¿POR QUÉ LOS DE BEREA SERÍAN MÁS NOBLES?
Charles H. Welch
Trad. Juan Luis Molina
Los
Hechos de los Apóstoles dejan bien claro que los viajes misioneros de Pablo
estuvieron por lo general repletos de obstáculos y peligros. En el segundo
viaje tanto él como Silas fueron expulsados de Tesalónica, después de los
atribulados acontecimientos registrados en el capítulo dieciséis. Tuvieron que
dirigirse a Berea, a unos 80 quilómetros al suroeste. Era esta una ciudad del
su de Macedonia, situada a los pies del Monte Bernius, la cual era entonces de
considerable magnitud en cuanto área y populación. Probablemente se fundó en el
primer siglo antes de Cristo y en los tiempos del Nuevo Testamento poseía una
colonia Judía. A medida que Pablo iba viajando de ciudad en ciudad se dirigía
invariablemente al pueblo escogido de Israel en primer lugar, justo igual que
el Señor lo había hecho en Su ministerio terrenal (Mateo 15:24), y además como
también lo hicieron los doce apóstoles de acuerdo a los mandamientos dados por
el Señor (Mat.10:5, 6).
Teniendo
en cuenta el plan de Dios de que Su conocimiento y el establecimiento de Su
Reino fuese expandido en todo el mundo y no solo restringido a una nación
(Isaías 11:9), esta actitud no es fácil de comprender, hasta que nos demos cuenta
que el pueblo redimido de Israel había sido elegido como el Divino medio de
llevar a cabo esa labor (Gén.12:3; 26:4; 28:14; Hechos 13:47), y así debían
obtener la preparación necesaria de parte de Dios y les fue encomendado el
evangelio en primer lugar (Hechos 3:25, 26; 13:46).
Fue
precisamente en este cometido que Israel fracasó tan terriblemente. Después de
la educación e instrucción que Dios le dio a este pueblo durante siglos,
repudiaron deliberadamente y crucificaron a su Salvador y Rey cuando se presentó
ante ellos en la carne. Una oportunidad posterior se les dio durante los Hechos
de los Apóstoles de acuerdo a la paciencia y la gracia de Dios aguardando por
su reconsideración, sin embargo, a todas partes donde Pablo se dirigía con esta
renovada invitación, los Judíos se oponían y blasfemaban repudiando de nuevo la
oferta (Hechos 13:45; 18:6).
Pero
en contraste, estos en Berea fueron una sorprendente excepción:
“Inmediatamente,
los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas hasta Berea. Y ellos, habiendo
llegado, entraron en la sinagoga de los Judíos. Y estos eran más nobles que los
que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud,
escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así” (Hechos
17:10, 11).
¡Cuán
consolador debe haber sido para Pablo y su amigo encontrar una comunidad Judía
que estuvieran deseosos de escuchar y comprobar su mensaje atestado por el
Antiguo Testamento! Ya que fueron estas Escrituras las que formaron la base de
lo que Pablo tuvo que enseñarles (Hechos 18:28; 28:23).
Los
Judíos de Berea eran “más nobles” que los de Tesalónica como se evidencia por
su “solicitud” para sopesar escrituralmente lo que oían de parte del apóstol.
La palabra así traducida significa “con deseo ardiente”, literalmente un “ir
adelantándose”, y esto nos da la primaria actitud mental necesaria si es
que alguna vez vamos a aprender la
Verdad de Dios. Debemos prácticamente mostrar que tenemos
un genuino interés por llegar a conocerla. Dios no tiene nada que ver con
las personas indiferentes o de doble corazón.
En
segundo lugar observe que estos Judíos de Berea examinaban todo lo que oían por
el único estándar o modelo Divino – la Palabra de Dios. “Comprobaban” o escudriñaban” lo
que Dios había escrito a través de los hombres que le sirvieron de instrumento.
Esta palabra “escudriñar” significa literalmente “revisar de alto a bajo”,
“hacer una cuidadosa y exacta investigación”. No era una simple lectura de
algunas páginas de los manuscritos, sino que estaban invirtiendo el tiempo y el
cuidado necesario para comparar Escritura con Escritura. El siguiente motivo
por tanto que sirve de obstáculo para nuestra adquisición del conocimiento
Divino es la pereza, o el estar tan ocupado con cosas triviales que no tenemos
tiempo si quiera para examinar con la Palabra de Dios todo lo que oigamos y leamos.
Como le dijo una vez alguien al escritor, ¿para qué voy yo a tener que
investigar la Biblia ?
¡Ya le pagamos al ministro para que lo haga él!
En
tercer lugar, en Berea, no había una manera compulsiva de escudriñar el Antiguo
Testamento. Lo hacían diariamente. Era un continuo y diario hábito que
demostraba en la práctica cuán deseosos y hambrientos estaban espiritualmente
por recibir y obtener la
Verdad. ¡El Estudio Bíblico Compulsivo logra muy pocos o
ningún objetivo!
Además,
esta actitud de los de Berea nos da una nota fundamental en cuanto a la manera
de tratar con los falsos maestros o los atributos y jerarquías humanas que se
nos acerquen, por muy listos o llenos de dones que puedan ser o parecer. Cada
creyente es avisado a investigar por sí las Escrituras con la guía e
iluminación del Espíritu Santo, para que pueda así descubrir por sí lo que Dios
desea enseñarle. Esto no quiere decir que no haya lugar para profesores y maestros.
Dios por sus frutos nos enseñará a respetarlos como tales, pero jamás deberían
ser considerados como infalibles. Serán en todo caso solo instrumentos de la Palabra , que basarán
todas sus enseñanzas en la
Palabra de Dios y no en sus opiniones personales o las
opiniones de otros.
Asegurémonos
de una cosa: La Palabra
de Dios es el fundamento apropiado de la Cristiandad. Es el libro de texto de la profesión Cristiana. Cada profesión humana
tiene sus necesarios libros de texto. ¡Imagínese a cualquiera intentando ser
eficaz en cualquier profesión e ignorando sus libros de texto! Sin embargo esto
es precisamente lo que una inmensa mayoría de Cristianos llevan a cabo. ¡Cuán
diferente cuadro se nos presentaría hoy en día en la Cristiandad y en el
mundo que nos rodea, si en cada iglesia se honrase la Palabra de Dios y se le
diese su debido lugar, y aquellos que las frecuentan fuesen como los de Berea,
leyendo diariamente, escudriñando la
Palabra y haciendo grandes descubrimientos espirituales! ¿Qué
puede haber que sustituya la
Palabra de Dios? ¡Nada, excepto la confusión humana y la
selva de sus opiniones! ¿Por qué se ven hoy en día las terribles decadencias de
las normas verdaderas y de los justos modelos? ¿A qué se debe que florezcan
tantos cultos engañosos? En gran parte se debe a que el libro de Dios se
desconoce, o se menosprecia y se deja de lado. El Señor Jesús dijo Tu
Palabra es verdad (Juan 17:17) y a Sus adversarios les dijo, erráis,
ignorando las Escrituras (Mat.22:29) y si Él se presentase hoy día, tendría
que repetir esa misma verdad muchas veces, aun mismo a una gran mayoría de
profesantes Cristianos.
Para
poder apreciar de nuevo cuán fundamental es la Biblia para la Cristiandad ,
consideremos que es la base de:
(1)
La Salvación
y la Vida Espiritual :
“La Palabra
de Dios es viva y poderosa (literalmente” (Hebreos 4:12). “Siendo renacidos…por
la Palabra de
Dios que vive y permanece para siempre (1ª Pedro 1:23).
(2)
Garantía: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el
nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna…” (1ª
Juan 5:13).
(3)
Fe: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de
Dios (Rom.10:17).
(4)
Crecimiento Espiritual: “Desead, como niños recién nacidos, la leche
espiritual (de la Palabra )
para que por ella crezcáis” (1ª Pedro 2:2).
(5)
El cumplimiento de los propósitos de Dios: “Así será Mi Palabra
que sale de Mi boca; no volverá a mí vacía sino que hará lo que yo quiero…”
(Isaias 55:11).
(6)
El Juicio Final de los Hombres: “El que Me rechaza, y no recibe Mis palabras,
tiene quien le juzgue: la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día
postrero” (Juan 12:48).
(7)
La única arma ofensiva que se le da al creyente: “La Espada del
Espíritu, que es la Palabra
de Dios (Efesios 6:17).
Y
observe que el Señor empleó esta toda poderosa y conquistadora arma en Su
tentación en el desierto y así venció y se sobrepuso a Satanás con Su tres
veces repetida “escrito está” (Mat.4:1-11).
En
vista de todo lo expuesto, no admira nada que la última exhortación del apóstol
Pablo fuese “Predica la
Palabra ” (2ª Tim.4:2) pues este es el único medio a través
del cual venimos a adquirir un conocimiento personal de la Palabra viva, es decir,
del Señor Jesucristo, cuyo conocimiento es vida eterna.
Ahora
tal vez nos demos cuenta de cuan sabios fueron los Judíos de Berea poniendo su
fe en las santas Escrituras y haciendo de ellas su asiento o base fundamental,
y averiguando cada cosa que les decían Pablo y Silas por ella.
No
tenemos opinión alguna para ofrecer o cualquier enseñanza fraudulenta, sino que
procuramos expandir y dar a conocer la Palabra de Dios, la cual es siempre viva y
poderosa y completamente relevante para cada situación antigua y moderna.
Invitamos a nuestros oyentes y lectores a examinar honestamente y fielmente
todos nuestros testimonios por lo que Dios haya dicho en Su Palabra eterna. La
última palabra es la Suya ,
y la responsabilidad es de cada uno que le procura. A medida que procuremos
“proclamar la Palabra ”
sin adicionarle ni substraerle nada nuestro, lo estaremos haciendo y diciendo
como proclamaron los profetas de la antigüedad “ASÍ DICE EL SEÑOR”, sin
apologías y con la absoluta certeza porque las Escrituras son de Dios y no
nuestras. Aquí reposa nuestra eterna garantía y el ciertísimo fundamento para
nuestra fe. “la impregnable roca de la Sagrada Escritura ”.
Así
como el apóstol Pablo en la antigüedad, nos atrevemos osadamente a declarar todo
el consejo de Dios, y esto significa que no solo predicamos el evangelio de
la gracia de Dios, dando a conocer un Salvador que puede “salvar perpetuamente”
(Heb.7:25), sino además también las cosas profundas de la Palabra , las sobre
excelentes riquezas que Dios quiere dar a conocer a Sus redimidos
(Colos.1:25-27).
¿Vendrás
a ser tu igual que los de Berea, adquiriendo y dando a conocer estas “sobre
excelentes riquezas” que Dios quiere impartirte?
“Mejor
me es la ley de tu boca que millares de oro y plata”.
“Maravillosos
son Tus testimonies; por tanto, los ha guardado mi alma”.
“La
exposición de Tus palabras alumbra; hace entender a los simples” (Salmos
119:72, 129, 130).
El
Señor Jesucristo dijo:
“El
cielo y la tierra pasarán, pero Mis palabras no pasarán” (Mat.24:35).
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