LOS FUNDAMENTOS; CAP 2 POR MEDIO DE LOS PROFETAS


LOS FUNDAMENTOS
 DE  LA VERDAD DISPENSACIONAL
E. W. BULLINGER
Transcripción: Juan Luis Molina


NOTA.-TODOS LOS VERSÍCULOS DESTACADOS EN NEGRUZCA NO PERTENECES A LA TRADUCCIÓN ORIGINAL Y HAN SIDO PUESTOS PARA FACILITAR EL ESTUDIO, FUERON TOMADOS DE LA BIBLIA ELECTRÓNICA SWORD DE LA BIBLIA VERSIÓN REINA VALERA 1960.

El Señor ha hablado
 CAPÍTULO 2

2. POR MEDIO DE LOS PROFETAS
(Hebreos 1:1)
Todos hemos oído hablar de la cosa más importante del mundo, y de la multitud de opiniones que existen al respecto, pero si verdaderamente hay un hecho más importante que cualquier otro en este mundo, es sin duda alguna el hecho de que Dios haya hablado y se haya dado a conocer a los hombres.

No tenía motivos para hacerlo, ni tampoco estaba obligado a ello. No recaía sobre Él la necesidad de hacerlo. Las cosas hubiesen seguido entonces sucediendo tal como han ido sucediendo, y la historia del hombre habría sido exactamente igual que la conocemos, siendo que, la única diferencia, habría sido que el hombre habría así permanecido en una condición de absoluta ignorancia en muchos asuntos y cuestiones que son de gran importancia y envergadura y, como resultado, hubiese sido incapaz de entenderlas y explicarlas por sus cinco sentidos y su razón.

De hecho, así mismo les ocurre en los días actuales a todos aquellos que desconocen que Dios ha hablado, o que, siendo conscientes del hecho, no saben lo que ha dicho o, sencillamente, no creen lo que ha dicho. La fe viene por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios (Romanos 10:17).
Es, por tanto, por medio de la fe en lo que Dios ha dicho que comprendemos el hecho de que las edades fuesen ajustadas por Él, de manera que las cosas que se ven con el ojo externo, no hayan surgido ni tengan origen en lo que nos aparece exteriormente, y no pueden, por tanto, ser juzgadas o explicadas por las apariencias externas (Hebreos 11:3).
(Heb 11:3)  Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios,(A) de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.
En otras palabras, como muy acertadamente se ha dicho, ¡las cosas no siempre son lo que parecen!
Hay un hecho que es realmente maravilloso y casi increíble, y es, precisamente, que Dios haya hablado y haya tenido la misericordia de darle a conocer al hombre las fuentes secretas de la historia, a fin de que al hombre le sea posible saber y comprender la verdad acerca de las edades o dispensaciones, que van unas a seguir a las otras, y que pueda discernir esa verdad en lo que se refiere a Sus principios de administración durante cada una de ellas.

Durante los comienzos del mundo Dios habló directamente a los hombres, como fue el caso con Adán, con Noé, Abraham y con otros muchos; sin embargo, cuando habló a los hombres, de manera colectiva, o de todas las naciones sin distinción, a todos, siempre lo hizo valiéndose de otros hombres. Ahora bien, ¿por medio de quién habló?: los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo (2ª Pedro 1:21), habiéndolo hecho de muchas maneras y en diferentes ocasiones durante el pasado.
DIOS HABLÓ POR MEDIO DE LOS PROFETAS
El hecho que se destaca en esta declaración es que Dios habló.

NO POR MEDIO DE LOS SACERDOTES
¡No! Porque los sacerdotes no son llamados, y tampoco hechos a sí mismos sacerdotes, sino escogidos como descendientes del linaje de Leví. Son escogidos por Dios, no por el hombre; es decir, no hechos ni elegidos por manos o designios humanos.

El profeta es el portavoz de Dios, y nadie puede ocupar ese puesto, hablando en lugar de Dios, a menos que haya sido por Él llamado y nombrado, además de recibir la preparación de Aquel que le envía y, de recibir de Sus manos el mensaje que ha de transmitir.

Pero el ser un portavoz de Dios no forma parte del servicio de sacerdote, cuyas obligaciones están muy claramente definidas en la Palabra también. La labor del sacerdote no consistía, simplemente, en ofrecer sacrificios (según la idea general que se tiene hoy en día en la cristiandad apóstata) sino en enseñar al pueblo lo que Dios había hablado por medio del profeta. De este modo podemos leer, en cuanto a las obligaciones del sacerdote se refiere, en Dt.17:9-11:
(Deu 17:9)  y vendrás a los sacerdotes levitas, y al juez que hubiere en aquellos días, y preguntarás; y ellos te enseñarán la sentencia del juicio.(10)  Y harás según la sentencia que te indiquen los del lugar que Jehová escogiere, y cuidarás de hacer según todo lo que te manifiesten.(11)  Según la ley que te enseñen, y según el juicio que te digan, harás; no te apartarás ni a diestra ni a siniestra de la sentencia que te declaren.
Según la ley que te enseñen, y según el juicio que te digan, harás. Su obligación era enseñar a los hijos de Israel todos los estatutos que Jehová les había dicho por medio de Moisés (Levítico 10:11).
(Lev 10:11)  y para enseñar a los hijos de Israel todos los estatutos que Jehová les ha dicho por medio de Moisés.
Moisés fue el profeta por medio del cual Dios habló primeramente a los padres, a Su pueblo Israel, y la obligación de los sacerdotes era enseñar lo que habían oído decir a Moisés.

(Deu 33:10)  Ellos enseñarán tus juicios a Jacob,
 Y tu ley a Israel;
 Pondrán el incienso delante de ti,
 Y el holocausto sobre tu altar.
En Dt.33:10, donde se habla acerca del aspecto de los dos servicios de los sacerdotes, podemos ver claramente cuál de los dos era el más importante, simplemente leyendo el orden en que aparecen los servicios mencionados. Estos dos servicios los hallamos en la bendición de Leví, y leemos:
Primero: Ellos enseñarán tus juicios a Jacob, y tu ley a Israel; y entonces, a continuación :Segundo: Pondrán incienso delante de ti, y el holocausto sobre tu altar.
Solo tenemos que pararnos a meditar, y luego contrastar esta declaración con lo que hoy en día afirman los denominados falsamente “sacerdotes cristianos,” para comprobar hasta qué punto de degradación ha llegado la apostasía, bajo la cual los llamados sacerdotes queman incienso y ofrecen lo que denominan “el sacrificio de la Misa”. Porque, en lugar de enseñar a las gentes lo que Dios ha dicho, hacen todo cuanto esté en sus manos para que el pueblo no conozca ni se entere de lo que está escrito, y no aprendan la Palabra de Dios.

Ya hubo épocas durante las cuales los sacerdotes, que quemaban el incienso, también quemaban las Escrituras, y pasaban por la hoguera a todos aquellos que se atreviesen a leerlas; y además, no contentos con esto, las corrompían y pervertían con falsas traducciones. En los días actuales, los denominados sacerdotes también las destruyen escribiendo en contra de las Escrituras, pretendiendo con sus opiniones juzgar el texto sagrado; negando el hecho de que Dios haya hablado por medio de Sus escritores y, al mismo tiempo, aprobando la circulación de traducciones plagadas con sus errores. Hasta aquí ha llegado la apostasía actual, que es tan real y flagrante como lo fue en los peores días del rey Joacín.

Es cierto que, en la actualidad, los pecados son más camuflados y refinados que en aquellos días pasados, pero el corazón del hombre es peor que entonces. El envenenamiento científico ocupa hoy en día el lugar del asesinato violento de entonces, y al robo que había se anteponen ahora los más refinados cálculos. En vez de la hoguera y el puñal, la pluma y los falsos testimonios son hoy en día los que sutilmente roban las riquezas espirituales.

Pero los sacerdotes siempre se han comportado de esta manera a través de todos los siglos. Esdras es la única excepción que conocemos, y lo que de él se ha escrito en la Biblia resalta un propósito Divino, pues se destaca de manera muy enfática como un sacerdote ejemplar. No se nos dice nada de que quemase incienso ni ofreciese sacrificios, pero, sin embargo, leemos lo siguiente:
 (Esd 7:6)  este Esdras subió de Babilonia. Era escriba diligente en la ley de Moisés, que Jehová Dios de Israel había dado; y le concedió el rey todo lo que pidió, porque la mano de Jehová su Dios estaba sobre Esdras.

Y el sacerdote Esdras trajo la ley delante de la congregación, así de hombre como de mujeres, y de todos los que podían entender… Y leyó en el libro… desde el alba hasta el mediodía… y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la ley… Y abrió, pues, Esdras el libro a los ojos de todo el pueblo… Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura (Nehemías 8:2, 3, 5, 8).
Es cierto, Esdras fue un verdadero sacerdote; y si todos los sacerdotes hubiesen hecho como él, la apostasía no sería conocida. Israel y Judá no habrían conocido la Dispersión, y el denominado sacerdote cristiano habría llevado a cabo, hasta el presente día de hoy, la obra que comenzaron los reformadores, y además, se habrían sentido satisfechos recibiendo el nombre de ministros de la Palabra.

La apostasía que hoy en día vemos desarrollándose gradualmente a nuestro alrededor en todas las llamadas iglesias tiene su origen directo en esta procedencia. A partir de ahí precisamente es de donde surgen todas las divisiones y diferencias religiosas. Todos los cristianos perciben el mal y lo lamentan, sin embargo, ¡cuán pocos disciernen la verdadera causa, y cuán pocos se proponen erradicarla y quitarla del medio pase lo que pase!

No se dan cuenta de que, los sacerdotes, son humanos en sí mismos, y son además, por así decirlo, de manufactura humana; y así ha sido a lo largo de todas las edades. Todos los sacerdotes han sido hechos de manos de carne. En Israel fueron concebidos de voluntad de hombre y de voluntad de carne, y en nuestros días también se puede decir lo mismo. Es por eso que Jehová no habló jamás por boca de los sacerdotes, sino de los profetas.
Porque los labios del sacerdote han de guardar la sabiduría, y de su boca el pueblo buscará la ley; porque mensajero es de Jehová de los ejércitos (Malaquías 2:7).
Los sacerdotes deberían estar agradecidos por el hecho de no haber quedado totalmente excluidos a la hora de recibir el llamamiento Divino, a fin de ser portavoces de Dios.

Jeremías y Ezequiel fueron profetas que recibieron este tipo de llamamiento, pero también lo fue Abraham, que fue un patriarca (Gén.20:7); David, que fue rey (Hechos 2:30, 31); Daniel, que fue un príncipe (Daniel 2:19); y Amós, un hombre que guardaba ganado, un pastor (Amós 1:1; 7:14). En su mayoría fueron hombres de poca importancia, desconocidos, de no ser por el nombre de sus padres; y también hubo profetisas, además de profetas.
Génesis 20:7   Ahora, pues, devuelve la mujer a su marido; porque es profeta, y orará por ti, y vivirás. Y si no la devolvieres, sabe que de cierto morirás tú, y todos los tuyos.
Hechos 2:30-31   Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono,(F)  (31)  viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción.
Daniel 2:19   Entonces el secreto fue revelado a Daniel en visión de noche, por lo cual bendijo Daniel al Dios del cielo.
Amós 1:1 Las palabras de Amós, que fue uno de los pastores de Tecoa, que profetizó acerca de Israel en días de Uzías(A) rey de Judá y en días de Jeroboam(B) hijo de Joás, rey de Israel, dos años antes del terremoto.
Amós 7:14 Entonces respondió Amós, y dijo a Amasías: No soy profeta, ni soy hijo de profeta, sino que soy boyero, y recojo higos silvestres.

Pero el hecho más importante es que aquellos hombres y mujeres por medio de los cuales Dios habló habían sido llamados por Él. Nadie sino Dios podría haberles hecho el llamamiento, y nadie sino Él Mismo pudo informarles acerca de lo que debían decir. Por eso el profeta recibía el nombre de portavoz de Dios, ya que el significado original hebreo de profeta es la boca. Aarón actuó como siendo la boca de Moisés (Éxodo 4:16; 7:1), y el profeta actuó como siendo la boca de Jehová (Ezequiel 3:17). Jehová dijo: … pondré mis palabras en su boca. Refiriéndose a profetas de la talla de Moisés (Deut.18:18).
Éxodo 4:16 Y él hablará por ti al pueblo; él te será a ti en lugar de boca, y tú serás para él en lugar de Dios.
Éxodo 7:1 Jehová dijo a Moisés: Mira, yo te he constituido dios para Faraón, y tu hermano Aarón será tu profeta.

Ezequiel 3:17 Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte.
Deuteronomio 18:18   Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare.

Esta es la explicación divina de lo que es la inspiración, y no es posible darle otra definición más clara y detallada. Tampoco es posible explicar la creación. Es algo que se debe aceptar por fe y no intentar llegar a la respuesta por la razón sensorial. La inspiración es un hecho, del mismo modo que también lo es la creación. El Dios que sopló en la nariz del hombre el aliento de vida, es el mismo Dios que sopló en la boca del hombre y sobre su pluma las palabras de vida. Como dijo Pedro en Hechos 1:16, era necesario que se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David acerca de Judas. Fue David quien lo dijo, pero no fueron sus palabras, puesto que David no podía saber nada acerca de Judas. ¿Cómo podría David haber hablado nada acerca de Judas, cuando faltaban todavía mil años para que naciese? David podía hablar y habló acerca de Ahitofel, que vivió en su tiempo, pero fue el Espíritu Santo quien habló por boca de David acerca de Judas; y, por el mismo motivo, David, siendo profeta

(Hechos 2:30, 31), habló acerca de la resurrección de Cristo en el Salmo 16.
Hechos 1:16   Varones hermanos, era necesario que se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús,
Hechos 2:30   Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono,(F)

Salmos 16:1-11    Guárdame, oh Dios, porque en ti he confiado.  2  Oh alma mía, dijiste a Jehová:
 Tú eres mi Señor;
 No hay para mí bien fuera de ti.  3  Para los santos que están en la tierra,
 Y para los íntegros, es toda mi complacencia.  4  Se multiplicarán los dolores de aquellos que sirven diligentes a otro dios.
 No ofreceré yo sus libaciones de sangre,
 Ni en mis labios tomaré sus nombres.  5  Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa;
 Tú sustentas mi suerte.  6  Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos,
 Y es hermosa la heredad que me ha tocado.  7  Bendeciré a Jehová que me aconseja;
 Aun en las noches me enseña mi conciencia.  8  A Jehová he puesto siempre delante de mí;
 Porque está a mi diestra, no seré conmovido.  9  Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma;
 Mi carne también reposará confiadamente;  10  Porque no dejarás mi alma en el Seol,(A)
 Ni permitirás que tu santo vea corrupción.(B)  11  Me mostrarás la senda de la vida;
 En tu presencia hay plenitud de gozo;
 Delicias a tu diestra para siempre.(C)

También de la misma manera habló Dios a Ezequiel: 
…oirás, pues, tú la palabra de Mi boca, y los amonestarás de Mi parte (Ezequiel 3:17).
Aquí vemos, por lo tanto, que en muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios, en el pasado, a los padres hebreos.

POR MEDIO DE LOS PROFETAS, Y NO DE LOS SACERDOTES
Fíjense, además, en que lo que Dios habló, lo dijo a los padres, es decir, a los antepasados de aquellos a quienes fue dirigida la Epístola a los Hebreos. No fue dirigida ni escrita a los gentiles, aunque dentro de la carta hubiese muchas cosas a su respecto. Pero lo que en la Epístola se dijo, iba expresamente dirigido al pueblo hebreo, respecto a la manera indigna como se comportó en el pasado y a la gracia maravillosa de Jehová para con ellos; la manera en que habían provocado la ira de Jehová y el contraste con la tolerancia Suya hacia aquella nación; acerca de los castigos que tuvieron en resultado de su desobediencia que soportar en aquellos tiempos, y sobre su dispersión que iría en breve a permitir Jehová como consecuencia; así como, además, les habló acerca de su futura restauración y las glorias de Jehová con ellos. Así, pues, el tema de las palabras que Jehová les dirigió, se limitaba enteramente a Israel y a los principios de administración que Jehová llevaba a cabo, específicamente, con aquella particular nación. Todas las cosas que la carta contenía eran típicas de aquella Dispensación en concreto. Por lo tanto, si aplicamos de aquel Pueblo particular, de aquel entonces, aquellos peculiares principios, y los empleamos para la Dispensación de nuestros días, estaremos tomando lo que Dios habló, por medio de los profetas, para hablar a/y respecto a los padres (es decir, Al Israel de entonces), y lo estaremos leyendo como si hubiesen sido pronunciadas para nosotros, en la actual Dispensación. Con ese procedimiento, lo único que lograremos será sembrar la confusión. ¡Y en vez de en la verdad, nos hallaremos en un gran error!

¡La gran confusión se instala cuando, aquello que fue dicho a Israel referente a las futuras bendiciones que habrían de recibir como nación, se interpretan como si fueran las bendiciones actuales, literalmente, de los gentiles, o de la raza anglosajona, o de cualquier otra raza diferente a la hebrea!

La misma confusión acarreamos cuando espiritualizamos las profecías, y cuando todo se interpreta como siendo las actuales bendiciones espirituales que recibe la Iglesia. Este último sistema de falsa interpretación fue precisamente el que condujo al anterior. Estando hartos hasta la saciedad de ese trato indebido de las Escrituras proféticas, hecho por medio de los tradicionales comentadores evangélicos, que siempre dan a las afirmaciones literales un sentido espiritual, hubo muchos que optaron por procurar alivio, y lo hallaron, preservando el significado literal. Acompañamos en el sentimiento a todos aquellos que fueron descarriados por causa de este duplo error, pues nada ganan así, y lo que les sucede es que se pierden algo divino y maravilloso. Se quedan con la mera sombra y se pierden la bendita sustancia acerca de la cual habló Dios por medio del Hijo, y desde entonces por medio de aquellos que le oyeron y por medio de su siervo, Pablo, el prisionero de Jesucristo (2ª Timoteo 1:8).
2 Timoteo 1:8 RV 1960  Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios,



Pero eso es algo que debemos reservarnos para nuestra próxima sección.

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