21 Entonces ellos le dijeron:
Nosotros ni hemos recibido de Judea cartas acerca de ti, ni ha venido alguno de
los hermanos que haya denunciado o hablado algún mal de ti. 22 Pero querríamos oír de ti lo que piensas;
porque de esta secta nos es notorio que en todas partes se habla contra ella.
23 Y habiéndole señalado un día,
vinieron a él muchos a la posada, a los cuales les declaraba y les testificaba
el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndoles acerca de Jesús,
tanto por la ley de Moisés como por los profetas. 24 Y algunos asentían a lo que se decía, pero
otros no creían. 25 Y como no estuviesen
de acuerdo entre sí, al retirarse, les dijo Pablo esta palabra: Bien habló el
Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a nuestros padres, diciendo:26Vé
a este pueblo, y diles:
De oído
oiréis, y no entenderéis;
Y viendo
veréis, y no percibiréis; 27 Porque
el corazón de este pueblo se ha engrosado,
Y con los
oídos oyeron pesadamente,
Y sus ojos
han cerrado,
Para que no
vean con los ojos,
Y oigan con
los oídos,
Y entiendan
de corazón,
Y se
conviertan,
Y yo los
sane.(B) 28 Sabed, pues, que a los gentiles es enviada
esta salvación de Dios; y ellos oirán.
29 Y cuando hubo dicho esto, los
judíos se fueron, teniendo gran discusión entre sí. 30 Y
Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los
que a él venían, 31 predicando el reino de Dios y enseñando
acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento.
Isaías 6:9-10
9 Y dijo: Anda, y dí a este
pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis. 10 Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava
sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus
oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad.(D)
El Señor ya la había repetido en Mateo 13:13-17, y una segunda vez en
Juan 12:37-41. En las dos ocasiones se pronunció con respecto al repudio de las
obras y las palabras del Señor, y ahora, una vez más, por tercera y última vez, la confirma Pablo en Hechos 28:25-27.
Mateo 13:13-17 13
Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen,
ni entienden. 14 De manera que se cumple
en ellos la profecía de Isaías, que dijo:
De oído
oiréis, y no entenderéis;
Y viendo
veréis, y no percibiréis. 15 Porque el
corazón de este pueblo se ha engrosado,
Y con los
oídos oyen pesadamente,
Y han
cerrado sus ojos;
Para que no
vean con los ojos,
Y oigan con
los oídos,
Y con el
corazón entiendan,
Y se
conviertan,
Y yo los
sane.(C) 16 Pero bienaventurados
vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. 17 Porque de cierto os digo, que muchos profetas
y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo
oyeron.(D)
Juan 12:37-41 37
Pero a pesar de que había hecho tantas señales delante de ellos, no
creían en él; 38 para que se cumpliese
la palabra del profeta Isaías, que dijo:
Señor,
¿quién ha creído a nuestro anuncio?
¿Y a quién
se ha revelado el brazo del Señor?(H) 39
Por esto no podían creer, porque también dijo Isaías: 40 Cegó los ojos de ellos, y endureció su
corazón;
Para que no
vean con los ojos, y entiendan con el corazón,
Y se
conviertan, y yo los sane.(I) 41 Isaías
dijo esto cuando vio su gloria, y habló acerca de él.
Hechos 28:25-26 25
Y como no estuviesen de acuerdo entre sí, al retirarse, les dijo Pablo
esta palabra: Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a
nuestros padres, diciendo: 26 Vé a este
pueblo, y diles:
De oído
oiréis, y no entenderéis;
Y viendo
veréis, y no percibiréis;
Cada repetición de esta solemne profecía marcó una crisis en la historia
de Israel, seguida poco después de la última por la destrucción de Jerusalén,
siendo el templo quemado y destruido, y produciendo a seguir la Dispersión de todo el
pueblo judío. La presencia judía entre
nosotros, en nuestros días actuales, es un testimonio claro e importante en
cuanto a todas estas cosas.
Esta confirmación de lo que el Señor había dicho no se limitaba solo a la
palabra hablada, porque los que le oyeron
las escribieron también, además de
confirmarlas hablándolas al pueblo.
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